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ISBN 84-309-4250-5
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i
LOS ESENCIALES DE LA F I L O S O F Í A
LOS ESENCIALES DE LA F I LOSOFÍA
UNAM 307596
FACULTAD DE FILOSOFIA Y LETRAS
BIBLIOTECA Samuel Ramos
tecnos
LOS ESENCIALES DE LA FILOSOFÍA
Director:
Manuel Garrido
Lecciones sobre la Filosofía
de la H istoria Universal
Edición abreviada
Kvtr.ilo de madurez de Georg Wilhelm Friedrich Fíegel (1770-1831). La suya
luí' una vida dedicada a profundizar en su propio sistema filosófico, desde
el i|iir elalu un alguna de las respuestas más trascendentes de las interrogantes
iiinvrr.ale', ,i ihrc las claves de la existencia humana. © Archivo Anaya.
L
GEORG WILHELM FRIEDRICH
HEGEL
Lecciones sobre la Filosofía
de la H istoria Universal
Edición abreviada que contiene: Introducción (General y Especial),
Mundo Griego y Mundo Romano
TRADUCCIÓN DE
JOSÉ GAOS
ESTUDIO PRELIMINAR
SALVADOR RUS RUFINO
FILOSOFÍA
y letras
Salvador R us
¡p 307081
índice
[9]
10 LECCIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL
A nexos
[13]
14 MANUEL GARRIDO
M a n u e l G a r r id o
Estudio Preliminar
En este estudio preliminar no se ha intentado explicar todo
el contenido de la obra de G . W. F. Etegel Lecciones sobre
la Filosofía de la Historia Upiversal que como verá el lector
contiene una gran cantidad de problemas que merecen ser
comentados y tratados con más profundidad. Ni tampoco
se ha intentado mejorar el excelente prólogo escrito a fina
les de los años veinte del siglo pasado por José Ortega y Gas-
set. La intención que ha animado a escribirlo y estructurar
lo de esta manera ha sido otra: tratar de explicar por qué
después de casi dos siglos este texto sigue ofreciendo al lec
tor actual respuestas a interrogantes vitales como cuál es el
fundamento de su existencia y su destino. Hegel responde
a estas cuestiones desde su propio sistema filosófico muy
maduro cuando comenzó a explicar filosofía de la historia
ante sus alumnos. Este texto, que posee la frescura de unas
lecciones magistrales, se ha convertido en un clásico que
tiene todavía hoy mucho que decir y enseñar a un lector que
quiera ver en él el esfuerzo de un pensador genial por supe
rar la situación agudamente crítica que vivían la filosofía, la
sociedad y la cultura de su tiempo sumidas en la división y
desgarro interior que producía el movimiento Romántico,
que estaba en sus últimos momentos, y exigía una nueva
filosofía que fuera capaz de responder a las exigencias del
hombre que surge tras las crisis y las revoluciones que el
[19]
20 SALVADOR RUS RUFINO
«
30 SALVADOR RUS RUFINO
a. Historia universal.
b. Historia pragmática.
c. Historia crítica.
d. Historia especializada.
17 Se podrían citar otras más actuales, como la polémica de los años sesen
ta y setenta del pasado siglo entre el estructuralismo y marxismo (Levy Strauss,
Sartre, Lefevbre, Godelier), o incluso la ofensiva explícita contra la Antro
pología filosófica, que tuvo lugar en los años sesenta, como disciplina impe
rialista y subjetivista por parte de un nutrido grupo de pensadores marxistes
(K. Kosik, J. Zeleny). Estas polémicas no son episodios pasajeros, originados
en una coyuntura en la que los términos no estuvieran suficientemente acla
rados, sino que constituyen manifestaciones de una dialéctica permanente
que será preciso volver a formular, porque las formulaciones utilizadas en
las controversias citadas no podrían siempre ser estimadas como plenamente
adecuadas. De ahí que una y otra vez se vuelva, como en un eterno retorno,
a plantear los mismos problemas entre la naturaleza dinámica y estática del
ser humano y sus realizaciones.
48 SALVADOR RUS RUFINO
and World History. The Exemples of Hegel and Kant», Bulletin o f Hegel Society
o fC re a t Britain 23/24, 1991, pp. 51-60; W. Cristaudo, The metaphysics o f
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tfalischen Technischen Hochschule Aachen, Aachen,1993; E. CruzVergara,
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théologie politique et philosophies de l'histoire de Hegel á Blumenberg, Librai-
rie philosophique J. Vrin, París, 2002.
24Voltaire, Essaisur les moeurs et l'esprit des nations, Lequien, París, 1820-
1826.
25M. J. A. Condorcet, Esquisse d'un tableau historique des progrés de l'es
prit humain, en euvres, Frommann-Holzborg, Sttutgart, vol. IV, p. 12.
ESTUDIO PRELIMINAR 55
tos. Por eso Hegel trató de mostrar que el fin del historia
dor tiene que ser más elevado que la mera construcción de
un relato de lo que el hombre hizo, tiene que entender qué
pensaron y por qué eligieron entre varias opciones y posi
bilidades una concreta y determinada que estimaron como
la mejor y la más conveniente. La historia es el relato que se
articula desde el hecho incontrovertible, hasta la razón que
lo explica e interpreta. Es la narración que va del qué y cómo,
al por qué.
La historia así entendida es la historia de la determinación
de la voluntad humana, de las acciones ejecutadas porque
el hombre así lo ha querido y se ha inclinado por una opción
entre varias, después de haberlo pensado y ponderado. Es
cierto, que en la historia hay pasión e irracionalidad, no se
puede negar, pero eso también es parte de la actividad huma
na: actuar sin razones que expliquen aparentemente un
hecho, que una vez culminadas se conviertan en raciona
les, es decir, hechos que el historiador puede explicar desde
su origen dando una razón de ellas.
La historia es historia del pensamiento, de la acción y de
la voluntad humana, por tanto, Eiegel afirma que se puede
decir que es un proceso lógico y racional. Esta racionalidad
no es determinación absoluta, es una racionalidad deduci
da a posterior/, por quien da forma y contenido a la histo
ria, por eso la intervención del historiador es fundamental
en todo el tiempo y en todas las épocas: explica cómo y por
qué han evolucionado las formas humanas de asociación,
la vida del hombre sobre la tierra.
El desarrollo histórico tiene un límite que marca el pre
sente, no se puede pasar de esa frontera. La historia no se
ocupa ni puede ocuparse del futuro, ni tiene que averiguar
qué va a pasar. Lo histórico no es prospectivo, es la des
cripción de un pasado que está cerrado y concluido, que ha
sucedido, es la explicación por qué algo ha sido así. La
historia abarca tanto el inicio como el final, el principio y el
desenlace. Todo lo sucedido y lo que está sucediendo es
materia de la historia, lo que pasará todavía no. La historia
no es previsible, tenemos que mirar continuamente hacia
66 SALVADOR RUS RUFINO
1.
El espíritu verdadero que se manifiesta en la anti
güedad grecorromana. Las manifestaciones más impor
tantes fueron el desarrollo de una teoría ética en Gre
cia y el sistema de derecho romano.
2. El espíritu extrañado de sí mismo en la edad media
hasta Revolución Francesa.
3. El espíritu cierto en sí mismo que provoca el domino
de la razón en la Ilustración, el Romanticismo y la
Revolución Francesa.
Un esquema parecido se encuentra en su obra La cien-
ESTUDIO PRELIMINAR 75
Las cuatro verdades del presente siglo. Alegoría de la sociedad del siglo XVIII,
en la que cada una de las figuras representadas simbolizan a los estamentos
del Antiguo Régimen (clero, nobleza, juez y pueblo) que serían transforma
dos en Occidente tras el ciclo de las Revoluciones Altánticas. © Archivo
Anaya.
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FILOSOFIA
y letras
80 SALVADOR RUS RUFINO
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ESTUDIO PRELIMINAR 83
Señores:
1Las notas que se pondrán al texto son las mínimas imprescindibles para aclarar
temas del mismo. Se ha optado por no aclarar quién es cada personaje citado, pues
to que el índice onomástico servirá para localizar cada persona en el contexto de la
obra. Los textos entre corchetes corresponden a los añadidos al texto original de
Hegel que están contenidos en los cuadernos de apuntes de los alumnos.
2Hegel en su obra G u n d lin ie n der P h ilosoph ie des R ech ts § 341-360 define qué es
la Historia Universal.
[93]
94 G.W. F. HEGEL
[97]
98 G.W. F. HEGEL
1 Por ejemplo, Niebuhr con su gobierno delos sacerdotes enla historia de Roma; tam
bién Müller en sus D orios.
102 G.WF.HEGEL
los dioses rebajan las cosas grandes. Aristóteles dice que los
poetas m ien ten m ucho; que no se puede atrib u ir envidia a
Dios. Si afirm ásem os, pues, que D ios no se com unica, esto
sería atribuir a Dios envidia. Dios no puede perder por com u
nicación, com o una luz no pierde porque se encienda otra
en ella.
A hora bien, se dice que D ios se com unica, pero solo en la
naturaleza, en el corazón, en el sentim iento de los hom bres.
Lo principal en esto es que en nuestro tiem po se afirm a la
necesidad de perm anecer quieto; se dice que Dios existe para
nosotros en la conciencia inm ediata, en la intuición. La intui
ción y el sentim iento coinciden en ser conciencia irreflexi
va. C o n tra esto debe hacerse resaltar que el ho m b re es un
ser pensante; que se diferencia del animal p o r el pensam ien
to. El hom bre piensa, aun cuando no tenga conciencia de ello.
Si pues D ios se revela al hom bre, se le revela esencialm ente
com o a u n ser pensante; si se revelara al hom bre esencialmente
en el sentim iento, lo consideraría idéntico al animal, a quien
no ha sido dada la facultad de la reflexión. Pero a los anim a
les no les atribuim os religión. E n realidad, el h om bre tiene
religión porque no es un animal, sino u n ser pensante. Es la
m ayor de las trivialidades decir que el hom bre se diferencia
del animal por el pensam iento, y, sin embargo, esta trivialidad
ha sido olvidada.
Dios es el ser eterno en sí y p o r sí; y lo que en sí y po r sí
es universal es objeto del pensam iento, no del sentim iento.
Todo lo espiritual, todo contenido de la conciencia, el pro
ducto y objeto del pensam iento y, ante todo, la religión y la
m oralidad, deben, sin duda, estar en el hom bre tam bién en
la form a del sentim iento, y así em piezan estando en él. Pero
el sentim iento no es la fuente de que este contenido m ana
para el hom bre, sino solo el m odo y m anera de encontrarse
en él; y es la form a peor, una form a que el hom bre tiene en
com ún con el animal. Lo sustancial debe existir en la form a
del sentim iento; pero existe tam bién en otra form a superior
y más digna. Mas si se quisiera reducir la m oralidad, la ver
dad, los contenidos más espirituales, necesariam ente al sen
tim iento y m antenerlo generalm ente en él, esto sería atri
buirlo esencialm ente a la form a anim al; la cual, em pero, es
-
112 G.W.F.HEGEL
na parte hay m ayor estím ulo para tal con o cim ien to conci
liador que en la historia universal.Vamos a detenernos sobre
esto u n m o m e n to ).
Esta reconciliación solo puede ser alcanzada m ediante el
conocim iento de lo afirmativo — en el cual lo negativo des
aparece com o algo subordinado y superado— , m ediante la
conciencia de lo que es en verdad el fin últim o del m undo;
y tam bién de que este fin está realizado en el m undo y de que
el mal m oral no ha prevalecido en la misma m edida que ese
fin últim o. [La justificación se propone hacer concebible el
mal, frente al p o d er absoluto de la razón. Se trata de la cate
goría de lo negativo, de que se habló an terio rm en te, y que
nos hace ver cóm o en la historia universal lo más noble y más
herm oso es sacrificado en su altar. Lo negativo es rechazado
p o r la razón, que quiere más bien en su lugar un fin afirma
tivo. La razón no puede contentarse con que algunos indivi
duos hayan sido m enoscabados; los fines particulares se pier
den en lo universal. La razón ve, en lo que nace y perece, la
obra que ha brotado del trabajo universal del género hum a
no, una obra que existe realm ente en el m undo a que nos
otros p erten ecem o s. El m u n d o fen o m én ico ha to m ad o la
form a de una realidad, sin nuestra cooperación; solo la con
ciencia, la conciencia pensante, es necesaria para com pren
derlo. Pues lo afirm ativo no existe m eram en te en el goce
del sentim iento, de la fantasía, sino que es algo que p erten e
ce a la realidad, y que nos pertenece, o a que nosotros p erte
necem os].
La razón, de la cual se ha dicho que rige el m undo, es una
palabra tan indeterm inada com o la de Providencia. Se habla
siempre de la razón, sin saber indicar cuál sea su determ ina- .
ción, su contenido; cuál sea el criterio según el cual podem os
juzgar si algo es racional o irracional. La razón, aprehendida
en su determinación, es la cosa. Lo demás — si perm anecem os
en la razón en general— son meras palabras. C o n estas indi
caciones pasamos al segundo p u n to de vista, que querem os
considerar en esta Introducción, com o ya hem os indicado.
CAPÍTULO II
La id e a d e l a h is t o r ia y s u r e a l iz a c ió n
1. LA ID EA
[H7]
118 G.W . FRIEDRICH HEGEL
la libertad. Es este un co nocim iento de la filosofía especu objetividad. N os encontramos determinados de este y de aquel
lativa, que la libertad es la única cosa que tiene verdad en m odo. A hora bien, yo trato de separar de m í esa determ ina
el espíritu. La m ateria es pesada p o r cu an to hay en ella el ción y acabo contraponiéndom e a m í mismo. Así mis senti
im pulso hacia un centro; es esencialm ente com puesta, cons m ientos se convierten en u n m u n d o exterior y otro interior.
ta de partes singulares, las cuales tien d en todas hacia el cen A la vez surge una peculiar m anera de m i determ inación, a
tro; no hay, p o r tanto, unidad en la m ateria, que consiste en saber, que m e siento defectuoso, negativo, y e n cu en tro en
u n a pluralidad y busca su unidad, es decir, que tiende a anu m í una contradicción, que amenaza deshacerme. Pero yo exis
larse a sí m ism a y busca su contrario. Si la alcanzara, ya no to. Esto lo sé, y lo opongo a la negación, al defecto. M e con
sería m ateria, sino que habría sucum bido com o tal. Aspira servo, y trato de anular el defecto; y así soy un impulso. El obje
a la idealidad; pues en la unidad sería ideal. El espíritu, por to a que el im pulso se dirige es entonces el objeto que m e
el co n trario , consiste ju sta m e n te en ten e r el centro en sí. satisface, que restablece m i unidad.Todo viviente tiene im pul
T ien d e tam bién hacia el centro; pero el centro es él m ism o sos. Así somos seres naturales; y el im pulso es algo sensible.
en sí. N o tiene la unidad fuera de sí, sino que la encuentra Los objetos, por cuanto m i actitud para con ellos es la de sen
c o n tin u a m e n te en sí; es y reside en sí m ism o. La m ateria tirm e im pulsado hacia ellos, son m edios de integración; esto
tiene su sustancia fuera, de sí. El espíritu, p o r el contrario, constituye, en general, la base de la técnica y la práctica. Pero
reside en sí m ism o; y esto ju stam en te es la libertad. Pues si en estas intuiciones de los objetos a que el im pulso se diri
soy d e p en d ien te, m e refiero a o tra cosa, que no soy yo, y ge, estamos sitos inm ediatam ente en lo externo y nosotros
no puedo existir sin esa cosa externa. Soy libre cuando estoy m ism os som os externos. Las intuiciones son algo singular,
en m í mismo. sensible; y lo m ism o es el impulso, cualquiera que sea su con
C uando el espíritu tiende a su centro, tiende a perfeccio tenido. Según esta determ inación el hom bre sería idéntico al
nar su libertad; y esta tendencia le es esencial. C uando se dice anim al; pues en el im pulso n o hay autoconciencia. Pero el
en efecto que el- espíritu es, esto tiene, ante todo, el sentido hom bre sabe de sí mism o; y esto le diferencia del animal. Es
de que es algo acabado. Pero es algo activo. La actividad es u n ser pensante; pero pensar es saber de lo universal. El p en
su esencia; es su propio producto; y así es su com ienzo y tam sam iento pone el contenido en lo simple, y de este m odo el
bién su térm ino. Su libertad no consiste en un ser inm óvil, hom bre es simplificado, esto es, convertido en algo interno,
sino en una continua negación de lo que amenaza anular la ideal. O m ejo r dicho: yo soy lo interno, sim ple; y solo p o r
libertad. Producirse, hacerse objeto de sí mismo, saber de sí, cuanto pongo el contenido en lo simple, se hace universal e
es la tarea del espíritu. D e este m odo el espíritu existe para ideal.
sí mismo. Las cosas naturales no existen para sí mismas; por Lo que el hom bre es realm ente, tiene que serlo idealm en
eso no son libres. El espíritu se produce y realiza según su te. C onociendo lo real com o ideal, cesa de ser algo natural,
saber de sí mism o; procura que lo que sabe de sí m ism o sea cesa de estar entregado m eram ente a sus intuiciones e im
realizado tam bién. Así, todo se reduce a la conciencia que el pulsos inm ediatos, a la satisfacción y p ro d u cc ió n de estos
espíritu tiene de sí propio. Es m uy distinto que el espíritu sepa impulsos. La prueba de que sabe esto es que reprime sus impul
que es libre o que no lo sepa. Pues si no lo sabe, es esclavo y sos. C oloca lo ideal, el pensam iento, entre la violencia del
está contento con su esclavitud, sin saber que esta no es justa. impulso y su satisfacción. Ambas cosas está unidas en el ani
La sensación de la libertad es lo único que hace libre al espí m al, el cual no rom pe p o r sí m ism o esta u n ió n (que solo
ritu, aunque este es siempre libre en sí y por sí. p o r el d olor o el tem o r pu ed e rom perse). E n el h om bre el
Lo prim ero que el espíritu sabe de sLen su form a de indi im pulso existe antes de que (o sin que) lo satisfaga. P udien-
viduo E u m a ñ o T esT j^ uí todavía no hav ninguna do reprim ir o dejar correr sus impulsos, obra el hom bre según
124 G.W F. HEGEL
e) El fin último. Hay que tratar aquí, por tanto, del fin últi
m o que tiene la hum anidad y que el espíritu se propone alcan
zar en el m undo, y a realizar el cual viene impulsado con infi
nito y absoluto em puje. Las consideraciones referentes a este
fin últim o se enlazan con lo que se ha dicho antes respecto
al espíritu del pueblo. Se ha dicho que lo im portante para el
espíritu no puede ser otra cosa que él mismo. N o hay nada
superior al espíritu, nada más digno de ser su objeto. El espí
ritu no puede descansar ni ocuparse en otra cosa, hasta saber
lo que es. Este es, sin embargo, un pensam iento general y abs
tracto, y hay u n h o n d o abism o entre este pensam iento del
cual decim os que es el suprem o y único interés del espíritu
— y lo que vem os que constituye los intereses de los p u e
blos y de los individuos en la historia— . E n la visión em pí
rica contem plam os fines e intereses particulares, que han ocu
pado durante siglos a los pueblos; piénsese, po r ejemplo, en la
lucha entre C artago y R o m a.Y hay que franquear un hondo
abismo para llegar a descubrir en los fenóm enos de la histo
ria el pensam iento del cual hem os dicho que constituye el
interés esencial. La antítesis entre los intereses que aparecen
en prim er térm ino y el interés absoluto del espíritu, que hemos
indicado, será discutida posteriorm ente. Pero fácilm ente se
com prende, p o r lo m enos, el pensam iento general del co n
cepto, según el cual, el esp íritu libre se refiere necesaria
m ente a sí mismo, ya que es un espíritu libre; de otro m odo,
sería dependiente y no libre. Si definimos, pues, el fin dicien
do que consiste en que el espíritu llegue a la conciencia de sí
m ism o o haga al m undo conform e a sí m ism o — ambas cosas
son idénticas— , pu ed e decirse que el espíritu se apropia la
objetividad, o a la inversa, que el espíritu saca de sí su con
cepto, lo objetiva y se convierte de este m odo en su propio
ser. E n la objetividad se hace consciente de sí, para ser bien
aventurado; pues donde la objetividad corresponde a la exi
gencia in te rio r, allí hay libertad. Si, pues, d eterm in a así el
fin, queda definida la progresión exactam ente, en el sentido
de que no es considerada com o u n m ero aum ento. P o d e
m os añadir en seguida que, hablando de nuestra conciencia
habitual, concedem os tam bién que la conciencia ha de reco
rrer fases de educación, para conocer su esencia.
140 G.W.F.HEGEL
2. LOS M E D IO S D E LA R E A L IZ A C IÓ N
1En la obra P hanom enologie des G eistes, SuhrkampVerlag, Frankfurt a. M., 1989,
p. 489.
2E n Afinidades electivas, II parte, cap.V, Espasa Calpe, Madrid, 1927. E l diario de Otilia.
■
I ---------------
mal; en una palabra: que puede ten er culpa no sólo del mal,
sino tam bién del bien , culpa no p o r esto, ni tam poco p o r
aquello, ni p o r todo lo que él es y es en él, sino culpa p o r el
bien y el m al inherente a su libertad individual. Sólo el ani
mal es verdaderam ente, en absoluto, inocente. Pero para evi
tar o rechazar todas las confusiones que suelen o c u rrir acer
ca de esto (por ejemplo, que con esto se rebaja y menosprecia
eso que se llama inocencia, o sea, la ignorancia misma del mal)
se necesitaría una exposición extensa, tan extensa, que sería
p o r fuerza un tratado com pleto sobre la libertad.
M as para considerar el destino que la virtud, la m oralidad
y la religiosidad tien en en la historia, no necesitam os caer
en la letanía de las quejas de que a los buenos y piadosos
les va fre c u e n te m e n te o casi siem pre m al en el m u n d o y
en cam bio a los m alos y perversos les va bien. P or ir bien
suelen e n te n d e rse m uchas cosas, e n tre ellas la riq u e z a, el
h o n o r ex tern o y otras semejantes. Pero cuando se habla de
lo que es u n fin existente en sí y p o r sí, no pu ed e hacerse
de sem ejante bienandanza o m alandanza de estos o aquellos
individuos, u n factor del orden racional universal. C o n más
razón que la m era dicha y circunstancias dichosas de los indi
viduos se exige del fin universal que los fines buenos, m ora
les y justos hallen bajo él y en él su cum plim iento y segu
ridad. Lo que hace a los hom bres m oralm ente descontentos
— descontento de que se envanecen— es que se refieren a
fines más generales p o r su c o n te n id o , y los tie n e n p o r lo
justo y lo bueno, especialm ente hoy en día los ideales de ins
tituciones políticas; y el gusto de inventar ideales, dándose
con ello alta satisfacción, no encuentra que el presente corres
po n d a a sus pensam ientos, principios y axiomas. Los h o m
bres o p o n e n a la existencia la n o c ió n de lo que debe ser,
de lo que es ju sto en la cosa. Lo que dem anda aquí satis
facción no es el interés particular, ni la pasión, sino la razón,
el derecho, la libertad. Y, arm ada de este título, esta exi
gencia alza la cabeza y no solo se siente fácilm en te des
co ntenta del estado y los acontecim ientos del m undo, sino
que se subleva co n tra ellos. Para apreciar este sentim iento
y estas concepciones, habría que entrar en la investigación
de dichas exigencias, de esas evidencias y opiniones asertó-
LECCIONES SOBRE LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 171
3. EL M A T E R IA L D E LA R E A L IZ A C IÓ N
ya. Lo universal no debe ser sim plem ente el térm ino a que el
individuo se refiere; debe ser una realidad, y com o tal existe
en el Estado. Es lo que tiene validez. La interioridad es aquí a
la vez realidad. Sin duda la realidad es m ultiplicidad externa;
pero aquí está com prendida en universalidad.
La idea universal se m anifiesta en el Estado. R esp ecto al
térm in o de fenóm eno o manifestación, es de advertir que no
tiene aquí el mismo significado que en su representación habi
tual. E n esta separamos la fuerza y la m anifestación, com o si
aquella fuese lo esencial y esta lo inesencial y externo. Pero
en la categoría de la fuerza no hay aún una determ inación
concreta. E n cambio, donde está el espíritu, el concepto con
creto, la m anifestación misma es lo esencial. El distintivo del
espíritu es su acto, su actuosidad. El hom bre es su acto, es la
serie de sus actos, es aquello para lo cual se ha hecho. El espí
ritu es, p o r tanto, esencialm ente energía, y en él no se puede
hacer abstracción de la m anifestación. La m anifestación del
espíritu es su determ inación; y este es el elem ento de su natu
raleza concreta. El espíritu que no se determ ina es una abs
tracción del intelecto. La manifestación del espíritu es su auto
determ inación; y esta m anifestación hem os de considerarla
bajo la form a de Estados e individuos.
Llamamos Estado al individuo espiritual, al pueblo, por cuan
to está en sí articulado, p o r cuanto es u n todo orgánico. Esta
denom inación se halla expuesta a la ambigüedad, porque con
las palabras Estado y derecho del Estado, designam os habi
tualm ente solo el sector político, a diferencia de la religión, la
ciencia y el arte. Pero aquí se tom a el Estado en u n sentido
más amplio, tal com o usamos tam bién la expresión de reino,
cuando designamos la manifestación de lo espiritual. C once
bim os, pues, u n pueblo com o u n individuo espiritual y no
subrayamos en él principalm ente el aspecto exterior, sino que
destacamos eso que hem os llamado espíritu del pueblo, esto
es, la autoconciencia de su verdad y de su esencia y lo que para
él m ism o es la verdad en general, las potencias espirituales que
viven en ese pueblo y lo gobiernan. Lo universal que se des
taca y se hace consciente en el Estado, la forma bajo la cual se
produce cuanto existe, eso es lo que constituye la cultura de
una nación. Pero el contenido determinado que recibe esta forma
LECCIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 177
1. EL C O N C E P T O D E LA E V O L U C IÓ N
[2 0 9 ]
210 G.W E HEGEL
do; tal fin perm anece totalm ente indeterm inado. Pero lo cuan
titativo — si querem os hablar con precisión del progreso— es
justam ente lo ajeno al pensam iento. El fin que debe ser alcan
zado, necesita ser conocido. El espíritu es en su actividad tal
que sus producciones y transformaciones tienen que ser repre
sentadas y conocidas com o variaciones cuabtativas].
El principio de la evolución im plica además que en el fondo
hay una determ in ació n in tern a, u n supuesto, que está pre
sente en sí y se da a sí m ism o a la existencia. Esta d eterm i
nación form al es esencial; el espíritu que en la historia u ni
versal tie n e su escenario, su p ro p ie d a d y el cam po de su
realización, n o fluctúa en el ju e g o e x te rio r de las c o n tin
gencias, sino que es en sí lo absolutam ente determ inante; su
peculiar determ inación es absohitam ente firm e frente a las
contingencias que el espíritu dom ina y emplea en su prove
cho. La evolución se da tam bién en los objetos de la natura
leza orgánica; la existencia de éstos no se ofrece com o una
existencia puram ente inmediata y variable tan solo desde fuera,
sino que em ana de sí m ism a, de u n íntim o principio inva
riable, de una esencia simple, cuya existencia em pieza p o r ser
tam bién la existencia simple del germ en y luego va diferen
ciándose y entrando en relación con otras cosas y, po r tanto,
viviendo un continuo progreso de transform ación. Este pro
ceso, em pero, vuelve con la misma continuidad a su contra
lio, esto es, se transform a en la conservación del p rin cip io
orgánico y de su form a. Así el individuo orgánico se p rodu
ce a sí mismo, haciéndose lo que es en sí. Así tam bién el espí
ritu es lo que él m ism o se hace y se hace lo que es en sí.
I’ero aquella evolución se verifica de un m odo inm ediato, sin
oposiciones, sin obstáculos; entre el concepto y su realiza
ción, entre la naturaleza (en sí m ism a determ inada) del ger
men y la acom odación de la existencia a dicha naturaleza, no
puede introducirse nada. E n cambio, el espíritu es distinto. Su
determ inación pasa a realizarse m ediante la conciencia y la
voluntad; estas, conciencia y voluntad, se hallan prim ero sumi
das en una vida inm ediata y natural; su objeto y fin es al p rin
cipio la determ inación natural, com o tal, que, p o r ser el espí-
i itu quien la anima, tiene infinitas pretensiones, infinita fuerza
y riqueza. Así es com o el espíritu se opone a sí m ism o; ha de
212 G.W.F.HEGEL
solo com o un accidente. Para la voluntad del uno son los otros
com o niños, com o subordinados.
La segunda fase del espiritó es la de la separación, la de la
reflexión del espíritu sobre sí; consiste en salir de la m era obe
diencia y confianza en los demás. Esta fase se divide en dos.
La prim era es la ju v en tu d del espíritu, que tiene libertad pro
pia, pero vinculada todavía a la sustancialidad. La libertad no
ha renacido todavía de lo profundo del espíritu. Este es el
mundo griego. La otra es la edad viril del espíritu, en que el
individuo tiene sus fines propios, pero solo los alcanza al servi
cio de un ente universal, del Estado. Este es el mundo romano.
E n él se da la antítesis entre la personalidad del individuo y
el servicio a lo universal.
E n cuarto lugar sigue la época germ ánica, el mundo cristia
no. Si se pudiera com parar tam bién aquí el espíritu co n el
individuo, habría que llamar a esta época la senectud del espí
ritu. Es em pero lo peculiar de la senectud el vivir solo en el
recuerdo, en el pasado, no en el presente; p o r eso la com pa
ración es aquí imposible. El individuo, p o r su aspecto nega
tivo, pertenece al elem ento, a la m ateria y perece; mas el espí
ritu vuelve sobre sí m ism o, sobre sus conceptos. E n la época
cristiana, el espíritu divino ha venido al m undo, ha puesto
su sede en el individuo, que ahora es perfectam ente libre, con
una libertad sustancial. Esta es la conciliación del espíritu sub
jetiv o con el objetivo. El espíritu se ha reconciliado, se ha
h e c h o u n o con su concepto, del cual se había separado al
constituir la subjetividad, saliendo para ello del estado de natu
raleza. Todo esto es el a priori de la historia, al que la expe
riencia debe responder].
Estas fases son los principios fundam entales del proceso
universal. E n desarrollos ulteriores verem os que cada una de
esas fases es, dentro de sí mismas, un proceso de form ación,
y cóm o es la dialéctica, en el tránsito de una fase a otra.
Aquí sólo he de advertir que el espíritu comienza po r su infi
nita posibilidad; la cual es una m era posibilidad que contiene
su absoluto contenido com o algo en sí, com o el fin que el espí
ritu solo alcanza en su resultado, resultado que solo entonces
es su realidad. El progreso aparece así en la existencia com o
avanzando de lo im perfecto a lo más perfecto; pero lo im per-
LECCIONES SO BRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 217
2. EL C O M IE N Z O D E LA H IS T O R IA
3. LA M A R C H A D E LA E V O L U C IÓ N
conocer, hubo de tener trato familiar con las elipses, los cubos
y los cuadrados y sus relaciones a priori, antes de descubrir
m ediante los datos em píricos sus inm ortales leyes, que co n
sisten en determ inaciones de aquel círculo de representa
ciones. Q u ie n ignore las nociones de las determ inaciones
elem entales universales, no puede e n ten d er esas leyes, p o r
m u c h o que c o n te m p le el cielo y los m o v im ie n to s de las
estrellas; com o tam p o c o habría p o d id o descubrirlas. Este
d e sco n o cim ien to de los pensam ientos referentes a la fo r
m ación evolutiva de la libertad es el o rigen de una buena
parte de las censuras que se hacen al estudio filosófico de
una ciencia em pírica; se le hace, en efecto, el reproche de
introducir a priori ideas en el material de dicha ciencia. Seme
jantes determ inaciones intelectuales aparecen entonces com o
algo extraño, algo que no se encuentra en el objeto. Para la
educación subjetiva, que no conoce el pensam iento ni tiene
costum bre de pensar, esas ideas son algo extraño y no entran
en la representación e inteligencia que dicha deficiente edu
cación tie n e del objeto. D e aquí p ro ced e la expresión de
que la filosofía no comprende esas ciencias. La filosofía debe
conceder, en efecto, que no tiene la inteligencia que reina
en aquellas ciencias, esto es, que no procede con arreglo a
las categorías de sem ejante inteligencia, sino con arreglo a
las categorías de la razón, con las cuales conoce em pero aque
lla inteligencia, su valor y posición. E n este proceder de la
inteligencia científica se trata igualm ente de separar y des
tacar lo esencial de lo llam ado inesencial. M as para p o d e r
hacer esto, es necesario conocer lo esencial. A hora bien, cuan
do se trata de considerar la historia universal en su co n ju n
to, lo esencial es, com o se ha indicado anteriorm ente, la con
ciencia de la libertad y las determ inaciones de esta conciencia
en su ev o lu ció n . La d irecció n hacia estas categorías es la
dirección hacia lo verdaderam ente esencial.
U na parte de las instancias que, com o contradicción direc
ta, se esgrim en contra la determ inación, tom ada en su uni
versalidad, proviene habitualm ente de la deficiencia en la apre
hensión y com prensión de las ideas. C uando, en la historia
natural, los ejemplares o abortos híbridos, desgraciados y mons
truosos son empleados com o instancias contra los géneros y
LECCIONES SO BR E LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 227
[241 ]
242 G.WF.HEGEL
3 Federico II el Grande publicó H isto ire de m on tem ps, Decker, Berlín, 1746 y
más tarde M étn oires p o u r servir a I’histoire de la M a iso n de Branderhou rg , Neaulme, Ber
lín, 1751.
246 G.WF.HEGEL
1. C A R A C TER ES GENERALES
2. EL N U E V O M U N D O
3. EL V IEJO M U N D O
Para el espíritu del hom bre D ios debe ser algo más que un
trueno. Pero tal no es el caso entre los negros. Los africanos
ven la naturaleza en oposición a sí mismos; dependen de la
naturaleza y los poderes naturales son po r ellos tem idos. La
corriente del agua puede ahogarlos; el terrem oto puede derri
bar sus chozas; la cosecha, los frutos dependen del tiem po que
haga; o llueve demasiado o demasiado poco; necesitan buen
tiem po y lluvias; ni la lluvia ni el tiem po seco deben durar
demasiado. Pero estos poderes naturales, el sol, la luna, los árbo
les, los animales, si bien son para ellos efectivam ente poderes,
no son poderes que obedezcan a una ley eterna, a una P ro
videncia; no constituyen una fuerza fija, universal, de la natu
raleza. El africano los ve reinar sobre sí; pero son para él fuer
zas que el h o m b re a su vez p u ed e d o m in ar de una u otra
manera. El hom bre es señor sobre estos poderes naturales. N o
hay que pensar aquí en una adoración de Dios, ni en el reco
nocim iento de un espíritu universal, po r oposición al espíri
tu del individuo. El hom bre no conoce más que a sí m ism o
y se conoce com o contrapuesto a la naturaleza; tal es la única
razón que entre esos pueblos existe. R e c o n o c e n estos p u e
blos el p o d er de la naturaleza e intentan elevarse sobre ella.
Así creen tam bién que el hom bre no perece naturalm ente y
que no la naturaleza sino la voluntad de un enem igo le mata
con sus hechicerías. C ontra esto hacen, pues, uso de la hechi
cería, com o contra todos los poderes naturales5.
Mas no todos los individuos poseen ese p o d er de hechi
cería, que solo en algunas personas está condensado. Estas per
sonas son las que dan órdenes a los elem entos y esto es, p re
cisamente, lo que se llama hechicería. H ay m uchos que se
dedican exclusivam ente a esta actividad de regular, de prede-
1 'r Y conseguir lo más conveniente para los hom bres o los
pueblos. Los reyes tienen ministros y sacerdotes, con una jerar
quía perfectam ente organizada, dedicados a hechizar, a m an-
d.ir sobre los poderes naturales, sobre los m eteoros atm osfé-
ncos. C uando los hechizos de estos hom bres llevan m ucho
Véase G. W. F. Hegel, Vorlesungen iiber die P h ilosop h ie der R e lig ió n , vol. I, Suhr-
killvipVerlag, Frankfurt, 1986, pp. 297 ss.
286 G.W F. HEGEL
6 Giovanni Antonio Cavazzi (?-1692), Istorica descrizione dei tre regni Congo, M alu m -
Bologna, 1687.
b a ,A n g o la .
LECCIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 287
manda que le ahoguen sus mujeres. Así hace unos veinte años
depusieron los nobles a un rey de los achantis, que vencido
por las adulaciones de su m ujer, residía en el reino de su sue
gro. Los nobles le invitaron a regresar el día de la fiesta y,
com o no lo hiciera, colocaron en el trono a su herm ano.
Así pues, este despotism o no es absolutam ente ciego; los
pueblos no son meros esclavos, sino que im ponen tam bién su
voluntad. B ruce7, al atravesar el Africa oriental, estuvo en una
ciudad en la cual el p rim er m inistro es el verdugo; pero no
puede cortarle la cabeza a nadie más que al rey. D e esta m ane
ra la espada pende día y noche sobre la cabeza del déspota.
Por otra parte, el m onarca posee un poder absoluto sobre la
vida de sus súbditos. Allí donde la vida no tiene valor, es derro
chada sin escrúpulo, los pueblos riñen batallas sangrientas, que
duran a m enudo ocho días seguidos y en las que perecen cien
tos de m iles de hom bres. La decisión suele ser obra de un
acaso, y entonces el v encedor aniquila cuanto en cu en tra a
su alcance. P or lo demás, en m uchos principados el verdugo
es el prim er ministro. E n todos los Estados de negros — y hay
muchos— acontece poco más o m enos lo mismo. La digni
dad del jefe suprem o es generalm ente hereditaria, pero pocas
veces es pacífica la sucesión. El príncipe es m uy venerado;
pero tiene que com partir el poder con sus valientes.También
entre los negros hay tribunales y procesos. E n el N o rte las
costumbres se han suavizado, allí donde los m oros han difun
dido el m ahom etism o. Los negros con quienes los ingleses
lian entrado en contacto eran m ahom etanos.
Este m o d o de ser de los africanos explica el que sea tan
extraordinariam ente fácil fanatizarlos. El reino del espíritu es
cutre ellos tan pobre y el espíritu tan intenso, que una repre
sentación que se les in cu lq u e basta para im pulsarlos a no
i espetar nada, a destrozarlo todo. Se les ve vivir tranquilos y
apacibles durante largo tiem po; pero son susceptibles en un
m om ento de ponerse totalm ente fuera de sí. Hay en su con-
■iencía tan pocas cosas que merezcan estimación, que la repre-
l.imes Bruce (1730-1794), Travels to discover thc sources o f the N ile in years 1 7 6 8 -
I '7 *, l.ondon, 1790.
296 G.W EHEGEL
[3 0 7 ]
308 G.W.EHEGEL
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SINOPSIS
[325 ]
326 G.W. P. HEGEL
I. LOS E L E M E N T O S G E O G R Á F IC O S
Y E T N O G R Á F IC O S
[ 331]
332 G.W. E HEGEL
La unión de Deucalión con los telquines es, posiblemente, una confusión del
oyente que tomó los apuntes en la clase de Hegel.
11( 1 :iQNES SOBRE LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 337
2. LO S MÁS A N T IG U O S E L E M E N T O S P O L ÍT IC O S
larga paz; la prim era consecuencia de esto fue la acum ula i Irin minada, aparece al térm ino de este tiem po, en el cual las
ción de una gran riqueza, c o n la cual va siem pre unida la di n u la s partes del país y del pueblo se desarrollan in terio r-
aparición de una gran necesidad y pobreza. Se dice que hubo 11H ule, aisladamente.
carestía de tierras y dificultades para alimentar a tantos habi Los griegos han estado unidos com o un solo pueblo en
tantes. C uando la actividad de los habitantes para asegurar su ii i ultura. Ellos m ism os se distinguían de los demás po r la
subsistencia, se limita a la agricultura y no existe aún la indus • ullura; a los demás daban el nom bre de bárbaros. En el arte
tria, la población alcanza pronto el lím ite m áxim o. Así suce \ la ciencia griega nos sentim os nosotros com o en nuestra
dió en las ciudades de Grecia. N o había industria, en nuestro inopia patria y encontram os deleite. Aquí em pieza el nexo
sentido, y los campos estuvieron pronto ocupados. Pero una • i insciente en la cadena de la tradición.
parte de la clase pobre no consintió en reducirse a una vida Lo que nosotros mismos hem os recibido em pezó po r ser
mísera, pues todos se sentían ciudadanos libres. El único recur 11ai a nosotros tam bién algo heterogéneo. Al apropiárnoslo y
so era, pues, la colonización; los menesterosos de la madre patria mi iludirlo hemos form ado algo nuevo. La cultura griega tiene
podían buscar en otro país un suelo libre y vivir de la agricul tam bién una base anterior culta, sobre la cual este pueblo se
tura com o ciudadanos libres.También circunstancias acciden i din a; pero transform ándola a la vez. H istóricam ente se ha
tales, com o facciones y malas cosechas, pudieron ocasionar colo dii lio que los griegos han producido po r sí solos la cultura
nizaciones. La colonización fue, por consiguiente, un m edio de \ determ inado todo su progreso. Sin embargo, ellos mismos
conservar en cierto m odo la igualdad entre los ciudadanos; pero lian guardado agradecidos el recuerdo de los prim eros tramos
este m edio solo es un paliativo, pues la desigualdad primitiva, de la cultura natural; po r ejemplo, han celebrado en el m ito
fundada en la diferencia de fortuna, reaparece en seguida. Las la introducción de la agricultura y del m atrim onio; y atri
antiguas pasiones resurgieron con nuevo poder y la riqueza buían a Prom eteo la preparación del fuego.Toda la situación
pronto fue utilizada para la dom inación; así se encum braron histórica indica que muchas artes, habilidades técnicas y otros
los tiranos en las ciudades de Grecia. Tucídides dice: «Cuando Iactores determ inantes de su c u ltu ra le s llegaron p o r mar. El
la riqueza aum entó en Grecia, surgieron tiranos en las ciuda I .le de Grecia era especialmente culto; m enos lo era el Oeste,
des y los griegos se entregaron afanosamente a la navegación». i michas de cuyas partes, com o Acarnania y Etolia, perm ane-
Los tiranos aparecen en las ciudades por el tiem po en que Ciro i icron rudas y salvajes; y el Epiro fue com pletam ente incul
fundaba la m onarquía persa y sometía a su dom inio a los grie to La liga etolia, que era una liga de injusticia, se form a en
gos del Asia M enor. La verdadera historia y el interés de Gre l.i época romana. Los rudos albaneses existen todavía. El Pelo-
cia em piezan po r este tiem po. A hora es cuando vernos a los Iumeso occidental, la Élide, es el m om ento abstracto de la cul-
Estados en su determ inación particular. lura, donde los juegos y sacrificios tienen lugar.
El arte bello constituye el centro de la cultura griega. Los
l'.i icgos no lo han recibido ni por conquista activa, com o los
3. LO S C O M IE N Z O S D E LA VIDA E S P IR IT U A L m ínanos, ni p o r conquista pasiva, com o los galos. N osotros,
los alemanes, hem os adquirido el arte de este ultim o m odo;
a) Las bases de la cultura. El brote, el desarrollo y la auto pero, además, lo hem os aprendido expresam ente. Tam poco
determ inación del espíritu griego, que surge com o un espí esto puede aplicarse a los griegos. Se ofrece una serie c o n -
ritu culto, com o u n espíritu que ha logrado una form a fija, sei viente, sin solución de continuidad; y no es posible encon-
tienen lugar en este período de Grecia, durante el cual reina n .ir lo propia y específicam ente griego en nin g u n a parte.
en conjunto la oscuridad, porque sucedieron pocas cosas dig Por otro lado, el progreso p u d o reducirse a lo m ecánico e
nas de la historia. El peculiar espíritu griego, en su form a intelectual, q u ed an d o intactos sus orígenes, incluso en la
352 G.W F. HEGEL
l>) Los comienzos del arte. E n este estado de paz vemos des
puntar el infinito impulso de los individuos a revelarse, a des-
i ubrir lo que cada uno es capaz de hacer, a gozarse en lo que
por ello vale para los demás. Son los comienzos del arte bello.
1.1 goce sensible ya no es la base de la paz; la superstición, la
estupidez, la dependencia respecto de la naturaleza no m anda
y¡, en estos hom bres. Están harto excitados, harto orientados
liada su individualidad, para adorar pura y sim plem ente la
naturaleza, tal com o se presenta en su poder y bondad. D es
pués que la vida del bandolerism o hubo cesado y la seguri
dad y el ocio quedaron garantizados en una naturaleza libe
ral, el estado de paz despertó en ellos el sen tim ien to de sí
mismos, con el deseo de honrarse. Esto se revela, com o queda
dicho, pronto, por eso no los vemos subyugados po r la supers-
tición, pero tam poco vanos. La vanidad no surge hasta mas
larde, cuando lo sustancial se ha separado de la individuali
dad. La necesidad, no solo de recrearse, sino de exhibirse, y,
por este m edio, principalm ente de hacerse valer y gozarse en
sí mismos, constituye el rasgo capital y el principal asunto
de los griegos. Libre com o el pájaro que canta en el aire, el
hom bre exterioriza aquí lo que yace en el fondo de su fres
ca naturaleza hum ana, para patentizarse a sí m ism o en esta
exteriorización y conquistar el reconocim iento ajeno. Este
impulso a manifestarse, frente al rudo sentimiento de sí mismo,
es el que se desarrolla en el arte bello. El arte em pieza con el
prim er trabajo desinteresado. D ebe considerarse, pues, p o r
este lado, com o origen subjetivo del arte, el hecho de que el
individuo haga de sí m ism o otra cosa y revele de esta m ane
ra a los demás que el carácter de la universalidad está im pre
so en él. La naturaleza exterior no existe solamente para satis
facer la necesidad sensible com o tal, sino que el h om bre la
usa tam bién para su adorno. Los bárbaros tam bién quieren
exhibirse, pero se lim itan a ataviarse y adornarse. Se co n ten
ían con el adorno exterior, que es accesorio. Por u n lado quie
ren que su cuerpo aparezca más herm oso gracias al adorno,
y por otra parte el adorno no ha de ser nada para si, sino para
los demás. El sentido del adorno consiste en ser signo de rique
za; debe llamar, dirigir la atención sobre el hom bre y m ostrar
iiue este ha hecho algo de sí mismo, ha añadido algo a su cuer-
354 G.W E HEGEL
l ;,ii tre las cosas antiguas que de esta suerte los griegos reci-
I»ieron, hay que citar especialm ente los m isterios, peculiar
■specie de culto que aun hoy da m otivo a grandes discusio-
ii' v Se dice expresam ente de los misterios que eran un culto
m liguo y extranjero. La historia indica que conservaban ras-
pos ile una antigua religión de la naturaleza; y es en efecto
nci osario que hayan contenido esto y nada más. Los m iste-
i ios son la antigua religión, en parte extranjera y en parte
indígena, que se conserva com o algo subterráneo, m isterio-
m « Así com o los antiguos dioses m ism os fueron conserva
dos, así tam bién se m antuvo en la veneración la antigua reli-
i u >n, que era entonces contraria a la religión del pueblo. Pero
no era aquella una religión elevada, sino el origen b ru to de
11 religión griega. Lo antiguo, que ya no es vivido p o r el espí-
i iln del pueblo, se rebaja y convierte en algo más o m enos
desconocido, p rin c ip alm e n te en algo venerable, fu en te y,
por tanto, explicación de lo que viene después. Mas cuando
10 nuevo se ha hecho vigente, com o po r ejem plo las consti
tuciones en la vida política, ya lo viejo y lo nuevo no están
n i el m ism o plano; lo viejo, que com o origen sigue apare-
■m id o venerable, es necesariam ente considerado com o algo
prohibido y peligroso, que podría acarrear la decadencia de
11 i nuevo. Pues si se conociera lo antiguo se vería claram ente
i ii.il es el derecho en que se funda lo nuevo, y lo nuevo apa-
n ( cría entonces com o algo que no tiene justificación en sí.
I i >s misterios han tenido esta relación con la religión del pue
blo; y esto explica la creencia de que lo m isterioso contiene
m ucha más sabiduría que la religión popular. La misma rela-
i ion se ha conservado en parte en la vida jurídica, donde han
ulo considerados los antiguos y m ohosos pergam inos com o
I is verdaderas fuentes que nos dan conocim iento de lo pre-
. i iic. Los m isterios eran, pues, aqtiellos antiguos comienzos;
no contenían seguram ente m ayor sabiduría que la que ya
li.ibía en la conciencia de los griegos. C onservaban necesa-
i lamente representaciones de la religión natural; pero la nueva
idip.ión fue lo más verdadero,lo más espiritual. Sin embargo,
ligo análogo le acaece aún a nuestro entendim iento, cuando
• ' m lem plam os esta religión griega más espiritual; pedim os,
poi ejem plo, una explicación de los distintos dioses griegos
366 G.WF.HEGEL
I I.A SU BJETIV ID A D G R IE G A
[3 6 7 ]
368 G.W E HEGEL
l.icaban com o algo com ún. Son particularm ente célebres los
<.limpíeos, que se celebraban en la Elide, la provincia santa; se
escribían los nom bres de los vencedores y estas listas dieron
i los griegos ocasión para hacer su cóm puto del tiem po por
olimpíadas. H e ró d o to leyó sus historias en una de aquellas
asambleas, de suerte que lo espiritual acom pañaba a la des
treza corporal. Además de los juegos olímpicos, se celebraban
en otros lugares los ístmicos, los pídeos y los ñem eos.
Llamamos a estos certám enes tam bién juegos. El ju eg o es
lo opuesto a la seriedad; y la seriedad es aquí la relación con
1.1 necesidad y la dependencia. N o había ninguna necesidad
de estos certám enes; no había seriedad en ellos p o r consi
guiente. La seriedad existe cuando estamos frente a trente
yo y la casa natural; la existencia del uno es incom patible con
1.1 existencia simultánea del otro. Pero frente a esta seriedad,
aquel juego representa una seriedad superior. Allí el lado natu-
i al sigue existiendo, no está determ inado abstracta y negati
vam ente a ser sacrificado; pero está incorporado al espíritu
de tal suerte, y sigue existiendo de tal m odo, que puede ser
un signo, u n órgano de la expresión. La seriedad del pensa
m iento es a su vez tam bién otra y más abstracta; lo divino es
aquí el poder y existe la relación de necesidad, según la cual
yo debo renunciar a mis particularidades, dependencias, deseos
y apetitos, para elevarme a la existencia real. Esta seriedad y
necesidad espiritual no existe todavía aquí; el sujeto no ha lle
gado todavía a esta seriedad, sino que en el ju eg o esta segu
ro de si m ism o, brota por sí independiente y la seriedad se
limita a revelar la libertad del hom bre en su cuerpo y sobre su
cuerpo, com o algo que ha sido producido, trabajado, trans
form ado po r él mismo.
El hom bre posee inm ediatam ente en uno de sus órganos,
en la voz, u n elem ento que tiene un contenido más amplio
que el perm itid o y exigido p o r la m era presencia sensible.
I lem os visto cóm o el canto, unido con la danza y sirvien
dola, se agregó a los juegos; y hem os indicado ya que el canto
se hace luego independiente; no es u n canto sin contenido,
com o las m odulaciones de u n pájaro, que expresan la sensa
ción, pero sin contenido objetivo. El canto pertenece a la voz
y la voz es el elem ento en donde lo espiritual, la representa-
372 G.W E HEGEL
2. LA R E L IG IÓ N G R IE G A
sus Dioses de Grecia canta Schiller: «Com o los dioses aún eran
h u m an o s, eran los h om bres divinos»1. Su poesía p e rm ite
conocer que estaba conm ovido hasta lo más hondo; pero su
representación era, en parte, equivocada, porque, en verdad,
el Dios cristiano es m ucho más hum ano que los dioses grie
gos. E n la religión cristiana se dice: D ios se ha m anifestado
en carne y hueso; y el cristianismo consiste en adorar a C ris
to com o a D ios y a D ios com o a C risto. El H om bre-E)ios,
C risto, ha sido h u m an o en u n sentido m u ch o más d e te r
m inado y ha ten id o una h u m anidad de presencia terrena,
de circunstancias naturales, de pasión y m u erte afrentosa,
totalm ente distinta de la hum anidad de los bellos dioses grie
gos. Si se quiere considerar la h u m an id ad de estos dioses
com o una excelencia, no cabe hacerlo seguram ente frente
a la h u m an id ad de D ios en la religión e Iglesia cristianas.
H ay en estas u n antropom orfism o totalm ente distinto.
A hora bien, p o r lo que toca a este elem ento com ún a las
religiones griega y cristiana, debem os decir que si D ios ha de
manifestarse, solo puede hacerlo com o espiritual. Para que su
m anifestación, exterioridad, presencia inm ediata, realidad, se
aparezca com o espiritual a la in tu ició n sensible, a la repre
sentación, ha de manifestarse exclusivamente en figura hum a
na. N o hay otro m odo sensible en que lo espiritual se pre
sente com o espiritual. D ios se da a conocer, sin duda, en la
naturaleza, en el sol, en las m ontañas, en los árboles, en el ani
m al, en la concordancia entre sus m edios y sus fines, en la
zarza ardiente, en el susurro del viento; pero en todas estas
cosas naturales Dios solo es perceptible en el interior del suje
to, y ninguna de estas cosas naturales, en sí mismas, expresan
la espiritualidad. La figura hum ana es la única que expresa en
sí m ism a la espiritualidad; en ella tenem os delante lo sensi
ble del espíritu; de ella irradia lo espiritual com o tal. Si, pues,
Dios debe manifestarse en la intuición sensible, en la repre
sentación, solo puede hacerlo en figura hum ana. A hora bien,
D ios tiene que manifestarse, necesita tom ar form a aparente
1 Cari Friedrich Schiller, D ie G ó tter G riech lan d s, I, w. 191/192: «Da die Gótter
menschlicher noch waren,/ Waren Menschen gottllicher», Steinacker, Leipzig, 1804.
I ! ■:<:CIONES SO BRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 377
festarse es la form a perenne, entonces el espíritu que se m ani elem entos naturales; pero solo com o u n com ienzo, que se
fiesta es, en su sublimada belleza, un más allá para el espíritu lia transformado luego en un contenido espiritual; el elem ento
subjetivo, y la verdadera reconciliación del espíritu consigo natural sigue resonando en el co n ten id o espiritual, pero el
m ism o, en su «ser otro», no puede aún ten er lugar. Los dos i ontenido esencial es la representación, es el contenido espi-
aspectos parciales coexisten sin resolverse. Se revela aquí el i it nal. El griego ha honrado a D ios com o espíritu o al espí-
extrem o de la subjetividad: que D ios es algo hech o p o r el i i tu (no a un p o d er de la naturaleza) com o Dios. N o p o d e
hom bre; este es el lado subjetivo que el dios conserva. Preci mos considerar los dioses griegos com o los dioses indios, cuyo
sam ente por lo cual es demasiado objetivo; y lo subjetivo no interior, el verdadero contenido sustancial, era un p o d er de
es todavía la verdadera subjetividad, porque los sujetos tienen la naturaleza, mientras la figura hum ana resultaba una adición
todavía el objeto frente a ellos. El sujeto aún no es sabido y intropomórfica, una forma exterior, expuesta de m odo hum a
conocido com o recibido de Dios; el D ios m anifiesto no es no a la contem plación. El Dios de los griegos no es el poder
aún considerado com o un m ero m om ento y por esta causa de la naturaleza, sino únicam ente lo espiritual, unido con lo
el hom bre no es considerado com o un m om ento afirmativo, natural; pero lo natural, com o queda dicho, se halla rebajado
ni recibido en Dios. El sujeto com o tal, el espíritu hum ano, itm a posición inferior, subordinada y constituye solo el punto
com o todavía no está recibido en Dios, no está tam poco abso de partida. El D ios de los griegos no es todavía el espíritu
lutam ente justificado; la subjetividad todavía no ha llegado a absoluto y libre, sino que el espíritu es aún una individuali
su profundidad, sino que está aún apegada a u n más allá y es dad determ inada y em pieza condicionado p o r d eterm in a-
determ inada desde fuera. nones exteriores, es decir, es un espíritu determinado, un espí-
El politeísmo se halla im plicado in m ed iatam en te en este i itu en m odo hum ano a la vez; pues precisam ente el hom bre
m odo de la intuición religiosa de los griegos.Tan pronto como es el espíritu particular, que existe lim itándose com o tal. Los
D ios se manifiesta en carne y hueso, ya es inm ediatam ente I',1legos han honrado tam bién este térm ino medio, que toda
único. Se dice, sin duda, que D ios se manifiesta en la natura vía no existe po r sí m ism o com o espíritu, sino que consiste
leza, en el género hum ano entero; pero esto es perm anecer m manifestarse de un m odo sensible, pero de tal suerte que
en la exteriorización, en una m anifestación exteriorizada, lo sensible es el elem ento de su m anifestación y no su con
pues se entiende que Dios, justam ente al manifestarse así, no tenido y su sustancia.
se manifiesta com o Dios. Para manifestarse com o Dios, ha de
manifestarse com o hijo y com o un hijo único. b) Los dioses particulares. Estas indicaciones deben ser las
E ncontram os, p o r tanto, en la religión de los griegos, el que nos dirijan respecto a los m om entos capitales de la m ito
mism o espíritu que ya hem os considerado en su subjetividad. logía griega; esta es la form a necesaria, el verdadero punto de
La religión no consiste en otra cosa sino en que lo universal vista en que se coloca el espíritu al salir de lo oriental. N os
del contenido del concepto se convierte en objeto y es reco .1tendrem os a estos conceptos; y necesitam os esta dirección
nocido com o el objeto más esencial, en que el espíritu inm a líente a la abundante erudición, que ha descubierto recien-
nente es aprehendido po r sí en la representación y honrado n i nente m ucha m ateria m itológica, y tam bién frente al inte-
com o esencia. H em os reconocido que este espíritu interior l« ( to abstracto, que solo se fija en uno u otro aspecto.Vamos
entre los griegos es el espíritu que desde la naturaleza llega a ■i exponer de un m odo preciso la determ inación indicada, tal
su libertad. Los helenos han transformado el poder de la natu i orno se ha m anifestado entre los griegos. H em os visto u ni-
raleza en algo espiritual, de tal suerte que este p o d er ya no ilos en Grecia el poder de la naturaleza y el poder espiritual;
es sino una resonancia, m ientras que el co n ten id o esencial I” io de tal suerte que la individualidad espiritual es lo esen-
está en lo espiritual. El espíritu de los griegos contiene, pues, i i.i1 y el poder de la naturaleza solo constituye el p u n to de
380 G.W F. HEGEL
lado los misterios, po r haber dicho que Artem isa era hija de
D em eter. Si esta es la gran sabiduría, no vale la pena de m o
lestarse en recogerla. Lo significativo que solo está presenti
do, pero todavía no determ inado, es opuesto a la determ ina
ción con que los dioses griegos estaban santificados para la
representación general. C uando se investiga la m itología de
los griegos en sus com ienzos, desaparece la determ inación;
reina lo m isteriosam ente indeterm inado, que es opuesto a las
■ figuras determ inadas de los dioses y amenaza bo rrar su claro
perfil. Si querem os conservar los dioses del arte, hay que qui
tarles ese elem ento indeterm inado. C uando se dice que en
los m isterios se exponían doctrinas m ejores que las creen
cias nacionales y que po r eso dichas doctrinas se m antenían
ocultas, debemos advertir que tam bién las mujeres y los niños
eran iniciados en los misterios eleusinos y en los samotracios;
Filipo conoció allí a O lim pia. Es un error creer que u n pue
blo tiene, además de las costumbres, cultura y religión públi
cam ente reconocidas, otra sabiduría religiosa particular, m eti
da en otro bolsillo, p o r decirlo así. Las gentes, p o r ejem plo,
tienen respeto a la francmasonería, sospechando en ella pro
fundas doctrinas, etc. Pero los francmasones son gentes com o
las demás; si tuviesen una sabiduría especial, no podrían per
m anecer tan apartados que no la dejasen ver en la vida de la
ciencia.
Respecto a los rasgos particulares de las individualidades divi
nas, debem os buscar su fuente, po r tanto, en las representa
ciones particulares de la naturaleza. Los mitos extranjeros eran
ajenos al espíritu griego en general; lo heterogéneo y lo ori
g inario en general, tanto lo extranjero co m o lo indígena,
fue convertido en espiritual po r los griegos. Pero los objetos
naturales, los antiguos dioses, subsistieron todos en espíritu y
los rasgos particulares vinieron con ellos del extranjero, for
m ando algo exterior a las individualidades griegas y convi
niéndose en historias particulares sin sentido o recibiendo un
sentido peyorativo. D e Zeus se cuentan m ultitud de escan
dalosos am oríos. E n cam bio, su m a trim o n io c o n H e ra es
una relación legítima y conform e a la regla ética, com o m atri
m onio en general y relación ética en sí y p o r sí. Pero, a la vez,
lo considerado com o m atrim onio es una m era relación natu
I IX ;CIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 391
3. EL E ST A D O G R IE G O
I. LAS G U E R R A S M ÉD IC A S
[411 ]
412 G.W F. HEGEL
' ATENAS
I ESPARTA
4. LA G U E R R A D E L P E L O P O N E S O
Y SUS C O N S E C U E N C IA S
5. LA D E C A D E N C IA D E LA E T IC ID A D G R IE G A
ó. EL IM P E R IO D E A L E JA N D R O M A G N O
7. LA D E C A D E N C IA D E G R E C IA
[455 ]
456 G.W F. HEGEL
1. LO S E L E M E N T O S N A T U R A L E S
[4 5 9 ]
460 G.W. F. HEGEL
2. LA E T IC ID A D
do, com o los lacedem onios; pero surgió entre ellos la dife
rencia y la lucha entre los patricios y los plebeyos. Este antago-
nismo se halla expresado ya m íticam ente en los dos herm a
nos enem igos, R ó m u lo y R em o. R e m o está enterrado en el
m onte Aventino, colina consagrada a los malos genios, en la
cual se refugiaban las secesiones de la plebe. Se plantea, pues,
la cuestión de cóm o se ha producido esta diferencia.Ya se ha
dicho que R o m a se form ó de pastores ladrones y po r el con
curso de toda clase de gentes. Más tarde fueron arrastrados a
ella los habitantes de las ciudades tomadas y destruidas. Los
más débiles y más pobres, los que llegaron con posterioridad,
estarían necesariam ente en relación de m enosprecio y depen
dencia respecto de aquellos que habían fundado al principio
la ciudad y de aquellos que se distinguían por su valor o po r
su riqueza. N o es necesario, pues, recurrir a una hipótesis m uy
en boga en la época m o d ern a , según la cual los patricios
habrían sido de una raza distinta.
La dependencia de los plebeyos respecto de los patricios es
con frecuencia representada com o perfectam ente legal y aun
santa, porque los patricios habrían tenido en sus m anos los
sacra, m ientras que la plebe habría sido, por decirlo así, atea.
Los plebeyos dejaron a los patricios en posesión de su h ipó
crita m ercancía (ad decipiendam plebem, Cicerón,), y no se les
dio un ardite de los sacris y augurios; pero cuando les arre
bataron los derechos políticos y se los apropiaron, no se hicie
ron ni más ni m enos culpables de crim inal ofensa a lo sagra
do que los protestantes cuando libertaron el p o d er político
del Estado y afirm aron la libertad de conciencia.Y a hem os
dicho que la relación entre los patricios y los plebeyos debe
considerarse com o la necesidad en que se vieron los pobres
y desamparados de adherirse a los ricos y considerados y de
buscar su patrocinium; en esta relación de protección p o r los
ricos, los protegidos se llaman clientes. Pero m uy pronto se
encuentra otra vez que la plebe es distinta de los dientes. En
las discordias entre patricios y plebeyos, los clientes se adhe
rían a sus patronos, aunque pertenecían a la plebe. Esta situa
ción de los clientes no era una situación jurídica, legal, com o
se demuestra po r el hecho de que la relación de clientela des
apareciese paulatinam ente con la difusión y conocim iento de
464 G.W. E HEGEL
Los elem entos del pueblo rom ano fueron etruscos, latinos
y sabinos. Estos elem entos debían contener ya las facultades
internas y naturales que produjeron el espíritu rom ano. Para
com prender su determ inación, recordem os que, partiendo de
aquella infinitud oriental, del trastrueque de todo lo finito, de
la incapacidad para que la persona se conozca com o indivi
duo, hemos llegado a Occidente y hemos hecho conocim iento
con el espíritu griego. El griego ha honrado y anim ado a la
vez lo imitado. A hora, en tercer lugar, aparece la conciencia
de la finitud y pasa a la prosa, frente a la libertad del espíritu
griego, frente a la bella y arm oniosa poesía. Surge aquí el ele
m ento de lo finito y con él la abstracción del intelecto, la per
sona abstracta, que ni siquiera en la familia dilata su sequedad
y dureza en form a de natural eticidad, sino que sigue siendo
lo uno sin sentim iento ni espíritu y fijando en abstracta uni
versalidad la unidad de este uno.
Lo que c o n o c e m o s del arte e tru sc o — en c u a n to que
se trata de obras originales, no tom adas de otro arte más
desarrollado— revela gran perfección en la técnica m ecáni
ca y en la ejecución; pero sin la ideal belleza griega. Es una
im itación determ inada, prosaica, seca; por eso donde se reve
la más aventajado, es en el arte del retrato.Todas las circuns
tancias de la vida presentan la misma determ inación intelec
tual y el desarrollo del derecho romano procede de este intelecto.
A quí la base firm e es la persona abstracta.
El entendim iento hace que esta abstracción carezca de sen
tim iento. Tenem os que agradecer en esto un gran obsequio
al m undo rom ano, falto de libertad, falto de espíritu y de sen
tim iento. M u y p ro n to todo lo que fuera eticidad m oral se
convirtió en derecho, en vida jurídica; hem os visto cóm o,
en O riente, relaciones que en sí son éticas y morales, se fija
ban en la form a de preceptos jurídicos. Incluso entre los grie
gos, la costum bre era a la vez derecho; por eso la constitución
estaba en la costum bre y en la conciencia m oral, esto es, en
la m udable interioridad. A ún no tenía solidez en sí frente a la
subjetividad particular. Los rom anos, pues, sentando el p rin
cipio de lo que es jurídicam ente justo, han llevado a cabo la
gran distinción, p o r la cual la personalidad abstracta se im po
ne, sin consideración al sentim iento. H an sido los descubri-
470 G .W . F. HEGEL
3. LA R E L IG IÓ N
Los romanos han sido los prim eros que, además de im plo
rar a los dioses en la necesidad e instituir lectisternios, han hecho
promesas y votos. M ovidos por la angustia y la necesidad han
enviado comisionados al extranjero para im portar dioses y cul
tos exóticos. Los dioses de fuera y la mayoría de los templos
romanos — com o casi todas sus fiestas— han sido pues traídos
e instituidos a raíz de una necesidad, de un voto. Se trata, pues,
de una gratitud obligada, no de una gratitud universal desin
teresada, ni de una elevación y adoración a lo superior, sino
solamente de determinada utilidad.También los griegos implo
raban en la necesidad a los dioses; pero su adoración brotaba
las más de las veces del corazón sereno con que habían creado
sus dioses. Levantaron e instituyeron sus herm osos templos,
estatuas y cultos, p o r am or a la belleza y a la divinidad.
Por lo demás, no todo en la religión rom ana está tom ado
del extranjero. Jano, los Penates y otras figuras eran repre
sentaciones indígenas. Por lo m ism o se ajustan más a lo inte
rior y son en su mayor parte divinidades naturales. Sin embar
go estas divinidades parecen poco desarrolladas, fuera de los
campos, en cuyas fiestas se revela todavía u n alegre y sencillo
culto de la naturaleza. Las personas cultas y distinguidas tom a
ban en estas fiestas una participación ingenua y cordial, com o
aún ahora sucede en Rom a. Las costumbres campesinas siguen
ocupando en R o m a un puesto principal.
Estas fiestas, que se refieren a la vida cam pesina y se han
conservado desde los tiem pos más rem otos, constituyen el
único lado atrayente en la religión de los rom anos. T ienen
p o r base, bien la representación de la Edad Saturnia, o sea,
de un estado anterior y ajeno a la sociedad civil y al lazo polí
tico, bien u n co n ten id o natural: el sol, el curso del año, las
estaciones, meses, etc., con alusiones astronóm ica,bien los dis
tintos m om entos del curso de la naturaleza, en su relación
con la vida pastoril y la agricultura, habiendo fiestas de la
sementera, de la cosecha, de las estaciones, la gran fiesta de las
Saturnales, etc. Adviértese p o r este lado algunos elem entos
in genuos y p ro fu n d o s de la trad ició n . Sin em bargo, to d o
este conjunto tiene un aspecto m uy lim itado y prosaico. N o
brotan de él in tuiciones profundas de los grandes poderes
naturales y sus procesos universales, pues se atendía p rin ci-
474 G.WF.HEGEL
do, tenía otro nom bre sagrado; p o r una parte era el conoci
do rey, p o r otra el dios Q uirino. Bajo este nom bre era ado
rado com o dios; los rom anos se llamaban tam bién Q uirites.
(Este nom bre tiene relación con la palabra curia; en la d eri
vación se ha llegado incluso a pensar en la ciudad sabina de
Cures). R e m o se relaciona con Lem uris, el principio malo,
que estaba sepultado en el m onte Aventino, donde la plebe
llevaba a cabo sus secesiones. El hecho de distinguir en todo
objeto algo in tern o hizo que existieran esos dioses prosaicos
tan num erosos que ya hem os citado: Fornax,Tages, etcétera.
Así tam bién cosas indiferentes en sí y por sí tenían la signifi
cación de O m ina. Los rom anos se acercaban a todo con gra
vedad y m antenían la actitud solem ne aun en las cosas más
indiferentes. Este carácter se extiende a todo; todas las cosas
se convierten en sacra m ediante ritos, ceremonias, etc. E n toda
cosa, aun sin im portancia, veían los rom anos algo im portan
te, una interioridad y se acercaban a ella con una inconcebi
ble gravedad; así al edificar una casa, el necesario trazado del
emplazam iento, etcétera. Esto explica tam bién la m enciona
da form a sacrosanta de m atrim onio, la confarreatio, de la que
se hizo un sacrum, con una solem nidad verdaderam ente pue
blerina. Estos sacra eran publica y privata. C om prendían accio
nes exteriores; p ero estas estaban asociadas p o r su form a a
un recogimiento interior y llamamiento a la conciencia moral.
El co n ten id o de la acción pu ed e ser indiferente; se pu ed e
ser piadoso en cualquier caso, com o el bandido que, antes
de com eter un asesinato, reza su padrenuestro.
E n tre los ro m an o s el e stre m e c im ie n to religioso n o se
desarrolla; queda encerrado en la certeza subjetiva de sí mismo.
La conciencia, p o r tanto, no se ha dado ninguna objetividad
espiritual, ni se ha elevado a la intuición teórica de la natu
raleza eternam ente divina y a la liberación en ella; no ha saca
do para sí del espíritu ningún co n tenido religioso. La vana
subjetividad de la conciencia m oral se posa, para el rom ano,
en todo cuanto hace y emprende, en sus contratos, en sus rela
ciones políticas, en sus deberes, en sus relaciones familiares,
etc., y todas estas relaciones reciben p o r ello no solo la san
ción de lo legal, sino, por decirlo así, la solem nidad del ju ra
m ento. La infinita m uchedum bre de ceremonias en los com i
478 G .W . E HEGEL
1. LA É P O C A D E L R O B U S T E C IM IE N T O
[481]
482 G .W . F. HEGEL
2 Los mejores, véase Aristóteles, Política 1279a 35-37 y 1293b l-1294a 11.
494 G.W F. HEGEL
2. LA D O M IN A C IÓ N M U N D IA L DE LA R E PÚ B LIC A
rón. Las biografías de Plutarco son una vez más en esto del
mayor interés. Estas colosales individualidades han nacido de
la descom posición del Estado, que ya no tenía en sí vigor ni
solidez alguna, haciéndose sentir la necesidad de restablecer la
unidad del Estado, unidad que ya no existía en el sentim ien
to. La desdicha de estos grandes individuos consiste en que no
pueden salvar lo ético, manteniéndose puros; pues lo que hacen
va dirigido contra lo existente y es un crim en. Incluso los mas
nobles, los Gracos, no sucum bieron solamente a la injusticia y
violencia externas, sino a la propia injusticia, puesto que se
vieron obligados a hollar con sus pies aquello para lo cual
vivían. Pero lo que estos individuos quieren y hacen tiene en
cam bio de su parte el derecho superior del espíritu univer
sal; y debe conseguir finalmente la victoria.
D e las terribles luchas interiores, por las cuales estas gran
des figuras hubieron de pasar, ofrece Plutarco visibles ejem
plos: Aníbal derribando de la tribuna a un orador, por encon
trar sus proposiciones demasiado vergonzosas; Mario, vencedor,
sentado solo sobre las ruinas de Cartago; César paseando de
noche, durante varias horas, por la orilla del R u bicón y pesan
do el destino del m undo. Estos ejemplos dan idea de lo que
el hom bre puede sufrir.
Fácilm ente se ve que, en tal estado de general disolución,
la co n stitu ció n regía de n om bre nada más. La plebe quiso
tener parte en los despojos de Asia y la obtuvo m ediante las
largitiones, que cada cual podía usar para sus fines. La particu
laridad reem plazó al sentim iento de la totalidad, el pueblo
se emancipo de su dependencia respecto del Estado, que estu
vo am enazado de m u erte p o r la in tern a descom posición e
inm oralidad. C o n todo, reinaba una unión tan firm e que el
im perio pudo salvarse.Vemos los poderes más form idables y
amenazadores levantarse contra R om a; pero la potencia mili
tar de este Estado alcanza la victoria sobre todos. Los gene
rales y los ejércitos se unen m om entáneam ente, vencen y ase
guran la existencia del todo. Cesar reduce definitivam ente a
unidad la enorm e división.
C o m o faltaba p o r com pleto la idea de una organización
del gran im perio, el Senado no pudo conservar la autoridad
del gobierno. El dependía del pueblo, que ahora no era más
504 G .W . E HEGEL
3. EL IM P E R IO
vaba a cabo del m odo más activo y más práctico, sin ningu
na pasión, hizo históricam ente lo justo, concillando los anta
gonismos y estableciendo la form a necesaria de unión. Pero
no logró esto en R o m a o en sus alrededores, ni en una gue
rra civil, com o Sila, ni en la pelea de las facciones, sino con
victoriosas luchas, en las cuales conquistó el m undo rom ano
en todas sus partes. Frente a sí tenía la república o, dicho con
más propiedad, la som bra de la república, pues cuanto que
daba de ella era im potente. C ésar no hizo frente al Estado,
sino a un partido, a cuya cabeza estaba el Senado. Este tenía
en sus m anos todos los m edios para dirigir bien los asuntos
de la república, pero reinaba en él un vacuo form alism o; lo
p red o m in an te era la particularidad. El Senado servía sim
plem ente de pretexto a los propósitos particulares. Pom peyo
y todos los que estaban de parte del Senado habían llegado a
considerar su personal dignitas y auctoritas, su dom inación par
ticular, co m o u n p o d er de la república; de esta, p o r consi
guiente, solo quedaba el nom bre, el título, bajo cuyas alas se
habían refugiado todos los pequeños facciosos, los mediocres
necesitados de protección.
C ésar puso fin al vacuo form alism o de este títu lo , e ri
giéndose en señor y haciendo triunfar po r la fuerza la uni
dad del m undo rom ano sobre la particularidad.
César hizo dos cosas: redujo al silencio la oposición inter
na y desató a la vez una nueva en el exterior. La dom inación
rom ana había llegado entonces hasta la corona de los Alpes;
César inauguró un nuevo escenario de la historia universal;
abrió el teatro que debía ser desde entonces el centro de la
historia universal. C onquistó la Galia, entró en contacto con
la B retaña y sobre todo con la G erm ania, descubriendo así
un m undo nuevo. El principio propio de la dom inación roma
na llega hasta los Alpes; pero César estableció otro, que tra
m onta los Alpes. Luego se puso a la cabeza del m undo rom a
no y se hizo señor del m undo.
Vemos, no obstante, que los varones más dignos de R o m a
creían que la dom inación de César era casual y que la situa
ción traída p o r César estaba vinculada a su individualidad: así
C icerón, así B ruto y Casio, quienes creían que si este indivi
duo desaparecía, la república retornaría po r sí sola. Obsesio-
I LOCIONES SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 507
’ ' ' i.
Capítulo III
El c r is t ia n is m o
I. LAS BASES H IS T Ó R IC O -E S P IR IT U A L E S
[5 1 5 ]
516 G.W. E HEGEL
2. C R IS T O Y LA R E L IG IÓ N C R IS T IA N A
3. LA IGLESIA C R IS T IA N A C O M O P O D E R
H IS T Ó R IC O
[5 4 5 ]
546 ANEXOS
[547 ]
548 ANEXOS
H is to r ia R e fle x iv a . Es el H is to r ia P r a g m á tic a . La
segundo m étodo de hacer h isto ria pragm ática, el
historia. Es u n a histo ria segundo tip o de h istoria
escrita cuando los aconte reflexiva, implica una ide
cim ientos han pasado. El ología o el m étodo inter
historiador tiene perspec pretativo de parte del his
tiva para analizar e in te r toriador para hacer historia,
pretar, tam bién escoger, los que selecciona los aconte
sucesos que va a reseñar en cim ientos históricos para
su n a rra c ió n . La histo ria sostener su punto de vista.
reflexiva se divide en cua H egel desdeña las historias
tro subtipos: historia u n i pragmáticas que procuran
versal, pragm ática, crítica y ofrecer «lecciones morales».
ANEXOS 551
[5 5 7 ]
558 ANEXOS
Dios: 97, 100, 108, 109, 110, 111, 112, 175, 176, 192, 213, 235, 237, 240,
113, 114, 115, 122, 125, 127, 143, 253, 254, 433, 434, 460, 461, 456,
144, 155, 184, 186, 187, 188, 189, 508,516,518, 522, 523,513, 533,
195, 214, 216, 217, 229, 516-542. 538.
Dioses griegos: 379-386. Espíritu del pueblo: 126, 127, 130, 131,
Dioses locales: 386, 387. 132, 133, 136, 138, 139, 158, 176,
Divinidad griega: 372-479. 183, 186, 187,226,420.
Dodona: 339, 354, 360, 363, 407. Espíritu europeo: 326.
Domiciano: 510. Espíritu griego: 434, 437.
Doro: 336. Espíritu humano: 145.
Educación: 151, 152, 138, 139, 151, Espíritu oriental: 309-311.
157, 189,440, 540, 522. Espíritu universal: 135-138.
Éfeso: 482. Espiritualidad: 318.
Éforos: 426. Espiritualidad: 376.
Egas: 354. Esquilo: 338, 413, 421.
Egipto: 262, 278, 279, 298, 311, 339, Estado: 102, 107, 108, 126, 128, 129,
338, 360, 527. 145, 150, 153, 154, 158, 172-177,
Eichhorn, K.: 251. 186, 187, 189, 193, 196, 199,200,
Elba: 262. 202, 203, 206, 208, 215, 223, 230,
Elide: 351,370,371,363,381, 391,428, 261,308, 309,311,314, 423,427,
447, 450, 496, 497. 428, 435, 438, 439, 440, 455, 456,
Emigraciones: 335. 457, 488, 502, 539.
Eneas: 460. Estado de derecho: 178.
Envidia: 164. Estado de naturaleza: 178-180.
Eolo: 336. Estado griego: 395-411.
Epaminondas: 348, 451,442. Estado patriarcal: 311, 396.
Epiro: 351,447. Estado romano: 457, 462, 470, 581-
Eretreia: 349. 513.
Eros: 374, 380. Estados Unidos: 272, 273, 338, 340,
Escandinavia: 305. 372.
Escepticismo: 536. Estoicismo: 525, 526.
Escipión: 498. Estonia: 262.
Esclavitud: 290, 291, 292, 295, 406, Éter: 380.
420. Eticidad: 462-470, 512, 541.
Esmerdis: 201. Etruria: 484, 486.
Esmirna: 341. Eúfrates: 300.
España: 262, 263, 278, 341, 496, 497, Euménides: 380.
502, 504. Eurípides: 421.
Esparta: 337, 403, 409, 410, 415, 416, Europa: 233, 262, 266, 269, 270, 271,
423-429, 430, 431, 440, 441, 471. 275, 277, 279, 300, 302, 303, 305,
Espíritu: 102, 103, 104, 110, 117, 118, 331.
119, 140, 121-128, 129, 131, 132, Evangelios: 535.
133, 134, 135, 137, 139, 140, 141, Evolución: 208-217, 432.
ANEXOS 561