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Criminología del saqueo.

Por qué
abolir las corporaciones

https://www.sinpermiso.info/textos/criminologia-del-saqueo-por-que-abolir-las-corporaciones
Daniel Jiménez Franco 

22/05/2016
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La misma ansia de expolio que agotó la tierra arrancó también las raíces a la fuerza viva de la nación

[K. Marx, 1887 – cfr. Tombs y Whyte 2015/16, 107].

– No lo entiendo. ¿Por qué están confesando?

– No están confesando. Están presumiendo.

[La Gran Apuesta, A. McKay, 2015].

Criminales por definición


En La empresa criminal. Por qué las corporaciones deben ser abolidas (Icaria
2016), Steve Tombs y David Whyte combaten los mitos que legitiman el
sometimiento de todas las esferas de la vida a las lógicas del cálculo econométrico
y la acumulación de beneficio privado. Los seis capítulos del libro discuten y
derriban, con precisión y contundencia, los mantras de la eficiencia empresarial, la
autonomía del mercado, la “autorregulación”, la personalidad jurídica y su
responsabilidad limitada, la responsabilidad social corporativa y la presunta
protección pública del interés general. Se trata de conceptos que presiden y
gobiernan nuestro día a día permitiendo que, tras la debacle financiera de 2008,
las grandes corporaciones del sector hayan salido reforzadas. Como resultado de
ese trance, una concentración de poder aún mayor administra hoy nuestras vidas
y muertes.

La tarea de la criminología crítica siempre ha sido poner en cuestión el rol del


sistema penal y sus distintos operadores, denunciando la criminalización de los
problemas sociales y la estigmatización de los grupos sociales empobrecidos,
para demostrar que la función central del sistema penal es (re)producir las
desigualdades. Una criminología crítica que aspire a ser emancipadora no puede
compartir la mirada del poder hacia “los de abajo”. Si quiere ser subversiva, debe
analizar los comportamientos de quienes operan “por encima del radar” y poner en
cuestión sus formas habituales de hacer negocios. Como bien apuntara Frank
Pearce, el análisis de los crímenes de los poderosos debe hacer referencia a la
estructura social general en la cual operan las empresas. Solo así puede
entenderse que la actividad criminal es una más de sus estrategias (1976, 151) y
que el sistema de libre mercado es la forma jurídica central de movilización y
valorización del capital.

El discurso criminológico dominante se ha dedicado a justificar y/u ocultar las


campañas coloniales, sus saqueos, masacres y genocidios a lo largo del planeta
durante siglos[1]. La crítica de ese apartheid criminológico debe incluir, pues, a los
dos protagonistas de tales crímenes: las corporaciones y los estados. Si la
introducción del estado y las empresas en el discurso crítico dio un paso de
gigante con la definición de la criminalidad estatal-corporativa, Tombs y Whyte
amplían ese corpus teórico[2] para señalar a la corporación, desmitificarla,
desnudarla y estudiar una conexión simbiótica entre estado y empresa que tiene
lugar, en gran medida, a través de una herramienta central: el derecho.

En la (doble) raíz del problema encontramos dos claves: la condición


esencialmente criminal del sistema económico (Ruggiero 2013) y la violencia que
funda el régimen jurídico-político dedicado a sostener ese orden. En ese sentido,
los polémicos “papeles de Panamá” no son un escándalo en sí mismo sino un
ejemplo muy ilustrativo, para quien quiera entenderlo, de cómo y dónde se
gestiona el patrimonio acumulado por ese sistema económico y de su eficaz
legitimación por ese régimen jurídico-político. Los miembros del campo social
auto-privilegiado viven en “refugios” cada vez más cerrados y reconcentrados. En
el gran alrededor, la “población” sufre el daño social generado por un expolio que
“expulsa a los habitantes de su hábitat” y/o “retira el hábitat a sus habitantes”
(Mendiola 2015).

A nadie puede sorprender, pues, que las reformas neoliberales de “superación” de


la crisis hayan aumentado el margen de acción de los mercados y provocado un
incremento relativo del número de ricos en todo el planeta. Privatizaciones,
mercantilizaciones, flexibilidad laboral o indultos a corruptos, son todas ellas
reformas jurídicas llevadas a cabo por estados, gobiernos y parlamentos en el
ejercicio de sus funciones sistémicas. Y por si no teníamos bastante, ahí viene el
TTIP.

Una vez demolidos los mitos asociados a las corporaciones, La empresa


criminal invita (y urge) a pensar más allá de la corporación como “forma ideal” de
organizar las relaciones sociales, las formas de producción y distribución de
recursos o la provisión de bienestar. Las corporaciones, tal como hoy las
entendemos, surgieron en un momento histórico concreto que exigía asegurar y
reproducir el capital en el contexto de las empresas coloniales. Desde entonces,
las empresas han necesitado de la acción continuada y constante del estado para
garantizar su supervivencia – y los recientes rescates bancarios podrían
representar el episodio más burdo de esa larga historia. Los niveles masivos de
daño social provocados en el transcurso de ese episodio son incalculables y
justifican sobradamente el empleo de términos como deudocracia, necropolítica o
crímenes del estado y el mercado (Rivera coord. 2014). El caso de los PIGS es,
como el de otros Sures globales en las décadas previas, un ejemplo dramático y
abrumador de ese proceso. Por eso no hay un solo lector en el mundo al que las
siguientes páginas no puedan resultar útiles: por mucho que el relato se ilustre con
ejemplos del ámbito anglosajón, todos y todas sabemos que la misma estructura y
las mismas dinámicas han sido reproducidas a la manera de cada contexto local
(Jiménez 2016).

En el Reino de España...

A finales de s.XX, entre las grandes fortunas españolas hay muchas con más de
medio siglo de edad, construidas y consolidadas durante el franquismo o mucho
antes, cuyo peso económico-político aumenta con el desmantelamiento industrial y
agrario que exige la adhesión de España a la UE. Mientras otras áreas pierden
competitividad, sectores como el inmobiliario o el financiero ganan peso. Las élites
directivas crecen en España tanto o más que en el resto de Europa durante estas
tres décadas. La apertura de la economía española al exterior impulsa el
desarrollo de dichas élites, al tiempo que un número incontable de antiguos cargos
públicos explota su capital relacional en asesorías empresariales, consejos de
administración o tareas de lobby hacia y desde las administraciones. Las puertas
giratorias rebosan “emprendedores público-privados”[3].
En 2007, el 0.035% de la población (presente en 33 empresas) controla “las
organizaciones esenciales de la economía y una capitalización de 789.759
millones de euros, equivalente al 80.55% del PIB y cerca de un tercio del capital
productivo español” (Santos Castroviejo 2008, 4)[4]. En 2008, iniciada la depresión
global, se constata que la “transición” apenas había tocado el poder de las viejas
oligarquías. El enorme gasto público en obras e infraestructuras, unido al boom
inmobiliario y la corrupción, favorece su encumbramiento en los puestos de mando
del “mercado libre”. Trece de los veinte españoles con mayor patrimonio en 2006
habían amasado buena parte de sus fortunas en la construcción y promoción
inmobiliaria. Los 50 personajes más ricos de la Bolsa española concentran un
patrimonio de 95.000 millones de euros, el 10% del PIB. Los paquetes
accionariales de las veinte mayores fortunas que cotizan en bolsa triplican su
riqueza en cuatro años – de 16.628 millones en 2003 a 54.000 millones en 2007. A
la vez, sus patrimonios personales quedan confundidos en una maraña de
fundaciones, cuentas en paraísos fiscales, propiedades inmobiliarias bajo
testaferros, compañías patrimoniales, family offices y SICAVs (Rodríguez Díaz
2003, 3-26 – cfr. Cárdenas et al. 2002).

En la particular clasificación de los multimillonarios españoles en la lista Forbes


(fortunas superiores a 1.000 millones de dólares) de 2010 destaca la presencia de
constructores o promotores inmobiliarios entre un total de quince fortunas.
Amancio Ortega (Inditex, participaciones grandes en Banco Pastor, NH Hoteles o
Afirma – antigua Astroc: 25.000 millones de dólares) como el español más rico y
noveno del mundo[5]; Rafael del Pino (Ferrovial: 8.600); Enrique Bañuelos (Astroc
y dueño de la mayor inmobiliaria de Brasil: 8.600). Entre 1.000 y 4.000 millones:
Luis Portillo (ex presidente de Colonial); Luis del Rivero (presidente de Sacyr
Vallehermoso); José Manuel Loureda (ex presidente de Sacyr Vallehermoso); los
hijos de Juan March, Rosalía Mera (ex mujer de Ortega, presente en los consejos
de Inditex y Zeltia); Alicia y Esther Koplowitz (FCC); los “Albertos” Alcocer y
Cortina; los Botín (BSCH); Isak Andic (Mango); los Polanco (Prisa: televisión,
radio, editoriales); Manuel Jove (Fadesa) y Gabriel Escarrer (Sol Meliá).

Los intereses defendidos por ese sector más favorecido de la sociedad se


deducen fácilmente de los argumentos propuestos para el impulso legislativo de
las políticas económicas. Una mirada a los últimos años confirma la íntima relación
entre el discurso de las instituciones participantes en el diálogo social (CEOE,
UGT, CCOO), los Bancos Centrales (europeo y español), los grupos de presión
(agencias privadas de calificación), los organismos internacionales (BM, FMI) y el
gobierno. Todos confluyen en una idea central: la acumulación sostenida de
beneficios empresariales – disfrazada por los mantras del crecimiento y el empleo.
Una vez más, el mercado afirma su poder. En ese sentido apunta el Manifiesto de
los 100[6], firmado en 2009 por un grupo de 100 economistas, con el énfasis en la
degradación de las condiciones laborales como clave de la “reactivación laboral en
España”, su posterior pronunciamiento sobre la supuesta necesidad de reducir las
pensiones, o declaraciones como las del director de Coyuntura Económica de la
Fundación de las Cajas de Ahorros, Á. Laborda, quien afirmó que había llegado la
hora de “poner patas arriba” el ET creando un contrato único indefinido con
indemnizaciones por despido más baratas o eliminando la autorización
administrativa para el despido colectivo mediante ERE[7]. “Solamente se puede
salir de la crisis de una manera, que es trabajando más y desgraciadamente
ganando menos”, G. Díaz Ferrán en 2010[8]. Dos años después (3.12.2012), el ya
ex-presidente de la CEOE es encarcelado bajo fianza de 10 millones de euros.
Poco después y en el mismo sentido, el presidente del Eurogrupo (J. Dijsselbloem)
declara en Madrid que los trabajadores españoles deben “trabajar más tiempo y
más duro”.[9]

La respuesta de los estados es destinar billones de dólares y euros a realimentar


una crisis fiscal contra la que se reclama más medidas de ajuste, desmantelar el
sector público (para la apropiación privada de sus espacios y recursos), perpetuar
una reforma laboral permanente y habilitar el control de las decisiones políticas
desde los mercados. Políticos, administraciones, empresarios y corporaciones
“operan en base a la lógica del keynesianismo invertido […] para sostener la
acumulación privada” [Ruggiero 2013, 5].

Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su


capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los
principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance
confiscatorio [art. 31.1 CE].

Malaya, Bárcenas, Gürtel, Taula, Líber, AVE, Imelsa, Aquamed, Púnica,


Palma Arena, Fabra, Hacienda, Marea, Caballo de Troya, EREs, Marismas,
Palau, ITV, Emarsa, Pallerols, Mercurio, Ciempozuelos, Guateque,
Campeón, Carioca, Pitiusa, Dívar, Cooperación, Alcorcón, Amy Martin,
Mercasevilla, Naseiro, Blesa, Pujol, Rato, Bankia, CAM, Caixa Catalunya,
Banca Catalana, Caixa Penedés, Banco de Valencia, Banca Cívica, Caja
Madrid, Caja Navarra, Novagalicia, Caja Castilla La Mancha, Constructoras,
Parques Eólicos, Eléctricas, Privatización de la Sanidad, Lino, RTVV, Nóos,
Aizoon, Bitel, Amnistía Fiscal, Emperador, Pokémon, Pla-Za, Conde Roa,
Baltar, Clotilde, Pretoria, Brugal, Unió Mallorquina, Voltor, Andratx, Minutas,
Umbra, Estepona, Poniente...

En el Estado español, el crash del año 2008 ha sumido a la sociedad en una crisis
permanente dando la bienvenida a la miseria – como diría el grafiti. Eso nos obliga
a preguntarnos muchas cosas, pero también a hacer memoria del saqueo en
reconocimiento de quienes luchan y resisten contra los efectos más perniciosos de
esa crisis: las hipotecas y sus desahucios (Bernat 2015, Forero 2014), las
acciones preferentes, la deuda pública y la reforma del famoso artículo 135 de la
CE son formas de acumulación por desposesión financiera que se suman a la
entrada de capital privado en los hospitales públicos, el copago sanitario, la
exclusión sanitaria de las personas migrantes, las contrarreformas laborales y
educativas, el encarecimiento de la formación universitaria hasta límites
inasumibles y así, sucesivamente, hasta una auténtica reconfiguración de la mano
izquierda del estado. Pero hay más: el latrocinio continuado de las compañías
eléctricas, la corrupción como forma normal de gestión gubernativa y un largo
etcétera.

En 2011, según la CNMV, “la alta dirección y los consejos de las empresas del
Ibex-35 (unas 540 personas) reciben 625 millones en salarios, lo mismo que
40.000 trabajadores con salario medio” [Zabala 2011, 23]. En 2015, los miembros
de los consejos de administración de las siete principales entidades financieras
(Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia, Sabadell, Popular y Bankinter) se
repartieron 71,9 millones, cifra que supone un incremento del 16,6% con respecto
a los 61,7 millones del ejercicio anterior.[10]

Esa economía política de los crímenes de los poderosos ha venido recibiendo el


nombre de financiarización (Lapavitsas 2013, 69). Sus recientes efectos
predatorios en la periferia Sur de Europa ya habían tenido un impacto post-colonial
dramático sobre los países del cono Sur, cuando el primer impulso de la
financiarización llevó a las empresas privatizadas españolas a invadir sus
mercados (antes llamados derechos): corporaciones telefónicas, mediáticas,
energéticas, sanitarias, bancarias... necesitadas de invertir su exceso de capital
buscaron otros territorios para aumentar sus beneficios devorando muchas
compañías locales. Grandes concentraciones de capital, oligopolios y
cartelizaciones controlaron los mercados y aumentaron sus beneficios
empresariales hasta límites bochornosos en los años previos al crash de 2008.
Pero la oleada de privatizaciones demandada por la financiarización también
produjo terribles efectos sobre el conjunto de la población española: en cuanto las
corporaciones reorientaron su apetito hacia los bienes y servicios antes pensados
como derechos, el estado puso las condiciones de posibilidad para semejantes
crímenes. El estado gestiona el crimen corporativo. La economía política de la
regulación corporativa, como bien advierten Tombs y Whyte, se convierte en un
arma de doble filo cuando las agencias reguladoras no se someten al escrutinio
público y detrás no hay un movimiento social capaz de tensionar dichas agencias.
El abuso de poder corporativo, la fuerza estructural de las grandes empresas,
transforma la función coercitiva en un modo de gestión basado en la negociación-
mediación. El caso de las preferentes en el Estado español es un ejemplo
palmario de la incapacidad de las agencias reguladoras, el Banco de España y la
Comisión Nacional del Mercado de Valores, para evitar ese crimen y de lo difícil
que resulta procesar a los bancos responsables. En este último sentido, el
Memorándum de rescate financiero firmado por el Reino de España y la Comisión
Europea en julio de 2012 exigía que parte de los costes de reestructuración fueran
asumidos por bancos e inversores, (hecho que incluía a los tenedores de
participaciones preferentes) con quitas que podían llegar hasta el 60%,
asegurando de este modo la impunidad del crimen corporativo (Inurrieta 2013).

En el Estado español, aunque la responsabilidad penal de las personas jurídicas


(introducida en 2010) traspasa ese principio dogmático penal de la imposibilidad
de cometer delitos por una persona sin capacidad moral (como explican los
autores de este libro a propósito del concepto de mens rea), la misma no
contempla la responsabilidad en casos tan elementales como los crímenes
laborales – mal llamados “accidentes” en muchos casos. En 2015, una nueva
modificación del CP limitó parte de esta responsabilidad penal restringiendo lo que
se denomina como Corporate Compliance – criterio de “debido control”, es decir,
de los deberes de prevención de la empresa. Aunque dicha responsabilidad se
extiende a las sociedades mercantiles estatales que ejecuten políticas públicas o
presten servicios de interés económico general, también podemos hablar de la
construcción de un velo corporativo en el Sur – donde, pese a la regulación
anterior y a estas “evoluciones”, los grandes responsables de esos crímenes y
daños siguen impunes. En este sentido, la responsabilidad penal para las
personas jurídicas puede convertirse en la “última línea Maginot” del capitalismo
corporativo, pues forma parte de ese desarrollo (sociojurídico) que convierte a la
corporación en sujeto de derechos. De este modo, la ciudadanía corporativa
permite distinguir entre empresas buenas y malas, bloqueando así las críticas al
capitalismo en su totalidad y reforzando el poder corporativo una vez personificada
la empresa.

La posición crítica a la que nos invitan Steve Tombs y David Whyte implica
permanecer alerta ante esas medidas de presunto control de la acción corporativa,
pues en la práctica pueden imponer reformas que aseguran su permanencia
sistémica. Por otra parte, en un giro propio de la legislación penal a la sureña y
como respuesta a la movilización popular contra las medidas “anticrisis” en el
Estado español, la nueva legislación sobre la responsabilidad penal de las
personas jurídicas impuesta por la reforma de 2015 puede utilizarse para
responsabilizar a organizaciones de la sociedad civil, colectivos y sindicatos por
los “actos delictivos” de sus miembros – como, por ejemplo, los daños
ocasionados en una manifestación o concentración.

La lucha sigue

En otro libro imprescindible titulado The Crimes of the Economy (2013), Vincenzo


Ruggiero propone un análisis criminológico del pensamiento económico que nos
permite aclarar el papel de la “ciencia económica” en la historia del capitalismo. La
conclusión pone patas arriba cualquier consenso sobre las condiciones “naturales”
en que opera nuestro sistema de organización, producción y reproducción social:
la economía es un artificio moral, político y jurídico dedicado a naturalizar los
daños (los crímenes) producidos por el poder en el ejercicio de sus funciones, que
coloniza nuestro pensamiento, nuestra conciencia individual y colectiva, nuestras
estructuras civilizatorias, la manera de explicarnos a nosotros mismos y
racionalizar la barbarie. La teoría económica (y toda una cultura basada en por sus
premisas) es el marco legitimador de una guerra declarada por los acumuladores
a los desposeídos. Para las élites, el populacho es un instrumento. Y cuando no
mostramos la sumisión suficiente de palabra o acto, entonces somos enemigos.
Ruggiero nos recuerda que, según Adam Smith, la economía política se dedica a
aumentar la riqueza “tanto para la población como para el soberano”. Maticemos,
pues, la definición: SÍ para el soberano, o lo que es lo mismo, para el gobierno
(como verbo, no como lugar, pues ya hemos aclarado que el gobierno se
ejerce desde el gobierno) y quienes habitan sus estructuras sociales; NO para la
población, que solo ve mejorar sus condiciones de vida en momentos y lugares
concretos, cuando esa mejora resulta “compatible” con el interés prioritario de
acumular poder y riqueza de las élites. Después de cinco siglos, desde el primer
expolio colonial hasta los saqueos del s.XXI, esa relación es absolutamente
indiscutible. A la vez, en paralelo a la evolución de la “compatibilidad” entre
acumulación y supervivencia, las fronteras clasistas se hacen más o menos
gruesas e infranqueables. Cuanto mayor es la desprotección de una mayoría
social y peores son sus expectativas de vida/muerte, más se fortifica esa red de
conexiones que relaciona a los miembros del grupo social en el poder. La mayoría
social se llama población y representa a una masa humana tan heterogénea como
podamos imaginarnos. La red del poder se llama mercado-estado y conforma un
gueto global, homogéneo, cerrado, unido por fuertes intereses de clase. La
segunda mantiene su posición librando una guerra asimétrica y desigual contra la
primera. Los medios de esa guerra se llaman explotación, desposesión,
segregación, expulsión, sometimiento y muerte.

La historia de la teoría económica es “la historia de sus propios esfuerzos para ser
aceptada en la sensibilidad general, incluida la de quienes están lejos de
beneficiarse por sus aventuras” (ibíd., 1). El pensamiento económico se encarga
de persuadir a las víctimas para que acepten como mejor (o única) alternativa
posible esa realidad impuesta por un sistema que se alimenta de la producción
sistemática de daños – la ideología economista lo llama “externalidades”.
Disolviendo la condición criminal (delictiva o no) que constituye ese ciclo perverso,
cada escándalo de corrupción se presenta al público como síntoma de un
problema “moral” e individual, por extendida que se demuestre cada práctica y por
numerosos que sean los casos mercantilizados por los medios de comunicación.
La reducción de un fenómeno estructural a una mera sucesión de “problemas”
particulares e independientes es condición necesaria para construir una población-
audiencia pacíficamente despolitizada. Aunque hablar de “corrupción” en un
régimen de acumulación criminógeno y criminal sería un pleonasmo, sigue siendo
necesario denunciar una realidad casi siempre ignorada: primero, que la práctica
totalidad de los casos de delincuencia estatal-corporativa que martillean nuestro
día a día son protagonizados por uno o más corruptores que habitan el gobierno
desde la economía; segundo, que no se trata de “un problema”, como una suerte
de anomalía que corroe un cuerpo sano, sino de la forma de funcionar de toda una
estructura de poder y, con ella, de una determinada forma de gobernar. El
verbo gobernar se conjuga desde las estructuras del crimen corporativo
(los mercados y sus élites transnacionales y/o locales) y toma tierra en esa red de
chiringuitos institucionales a la que seguimos llamando “gobierno” en las esferas
central, autonómica o local de la administración. Para mantener al populacho en
unos niveles adecuados de anestesia social general, se predica la
“responsabilidad social” y se promete “transparencia” – los dos
nuevos abracadabras de la imbecilización política.

Este libro es, pues, una herramienta criminológica y un arma política. Así lo
concibieron sus autores y en el mismo sentido hemos asumido la grata tarea de
traducirlo desde el Sur y para el Sur. Su traducción se incluye en una línea de
comunicación y trabajo entre esas criminologías del Norte y el Sur, un compromiso
que busca seguir reforzándose en este libro y en proyectos futuros.[11]

Sus referencias históricas y geográficas ilustran la vida, milagros y crímenes de la


corporación, ese monstruo engendrado por el capitalismo cuya biografía recorre la
historia del estado moderno y los mercados globales, y sus conclusiones son
inapelables. D. Graeber nos recuerda que “los estados crearon los mercados. Los
mercados necesitan estados. Ninguno puede continuar sin el otro, al menos de
manera parecida a como los conocemos hoy en día” (2012, 96). Tener en cuenta
esa premisa es fundamental si lo que queremos es comprender, y todo enfoque
comprensivo exige una perspectiva radical. No es necesario extenderse pero sí
insistir, aun por enésima vez: radical porque piensa y analiza desde la raíz. Tombs
y Whyte trabajan y proponen desde ahí. Su causa es la nuestra, la causa de un
Sur social que vive en el Sur del Norte geográfico y actúa como Norte contra otros
Sures, pero sigue superpoblado, en cualquier Norte y en cada Sur, por una
mayoría absoluta de víctimas del crimen estatal-corporativo. La superación del
miedo y la detención del saqueo pasan no solo por asentir con los autores sobre
las razones para abolir las empresas: nuestra tarea, desde ahora, debe ser cómo
vamos a hacerlo.

La cuestión no es (sólo) deshacerse de la personalidad jurídica o recordar


que hay personas físicas detrás de ese escudo corporativo. La clave no es,
pues, perseguir y juzgar a esas personas, sino darse cuenta de que las
clases propietarias (la clase capitalista global) están utilizando la ley para
poder explotar, ‘trasladar’ o vender los riesgos, protegerse como individuos y
promover la ideología que nos hace tolerar todo eso. Aunque la norma
fundacional del derecho sea la protección legal de la propiedad privada, las
leyes no deben funcionar de esta manera. Nuestra resistencia debe volverse
contra el concepto de propiedad privada, contra el capitalismo y contra la ley
[Baars 2016, 36].

Una parte del trabajo está hecha. Aquí tenemos el análisis, los argumentos
empíricos y teóricos, la coherente contundencia de quien quiere participar de ese
trabajo colectivo que busca comprender para transformar. De ahí nuestro
agradecimiento a los maestros y compañeros Steve y Dave.

 
Referencias

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Harm”, State Crime 1(2), pp.170-95.

Tombs, S. y Whyte, D. (2007). Safety Crimes, Cullompton: Willan.

–– (2015/2016). La empresa criminal. Por qué las corporaciones deben ser


abolidas, Barcelona: Icaria .

Valverde, C. (2015). De la necropolítica neoliberal a la empatía radical,


Barcelona: Icaria.

Ynfante, J. (1998). Los muy ricos. Las trescientas grandes fortunas de España,


Barcelona: Grijalbo.

Zabala, J. (2011). “Las cifras del engaño y la vergüenza”, Attac, 17.09.2011,


pp.21-4.

[1] Vid., por todos, Morrison (2006).

[2] Algunos ejemplos en Ermann & Lundman (1978), Michalowski & Kramer


(1990), Aulette & Michalowski (1993), Kauzlarich & Kramer (1993), Kramer (1992),
Friedrichs (1996), Kramer et al. (2002), Michalowski & Kramer eds. (2006),
Coleman, Sim, Tombs & Whyte eds. (2009), Lasslett (2010).

[3] Ver http://www.puertasgiratorias.org/. Eldiario.es: Los 17 expolíticos colocados


en las eléctricas y gasistas del Ibex cobraron 3,16 millones en
2014 (25.02.15). Cfr. Jiménez (2016b).
[4] Investigación sobre la estructura de la élite del poder económico en España –
datos obtenidos mediante un gráfico de redes correspondiente a los consejeros de
Unión Fenosa y otras empresas en las que estos ocupan cargos directivos.

[5] Ortega asciende al segundo puesto en 2015, solo detrás de Bill Gates.

[6] http://www.crisis09.es/PDF/propuesta-reactivacion-laboral.pdf

[7] Europa Press: Funcas pide poner “patas arriba” el Estatuto de los


Trabajadores (3.04.10).

[8] Agencia Efe: Díaz Ferrán: “Solo se puede salir de la crisis trabajando más y


ganando menos” (14.10.10).

[9] El País: El Eurogrupo quiere reformas a cambio de cesiones en el


déficit (28.10.2013).

[10] elEconomista.es: En 2015, los consejos de los siete grandes bancos se


repartieron 72 millones en 2015, un 16,6% más (13.03.16).

[11] Vid. P. Hillyard & S. Tombs (2013), OSPDH (2013, 2014) – en esa línea se
forma el grupo de trabajo Fear and Looting in the Periphery. Approaching global
crime and harm in (and from) the south(s), en el marco del European Group for the
Study of Deviance and Social Control [44th Annual Conference: Economic Crisis
and Crime: From Global North to Global South – Universidade do Minho, Braga,
09.2016].

Daniel Jiménez Franco 


 
Doctor en Sociología Jurídica. Traductor al castellano, junto con Alejandro Forero
Cuéllar e Ignasi Bernat Molina, de The corporate criminal. Why corporations must be
abolished (S. Tombs & D. Whyte, Routledge 2015).
Fuente:
www.sinpermiso.info, 22 de mayo de 2016

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