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EL DELITO DE ADULTERACIÓN DE BIENES DE PRIMERA NECESIDAD (Alonso R.

PEÑA
CABRERA FREYRE(*))

En el presente artículo el autor analiza el delito de adulteración de bienes de primera necesidad previsto
en el artículo 235 del Código Penal. Señala que este artículo ha perdido vigencia material porque en la actualidad
no existe una determinación o lista oficial de los productos de primera necesidad.

I. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO

De acuerdo con el artículo 235 del Código Penal: “El que altera o modifica la calidad, cantidad, peso o medida
de artículos considerados oficialmente de primera necesidad, en perjuicio del consumidor, será reprimido con
pena privativa de libertad no menor de uno ni mayor de tres años y con noventa a ciento ochenta días-multa”.

De manera similar al artículo 234 del mismo Código (especulación), el objeto de protección del delito de
adulteración está relacionado con los legítimos intereses de los consumidores, en cuanto a la lealtad y veracidad
de los productos de primera necesidad que se ofertan en el mercado.

Este tipo delictivo, sin embargo, también es objeto de diversas críticas. Según el modelo económico actual
establecido por la Constitución Política no existe una fijación oficial de precios. Si bien puede existir un listado de
productos de “primera necesidad”, oficialmente no hay seguimiento ni control sobre ellos.

En la actualidad, la protección que debe ejercer el Estado a los consumidores recae sobre todos los
productos que son ofertados en el mercado.

Se advierte entonces que el tipo legal bajo comentario refleja una realidad económica de antaño cuando la
escasez de los productos de primera necesidad era aprovechada por agentes inescrupulosos, quienes rea-
lizaban una serie de maniobras fraudulentas en desmedro del colectivo con la finalidad de obtener dividendos
económicos.

El mercado debe funcionar correctamente. Para ello, los proveedores de los bienes y servicios, deben vender
sus productos conforme a los principios de la buena fe comercial en concordancia con el principio de veracidad.
De forma tal que si el comerciante vende sus artículos alterando su calidad, cantidad, peso y/o medida, lo que
está haciendo es induciendo en error al consumidor a través de fraude, ardid y/o engaño. Esto, en realidad,
comporta un supuesto de defraudación que en mérito a la peculiaridad del objeto material del delito, el legislador
reviste de autonomía legal.

El Código Penal argentino tipifica en el inciso 1 de su artículo 173 la siguiente conducta: “El que defraudare a
otro en la sustancia, calidad o cantidad de las cosas que le entregue en virtud de un contrato o de un título
obligatorio” como un supuesto de defraudación.

Así, Fontán Balestra en la doctrina argentina señala que se requiere “(...) un perjuicio apreciable
económicamente, característico de toda estafa, y la entrega de cosas sobre las que debe recaer el engaño”(1).

No se trata aquí de la simple diferencia entre lo debido y lo entregado, sino de la vigencia de un engaño que
induce a la víctima en error, suscitando en ella la falsa creencia de que recibe lo debido(2). Según la ratio de la
norma, en el Derecho Penal argentino la tutela recae sobre el patrimonio desde un plano individual.

Son atentados contra la buena fe que el consumidor deposita en las especificaciones que se citan en el
artículo que es consumido, en razón a la confianza que se concede a las afirmaciones y especifica-ciones que
aparecen en los rótulos de los productos(3).

II. TIPICIDAD OBJETIVA

a. Sujeto activo

El presente ilícito es un delito común. No se exige una cualidad específica para ser autor a efectos penales;
de todos modos, se entiende que debe ser una persona dedicada al comercio, al expendio y/o venta de artículos
considerados oficialmente de primera necesidad.

Si quien comete el acto reprochado por la norma penal es una persona jurídica, debe identificarse a los
sujetos que asumen el dominio social típico, conforme a la posición de mando, decisión y/o organización.
b. Sujeto pasivo

De forma mediata lo será el Estado. Sin embargo, de forma directa lo serán los consumidores bajo la idea del
“interés difuso”, pues esto comporta un número indeterminado de personas.

c. Modalidad típica

El ataque del injusto típico ha de recaer sobre los artículos “con-siderados oficialmente de primera necesidad”.
Para ello se requiere que la autoridad estatal competente haya fijado con anterioridad dicha cualidad económica.

Serán, en esencia, los alimentos necesarios para la existencia vital del ser humano, así como otros productos
cuya esencialidad se deriva de su propia naturaleza. Si los productos no cuentan con dicho “reconocimiento
estatal”, por más que se trate de un artículo de primera necesidad, el comportamiento será atípico.

No obstante, como hemos referido, sea cual fuere el producto ofertado bajo los medios fraudulentos descritos
en el tipo, su realización no será impune pues dicha conducta puede ser perfectamente acogida por el artículo
196 del Código Penal.

Debe tenerse en cuenta que el legislador ha empleado dos verbos típicos: “alterar” y “modificar” el peso o
medida de los artículos considerados oficialmente de primera necesidad.

Con relación al primero de ellos debe señalarse que significa cambiar la esencia o forma de una cosa. De otro
lado, modificar equivale a variar, alterar una cosa de tal forma que sea diferente de como era antes(4).

La alteración ha de tomar lugar cuando el agente, mediando ardid y/u otro tipo de fraude, varía el peso y/o
medida de los artículos considerados de primera necesidad. Esto se configura cuando hace constar un volumen
que no se condice con la veracidad de las cosas.

Por modificar debe entenderse la exteriorización de una entidad distinta a la que el producto gozaba
anteriormente.

En puridad, ambos verbos rectores inciden en una identidad conceptual, determinada por la intención del
autor, de verse beneficiado económicamente, con un peso y/o medida que no se corresponde con la realidad del
artículo.

Por lo general se emplean balanzas manipuladas, que reportan pesajes y medidas distorsionadas, sin que
pueda descartarse otro tipo de mecanismos que se orienten a la misma finalidad.

Se dice que las pesas son las piezas de peso determinado destinadas a fijar el peso de las cosas. Medidas
son los objetos de extensión o contenido determinado con los que se fija la cantidad de las cosas que se
calculan en ese tipo de unidades(5).

En el caso de la alteración de la calidad, es sabido que muchos comerciantes inescrupulosos combinan


ciertos elementos para poder dar al producto un mayor pesaje, en evidente desmedro del elemento cualitativo(6).
Esta modalidad típica puede aparejar a su vez el delito de usurpación marcaria.

Una cuestión importante es que la modificación y/o alteración de los artículos de primera necesidad deben
tener como resultado un perjuicio para el consumidor. Así lo señala expresamente en el tipo delictivo [“(...) en
perjuicio del consumidor (...)”]. Esto debe llevar a entender que la acción defraudatoria en cuanto al pesaje,
calidad y/o medida del producto, debe ir orientada a lesionar los legítimos intereses de los consumidores.

La variación y/o modificación en el pesaje o en la medida puede, como apunta Peña Cabrera, oscilar por
debajo o arriba de lo que se declara o establece legalmente. En cuanto a lo que a la calidad concierne, debe
realizarse un peritaje técnico que arroje una calidad por debajo de la que se presenta al consumidor(7).

El perjuicio al interés difuso previsto por la norma no debe conducir a la equivocada idea de requerir dicho
elemento como resultado necesario para la configuración del delito. Por el contrario, solo implica un elemento
necesario para dotar de legitimidad material a esta variante del injusto típico, en el sentido de sostener la
necesidad y el merecimiento de pena.

El perjuicio, entonces, debe ser visto como la aptitud y/o idoneidad de poder provocar una lesión al bien
jurídico tutelado, en el caso, un interés jurídico supraindividual, determinado por un interés difuso.

Por consiguiente, para dar por acreditada la infracción delictiva no resulta necesaria la acreditación de un
efectivo perjuicio a consumidores concretos, sino solo que el autor haya realizado la conducta típica. Por el
contrario, en la estafa, el perjuicio es un elemento normativo típico(8).

Debido a ello, si, por ejemplo, en un control de pesaje realizado por la autoridad competente se verifica que
ciertos productos están siendo ofertados con pesos y/o medidas distintas a las declaradas en sus respectivas
envolturas, se habrá cometido ya el delito, sin que para esto sea relevante que algún consumidor los haya
adquirido. No debe olvidarse que este ilícito constituye un delito de mera actividad.

En este sentido, constituirá delito el hecho de fabricar panes con una cantidad desproporcionada de levadura
y es descubierta por la policía antes de su distribución y venta. Igual podría decirse del ofrecimiento en venta de
mezclas de carnes que se hacen aparecer y se anuncian como originales de determinado vacuno o de
congelación de carnes para alterar su peso, o de los repuestos para vehículo automotores de diferente aleación
metalúrgica, que se declaran(9).

Se debe distinguir esta infracción delictiva con la “publicidad engañosa” propiamente dicha, pues en esta
última el agente consigna en carteles y/o anuncios publicitarios ciertas propiedades que no se condicen con la
verdadera naturaleza del producto(10).

III. TIPO SUBJETIVO DEL INJUSTO

El tipo penal en análisis solo resulta reprimible a título de dolo, esto es, cuando el agente tiene conciencia y
Voluntad de realizar los elementos del tipo.

El autor dirige conscientemente su conducta a alterar y/o modificar, la calidad, peso o medida de un artículo
considerado de primera necesidad; por lo tanto, cualquier equívoco que haya de recaer sobre algunos de dichos
elementos descriptivos han de ser resueltos bajo la fórmula del error de tipo. Así, en el caso de que el producto
ha sido catalogado oficialmente como de “primera necesidad”.

Sin duda, el perjuicio debe ser abarcado también por el dolo. En consecuencia, el autor debe realizar el
comportamiento típico sabiendo y queriendo perjudicar los intereses de los consumidores.

Además, bastará el dolo eventual, esto es, el conocimiento de la creación de un riesgo no permitido con
aptitud de lesión al bien jurídico tutelado.

El delito de adulteración comparte con otros tipos penales una agravante común prevista por el artículo 236
del Código Penal que señala lo siguiente: “Si los delitos previstos en este Capítulo se cometen en época de
conmoción o calamidad públicas, la pena será privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis años y de
ciento ochenta a trescientos sesenta y cinco días-multa”.

La severidad de la reacción punitiva debe contemplarse desde el contenido del desvalor del injusto típico, en
cuanto a los medios, la forma y todas aquellas circunstancias que rodean la comisión del hecho punible en lo
referido al “desvalor de la acción” y en cuanto a la magnitud del ataque antijurídico. Es decir, el resultado lesivo
que se exterioriza en la integridad del bien jurídico tutelado. A esta última variante se le denomina “desvalor del
resultado” que tiene su correlato en la antijuridicidad material.

Entonces, el legislador debe fijar el grado de pena conforme a los datos anotados. La inclusión de ciertos
elementos, construyen las “figuras agravadas”, como puede verse en una serie de tipos delictivos contenidos en
la Parte Especial del Código Penal.

En el presente caso la redacción normativa nos presenta la agravación de los tipos penales de especulación y
de adulteración, bajo la particular situación de que dichos delitos se cometan en época de conmoción o
calamidad pública.

Toma lugar un delito agravado por una situación concomitante, que coloca a los intereses difusos, es decir,
los derechos colectivos, en una evidente vulnerabilidad. Como se dijo, en estas figuras delictivas la agresión
criminal se dirige a un bien jurídico supraindividual, cuya perturbación debe ser percibida como una aptitud de
lesión que, en forma mediata, compromete bienes individuales.

¿Qué debemos entender por “época de conmoción” o “calamidad pública”? La calamidad pública supone un
estado de penumbra, de extrema necesidad, por cuanto una población puede estar en peligro de verse afectada,
en cuanto a la vida y salud de sus individuos, una epidemia producto de una grave enfermedad. Asimismo, puede
tenerse como ejemplos las poblaciones afectadas por huaicos o inundaciones.
Sin embargo, esto configura una cláusula abierta que el juzgador deberá completar con los elementos antes
sostenidos(11). Dicha situación de calamidad es precisamente la aprovechada por el agente para agenciarse de
significativos dividendos económicos, comercializando los productos de primera necesidad a precios superiores a
los fijados por la autoridad estatal competente o mediando toda clase de ardid, vende dichos productos bajo
características que no se corresponden con su realidad.

El hecho de que el agente desvirtúe el contenido de los productos de primera necesidad, bajo la situación
descrita supone una mayor desvaloración. Si se quiere decir, el agente revela una dosis significativa de
insensibilidad hacia sus prójimos, motivado únicamente por un afán de lucro.

Se justifica la agravación en la medida que el agente se aprovecha de la situación de emergencia,


desesperación o circunstancias apremiantes en que se encuentran las víctimas(12).

Dicho lo anterior, se advierte un reproche social y jurídico de mayor intensidad a fijar una sanción punitiva
según la escala penal prevista en el artículo 236 del Código Penal.

NOTAS:

(1) FONTÁN BALESTRA, Carlos. Derecho Penal. Parte especial, p. 497.

(2) CREUS, Carlos. Derecho Penal. Parte especial, T. I, p. 504.

(3) LAMAS PUCCIO, Luis. Derecho Penal Económico, p. 225.

(4) PEÑA CABRERA, Raúl. Delitos económicos. Tomo III, p. 253.

(5) FONTÁN BALESTRA, Carlos. Ob. cit., p. 499.

(6) Vide, al respecto, CREUS, Carlos. Ob. cit., pp. 504-505.

(7) PEÑA CABRERA, Raúl. Ob. cit., p. 253.

(8) Vide, al respecto, PEÑA CABRERA FREYRE, A. R. Derecho Penal. Parte especial, T. II, cit., pp. 335-
337.

(9) PEÑA CABRERA, Raúl. Ob. cit., p. 254.

(10) Así, Creus al sostener que no constituye este fraude la simple propaganda exagerada o engañosa, que
no impide al receptor verificar las características de lo que se le entrega, sino del acto positivo de engaño lo que
hace errar pese a la posible verificación. Ob. cit., p. 504.

(11) PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Ob. cit., p. 183.

(12) Ibídem, p. 256.

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