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APOSTOLADO CATÓLICO ISRAEL,

HONDURAS, C.A

ESCUELA PARA AGENTES


DE PASTORAL
PRIMER GRADO
Autorizado por Mons. Ángel Garachana Pérez.

B O . L A S A C A C I A S , 8 C A L L E , 2 A V E . S E C T O R N . E . S . P. S . C O R T E S
INDICE
I CLASE: ANTROPOLIGA PÁGINA

TEMA 1: El Hombre es creatura de Dios..........................................................................................1

TEMA 2: El Hombre es creado a imagen y semejanza de Dios........................................................9

TEMA 3: El Hombre es alienado por el pecado…..........................................................................12

TEMA 4: El Hombre es salvado por la Gracia de Dios...................................................................17

TEMA 5: El Hombre colabora en la obra de la Salvación...............................................................20

TEMA 6: El Hombre es Justificado por Cristo................................................................................24

TEMA 7: El Hombre es creatura nueva en Cristo...........................................................................27

TEMA 8: El Hombre es llamado a la plenitud de vida en Cristo....................................................35

II CLASE: INTRODUCCION A LA BIBLIA Y PENTATEUCOS

TEMA 1: Introducción: ¿Qué es la Biblia? Y Dios nos ha hablado………………………………42

TEMA 2: Introducción: Dios nos da su palabra y Dios se expresa en nuestro lenguaje………….48

TEMA 3: Introducción: El canon bíblico y ¿Se contradice la Biblia y la Ciencia?.........................55

TEMA 4: Introducción: La interpretación Bíblica y La tradición bíblica de la Iglesia…………...66

TEMA 5: Introducción: Como interiorizar la biblia………………………...…………………….74

TEMA 6: Pentateuco: Génesis…………………………………………………………………….78

TEMA 7: Pentateuco: Éxodo……………………………………………………………………...85

TEMA 8: Pentateuco: Levíticos…………………………………………………………………...90

TEMA 9: Pentateuco: Números………………………………………………………………….92

TEMA 10: Pentateuco: Deuteronomio…………………………………………………………….94

III CLASE: LOS LIBROS HISTORICOS

TEMA 10: Introducción a los Libros Históricos y Josué………………………………………….96


TEMA 2: Jueces………………………………………………………………………………….100

TEMA 3: 1-2 Samuel…………………………………………………………………………….102

TEMA 4: 1-2 Reyes…………………………………………………………………………...…104

TEMA 5: 1-2 Crónicas…………………………………………………………………………...106

TEMA 6: Esdras y Nehemías…………………………………………………………………….108

TEMA 7: Tobías…………………………………………………………………………………110

TEMA 8: Judith…………………………………………………………………………………..112

TEMA 9: Esther………………………………………………………………………………….114

TEMA 10: Ruth…………………………………………………………………………………..116

TEMA 11: 1 Macabeos…………………………………………………………………………..118

TEMA 12: 2 Macabeos…………………………………………………………………………..120

IV CLASE: LOS LIBROS PROFETICOS

TEMA 1: Introducción a los profetas…………………………………………………………….122

TEMA 2: Profeta Isaías………………………………………………………………………….128

TEMA 3: Profeta Jeremías………………………………………………………………………131

TEMA 4: Profeta Ezequiel……………………………………………………………………….133

TEMA 5: Profeta Daniel…………………………………………………………………………135

TEMA 6: Profeta Oseas…………………………………………………………………………138

TEMA 7: Profeta Joel y Amos…………………………………………………………………...141

TEMA 8: Profetas Abdías y Jonás……………………………………………………………….145

TEMA 9: Profetas Miqueas, Nahúm y Habacuc…………………………………………………147

TEMA 10: Profetas Ageo, Zacarías y Malaquías………………………………………………..152

TEMA 11: Sofonías y Lamentaciones…………………………………………………………...156


PRIMERA CLASE

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

TEMA I
EL HOMBRE ES CRIATURA DE DIOS

1- LOS RELATOS DE LA CREACIÓN.

Los primeros capítulos de la Biblia nos hablan de la creación del universo y del hombre por obra de Dios.
Leer personalmente; Gen 1, 2 y Sal 104.

a. El autor. Gen 1 y 2 fueron escritos en épocas diferentes y por autores diferentes. Gen 1 es considerado
el texto más reciente, redactado por el autor sacerdotal (=P). Este autor tiene poca fantasía. Su mente es
sistemática, ordenada. Su interés parece específicamente cultual y litúrgico: construye su relato según el
esquema de la semana judía, en parte para justificar y remarcar la importancia del sábado.

Gen 2 es más antiguo y pertenece al autor yavista (= Y). Este autor es un poeta y psicólogo, un narrador
excelente, un novelista y al mismo tiempo un teólogo. Su lenguaje es muy rico, imaginativo y pintoresco.
Ama las comparaciones en imágenes y es muy sensible a los rasgos psicológicos del hombre y de la mujer.

b. Género literario y descripción. El género literario de Gen 1-2 no es propiamente histórico, sino de tipo
sapiencial-etiológico.

Gen 1 se puede dividir en 5 partes El segundo relato de Gen 2 se puede dividir en 4:

1. El titulo (v. 1) La creación de! hombre (vv 5-7)

2. La descripción del mundo primordial (v. 2) La creación del edén (vv 8-17)

3. Las obras de los 6 días (vv. 3-25) La creación de los animales y de la Mujer (vv. 18-23)

4. La creación del hombre y de la mujer (vv. 26-31) La institución del matrimonio (vv. 24-25),

5. El descanso del séptimo día (Gen 2, 1-4).

c. Características de los relatos. En Gen, 1 toda la creación está orientada hacia el hombre, que aparece al
final. En cambio en Gen 2 el hombre es creado al comienzo. Pero la finalidad es la misma: destacar la
excelencia del hombre en el universo.

El interés de Gen 1 es claramente cultual: quiere remarcar la importancia del sábado en la vida del pueblo
judío. El interés de Gen 2 es específicamente humano, existencial, es decir relacionado con los problemas
concretos del hombre, su comportamiento, su destino, el sentido de la vida, la sexualidad, el matrimonio, la
presencia del mal, etc. El autor inspirado busca dar una respuesta a estos problemas.

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d. El contenido doctrinal. ¿Qué quiere Dios enseñarnos mediante esos relatos? El contenido doctrinal se
puede resumir así:

1. Dios es el único creador y Señor de todo el universo. Él es el principio de todas las cosas. Las crea por sí
solo, sin esfuerzo y lucha, mediante su palabra, con un acto de su voluntad.

2. El hombre tiene la primacía en todo el universo. Creado el primero (o el último). Él es la corona de la


obra de Dios. El tiene una dignidad especial. Antes de crearlo, Dios se auto consulta y lo llama a la vida,
infundiéndole su soplo (ruáh), un reflejo o imagen de sí mismo. El hombre, pues, es superior a las demás
criaturas. Por eso Adán les impone el nombre. Además es creado diferenciado sexualmente, en vista del
cumplimiento recíproco y de la procreación.

El sólo puede realizarse en la adhesión a la voluntad divina: ese es el significado del precepto divino: “No
comerás...” (Gen 2, 16-17).

3. La creación tiene una bondad originaria. Siete veces ve Dios que la creación es buena. Cada criatura es
un valor, en cuanto obra de Dios, que participa de su ser, de su bondad y belleza. Es un valor a servicio del
hombre. Y cuando crea al hombre, vio Dios que “todo estaba muy bien” (Gen 1, 31). El mal, pues, no es
obra de Dios. El no lo ha querido.

4. El origen del mal está en la libre decisión del hombre. Ha entrado en el mundo por culpa del hombre y
por el influjo de una fuerza enemiga, la serpiente. Pero Dios no abandona a sus criaturas. El tiene un plan
de salvación (Gen 3, 15).

5. La semana judía es una institución divina, modelada según la semana de la creación. El sábado es un día
de descanso, para la oración y el culto a Dios. Y es un día de especiales bendiciones divinas.

2- DIOS CREA DE LA NADA.

En las antiguas cosmogonías orientales los dioses producen las cosas a partir de una materia preexistente,
que coexiste con ellos e incluso les resiste. La Biblia en cambio afirma que nada coexiste con Dios, que
nada preexiste al mundo. La creación de la nada es implícita en Gen 1-2. Dios en efecto crea sin lucha, con
la sola palabra. Nadie coopera con Dios, ni otros dioses, ni elementos preexistentes. La manera misma de
crear es significativa: crea con la palabra, de forma inmediata y sin intermediarios.

La misma afirmación es implícita en los textos, que hablan de la unicidad de Dios. Dios es uno solo. No
existen, pues, otros dioses, otros absolutos (Dt 4, 35-39; 32-39, etc.).

En otros textos la creación de la nada es afirmada más claramente. El mundo “a partir de la nada lo hizo
Dios” (2 Mac 7, 28). “Yo Yahveh lo he hecho todo, yo solo” (Is 44, 24). Dios “da la vida a los muertos y
llama a las cosas que no son, para que sean” (Rom 4, 17).

Afirmar la creación de la nada, significa en primer lugar rechazar todo dualismo. No existen dos principios
absolutos de la realidad, uno positivo y otro negativo, sino un solo principio: el Dios único, eterno, infinito
y providente.

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Luego significa rechazar toda idea de panteísmo. El mundo no es una emanación necesaria de Dios, sino
una criatura contingente. Dios “es” el ser. La criatura “tiene” el ser, participa del ser, por libre voluntad de
Dios.

Finalmente la creación de la nada subraya la absoluta contingencia de la criatura. La criatura no existía y


ahora existe y podrá no existir. Si existe, es por la libre decisión de Dios, que la llama del no-ser al ser, por
un acto gratuito de amor.

3- DIOS CREA POR CRISTO, EÑ CRISTO Y PARA CRISTO.

La creación, así como todas las obras de la historia de la salvación, es fruto de la acción del Padre mediante
el Hijo en el Espíritu Santo. Ella encuentra su consistencia y su significado en Cristo, Verbo encarnado.
Los textos principales son estos:

a. Col 1, 15-20: “Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque en Él fueron
creadas todas las cosas... Todo fue creado por Él y para Él, Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene
en Él su consistencia. Él es también la Cabeza del cuerpo y de la Iglesia: Él es el principio, el primogénito
de entre los muertos, para que sea Él el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la
Plenitud y reconciliar por Él y para Él todas las cosas.

Todas las cosas han sido creadas por Cristo, en Cristo y para Cristo. Él es el principio y el fin, el alfa y el
omega, el principio por el cual el mundo ha sido creado existe y progresa hacia su cumplimiento. Cristo
tiene un influjo propio en la existencia, la subsistencia y la perfección del mundo, como causa eficiente,
ejemplar y final de todas las cosas.

b. Hb 1, 1-4: “Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de
los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo, a quien instituyo heredero de
todo, pos ser que también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su
substancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa…”

Con otros términos el texto presenta de nuevo el rol de Cristo en la creación. Él crea el mundo y lo re-crea
(redención). Es constituido heredero de todo, fin de toda la evolución del universo.

c. Jn 1, 1-18: “En el principio existía la palabra… Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de
cuanto existe…”.

La palabra preexistente en la intimidad del Padre y Dios como el Padre, se hace carne. Todo se cumple en
la Palabra y por la Palabra: la iluminación (todo hombre que viene a este mundo, es iluminado por la
palabra), la creación (todo se hizo por ella), la redención (quien la recibe, tiene el poder de hacerse hijo de
Dios). Hay un movimiento progresivo; en el cual el Padre, mediante la Palabra preexistente y encarnada,
tomándola como ejemplar, produce todas las cosas (creación) y luego las conduce hacia esta misma
Palabra, para su plena participación en ella (redención). Todo se realiza en la Palabra y por la Palabra.

Leer otros textos: Rom 8, 17-23; Ef 1, 9-10.22; 1ra. Cor 15, 24-28; Ap 22, 13.

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En conclusión, Cristo es el principio y el fin de la creación, el criterio hermenéutico de la historia y del
cosmos, la clave de interpretación del hombre y del mundo. Toda criatura, que lo sepa o no, está orientada
a Cristo y encuentra su significado y su plena realización y salvación en Él. En Cristo, luz del mundo, cada
hombre encuentra su explicación y puede comprender su propio misterio. “Todos los hombres están
llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quién procedemos, por quién vivimos y hacia quién
caminamos” (LG 3).

4- EL HOMBRE ES OBRA DE DIOS.

La Biblia dice claramente que el hombre apareció en este mundo por una intervención directa y especial de
Dios. Por eso el hombre es el centro y la cumbre de la creación. Gen 1 dice que Dios después de una
deliberación creó al hombre y a la mujer con su palabra: “Creó pues Dios al ser humano a imagen suya...
Macho y hembra los creó” (Gen 1, 27).

En Gen 2 con un lenguaje antropomórfico se dice que Dios formó al hombre con el polvo del suelo e
insufló en sus narices el soplo de la vida. Luego formó a la mujer de la costilla del hombre (Gen 2, 7-22).

El hombre, como realidad corpóreo-espiritual y bisexual, es un ser que emerge en este mundo por una
acción especial de Dios. Tal afirmación puede ser compatible con la hipótesis de la evolución de la materia.
Dios en efecto puede dirigir la evolución de manera que nazca un organismo viviente, tal que pueda recibir
la infusión del alma espiritual, que proviene directamente de Dios. El cuerpo es preparado por la evolución,
dirigida por Dios. El alma en cambio supone una intervención de tipo creativo: Dios la produce total e
inmediatamente.

Dios interviene también en el origen de cada hombre, que hoy nace en el mundo. “Tus manos me formaron,
me plasmaron... Recuerda que me hiciste, como se amasa el barro...” (Job 10, 8-12). Job reconoce que su
nacimiento es obra de Dios, que ha intervenido junto con sus padres. Dios mismo como un tejedor plasma
al hombre en el vientre materno: “Tú mis riñones has formado, me has tejido en el vientre de mi madre...
Prodigio soy, prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente...” (Sal 139, 13-14). Leer también: Sb
7,1 ss; Job 33, 6 ss; 2 Mac 7,2 etc.

Cuando, pues, un niño viene a la luz, Dios interviene no sólo creando en él el espíritu inmortal, sino
también dirigiendo todo el proceso de formación y el desarrollo del embrión. Dios es la causa principal.
Los padres son la causa instrumental: colaboran con Dios como instrumentos personales y libres. El
resultado común es el hombre, obra enteramente de Dios y enteramente de los padres.

Todo hombre, pues, que nace en el mundo, se puede decir que tiene tres padres: el padre y la madre
terrenos y Dios, el Padre celestial. El niño es hijo de los padres, pero también es criatura e hijo de Dios. Por
lo cual los padres no pueden disponer de él a su antojo.

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5- EL HOMBRE ES CREADO COMO SUJETO ENCARNADO.

Según la Biblia el hombre es una realidad unitaria. No es un compuesto de partes. En esta realidad unitaria
podemos sin embargo, distinguir una dimensión corpórea y una dimensión espiritual:

a. La dimensión corpórea. El hombre pertenece al mundo material, animal. El es un espíritu encarnado,


un cuerpo, que vive en el espacio y en el tiempo, sometido a los impulsos del mundo material y
dependiente de él. El cuerpo no es una parte del hombre. EÍ hombre es su cuerpo. Yo soy mi cuerpo...

El cuerpo es un constitutivo esencial del ser humano. No es algo negativo. No es la “cárcel” del alma, sino
un elemento de perfección. Dios mismo lo ha plasmado y ha insuflado en él el aliento divino. En
consecuencia es algo positivo, objeto de la complacencia de Dios: “Vio Dios cuanto había hecho y todo
estaba muy bien” (Gen 1, 31).

El cuerpo es, pues, digno de todo respeto y honor. No se puede despreciar ni ofender: “Nadie aborreció
jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño...” (Ef. 5, 29), Los motivos son los
siguientes:

1. El cuerpo es obra de Dios. En su estructura, armonía, belleza, manifiesta la sabiduría y grandeza del
Creador. En el cuerpo no hay partes dignas e indignas, partes honestas y deshonestas... Todas son dignas e
importantes (1ra. Cor 12, 14 ss).

2. El cuerpo, en cuanto sexuado, tiene la capacidad de engendrar, o sea de colaborar con Dios en el
nacimiento de la vida humana en la tierra. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Asimismo
hombre y mujer, por ser cuerpos sexuados, crean a los hijos a su imagen y semejanza (Gen 5, 3).

3. El cuerpo es dignificado por la encarnación del Hijo de Dios. El se hizo hombre, asumiendo al ser
humano con todas sus limitaciones y fragilidades (Jn 1, 14).

4. El cuerpo por el bautismo y los demás sacramentos pertenece a Cristo y es consagrado como templo del
Espíritu Santo (1ra. Cor 6, 13-19).

5. Finalmente el cuerpo está destinado a la resurrección, a ser transformado en cuerpo glorioso,


incorruptible e inmortal (1ra. Cor 15).

No podemos olvidar; sin embargo, que el cuerpo está marcado por el pecado. El pecado afecta también al
hombre en su dimensión corpórea, haciéndolo víctima de la concupiscencia, “cuerpo de pecado”, lugar de
obras malas, las obras de la carne (Ga 5, 19; Rom 6, 6). Por eso el cristiano a menudo siente el peso del
cuerpo, la tensión entre la carne y el espíritu (cfr. Rom 7, 14 ss; 2da. Cor 5, 8). Puede establecer el
equilibrio mediante el ascetismo y la fuerza sanadora de la gracia de Cristo.

b. La dimensión espiritual. La Biblia subraya la excelencia del hombre sobre el mundo material y animal,
no tanto por su cuerpo, cuanto por su espiritualidad. En él hay algo distinto: la imagen y la semejanza
divina. “Apenas inferior a un dios le hiciste, coronándole de gloria y de esplendor; le hiciste señor de las
obras de tus manos, todo fue puesto por ti bajo sus pies” (Sal 8, 6-7).

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El hombre, a diferencia de los animales, es dotado de inteligencia y de voluntad libre. Puede conocer el
mundo, a los demás hombres y a Dios y puede dialogar con ellos, amarlos. El amor es una expresión del
espíritu. Los animales no aman... Además puede elegir personalmente el bien o el mal, la vida o la muerte,
y ser artífice de su destino. Por esta libertad el hombre es responsable de sí mismo.

El hombre es dotado de espíritu inmortal, de un sujeto único y espiritual, centro y origen del pensamiento,
de la acción y de todos los actos. Tal sujeto espiritual e inmortal proviene de Dios: “Entonces Yahveh
Dios... Insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gen 2, 7). El cuerpo
viene del polvo de la tierra, pero el soplo viene directamente de Dios.

c. Grandeza y miseria del hombre. En cuanto ser corpóreo-espiritual, el hombre es una mezcla de finito e
infinito, de grandeza y miseria, de límite y trascendencia. El es un ser esquizoide, siempre en equilibrio
inestable entre gracia y pecado, materia y espíritu, fortaleza y debilidad, ángel y bestia... No podemos
renunciar a nuestro cuerpo, pues es instrumento expresivo del espíritu, sostén de la vida espiritual. Pero el
cuerpo es la debilidad del hombre, aún sin fin de necesidades a veces humillantes. No podemos renunciar a
nuestra grandeza inalienable, a nuestro ser espiritual, que nos abre al mundo, a Dios, a lo Infinito.

En conclusión, tal es la condición humana. “El hombre no es más que una caña, la más débil de la
naturaleza; pero es una caña que piensa. No es necesario que se arme el universo entero para aplastarlo. Un
vapor, una gota de agua basta para matarlo. Sin embargo, cuando el universo lo aplastara, el hombre seria
aún más noble que lo que lo mata, pues él sabe que muere y sabe que el universo prevalece sobre él,
mientras el universo no sabe nada... Con el espacio el universo me comprende y me sumerge como un
punto. Con el pensamiento yo lo comprendo...” (Pascal). “El hombre es un milagro por una parte y una
nada por otra parte... Es un ángel y es un animal; es una nada y es un milagro; es un centro, es un mundo,
es un dios, es una nada rodeada por Dios, sediento de Dios, capaz de Dios y lleno de Dios, si lo quiere”
(Bérulie).

6- EL HOMBRE ES CREADO COMO VARÓN Y HEMBRA.

No existe el hombre en abstracto, sino sólo el hombre concreto en la modalidad masculina y femenina.
Varón y hembra son dos manifestaciones diferentes del único ser humano. Cada uno realiza plenamente
como individuo lo que se contiene en la definición esencial de hombre.

a. Dios es el creador de la diferenciación sexual. En las antiguas mitologías paganas hay divinidades
masculinas y femeninas. El Dios de la Revelación no es sexuado, aunque tenga en sí mismo la perfección
de la masculinidad y de la feminidad (cfr. Is 49, 15; 66, 12-13; Sal 131, 2).

Este Dios no sexuado crea al ser humano diferenciado sexualmente, como macho y hembra (Gen 1, 27). La
hembra es creada de la “costilla” del hombre, es decir del lado, de la mitad del hombre (Gen 2, 7-22).

La sexualidad no se identifica con la genitalidad. Es la caracterización de todo el ser humano. Todo lo que
constituye al hombre (cuerpo, psicología, sensibilidad, actividad, espiritualidad) es determinado en sentido
masculino o femenino.

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b. El significado de la diferenciación sexual según la Biblia es doble.

1. Procreativo (Gen 1, 28). La sexualidad en el plan de Dios está claramente relacionada con la procreación
y propagación de la especie. Se trata de una característica común con los animales (Gen 1, 22), que el
hombre, sin embargo, vive y realiza de manera humana y responsable.

2. Unitivo (Gen 2, 18). La diferencia sexual está también orientada al cumplimiento recíproco en el amor
del hombre y de la mujer. El hombre es para la mujer y se siente completo con ella. Y la mujer es para el
hombre y se siente completa con él. La atracción de los sexos es la manifestación de esa necesidad de
complementariedad. La unión amorosa de hombre y mujer reconstruye la unidad primitiva (Gen 2, 24).

Significado unitivo y procreativo se pueden realizar solamente en el ámbito de la unión exclusiva e


indisoluble del santo matrimonio y son inseparables: todo amor verdadero es de por sí fecundo (cfr. GS 50;
HV. 8-9). En consecuencia toda actuación sexual, fuera del matrimonio o no respetuosa del significado de
la sexualidad según el plan de Dios, es pues desordenada e ilícita (cfr. MARIOTTI L., La vida Nueva del
Cristiano).

c. Sexualmente diferenciados, hombre y mujer tienen la misma idéntica dignidad personal. Ambos
son creados a imagen y semejanza de Dios y reciben la misma misión: la de ser colaboradores de Dios en la
procreación y en el dominio de la tierra (Gen 1, 26-28). Gen 2 dice que la mujer es creada de la “costilla”
de Adán. Con la mitad del hombre Dios crea a la mujer. La mujer, pues, es la mitad del hombre. Tiene la
misma naturaleza y la misma dignidad (Gen 2, 22). Adán claramente lo reconoce: “Esta vez sí que es hueso
de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada issáh (varona), porque del ish (varón) ha sido
tomada” (Gen 2, 23). En el NT Jesús ha confirmado con su palabra y su ejemplo esta igualdad
fundamental.

Sin embargo, perfectamente iguales en dignidad personal, hombre y mujer son también profundamente
diferentes. La caracterización sexual abarca al hombre entero y no sólo la genitalidad. Ellos son diferentes
biológicamente, pero también psicológica y espiritualmente. Una diferencia evidente es el rol materno y
paterno: la mujer y no el hombre puede llevar en su seno y dar a luz los hijos... Tal diferencia se explica en
función de la recíproca complementariedad. Pueden completarse, ser uno para, la otra “ayuda adecuada”
(Gen 2, 18), precisamente porque ' son • diferentes. Diferencia no significa absolutamente inferioridad.

d. La Biblia proclama la bondad y positividad de la relación sexual en el ámbito del matrimonio. Ella
celebra el significado procreativo y unitivo de la sexualidad. El amor conyugal es tan ensalzado, que se
hace tipo y símbolo de la unión de amor entre Dios e Israel (cfr. Los profetas, el Cantar, etc.).

Ningún pesimismo, pues, respecto a la relación sexual, vivida santamente ante Dios. En el Edén hombre y
mujer “estaban desnudos y no se avergonzaban” (Gen 2, 25). Sólo la desnudez, que hace objeto uno del
otro, es fuente de vergüenza, es pecaminosa (cfr. Eclo 25, 1; 26, 16; Prov 5, 18; Ez 24, 15). “En
consecuencia -dice el Concilio- los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí, son
honestos y dignos, y ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don
recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud” (GS 49). .

Sin embargo, por el pecado la relación sexual se ha vuelto ambigua. A la sencillez y espontaneidad del don
se substituye el deseo egoísta de posesión. Hombre y mujer se dan cuenta de que están desnudos y sienten
la exigencia de cubrirse y defenderse uno del otro (Gen 3, 7). “Hacia tu marido irá tu apetencia y él te
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dominará” (Gen 3, 16). El pecado destruye la sencillez y pureza originales, el clima de respeto y de
comunión recíproca. La concupiscencia impulsa a la satisfacción egoísta, a la posesión, a considerar al otro
como objeto sexual, como instrumento de satisfacción de los instintos... Por el pecado nace la desigualdad
hombre-mujer, la discriminación, el desprecio y la esclavitud de la mujer.

e. La relación sexual es provisional. El NT nos dice que el matrimonio es una realidad relacionada con la
dimensión histórica del hombre. En la fase escatológica “ni ellos tendrán mujer ni ellas marido” (Mt 22,
30).

Más bien, ya en esta fase histórica hay hombres y mujeres, que imitando a Cristo, “se hacen eunucos por el
Reino de Dios”, anticipando mediante la opción del celibato la vida del más allá (Mt 19, 12; 1 Cor 7, 5 ss).
Así el evangelio libra al hombre y a la mujer de la necesidad de la relación sexual, de la maternidad y
paternidad de la carne. En la comunidad nueva, instituida por Cristo, ellos pueden realizarse plenamente sin
la actuación concreta de la sexualidad, en la sublime vocación de la maternidad y paternidad espiritual.

7- CONCLUSIÓN.

Dios es el principio de todas las cosas. Las crea y las mantiene en el ser momento tras momento. El tiene
un dominio absoluto e inalienable sobre todas las cosas. Todo viene de Él, permanece en Él y tiende a Él
(Hch 17, 29). Para el creyente eso es motivo de seguridad, de confianza, de optimismo.

Siendo criatura de Dios, el hombre tiene una relación indestructible con Él. Es un ser relativo. En
consecuencia no puede comprender y desarrollar su existencia, prescindiendo de Dios, Dios es el centro y
no el hombre. El hombre se realiza, en la medida en que vive con autenticidad su relación con Dios y se
construye según el proyecto de su Creador.

Cada hombre, en cuanto criatura de Dios, es objeto especial de su amor y de su providencia. “Amas a todos
los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues si algo odiases, no lo habrías hecho” (Sb 11, 24). También
el hombre más indigno y degenerado de este mundo, es criatura de Dios, objeto de su amor y merece todo
nuestro respeto y todo nuestro amor.

TEMA 2

EL HOMBRE ES CREADO A IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS


1- EL REFLEJO DE DIOS EN EL HOMBRE.

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El hombre es una criatura excelente sobre todas las demás, porque tiene en sí mismo un reflejo de Dios, la
imagen y semejanza divinas. “Dijo Dios: hagamos el hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza y
domine en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados, en todas las alimañas y en toda sierpe,
que serpea sobre la tierra. Y creó Dios el hombre a imagen suya: a imagen de Dios los creó” (Gen 1, 26-
27)’.

El texto quiere afirmar la superioridad del hombre con respecto a los demás seres. El es superior, no
solamente por ser la cumbre de la obra divina o por ser creado con una acción especial de Dios, que le
infundió su soplo, o por el dominio que tiene sobre los animales, sino especialmente porque tiene en sí
mismo algo divino, que los demás seres del mundo no tienen. Este reflejo divino es el criterio de su
dignidad intangible: “Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a
imagen de Dios hizo Él al hombre” (Gen 9, 6).

2- EL SIGNIFICADO DE LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE.

¿Qué significa la afirmación bíblica de que el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios? ¿Qué es
esta imagen y semejanza divina en el hombre? Podemos contestar a esta pregunta, tomando en cuenta el
contexto inmediato y general de la afirmación,

a. El hombre es imagen de Dios, porque siendo un ser dotado de Inteligencia y de voluntad libre,
tiene la capacidad de conocer y de entrar en diálogo y comunión con Dios y los demás seres. En la
Biblia vemos que Dios dialoga con el hombre. Dios no habla con los animales. Sólo el hombre es un “tú”
para Dios. El es el único interlocutor en la tierra, dotado de personalidad y capaz de respuesta personal: “Y
Dios dio al hombre este mandamiento: de cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás...” (Gen 2, 16). Todo esto vale para el hombre y para-la mujer: ellos
tienen la misma dignidad personal. El “tú” en la boca de Dios significa que el hombre y la mujer ante Dios
no son cosas u objetos, sino son PERSONAS.

Además el hombre es capaz de conocer, dialogar y entrar en comunión con los demás hombres. “No es
bueno que el hombre esté solo” (Gen 2, 18). El hombre no puede vivir y desarrollarse, sin los demás
hombres. El es un ser sociable y social. Necesita a los demás, tanto a nivel material, como a nivel afectivo y
espiritual, para desarrollar su vida física, intelectual y espiritual. Nadie puede construir su personalidad,
.si .no se complementa y encuentra con los demás hombres, para enriquecerse y madurar.

Las comunidades concretas, en las cuales la natural sociabilidad humana se expresa, son: la familia, la
sociedad civil y la comunidad religiosa o Iglesia.

b. El hombre es imagen de Dios, porque es constituido señor de la creación, representante y


colaborador de Dios en ella. El hombre es el señor de la creación. Dios le confía el dominio sobre los
animales y las cosas materiales: “Dijo Dios: sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra y sometedla;
mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal, que mueve sobre la tierra” (Gen
1, 28). La imposición del nombre por parte de Adán significa precisamente una toma de posesión. Dios
conduce los animales ante el hombre, “para ver como los llamaba y para que cada ser viviente tuviese el
nombre, que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos
los animales del campo...” (Gen 2, 19-20). Cfr. Sal 8, 6-9.
9
El hombre, pues, puede usar el mundo material con moderación y respeto, sin inútiles destrucciones, en
vista de su desarrollo físico (Gen 1, 29 ss; 9, 3-4), de su acción (el hombre no puede realizarse sin la
acción) y de su crecimiento espiritual. En la contemplación de la creación el hombre puede conocer a Dios,
reconocerle y darle culto (Sal 19, 1-2; Eclo 17, 8-10; Rom 1, 20-21).

Además el hombre es responsable y colaborador de Dios en la obra de la creación. “Tomó pues Yahveh
Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase” (Gen 2, 15). El hombre
colabora con Dios primero mediante la procreación de nuevos seres humanos. Por la diferenciación sexual
puede imitar la obra creadora de Dios: “Tenía Adán 130 años, cuando engendró a un hijo a su semejanza,
según su imagen” (Gen 5, 3).

Luego colabora con Dios mediante su actividad ordenadora y transformadora del mundo. Con su trabajo el
hombre prolonga la obra del Creador. Perfecciona la creación, humanizándola y transformándola más y
más en digna habitación del hombre.

c. El hombre es imagen de Dios, porque, dotado de libertad, tiene en el mundo la singular vocación
de construir su destino. Él es la única criatura llamada a construir o cumplir una misión, de la cual es
personalmente responsable. Del cumplimiento de esta misión depende su suerte: la vida o la muerte. "Del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio”
(Gen 2, 17). Tal responsabilidad implica necesariamente la libertad. Desde el comienzo se prevé la
posibilidad de un rechazo libre del hombre, cargado de consecuencias.

Emerge también la dimensión histórica del hombre. Tiene el deber de mejorar y perfeccionar la imagen de
Dios en él. Es persona, pero puede personalizarse cada vez más. Es hombre, pero puede humanizarse cada
vez más. Y se personaliza y humaniza en el tiempo, durante el camino de la historia.

d. El hombre finalmente es imagen de Dios, en cuanto es espíritu inmortal: “Dios creó al hombre
incorruptible, le hizo imagen de su misma naturaleza” (Sb 2, 23). Dios es espíritu incorruptible e inmortal.
El hombre posee el ruáh o espíritu de Dios, participa por creación de la inmortalidad de Dios. Dios lo llama
a la vida eterna y a la resurrección (cfr. Mt 10, 28; Mc 12, 26-27; Fil 1, 23; Rom 8, 11; 1 Cor 15 etc.).

3- LA IMAGEN DE DIOS DETERIORADA POR EL PECADO Y RESTAURADA POR CRISTO

El hombre, salido de la mano de Dios, es una realidad positiva, un ser excelente sobre todas las criaturas,
por ser creado a imagen y semejanza de Dios, es decir en estado de gracia, de santidad y de participación en
la vida divina (Gen 1, 31).

Sin embargo, el pecado ha deteriorado y deformado la imagen divina en él. “Todos pecaron y están
privados de la gloria de Dios” (Rom 3, 23). En efecto el pecado es un abuso y un rechazo de Dios: un abuso
de la libertad y un rechazo del proyecto divino. Las consecuencias son: la ruptura con Dios, con los demás
hombres y con el cosmos. La imagen divina no ha sido destruida y borrada totalmente. También en el

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pecador se queda el reflejo de Dios y por eso él merece todo respeto y amor. Pero sí, está privado de la
gloria divina. “El hombre pecador es el hombre viejo” (Ef 4, 22).

Mediante la asimilación a Cristo la imagen de Dios de nuevo es restaurada en el hombre. Cristo en efecto
es el Nuevo Adán, “la imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación” (Col 1, 15), “el
resplandor de su gloria, la impronta de su substancia” (Hb 1, 3). Cuando el hombre.se adhiere a Cristo
mediante la fe y el bautismo, es librado de la servidumbre del pecado, reconciliado con Dios, con los demás
hombres y consigo mismo y por el don del Espíritu Santo transformado en hijo de Dios y heredero de la
vida eterna.

Esta imagen de Dios en el hombre es algo dinámico, que se puede perfeccionar cada vez más, hasta llegar a
su plenitud en la fase escatológica. Nosotros, “que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo
la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosa” (2 Cor 3, 18).
Esta es la tarea de la vida cristiana: perfeccionar la imagen de Dios en sí mismo, revistiendo más y más a
Cristo Jesús, la imagen perfecta de Dios, el Nuevo Adán (Rom 8, 29).

4- CONCLUSIÓN.

Mediante el tema, de la imagen la Biblia nos presenta unos de los pilares fundamentales de la antropología
cristiana. El hombre es imagen de Dios, en cuanto es persona. Todo hombre sin distinción es un ser
personal, corpóreo-espiritual e inmortal. Como tal, es un ser constitutivamente abierto a Dios, a los demás
hombres y al mundo; capaz de ser soberano y colaborador de Dios en el universo; y capaz de construirse
libremente en la historia.

La imagen de Dios en el hombre es el fundamento de su dignidad trascendente.

Todo hombre en cuanto persona, también el más depravado y pecador, merece siempre respeto y amor.
Jamás podrá ser instrumentalizado, despreciado, oprimido. Ofender al hombre, pisotear su dignidad, limitar
sus derechos personales, significa ofender a Dios mismo, de quien tiene en sí mismo la imagen y la
semejanza.

TEMA 3

EL HOMBRE ES ALIENADO POR EL PECADO

1- INTRODUCCIÓN.

La Biblia nos dice que el hombre, salido de la mano de Dios, es una realidad positiva (Gen 1, 31), un
reflejo de la bondad y perfección de Dios mismo (Gen 1, 26-27). Sin embargo, si consideramos hoy al

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hombre en su realidad concreta, nos damos cuenta de la presencia del mal en él. En el hombre vemos
también sombra, desorden, desequilibrio, miseria y pecado. El está dividido en sí mismo: “Los
desequilibrios, que fatigan al mundo moderno, están conectados con ese otro desequilibrio fundamental,
que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos, que se combaten en el propio
interior del hombre... Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en
la sociedad” (GS 10).

2- LA MISERIA DE LA CONDICIÓN HUMANA.

El Concilio en GS 10-13 hace un análisis de la condición humana en la luz de la Revelación. En el hombre


hay desequilibrios evidentes. El tiene aspiraciones ilimitadas a conocer, amar, poseer y al mismo tiempo
encuentra limitaciones insuperables. Tiene innumerables posibilidades, pero al mismo tiempo su capacidad
de elección es limitada. Quiere muchas cosas, pero puede alcanzar muy pocas. No quiere el mal, el
desorden y sin embargo, casi inevitablemente lo hace. Aspira a la vida y se encamina inevitablemente a la
muerte... Vamos a presentar brevemente tres aspectos más evidentes de esta miseria humana.

a. La necesidad de la muerte. El hombre siente en sí mismo un horror instintivo a la muerte. La muerte


provoca miedo y angustia. El hombre la experimenta como la disolución de la existencia y resiste
espontáneamente a esa ruptura. Ella contradice radicalmente el anhelo y la aspiración a la vida. La muerte
no debería existir. El hombre no quiere morir...

A pesar de eso la muerte es un destino inevitable, que se debe aceptar con paciencia y resignación. Es “el
camino de todos” (1 Re 2, 2), “el camino sin retorno” (Job 16, 22). Tanto el AT como el NT relacionan la
muerte con el pecado. “No fue Dios quién hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes”
(Sb 1, 13). La muerte, pues, es una consecuencia del pecado, el “salario” del pecado. Entró en el mundo por
el pecado del hombre (cfr. Gen 3; Eclo 25, 24) y por la envidia del diablo: “Por envidia del diablo entró la
muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen” (Sb 2, 24).

Muerte y pecado son dos aspectos del mal, que agobia la vida humana. Afecta a todos los hombres, pues
todos pecaron (Rom 5, 12). Por eso la vida terrena se desarrolla bajo el signo de la muerte. De veras, como
dice un filósofo contemporáneo, “el hombre es un ser para la muerte” (Heidegger).

b. La inclinación al mal o concupiscencia. La concupiscencia no es solamente la inclinación sexual


desordenada, sino la tendencia egoísta a buscar los bienes subjetivos, prescindiendo de los valores
objetivos, de Dios.

El hombre ve el bien, pero tiene dificultad a realizarlo, a vivir según la voluntad divina. “Las trazas del
corazón humano son malas desde su niñez” (Gen 8, 21). “La maldad del hombre cundía la tierra, todos Jos
pensamientos, que ideaba su corazón, eran puro mal de continuo... Toda carne tenía una conducta viciosa
sobre la tierra” (Gen 6, 5.12). Instintivamente el hombre tiende a considerarse el principio del bien y del
mal, a buscar su bien egoísta prescindiendo de la norma moral. Más fácilmente camina hacia el mal que
hacia el bien (Mt 7, 13-14).

La Biblia considera también esta inclinación como producto del pecado. Después del pecado “se les
abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se
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hicieron unos ceñidores...” (Gen 3, 7-11). En él hombre y en la mujer nace el deseo desordenado, el instinto
egoísta y sienten la necesidad de cubrirse, eso es de defenderse y protegerse uno del otro.

Por eso el hombre, también el bautizado, experimenta continuamente en sí mismo la tendencia al mal, la
oposición entre el hombre viejo carnal, inclinado al mal, y el hombre nuevo espiritual, que aspira al bien
(cfr. Rom 7, 14-24).

De nuevo la causa de esta situación no es Dios, ni la creación. El hombre salió muy bueno de la mano de
Dios. La causa, pues, es la desobediencia pecaminosa del hombre.

c. La inevitabilidad del pecado. El hombre se siente incapaz de evitar los ataques del mal, “hasta el punto
de sentirse como aherrojado entre cadenas” (GS 13).

La Biblia nos dice que después del pecado de Adán el género humano se hunde cada vez más en el mal. El
pecado crece y se multiplica como una avalancha: Caín, Lamec, los hijos de los hombres, la generación del
tiempo de Noé... Antes del diluvio la maldad humana es general, así que a Dios le pesó haber creado al
hombre (Gen 6, 6). Dios se arrepiente y se indigna.

Después del diluvio el mal comienza de nuevo a crecer en el mundo. Dios entonces interviene y llama a
Abraham, preparándose un pueblo fiel. Pero también Israel, a pesar de los prodigios divinos, del don de la
alianza y de la Ley, de la predicación de los profetas, continuamente se olvida de Dios y cae en la idolatría
y en las abominaciones de los paganos. Es un pueblo, que tiene el corazón duro y no logra oír con el oído,
ni ver con los ojos. Los profetas dicen que sólo Dios puede curar esta enfermedad, transformando el
corazón mediante el don del Espíritu y de la Sabiduría divina (cfr. Ez 36; Sb 8-9).

San Pablo en la carta a los Romanos confirma la inevitabilidad del pecado. Todos los hombres, judíos y
paganos sin distinción, son pecadores y sumergidos en los vicios y desórdenes más graves. Los cristianos
mismos antes de la conversión eran insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de los placeres
mundanos, dominados por la malicia y por el odio (cfr. Ef 2, 1-3; Col 2, 13; 3, 7; Rom 1-3; Ti 3, 3).

Es un dato evidente: sin la gracia de Cristo, el hombre no puede evitar el pecado, más bien se hunde cada
día más en él, caminando inevitablemente hacia la perdición y la muerte. “Separados de mí, no podéis
hacer nada”, dice Jesús (Jn 15, 5).

3- EL PECADO DE ORIGEN.

Podemos ahora preguntarnos: ¿Cuál es la causa de la división, del mal, de la negatividad, presente en el
hombre? Evidentemente no puede ser Dios mismo. El Dios de la revelación es Señor y Padre. La creación,
obra de sus manos, es buena. El mal no se puede atribuir a Dios, no es obra de Dios. La Biblia nos dice que
el mal entró en el mundo por la voluntad pecaminosa de hombre.

a. El hombre ha rechazado a Dios (leer Gen 3, 1-24). Creado bueno por obra de Dios, el hombre ha
rechazado a su Creador, substituyéndose orgullosamente a Él, como principio del bien y del mal. Ha roto su
relación creatura con Dios, la comunión salvífica con Él. Este pecado ha introducido en el mundo:

1- La muerte: “Eres polvo y al polvo tornarás” (Gen 3, 19). La muerte como experiencia biológica es
natural para el hombre: es “el camino de todos” (1 Re 2, 2). El pecado es causa de la muerte, en el sentido

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de que la hace experimentar como ruptura dolorosa, trágica y dramática, como situación angustiosa y
lacerante.

2. La concupiscencia o inclinación al mal. Antes del pecado el hombre está desnudo y no se avergüenza
(Gen 2, 25). Después del pecado se da cuenta de su desnudez y siente la necesidad de protegerse (Gen 3, 7).
Ya no está interiormente equilibrado: el egoísmo totalizante, la inclinación al mal, comienza a dominarlo.
Por eso necesita cubrirse y defenderse.

3. La multiplicación del mal. El pecado comienza a multiplicarse, hasta que “la tierra estaba corrompida
en presencia de Dios” (Gen 6, 11). El fenómeno es tan dramático, que el autor sagrado hace arrepentir a
Dios... (Gen 6, 6).

Sin embargo, el pecado no es el centro de la reflexión bíblica. Es el fondo oscuro, sobre el cual resplandece
la misericordia divina. Con la promesa de Gen 3, 15 (el Protoevangelio) comienza ya la “historia de la
salvación”, es decir de las intervenciones salvadoras de Dios a lo largo de la historia, que culminan en la
muerte-resurrección de Cristo.

b. Todos pecaron. San Pablo confirma las afirmaciones del AT (leer 1 Cor 15, 20-23; Rom 5, 12-15). “Por
tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte
alcanzo a todos los hombres, por cuanto todos pecaron; porque hasta la ley había pecado en el mundo, pero
el pecado no se imputa, no habiendo ley; con todo reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aún sobre
aquellos, que no pecaron con una trasgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de
venir... Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron todos, ¡cuánto
más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado
sobre todos!” (Rom 5, 12-15).

El apóstol hace un claro paralelismo entre Adán y Cristo. Adán con su único acto pecaminoso influye en el
mal: provoca en toda la humanidad el pecado, la muerte, el juicio y la condenación. Cristo, el nuevo Adán,
con su único acto de amor y de obediencia influye en el bien: es para toda la humanidad causa de gracia, de
vida, de justificación y salvación. Sin embargo, hay una diferencia en el efecto y la intensidad. La gracia de
Cristo es más abundante: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20).

Por causa del pecado de Adán todos los hombres han pecado. El pecado de Adán ha introducido un
desorden en la humanidad y los pecados personales son la consecuencia, la ratificación de tal pecado, y
contribuyen a la consolidación del mal y de la muerte en el mundo. En consecuencia, para conseguir la
salvación, todos los hombres sin distinción necesitan la gracia salvadora de Cristo.

Este primer pecado, que ha provocado todos los demás pecados y que condiciona a todo hombre que nace
en el mundo, se llama comúnmente “pecado de origen”.

4- EL PECADO ORIGINAL.

Por el pecado de origen todos los hombres que nacen en el mundo, se hallan en una situación de alienación,
divididos así en sí mismos, incapaces de llegar a Dios y de conseguir la salvación.

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a. La revelación bíblica. Reconoce en el hombre una impureza originaria, que no es consecuencia de los
pecados personales. Leemos en Job: “¿Es justo ante Dios algún mortal? ¿Ante su Hacedor es puro un
hombre? Si no se fía de sus mismos servidores, y aun a sus ángeles achaca desvarío, ¡cuánto más a los que
habitan estas casas de arcilla, ellas mismas hincadas en el polvo!” (Job 4, 17-19.)

Dios encuentra impurezas también en los ángeles, ¡cuánto más en el hombre! “¿Cómo puede ser puro un
hombre? ¿Cómo ser justo el nacido de mujer? Si ni en sus santos tiene Dios confianza y ni los cielos son
puros a sus ojos, ¡cuánto menos un ser abominable y corrompido, el hombre, que bebe la iniquidad como
agua!” (Job 15, 14-16).

Todo hombre desde su nacimiento es impuro ante Dios; “¿Cómo un hombre será justo ante Dios? ¿Cómo
puro el nacido de mujer? Si ni la luna misma tiene brillo, ni las estrellas son puras a sus ojos, ¡cuánto
menos un hombre, esa gusanera, un hijo de hombre, ese gusano!” (Job 25, 4-6.)

Y el Salmo 51: “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre..,” (Sal 51,7).

b. El NT confirma la impureza congénita del hombre. Quién nace en el mundo tiene un corazón duro (Mt
19, 8), es malo en sí mismo (Lc 11, 13) y siervo del demonio (Lc 11, 21; Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11). En
consecuencia no puede entrar en el Reino de Dios, si no renace por el agua y el Espíritu Santo (Jn 3, 5).

San Pablo describe la situación presente de la humanidad, usando tres categorías:

1. El pecado. Todos los hombres después del pecado de Adán nacen en el pecado: “Por el pecado de uno
solo entró el pecado y reina en el mundo” (Rom 5, 12-21).

2. La muerte. Todos los hombres nacen en una situación de muerte: “Por el pecado de uno solo la muerte
ha entrado en el mundo” (Rom 5, 2), “ha afectado a todos” (5:14), Reina en todos” (5, 17) y por lo tanto
“murieron todos” (5, 15).

3. La condenación. “Por el pecado de uno solo, los hombres están bajo el juicio” (Rom 5, 16), “destinados
a la condenación” (5, 16-18)

En consecuencia para San Pablo la universalidad del pecado y de la muerte es la manifestación de la


profunda corrupción de la humanidad. La existencia humana por sí sola tiende al pecado y a la muerte, si
no es sanada por la gracia de Cristo.

c. Reflexionando sobre esos datos de la revelación, la iglesia ha afirmado 1a realidad del “pecado
original”. Todo hombre nace en estado de pecado, espiritualmente muerto, privado de la justicia y
santidad’, con la voluntad orientada contra Dios. Tal situación de alienación es fruto del pecado de origen y
se transmite a todos los hombres por el hecho mismo de nacer, por propagación y no por imitación.
Además se adhiere a todos como propia de cada uno y se puede quitar incorporándose en Cristo mediante
la fe y el bautismo (cfr. Concilio de Trento).

5- CONCLUSIÓN.

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El hombre que nace en el mundo, tiene la libertad, pero es incapaz de optar por Dios como Padre, como
Amigo y Salvador, con sus propias fuerzas, sin la gracia de Cristo. EL PECADO ORIGINAL se puede
definir así: “Es una alienación dialogal de Dios, es decir la incapacidad de amar a Dios sobre todas las
cosas, dependiente de un pecado cometido al comienzo de la historia (pecado de origen) y solidario con
todos los demás pecados del mundo” (Flick M.- Alszehgy Z.).

Esta definición, como se puede ver, subraya tres elementos:

a. La ausencia de la gracia santificante: la incapacidad de comunión es la causa, por la cual el hombre está
en pecado.

b. La dependencia del pecado de origen y del pecado del mundo: esto da sentido a la impureza del hombre.

c. La aversión virtual de la voluntad a Dios: el hombre tiene en sí mismo un desorden moral, que toca su
voluntad, aunque no proceda de su libre opción.

Es pues evidente que el pecado original es un pecado en sentido análogo al pecado personal. No es un
pecado personal, porque falta la actitud positiva de la voluntad (el niño es incapaz de hacer un acto
consciente). Sin embargo, la voluntad es virtualmente inclinada al mal. Sin la ayuda de la gracia de Cristo,
la voluntad caerá inevitablemente en el pecado. El niño que nace, no tiene en sí mismo la vida divina: tiene
algo, que naturalmente le llevará a multiplicar los pecados personales y a caminar hacia la muerte eterna.

Se trata de un desorden psicológico, moral y también ontológico, es decir del ser mismo del hombre.

TEMA 4

EL HOMBRE ES SALVADO POR GRACIA DE DIOS


1- LA SALVACIÓN CRISTIANA.

Después del pecado Dios no abandonó al hombre a su destino, “Cuando por desobediencia perdió tu
amistad, no lo abandonaste al poder de la muerte, sino que compadecido tendiste la mano a todos, para que
pueda encontrarte quien te busca” (Anáfora IV).

Así comienza la “Historia de la salvación”, es decir la historia de las intervenciones salvíficas de Dios, que
culminan en la encarnación, muerte y resurrección de Cristo. Dios que todo lo ha creado en Cristo, por
Cristo y para Cristo, todo lo redime y salva en Cristo, por Cristo y para Cristo (Col 1, 15-20).

16
a. Concepto de salvación cristiana. La salvación cristiana no se puede identificar con las diferentes
liberaciones humanas, sociales, políticas o puramente económicas. Por otra parte no se puede reducir a pura
salvación espiritual, a la “salvación del alma”, sin relación con la historia.

La Palabra de Dios nos da un concepto muy amplio y rico de salvación. Para San Pablo la salvación
cristiana comporta;

1. La liberación del pecado, de todo condicionamiento, de la soledad y del odio, de la muerte y del temor de
la muerte. (= aspecto negativo);

2. Tal liberación se consigue mediante la comunión plena con Cristo y la comunidad eclesial y por Cristo
con la comunión trinitaria, en la cual el hombre puede encontrar la plenitud del ser, de la vida, del amor y
de la bienaventuranza (= aspecto positivo).

b. Las características de la salvación cristiana, que la distinguen de todas las formas de liberación humana,
son las siguientes:

1. Es salvación integral, del hombre entero con sus exigencias materiales, sociales y culturales, pero
también espirituales y religiosas.

2. Es salvación presente y escatológica. Ya en este mundo el cristiano posee la salvación y la vida eterna,
aunque su plenitud sea escatológica. Somos salvados, pero “en ‘la esperanza” (Rom 8, 24).

3. Es salvación sobrenatural y también obra del hombre. Se trata de un don de Dios, que está más allá de
nuestras capacidades y de todos los esfuerzos de la humanidad. Pero es también fruto de la colaboración y
del libre compromiso del hombre.

4. Es salvación en Cristo y en la Iglesia. Cristo es el mediador único de salvación (1 Ti 2, 5), “No hay bajo
el cielo otro nombre dado a los hombres, por el que nosotros debamos salvarnos” (He 4, 12). El hombre
puede conseguir su salvación, solamente adhiriendo a Cristo, haciéndose discípulo suyo, renaciendo en
Cristo por la acción del Espíritu Santo, mediante la fe y el bautismo.

La incorporación en Cristo comporta la incorporación en la Iglesia, Cuerpo y Esposa de Cristo, que forma
una cosa sola con El. No se puede, pues, aceptar a Cristo sin aceptar a la Iglesia. Más bien, es precisamente
mediante el sacramento de la Iglesia, que el hombre puede encontrarse con Cristo Salvador. La Iglesia es
sacramento de salvación. Toda salvación pasa por Cristo y por la Iglesia (LG 13-14). "Quiso el Señor
santificar y salvar a los hombres, no individualmente y aislados entre sí, sino constituir un pueblo, que le
conociera en la verdad y le sirviera santamente” (LG 9).

2- DIOS LLAMA A TODOS LOS HOMBRES A LA SALVACIÓN.

No podemos aceptar una doble predestinación: a la vida y salvación y a la muerte y perdición. La Biblia
nos dice que existe una sola predestinación: la predestinación a la salvación. “A los que de antemano
conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo... Y a los que predestinó, a esos los

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llamó; y a los que llamó, a esos los justificó; a los que justificó, a esos también los glorificó” (Rom 8, 29-
30).

En efecto Dios quiere la salvación de todos los hombres sin distinción: “Esto es bueno y agradable a Dios,
nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la
verdad” (1 Ti 2, 3-4). Dios ama a todas sus criaturas y se compadece de ellas (Sb 11, 23-24). Precisamente
porque ama al mundo, envía a su Hijo como Salvador universal (Jn 3, 16). El Verbo de Dios ha venido al
mundo, para salvar a todos los pecadores (1 Ti 1, 15). Muere en la cruz por todos (2 Cor 5, 14-16), por los
pecados de todo el mundo (1 Jn 2, 1-2), consiguiendo para todos los hombres de todos los tiempos una
redención eterna (Hb 5, 8). En Cristo Jesús, pues, Dios ofrece a todos los hombres su perdón y su
salvación.

Además Dios se interesa efectivamente y se muestra compasivo con todos los hombres. No abandona a los
paganos: llama a los habitantes de Nínive a la conversión (cfr. El libro de Jonás); usa misericordia también
con los Egipcios y con los Cananeos, castigándolos progresivamente, para inducirlos al arrepentimiento (Sb
11-12). El AT habla también de algunos justos paganos, que son objeto del amor y de la complacencia
divina, a pesar de ser paganos: por ej. Melquisedec, Job, la reina de Sabá, Rahab la prostituta de Jericó, etc.
Fuera de Israel hay personas justas, que viven santamente, amando y sirviendo a Dios, y que son objeto del
amor divino. Con la luz de su Palabra y con el poder de su Espíritu, un poder misterioso y discreto, Dios
ilumina, atrae, guía hacia la conversión y i a salvación. A todos da la gracia suficiente, para llegar a la vida
eterna.

La elección divina, las gracias especiales, que Dios Otorga a unas personas o pueblos, siempre incluyen
una bendición universal para todos. En Abrahám elegido por Dios, serán benditos todos, los linajes de la
tierra (Gen 12, 3). Mediante Israel, elegido y gratificado con dones especiales, la salvación ha de llegar a
todos los pueblos: La salvación viene de los Judíos” (Jn 4, 22). Cfr. Is 60. Por eso Jesús y los Apóstoles
siempre se dirigen primero a los judíos, “a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. “Era necesario dice San
Fablo anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios” (He 13, 46).

Asimismo la vocación y las gracias especiales, que Dios en su misericordia ha concedido a los cristianos,
no son un privilegio exclusivo, sino están ordenadas a la salvación de todos los hombres y de todos los
pueblos. La Iglesia es llamada a ser “sacramento universal de salvación” (LG 1:48).

En conclusión, podemos decir que Dios llama a todos a la salvación. Se interesa de todos los hombres, se
muestra misericordioso con todos y da a todos la gracia suficiente para salvarse. Y cuando en su soberana
libertad concede gracias y dones especiales a una persona o a un pueblo, lo hace siempre en vista del bien
de los demás.

3- DIOS COMIENZA EN EL HOMBRE EL CAMINO DE LA SALVACIÓN.

En la vida de cada uno de nosotros y en la historia de la humanidad es inmanente la tentación de “dar la


escalada al cielo”, corno en el mito griego de Prometeo, es decir de buscar orgullosamente la e salvación
con las propias manos, prescindiendo de Dios y se considerándose autosuficientes en la construcción de su
propia historia.

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Significativo es el relato bíblico de la torre de Babel.

Los hombres dicen: “Ea, vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos y
hagámonos famosos por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra” (Gen 11,4). El resultado es la
confusión de las lenguas la dispersión, el fracaso.

En tiempo de Cristo esta actitud es en cierto sentido representada especialmente por el Judaísmo farisaico.
Los fariseos confiaban mucho en el valor meritorio y justificatorio de sus obras (Lc 18, 11-12). La
observancia de la Ley, las buenas obras les daban derecho a la benevolencia divina, a su recompensa, a la
salvación eterna. Se sentían acreedores ante Dios. Jesús y San Pablo han polemizado mucho contra el
formalismo religioso, la presunción y la autosuficiencia de los fariseos.

Tal actitud de autosuficiencia la encontramos presente también en la historia de la Iglesia. En los primeros
siglos los Pelagianos afirmaban la capacidad natural del hombre de auto redimirse y autósalvarse sin la
gracia de Cristo. Por su parte los Semipelagianos no negaban la necesidad de la 111 gracia para la
salvación, pero pensaban que el comienzo de 1a fe y de la conversión es obra del hombre: cuando el
hombre demuestra buena voluntad y se abre a Dios, Dios le concede su gracia.

En la actualidad esta actitud se manifiesta de muchas maneras. Rechazando a Dios y toda ayuda
sobrenatural, el hombre contemporáneo quiere construir su historia, su felicidad y su salvación, confiando
solamente en la ciencia, el progreso, la lucha de clase, la racionalización de la vida social, etc. En ámbito
cristiano a veces se insiste casi exclusivamente sobre el compromiso ascético, el activismo, la praxis,
olvidando la necesidad de la gracia y de la oración, casi que la salvación sea una conquista humana.

Ahora bien, la Iglesia Católica, fundándose en la Palabra de Dios, siempre ha insistido en la exclusividad
absoluta de la iniciativa divina en la historia de la salvación. La elección, la justificación y la salvación no
dependen de las cualidades, de los méritos o de las obras del hombre, sino de la iniciativa gratuita y
misericordiosa lie Dios.

a. Dios tiene la iniciativa absoluta en la llamada de Abrahám, en la elección, la liberación y la alianza con
Israel, en la restauración de Israel después del destierro, etc. “Por mí lo hago, pues ¿cómo mi nombre sería
profanado? No cederé a otro mi gloria” (Is 48, 8-11).

b. La encarnación redentora del Verbo de Dios es obra exclusiva del amor misericordioso del Padre:
‘‘Tanto Dios amó al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que
tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

c. El proceso de conversión comienza siempre por la intervención preveniente de la gracia divina. Jesús
busca a los pecadores, como un pastor la oveja perdida (Lc. 15, 4-7), como un dueño, que enrola a los
jornaleros en su viñedo (Mt 20, 1-16) o un rey, que llama a los invitados al banquete de boda (Lc 14, 15-
24).

19
TEMA 5

EL HOMBRE COLABORA EN LA OBRA DE SU SALVACIÓN

1- LA DOCTRINA PROTESTANTE

Como hemos visto en el capítulo precedente, la gracia de Dios tiene la iniciativa absoluta en el proceso de
conversión y salvación. Sin embargo el hombre es llamado a colaborar positivamente con la gracia divina,
disponiéndose a la justificación y aceptando su rol filial. Sobre este problema existe otra profunda
diferencia entre católicos y Reformadores protestantes.

Para los protestantes, el hombre es radicalmente malo. El pecado original ha corrompido su naturaleza,
oscureciendo su inteligencia, desviando su voluntad y destruyendo su libertad. Antes de la justificación el
hombre es esclavo de la concupiscencia y por eso incapaz de salir de su propio egoísmo, para entregarse a
Dios y someterse a su santa voluntad. En consecuencia todas las de obras del pecador son negativas. El no
puede absolutamente prepararse a la justificación, colaborar positivamente con la gracia. La justificación y
la salvación son, pues, obra de la SOLA GRACIA de Dios. No son mérito del hombre. No son fruto de sus
obras y esfuerzos.

¿Cómo entonces puede el hombre llegar a la lo justificación? En su situación de pecado y de impotencia,


dice Lutero, el pecador debería odiar a Dios, que le aparece como un tirano, que lo amenaza y castiga. Pero
Dios se le revela misericordioso en la cruz de Cristo. Al pecador no le queda más que aceptar la
misericordia divina, mediante la fe, es decir el abandono confiado a Dios, Esperándolo todo de Él, que ha
prometido piedad y perdón. El único camino a la justificación y a la vida es, pues, la fe fiducial, la
confianza y el abandono total en Dios, que ha revelado n Cristo su misericordia. Cuando, pues, el pecador
adhiere a Cristo mediante la fe, Dios no le imputa sus pecados y lo declara justo por la justicia de Cristo,

Para creer, no es necesaria ninguna preparación. En afecto la fe es un don de Dios, “una obra de Dios en
nosotros” (Lutero). Además la fe no es una disposición primitiva del hombre a la justificación, sino es una
pura condición: su presencia es necesaria, pero no tiene ningún influjo en la justificación, así como la mano
abierta del mendigo, que espera la limosna en la calle.

2- LA ENSEÑANZA CATÓLICA.

Muy diferente es la enseñanza de la Iglesia católica, que encontramos expresada de manera equilibrada y
firme en el concilio de Trento.

a. En primer lugar la Iglesia rechaza el fundamento de la doctrina protestante, defendiendo el libre albedrío
también en el hombre pecador. El pecado original ha herido y debilitado el libre albedrío, pero no lo ha
destruido y aniquilado. El pecador no es esclavo de la concupiscencia. Puede entonces colaborar libremente
con la gracia divina.

Puede rechazarla ó aceptarla, asentir o disentir de Dios, que lo llama y lo atrae interiormente.

20
b. Si, pues, el pecador no es dominado totalmente por la concupiscencia, si mantiene su libre albedrío, no
se puede decir que todas sus obras antes de la justificación sean negativas y pecaminosas. Bajo la moción
de la gracia, el pecador puede cumplir obras buenas y así colaborar y suponerse a la justificación.

c. En el caso del hombre adulto, la colaboración positiva con la gracia divina es necesaria. Dios quiere que
el adulto se disponga a la justificación, “asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia” (Ca. 5). Tal
cooperación evidentemente no se realiza sin la ayuda de la misma gracia.

Los varios actos, por los cuales el pecador se dispone a la justificación, son:

1. El temor de la justicia divina y del castigo eterno;

2. La consideración de la misericordia divina y la detestación del pecado;

3. La esperanza, por la cual el pecador confía “que Dios ha de serle propicio por causa de Cristo”;

4. Un comienzo de amor;

5. El propósito de recibir el bautismo y de comenzar una vida nueva en la observancia de los


mandamientos;

6. Finalmente el acto de fe formada o fe viva, animada por la caridad y la esperanza.

La fe viva es una verdadera OPCIÓN FUNDAMENTAL por Dios: “El hombre se entrega entera y
libremente a Dios, que le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a
lo que Dios revela” (DV 5). Cuando hace este acto de fe viva, el pecador es justificado: es decir consigue el
perdón de sus pecados y comienza una vida nueva en la comunión con Dios. De enemigo y pecador se hace
amigo de Dios, heredero de la vida eterna (cap. 6). En el proceso de la justificación el hombre no es, pues,
puramente pasivo. El acepta voluntariamente la gracia y Dios dones divinos. Cada cual recibe en sí mismo
su propia justicia, “según la medida en que el Espíritu, la reparte a cada uno como quiere y según la propia
disposición y cooperación de cada uno” (cap. 7). Eso significa que los actos preparatorios determinan la
medida, en que uno recibe la gracia. Se trata, pues, de “disposiciones positivas”: el sujeto cambia
intrínsecamente, para ser capaz de recibir la perfección superior de la gracia divina.

d. ¿Por qué, pues, San Pablo dice que el pecador es justificado “por la fe” y “gratuitamente”? El pecador es
justificado por la fe, porque “la fe es el principio de la salvación, el fundamento y la raíz de toda
justificación, sin la cual es imposible agradar a Dios y llegar al consorcio de ser sus hijos”. La fe en efecto
acompaña todo el proceso de la santificación y el pecador consigue la justificación, precisamente cuando se
abre a Dios mediante la fe viva. Además el pecador es justificado gratuitamente, porque nada de aquello
que precede a la justificación, sea la fe, sean las obras, merece la gracia misma de la justificación”.
Excluye, pues, el mérito en sentido estricto, pero no en sentido amplio (cap. 8).

3- EL FUNDAMENTO BÍBLICO DE LA ENSEÑANZA CATÓLICA

Enseñando la necesidad de la colaboración positiva del hombre en el proceso de la justificación y


salvación, la Iglesia se mantiene plenamente fiel a la Palabra de Dios.

21
a. La Biblia dice bien claro que la salvación se realiza en un contexto de Alianza. La iniciativa de la
Alianza es exclusivamente de Dios. Sin embargo también el hombre tiene que hacer algo, comprometerse
libre y personalmente. Cuando por ejemplo Dios llama a Abrahám y hace alianza con él, le dice: “Yo soy el
Shadday, anda en mi presencia y sé perfecto. Yo establezco mi alianza entre nosotros dos y te multiplicaré
sobremanera” (Gen 17, 1-2).

Lo mismo en la alianza del Sinaí. Dios promete ser el Dios de Israel, su defensor y Salvador, si Israel se
mantiene fiel a los mandamientos divinos: “Has hecho decir a Yahveh que él será tu Dios si tú seguirás sus
caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus normas, y escucharás su voz. Y Yahveh te ha
hecho decir hoy que serás su pueblo propio, como Él te ha dicho, tú deberás guardar todos sus
mandamientos” (Dt 26, 17-19).

b. En segundo lugar Dios invita frecuentemente al hombre a convertirse y reconciliarse. Leer por
ejemplo: Ez 18, 21-30; Za 1, 3-4; Joel 2, 12-18, etc. También la predicación de Juan el Bautista es una
invitación insistente a la conversión: “Convertíos, porque ha llegado el Reino de los cielos... Raza de
víboras... Dad pues fruto digno de conversión y no creáis que basta con decir en vuestro interior: Tenemos
por padre a Abrahám...” (Mt 3, 1-12). Jesús mismo comienza su ministerio público, invitando a la
conversión (Mc 1, 15). “Os lo aseguro: si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo” (Lc 13, 3-5).

Después de Pentecostés los Apóstoles siguen predicando la conversión como parte esencial del mensaje
cristiano. “Se predicará en su nombre la conversión, para perdón de los pecados a todas las naciones,
empezando desde Jerusalén” (Lc 24, 47) Cfr. He 2, 37-38; 3, 19. Recordando su actividad apostólica, San
Pablo dice a los presbíteros de Éfeso: “Os predicaba y enseñaba en público y por las casas, dando
testimonio tanto a judíos como a griegos, para que se convirtieran a Dios y creyeran a nuestro Señor Jesús”
(He 20, 20-21). La conversión incluye varios actos: la fe en la Palabra divina, la esperanza en el perdón, la
detestación del pecado, el cambio de mente y de conducta...

La exhortación a la conversión supone evidentemente que el hombre puede y tiene que colaborar con la
gracia, para llegar a la justificación y a la salvación. Dios la previene y acompaña con su gracia (Jn 6, 44).
Pero no se trata de una acción irresistible. El hombre puede rechazarla y endurecerse en el camino del mal
o aceptarla y convertirse. Dios quiere que el hombre personalmente haga su parte y sea co-artífice de su
propia salvación.

c. La conversión, cambio de mentalidad y de conducta, está ordenada a la fe. La Biblia dice que
también la fe es necesaria para la salvación: “Sin la fe es imposible agradar a Dios” (Hb 11, 6). Ella es la
raíz y el fundamento de la justificación: “El justo vivirá por la fe” (Ga 3, 11; Rom 1, 17).

La fe sin embargo es un acto complejo, que incluye varios elementos:

1. La confianza en Dios, es decir el abandono confiado en su amor y misericordia. Dios es la Roca, el


baluarte de Salvación, el único refugio. El creyente se apoya totalmente en ÉL (cfr. Sal 78, 21-22).

2. El asentimiento intelectual a la Palabra de Dios, a los hechos y enseñanzas de Cristo: la encarnación, su


divinidad, su muerte y resurrección gloriosa, etc. (Cfr. Hb 11, 6; Rom 10, 9; Jn 3, 32-36).

3. La obediencia a Dios, la entrega total de la persona a su servicio. Por eso San Pablo usa con frecuencia la
expresión “obediencia de la fe” (Rom 1, 5; 6, 17-18; 10, 16; 15,18, etc.).
22
4. La encarnación en la vida práctica. La fe que salva, es la fe viva, que actúa mediante la caridad (Ga 5, 6),
eso es que conduce a actuar según la ley de la caridad (Ga 5, 13- 14). La carta de Santiago dirá lo mismo: la
fe que salva, es la fe que se encarna en las obras. Diversamente es una fe muerta (Sto 2, 14-26).

Cuando, pues, San Pablo dice que el justo vive por la fe, él entiende la fe formada o viva, unida a la
esperanza y a las obras de la caridad. Cuando al contrario Santiago dice que la fe sin las obras está muerta,
él está hablando de la fe informe, como puro conocimiento, que también los demonios poseen (Sto. 2, 17).

La fe formada es un don de Dios y un acto personal del hombre. Como acto personal del hombre, no es
sólo una condición exterior de la justificación, sino es una disposición positiva, que prepara positivamente
al sujeto a recibir la acción justificadora y santificadora de Dios, lo abre positivamente a Dios, lo hace
capaz del don divino.

El proceso, que conduce a la justificación, es un camino progresivo de la fe informe con varios actos, a la
fe formada animada por la caridad, último acto preparatorio y primer acto de la vida nueva.

4- CONCLUSIÓN

El “todo es gracia” I de la teología católica no significa para nada olvido del hombre, quietismo fatalista o
alienación. Por supuesto, todo depende de la iniciativa de Dios. El crea, llama, predestina, justifica y
glorifica (Rom 8, 29-30). Sin embargo la iniciativa absoluta de Dios no aniquila a sus criaturas, su
consistencia, su libertad y responsabilidad. Quien ama, promueve la libertad del amado, lis, pues, Dios
mismo, que quiere que el hombre haga su parte, responda libremente a la invitación de la gracia, coopere a
su salvación. Dice San Agustín: “Quien te creó sin ti, no te justifica sin ti. Te creó, pues, sin que lo quieras,
pero te justifica con tu consentimiento” (Sermo 169,11).

El hombre contemporáneo es consciente y celoso de su autonomía y libertad, de sus capacidades y


derechos personales (GS 41). El siente profundamente la exigencia de contribuir de manera responsable a
la construcción de su personalidad y de su futuro, a la edificación del mundo y del Reino de Dios.

La doctrina de la cooperación libre del hombre a su justificación y salvación, corresponde plenamente a sus
aspiraciones más profundas. Y pone en luz otra vez más la dignidad y la grandeza del hombre en el plan de
Dios.

23
TEMA 6

EL HOMBRE ES JUSTIFICADO POR CRISTO

1- LA JUSTIFICACIÓN SEGÚN LOS PROTESTANTES

Cuando el pecador, iluminado y guiado por la gracia divina, se convierte de sus malos caminos y adhiere a
Cristo mediante la fe viva y el bautismo, Dios lo justifica, es decir lo hace pasar “de aquel estado, en que
nace hijo del primer Adán, al estado de gracia y de adopción de hijos de Dios” (Conc. de Trento). La
justificación, pues, comporta: el perdón, la destrucción del pecado y el comienzo de una vida nueva en la
comunión con Dios.

También sobre este problema de la justificación existen otras diferencias entre Católicos y Reformadores
protestantes. Vamos a resumir de nuevo la doctrina protestante en estas afirmaciones principales:

a. Por el pecado original el hombre es totalmente corrupto, esclavo de la concupiscencia y de las pasiones
desordenadas, incapaz de querer y cumplir el bien, encaminado inevitablemente hacia la condenación y la
muerte eterna.

b. En tal situación desesperada se manifiesta al pecador el amor misericordioso de Dios en Cristo Jesús. El
pecador se da cuenta entonces de que Cristo es la única esperanza, el único camino hacia la salvación.

c. Cuando, pues, el pecador adhiere a Cristo con la fe fiducial, hace propia la justicia-santidad de Cristo.
Dios Padre contemplándolo a través de Cristo, lo considera justo, le atribuye la justicia de Cristo. El
bautizado es justo, puro y santo por la justicia, la pureza y la santidad ajena, es decir de Cristo mismo. Pero
en sí mismo se queda pecador, no cambia nada. El es al mismo tiempo justo por la justicia de Cristo y
pecador en lo íntimo de su ser (simul justus et simul peccator).

d. La prueba de esta permanente condición de pecado es la presencia en el bautizado de la concupiscencia,


que siempre tienta e inclina al mal.

e. El pecador es “perdonado” en el sentido de que Dios no le atribuye el pecado, no lo considera pecador.


Quita en él la fuerza del pecado, su poder de condenar, de amenazar la cólera, de morder, de destruir la paz
interior... Pero no su realidad, que siempre permanece en el bautizado.

EL PERDÓN AUTÉNTICO

La Iglesia Católica al contrario siempre ha subrayado la eficacia transformadora de la gracia divina.


Cuando mediante la conversión y la fe el hombre entra en comunión con Cristo, Dios lo transforma, le
perdona realmente sus pecados, lo hace realmente justo y santo. Dios es “misericordioso y clemente, tardo
a la cólera y rico en amor y fidelidad” (Ex 34, 6). Si el pecador se acerca a él arrepentido de su mal obrar y
con el propósito de enmendarse, Dios le concede su perdón. Y no sólo no le atribuye el pecado, no lo toma
en cuenta o lo cubre, sino lo lava, lo borra, lo destruye (Sal 103, 12; 51, 3-11; Is 43, 25). “He disipado

24
como una nube tus rebeldías, como un nublado tus pecados” (Is 44:22). Se trata de una acción divinamente
eficaz: “Así fuesen vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fuesen rojos como el
carmesí, cual lana quedarán” (Is 1, 18).

Para indicar el acto de la misericordia divina, que acoge, purifica y renueva al pecador, San Pablo usa
varios términos. Por ejemplo:

♦ JUSTIFICAR. Significa “hacer justo”. Dios hace justo al pecador, lo transforma de pecador en justo, lo
constituye justo: “Así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores,
así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos” (Rom 5, 19).

♦ SANTIFICAR. “Habéis sido lavados, habéis sido santificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el
Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6, 11). La palabra indica el efecto de la acción divina en el pecador. El
pecador es “hecho santo”. Ha sido separado del mundo del mal y de la perdición. Ahora vive una vida
nueva, esperando la herencia del cielo (1 Cor 1, 2; He 20, 32).

♦ GRACIA. La palabra expresa bien, por una parte la intervención gratuita de Dios, que salva al pecador, y
por otra parte su efecto real en el hombre, el don otorgado por la acción misericordiosa de Dios, que
cambia intrínsecamente al hombre (cfr. Rom 3, 24; Ti 3, 7).

♦ INFUSIÓN DE UNA VIDA NUEVA. Por la acción misericordiosa de Dios el hombre recibe una vida
nueva: “Estando muertos por nuestros pecados, nos vivificó juntamente con Cristo... Y con él nos resucitó”
(Ef 2, 4-6). Esta vida nueva se consigue, renaciendo por el agua y el Espíritu Santo (Jn 3, 4-5).

♦ NUEVA CREACIÓN. Quien se reconcilia con Dios en Cristo, es transformado en criatura nueva: “El
que está en Cristo, es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos
reconcilió consigo por Cristo” (2 Cor 5, 17-18). Cfr. Gal 6, 5; Rom 13, 14; Ef 4,24.

Todas esas afirmaciones de la Biblia nos hacen comprender que la remisión de los pecados por parte de
Dios no es un puro indulto, una amnistía o una condonación. El pecado es realmente destruido y el hombre
es transformado interiormente, se hace verdaderamente justo y santo. Así pues, “en los renacidos nada odia
Dios”. Por la acción misericordiosa de Dios “han sido hechos inocentes, inmaculados, puros, sin culpa e
hijos amados de Dios, herederos de Dios y coherederos de Cristo, de tal suerte que nada en absoluto hay
que les pueda retardar la entrada en el cielo” (Conc. de Trento).

Sin embargo, en el bautizado queda la concupiscencia. Pero en sí misma no es pecado, hasta que el
bautizado no se complazca de ella, no la acepte y la siga voluntariamente. Y si a veces San Pablo la llama
pecado, es porque deriva del pecado e inclina al pecado.

3- LA MEDIACIÓN DE CRISTO.

La justificación no es fruto de los méritos o disposiciones del hombre, sino obra gratuita de Dios
misericordioso mediante Cristo. En Cristo y por Cristo Dios perdona los pecados y reconcilia consigo el
mundo. Así Cristo, el Verbo encarnado, es el sacramento de nuestro encuentro con Dios, el instrumento
único de la redención y salvación universal. Como dice San Pablo, él es el “propiciatorio”, es decir el

25
instrumento o el lugar, en el cual Dios nos perdona, nos libra del mal, nos salva. Y nos hace vivir una vida
nueva mediante el don del Espíritu Santo (Rom 3, 25; 1 Jn 2, 2; 4, 10).

TEMA 7

EL HOMBRE ES CRIATURA NUEVA EN CRISTO


1- INTRODUCCIÓN

Si el pecador se convierte y se abre a Cristo mediante un acto de fe viva, sumergiéndose en él con el


bautismo y adhiriendo a él con todo su ser, consigue la justificación. En primer lugar Dios perdona
realmente sus pecados, lo hace justo y santo. Además le concede el don del Espíritu Santo, que le permite
comenzar una vida nueva en Cristo Jesús, con nuevas relaciones con Dios.

En efecto por obra del Espíritu Santo el bautizado:

♦ Se transforma en Templo de Dios Trinidad;

♦ Entra en amistad comunión con Dios;

♦ Vive como hijo adoptivo de Dios;

♦ Y es hecho partícipe de la naturaleza divina.

En el presente capítulo vamos a tratar brevemente esos cuatro aspectos de la vida nueva del bautizado.

2- LA PRESENCIA DE DIOS TRINIDAD EN EL JUSTO.

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Cuando Dios ama al hombre, no sólo le entrega sus dones, sino se le entrega a Si mismo. Dios Trinidad
mora misteriosamente, pero realmente en el bautizado.

a. La preparación en el AT, Dios es presentado como el Dios del justo. Es el “Dios de Abraham, de Isaac y
de Jacob” (Gen 26, 24; 28, 13; Ex 3, 6). “Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo” (Hb
11, 16). Israel mismo después del éxodo es llamado “Pueblo de Dios”, su especial propiedad. Yahveh es el
Dios de Israel (Ex 6, 7; 19,5; Lv 26, 9-13: Dt 7,6; 17, 22). Finalmente Dios es llamado también el Dios de
los justos: “Yahveh, mi roca y mi baluarte, mi libertador, mi Dios... Tu eres, Yahveh, mi lámpara, mi Dios,
que alumbra mis tinieblas; con tu ayuda las hordas acometo, con mi Dios escalo la muralla,..” (Sal 18, 3;
29-30). Cfr. Sal 22,2; 25, 2; 63,2 etc.).

Además el AT dice que el justo posee el Espíritu (ruáh) de Dios. La palabra ruáh significa viento, soplo,
respiro, vida... El ruáh de Dios designa la fuerza poderosa de Dios, por la cual produce la vida, el poder, la
inspiración profética, la renovación de todas las cosas y especialmente la transformación del hombre.

Los profetas anuncian para los tiempos mesiánicos una gran efusión del Espíritu de Dios (Joel 3,1 ss). Los
corazones serán transformados, así que el hombre podrá obedecer a la voluntad divina: “Os daré un
corazón nuevo, infundiré en vosotros un Espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os
daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y
observéis y practiquéis mis normas... Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios” (Ez 36, 26-28).

Finalmente es frecuente el tema de la presencia de Dios en Israel. Los patriarcas encuentran a Dios en
varios lugares y en varios momentos. Abraham lo recibe como huésped en Mambré (Gen 18, 2-3). Jacob
experimenta su presencia en Jarán (Gen 28, 13-17). La gloria del Señor queda en el Sinaí durante largo
tiempo, bajo la imagen de un fuego devorador (Ex 24, 16).

La presencia divina se hace más estable durante el éxodo mediante la columna de fuego y la nube (Ex 13,
21- 22; 14, 24-25), y sobre todo en el santuario. El santuario es la habitación de Dios en medio de su
pueblo: “Me harás un santuario, para que yo habite en medio de ellos... Moraré en medio de los israelitas y
seré para ellos Dios” (Ex 25, 8; 29,45). Y» cuando Salomón construye el templo de Jerusalén, Dios habita
en él, para escuchar las oraciones, perdonar los pecados, mover los corazones a la observancia de los
mandamientos (1 Re 8, 10-61).

Con la destrucción del templo por obra de los Asirios, la presencia de Dios se espiritualiza. Dios mismo se
hace el templo de los desterrados. Y Ezequiel anuncia la edificación de un nuevo templo maravilloso, del
cual brota un río de agua viva, que fecundará toda la tierra y hasta saneara las aguas del Mar Muerto (Ez
40-47).

Este nuevo templo es profecía del templo espiritual, que es Cristo y su cuerpo, del cual fluye el Espíritu
Santo fecundador (Jn 7, 37-39).

b. La presencia de Dios en su Pueblo y en los justos se realiza plenamente en el NT. Ante todo María
es presentada cómo el arca de Dios, el tabernáculo o santuario de Dios. La gloria divina la cubre con su
sombra, pues en ella habita durante nueve meses el Verbo de Dios hecho hombre (Lc 1, 35).

Jesús es el nuevo Templo. Durante su predicación él condena el formalismo cultual (Mt 9, 13) y se presenta
a sí mismo como superior al templo (Mt 12, 6). Más bien, él es el NUEVO TEMPLO: en Cristo y por
27
Cristo Dios habita personalmente en medio de su pueblo: “La palabra se hizo carne y puso su morada entre
nosotros y hemos contemplado su gloria” (Jn 1, 14). El templo de Dios, centro del nuevo culto en espíritu y
verdad, ya es Cristo y su Cuerpo: “Destruid este santuario y en tres días lo levantaré... El hablaba del
santuario de su cuerpo” (Jn 2, 19-22). De este santuario brota un río de agua viva, que es el Espíritu Santo,
vivificador de todas las cosas (Jn 5, 37-39; 19, 34).

La iglesia también es templo del Espíritu Santo, templo de Dios. Ella es como un edificio, cuya piedra
angular es Cristo (Mt 21, 42; Ef 2, 19-20) y cuyas piedras vivas y espirituales, que la constituyen, son los
bautizados (1 Ped 2, 4-5, 9-10). El Espíritu Santo habita en ella como principio de su unidad interior, de su
santidad y de toda actividad (Leer: 1 Cor 3, 16-17; 2 Cor 6, 15-16; Ef 2, 21-22).

Finalmente todos los bautizados individualmente son templos del Espíritu Santo y de Dios Trinidad. Por el
Bautismo y la Confirmación el Espíritu Santo pone su morada en el cristiano, se une a su espíritu y se
transforma en principio de amor, de filiación adoptiva, de vida espiritual y de resurrección (Ga 4, 6; Rom 8,
11. 16; 5,5). Por la acción del Espíritu Santo Cristo está en el justo y el justo en Cristo: “Permaneced en mí,
como yo en vosotros... El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto” (Jn 15, 4-5). Cfr. 17, 22-26.
Con Cristo y el Espíritu también el Padre mora en el cristiano: “Si alguno me ama, guardará mi palabra y
mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23). Cfr. 1 Jn 2, 14, Por esta presencia
de la Trinidad, el cuerpo del cristiano es como un santuario consagrado digno de respeto y de honor. No se
puede maltratar o profanar con la violencia o la impureza (1 Cor 6, 19-20).

c. Dios, presente en todo lugar, se hace presente de manera especial en el hombre que se convierte,
cree en Cristo y se bautiza. Es una presencia misteriosa, pero real y verdadera. Cada una de las Personas
Divinas está presente con sus propiedades personales. Dios Padre actúa en el propio ser del hombre y el
hombre lo experimenta como fuerza y poder. El Hijo actúa en la inteligencia y el hombre lo experimenta
como luz, verdad y sabiduría. El Espíritu Santo actúa en la voluntad y el hombre lo experimenta como
amor e impulso de comunión.

Muchos cristianos superficiales no se dan cuenta de esta presencia transformadora. Al contrario los santos y
los hombres espirituales saben descubrirla en sí mismos y vivirla con actitud de adoración y acción de
gracias, con gozo inefable. Cfr. Teresa de Ávila, Isabel de la Trinidad, etc.

3- LA AMISTAD-COMUNION CON DIOS

El hombre justificado es reconciliado con Dios y entra en comunión profunda de amistad con El. El
Espíritu Santo que habita en él, derrama el amor en su corazón y lo hace capaz de amar a Dios sobre todas
las cosas (Rom 5, 5).

a. La reconciliación con Dios. Antes de la justificación el pecador está muerto por sus pecados, es objeto
de la cólera divina, esclavo de la concupiscencia y de las pasiones desordenadas, encaminado
inevitablemente a la condenación eterna. “Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con el que
nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo...” (Ef 2, 1-10). El
pecador era un condenado a la muerte eterna y Dios por pura misericordia lo salvó de la condenación. El
cristiano, pues, es un “agraciado” y tiene que vivir continuamente, dando gracias a Dios, celebrando su
amor y su misericordia.
28
Ahora el hombre puede vivir en la paz con Dios, consigo mismo y con el prójimo. La paz es el don propio
de los justificados. No significa solamente ausencia de conflictos, sino también la plenitud de los bienes
mesiánicos (Jn 14, 27; 20, 19. 21), que el hombre puede conseguir solamente en la comunión con Dios. El
impío, pues, no tiene paz: “No hay paz para los malvados, dice Yahveh” (Is 48, 22; 57, 21). Sólo en Cristo
Jesús el hombre tiene la paz: “El es nuestra paz: Él que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro
que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para
crear en sí mismo de los dos ~un solo Hombre nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en
un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad. Vino a anunciar la paz:
paz a vosotros que estabais lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por El, unos y otros tenemos libre
acceso al Padre en un mismo Espíritu” (Ef 2, 14-18). En Cristo Jesús, mediante su cruz, todos los hombres
tienen libre acceso con confianza a Dios Padre, poseen la plenitud de los bienes mesiánicos y viven en paz
entre sí (Col. 1, 20-21).

b. La Comunión con Dios. Mediante la justificación el hombre entra en una nueva familia, cuyo centro es
Dios Padre: “Ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios” (Ef
2, 19).

En la sociedad antigua el extranjero vivía aislado, sin ninguna protección. El bautizado no es un extranjero.
El pertenece con los hermanos (Jos santos) a la familia de Dios y goza de su plena protección. Sabe que
Dios no lo abandona: “Yahveh es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? Yahveh es el refugio de mi
vida, ¿por quién he de temblar?” (Sal 27, 1) cfr. Mt 6, 25 ss; Rom 8, 31-39.

La familiaridad con Dios es muy profunda. La Biblia la compara a la unión nupcial, por la cual hombre y
mujer forman una cosa sola. El simbolismo nupcial es usado ya en el AT, para expresar la relación especial
de amor entre Dios y su Pueblo, fundada en la alianza. Dios es el Esposo y ama a Israel como su Esposa,
con un amor fiel, tierno e indisoluble, a pesar de sus infidelidades (cfr. Os 2, 9-22); Jr 3, 6-12; Ez 16; Is 62,
5; Cantar).

En el NT es Jesús, que se presenta como el Esposo (Mc 2, 19-20; Jn 3, 29; Mt 22, 2; 25, 13; Lc 12, 35). El
ama a la Iglesia como Esposa suya y por ella se entrega, purificándola mediante el bautismo, para
presentársela a sí mismo resplandeciente, sin que tenga mancha ni arruga, ni cosa parecida, sino que sea
santa e inmaculada. Cristo alimenta y cuida a la Iglesia su Esposa, como su propio Cuerpo (Ef. 5:25-32).
En el matrimonio los esposos forman una sola carne. Asimismo la Iglesia forma con Cristo una sola carne,
un solo cuerpo. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo.

c. La amistad con Dios. La Biblia celebra muchas veces la amistad humana con sus valores
extraordinarios (Eclo. 6:5-17). Muy profunda y significativa es la amistad entre David y Jonatán: “Se apegó
el alma de Jonatán al alma de David y le amó Jonatán como a sí mismo...” (1 Sam 18, 1-4). Los dos amigos
forman una sola cosa. Cuando Jonatán muere, David entona una elegía memorable: “Jonatán! Por tu muerte
estoy herido, por ti lleno de angustia, Jonatán, hermano mío, en extremo querido, más delicioso para mí tu
amor que el amor de las mujeres” (2 Sam 1, 17-27).

Pero el AT habla también de la amistad del hombre con Dios. Son llamados amigos de Dios: Abraham por
su justicia, fidelidad y obediencia a Dios (2 Cro 20, 7; Is 41, 8; Sto 2, 23 etc.); Moisés por la intimidad
profunda con Dios (Ex 33,11); todos los justos, que poseen el don de la sabiduría (Sb 7, 27-28).

29
En el NT Jesús llama “amigos” a los discípulos por tres razones:

1. Por el amor profundo que los une, que llega hasta el martirio: “Nadie tiene mayor amor, que el que da su
vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

2. Por la intimidad de conocimiento y de vida, que existe entre ellas: “A vosotros os he llamado amigos,
porque todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer” (Jn 15, 15).

3. Por la comunión de voluntad: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15, 14).

Esta es, pues, la novedad cristiana: todos lo que iluminados por la fe e inflamados por la caridad, cumplen
la voluntad de Dios son amigos de Dios. La amistad con Dios es propia de todos los bautizados, discípulos
de Cristo, que han recibido el Espíritu Santo, fuente del amor.

¿Cómo se puede interpretar la amistad del hombre con Dios? La amistad se puede definir: “Es un amor
mutuo de benevolencia, estable y efectivo, que une y enriquece a los amigos y supone cierta afinidad o
comunión de vida”. Esta definición se puede aplicar de manera análoga a la amistad con Dios. En efecto
aquí también se trata de:

* Un amor mutuo. Dios ama al hombre el primero. Y el hombre por el don del Espíritu Santo, responde
con su amor.

* Un amor de benevolencia. Dios ama al hombre gratuitamente, sin esperar ninguna ventaja o perfección.
El hombre ama a Dios, porque es amable en sí mismo, es el bien absoluto.

* Un amor estable. Dios ama al hombre con absoluta fidelidad, El amor del hombre sin embargo no
siempre es fiel: a veces rechaza a Dios con el pecado.

* Un amor efectivo. Dios demuestra su amor, entregándose a sí mismo en la creación, la encarnación del
Verbo, la redención y la glorificación. El hombre por su parte demuestra su amor a Dios, sobre todo
cumpliendo su voluntad.

* Un amor unitivo. El amor une a Dios y al hombre en profunda comunión.

* Un amor enriquecedor. Dios evidentemente no se enriquece ni se perfecciona, amando al hombre. Al


contrario el hombre se perfecciona y santifica, amando a Dios. Consigue su salvación eterna.

* Un amor, que supone cierta comunión de vida. En efecto el hombre posee en sí mismo por creación la
imagen y semejanza de Dios y por el bautismo participa de la naturaleza divina.

4- LA FILIACIÓN ADOPTIVA

El tema de la filiación adoptiva nos ofrece una ulterior profundización de la realidad de la amistad y de la
morada de Dios en el justo. El bautizado tiene diferentes relaciones con Dios Trinidad y con las Personas
Divinas individuales.

30
a. En el AT son llamados “hijos de Dios”: a los ángeles, en cuanto pertenecen a la familia o a la corte
divina (Job 1:6); a Israel por las relaciones especiales de alianza con Dios: “Así dice Yahveh: Israel es mi
hijo, mi primogénito. Yo te he dicho: Deja ir a mi hijo, para que me dé culto” (Ex 4, 22-23); a los reyes de
Israel por ser representantes de Dios y partícipes de su autoridad. Dios dice a David: “Yo seré para él padre
y él será para mí hijo” (2 Sa 7, 14). El título de hijo de Dios se hace así título real, que con espontaneidad
se atribuye al futuro Mesías (Sal 2, 7; Is 7, 14; 9, 1 etc.); a los justos individualmente por su especial
relación de intimidad con Dios (Sb 2, 16-18; Eclo 4, 10).

b. En el NT se dice que Cristo es el Hijo natural y único de Dios. Jesús se dirige a Dios llamándolo
“Abbá”, “Padre mío”. Ese apelativo manifiesta una especial intimidad con Dios. En efecto entre Jesús y el
Padre hay reciprocidad plena de conocimiento, de complacencia, de amor, de glorificación y de
pertenencia, unidad perfecta de acción... El es el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, el Hijo
querido, únicamente amado, el Hijo único (Mt 17,5; Jn 1, 18), el Hijo natural, que nunca se pone en el
mismo nivel de los discípulos (Jn 20, 17).

Los discípulos también de manera diferente son llamados hijos de Dios: por ej. Los constructores de la paz
(Mt 5, 9), los que aman a sus enemigos (Lc 6, 35), los justos en el día de la resurrección (Lc 20, 36). Por
eso pueden invocar a Dios como “Padre nuestro, que estás en los cielos” (Mt 6, 9). Los discípulos se hacen
hijos de Dios, no por descendencia carnal de Abraham, sino por la fe en Cristo (Jn 1, 12-13) y por el
bautismo mediante el agua y el Espíritu Santo (Jn 3, 3-5).

La paternidad de Dios con respecto a los discípulos comporta: una especial benevolencia (Mt 6, 4-6), una
especial providencia (Mt 6, 8. 31-32), el don del Espíritu Santo, como síntesis y plenitud de todos los
bienes (Lc 11, 13).

La filiación por parte de los discípulos comporta: la fe en Cristo (1 Jn 5, 1), la fuga del pecado (1 Jn 3, 9),
la práctica de la justicia (1 Jn 2, 29), el amor a Dios y al prójimo (1 Jn 4, 7), la imitación del Padre en la
misericordia y en las obras buenas (Mt 5, 44-45).

c. San Pablo en sus cartas profundiza teológicamente el concepto de “filiación adoptiva” del cristiano. La
filiación adoptiva pertenece en sentido muy estricto a todos los bautizados, que creen en Cristo y han
recibido el don del Espíritu Santo: “Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gal 3, 26). “Todos
los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rom 8, 14).

El fundamento de la filiación divina es una regeneración interior, realizada por obra del Espíritu Santo.
Recibido en el Bautismo y en la Confirmación, el Espíritu Santo, Espíritu, filial, asimila el hombre a Cristo,
que es el Hijo, creando en Él una actitud filial: “No recibisteis un espíritu de esclavos, para recaer en el'
temor; antes bien recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El
Espíritu mismo se une a nuestro espíritu, para dar testimonió que somos hijos de Dios. Y si hijos, también
herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo...” (Rom 8, 14-17; cfr. Gal 4, 4-7). Asimilados a
Cristo, Dios Padre nos adopta en Cristo como hijos suyos. “Hijos en el Hijo”, podemos entonces invocar a
Dios como “Abbá”.

La filiación adoptiva comporta relaciones diferentes con las personas individuales de la Trinidad. El
bautizado es hijo del Padre, hermano de Cristo y coheredero con Él y animado y vivificado por el Espíritu

31
Santo. Así por Cristo “unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu” (Ef 2, 18). Leer
otros textos sobre la filiación adoptiva; Rom 8, 14-17; 8, 23; 9, 4; Gal 4, 4-7; Ef 1, 5.

En conclusión nuestra filiación divina es análoga a la filiación adoptiva humana. En la adopción humana el
adoptante elige al hijo, guiado a veces sólo por sus cualidades, lo acoge en su casa con todos los derechos y
deberes de los hijos naturales. Nuestra adopción es diferente. Dios nos elige gratuitamente en Cristo,
otorgándonos el Espíritu Santo, que nos transforma, nos engendra de nuevo. Somos pues hijos adoptivos y
coherederos de Cristo, no sólo por un hecho jurídico, sino por una regeneración espiritual realizada por
Dios.

Esta es una gracia especial del cristiano. Todos los hombres se pueden considerar hijos de Dios, en cuanto
criaturas suyas. El cristiano es hijo de Dios de manera especial, más profunda, por una regeneración
espiritual.

5- LA REGENERACIÓN Y PARTICIPACIÓN DE LA NATURALEZA DIVINA

Cuando el hombre se acerca a Dios, no puede quedarse igual. Moisés hizo una experiencia profunda de
Dios y al bajar del Sinaí, su rostro se había transformado y vuelto resplandeciente. Los israelitas tenían
miedo y tuvo que cubrirse el rostro con un velo (Ex 34, 29-35).

Asimismo el bautizado, que vive en comunión con Dios, que es morada de Dios Trinidad, no se queda
igual. La presencia divina lo transforma interiormente, perfecciona su ser, su psicología, de manera que él
puede vivir como auténtico hijo adoptivo de Dios.

a. Los protestantes niegan cualquier transformación interior del bautizado. Cuando el pecador se abre a
Cristo mediante la fe fiducial, Dios le atribuye la justicia-santidad de Cristo. El es justo por la justicia de
Cristo, pero en sí mismo se queda pecador, radicalmente corrupto. La gracia no lo cambia intrínsecamente.
No le otorga nuevas perfecciones o nuevas cualidades. La prueba es que también en el bautizado queda la
concupiscencia. No se puede, pues, hablar de “gracia santificante” o de “gracia habitual”, presente en el
bautizado.

b. En cambio la Iglesia Católica por fidelidad al evangelio siempre ha afirmado que el bautizado es
transformado intrínsecamente por obra de la gracia. Podemos resumir la enseñanza católica en estas
afirmaciones;

1. Mediante la justificación el pecado es realmente destruido. Dios santifica al hombre, lo purifica. Nada
pues aborrece en él después de la conversión y del bautismo.

2. Dios mora en el bautizado y vive en amistad-comunión con él. Esta presencia lo transforma
interiormente, lo perfecciona en su ser y actuar. Tal perfección nueva es llamada “gracia santificante o
habitual”.

3. La gracia santificante es un don, una cualidad o hábito, una perfección nueva y permanente, que eleva el
ser y las facultades del hombre (inteligencia, voluntad, sentimiento), de manera que pueda vivir una vida
32
nueva, como hijo adoptivo de Dios. Con otras palabras podemos decir que se trata de una “forma crística”,
de la imagen de Dios, que perfecciona todo el ser y la vida del bautizado.

4. La gracia santificante permanece en el bautizado siempre en dependencia del influjo misericordioso de la


presencia de Dios Trinidad en él (cfr. La luminosidad del diamante, que depende siempre de la fuente
luminosa). Leer: Concilio de Trento: Documento sobre la justificación, cap. 7 y 16.

c. La Biblia presenta esta transformación interior del bautizado mediante cuatro afirmaciones principales:

1. LA RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE. El hombre es creado a


imagen y semejanza de Dios (Gen 1, 26-27). El pecado deteriora esta imagen: “Todos pecaron y están
privados de la gloria de Dios” (Rom 3, 23). Por el bautismo la imagen perfecta de Dios, que es Cristo (2
Cor 4, 4-5; Col 1, 15; Hb 1, 3), es impresa en el cristiano por obra del Espíritu Santo y así la imagen divina
adquiere de nuevo en él su antiguo resplandor.

La vocación cristiana consiste precisamente en revestir a Cristo, el Hombre Nuevo, la imagen de Dios, que
es Cristo los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que
fuera Él el primogénito entre muchos hermanos” "(Rom 8, 29). “Todos los bautizados en Cristo, os habéis
revestido de Cristo" (Ga 3, 27). Y durante toda la vida terrena tiene que revestirlo cada día más (2 Cor 3,
12-18; Col 3, 9-10).

2. LA RENOVACIÓN INTERIOR

La justificación produce una renovación interior del hombre. “Cuando se manifestó la bondad de Dios
nuestro Salvador, él nos salvó, no por obras de justicia, que hubiésemos hecho nosotros, sino según su
misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo...” (Ti 3, 4- 5). Otros
textos: Rom 12, 2; Ef 4, 23; Col 3, 10.

Después del bautismo el cristiano es una “nueva creación” (Kainé Ktisis): “El que está en Cristo, es una
nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por
Cristo” (2 Cor 5, 17- 18). “Porque nada cuenta ni la circuncisión ni la incircuncisión, sino la creación
nueva” (Ga 6, 15), “En efecto hechura suya somos: creados en Cristo Jesús” (Ef 2, 10).

3- LA REGENERACIÓN ESPIRITUAL

El bautismo es un “baño de regeneración” (Ti 3, 5). Mediante el agua y el Espíritu Santo el cristiano nace
de nuevo (Jn 3, 5) Dios realiza en él algo semejante al nacimiento físico. Se trata de un comienzo absoluto,
fruto de la pura misericordia divina y no de los méritos del hombre; “Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, quién por su gran misericordia mediante la resurrección de Jesucristo de entre los
muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e
inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros...” (1 Ped 1, 3-4; cfr. Sto 1, 18).

33
Tal mutación ontológica es el fundamento del nuevo comportamiento del cristiano: siendo un hombre
nuevo, engendrado no de un germen corruptible sino incorruptible, ya vive como hombre nuevo (1 Ped 1,
22-23; 2, 2; 1 Jn 3, 1-2).

4. LA PARTICIPACIÓN DE LA NATURALEZA DIVINA

Por la regeneración bautismal el cristiano es divinizado. Participa de la naturaleza divina. “Pues su divino
poder nos ha concedido cuanto se refiere a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento perfecto del que
nos ha llamado por su propia gloria y virtud, por medio de las cuales nos han sido concedidas las preciosas
y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina, huyendo de la
corrupción que hay en el mundo por concupiscencia” (2 Ped 1, 3-4).

Por la acción del Espíritu Santo el cristiano participa de ciertas cualidades propias de Dios; el
conocimiento, el amor, la inmortalidad.

En conclusión, podemos decir que mediante la acción misericordiosa de Dios el bautizado es realmente
trasformado, santificado y divinizado. Por consiguiente no podemos aceptar la tesis protestante. Tal
transformación es obra de Dios Padre mediante Cristo en el Espíritu Santo. El Padre envía al Hijo y al
Espíritu. El Espíritu, actuando en lo íntimo del hombre, lo asimila a Cristo, transformando todo su ser, su
inteligencia y voluntad, de manera que él puede vivir como hijo adoptivo de Dios. La vida nueva y filial del
cristiano es la consecuencia de este cambio interior.

La participación de la naturaleza divina pone en luz la extraordinaria dignidad de cada uno de nosotros.
“Reconoce, oh cristiano, -escribe san León Magno- íu dignidad y, puesto que has sido hecho partícipe de la
naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas...” (Sermo 1
en la Natividad del Señor, 1-3).

TEMA 8

EL HOMBRE ES LLAMADO A LA PLENITUD DE VIDA EN CRISTO.

1- LA FRAGILIDAD DE LA VIDA NUEVA DEL CRISTIANO.

El bautizado no es confirmado en gracia, no tiene la certeza de la perseverancia en la comunión con Dios y


de la vida eterna. Su nueva vida en Cristo es frágil, expuesta a los peligros, a las tentaciones, a las
involuciones. No puede mantenerla y desarrollarla, sin la ayuda constante de Dios y sin lucha y sacrificio,

a. En efecto el bautizado puede perder la amistad- comunión con Dios, rechazar de nuevo su condición
filial, perder la paz con Dios y privarse de la presencia trinitaria. Dios no abandona al justo, pero sí el justo
puede abandonar a Dios mediante el pecado grave, volviendo atrás, a la vida pagana anterior a la
34
conversión. Hay muchos pecados, que excluyen del Reino de Dios. Leer las listas de San Pablo: 1 Cor 6, 9-
10; Ga 5, 19-21; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-11, etc. Quienes los cometen, “después de haberse alejado de la
impureza del mundos por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, se enredan nuevamente
en ella y son vencidos, su postrera situación resulta peor que la primera” (2 Ped 2, 20). Ellos son como
sarmientos, que se separan de la vid: se secan, “los echan al fuego y arden” (Jn 15, 6).

Sin embargo no todos los pecados pueden separar de Dios y destruir la vida de gracia. Hay pecados ligeros
y veniales, que no son “para la muerte” (1 Jn 5, 16), “Todos caemos muchas veces” (Sto 3, 2). “Siete veces
cae el justo” (Prov 24, 16). De estos pecados el cristiano todos los días tiene que arrepentirse y pedir
perdón al Padre (Mt 6, 12).

b. Siendo frágil y precaria, el cristiano puede mantener y profundizar su vida de gracia mediante la
vigilancia continua y la lucha sacrificada. La vigilancia es recordada con frecuencia en el evangelio: “Estad
preparados... Dichosos los siervos, que el Señor al venir encuentre despiertos” (Lc 12, 40.37). “Sed sobrios
y velad...” (1 Ped 5, 8). El cristiano no duerme, no se distrae en las cosas del mundo, cuya figura pasa (1
Cor 7, 29-31), sino está siempre con los ojos abiertos, para discernir la voluntad de Dios en las varias
situaciones de su vida: “No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto” (Rom 12, 2). San Pablo mismo teme quedar “descalificado”, después de haber
predicado y trabajado por los demás (1 Cor 9, 27). Y amonesta a los fieles, para que tengan cuidado y no
caigan en el pecado y en la infidelidad: “El que crea estar en pie, mire no caiga” (1 Cor 10, 12); “No te
engrías, más bien teme” (Rom 11,20). Todos tienen que comprometerse por su salvación “con temor y
temblor” (Fi 2, 12).

La lucha es la segunda actitud característica del cristiano. La vida cristiana en el mundo es tiempo de fatiga,
de sacrificio, de milicia (Job 7, 1-3). San Pablo la compara con una competencia deportiva: “¿No sabéis
que en las carreras del estadio todos corren, más uno solo recibe el premio? ¡Corred, de manera que lo
consigáis! Los atletas se privan de todo y eso por una corona corruptible.

Nosotros en cambio, por una incorruptible. Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato,
no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que habiendo
proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado” (1 Cor 9, 24-27). Leer también: Fil 3, 13-17; 2 Ti
4, 7-8.

El cristiano es como un buen soldado de Cristo Jesús, que sabe soportar fatigas y tribulaciones, como un
atleta, que compite según el reglamento, como un labrador paciente en su trabajo (2 Ti 2, 3-6). ¿Por qué
Dios permite la prueba y la tribulación? Porque da al bautizado la posibilidad de probar su fe y amor y de
crecer en la santidad. Sin embargo la prueba es breve y la recompensa sobreabundante (Rom 8, 18; 2 Ti 2,
11-12). “Bienaventurado el varón, que soporta la tentación, porque probado, recibirá la corona de la vida,
que Dios prometió a los que le aman” (Sto 1, 12).

c. El NT y la tradición cristiana han resumido los enemigos del bautizado en la triada: la carne, el mundo
y el demonio (cfr. Ef 6, 12). Se trata de realidades concretas, que intentan separarlo de la comunión
salvífica con Dios.

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1. LA CARNE en la Biblia puede indicar: todo ser viviente, hombre o animal (Gen 6, 12; Núm 8, 7; Lv 14,
9; Is 40, 5); el cuerpo, bueno en cuanto creado por Dios (2 Cor 4, 11); la persona misma (2 Cor 7, 5; Ef. 5,
28-29); el hombre entero, en cuanto debilidad, caducidad, limitación y mortalidad (Jn 1, Í4). Pero puede
indicar también al hombre, que rechaza a Dios, viviendo según su egoísmo y las pasiones desordenadas, al
hombre dominado por la concupiscencia, que vive para el mundo y produce obras negativas de muerte (Ga
5, 19-21). Esa tendencia negativa acompaña la vida de cada cristiano, inclinándolo al mal y al pecado. Ella
es una consecuencia del pecado e inclina al pecado. Cada uno, pues, experimenta en sí mismo una lucha
constante entre el hombre viejo carnal y el hombre nuevo espiritual, entre la fuerza del egoísmo y la fuerza
del amor. “Me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley... que me
esclaviza a la ley del pecado, que está en mis miembros” (Rom 7, 22-23).

Sin embargo la victoria es posible “por Jesucristo nuestro Señor” (Rom 7, 25). Cristo en efecto ha vencido
esta fuerza negativa, asumiendo la carne del pecado (Rom 8, 3) y dándole muerte en la cruz (Ef. 2, 14-16;
Col 1, 22). Así el cristiano incorporado en Cristo, ya no vive en la carne, sino en el Espíritu (Rom 7, 5; 8-
9). “Los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias” (Ga 5, 24). Se
han despojado del hombre viejo y pueden dominar la carne con la fuerza de Cristo y del Espíritu (Rom 6,
6-7; Ga 2, 20; Col 1, 24; 2, 11).

2. También el MUNDO en la Biblia tiene varios significados: el universo creado por Dios, el género
humano, el conjunto de los hombres, que resisten a Dios y persiguen a Cristo y a sus discípulos (Jn 7, 7; 15,
18-19; 17, 14). En este sentido, la Palabra “en el mundo estaba y el mundo fue hecho por ella y el mundo
no la reconoció” (Jn 1, 10). Significa también la mentalidad pecaminosa, el clima negativo, que envenena
las conciencias y ciega las inteligencias, arrastrando al pecado e impidiendo al hombre marchar en el
camino del evangelio. El mundo, en cuanto potencia personal enemiga de Dios, es una especie de Reino del
pecado, que se opone al Reino de Dios. Su príncipe y dios es el demonio. Sus miembros son los hombres
siervos del pecado y rebeldes a Dios (Jn 5, 19; 12, 31; 16, 11; 1 Jn 5, 19; 2 Cor 4, 4). Su ley es la
concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos, y la jactancia de las riquezas (1 Jn 2, 16).

El Hijo de Dios se hizo hombre, para salvar al mundo. Objeto del odio del mundo, Él muere en la cruz por
los pecados del mundo. Pero con su muerte y resurrección vence al mundo, derrotando al príncipe de este
mundo (Jn 12, 31; 16-11). “¡Ánimo! Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Asimismo el cristiano, sacado
del mundo de pecado mediante el bautismo, puede vencer al mundo, si cree en Cristo y vive en comunión
con Él en el Espíritu Santo: “Todo lo que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y lo que ha conseguido la
victoria sobre el mundo, es nuestra fe” (1 Jn 5,4).

3. El DEMONIO es el tercer enemigo. Para la Biblia no es un principio absoluto negativo, un anti-Dios, ni


una personificación o símbolo del mal en general. El demonio es una realidad personal, una criatura de
Dios, que por sí sola se hizo mala y ahora con la permisión divina tienta al hombre, para separarlo de Dios.
Su acción se manifiesta en las facultades exteriores del hombre: el cuerpo, la sensibilidad, la fantasía, la
memoria, etc. Y es limitada por el poder de Dios y la voluntad del hombre. La manera ordinaria de influjo
es la tentación, la invitación interior al pecado. Otras maneras son: la seducción, el asedio, la obsesión y la
posesión, que es la más grave.
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Por su muerte y resurrección Jesús ha derrotado al príncipe de este mundo: “El príncipe de este mundo está
juzgado” (Jn 16, 11); “El príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn 12, 31). Todos los que están en
comunión con El, pueden conseguir la misma victoria. El demonio puede tentar y molestar, pero no puede
dañar a los que son de Cristo. Al final de la historia la derrota del demonio será definitiva: “Entonces se
manifestará el Impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con la manifestación
de su venida” (2 Te 2, 8).

d. Para poder vencer esos enemigos, el cristiano tiene que vestir las armas espirituales, las armas de Dios,
las armas de la justicia y de la luz, “capaces de arrasar fortalezas” (2 Cor 10, 4). Leer: 1 Te 5, 8; 2 Cor 10,
3-4; Ef 6, 10-20. Son las mismas, que la ascética cristiana siempre ha propuesto a los fieles a lo largo de los
siglos.

1. La humildad. El humilde sabe que es débil, incapaz de realizar el bien con sus fuerzas, de salvarse con
sus manos. Por eso no presume de sus capacidades, no confía en sí mismo y se abandona totalmente en
Dios. El humilde cantará victoria. Dios en efecto resiste a los soberbios y da su gracia y favor a los
humildes (Prov 3, 34; Sal 25,14).

2. El ascetismo. “Los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y apetencias” (Ga
5, 24). “Nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y
cesáramos de ser esclavos del pecado” (Rom 6, 6). “Por tanto mortificad vuestros miembros terrenos:
fornicación... Mas ahora desechad vosotros todo esto... Despojaos del hombre viejo con sus obras y
revestíos del hombre nuevo...” (Col 3, 5-10). Sin autocontrol, vigilancia, mortificación voluntaria, no se
puede perseverar y crecer en la vida de gracia. La mortificación no es una actitud masoquista, más bien
dominando y ordenando las tendencias egoístas, abre al hombre carnal a la acción del Espíritu y a la
invasión del amor.

3. El contacto constante con la Palabra de Dios. Así como la lluvia, la Palabra de Dios es siempre viva y
eficaz (Is 55, 10-11; Hb 4, 12). Quien la medita con frecuencia, puede desenmascarar rápidamente las
sugestiones de la carne, los falsos razonamientos del mundo y los engaños del demonio (cfr. Mt 4, 4-10).
Ella ilumina la mente, da seguridad y fortalece la voluntad.

4. La oración perseverante (Ef 6, 18). Lo recuerda Jesús: “Velad y orad, para que no caigáis en tentación”
(Mc 14, 38). La oración nos pone en comunión con Dios. Hecha con fe, en unión con la oración poderosa
de Cristo y de la Iglesia, puede “transportar montañas”. El Señor siempre escucha las súplicas de los
humildes y se conmueve, cuando gritan confiadamente a Él en sus dificultades. El no dejará que caigan en
la tentación (Mt 6, 13).

5. La recepción ferviente de los sacramentos. Cristo quiso estar con nosotros y ayudarnos en el camino
terreno mediante gracias especiales. Por los sacramentos El se une a nosotros, otorgándonos su Espíritu,
que transforma, renueva y da fuerza. Así el cristiano, que vive en comunión con Cristo mediante los
sacramentos, puede experimentar el poder de Dios en su debilidad y resistir con éxito a todas las pruebas y
tentaciones.

6. La comunión con los hermanos. La Iglesia es sacramento de salvación. Los Padres antiguos la
comparan con el arca de Noé, que salva del diluvio del mal, o con una Madre, que alimenta y defiende a
sus hijos. En ella el cristiano encuentra a Cristo y su Palabra, la fuerza del Espíritu, el testimonio de los

37
hermanos, la experiencia de la fe y del amor que salva. Los hermanos en la Iglesia son unos para otros
instrumentos de gracia y de salvación.

En conclusión, el cristiano no debe sentirse confirmado en gracia o predestinado a la salvación, como


piensan unos grupos protestantes. La vida de gracia es frágil y precaria. Uno puede caer y volver atrás,
rompiendo la comunión salvífica con Dios. Es pues necesaria la vigilancia y la lucha perseverante. La
ayuda divina no faltará. “No os ha sobrevenido tentación, que no fuera humana, y fiel es Dios, que no
permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, antes dispondrá con la tentación el éxito, para que
podáis resistirle” (1 Cor 10, 13). Dios dará la victoria.

En efecto “si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8, 31). Cfr. 2 Cor 4, 17; 1 Ped 5, 10.

2- EL DESARROLLO DE LA VIDA NUEVA MEDIANTE LAS OBRAS

La vida nueva del cristiano, no sólo es frágil y precaria, sino también imperfecta y en desarrollo. La gracia
es el germen de la gloria. Es un comienzo, que exige un crecimiento, una semilla, que ha de madurar hasta
la plenitud de Cristo, la plena conformación con Él en la gloria. El cristiano vive una situación de “ya y
todavía no”: “está salvo, pero en la esperanza” (Rom 8, 24). La gracia ha de perfeccionarse, mediante el
sometimiento progresivo de la naturaleza, de manera que Cristo sea el principio ordenador de toda la
existencia, el Señor absoluto del cristiano.

a. La vida nueva se desarrolla y profundiza mediante el ejercicio de las obras buenas. En el AT la


alianza comporta la observancia de la Ley divina: “Hoy te has convertido en el Pueblo de Yahveh tu Dios.
Escucharás la voz de Yahveh tu Dios y pondrás en práctica los mandamientos y preceptos, que yo te
prescribo hoy” (Dt 27, 9-10). Cumplir los mandamientos, significa ser sabio (Eclo 1, 26; 19, 20), conseguir
la vida (Prov 19, 16) y la inmortalidad (Sal 6, 18). Por eso los Salmos presentan la Ley divina como un
descanso para el alma, una luz para los ojos, un gozo del corazón, una fuente de bienaventuranza (cfr. Sal
19, 8-10; Sal 119). “Dichoso el hombre... que se complace en la ley de Yahveh, su ley susurra día y noche.
Es como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto... Todo lo que hace, sale
bien” (Sal 1, 1-3).

Evidentemente no se trata de una observancia exterior y formal, sino de una observancia que nace del
corazón, de una adhesión vital a la voluntad divina (Jer 31, 32; Ez 36, 26-27).

En el NT Jesús rechaza el formalismo religioso de los fariseos. Ellos observan escrupulosamente las
prescripciones externas, pero descuidan “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe”
(Mt 23, 23-32).

También los discípulos tienen su ley, expresada y proclamada en el “Discurso de la Montaña”. No basta,
pues, invocar el nombre del Señor, no basta una religiosidad abstracta y sentimental. Es preciso cumplir la
voluntad de Dios, expresada en los mandamientos (Mt 7, 21-23). Uno no puede conseguir la vida eterna, si
no guarda los mandamientos (Mt 19, 16-20).

Jesús mismo no ha vendido a abolir 'la Ley y los Profetas, sino a perfeccionarla y darle cumplimiento (Mt
5, 17-18). El la resume toda en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo (Mt 22, 37-40) y exige que

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sus discípulos la cumplan de manera perfecta: “Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y
fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 5, 20).

En la misma línea está el mensaje de San Pablo. El Apóstol distingue en la historia de la salvación 4 etapas:
La ley inicial dada a los primeros hombres; la justificación por la fe (Abraham); la ley mosaica; y
finalmente la ley de la gracia en Cristo Jesús. La ley del AT es buena, como todas las obras de Dios. Pero
ella no justifica y no da la fuerza de cumplirla. Sólo revela el pecado, aumentando la responsabilidad. En el
plan de Dios la ley mosaica tenía el rol de pedagogo: hacía experimentar la impotencia del hombre,
orientando a Cristo, suscitando el deseo de Cristo. .Con la llegada de Cristo, la ley antigua es abolida. El
cristiano está libre: no es hijo de Agar la esclava, sino de Sara la mujer libre. El puede conseguir la
salvación, adhiriendo a Cristo mediante la fe (Ga 3-5; Rom 3-7).

Eso no significa que el cristiano no tenga ninguna obligación moral. El también tiene su ley. La ley del
cristiano no es una norma impersonal, sino es una Persona, es decir Cristo (Ef 4, 20). Se trata de
conformarse con Cristo, amando a Dios y a los hermanos como Él los amó. Y eso es posible, porque Cristo
otorga al cristiano su Espíritu, que derrama en los corazones el amor (Rom 5, 5). El Espíritu Santo es el
principio subjetivo de la moralidad cristiana: asimila a Cristo, que es la Ley, dando la capacidad de amar y
vivir así como Cristo. Cumplir la ley, quiere decir vivir de manera digna del Señor, agradar al Señor (Col 1,
10), revestirse de Cristo (Rom 13, 14), tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (Fi 2, 5), vivir toda la
vida personal “en Cristo Jesús” (164 veces en San Pablo).

Sin embargo, ¿por qué aun hay leyes y normas extrínsecas para el cristiano? San Pablo y los Apóstoles a
menudo dan detalladas exhortaciones morales y presentan listas de pecados, que excluyen del Reino de
Dios. En efecto mientras vive en el mundo, el cristiano experimenta las tentaciones de la concupiscencia y
del mundo. Su renovación espiritual no es todavía completa. Por tanto necesita siempre la ayuda de la ley,
las enseñanzas, las exhortaciones, las correcciones, las orientaciones... Las normas morales lo ayudan a
cumplir las obras buenas, para conformarse plenamente con Cristo, fortaleciendo y profundizando su vida
de gracia.

b. El problema de las obras del bautizado es otro punto de divergencia entre Católicos y Protestantes.
Los Católicos acusan a los Protestantes de restar importancia a las obras buenas. Los Protestantes acusan a
los Católicos de ser fariseos y pelagianos, porque insisten en las obras buenas, casi estas pueden merecer la
vida eterna.

Para los protestantes, el hombre es justo por la justicia de Cristo, que es perfecta. Sus obras, pues, no tienen
ningún valor. La salvación y la vida eterna no dependen de las obras del hombre, sino son frutos de la
SOLA GRACIA divina. Cuando el cristiano pone su confianza en las obras buenas, él se coloca así mismo
en el centro. Es impulsado a confiar en sus fuerzas y no en Dios. Además siendo sus obras siempre
imperfectas y pecaminosas, nunca podrá librarse de la angustia (Lutero). El hombre, pues, consigue la
salvación, no confiando en sus obras, sino en Cristo Jesús mediante la fe. Cristo nos ha liberado de la
esclavitud de la ley. Las obras buenas del bautizado no son más que el fruto espontaneo de la presencia del
Espíritu en El.

Sin embargo, reaccionando contra una corriente antinomista, que pretendía anunciar el puro evangelio sin
las normas morales (Agrícola), Lutero fue obligado a afirmar la importancia de la ley también para los
justificados. La ley tiene un triple significado:
39
1. Teológico: hay que predicarla, para convencer al hombre de su importancia, de manera que se abandone
la misericordia de Dios.

2. Político: la ley proclama el orden externo, necesario en la vida social. Ella controla a los malhechores y
los obliga a caminar rectamente.

3. Didáctico: la ley manifiesta la voluntad divina, ilumina y ayuda al bautizado a vivir conforme al
evangelio.

La enseñanza de la Iglesia Católica nos la presenta el Concilio de Trento en el documento sobre la


justificación. Se puede resumir así:

a. La verdadera conversión comporta el propósito firme de comenzar una vida nueva en la observancia de
los mandamientos (cap. 7).

b. El bautizado con la ayuda de Dios puede y debe guardar los mandamientos divinos (cap. 11).

c. Mediante la observancia de los mandamientos y las buenas obras el bautizado crece en la justificación y
en la gracia (cap. 10).

d. No se puede decir que el justo peca al menos venialmente en todas sus obras buenas o que peca en todas
sus obras, cuando las realiza en vista del premio eterno, (cap. 11).

e. La perseverancia en las buenas obras es un don de Dios, que Él concede a todos los que lo piden, si
corresponden con fidelidad a las gracias recibidas (cap. 13).

3- CONCLUSIÓN

Después de lo dicho, ¿por qué son necesarias las obras buenas? Podemos resumir la enseñanza de la Iglesia
en estas afirmaciones.

Son necesarias primero porque las obras buenas son una exigencia de la fe. La fe sin las obras está muerta
(Sto 2, 17). Puede salvar sólo la fe, “que actúa por la caridad” (Ga 5, 6), es decir que se encarna en las
obras del amor a Dios y al prójimo (cfr. 1 Cor 13, 1-3).

Luego porque las obras son una exigencia de la filiación adoptiva. El cristiano es hijo de Dios y vive su
condición filial, cumpliendo la voluntad del Padre, expresada en los mandamientos.

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Finalmente porque mediante las obras buenas el bautizado puede profundizar su opción fundamental por
Dios, haciéndola penetrar en todos los niveles de la persona, para conformarse cada vez más con Cristo,
perfeccionando su vida de comunión filial con Dios, hasta llegar “a la unidad de la fe y del conocimiento
pleno del Hijo de Dios, al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef 4, 13).

SEGUNDA CLASE

INTRODUCCION A LA BIBLIA Y PENTATEUCOS

TEMA 1

¿QUÉ ES LA BIBLIA?
«Jesús fue a Nazaret, el pueblo donde se había criado. En el día de reposo entró en la sinagoga, como era su
costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras» (Lucas 4, 16).

Eje del Tema:

La Biblia es una colección de 73 libros en uno solo que nos habla de la Historia de Salvación. Este libro
nació en el antiguo Pueblo de Dios y fue recibido en la Iglesia como Palabra de Dios que se dirige a
nosotros. Queremos conocerla, meditarla y llevarla a la práctica.

1. Un conocimiento bíblico fundamental:

En casi todas nuestras casas tenemos la Biblia, tal vez en nuestra biblioteca o a la par de nuestro libro
favorito, o puesta sobre la mesa o en un altarcito. Tal vez, en alguna ocasión, leemos algún pasaje de ella.
A veces nos cuesta entenderla. Otras veces nos ayuda a conocer mejor a Dios o a Jesús. Muchos de
nosotros no la leemos porque decimos que la Biblia es muy «enredada» o que es asunto nada más «de los
padres y de las monjas», que a lo mejor si la leemos es peligroso «volcarse», porque probablemente son los
hermanos separados los que más la estudian o meditan.

Claro está que para conocer la Biblia hay que ir poco a poco, como cuando uno va a conocer un lugar o una
familia: primero hay que observar y luego uno se va metiendo más y va tomando confianza.

Después de haber hecho un inicio con el estudio de «Mis primeros pasos con la Biblia», ahora, con los
presentes temas lo que se pretende es poner al alcance de todos un estudio bíblico fundamental. De esta
manera que tendremos los suficientes conocimientos de la Sagrada Escritura, y podremos comprenderla,
profundizarla y vivirla.

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Es necesario que seamos pacientes: ir despacio, estudian-do, repasando los temas, y ojalá haciendo nuestro
estudio en la parroquia donde vivimos y celebramos la fe.

2. ¡Dios quiere comunicarse con nosotros!

Primero que nada, hay que decir que Dios quiere comunicarse con nosotros, quiere encontrarse con el
hombre, creado a su imagen y semejanza. Y tiene sus maneras de hacerlo. Lo hace a través de las cosas
creadas en que admiramos su poder, su sabiduría y su belleza. También a través de las personas y de los
acontecimientos o sucesos diarios. Pero se ha comunicado en forma especial con el pueblo de Israel y con
nosotros que somos la Iglesia: primero eligiendo a su pueblo, orientándolo por medio de sus escogidos
como Moisés, David o los profetas pero mejor aún por medio de Jesús, que es «Dios con nosotros», quien
nos comunica el mensaje del Padre y su voluntad de salvarnos.

Los cristianos hemos guardado las palabras y los hechos del Señora través del tiempo en un libro que es la
Biblia, la Palabra de Dios. El pueblo de Israel tuvo sus libros santos donde guardó los recuerdos de Dios
hasta la llegada de Jesús. Nosotros también en el libro santo, la Biblia, que tenemos en nuestros hogares.

3. ¿Qué es la Biblia y en cuántas partes se divide?

Pero, entendamos desde el principio que la Biblia no es un libro, sino una colección de libros (en un sólo
tomo empastado y bien presentado) que han ido apareciendo a lo largo de la historia del pueblo de Dios. La
Biblia es una pequeña biblioteca. Precisamente la palabra «Biblia» significa «libros». Libros muy variados
que nos narran la Historia de la Salvación, la experiencia de Dios que tuvo Israel con el Señor y de los
cristianos con Jesucristo. Libros muy variados en extensión, en temas, y escrito por diversos autores que
nos han llegado en un solo volumen. En total, la Biblia se compone de 73 libros o escritos diferentes. Se
divide en dos grandes partes distintas:

 El Antiguo Testamento que tiene 46 libros. Es el conjunto de libros inspirados y reconocidos como tales
que se refiere al tiempo antes de la venida de Cristo al mundo, que nacieron en el pueblo hebreo.

 El Nuevo Testamento que tiene 27 libros. Es el conjunto de libros inspirados y reconocidos como tales,
que nos hablan de Cristo y de los primeros tiempos de la vida de la Iglesia. Podemos ver nuestra Biblia e
irnos al índice para que nos demos cuenta de sus diversos libros reunidos en uno solo.

4. La lista o canon de los libros bíblicos.

Del Antiguo Testamento tenemos estos 46 libros divididos en cuatro secciones:

 Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

 Libros históricos y narrativos: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes, 1 y 2 Crónicas, Esdras,


Nehemías, Rut, Tobías, Judit, Ester, 1 y 2 Macabeos.

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 Libros sapienciales: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar, Sabiduría y Eclesiástico.

 Libros proféticos: Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amos,
Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías.

Del Nuevo Testamento tenemos sus 27 libros divididos así:

 Evangelios Sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas.

 El libro de los Hechos de los Apóstoles.

 Las Cartas de San Pablo: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2
Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón.

 El Evangelio y las tres Cartas de Juan (1 -2-3).

 La Carta a los Hebreos y las Cartas Católicas: Santiago, 1 y 2 Pedro, Judas.

 El libro del Apocalipsis.

5. ¿Por qué habíamos de la palabra «Testamento»?

Hemos hablado de que la Biblia está dividida en dos grandes partes: el Antiguo y el Nuevo Testamento. La
palabra «Testamento» no significa aquí lo que nosotros entendemos: «hacer el testamento», o «dejar
testamento» como cuando alguien, al morir, hace un acto jurídico ante un abogado, para dejar sus bienes a
sus deudos o herederos. El término «Testamento», de origen latino, ha traducido una palabra hebrea que
suele ponerse al español por alianza o pacto.

El Antiguo Testamento es entonces la alianza entre Dios y los hombres, tal como la descubrió el pueblo
judío. También se conoce con el nombre de Antiguo Testamento el conjunto de libros que expresan esta
relación de alianza.

El Nuevo Testamento es la nueva alianza o nuevo pacto, la nueva forma de relación con el Señor que los
creyentes descubrieron en la vida y las palabras de Jesús; y también, el Nuevo Testamento es el conjunto de
libros que nos hablan de esta nueva alianza. De todo esto hablaremos más cuando estudiemos el Antiguo y
el Nuevo Testamento con sus libros. Lo importante es saber que nosotros los cristianos, veneramos los
libros del Antiguo Testamento como Escritura santa que preparó la venida de Jesús al pueblo de la alianza
y que nosotros conocemos por el Nuevo Testamento. Ambos testamentos completan la Biblia.

DIOS NOS HABLA


«Baruc leyó a todo el pueblo las palabras de Yavé contenidas en el libro, a la entrada de la Puerta Nueva
de la casa de Yavé...» (Jer 36, 10).

Eje del Tema:


43
La Biblia es la Palabra de Dios escrita. Dios, que es su Autor principal, ha querido valerse de autores
humanos y sagrados que escribieron para nosotros estos libros, dándonos así a conocer su designio de amor
con nosotros. Los profetas, y otros testigos cualificados han colaborado con Dios para comunicamos su
mensaje.

1. La Biblia es la Palabra de Dios,

Todos nosotros cuando escuchamos en la liturgia la exclamación «Palabra de Dios», o estudiamos la Biblia
en casa, o en la parroquia, sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios, que en ella Dios nos habla. ¿Cómo
podemos afirmar que la Biblia es la Palabra de Dios escrita?

Los cristianos estamos convencidos de que la Biblia es «Palabra de Dios». La enseñanza de la Iglesia se
apoya en la misma Biblia, al decir que este libro que nosotros estudiamos y meditamos es la Palabra de
Dios, ya que, en la misma Biblia hay una serie de afirmaciones que nos dicen que todo lo que se nos habla
en ella es «Palabra de Dios». Dice la Biblia en Ex 24, 4, que «Moisés puso por escrito las palabras del
Señor», dándonos a entender que la vida religiosa y moral de Israel estuvo dirigida y animada por un texto
escrito. La Biblia se refiere repetidas veces al texto escrito de la Ley (ver Dt 30, 10; Jos 8, 31-34).
También nos cuenta que al regresar el pueblo de Dios del destierro de Babilonia, Esdras, que era un
maestro de las Escrituras, llegó con un rollo de la Ley y lo leyó ante el pueblo (ver Esd 7, 25; Neh 8, 1-8).

2. En el Antiguo Testamento.

En la Biblia la expresión «palabra del Señor», especialmente en el Antiguo Testamento aparece nada
menos que 241 veces. Por ejemplo, en Oseas 1,1 se dice así: «Palabras que Yahveh dirigió a Oseas». Pero
es en el Nuevo Testamento donde se nos dice que el Evangelio es el medio, por el qué el Espíritu Santo se
ha comunicado a los hombres: «los hombres de Dios hablaron movidos por el Espíritu Santo (2 Ped 1, 20-
21).

En los escritos de los profetas, se nos hace ver que estos hombres estaban convencidos de que sus propias
palabras, eran Palabra de Dios para las generaciones futuras. A veces sus palabras se coleccionaban bajo el
título: Palabra del Señor que recibió Fulano.

Por ejemplo, en Oseas 1, 1 se dice así: <<Palabra de Yahveh dirigió a Oseas>>. Pero es en el Nuevo
Testamento se nos dice que el Evangelio es el medio, por el que el Espíritu Santo se ha comunicado a los
hombres, <<los hombres de Dios hablaron movidos por el Espíritu Santo>> (2 Ped 1, 20-21).

3. En el Nuevo Testamento.

Los apóstoles predican el evangelio a judíos que reconocen la Escritura como norma de verdad, y basan en
la misma Escritura sus discusiones con éstos (ver He 1, 16; 17, 2.11; 18, 28). Los escritos del Antiguo
Testamento son fuente de verdad (Mt 22, 29; Mc 12, 24-27), son palabras proféticas que dan testimonio en
favor de Cristo: «Las escrituras hablan en mi favor...» (Ver Jn 5, 39; He 8, 32-35), pero sólo pueden
entendidas cuando Jesús las explica (ver Lc 24, 27.32.45; Jn2, 22). Son palabras de Dios (Jn 10, 35). San
Pablo considera los escritos del Antiguo Testamento como palabra irrevocable de Dios. Afirmar que «la
Escritura dice» es, para San Pablo, dar a entender que Dios habla por ellos (Rom 10, 15.17). Todos estos

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testimonios manifiestan que la Iglesia apostólica consideró los escritos del Antiguo Testamento como un
don recibido de Dios e instrucción suya. Son escritos inspirados por Dios y revestidos de su misma
autoridad. Por esta razón son «Escrituras santas». En 2 Ped 3, 16 se coloca a las Cartas de San Pablo en el
mismo plano que los escritos del Antiguo Testamento. De esta manera se reconoce que la Iglesia de Cristo,
además de los escritos del Antiguo Testamento, tiene sus propios escritos sagrados, que tienen la misma
autoridad y el mismo carácter divino que los del Antiguo Testamento. En 1 Tim 5,18 se citan con el mismo
valor de «Escrituras» un texto del Antiguo Testamento (Dt 25, 4), y otro del Nuevo Testamento (Le 10, 7).
La Sagrada Escritura no es solo un escrito acreditado por Dios, sino su propia Palabra que ha tomado la
forma de un libro. En este tiempo se escriben muchos libros y cada uno de ellos lleva el nombre de su
autor. El autor es el único que ha redactado su libro y es por eso que es suyo, y nadie tiene derecho a tocar
lo que escribe o a decir que «yo fui quién escribió el libro», si es otra persona la que quiere suplantarlo. No
pasa así con la Biblia.

4. En la Biblia, Dios es el Autor Principal...

Ciertamente el autor principal de la Biblia es Dios. Pero Dios «escribe» por medio de los hombres. Las
palabras de los profetas son la Palabra de Dios, los hombres hablan o escriben movidos por el Señor. La
Palabra de Dios ha quedado escrita en la Biblia. Los que escribieron la Biblia fueron hombres de carne y
hueso, con su manera de ser y de pensar, que vivían en su propia cultura judía, tenían su lenguaje y su
religión, su comunidad en la que vivieron, su propia personalidad, su estilo, incluso sus dichos y maneras
de hablar y de expresarse. (Ver tema 5. Los géneros literarios del curso "Mis primeros pasos con la
Biblia").

Pero Dios quiso valerse de ellos para hacernos llegar su mensaje hasta nosotros. En una palabra: Jeremías,
Ezequiel, Lucas y Pablo, aunque estaban inspirados por Dios, eran verdaderos autores literarios, que
escribían con esfuerzo, consultaban fuentes, pensando con su propia mentalidad, redactaron con su propio
estilo, conservando su manera de ser, y manifestándose como tales al escribir sus libros, aunque éstos sean
inspirados. Dios es el autor de la Biblia y el hombre también, animado por el Espíritu Santo.

5. ¿Cómo se fueron componiendo los libros bíblicos?

Ahora bien, la Biblia se fue formando poco a poco, con el paso del tiempo, a través de siglos, de años,
fueron naciendo sus libros. No hay entonces un solo autor humano, sino muchos. Hay algunos libros que
llevan el nombre de su autor, otros no, y no siempre su nombre es definitivo, pues los autores de un libro
podían poner el nombre de otro, o un seudónimo. Hay otros libros que están escritos por varios autores y a
largo de varios o muchos años y al final alguien lo recopiló en un solo libro. Así pasa, por ejemplo con el
libro del profeta Isaías y mucho más con el libro de los Salmos. Lo importante para nosotros es que:

«En la composición de los libros, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas

sus facultades y talentos. De ese modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores

pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería».

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(Concilio Vaticano II, Sobre la Divina Revelación. No. 11).

Este documento conciliar habla de la importancia de la Sagrada Escritura. En el próximo tema vamos a
estudiar lo que es la inspiración bíblica.

Para dialogar y compartir:


1. ¿Qué es la Biblia y en cuántas partes se divide?

2. ¿En qué sentido hablamos de «testamento» aquí?

3. ¿Cuántos libros tiene la Biblia? Hacer una lista en un cartel y ponerla a la vista para aprender los
libros.

4. Busquemos en el curso bíblico de «Mis primeros pasos con la Biblia», el tema No. 1 para
ayudarnos con este tema.

5. ¿En qué sentido hablamos que la Biblia es Palabra de Dios?

6. ¿Cómo se expresa en la Biblia esta convicción?

7. ¿Quién es el autor principal de la Biblia?

8. ¿Cómo trabajan los autores de los textos? Ver que nos dice al respecto el No. 11, del documento
«Dei Verbum» (Sobre la divina Revelación) del Concilio Vaticano II.

ORACION
Te damos gracias Señor, porque nos has dado tu palabra a través del Libro Santo, que es la Biblia, escrita
por los hombres bajo tu guía amorosa, para nuestra salvación. Que la meditación de la Escritura nos lleve a
conocer la Palabra que es Cristo, tu Hijo el Señor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Amén.

Salmo 119 ¡Tu palabra me da vida confío en ti, Señor. Tu palabra es eterna, en ella esperaré!

46
TEMA 2

DIOS NOS DA SU PALABRA EN LA ESCRITURA INSPIRADA

«Todos los textos de la Escritura son inspirados por Dios, y son útiles para enseñar, para rebatir, para
corregir, para guiar en el bien» (2 Timoteo 3, 16).

Eje del Tema:

Todos los libros de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, han sido inspirados por Dios,
quien es su autor principal. El Espíritu Santo ha iluminado la mente y la inteligencia de los autores
sagrados, para que pusieran por escrito sólo lo que el Señor quería revelarnos. Dios se valió de ellos, con
sus maneras de escribir y de expresarse. Todo ello no fue un dictado de Dios, sino un influjo especial del
Espíritu, de tal modo que la Escritura es, tanto palabra de Dios, como palabra humana.

Algunas veces cogemos una guitarra y componemos una canción. Otras veces un lápiz y papel y
componemos un poema. Las demás personas al oírnos podrían decir: ¡estuviste inspirado, pues qué
sentimiento tenían tu canción o poema! Probablemente sí que estaríamos en un buen momento para cantar
o componer algo que nos viniera del corazón, ¿no es así?

En el caso de la Biblia no es lo mismo, porque no viene simplemente del corazón o de un sentimiento, sino
de Dios. Si en el anterior tema decíamos que los libros bíblicos tuvieron autores humanos, los creyentes
afirmamos que tienen otro Autor más importante y esencial que los primeros y ese es Dios mismo. Por eso
los escritores de la Biblia fueron «instrumentos» de Dios. Vamos a precisar esto un poco.

1. La Escritura, inspirada por Dios.

En La Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento, se atribuyen al Espíritu Santo las profecías (1 Ped 1,
10), los salmos de David (Mc 12, 36) y la predicación de los que anuncian el Evangelio (1 Ped 1, 10-12).
Se afirman que proceden del Espíritu Santo, no sólo la palabra profética hablada, sino también la escrita (2
Ped 1, 20-21)

La eficacia salvadora de la Sagrada Escritura está en el hecho de que ha sido «inspirada por Dios» (2 Tim
3,14-17).

2. La experiencia de la inspiración en el pueblo de Israel,

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Para que entendamos la idea que el Antiguo Testamento tiene de la inspiración de la Escritura, es bueno
compararla con la inspiración profética. Los profetas sienten que están animados por la fuerza de la Palabra
de Dios (Am 3, 8; 7, 14). Para expresar el impulso divino hacia la actividad profética, el profeta Ezequiel
emplea la expresión «la mano del Señor cayó sobre mí» (Ez 8,1). El profeta recibe la palabra de la boca de
Yavé (ver Ez 3, 17), su predicación se identifica con lo que la boca de Yavé ha dicho (Ez 33, 7). El profeta
nunca aparece como, inactivo ante la Palabra de Yavé, como si fuera nada más que un instrumento que se
limite sólo a repetir un mensaje «como un loro» (ver Is 1, 20; 40, 5; 58, 14: Jer 15, 19).No. El profeta está
personalmente comprometido, el contenido del mensaje es en el profeta una convicción profunda. La
palabra de Yavé llega al profeta desde fuera: «recibí esta palabra del Señor» (ver Jer 1, 2.4.11.13). Pero al
mismo tiempo esta palabra brota desde lo más profundo de su alma (Ez 3,16; Zac 4, 8).

3. ¿Cómo entienden la inspiración de la Escritura los Santos Padres y los teólogos?

A veces se ha juzgado equivocadamente que un escrito estaba inspirado por Dios, sólo por el hecho de
contener las acciones del Señor en favor de su Pueblo. Creer que la Sagrada Escritura está inspirada es
distinto que creer que Dios interviene en la historia para salvar a Israel, o también que una palabra fue
pronunciada por un profeta, un legislador o un sabio, con una intención salvadora. Concluir que el
documento escrito que recoge las «hazañas» de Dios, o las palabras dichas en su nombre, es un documento
inspirado, ya es otra cosa.

4. El autor sagrado de la Escritura es un «instrumento de Dios»

Los autores del siglo II comparaban al profeta o al escritor sagrado con un instrumento musical tocado por
Dios. Con esta imagen se daba a entender que la palabra de Dios no puede ser percibida, si no es traducida
al lenguaje humano por el hombre. Desde tiempos de San Ambrosio y San Agustín (s. IV), se habla de Dios
como autor de la Sagrada Escritura. Santo Tomás de Aquino (s. XIIII) precisa esta afirmación diciendo que
Dios es el autor «principal», y el autor sagrado es el autor «instrumental». La doctrina de que el Espíritu
Santo se ha servido de hombres para escribir, como sus instrumentos, fue utilizada por los Papas León XIII
en 1893, y Pío XII en 1943, en sus documentos sobre la Biblia.

5. Más que instrumentos son verdaderos autores literarios

De modo muy significativo, los Padres del Concilio Vaticano II, a cambio de «instrumentos», dicen que los
autores de los escritos bíblicos son «verdaderos autores literarios», sin negar, claro está, su condición de
autores subordinados a la acción de Dios. Quizá al no hablar ya de «instrumentos», trataron de que la
inspiración de la Biblia, no se viera como algo mecánico, algo así que estos escritores fueran simples
secretarios de Dios, que escribirían palabra por palabra la Biblia. Veamos, al respecto, lo que nos enseña el
Magisterio de la Iglesia.

6. ¿En qué consiste la inspiración bíblica?

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La Iglesia enseña, en su doctrina oficial, que la Biblia ha sido inspirada por Dios. Y sobré esto, el Concilio
Vaticano II hace cuatro afirmaciones:

 Todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento han sido escritos por inspiración del Espíritu Santo.

 Tienen a Dios como autor.

 Como tales, han sido confiados a la Iglesia.

 Los escritores inspirados son también verdaderos autores literarios de los libros sagrados (Constitución
Dei Verbum No. 11).

Por consiguiente, aquí nos encontramos con una doble afirmación que nos interesa y de la que hablábamos
ya en el tema anterior: que Dios es el autor de todos los libros, y estos libros tienen sus autores humanos
que son verdaderos autores literarios. ¿Cómo podemos unir ambas afirmaciones? Por un lado, está claro
que cuando afirmamos que Dios es verdadero autor de la Biblia, no nos referimos a la sola intervención de
su providencia. Porque en ese sentido podemos decir que de alguna manera Dios es el autor de todo. Por lo
tanto se trata de una intervención especial de Dios en el caso de los escritos bíblicos: Por otro lado, hay que
tener en cuenta que los autores humanos de la Biblia son verdaderos autores, es decir, personas que han
actuado con todas sus facultades al escribir sus obras. Entonces, ¿en qué sentido se puede decir que Dios es
verdadero autor de la Biblia?

Para responder a esta cuestión, vamos a ver primero lo que no es inspiración.

La inspiración no consiste:

 En un mandato o invitación de Dios al escritor para que escriba, dejándole luego solo a su suerte o a sus
propios recursos en la composición de su obra.

 En un especial cuidado por parte del Espíritu Santo para que el autor no se equivoque, ya que eso es más
bien lo propio de la infalibilidad del Papa o de un Concilio Ecuménico.

 En el solo hecho de que la Iglesia, dé su aprobación a un libro determinado.

 En una especie de dictado de Dios al autor humano, porque en este caso, el autor humano no sería
verdadero autor como tal, sino simplemente un secretario al que le dicen «ponga esto o lo otro» y nada
más.

7. ¿Qué es, entonces, la inspiración bíblica?

La inspiración de la Escritura implica un influjo específico positivo del Espíritu Santo en las facultades del
escritor, de tal profundidad y eficacia que se puede decir que la obra escrita tiene al Espíritu Santo como
principal autor. Así y todo, al afirmar esta acción de Dios no tenemos que imaginarnos que el autor humano
sea un secretario o mecanógrafo que tiene que poner por escrito lo que se le ordene. No olvidemos que los

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escritores bíblicos son verdaderos autores literarios de sus escritos en un grado no inferior al de cualquier
otro autor humano. Y sin embargo, Dios es autor en un sentido más pleno y radical que el escritor sagrado,
aunque en un nivel diferente.

DIOS SE EXPRESA EN NUESTRO LENGUAJE HUMANO


«Cuando se hizo silencio, Pablo les habló en hebreo diciendo:...» (Hechos 21, 40).

Eje del tema:

La Biblia fue redactada en lenguas antiguas, hebreo, arameo y griego, lenguas habladas por los autores
sagrados, miembros del pueblo antiguo de Dios. En hebreo se redactó el Antiguo Testamento (con partes en
arameo) y el Nuevo Testamento se redactó en griego que era la lengua común del ambiente mediterráneo.
Con el tiempo se fueron haciendo traducciones, en especial al latín, la lengua de la Iglesia y posteriormente
a las lenguas modernas.

Todos nosotros sabemos el español, la lengua que se habla en España y América Latina. El español nació
de la lengua latina pero al traerlo aquí los españoles, se mezcló con palabras de nuestros aborígenes o
recibió algunas de las nuestras: «maíz», «Guanacaste», «toboba», para poner algunos ejemplos. También
sucede que en el lenguaje popular, hablamos nuestro propio español «a lo tico» con nuestras maneras y con
palabras de acá que no forman parte del idioma de España, pero sí de Costa Rica como «chicha», «tamal»,
«pozol», «guaría», «maje», «güila», «jocote», «marimba», «guacal», etc. Pero, por lo general, antes que
escribir, sabemos hablar y expresarnos «oralmente». Eso ya lo experimentan un niño pequeño o un
analfabeto. Hablan pero no escriben.

1. El redactor sagrado, un hombre de su tiempo...

La Palabra de Dios, que recoge la Sagrada Escritura, se manifiesta bajo una forma humana. Los libros
bíblicos, inspirados por Dios, se presentan ante nosotros como escritos redactados por unos hombres que
hablaban y escribían en la lengua de unos pueblos concretos, que vivieron en ámbitos culturales y tiempos
bien determinados.

Efectivamente, los autores sagrados escriben lo que Dios les revela, luego de haberlo comprendido y
formulado en su mente, su inteligencia, su imaginación y su sensibilidad humana, y con las formas de
expresión de la cultura y época en que viven. Presentan el contenido de la revelación divina por medio de
las palabras humanas. La acción inspiradora de Dios no les ahorró el esfuerzo ni anuló ciertas limitaciones,
propias de los autores no inspirados: imperfecciones gramaticales, deficiente capacidad de expresión, de la
lengua empleada, aceptación de las ideas de su tiempo sobre los astros, las plantas y sobre la vida humana,
y que para la ciencia actual resultan erróneas.

2. Las lenguas en que se escribieron los libros bíblicos.

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Los autores bíblicos, que vivieron en otro tiempo y época que nosotros pertenecieron a pueblos del Antiguo
Oriente (Babilonia, Egipto, Mesopotamia, Canaán), o del mundo Mediterráneo (Grecia, Roma) que tenían
una escritura muy distinta a la nuestra, escribieron la Biblia básicamente en tres lenguas: hebreo, arameo y
griego. A las primeras se les llama lenguas semitas y al griego, lengua koiné o común, no el griego clásico
o culto.

Este griego bíblico, es un poco más simplificado, era la lengua común de todo el ambiente mediterráneo, y
se habló casi durante ocho siglos, ayudó mucho a la difusión del cristianismo, pues era como el inglés en la
actualidad.

3.- El hebreo, el arameo y el griego

El hebreo es una lengua semita que los israelitas en contra «I conquistar Palestina, y fue la lengua que
habló el pueblo la mayor parte de su historia. Se convirtió en lengua escrita y culta cuando la lengua del
pueblo fue el arameo. Esta situación se prolongó hasta el tiempo de Jesús. Los escribas o maestros del
Nuevo Testamento hablan de la lengua hebrea al referirse al arameo (Jn 5, 2; 19, 13.17; 20,16; He 21, 40).

Casi todo el Antiguo Testamento se escribió en hebreo y algunas partes en arameo. Ambos se parecen
mucho. El arameo, lengua de la región siro-arábiga, pasó a ser lengua internacional de la diplomacia y el
comercio en el siglo VII antes de Cristo. En los tiempos del rey persa Darío I (521 -485 A.C), el arameo fue
la lengua utilizada la para unir las relaciones entre los diversos países que componían el imperio persa.

4. Del griego al latín…

El Nuevo Testamento se escribió en griego, la lengua hablada en el ambiente del Mediterráneo. Pero
también el Antiguo testamento fue traducido al griego. Hubo una traducción del Antiguo testamento
famosa llamada «Versión de los Setenta», porque en una leyenda que fueron setenta los sabios o escribas
que dijeron al griego el texto hebreo del Antiguo Testamento. Al pasar el tiempo, tanto el Antiguo
Testamento como el Nuevo Testamento fueron traducidos al latín en diversos momentos, siendo la
traducción latina llamada Vulgata, hecha por San Jerónimo, la más conocida entre los siglos IV y V d. C.,
en la Iglesia y que ha llegado a nosotros.

5 ¿Qué importancia puede tener esto para nosotros?

Los escritores sagrados al usar una lengua concreta (el hebreo, el arameo y el griego) lo hacen por ser
miembros de un pueblo, de una comunidad que habla y se expresa, como toda comunidad o pueblo en el
mundo, como nosotros que tenemos nuestro idioma y nuestras maneras de hablar. Pero también la Palabra
de Dios al hacerse palabra humana, asume una lenguas concretas, como las que vimos con todas sus
características. El mismo Jesucristo, al hacerse hombre y vivir como nosotros, en su pueblo, el pueblo
judío, habló la lengua de su comunidad: el arameo, lo mismo sus discípulos y los primeros evangelizadores
que aprendieron la lengua griega para poder comunicar la palabra de Dios a los que hablaban griego.

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6. Los materiales en que se escribió la Biblia

La piedra

• En los tiempos en que se fue escribiendo la Biblia no existían los libros tal como los conocemos, pero sí
ya se escribía y se utilizaba otro tipo de material distinto del papel. En épocas antiguas se escribió sobre
piedra, pero apenas unas cuantas letras, por ejemplo, las tablas de la ley de Moisés: «Cuando el Señor
acabó de hablar con él, dio a Moisés en el monte Sinaí, las dos tablas de piedra, escritas por el mismo dedo
de Dios» (ver Éxodo 31, 18).

El cuero y el papiro

• Al pasar el tiempo, se escribió en cuero en forma de rollo. Desde el tercer milenio antes de Cristo los
egipcios habían inventado la técnica de fabricar el papiro, que era una especie de caña que crecía
antiguamente en el río Nilo, y lo procesaban descascarando el tallo y cortándolo en tiras, uniéndolas y
cosiéndolas, obteniendo así unas hojas en las que se podía escribir. Varias hojas de papiro cosidas una junto
a otra, formaban un rollo.

Códices y pergaminos

• Desde el siglo II d. C., se empezaron a hacer en Egipto «códices» de papiro ya que los rollos eran grandes
e incómodos. Las hojas de papiro se cortaban y cosían por la mitad como nuestros libros actuales. Se
conservan códices de papiro con textos del Antiguo y Nuevo Testamento del siglo II y III d. C. También se
fue usando el pergamino, fabricado con cuero de animales (vaca, cabra u oveja) que era más cómodo para
escribir en él. Fue descubierto por ahí del siglo II d.C. en la ciudad de Pérgamo, Grecia, de allí su nombre.
A mediados del siglo IV d. C. sustituyó al papiro. También se usó la «vitela» (vitela quiere decir ternera)
un pergamino más fino para los manuscritos de lujo y empleado a partir del siglo XIII.

El papel

• El uso del papel no llegó a Europa sino hasta el siglo VIII pero el primer libro impreso que se conoce de
la Biblia, se llamó la Biblia de Gutenberg (llamada así por el apellido del señor que inventó la imprenta)
impresa hacia el año 1455, en latín (la Vulgata). Se hicieron ejemplares tanto en papel como en vitela.

7. ¡No tenemos los escritos originales, pero sí muchas traducciones!

Los textos originales de la Biblia se han perdido. Esto sucede con todos los libros antiguos. Por eso
actualmente sólo nos quedan copias, varias de las cuales son bastante cercanas al original. Durante siglos,
antes de inventarse la imprenta, las copias se hacían a mano, letra por letra. Mucha gente no puede leer la
Biblia en el idioma primitivo porque no sabe el hebreo, el griego o el arameo. Para suplir este
inconveniente, han surgido las traducciones, que ya existían desde los tiempos de Cristo, por ejemplo la
Biblia de los Setenta de la que hablábamos (traducida del hebreo al griego). Hoy la Biblia está traducida a
todos los idiomas y nosotros tenemos nuestras Biblias traducidas al español.

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8. Las traducciones al castellano.

Las traducciones a nuestra lengua comenzaron en la Edad Media, pero sólo llegaron a difundirse en la Edad
Moderna. Los hermanos de otras confesiones cristianas, de habla española, usan las versiones o
traducciones de Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina. Los católicos empleamos varias: la de Nácar
Colunga, la Biblia de Jerusalén, Nueva Biblia Españoladla Biblia Latinoamericana, la Biblia de América, la
Santa Biblia de Ediciones Paulinas y otras más.

Para dialogar y compartir:

1. ¿En qué sentido hablamos de inspiración de la Biblia?

2. ¿Cómo entendían los Santos Padres y los teólogos la inspiración?

3. ¿Qué nos enseña la Iglesia acerca de esto en la Constitución llamada «Dei Verbum», o Divina
Revelación en el No.11?

4. Comente esta frase: «la palabra de Dios no cae directamente del cielo, nos llega solamente a través
de palabras humanas...»

5. ¿En qué lenguas se escribió la Biblia?

6. ¿Qué materiales fueron utilizados para escribir los libros?

7. ¿Qué importancia puede tener para nosotros saber que la Biblia nació en el pueblo de Israel?

8. ¿Qué es una traducción bíblica?

ORACION

Tú Señor, has querido inspirar a los autores sagrados de la Biblia, a escribir lo necesario para nuestra
salvación, te pedimos que el Espíritu de tu Hijo Jesús, nos ayude a entender mejor tu palabra escrita dada a
la Iglesia.

Te damos gracias, Señor, porque tu palabra fue escrita en la lengua del pueblo elegido, para que
aprendiéramos que Tú quieres revelarte a conocerte y entenderte. Que tu palabra, que fue proclamada por
Jesús, tu Hijo, dentro del pueblo judío, nos ayude a las Escrituras. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

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TEMA 3

EL CANON DE LA SAGRADA ESCRITURA


«La Ley, los Profetas y los otros Escritos que vienen a continuación, nos han transmitido
numerosas y grandes lecciones, que han valido a Israel una reputación de ciencia y de sabiduría»
(Prólogo del libro del Eclesiástico).

Eje del Tema:

Al conjunto de libros bíblicos lo llamamos “canon", que significa "lista”. En nuestro canon de la
Iglesia Católica abarcan, tanto los libros del canon del Antiguo Testamento de los judíos de
Palestina (llamados “Protocanónicos”), como los otros libros (llamados "Deuterocanónicos") del
canon griego de los judíos que vivían fuera de Palestina. Ambas colecciones forman, junto con el
Nuevo Testamento, nuestra Biblia.

«No crean que yo vine a suprimir la Ley o los Profetas. No vine a suprimirla, sino a darle su forma
definitiva» (Mt 5, 17).

¡Tengo una Biblia católica y otra «evangélica»! ¿Son la misma Biblia?... ¡Veo que le faltan
algunos libros!

Algunas veces, hemos tenido la oportunidad de hablar con un hermano de otra confesión cristiana
(protestantes o evangélicos como les decimos) tal vez cuando nos hace una visita y nos enseña la
Biblia «evangélica». Le decimos que su Biblia no es la misma que la nuestra, porque le faltan unos
libros. O también tenemos alguna Biblia en la casa, que en su portada dice así: «Dios habla hoy»,
«Biblia con deuterocanónicos».

¿Qué son deuterocanónicos?

1. La Biblia, Palabra de Dios que nace en una comunidad.

Tanto los judíos como los cristianos tenemos la Biblia. Los judíos en el Antiguo Testamento, que
para ellos es Escritura Sagrada. Nosotros tenemos, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo
Testamento, o sea, la Biblia completa. Sabemos que el Antiguo y Nuevo Testamento nacieron en
la experiencia de fe que tuvieron los judíos como pueblo y los cristianos como Iglesia. Es que la
Biblia nació en la comunidad creyente, no cayó del cielo. Se fue formando poco a poco con el
correr del tiempo, gracias a sus auto-res, que escribieron sus textos en épocas y estilos distintos,

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todo esto en una unidad. Hemos visto que la Biblia es una colección de libros, una pequeña
biblioteca de 73 libros.

2. ¿Cómo se llama la lista oficial de los libros bíblicos?

La lista de los libros de la Biblia se llama canon. Es la colección de libros declarados inspirados
por la Iglesia. Todos estos libros contienen por escrito la revelación divina y por eso son para los
creyentes norma de su fe y su conducta. A todos estos libros inspirados los llamamos canónicos.

A propósito del canon bíblico es bueno que conozcamos algunos términos para que tengamos
claro el significado que les da la Iglesia Católica, pues alguno de ellos tiene otro sentido para los
hermanos separados:

 Libros Protocanónicos (o primera lista) son los libros admitidos en un primer momento del
proceso histórico que siguió la Iglesia para reconocer los libros de la Escritura.

 Los libros deuterocanónicos (o segunda lista) son los fragmentos admitidos en un segundo
momento en el canon.

 Deuterocanónicos no quiere decir que no estén inspirados o que contengan «errores». Para
la Iglesia Católica son tan inspirados los protocanónicos como los deuterocanónicos. Los
judíos y los cristianos de otras denominaciones, en cambio, admiten como inspirados nada
más a los protocanónicos.

 Sólo el Antiguo Testamento contiene libros deuterocanónicos. Son éstos: Judit, Tobías, 1-2
Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría, Baruc y algunos capítulos redactados en griego de Ester
y Daniel (ver Dan 3,24-90; 13-14).

 Libros apócrifos son libros parecidos a los de la Biblia, tanto del Antiguo, como del Nuevo
Testamento. No están declarados como inspirados y fueron escritos entre los siglos II a. C.
y III y IV d. C.

Los hermanos separados llaman a los deuterocanónicos «libros apócrifos», porque no los aceptan
como inspirados. Pero los libros apócrifos son otros y no están en ninguna de las Biblias, ni en el
Antiguo Testamento (tanto de los judíos) ni en el Nuevo Testamento de los cristianos. Cosa que no
sucede con los deuterocanónicos que sí están en el canon bíblico de la Iglesia Católica.

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3. ¿Cómo se formó el canon bíblico?

Hagamos un poco de historia del canon bíblico y de su formación.

La tradición judía formó su lista de libros sagrados, tomando como punto de referencia la
autoridad de Moisés, de los profetas y de otros personajes importantes de la historia de Israel. La
vinculación de una serie de libros con estos personajes, con las más antiguas y sagradas
tradiciones de Israel, con el Templo y el culto, hizo que fueran considerados como inspirados por
Dios, y, por los tanto, libros sagrados. Pero entre los judíos había una doble tradición: el judaísmo
palestinense, que tenía su canon en hebreo, y el judaísmo alejandrino, que tenía su canon en
griego. Veamos:

 Los judíos que vivían tanto en Palestina como fuera de ella, tenían el Antiguo Testamento,
los de Palestina escrito en hebreo y los de la diáspora (los que vivían fuera de Palestina) en
griego. Muchos de ellos vivían en Egipto, en Alejandría y usaban una traducción del
Antiguo Testamento en griego llamado de los Setenta, de la cual ya hablamos. El canon del
Antiguo Testamento en hebreo estaba dividido por los judíos en: la Ley, los Profetas y los
Otros Escritos. Veamos el prólogo del libro del Eclesiástico y lo que dice Jesús en Mateo
5,17. En total la Biblia hebrea tenía 24 libros.

 El canon griego de los Setenta tenían también estos libros traducidos al griego y además
los deuterocanónicos (segundo canon) que no estaban en la Biblia hebrea. Ya los hemos
puesto y son siete en total. Hasta el siglo II a. C. ambas comunidades judías no se habían
puesto de acuerdo en definir su canon bíblico.

4. Los judíos de Palestina no aceptaron el canon griego.

Los judíos de Palestina discutían la inspiración de estos libros por estar escritos en griego, porque
se escribieron tardíamente algunos de ellos, por haberse traducido a una lengua que no era el
hebreo, la lengua de las naciones como decían los más conservadores, porque añadieron otros
textos nuevos en griego y por clasificar el canon en un orden distinto al del Antiguo Testamento
hebreo, por eso los judíos de Palestina rechazaron la Biblia griega. Así que hubo dos listas de
libros sagrados del Antiguo Testamento.

5. El canon de! Antiguo Testamento para los primeros cristianos

Para los primeros cristianos que nacieron antes de la redacción del Nuevo Testamento, las
Escrituras eran el Antiguo Testamento. Los que vivían en ambiente judío o palestino usaron el

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canon hebreo, pero los que vivían en ambiente griego usaron la Biblia griega (los Setenta), pues
era más fácil. Y esta Biblia tenía, como ya sabemos, los libros deuterocanónicos.

En cambio, los judíos que tenían la Biblia hebrea, se reunieron afínales del siglo I d. C., en un
Concilio o reunión solemne para fijar definitivamente su lista de libros en los que oficialmente
reconocían la fe de Israel, por lo tanto rechazaron la Biblia griega. Ya para este tiempo existía la
Iglesia Católica y era ella la heredera de la Biblia, puesta que ya tenía el Antiguo y Nuevo
Testamento, la Biblia completa y como tal, tenía que decidir qué libros eran o no inspirada y
canónica.

6. Pero veamos cómo se formó el canon del Nuevo Testamento.

En cuanto a la formación del canon o lista de los libros sagrados del Nuevo Testamento, no todos
los escritos del cristianismo naciente fueron considerados inspirados y normativos para la Iglesia,
y, por lo tanto, incluidos en el canon del Nuevo Testamento.

Algunos escritos, como la «Didajé», que significa «Doctrina de los doce apóstoles», o la carta de
Clemente a los corintios, compuestos en la última década del siglo I d.C., ambos de contenido
netamente cristiano, no fueron, sin embargo, tenidos como inspirados. Sólo 27 libros pasaron a
formar parte del canon o lista de libros sagrados, en un lento proceso de aceptación que duró hasta
el siglo IV d.C., y en el que podemos distinguir varias etapas:

Durante el siglo I d.C., la tradición de Jesús y de los apóstoles constituyó el «canon vivo». El
evangelio de Jesucristo era el criterio para distinguir entre la verdadera y la falsa fe. En el siglo II
d.C. se fueron formando colecciones de escritos a los que se confería una cierta autoridad dentro
de las iglesias. Pero fue en el siglo III D.C, cuando se completó el canon, se dio al conjunto de
estos escritos el nombre de Nuevo Testamento, reconociendo su carácter sagrado y normativo para
la vida de la Iglesia.

7. ¿Cuáles criterios se utilizaron para fijara al canon cristiano?

Los criterios utilizados para determinar el canon del Nuevo Testamento fueron tres:

• Primero, su apostolicidad, es decir, el origen apostólico de un escrito, el cual se determinaba por


el hecho de que hubiera sido compuesto por un apóstol o por alguno de sus colaboradores.

• En segundo lugar, que los escritos estuvieran de acuerdo con la tradición viva de la iglesia, es
decir, su ortodoxia.

• Finalmente, un criterio de gran importancia fue la utilización de estos escritos en la lectura


pública o litúrgica, en un gran número de comunidades.

8. ¿Cuál versión usó la iglesia?


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La Iglesia usó la Biblia griega (con los libros deuterocanónicos) desde un principio y es la Iglesia
la que dice qué libros conforman la Biblia o están inspirados por Dios. El Concilio Vaticano II
dice al respecto que:

«La santa madre Iglesia, fiel a la fe de los apóstoles, reconoce que todos los libros del
Antiguo y Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto
que escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios por autor y como tales han
sido confiados a la Iglesia» (Dei Verbum 11).

9. ¿Cuál versión usaron los hermanos separados?

En cambio los hermanos separados usaron el canon hebreo (la Biblia judía del Antiguo
Testamento) y rechazaron la Biblia griega. Sólo han aceptado el primer canon (protocanónicos) y
no el segundo canon (deuterocanónicos) considerándolos apócrifos.

Algunas traducciones ecuménicas, como la versión de las «Sociedades Bíblicas Unidas» que se
llama «Dios habla hoy», hecha simultáneamente por biblistas de la Iglesia Católica y de otras
denominaciones cristianas, los ponen en su Biblia, por petición de los obispos católicos, en
ambiente de mutuo respeto, con el deseo de que los fieles puedan leer la Biblia ya completa.

10. La decisión de la Iglesia desde sus comienzos.

La Iglesia, desde los Concilios de Hipona y Cartago (África) en el siglo IV d. C., y en especial, el
Concilio de Trento (Italia) en 1545, ha definido cuáles son los libros inspirados, ya que, como
Madre y Maestra, es la que ha ido entregando desde sus primeros momentos, a todos los fieles los
libros inspirados tal como los ha recibido del Espíritu Santo a través de la tradición apostólica. El
Papa San Damasco en el año 382, en el Sínodo de Roma, ya había precisado el «canon» o lista
oficial de los libros bíblicos que luego reafirmó el Concilio de Trento. La Iglesia ha visto a lo
largo de su historia, qué libros han gozado de autoridad y han sido tratados por la liturgia y por los
teólogos como verdadera Palabra de Dios. El Concilio de Trento lo que hizo fue afirmar lo que ya
la Iglesia vivía tiempo atrás, al reconocer en los libros todos de la Biblia (protocanónicos y
deuterocanónicos) las intervenciones salvadoras de Dios, las palabras de los profetas y la vida de
Jesús, lo que ellos mismos enseñaron y vivieron, la vida de la comunidad, etc.

11. ¿.Cuál debe ser la actitud nuestra con respecto a estos libros?
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La Iglesia lo consideró la Escritura como algo muy suyo y la ha venerado, leyéndola sin cesar y
buscando nuevas luces en ella para seguir evangelizando. El tesoro de la Palabra de Dios lo ha
tenido custodiado desde un principio. Es importante para nosotros no utilizar la Biblia para
discutir con otros, siguiendo el consejo de San Pablo a Timoteo de que en hay que «evitar las
discusiones necias y superficiales, sabiendo que engendran disputas y un siervo del Señor no debe
ser buscapleitos» (2 Tim 2, 23-24) sino buscar en los textos sagrados, cómo Dios habla al hombre
de hoy y cómo busca salvarlo.

12. ¿Qué son los libros apócrifos?

Son todos aquellos libros de autor desconocido, que por el título o el argumento, presentan ciertas
afinidades con los libros bíblicos, pretendiendo pasar por inspirados, pero que no han sido
recibidos ni por los judíos ni por los cristianos. «Apócrifo» significa «oculto», por tanto libros
«dudosos», porque su contenido se consideraba secreto y su enseñanza se mantenía oculta.

Estos libros fueron redactados desde el siglo III a.C. hasta el siglo III d.C. En general, estos libros
se pusieron a la sombra y bajo la autoridad de personajes célebres, tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento.

13. Es una literatura parecida a la literatura bíblica.

Entre los escritos apócrifos del Antiguo Testamento, encontramos los géneros literarios comunes y
corrientes de la época en que se escribieron: salmos, libros apocalípticos u otros proféticos. En
cuanto a los apócrifos del Nuevo Testamento, tenemos también libros de todos los estilos o
géneros literarios de los escritos canónicos: Evangelios, Hechos, Cartas y Apocalipsis. Por
ejemplo, libros apócrifos son: Odas de Salomón, Libro de Henoc, Evangelio de Pedro, Evangelio
de Tomás, etc.

Algunos de ellos, como el Evangelio de Tomás, que es una colección de ciento catorce dichos de
Jesús, son de gran interés para conocer cómo fueron transmitidas algunas parábolas o dichos del
Señor. Pero en general, estos escritos no añaden muchas novedades acerca de la vida de Jesús.

El aporte que podemos valorar de ellos, tanto desde el punto de vista histórico como teológico, es
que reflejan los distintos grupos que existían dentro del cristianismo naciente. Ya sabemos que
estos libros no están ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo Testamento (no son canónicos).
¡No los confundamos con los libros deuterocanónicos que ya sabemos cuáles son!

¿SE CONTRADICEN LA BIBLIA Y LA CIENCIA?

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«Si puedes explicar estas cosas a los hermanos, serás un buen servidor de Cristo Jesús, educado en las
enseñanzas de la fe y de la sana doctrina que has seguido» (1 Timoteo 4, 6).

Ejemplo del Tema:

La Biblia es un libro religioso, no es una colección de verdades científicas, ni es de su competencia hacer


ciencia. Su explicación del mundo y del hombre es teológica y no científica. La verdad que nos presenta es
una verdad salvadora: Que Dios ha creado al hombre y lo llama a la salvación. En este sentido, la Biblia no
se equivoca en su mensaje, que puede venir presentado por medio de expresiones cambiables. Tampoco es
un libro de moral.

¡Estoy confundido! ¡Leo la Biblia y veo que presenta algunas equivocaciones científicas!

A veces algunas personas, al leer la Biblia, se encuentran con que presenta afirmaciones que la ciencia ya
cambió, por ejemplo: el salmo 24, dice que la tierra es plana ya que Dios la edificó sobre los mares y los
ríos, cuando sabemos que nuestro planeta es redondo. O también, cuando la ciencia afirma que el hombre
nació por la evolución de especies inferiores y la Biblia dice que fue creado a imagen y semejanza de Dios
y hecho de barro (Gen 1, 26; 2, 1-7). Y así muchas otras cosas. Por eso a veces, los muchachos o los niños
de escuela están estudiando en ciencias y nos preguntan si por ejemplo, Dios hizo el universo en seis días
cuando ya se habla de las eras de la tierra que duraron miles de millones de años entre unas y otras, y todo
esto a veces nos puede confundir. ¿Cuál de los dos tiene la razón? ¿La Biblia o la ciencia? ¿Cuál tiene la
verdad? ¡Porque si la Biblia es la Palabra de Dios no puede equivocarse!... Veamos un poco.

1. ¿Qué nos enseña la iglesia al respecto?

Si la Sagrada Escritura es Palabra de Dios ¿quiere decir que cuanto leemos en la Biblia es verdad? En la
Iglesia siempre se investigó lo que los autores sagrados, y Dios por medio de ellos, querían decirnos en
cada pasaje de la Biblia. El motivo de esta investigación fue, frecuentemente, el afán de salvar aparentes
contradicciones entre lo que decía la Escritura y los reales o supuestos conocimientos de cada época. Esta
preocupación fue más intensa con los avances científicos del siglo XIX. El Papa León XIII, en su Encíclica
llamada «Providentissimus», hizo suya la posición de San Jerónimo, según la cual el choque aparente entre
una afirmación bíblica y una verdad objetiva, se debe o a una falsa transmisión del texto, o a una falsa
traducción o una falsa comprensión del intérprete.

2. La inerrancia: la palabra de Oíos Ubre de iodo error

Posteriormente, ha ido madurando un concepto más matizado de la verdad de la Biblia, es decir, del sentido
que damos en la Iglesia a la afirmación de que la Biblia, por tener a Dios como autor, está libre de error.
Esto se llama la «inerrancia» de la Biblia. En este proceso han influido, entre otros, los siguientes factores:

 La mejor comprensión de la formación de los escritos bíblicos a través de los tiempos.

 La atención dedicada a los géneros literarios de que se sirvieron los autores sagrados en el
ambiente y en la época en que se escribieron.
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 La distinción entre lo que el autor quiere presentar como doctrina en forma de juicio formal,
cuando instruye a sus lectores acerca de Dios y de su acción en la Historia de la Salvación, y, por
otra parte, aquellas otras expresiones que son meros enunciados y formas de hablar, propios de la
época.

Ya vimos un poco lo de la inspiración bíblica, que el mensaje de los libros sagrados viene del Espíritu
Santo y se nos transmite por medio del autor sagrado de la Biblia. La Iglesia afirma en este documento
«Dei Verbum» (sobre la Divina Revelación) en el No 11:

«Los Libros Sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios quiso
consignar en dichos libros para salvación nuestra».

Dios, al comunicarnos algo en la Sagrada Escritura, busca ante todo nuestra salvación. Para conocer esta
verdad que Dios ha querido comunicarnos es necesario estudiar con atención qué querían decir los autores
sagrados, y que quería Dios darnos a conocer con sus palabras.

3. Entonces, ¿de qué verdad se trata?

De una verdad religiosa, no científica. O de otra manera: lo que la Biblia nos quiere enseñar es la gran
verdad de nuestra salvación en Cristo y por Cristo. Y en ese sentido la Biblia no tiene ningún error, aunque
en algunas cosas los datos que presentan no sean exactos. Los libros de la Biblia se escribieron en un
tiempo en el que los acontecimientos científicos eran muy escasos y naturalmente los autores de la Biblia
hablan de las cosas como hablaba la gente de aquellos tiempos. Por lo tanto, no vale la pena «quebrarse la
cabeza» para ver cómo vamos a lograr que la Biblia se ponga de acuerdo con la ciencia moderna, ya que no
es un libro de ciencias, sino un libro religioso y es desde este punto de vista que debemos interpretarla.

4. El mensaje de la Biblia y la forma como es presentado.

La verdad revelada, válida y obligatoria para el hombre de todos los tiempos, aparece en los escritos
bíblicos unida a concepciones propias y maneras de ver el mundo que tenían los autores, a formas literarias
de la época y del ambiente cultural en que fueron expresadas. En algunos casos es fácil distinguir entre lo
que pertenece al contenido de la revelación divina, y lo que sólo es una concepción o manera de ver el
mundo, condicionada por el tiempo en que fue redactado el texto bíblico. Sólo el contenido o mensaje es
el que está libre de error. La forma o manera de decirlo o expresarlo sí puede tener errores. Pongamos un
ejemplo. La Biblia describe a la tierra como un disco plano sobre los mares (ver Gen 1, 9-10; Ex 20, 4; Sal
24, 1), cosa que no es así, ya que la tierra es redonda y no plana como la imaginaban los judíos o los
pueblos antiguos. Esta es la forma como se expresa un contenido o mensaje de fe, que sí no se equivoca:
«que Dios es el Creador del universo, de todo lo que existe».

5. El conformismo.

Hubo un tiempo que algunas personas, deseosas de unir la ciencia y la Biblia, escribían temas científicos
tratando de probar con la Biblia sus propias tesis, por ejemplo: los seis días en que duró la creación según
Gen 1, comparándolos con las eras de la evolución de la tierra, el desarrollo de los animales a través del
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tiempo, todos los descubrimientos que daban los estudios arqueológicos, para ver que se podían probar con
la Biblia. Esto se llamaba «concordismo»: que era unirla Biblia y la ciencias «como una yunta de bueyes»,
para decir que no había contradicción alguna entre lo que enseñaban ambas.

6. La Biblia no pretende «competir» con la ciencia.

Si hasta este momento decimos que el mensaje bíblico, lo que pretende transmitirnos es una verdad de fe, y
no verdades científicas, ya no se puede hacer este tipo de concordismo entre la Biblia y la ciencia. Dios no
pretendió darnos en la Biblia una enseñanza científica, por ejemplo, acerca del origen y evolución de la
materia. En la Biblia, Dios pretende revelarnos su designio de salvación. Más que la preocupación por
defender la verdad bíblica de un imaginario choque con la ciencia, el cristiano tiene que estar interesado en
saber qué es en verdad lo que ha querido decirnos, en cada caso el autor inspirado, y qué es lo que ha
querido manifestarnos Dios, atendiendo, sobre todo, al conjunto de los libros bíblicos interpretados a la luz
del Nuevo Testamento.

7. La moral del pueblo judío antes de Cristo

Un aspecto especial de la verdad de la Sagrada Escritura, es el que se refiere a la conducta moral tal como
ésta aparece, en especial, si leemos los libros del Antiguo Testamento. Cualquier persona que lea algunos
pasajes bíblicos donde se cuentan cosas terribles, formada con una conciencia cristiana de veinte siglos de
cristianismo, podría escandalizarse al leer, por ejemplo, las matanzas humanas que realizaron los israelitas
cuando llegaron a la Tierra Prometida, entrando «a sangre y fuego»; cuando Jefté sacrificó a su hija o las
mentiras de Abraham y de Jacob, o cuando fue asesinado brutalmente Sisara por Jahel (ver Jos 6, 17-26,
Jue 4, 17- 22; 11, 34-40; Gen 12, 10-20; 27, 21-25).

8. ¡Es una “moral” muy rudimentaria!

Porque pareciera que así la Biblia incitaría a muchos a hacer muchas cosas... ¡Claro que no! Hay que tener
en cuenta ante todo que, en la mayoría de los casos, el autor no reprueba ni recomienda la conducta moral
de aquellas personas. El autor no nos presenta a los personajes bíblicos como hombres ejemplares en todo.
Ni mucho menos. La Biblia nos presenta la vida tal como es, con su dureza y realismo. Lo más importante
es que, precisamente a través de todas estas peripecias y enredos, Dios ha querido comunicarse con los
hombres y darse a ellos. Eso es lo fundamental del mensaje bíblico. Por otra parte hay que tener presente
que la Biblia, especialmente el Antiguo Testamento, no es en primer lugar, un código moral.

9. La Biblia es una historia de salvación muy humana

La Biblia es historia de salvación, pero una historia en la que son protagonistas los hombres con sus
miserias, sus virtudes, sus violencias y sus maldades. En esa historia, Dios manifiesta su fidelidad, su
misericordia, su propósito de salvar a los hombres a pesar de todos los pecados y maldades del mundo. De
62
esa manera, la Biblia nos lleva al conocimiento central de Cristo. V es a partir de Jesucristo, desde donde
los creyentes tenemos que organizar nuestra conducta. A eso apunta la enseñanza moral de la Biblia.

10. ¡Dios va guiando y educando a su pueblo, poco a poco, a una moral más elevada!

En este contexto de Historia de Salvación, la Biblia es también testimonio de la acción condescendiente de


Dios, que va llamando a los hombres a una vida moral más elevada, pero acomodándose a la debilidad
moral en que éstos se encuentran en cada época. Dios tomó a los patriarcas y a sus descendientes tal como
eran, y no los cambió de golpe. Dios actúa en el proceso de una evolución histórico-moral, tanto individual
como colectiva, con todos sus altibajos, sus retrocesos y avances. Todavía nosotros hoy, después de tantos
siglos de experiencia cristiana, queremos justificar a veces formas de conducta individual o colectiva que el
Evangelio condena. La Biblia manifiesta una pedagogía divina en la educación moral y religiosa del
pueblo. Es ésta una pedagogía que acompaña al hombre, respetando sus etapas en el camino hacia la
madurez. Dios conduce a ¡os hombres poco a poco, a través de experiencias concretas y de enseñanzas
proféticas, hasta llevarlos al nivel de conciencia moral del Nuevo Testamento: la predicación y el ejemplo
de Jesús y el ejemplo de los Apóstoles.

11. La moral del Antiguo Testamento; encaminada al Nuevo El camino de las bienaventuranzas...

En las primeras etapas de la historia sagrada no aparece todavía el ideal que encontramos más tarde en el
sermón de la montaña (ver Mt 5-7). Pero ya en la conducta de los primeros patriarcas encontramos
elevados valores morales: la ternura paterna de Abrahán para con Isaac, su confianza total en Dios, la
grandeza y desprendimiento de Moisés, el amor conyugal de los padres de Samuel, la clemencia de David.
Es admirable el mensaje de los profetas. Mostraron ya cómo la moral auténtica radica en el corazón del
hombre más que en formas externas (ver Miq 6,8). Lo que Dios quiere es la justicia (Amos), el amor
(Oseas), la fe viva (Isaías), la conversión del corazón (Jeremías). Con los profetas, la moral se interioriza.
Denuncian con toda energía los pecados de los hombres, en especial, las injusticias sociales, proponen el
ideal de una sociedad más fraterna y más justa, descubren que la renovación espiritual del hombre sólo es
posible en virtud de la acción liberadora y santificadora de Dios: Dios dará un corazón nuevo a los
israelitas (ver Jer 24,7; 32,39; Ez 36,26 ss). Es la promesa que se cumplirá por medio de Jesucristo
Resucitado, con el don del Espíritu Santo.

En síntesis podemos decir: la verdad o mensaje de la Biblia es un mensaje religioso. La Biblia está centrada
en Dios, en un Dios que sale al encuentro del hombre para salvarlo y hacerlo su hijo adoptivo en Cristo,
para hacer una alianza de amor con él. En ese sentido podemos decir, como lo escribía San Pablo a
Timoteo, que las «Escrituras nos dan la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús» (2
Tim 2,15) y que nosotros, en vez de buscar en ellas datos científicos o históricos, o reportajes al estilo de
los periódicos, podemos encontrar luz para nuestro camino y esperanza en Aquel que quiere nuestra
salvación.

PARA DIALOGAR Y COMPARTIR


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1.- ¿Qué es el canon bíblico?

2.- ¿Qué son los libros deuterocanónicos y cuáles son?

3.- ¿Por qué estos libros no están en la Biblia <<evangélica>>?

4.- ¿Cuál ha sido la actitud de la Iglesia con respecto a ellos?

5.- ¿Qué son los libros <<apócrifos>>?

6. ¿Qué tipo de verdad podemos encontrar en ¡a Biblia?

7. ¿Por qué la Biblia no es un libro de ciencia?

8. ¿Qué es el concordismo?

9. Comente los puntos de moral del Antiguo Testamento, con nuestro punto de vista cristiano, y los grandes
valores morales de las bienaventuranzas, o del sermón del monte (ver Mt 5, 1-10.21-47).

10. Complete la reflexión con el tema N94 de «Mis primeros pasos con la Biblia» que habla del mensaje
que debemos buscar en la Biblia y con el tema No. 1 del libro "Fieles a la Palabra" llamado "La Biblia y la
ciencia nos hablan del hombre".

ORACION

Te damos gracias, Señor Dios nuestro, porque le has dado a tu Iglesia, la alegría de recibir tu
palabra escrita, y guardarla en su seno, para que todos podamos leerla y meditarla, según la luz de
tu espíritu y la guía de tus pastores. Que profundicemos en tu palabra, para que nos sintamos
unidos en tu Iglesia.

Señor; enséñame el camino de tus leyes, pues quiero seguirlo hasta el fin. Dame entendimiento para
guardar tu enseñanza; ¡quiero obedecerla de todo corazón! (Salmo 119,33-34). Por Jesucristo Nuestro
Señor. Amén.

TEMA 4

LA INTERPRETACION BIBLICA
«Y comenzando por Moisés y recorriendo todos los profetas, Jesús les interpretó todo lo que las Escrituras
decían sobre él» (Lucas 24, 27)

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Eje del Tema

A menudo nos sucede que nos cuesta entender la Biblia. La exégesis bíblica es el trabajo que intenta
acércanos al texto bíblico, con la ayuda de las ciencias humanas, para que entendamos mejor la Palabra de
Dios. Una lectura respetuosa de la Biblia debe hacerse teniendo en cuenta su unidad básica, y teniendo en
cuenta la fe de la comunidad. Para ello contamos con algunos procedimientos metodológicos.

¡Yo no sé cómo interpretar la Biblia! ¿Qué puedo hacer para entenderla y que su mensaje me sirva para
mi vida cristiana?

Hay personas que leen la Biblia, pero no saben interpretarla, ya que se encuentran con el problema de que
tiene un lenguaje distinto al nuestro, comparaciones, dichos al estilo oriental, diversos géneros literarios, y
la época y costumbres que presenta son muy lejanas a nuestra época. Además, que al leerla, no saben
descubrir el mensaje que traen los textos, por presentarse en diversas formas o estilos. Muchos sienten la
tentación, al leerla, de interpretar la Biblia en una forma demasiado literal, haciéndolo de manera
fundamentalista, sin saber utilizar ciertas reglas para no fallar, o la hace decir lo que la Biblia no dice. ¿Qué
hacer entonces para leer adecuadamente los textos bíblicos, y descubrir su mensaje?

1. Pautas que debemos seguir

• ¡Hay que descubrir lo que quiso decir el autor sagrado, y lo que Dios pretendió comunicarnos! La Iglesia
enseña, en el documento «Dei Verbum, o «sobre la Revelación», en el n o 12:

«El intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con
atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras...»

Para alimentar nuestra fe con la Sagrada Escritura necesitamos descubrir qué es lo que Dios ha querido
comunicarnos, y para ello es necesario conocer lo que el autor sagrado ha querido decirnos. Esta tarea ha de
hacerse de acuerdo con ciertos principios fundamentales que deben ser tenidos en cuenta, tanto por el que
estudia la Biblia, como por todo aquel creyente que se acerca al texto para hacerlo vida y conducirse como
cristiano ante Dios.

2. La reflexión con la ayuda de las ciencias humanas.

El intérprete cristiano para comprender el sentido de la Sagrada Escritura, debe emplear todos los recursos
que ponen a su alcance las ciencias humanas, parecidos a los que se aplican para la interpretación de
cualquier otro escrito antiguo.

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 Debe comenzar con la crítica textual, que es la ciencia que trata de reconstruir el texto original
bíblico, tal vez alterado por haberse copiado tantas veces. Esta ciencia buscará con la mayor
exactitud posible el texto más próximo al original.

 Luego hará la crítica literaria, estudiando quién es el autor, cuál es su estilo, las características
lingüísticas, de su tiempo y de su medio ambiente, qué fuentes ha utilizado, ya sean libros o
documentos, en qué época escribió, a quiénes dirige su obra, cuál es el fin o el objetivo que se
propone, qué género literario emplea. Con este método se puede conocer mejor la Intención del
autor y el sentido de lo escrito. Especial mención merecen los «géneros literarios» como
instrumento de interpretación de la Sagrada Escritura.

 Luego hace la crítica histórica, que analiza el valor que tienen los libros bíblicos en cuanto
documentos históricos y trata de proporcionarnos una visión del mundo en el que los autores
sagrados redactaron los textos bíblicos y la manera de vivir y pensar de sus lectores u oyentes
inmediatos.

 Hay también ahora otras ciencias que ayudan al intérprete de la Biblia a conocer mejor la Biblia,
como la arqueología, la gramática, la lingüística, la psicología, la sociología, etc. que ayudan a
penetrar mejor en el mundo en que se escribió la Biblia.

3. Tomar en cuenta la unidad de la Escritura.

Para una adecuada interpretación de la Sagrada Escritura es además necesario, leer cada parte de la Biblia,
teniendo en cuenta el contexto particular en que dicho pasaje se encuentra y el conjunto de todos los
escritos bíblicos en su unidad. Esta unidad y totalidad de la Biblia se origina, ante todo, del hecho de que su
autor es Dios. Pero además, hay una unidad propia al conjunto de los textos bíblicos: una unidad profunda,
vital, que se puede percibir si recorremos toda la Biblia, en cada uno de sus libros, a lo largo de la Historia
de Salvación.

4. La unidad de los escritos del Antiguo Testamento...

En primer lugar, los escritores del Antiguo Testamento tienen, en general, plena conciencia de que sus
escritos particulares no sustituyen a los escritos anteriores, ni cierran el paso a otros posteriores, sino que
contribuyen a formar un todo, cuyo sentido total sólo podrá aparecer a través de la aportación de otros
sucesivos. Contaban con que nuevos acontecimientos y nuevas reflexiones, recogidas en otros escritos,
transformarían el sentido de su obra literaria personal en una misma dirección fundamental. Ciertos
motivos fundamentales, como el de la «tierra», la «alianza», la «promesa», que se va repitiendo en un nivel
más amplio y profundo en cada nueva situación significativa de la Historia de la Salvación, forman la trama
de la continuidad de estos escritos. No olvidemos que se trata de escritos que pertenecen al pueblo de Dios,
que expresan su fe, y son Palabra de Dios permanentemente dirigida a Él. En la Biblia descubrimos sin
dificultad la huella de más de quince siglos de historia y de numerosos autores. Esta historia, recogida por
los libros del Antiguo Testamento era una preparación y una promesa. Así, la Iglesia interpreta los escritos
del Antiguo Testamento como una totalidad y los interpreta a la luz de Jesús (ver Lc 24,32).
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5. La unidad de los escritos del Nuevo Testamento...

En cuanto a los escritos del Nuevo Testamento muestran, con mayor claridad, una unidad interna. Todos
ellos testifican, de diversas maneras, el acontecimiento único de la salvación en Cristo y en su Iglesia. Los
libros del Antiguo Testamento sólo pueden ser verdaderamente entendidos, a la luz del Nuevo Testamento.
Y a su vez, los libros del Nuevo Testamento sólo pueden ser comprendidos en relación con los escritos del
Antiguo Testamento. Pues Cristo es el centro y la unidad de todas las etapas de la Historia de la Salvación,
y de la revelación de Dios, y es también la unidad de los diversos escritos inspirados, que nos hablan acerca
de la Palabra y de la acción de Dios en la historia.

6. No olvidemos que la Biblia es, ante todo, la Palabra de Dios.

Toda persona que estudia la Biblia, utilizando estos métodos o la ciencia de la interpretación que se llaman
exégesis, no puede perder de vista que la Biblia es, ante todo, la Palabra de Dios. Estos saberes científicos
necesitan ejercerse en el interior de la fe, para poder ser instrumentos adecuados para la interpretación
verdaderamente objetiva de unos textos que son, en primer lugar, Palabra de Dios. Al mismo tiempo, una
verdadera lectura bíblica desde la fe, conducirá también, a un crecimiento de esa misma fe, a una entrega
más radical del hombre a Dios, en Cristo Jesús. El cristiano, por último, ha de leer la Biblia en comunión
con la fe de la Iglesia, y para edificación de la misma.

7. ¡Estudiemos y meditemos la Biblia en comunión con la Iglesia!

La Biblia nació en el Pueblo de Dios y es dentro del Pueblo de Dios que ha leerse e interpretarse. Dice la
Iglesia que:

«La Escritura se ha de leer en el mismo Espíritu con que fue escrita; por lo tanto, para descubrir el
verdadero sentido del texto sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la
Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe» (Dei Verbum N o 12c).

La Iglesia ha recibido los libros bíblicos con el compromiso de conservarlos e interpretarlos. Según el
pensamiento católico, la Iglesia tiene derecho a hacer un juicio definitivo sobré el sentido que corresponde
a cada texto bíblico, Es verdad que de hecho, el Magisterio de la iglesia sólo ha definido el significado de
muy pocos pasajes. Pero la posibilidad de hacerlo está reconocida por todos ¡os teólogos y fue proclamada
por última vez, en el Concilio Vaticano II.

LA LECTURA BÍBLICA Y LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA


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«Por eso, hermanos, manténgase firmes y guarden fielmente fas tradiciones que les enseñamos de palabra o
por carta» (2 Tesalonicenses 2, 15).

Eje del Tema:

La Biblia nació en el pueblo de Israel y en la Iglesia. Es dentro del seno de la Iglesia donde debemos leerla,
ya que a ella se le ha confiado su correcta interpretación. Por eso, para una buena lectura o trabajo bíblico,
no hay que olvidar que la Escritura nació en la Tradición de la Iglesia, o sea, la vida misma de la
comunidad de fe, que ha guardado la enseñanza de Jesucristo y de los Apóstoles hasta nuestros días. Con la
ayuda de nuestros Pastores, teólogos y comunidad creyente, podremos entender y vivir mejor la Palabra de
Dios.

1. ¿Qué es la Tradición?

Cuando hablamos de la tradición como parte integrante del mensaje bíblico, no hablamos de las tradiciones
o usos que tenemos en nuestra familia o en nuestros pueblos. La tradición es el ambiente y la vida misma
en que nació la Biblia, que fue escrita en una comunidad de fe, Israel primero y luego la Iglesia. No
olvidemos que la Biblia "no cayó del cielo" sino que se fue formando en una comunidad que vivió su fe en
Dios y que descubrió la acción de Dios en los acontecimientos de la vida, especialmente experimentó la
presencia de Dios en su Hijo Jesucristo, que se hizo hombre y vivió entre nosotros, que con sus palabras y
gestos mostró el amor de Dios para con Jos hombres y su deseo de salvarlos. Pues bien, la Iglesia ha
guardado las palabras y el mensaje de Jesús, la Buena Nueva desde los comienzos de su existencia.

2. ¿Qué hicieron los creyentes antes de poner por escrito los textos bíblicos?

El pueblo de Israel, antes de la venida de Jesús, conservaba las palabras de los profetas, de los sabios, de
sus maestros, no solamente como un recuerdo que circulaba entre los creyentes de Yahveh, sino que
celebraban su fe en Dios en sus asambleas sagradas y con el tiempo estas enseñanzas (as redactaron,
naciendo así sus libros santos (Antiguo Testamento). Así también el Evangelio y las enseñanzas de Jesús
fueron predicadas a todas las gentes por medio de los Apóstoles y luego fueron puestas por escrito en el
Nuevo Testamento. Ahora bien, nos dice la Iglesia en su documento sobre la Divina Revelación, en el n o 8:

«La predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de


conservar por transmisión continua hasta el fin del tiempo. Por eso los Apóstoles, al transmitirlo
que recibieron, avisan a los fieles que conserven las tradiciones aprendidas de palabra o por carta
(cfr. 2 Tes 2,15) y que luchen por la fe ya recibida (cfr Judas 3). Lo que los Apóstoles transmitieron
comprende todo lo necesario para una vida santa y para una fe creciente del pueblo de Dios; así la
Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo
que cree».

3. Los comienzos de la tradición...

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Pues bien, la fe vivida y transmitida, primero oralmente y luego por escrito es la tradición. Primero se vive
y predica la fe, luego se pone por escrito y eso es nuestra Biblia. La Iglesia, en el n o 9 de la Constitución
Dei Verbum (sobre la Revelación) nos dice que:

«La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas, manan de la misma


fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin. La Sagrada Escritura es la Palabra
de Dios en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios,
encomendada por Cristo y et Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores,
para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan fielmente en su
predicación. Por eso la Iglesia no saca exclusiva-mente de la Escritura la certeza de todo lo re-
velado. Y así ambas se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción».

4. La Escritura y la Tradición que brotan de una misma fuente

Con esta comparación del caudal de agua, la Iglesia nos quiere enseñar que tanto la Biblia como la
Tradición están profundamente unidas, y no pueden entenderse la una sin la otra. Nadie puede leer la Biblia
y pensar que allí nada más está todo. No es solamente la Biblia, sino la Biblia leída e interpretada dentro de
la fe viva de la Iglesia. Hay gente que la lee de forma aislada de la Iglesia, el texto por el texto mismo.
Recordemos que hay que leer la Escritura en el mismo contexto y ambiente en que brotó, es decir, en la
Iglesia, dentro de su corriente vital.

5. ¡Dios sigue hablando a su iglesia!

Ahora bien, la Tradición de la Iglesia no debe ser confundida con la rutina, con la mera repetición mecánica
de un texto, con la conservación pasiva y estática de la enseñanza recibida como si fuera una pieza de
museo, o una obra de arte. La Tradición es la continuación del diálogo de Dios con el hombre en la Iglesia.
Aún cuando lo que Dios nos dice hoy en la Iglesia no constituya una nueva revelación, porque ya Jesucristo
nos habló y no hay nada nuevo en este sentido, asimismo lo que los Apóstoles enseñaron y predicaron es
algo que ya se cerró y no necesitamos nuevas enseñanzas, sin embargo, esto no quiere decir que la acción
reveladora de Dios pertenezca al pasado o que Dios está «mudo». Dios continúa hablando. ¡La Tradición
es la vida de Cristo en la Iglesia!

Por la Tradición no sólo se transmiten palabras, sino también realidades, algo que va más allá de lo que las
palabras puedan decirnos: la realidad del misterio de Cristo. Por eso, Tradición y Biblia se reclaman, se
necesitan, se apoyan mutuamente.

6. El depósito de la fe: ¡profundizamos la Palabra de Dios!

Sabemos que la Palabra de Dios, contenida en la Biblia y Tradición, es tan profunda y eficaz que el hombre
no puede comprenderla de una sola vez, sino que tiene que ir profundizándola, explicitándola y
actualizándola en el tiempo, para que crezca lo que se ha llamado el depósito de la fe (ver 1 Timoteo 6, 20;
2 Timoteo 1, 12-14); expresión que no se debe entender como si tuviéramos una caja fuerte y dentro de ella
unas joyas carísimas o un diamante, que por muy bello que sea, no deja de ser una cosa, una piedra. No se

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trata de eso, sino que la Palabra de Dios es algo vivo, que crece y se desarrolla. De allí que el Concilio
Vaticano II nos dice que;

«Esta Tradición apostólica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo; es decir,
crece la comprensión de las palabras e instituciones transmitidas cuando los fieles las con-
templan y estudian repasándolas en su corazón, cuando comprenden internamente los misterios
que viven, cuando las proclaman los Obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la
verdad. La Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se
cumplan en ella las palabras de Dios» (Dei Verbum 8 b).

7. La Tradición nos explica mejor lo que está contenido en la Biblia

Es «Palabra de Dios» todo lo que por el testimonio de la Tradición sabemos que ha sido revelado por Dios,
aún cuando no aparezca de una manera explícita y evidente en la Sagrada Escritura. La Iglesia no deriva
sólo de la Escritura la certeza acerca de todas las verdades reveladas, no «saca» de la Escritura sólo lo que
ella dice que es algo que Dios nos ha revelado, por ejemplo los dogmas o creencias acerca de la Inmaculada
Concepción de María o su asunción al cielo.

8. ¡No podemos separar la Escritura de la Tradición!

Esto sin embargo, no es obstáculo para que muchos teólogos puedan afirmar que todo lo que la Iglesia
conoce de la revelación divina de la Tradición, lo encuentra ella también, iluminada interiormente por el
Espíritu Santo, en los textos bíblicos. En todo caso, ni la Escritura puede ser leída como palabra de Dios
independiente de la Tradición divino apostólica, conservada en la Iglesia, ni ¡a Tradición de la fe auténtica
puede ser comprendida aparte de la Escritura. En cierto modo, la Escritura es norma de la Tradición.

9. El Magisterio de la iglesia y su importancia para nosotros.

Nuestros obispos latinoamericanos reunidos en Santo Domingo en octubre de 1992, nos dicen en su
documento, en el Ne 49, entre otras cosas, que es necesario que tengamos:

«Catequistas y agentes pastorales, dotados de un sólido conocimiento de la Biblia que los capacite
para leerla, a la luz de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia, para iluminar desde la Palabra de
Dios su propia realidad personal, comunitaria y social...»

Si hemos visto lo que significa la Tradición y la Biblia, no podemos dejar a un lado la importancia del
Magisterio de la Iglesia, al cual se le ha confiado el oficio de interpretar rectamente la Sagrada Escritura.
Ya de eso hablábamos un poco al tratar de la interpretación bíblica. Al Magisterio le compete buscar el
sentido auténtico de la Palabra de Dios contenida en la Escritura y la Tradición. La Biblia, la Tradición y el
Magisterio están unidos. ¡Es importante leer la Palabra de Dios y atender lo que nos enseña la Iglesia en su
Magisterio! La Escritura tiene una dignidad excepcional, ¡es la Palabra de Dios!. Pero, recordemos, está
«sumergida» en una Tradición viva, que es su centro y manifestación más autorizada. La interpretación
70
bíblica no queda al criterio de los creyentes por sí solos, ni aun los más sabios. El Magisterio de la Iglesia
tiene el derecho y el deber de decir la última palabra. Pero antes de pronunciarla, necesita interrogar a la
Biblia, a la luz de la ciencia y de la vida de la Iglesia, y escuchar humildemente la fe del pueblo de Dios.

10. ¿Quiénes tienen la tarea de interpretar correctamente la Biblia?

«El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita ha sido encomendado al
Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por
encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato
divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica
fielmente, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser
creído» (Concilio Vaticano II, Sobre la divina revelación, n o10 b).

A nuestros pastores y teólogos se les encomienda esta delicada tarea, que nos ayuda a nosotros en nuestro
quehacer catequético o evangelizados Allí tendremos orientaciones seguras para entender y vivir mejor la
Palabra de Dios.

11. ¡Unidos a nuestros pastores, entenderemos y viviremos la Palabra!

Lo mejor para un verdadero trabajo de catequesis bíblica o estudio de la Palabra de Dios es sentirnos
unidos a nuestros Pastores, a nuestra Iglesia a la que se le ha confiado la Palabra de Dios. Si no nos
sentimos «Iglesia», «comunidad», si en nuestro trabajo estamos aislados, si no tenemos conciencia de
nuestra pertenencia a la Iglesia, el trabajo o el estudio bíblico y su interpretación serán estériles, o producto
del simple sentimiento, o conciencia de uno nada más. Hay que buscar la unidad, necesaria para un trabajo
fructífero, tanto de los pastores como de los fieles que tienen en sus manos el Libro Santo, para que nuestro
trabajo catequético o evangelizador con la Biblia resulte provechoso.

Es bueno en esto oír lo que nos dice la Iglesia:

«La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la


iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre
en la doctrina apostólica y en la unión, en la Eucaristía y en la oración y así se realiza esa
maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida»(Dei
Verbum 10).

Para dialogar y compartir:

1. ¿Qué hay que hacer para una correcta interpretación bíblica?

2. Enumere los pasos que se deben tomar en cuenta para una adecuada interpretación de los textos bíblicos.

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3. Busque en «Mis primeros pasos con la Biblia», los temas que se refieren a los géneros literarios: del
tema Sal 9.

4. Comente sobre la unidad fundamental de los textos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

5. Podemos ir estudiando el tema ng10 de nuestro estudio, donde se analiza la parábola del hijo pródigo,
para aprender algunos métodos de interpretación bíblica, de los que hemos hablado en este tema.

6. ¿Qué es la Tradición y cómo se desarrolló en la Iglesia?

7. ¿Cómo podemos distinguir la Tradición de la Iglesia de lo que llamamos «tradiciones» en nuestro


pueblo?

8. Comente esta frase: «La Tradición constituye el fundamento en el que nace la palabra escrita».

9. ¿Qué importancia tiene el Magisterio de la Iglesia a la hora de interpretar la Sagrada Escritura? Lea y
comente las citas que hemos puesto de los documentos de la Iglesia que nos habla de esto.

ORACION

Señor Jesucristo, que al estudiar y meditar tu palabra, no permitas que nos dejemos llevar simplemente por
nuestros impulsos, danos discernimiento para que la reflexionemos en tu Iglesia, y que no nos apartemos de
ella.

Ilumina Señor a tu Iglesia con la luz de tu Espíritu, para que al meditar tu palabra escrita, no nos desviemos
de tus caminos, y seamos fieles servidores de esta palabra confiada a tu iglesia. Te lo pedimos por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

TEMA 5

COMO INTERIORIZAR LA PALABRA


“Llénense del Espíritu y reciten en sus reuniones salmos, himnos, y canticos inspirados, canten y toquen
para el Señor de todo corazón, y den continuamente gracias a Dios Padre por todas las cosas, en nombre de
nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5, 19).

Eje del Tema

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La Lectio Divina es un método de lectura espiritual de Biblia, cultivado a lo largo de la historia de la
Iglesia, en especial, por los religiosos y todos aquellos que han hecho de la Biblia alimento para la fe. La
puesta en práctica de este método, tan apreciado en la Iglesia, puede ayudarnos hoy a interiorizar la palabra
para que esta nos ilumine, en los momentos que hoy nos tocan vivir.

Muchos de los grupos de nuestra Iglesia se reúnen a leer y a meditar la palabra de Dios, en algunas
parroquias nace grupos de creyentes que le gusta leer la Biblia, rezar con ella y tratar de profundizar en sus
textos, para alimentar la fe e iluminar sus vidas, con la palabra. Queremos proponer un método de lectura
de la Biblia que puede ayudar a todos aquellos que estudian o meditan la palabra a ponerla en práctica, y
hacerla vida en la Iglesia. Una manera provechosa de meditar con la Biblia es: hacer la “Lectio Divina”.

1. ¿Qué es la Lectio Divina?

La “Lectio Divina” es un antiguo itinerario para la lectura cristiana de la Biblia. Los padres de la Iglesia
pusieron los fundamentos y los monjes de la edad media desarrollaron los diversos pasos de que constan el
siguiente esquema está inspirado en ella.

Pasos para hacer la “Lectio Divina”:

 Primer paso: Lectura atenta del texto (Lectio)

En este primer momento la atención se fija el texto con el deseo de descubrir cuál era el mensaje
que el autor quiso transmitir a sus destinatarios a través de él.

1. Lectura: uno de los participantes proclama el texto elegido, mientras los demás lo escuchan
atentamente.

2. Silencio: todos permanecen en silencio durante unos minutos, los cuales leen de nuevo el texto,
ayudado por las notas de su biblia.

 ¿Qué quiere decir el autor? ¿A quién se dirige?

3. Compartir: los participantes comparten brevemente lo que han entendido en la lectura del texto y
lo que han descubierto a través de la lectura de la notas.

 Segundo Paso: Nos dejamos interpelar por el texto (meditatio).

En este segundo momento la atención se centra en descubrir cuál es el mensaje del texto para
nosotros, en nuestra situación personal, comunitaria, social…

1. Lectura: de nuevo uno de los participantes lee el texto en voz alta.

2. Silencio: cada uno lee el texto en silencio por unos momentos, preguntándose qué es lo que el
Señor quiere decirle a través de este texto, tratando de descubrir su voluntad.

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3. Compartir: los participantes comunican a los demás lo que han descubierto en el momento de
silencio; es importante que cada uno se exprese en primera persona.

 Tercer Paso: La palabra de Dios nos exige una repuesta (Oratio-Actio).

En este tercer momento respondemos a la palabra de Dios, podemos hacerlo a través de una
oración o de un compromiso personal, o de ambas cosas.

1. Lectura: se lee de nuevo el texto mientras los demás escuchan atentamente.

2. Silencio: durante unos minutos ora personalmente expresando aquello que este pasaje de la
escritura nos hace decirle a Dios. Puede ser una oración de alabanza, de acción de gracias, de
arrepentimiento, de petición, de intercesión, etc. También puede uno detenerse en un
compromiso que ha descubierto con especial claridad al leer este pasaje concreto.

3. Compartir: cada uno puede hacer en voz alta uno breve oración que sea reflejo de la que ha
hecho en silencio o compartir con los demás el compromiso que ha descubierto.

 Oración o canto conclusivo: el encuentro termina con una oración común (Padrenuestro u otra
oración conocida por nosotros), o con un canto apropiado. También puede elegirse como
conclusión un salmo que tenga relación con el texto leído.

2. Pista para la Lectio Divina

1. Pida el Espíritu Santo

Antes de iniciar la lectura de la sagrada escritura, pida el don del Espíritu Santo, que descienda en
ustedes, que “abra los ojos de sus corazones” y que le revele el rostro de Dios, no en la visión, sino en
la luz de la fe. Ore con la certeza de ser escuchado porque Dios da siempre el Espíritu Santo a quien lo
invoca con humildad y docilidad. Y si quiere ore así:

“Dios nuestro, Padre de la luz, Tú has enviado al mundo a tu hijo, Palabra hecha carne, para mostrarte a
nosotros los hombres. Envía ahora Espíritu sobre mí, para que pueda encontrar a Jesucristo en esta
palabra que viene de Ti, para que lo conozca más intensamente, y conociéndolo lo ame más, llegando
así la bienaventuranza del Reino. Amén”.

2. Tome la Biblia y lea

La Biblia esta delante de ustedes, no es un libro cualquiera, sino el libro que contiene la Palabra de
Dios. A través de ella Dios quiere hablarles a ustedes personalmente. Lea atentamente, lentamente,
varias veces el texto, puede ser un pasaje del leccionario, o un pasaje de un libro bíblico, tratando de
escucharlo con todo su corazón, con toda su inteligencia, con todo su ser. Silencio exterior, silencio
interior y concentración, deben acompañar la lectura y convertirla en escucha.

3. Busque a través de la meditación


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Con su inteligencia, iluminada por la luz de Dios, reflexiones sobre el texto. Ayúdese eventualmente
con instrumentos discretos: unos concordancias bíblicas, los comentarios de los santos padres o
comentarios espirituales o exegéticos, buscando como comprender en profundidad y en extensión lo
que está escrito. Deje que sus facultades intelectuales se inclinen de frente a la voluntad de Dios, a su
mensaje; no olvide que la Biblia es un libro único, en consecuencia, interprete la lectura con la
escritura, buscando siempre a Cristo muerto y resucitado, centro de cada página y de toda la Biblia. La
ley, los profetas, los apóstoles, hablan siempre de Él.

Relea eventualmente el texto buscando una resonancia profunda del texto del mensaje en usted.
“Rumie” las palabras en su corazón y explique así mismo a su situación el mensaje del texto, sin
perderse en el psicologismo, sin terminar por hacer un “examen de conciencia”.

Déjese impresionar y atraer por la palabra: mire a Cristo, refléjelo, no se mire demasiado a usted, eres
quien lo transfigura.

4. Ore al Señor que le ha hablado

Ore, lleno de la Palabra de Dios, háblele a su Señor, o mejor, respóndale, a sus invitaciones, a sus
inspiraciones o reclamos, a los mensajes o llamados que le ha dirigido en su palabra, comprendida por
la acción del Espíritu Santo.

Ore con franqueza, con confianza, sin tregua y sin entretenerse en demasiadas palabras humanas. Es el
momento de la alabanza, de la acción de Gracia, de la intercesión. No fije la mirada en sí mismo, sino,
en Dios. Siga al Señor, vaya en pos de sus huellas sin mirar atrás.

5. ¡Contemple!

En alianza con el Señor trate de mirar con los ojos de Dios cada cosa: a usted mismo, a los otros, los
acontecimientos, la historia, las creaturas todas del mundo. Contemplación es ver todo y a todos con los
ojos de Dios.

Si usted lo ve todo y lo juzga con los ojos de Dios, conocerá la paz, y sentirá y pensará “en grande”, ya
que todo es gracia, y todo está al servicio de la Epifanía o la manifestación del amor de Dios…

Esta es la hora de la “visita” del Señor Jesús, del encuentro con Cristo, que es inenarrable, inefable, que
para cada quien puede ser distinto…

El Señor infundirá en su corazón una cierta capacidad de continuar la reflexión o la meditación sobre la
palabra…

6. Guarde en su corazón la palabra

La palabra recibida consérvela en el corazón, como María, la mujer “la escucha”. Conserve, custodie,
recuerde la palabra recibida.

Deje resonar en la diversas horas del día a través del recuerdo del texto orado, o también solamente de
un versículo que se retoma, pensando en Él, meditando en Él.

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Este es el “recuerdo de Dios” que puede dar profunda unidad a su jornada, a su trabajo a su descanso, a
su vida social y a su soledad. Deje resonar esta semilla de la palabra depositada en usted, si le parece
que se duerme permanezca vigilante para que la palabra lo acompañe en toda la jornada.

7. No olvide que escuchar es obedecer

Si ha escuchado verdaderamente la palabra, debe de ponerla en práctica, realizando en el mundo, entre


los hombres, entre los hermanos, lo que Dios le ha dicho. Escuchar es obedecer por lo tanto, tome
resoluciones prácticas y coherentes con su vocación y su misión entre los hombres, dejando siempre
que la palabra sea lo más importante y lo central en su vida.

Empéñese, pues, en realizar, la palabra de Dios que lo juzgará, no por aquello que ha oído, sino sobre
todo lo que ha puesto en práctica en su vida personal, social, profesional, política y eclesial.

La obra que le espera es creer y por la fe mostrar en usted los frutos del Espíritu: “caridad, y alegría, y
paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad y fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo”
(Gal 5, 22). Conocerá así la gran alegría del amor: la misericordia.

Para dialogar y compartir:

1. Tome un pasaje bíblico y siga las pautas de la Lectio Divina que hemos puesto en este tema. Puede
tomar algunos de los evangelios o de los Salmos, cartas paulinas o un texto del leccionario de la Eucaristía,
o los sacramentos.

2. haga esta experiencia, ya sea en forma personal, o en grupo, en el marco de una lectura de la palabra si lo
desea, o en el grupo de oración o de estudio, donde usted estudia o medita la palabra.

3. Comenta los resultados de esta lectura medita del texto con los demás, finándose en cómo va creciendo
en su espiritualidad bíblica.

4. Busque algún libro de oración o de espiritualidad, que le ayuden con este método de lectura bíblica.

TEMA 6

EL LIBRO DEL GENESIS

1- EL LIBRO DEL GENESIS

El primer libro del pentateuco es el Génesis. Se divide en tres partes principales:

a. La historia de los orígenes (1-11). Habla de los orígenes del mundo y de la humanidad: la creación del
mundo y del hombre, la caída y sus consecuencias, la perversidad creciente castigada con el diluvio, la
alianza con Noé.

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b. La historia de los patriarcas (12-36). Evoca a los grandes antepasados: Abraham el hombre de la fe.
Jacob el hombre de la astucia, que suplanta a su hermano Esaú, y entre los dos Isaac, una figura de escaso
relieve

c. La historia de José (37-50). Los 12 hijos de Jacob son los antepasados de las 12 tribus de Israel. Uno de
ellos es José, el hombre de la sabiduría. Su historia nos dice que la virtud del sabio recibe recompensa. La
providencia divina saca el bien también de las faltas de los hombres.

2- EL ORIGEN DE LAS COSAS

Los primeros once capítulos del Génesis exponen en estilo sencillo y figurativo, en forma popular, el origen
del mundo y del género humano, las verdades fundamentales, para comprender la economía de la
salvación: la creación del universo, la creación del hombre, la unidad del género humano, el pecado del
hombre, la decadencia progresiva de la humanidad y el castigo de Dios... Se trata de acontecimientos
prehistóricos, que escapan al control de fechas precisas.

En ellos se expresan "en un lenguaje simple y figurado, adaptado a las inteligencias de una humanidad
primitiva, las verdades fundamentales de la economía de la salvación, al mismo tiempo que la descripción
popular de los orígenes del género humano y del pueblo elegido”.

La redacción de estos capítulos no coincide evidentemente con el tiempo de los acontecimientos allí
narrados. Estos relatos fueron puesto por escrito a partir más o menos del reinado de Salomón (siglo X) y
dispuestos en el orden y estado en que los encontramos hacia fines del siglo V (año 400).

Busca y copia los textos a que hacen referencia, sintetizándolos en tres líneas:

a- Origen del mundo (Ge 1, 1-26)…………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

……………………………………………………………………………………………………………….

b- Origen del hombre (2, 5-23)…………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

……………………………………………………………………………………………………………….

c - Origen del mal y del pecado (3, 1-6)……………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

……………………………………………………………………………………………………………….

d- Promesa del Redentor (3, 15) …………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

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……………………………………………………………………………………………………………….

3- LA ENSEÑANZA FUNDAMENTAL DE GENESIS 1-11

Como se puede ver, la historia de la creación no es “histórico-científica". Ningún libro bíblico tiene el
carácter de libro de ciencias naturales. El Génesis trata de las cosas históricas como eran admitidas en su
tiempo, desde un ángulo de CATEQUESIS DOCTRINAL, para ensenar al hombre algunas verdades
religiosas fundamentales. ¿Cuáles son?

a- La idea de Dios creador de teorías las cosas. Dios es Alguien por encima del mundo y distinto del
mundo. Es único y lo ha creado todo. Sabe y hace lo que quiere. Crea mediante su Palabra y bajo el signo
del Espíritu. Y todo toque crea es bueno. Finalmente crea al hombre a su imagen y semejanza.

Esta primera obra de Dios. Como todas, es libre y gratuita, la última intervención de Dios en la Historia de
la salvación la presenta Isaías y San Pedro. Transcribe los textos:

Is 65, 12…………………………………………………………………………………………………….

…………………………………………………………………………………………………………………

2 Ped 3, 13……………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

Si Dios es el creador, el Señor y el conservador de todas las nuestra actitud debe ser de confianza y
abandono total en Él. Él ama todo lo que ha creado:

Is 49, 14-15………………………………………………………………………………………………..

…………………………………………………………………………………………………………………

Mt 6, 25-26…………………………………………………………………………………………………..

…………………………………………………………………………………………………………………

b - El pecado del hombre. El Génesis nos dice que en el origen de la humanidad existía una relación
amistosa del hombre, llena de confianza y amor. La ruptura de esta relación, de hacer al hombre "como
Dios”, le descubre su propia «desnudez y miseria. Conoce el bien, y el mal y con altos la vergüenza, el
desorden y el pecado. Comienza su huida de Dios.

El pecado tipo en un acto de orgullo. El hombre rechaza a Dios, pretende suplantarlo, ser corno Dios,
artífice de su propia salvación. Transcribe Jer 2, 11-13….……………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

78
c- La promesa de la salvación. Dios podía haber evitado el pecado, quitando al hombre su libertad. No lo
hizo. No lo condenó tampoco, sino que lo dejó dueño de sí mismo, pero expuesto al poder dolor, del
pecado, del demonio y de la muerte. La conciencia de esa miseria crea en el hombre un ansia de un nuevo
paraíso, un anhelo de liberación, una salida del dolor. Pero no puede salvarse con sus fuerzas.

La salvación es obra de Dios, don suyo. Isaías 11, 6-9 la describe así: ………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

Ahora sabemos que la narración solo nos puede venir a través del nuevo Adán, que es Cristo Señor, en la
cual encontraremos la vida y la resurrección, 1 Cor 15, 21-22……………………………………..…………

…………………………………………………………………………………………………………………

4- PROFUNDIZACION.

Lectura y reflexión sobre los temas siguientes:

a - La creación y la institución del sábado (Ge 1,1-2.4).

b. La dignidad del hombre y de la mujer (Ge1, 26-31; Ge 2, 4-25).

c. El matrimonio en el plan de Dios (Ge 1, 28; Ge 2,18-25).

d. La bondad originaria de la creación (Ge 1).

e. La naturaleza del pecado (Ge 3,1-24).

f. El Orgullo y la división (Ge 11,1-9).

LOS PATRIARCAS
1. EL CONTEXTO HISTORICO.

A partir del primor pecado, la maldad del hombre crece y se multiplica como una avalancha (Caín, Lamec,
los hijos de Dios y las hijas de los hombres, etc.). La prehistoria bíblica termina con la narración de un
nuevo grave pecado de orgullo: la torre de Babel. Transcribe Ge 11,4……………….……………………

…………………………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

Consecuencia de este pecado es la dispersión y la división de la humanidad. Pero Dios no abandona a sus
criaturas, ni cambia su proyecto de salvación. Interviene de nuevo, llamando a Abraham.

2. LA LLAMADA DE ABRAHAM.

79
Abraham es originario de Ur en el sur de Mesopotamia y pertenece a estas tribus semi-nómadas, que se
infiltraron en el Fértil Creciente hacia el segundo milenio. En él la humanidad comienza a encontrar su
unidad. Dios lo llama y lo constituye "padre de una gran muchedumbre", en quien serán "benditas todas las
generaciones de la tierra". Leer y resumir: Ge 12,3……………….…………………………………………..

…………………………………………………………………………………………………………………

Gen 17, 4-5……………………………………………………………………………….……………………

…………………………………………………………………………………………………………………

La llamada de Abraham es pura iniciativa de Dios. Dios lo invita a dejar su tierra y a encaminarse hacia un
país desconocido, sin lujos y con una mujer estéril, confiando solamente en la Palabra de Dios.

Ge 12,1-3……………….…………………………………………………………………………………….

…………………………………………………………………………………………………………………

La migración de Abraham a la tierra de Canaán se sitúa hacia el año 1900 o 1850 a.C. Dios le hace una
doble promesa: 1- la de poseer como propia la tierra de Canaán; 2- y la de tener una posteridad tan
numerosa, como las estrellas del cielo o la arena del mar. Tales promesas divinas pasarán a sus hijos de
generación en generación. De Abraham saldrá el Pueblo elegido.

Con la llamada de Abraham entramos en el terreno histórico. La narración, que la Biblia nos presenta sobre
los patriarcas, es una historia de familia, que no se interesa de los acontecimientos internacionales y sólo
reúne los recuerdos tradicionales de los antepasados de Israel: Abraham, Isaac, Jacob y José. Es una
historia popular con anécdotas y descripciones pintorescas, transmitidas oralmente durante siglos. Es
finalmente una historia religiosa, que quiere demostrar esta tesis: "El Dios único escogió par a sí un Pueblo
único, para que viviera en la tierra de Canaán". Todos los momentos importantes están marcados por una
intervención providencial de Dios. Los hechos se ordenan y agrupan, para demostrar que hay un Dios, que
ha formado un Pueblo y le ha dado un país. Este Dios es Yahveh; el Pueblo es Israel y el País es Palestina.

3. LA RESPUESTA DE LA FE.

Dios no realiza la salvación, sin contar con el hombre. Le pide su colaboración, para cumplir su designio en
la historia. La respuesta del hombre condiciona la realización del plan divino, aunque nunca tendrá fuerza
para impedirla.

La respuesta de Abraham es la aceptación total del plan de Dios (Ge 12,14). Tal aceptación supone la
aceptación de la PERSONA que habla: "Creyó Abraham en Yahveh" (15,6). La fe se define pues por una
relación de la persona que habla con la persona que escucha. Lo más importante no es tanto entender y
aceptar el mensaje o las palabras de la persona sino antes aceptar a la persona en sí misma. Esta es la fe:
aceptación y adhesión total a Dios que revela.

La fe verdadera en consecuencia no es algo sentimental. Es obediencia plena y confiada a Dios. Abraham


acepta la palabra de Dios en la oscuridad. Como dice la carta a los Hebreos, sale de su tierra y se encamina,
sin saber a dónde iba (Hb 11, 8). Acepta la promesa de una descendencia numerosa, cuando humanamente
todo está en contra: siendo él viejo y Sara estéril (Hb 11, 11-12).
80
La oscuridad llega al extremo en el sacrificio de Isaac. El texto se complace en poner en luz la tortura de la
petición: Tu hijo, tu unigénito a quien tanto amas". La misma palabra de Dios, que le había movido hasta
ahora, parece venirse abajo. ¿Qué se hará de la promesa? Pero Abraham no duda. Ge 22, 2-3………………

…………………………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

4- LOS FRUTOS DE LA FE.

La fe que en Abraham supone renuncias, le acarrea toda una serie de bienes espirituales.

a. La justificación y la amistad con Dios: Ge 15, 6……………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

Is 41, 8…………………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

b. Una descendencia numerosa: Ge 15, 5……………………………………………………………………..

…………………………………………………………………………………………………………………

c. El mesías su descendiente: Ga 3, 16………………………………………………………...………………

…………………………………………………………………………………………………………………

d. Cada uno de nosotros heredero de Abraham: Ga 3, 26-29……………………………………………..

…………………………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

5. LA HISTORIA DE ISAAC Y JACOB (Ge 25-37)

Isaac es una figura de transición. Es el hijo de la promesa, el Don de Dios: nace cuando Abraham tenía 100
años y Sara 90 (Ge 17, 17; 21.25). Dios renueva con él sus promesas y su alianza (Ge 26, 1-6.23-24).

E n la tradición cristiana Isaac es recordado con Abraham y Jacob (Mt 8, 11; He 3, 13) y propuesto como
modelo de fe (Hb 4, 9), El también figura de Cristo, el Hijo únicamente amado (Mt 3, 17), sacrificado
encima de la cruz. Nacido de una mujer libre, es tipo del cristiano (Ga 4,28; Rom 9, 7-13).

Más desarrollada y compleja es la figura de Jacob. Hijo de Isaac y Rebeca y hermano de Esaú, es el padre
de las 12 tribus de Israel. En su biografía podemos recordar estos momentos:

a. La rivalidad con Esaú, al cual arrebata la primogenitura (Ge 27; 25, 29 34);

b. La visión de la escala (Ge 28, 10-20);

81
c. El matrimonio con Raquel y Lía (Ge 29, 1-30). De Lía nacen; Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar,
Zabulón (y la hija Dina). Su esclava Zilpah le dio otros dos: Gad y Aser. De Raquel nacen: José y
Benjamín. De su esclava Bilhah: Dan y Neftalí.

d. La fuga clandestina y el pacto con Labán (Ge 31);

e. La lucha con Dios y la reconciliación con Esaú (Ge 32-33);

f. La peregrinación en Palestina (Ge 35-45);

g - La muerte en Egipto (Ge 47-49).

Dios renueva también con Jacob las promesas y la alianza (Ge 28, 13-15). En la tradición cristiana Jesús lo
presenta presidiendo con Abraham e Isaac la mesa del Reino (Mt 8, 11; Lc 13,38). Y Pablo lo trae como
ejemplo de la libre elección de Dios (Rom 9, 10-13) y como modelo de fe, al bendecir a los hijos de José
"apoyado sobre la extremidad del bastón" (Hb 11, 21).

6. LA HISTORIA DE JOSE (Ge 37-50).

Toda la parte final del Génesis nos presenta la historia de José. Nacido en Harrán en casa de Labán, José
vive su juventud en Mamré, cultivando la tierra y cuidando los rebaños. Es el hijo predilecto de Jacob, por
su carácter recto y por ser el hijo de su vejez. Los rasgos de su personalidad son:

a. Es un hombre recto y virtuoso (Ge 39, 7-23);

b. Es un hombre lleno de sabiduría. Tiene sueños y los interpreta: el sueño de las gavillas (37, 5-11), de los
cortesanos (40, 5-23), del faraón (41, 1-36);

c. Es un hombre, que salva a Egipto y a sus hermanos (41-45);

d. Es un hombre compasivo y misericordioso. Perdona a sus hermanos (45, 1-15).

La historia de José subraya la presencia eficaz de la Providencia divina en los acontecimientos humanos
(Ge 50, 20; 45, 5-8). Dios juega con los proyectos del hombre y sabe mudar en bien sus designios torcidos.
No sólo se salva José, sino que el delito de sus hermanos se convierte en instrumento del plan divino: la
llegada de los hijos de Jacob a Egipto prepara el nacimiento del Pueblo Elegido.

7. PROFUNDIZACION.

Lectura y reflexión sobra los temas siguientes:

a. Abraham, nuestro padre en la fe (Ge 12 y 22);

b. La alianza y la circuncisión (Ge 17,1-16);

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c. La intercesión de Abraham (Ge 18);

d. La elección de una novia (Ge 24);

e. El sueño de Jacob (Ge 28, 10-22);

f. El triunfo de la virtud (Ge 39, 7-23).

TEMA 7

EL LIBRO DEL EXODO


EL PUEBLO DE LA ALIANZA

1. EL NACIMIENTO DE ISRAEL

Después de casi V siglos de silencio (1700 al 1250) la Biblia presenta la figura de Moisés, en torno a la
cual se forma el PUEBLO DE LA ALIANZA. Los Israelitas dejan de ser el clan de Abraham a los clanes
de Jacob y aparecen como un pueblo, una nación organizada.

Saliendo de Egipto, Israel se congrega en las regiones del Sinaí, donde se firma una Alianza solemne entre
Yahveh y el pueblo elegido, que está naciendo. Dios confirma este pueblo en la fa mediante grandes
prodigios y a través de Moisés le da una legislación cultual y jurídica fundamental, basada en el derecho

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semita, pero con un espíritu religioso propio. Tal legislación se perfecciona y completa a lo largo de los
siglos.

2. EL LIBRO DEL EXODO.

Los tres libros del Éxodo, Números y Deuteronomio (al final) presentan los sucesos desde el nacimiento de
Moisés hasta su muerte: la salida de Egipto, la permanencia en el Sinaí, la subida a Cadés, la marcha a
través de Transjordania y la llegada a las estepas de Moab. El recuerdo de estos hechos ha dado a los
relatos el color de una gesta heroica (el paso del mar) y a veces de una liturgia (la pascua).

El Éxodo desarrolla tres temas principales:

a- La liberación de Egipto (Ex 1-15); HILDA

b- La marcha a través del desierto (15-18); IVIS

c- La alianza del Sinaí (19-40). En una teofanía impresionante Dios hace alianza con su pueblo y le dicta
sus leyes. Después del pecado de idolatría, Dios perdona y renueva la alianza. MELI

3. LA LIBERACION DE LA ESCLAVITUD

Hemos visto que Dios se eligió libremente un pueblo e hizo un pacto con él a partir de Abraham. Los
descendientes de Abraham fueron obligados a emigrar a Egipto. Allí vivieron y se multiplicaron durante 4
siglos, al cabo de los cuales los egipcios comenzaron a ensañarse con ellos. 

Entonces Dios toma la iniciativa. Elige a Moisés, de raza israelita pero educado a la egipcia. A él se le
manifiesta en el desierto, como el Dios eterno y trascendente, y le revela su nombre: “Yo soy YO SOY”
(Ge 3, 14). Luego le confía la misión de liberar a su pueblo Ex 3, 10………………………………………...

…………………………………………………………………………………………………………………

Si el Génesis nos mostro el origen del Pueblo de Dios, el Éxodo nos presenta su formación y educación.
Para formarlo, Dios lo saca de Egipto y lo lleva a la soledad del desierto. Igual había hecho antes con
Abraham.

Luego hace alianza con él en el Sinaí, obligándolo a vivir segregado del ambiente pagano y fiel a sus
preceptos.

Antes de seguir adelante lee Ex 1-2 y 7-11 y responde a estas preguntas:

¿Quiénes emigraron a Egipto?................................................................................................................

¿Quién los llevó a Egipto siglos antes?....................................................................................................

¿En qué condiciones vivían?.................................................................................................................

¿A quién suscitó Dios para liberarlos? ………………………………………………………………………

84
¿Cuáles son las llamadas plagas de Egipto?..............................................................................................

…………………………………………………………………………………………………………………

4. EL PERSONAJE CENTRAL.

Todo el libro del Éxodo gira alrededor de un gran personaje: Moisés, escogido y preparado por Dios,
destinatario de la revelación del "Nombre" y enviado corno libertador, legislador y profeta de Israel.

Otros hechos transcendentales son: la institución de la pascua y la alianza de la promulgación del


Decálogo.

Acerca de la figura de Moisés, busca los textos y responde a estas preguntas:

a. ¿Quiénes fueron sus padres? Ex 6, 20…………………………………………………………………….

b. ¿Quién lo adoptó? Ex 2, 10…………………………………………………………………………........

c- ¿Por qué tuvo miedo? Ex2, 12………………………………………………………………………………

d - ¿A dónde huyó y en dónde se casó? Ex 2, 15…………………………………………………………….

e - ¿Por qué regresó a Egipto? Ex 4, 19…………………………………………………………………….

De Moisés se hacen los mayores elogios en el Éxodo. Transcribe los textos:

aa - Elegido por Dios. Ex 7, 1………………………………………………………………………………….

bb- Hombre de oración. Ex 17, 11…………………………………………………………………………..

cc- Conocedor de Dios. Ex 34, 6……………………………………………………………………………

dd - Legislador. Ex 18, 20…………………………………………………………………………………. ….

ee- Historiador. Ex 17, 14……………………………………………………………………………………..

ff- Profeta. Nu12, 6…………………………………………………………………………………………

5. LA CELEBRACION DE LA PASCUA.

Uno de los actos más importantes narrado en el Éxodo es la celebración de la primera Pascua y el paso del
Mar Rojo, síntesis de la obra liberadora de Dios para con su Pueblo. Este acontecimiento es uno de los más
recordados a través de los libros de la Biblia.

Lee Ex 12-15 y recuerda las características del cordero sacrificado: Debe ser …………………..............
Además se debe comer sin………………………………………………………………………………….

85
(Ex 12, 46).

Lee también el Salmo 78 y el Salmo 105 y escribe aquí el versículo preferido.

Del Sal 78 mi versículo preferido es:………………………………………………………………………..

Porqué. ………………………………………………………………………………………………………...

Del Sal 105 mi versículo preferido es: ……………………………………………………………………..

Porqué………………………………………………………………………………………………………..

6. LA ALIANZA DEL SINAI.

El segundo acontecimiento trascendente, narrado en el Éxodo, es la Alianza del Sinaí, sellada a base del
cumplimiento de los Mandamientos divinos o ley. La Alianza es un don, una iniciativa exclusiva de Dios,
pero comporta el compromiso del Pueblo. Dios será el Dios de Israel, su libertador, quien lo guiará a la
tierra prometida, si, Israel se apartará de las idolatrías paganas y guardará los preceptos y las leyes divinas.

Los mandamientos están resumidos para nosotros en el AMOR A DIOS y en el AMOR AL PROJIMO.
Transcribe estos dos textos.

Dt 6, 5………………………………………………………………………………………………………..

……………………………………………………………………………………………………………....

Lc 10, 27……………………………………………………………………………………………………..

……………………………………………………………………………………………………………....

7. EL SIGNIFICADO DEL EXODO.

¿Qué significado tienen para nosotros hoy los acontecimientos del Éxodo? Vamos a recordar sólo algunos
aspectos.

a - La Pascua. En la narración el faraón y Egipto encarnan el pecado y el mal, frente al paso de la santidad
divina. Dios salva a Israel, porque es fiel a sus promesas. La pascua celebra la liberación Pueblo de Dios en
el AT y prefigura la Pascua cristiana. Cristo es el verdadero cordero de Dios, que nos salva mediante su
sangre. Debemos recordar esta salvación maravillo. Ex 12, 26-27……………………………………….

…………………………………………………………………………………………………………………

……………………………………………………………………………………………………………….

b. El paso del Mar. Frente al mar, Dios prueba que la liberación es obra suya. Israel vio el poder de Dios,
temió y creyó y entonó el canto de los redimidos. Nosotros el poder salvador de Dios lo vemos cuando

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pasamos por las aguas del Bautismo. Lee con tranquilidad Ex 15, 1.22. Es el mismo cántico, que
cantaremos al final después de la victoria de Cristo. Ap 15, 3-4. …………………………………………….

…………………………………………………………………………………………………………………

c - La Alianza del Sinaí. En esencia es uno para el otro, Yahveh para Israel e Israel para Yahveh. La
Alianza nueva, sellada con la sangre de Cristo y el don del Espíritu Santo, crea una relación de familia y de
amor a Dios y entre nosotros.

Transcribe: Dt 6, 13-14 ……………………………………………………………………………………….

…………………………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

Lv 26, 12…………………………………………………………………………………………………….

…………………………………………………………………………………………………………………

Rom 13, 10……………………………………………………………………………………………………

…………………………………………………………………………………………………………………

8- PROFUNDIZACION.

Lectura y reflexión sobre los temas siguientes:

a- La experiencia religiosa de Moisés (Ex 3, 1-15; 33, 18-23; 34, 6-9);

b- La pascua judía y la pascua cristiana (Ex 12-15);

c- La alianza del Sinaí y la Nueva Alianza en la sangre de Cristo (Ex 24, 1-8);

d- El maná figura de la Eucaristía (Ex 16);

e- Dios manda construir imágenes (Ex 20, 4-5; Ex 25, 18-22. 33-36).

"partieron de Ramsés a Sucot en número de unos seiscientos mil hombres, sin


contar a los niños."

"La estadía de los israelitas Egipto fue de 430 años."

HACIA LA TIERRA PROMETIDA

1. EN EL DESIERTO.
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Después de la alianza del Sinaí, Israel se encamina hacia Cadés. Rechazado en la frontera de Canaán, da
un gran rodeo al oriente del Mar Muerto. La peregrinación en el desierto dura alrededor de 40 años.

El desierto en la Biblia tiene varios significados.

a. Es el lugar Ideal para encontrar a Dios. En efecto Dios está muy cerca de su Pueblo. Lo guía mediante la
nube (Num 9, 15-23). Realiza prodigios extraordinarios. Lo alimenta con el maná y el agua, que brota de la
roca (Num 11, 31-35; 20, 1-11; Ex 16-17).

Transcribe Dt 1, 30-32……………………………………………………………………………………….

………………………………………………………………………………………………………………..

………………………………………………………………………………………………………………..

b. Es el lugar Ideal, dónde Dios prueba a su Pueblo. Lo educa, lo corrige y fortalece en la fe. Lee y resume
Dt8, 2-6……………………………………………………………………………………………………..

………………………………………………………………………………………………………………..

………………………………………………………………………………………………………………..

c. Es el lugar, en donde Israel tienta a Dios con sus rebeliones y murmuraciones. Ex 16, 3………………

………………………………………………………………………………………………………………..

………………………………………………………………………………………………………………..

TEMA 8

EL LIBRO DE LEVITICO

El Levítico es el tercer libro de la Biblia, es en gran parte un libro de ceremonia y de meras prescripciones
rituales, compuesto por los sacerdotes judíos y para ellos. Estas leyes no son tanto para el pueblo sino para
que los sacerdotes desempeñen bien su ministerio. Había una tribu llamada Leví que se dedicaba al culto
del Señor (Num 3, 5-20). Por eso a los sacerdotes o ayudantes se les llamaba Levitas de allí estos libros se
llama <<Levítico>>.

La redacción de este libro…

88
Este libro fue escrito a través de muchos años, siglo VII-V a.C. aunque para nosotros es un poco aburrido
leerlo, contiene un gran mensaje: el pueblo de Dios está llamado a ser santo, como Dios es Santo
(Levíticos 19, 1-2). No se trata solamente de la actitud sincera de agradar a Dios, sino también de servicio
al prójimo.

Estructura del libro

a. El libro comienza con un primer grupo de leyes sobre los sacrificios y sus rituales respectivos (Lev 1-7).

b. Luego sigue un cuerpo de normas sobre la consagración de los sacerdotes de Aarón (Lev 8-10)

c. Después viene un grupo de reglas sobre pureza o impurezas, rituales de animales y de personas, para
remachar un detallado ritual de la fiesta de la Expiración (Lev 11-16)

d. Pero la parte más antigua y más importante de este libro, corresponde a la <<ley de la santidad>> (Lev
17-26), llamada así por su temática y por las formulas que utiliza (ver Lev 19, 1-2). En esta parte hay leyes
sobre las personas y cosas relacionadas sobre el culto: sangre de sacrificios, relaciones sexuales, cultos
prohibidos, personas, tiempos y lugares santos.

e. El libro termina sobre disposiciones de votos y promesas (Lev 27).

El Levítico en relación con nosotros los cristianos…

El Levítico nos muestra como los hombres de aquel tiempo se preocupaba de su relación con Dios. Tal vez
muchas cosas para nosotros, como los sacrificios judíos no nos interesan, pero si nos puede ayudar a
profundizar en el verdadero culto que quiere Dios que le demos por medio de Jesucristo (ver Rom 12; Heb
10, 1-10).

Para dialogar y Compartir

1.- ¿De dónde viene la palabra Levítico?

2.- ¿De qué trata este libro?

3.- ¿Qué validez puede tener para nosotros hoy?

4.- Lea y comente Levíticos 19, 1-6.

89
Oración

Oh Dios! Recordamos tu bondad en medio de tu templo,

Oh Dios! Tu alabanza sigue la fama de tu nombre

Hasta los extremos de la tierra (Sal 48, 10)

TEMA 9

EL LIBRO DE NÚMERO

Al cuarto libro de la Biblia, los cristianos lo llamamos <<Números>> y los judíos lo llaman <<En el
desierto>>, porque así comienza este libro, aunque su nombre se deba a un censo de las tribus que
caminaron hacia Canaán, el libro fue escrito entre los años 587-539 a.C.

El libro de los Números reanuda el tema de la marcha en el desierto. El nombre “Números” hace referencia
al censo de los guerreros en los primeros capítulos. El título hebreo es "En el desierto”.

Este libro se puede dividir así:

a. El censo de la comunidad (cap. 1-4). Muestra a Israel como un pueblo santo, definido y ordenado. En
este pueblo los Levitas son como el alma.

b. Ofrenda por la dedicación de la Tienda (cap. 5-8).

c. La celebración de la II pascua y la salida (cap. 9-10).

90
d. La llegada a Cadés y el intento frustrado de ocupar Canaán (cap. 11-14).

e. La estancia en Cadés y la llegada frente a Jericó (cap. 20-25).

f. La victoria sobre los Medianitas (cap. 31-32).

g. Resumen de las etapas del éxodo (cap. 33).

En torno a estos relatos se agrupan colecciones de leyes y disposiciones, que completan las del Sinaí y
preparan el establecimiento en Canaán (cap. 5-6, 8. 15-19. 26-30. 34-36). No todas las narraciones
encierran un mismo interés. Hay ocho capítulos, que debes leer con atención y al final de la lectura
transcribir el verso, que te parece más significativo.

Cap. 10: verso:…………………………………………………………………………………………………

Cap. 11: verso:…………………………………………………………………………………………………

Cap. 12: verso:…………………………………………………………………………………………………

Cap. 13: verso:…………………………………………………………………………………………………

Cap.14: verso:…………………………………………………………………………………………………

Cap. 16: verso:…………………………………………………………………………………………………

Cap. l7: verso:…………………………………………………………………………………………………

Cap. 20: verso:…………………………………………………………………………………………………

3. GRANDES PERSONAJES.

Selecciona uno de los siguientes personajes de Números, después de transcribir el texto citado y al final
señala al que hayas preferido a los demás y razona las causas.

Aarón: Num 18, 1-2………………………………………………………………………………………….

……………..…………………………………………………………………………………………………

María: Num 12,1:……………………………………………………………………………………………

Coré: Num 16,1-2:……………………………………………………………………………………………

Finés: Num 25, 7-11:……………………………………………………………………………………….

Caleb Num 13,30:……………………………………………………………………………………………

De estos personajes yo elijo a……………………………………. porque…………………………………

91
……………..…………………………………………………………………………………………………

TEMA 10

EL LIBRO DE DEUTORONOMIO

El Deuteronomio es el quinto libro de la Biblia y el ultimo de del Pentateuco, su nombre significa


<<Segunda Ley>>, tomado del pasaje del mismo libro del Deuteronomio 17, 18. Básicamente es un libro
de ley, pero también trae elementos narrativos que nos sitúa en el mismo escenario de Israel al otro lado del
Jordán, al llegar a la tierra prometida. El libro es como el testamento de Moisés, que llego a penas a ver de
lejos esta tierra, pero murió en el monte Nebo, no sin antes dejar sus últimas recomendaciones al pueblo.

La redacción de este libro…

La composición de este libro tuvo un largo proceso. Entre otras cosas, apareció como una obra de los
refugiados del Reino del Norte que se establecieron en Jerusalén llevando consigo sus tradiciones orales y
escritas, entre ellas el núcleo del libro de Deuteronomio 5, 28, que estuvo perdido en tiempos del rey
Manases, hasta que fue encontrado en el año 622 a.C. en el templo por el piadoso rey Josías y que le sirvió
para su reformación litúrgica 2 Rey 22, 3-10. La redacción final del Deuteronomio tuvo lugar después del
destierro en un esfuerzo por acomodarse a la nueva situación, después de la catástrofe del año 586 a.C.

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El libro del Deuteronomio es una especie de código de leyes civiles y religiosas (cap. 12-26), intercalado
con tres grandes discursos de Moisés:

Primer discurso (cap. 1-4);

Segundo discurso (cap. 5-11 y 26-28),

Tercer discurso (cap. 29-30).

En sus discursos Moisés recuerda los acontecimientos del Éxodo, del Sinaí y de la conquista. Sobre todo
subraya el tema de la Providencia divina, de la elección de Israel y el don de la Tierra Prometida. Insiste
especialmente sobre la fidelidad a Dios. Israel es un pueblo consagrado a Dios (Dt 7,1-6). Tiene que evitar
la Idolatría, amar a Dios con todo el corazón, servirle y observar sus preceptos (Dt 5, 32-33; 6, 4-9. 13; 10,
12-13; 11, 1).

La última parte del Deuteronomio presenta la muerte de Moisés y la misión de Josué (cap. 31-34). El gran
profeta no entra en la Tierra prometida. Sólo la contempla desde lejos. No había tenido fe total. No había
manifestado la santidad de Dios en medio del Pueblo (Dt 32, 51-52; Num 20, 12-13). Según Dt 1, 37; 3 ,26
y 4, 21. Moisés es castigado a causa del pueblo que rehusó subir de Cadés a Canaán. Antes de morir
encima del monte Nebo enfrente de Jericó a la edad de 120 años Moisés pronuncia un cántico de elevada
poesía, que exalta el poder del Dios de Israel, único Dios verdadero, proclama la perfección de sus obras (v.
3-7), su providencia con Israel (v. 8-14), su fidelidad y amor, que no abandona a su pueblo y siempre
interviene en su favor (v. 26-42). Luego bendice las tribus de Israel y se reúne "con los suyos".

5. PROFUNDIZACION.

Lectura y reflexión sobre ion tonino siguientes:

a. La serpiente de bronce figura de Cristo (Num 21, 4-9);

b. La transmisión del don del Espíritu de Dios (Num 11, 17-30);

c. El Éxodo de Israel y nuestro éxodo (Hb 13, 13-14).

93
TERCERA CLASE

LIBROS HISTORICOS

TEMA 1

INTRODUCCIÓN A LOS LIBROS HISTORICOS

«Ahora bendigan al Dios del universo, que por todas partes hace grandes cosas, que ha hecho célebre
nuestra historia desde nuestros orígenes y nos ha tratado de acuerdo a su misericordia» (Eclesiástico 50,
22).

Eje del Tema:

Israel, como pueblo, experimentó a Yahveh en su historia como Dios Salvador, que con amor lo guió a la
Tierra Prometida, para que vivieran por siempre felices. Los libros históricos quieren recalcar esta acción
salvadora de Dios en favor de su pueblo, durante las diversas etapas de su existencia, para que
descubramos su amor y su atención, como promesa de lo que hizo con nosotros a través de Jesucristo.

1. Continuando con la Historia de Israel...

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De aquí en adelante, se nos narra la entrada del pueblo de Dios en la tierra prometida hasta el destierro, en
los libros de Josué, Jueces, 1-2 Samuel, 1-2 Reyes. Los libros de 1-2 de Crónicas retoman la historia de los
libros de Samuel y de Reyes, continuándola con la formación de la comunidad judía después del exilio con
los libros de Esdras y Nehemías. Tenemos también historias o relatos ejemplares en los libros de Tobías,
Judit, Ester y Rut, para terminar con los dos libros de los Macabeos. A todos estos libros se les llama
Libros Históricos, que son los más numerosos del Antiguo Testamento.

2. El género histórico.

Recordando un poco lo que vimos al hablar de este género (ver el tema 6 del curso «Mis primeros pasos
con la Biblia), vimos que la historia bíblica es historia de salvación. No es, por tanto, un reportaje en vivo y
a todo color de los hechos de salvación. Al autor (o autores), no les interesa presentarnos lo que pasó,
dónde, cuándo, el cómo... sino más bien ver en los acontecimientos las intervenciones de Dios para con su
pueblo; un Dios que se acerca al hombre en su historia para salvarlo. De manera que no hay que leerlos con
nuestra mentalidad «exacta» o «científica», sino con una mirada de fe o de creyentes, ya que es una historia
sagrada en la que los acontecimientos están guiados por Dios.

3. Los redactores de los Libros Históricos.

Como pasa con la mayoría de los libros bíblicos, fueron varios los autores de los Libros Históricos. Para
más facilidad, los llamaremos con estos nombres: el Deuteronomista y el Cronista. A los autores de los
relatos ejemplares (Tob, Jdt, Est, Rt) y de 1-2 Mac los veremos cuando estudiemos sus libros. Vayamos,
entonces, a los dos primeros:

• El Deuteronomista (de él hablamos en la redacción del conjunto del Pentateuco), es el autor de los libros
del Deuteronomio, de Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes, que fueron escritos después del destierro de
Babilonia o Exilio. Al narrar los hechos, presenta la destrucción de Israel y de Judá como un castigo por
haber olvidado la alianza del Señor. De ahí la necesidad de volver a las exigencias de la Ley.

• El Cronista es el autor de los libros de 1 -2 Crónicas, Esdras y Nehemías. Escribió en el siglo IV a. C.


a finales del período persa o comienzos de la dominación griega. Utilizó dos fuentes bíblicas importantes:
el Pentateuco y la historia deuteronomista, sacando una obra muy original que pretende transmitir un
mensaje muy concreto. Para mostrar el sentido de la historia comienza desde Adán, el diluvio, la elección
de Israel, la época de David y Salomón. Luego el exilio y el nuevo pueblo de Dios que surgió del destierro
hasta la reforma de Esdras. Con esto quiere decirnos que todo sucedió como parte fundamental del plan de
Dios, que gobierna toda la historia.

El estilo de redacción de este autor...

El Cronista hace una teología de la historia; «idealiza» la figura del rey David: es el gran rey según el
corazón de Dios, que supo dotar a su reino de una capital, Jerusalén, preparar la construcción del templo y

95
la organización del culto. Esto le interesa sobre todo, dándole mucha importancia a los sacerdotes y a los
levitas.

Trata de demostrar que cuando los reyes y el pueblo eran linios, reinaba la felicidad, pero cuando eran
infieles, venían las desgracias. Así, en forma un tanto simplista intenta mostrar en Imágenes lo que podría
ser el reino de Dios vivido en la tierra.

Bien, comencemos a hacer el recorrido por cada uno de los Libros Históricos.

El Libro de Josué.

«Todo el pueblo pasará contigo a la tierra que yo doy a los hijos de Israel. Yo les doy todos los lugares
donde pongan sus pies, como se lo prometí a Moisés» (Josué 1, 2-3).

Eje del Tema:

Desde su entrada a la Tierra de Promisión con Josué y los Jueces, hasta su lucha en los tiempos de los
héroes Macabeos, unos siglos antes de Cristo, el pueblo de Israel supo aprovechar los acontecimientos
salvadores de Dios, para aprender muchas enseñanzas. Nosotros podemos encontrarlas en los libros
históricos, desde Josué hasta los dos de los Macabeos, pasando por la experiencia de la literatura
novelada, desde Tobías hasta Rut; descubriremos cómo va Dios realizando la Historia de Amor con su
Pueblo.

El libro lleva el nombre del héroe: Josué. Su tema fundamental es la entrada en la tierra que Dios había
prometido a Abraham y repetido a Moisés (Jos 1-12); el reparto de la tierra entre las tribus (Jos 13-22), con
un final que recoge el discurso de despedida de Josué, con recomendaciones para el pueblo (Jos 23); la
alianza de las tribus con Yahveh en la asamblea de Siquem (Jos 24).

¿Cómo se presentan los acontecimientos en el libro de Josué?

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La entrada en la tierra se presenta en este libro como una gran conquista militar, como si fuera todo el
pueblo que llegó y «barrió» con todo a su paso al mando de Josué. Pero la cosa no fue así: la penetración
fue un tanto pacífica y duró bastante tiempo, aunque en algunos momentos, ciertas tribus tuvieron que usar
la fuerza, pues no estaban unidas en ese tiempo (Jos 13, 1 -7; 17, 16- 18; Jue 1) para tomar posesión de
Canaán.

Esta imagen de la conquista es más teológica que histórica. Lo que le interesa presentar al autor
deuteronomista es que Dios cumplió con su promesa de dar esa tierra a los hijos de Israel y como había
jurado con hacerlo, a sus padres (Jos 1, 2.6). Por eso, la entrada de Israel se parece más a una procesión
litúrgica que a una guerra (Jos 3, 14). Además, el libro de Josué es un relato épico y religioso a la vez, que
quiere enseñarnos lo siguiente: Dios estaba al lado de su pueblo Israel, lo ha ayudado y guiado hasta la
tierra de promisión.

El anatema (Jos 6, 20-21).

En el libro se nos presenta algo repugnante para nuestra mentalidad: el anatema, que consistía en
exterminar, o, mejor dicho, en ofrecer en sacrificio al Señor el botín: personas, animales y cosas. Para ellos,
eso era un acto supremo de su religión: sacrificar y ofrecer al Dios vencedor lo más preciado que era el
botín.

Por eso, no lo analicemos desde nuestra fe cristiana, que no lo justifica, sino desde la mentalidad de un
pueblo no civilizado del todo, ni en su fe. Como tampoco lo hacemos con nuestras civilizaciones
antepasadas: los indígenas practicaban sacrificios humanos a sus dioses, hasta que nos vino el cristianismo
a América Latina. Porque ni los hebreos que llegaron a la tierra prometida, ni nuestros antepasados
conocían el valor de la vida humana.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Cuál es la meditación que hace el autor deuteronomista, acerca de la historia del pueblo de Dios? Puede
repasar el origen del Antiguo Testamento o del Pentateuco, para que conteste esta pregunta.

2. ¿Qué es el Cronista y cómo redacta la historia de Israel?

3. Lea y comente lo que dice el documento de Puebla, en los números 275 y 276. ¿Qué relación tiene la
historia bíblica con nosotros?

4. ¿Cuál es el tema central de este libro?

5. ¿Cómo pinta este libro la conquista de Canaán?

6. Explique en qué consiste el «anatema» y cómo podemos analizarlo.

ORACION
97
Te damos gracias Señor, porque manifestaste tu amor a Israel, en los acontecimientos de su historia,
salvándolo y rescatándolo. En Jesucristo nuestro Redentor, has venido a salvarnos en nuestra propia
historia. Te pedimos experimentar cada día la acción redentora de tu misericordia.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque su amor es eterno! Al que guió a su pueblo en el desierto, al
que derrotó a reyes poderosos, y dio muerte a monarcas respetables, a Sebón, rey de los amorreos, y a Og,
rey de Basan, y traspasó sus tierras como herencia, como herencia a Israel, su servidor. Denle gracias al
Señor, Dios de los cielos, - ¡porque su amor perdura para siempre! (Salmo 136,1.16-22.26).

TEMA 2

EL LIBRO DE JUECES
«Yahveh hizo que se levantaran jueces, o sea, libertadores, que salvaron a los israelitas de sus
explotadores» (Jueces 2,16).

El libro de, los Jueces toma su nombre de los personajes que presenta. Los jueces fueron héroes
carismáticos que en los siglos XII y XI a.C. surgieron para defender a las tribus amenazadas por gente
enemiga de Israel, como los cananeos, los filisteos u otros grupos seminómadas. Se trata de relatos
legendarios que no son propiamente historia exacta, pero que reflejan la situación de las tribus hebreas
cuando trataban de asentarse en Canaán o de unirse entre ellas.

Podemos dividir el libro en tres partes:

1. Introducción (Jue 1, 1-2.5). Aquí se describe la conquista de Canaán, a veces con derrotas, por las
tribus de Israel.

2. Período de los Jueces (Jue 2, 6-16.31). Aquí tenemos relatos sobre cada uno de los jueces, de acuerdo
con un esquema determinado que explica la intención teológica del autor: Israel abandona a Yahveh
yéndose con dioses extranjeros; castigo de Yahveh por medio de los enemigos; arrepentimiento y
conversión de Israel; liberación por Yahveh que hace que se presente un juez: entonces el pueblo disfruta
de paz hasta una nueva caída.

3. Los capítulos finales (Jue 17-21) nos narran la fundación de un santuario ilegítimo en Dan y el crimen
de los benjaminitas.

El libro, que forma parte de la obra del deuteronomista, nos presenta una gran variedad de géneros
literarios: listas (Jue 10, 1-15); narraciones históricas (ver la batalla de Gedeón en Jue 8, 4-12); secciones

98
poéticas como el canto de Débora (Jue 5) o la fábula de los árboles de Jotam (Jue 9, 8-15); leyendas de
héroes, leyendas cultuales o las leyendas populares sobre Sansón (Jue 13-16). Los capítulos 17-21
contienen antiquísimos relatos tribales.

Este libro se terminó de escribir después del destierro. Los acontecimientos tal como los presenta este
libro...

El libro de los Jueces expone de una manera mucho más real la lentitud de la conquista, las rivalidades de
las tribus israelitas, los éxitos y los fracasos ante el enemigo, Lo importante es la reflexión que hace de los
acontecimientos pasados. Todo les pasó por abandonar la Ley del Señor, pero Dios siempre está dispuesto a
perdonar y a salvar a su pueblo. Lo hizo por medio de jueces, aunque ellos no eran santos, perfectos ni
buenos del todo. La fuerza de Dios, decía San Pablo, se manifiesta en lo débil (2 Cor 12, 9).

El redactor deuteronomista se hace eco de la reflexión del pueblo.

El pueblo de Dios en el destierro, muchas veces se puso a pensar en todo lo que se les había venido encima
por abandonar la alianza de Dios. Al pensar en el pasado y ver que también los antepasados habían
olvidado a su Dios, en el tiempo de los jueces, sabía que tarde o temprano, el Señor de nuevo vendría en su
ayuda, que Dios nunca había dejado de amarlos y perdonarlos. El libro de los Jueces es una llamada a la
conversión y a la confianza en Yahveh.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Quiénes son estos «jueces» de los que nos habla el libro?

2. ¿Cuál es la clave de este libro para leer la historia? Lea Jue 2, 6-23 con lo que nos dice nuestro estudio.

3. ¿Es el libro de los Jueces una historia en el moderno sentido de la palabra? Explíquese.

4. Complemente la reflexión meditando el Salmo 106.

ORACION

Alma mía retorna a tu descanso, pues el Señor se porta bien contigo: ha librado mi vida de la muerte, de las
lágrimas mis ojos, y mis pies de andar dando tropezones. Caminaré en presencia del Señor en la tierra que
habitan los vivientes. (Salmo 116,7-9).

99
TEMA 3

EL LIBRO DE 1-2 DE SAMUEL

«Samuel creció y Yahveh estaba con él. Y todo lo que Yahveh le decía se cumplía. Todo el pueblo, desde
Dan hasta Bersebá, supo que Samuel había dado pruebas de que era profeta de Yahveh» (1 Samuel 3, 19).

Los dos libros de Samuel formaban al principio uno solo. La versión de los Setenta los dividió en dos
libros, posiblemente en razón de su extensión y los metió (como 1 y 2 Reyes) en el gran conjunto de los
Libros de los Reyes, que aparecen así en la Vulgata de San Jerónimo.

Según la tradición judía, los libros de Samuel fueron escritos por el mismo Samuel o por Samuel, Natán y
Gad. Ya sabemos que el autor es el deuteronomista, aunque el nombre de los dos libros se debe al profeta
Samuel. El contenido del primer libro es el origen de la monarquía en Israel con Saúl, proceso en el que
Samuel, como último de los jueces, desempeñó un papel muy importante. El segundo libro nos relata la
consolidación de la monarquía con David.

El primer libro de Samuel nos cuenta el origen de la monarquía de Israel.

La historia de la monarquía aparece en el primer libro con la etapa anterior: los jueces; «en ese tiempo no
había rey en Israel»... (Jue 21, 25). El profeta Samuel da comienzo esta nueva etapa como prolongación de
la era de los Jueces (1 Sam 1-7). Pero la situación pintada ahí, que nos cuenta que el arca de la alianza
estaba en poder de los filisteos, hace ver la necesidad de un cambio de régimen. Se nos cuenta el origen de
la monarquía, una tradición favorable y otra desfavorable al rey, que refleja lo que pensaba el pueblo en ese
momento y la amarga experiencia de la monarquía en sus comienzos (1 Sam 8-13). Luego sigue la historia
de Saúl (1 Sam 14-31), mezclada de luces y sombras. Mido 1 Sam 16 aparece David en escena para irle
quitando el puesto a Saúl, que muere en el campo de batalla peleando con m filisteos.
100
El segundo libro nos habla del rey David

En el libro segundo de Samuel sigue la historia de David que, siendo fugitivo de Saúl y desterrado, pasó a
ser reconocido como rey, primero de Judá en Hebrón y luego también de Israel mi Jerusalén (2 Sam 2-5).

La creación de su imperio ocupa menos espacio narrativo que su vida errante, en el libro anterior. Los
momentos que más destaca el autor de estos pasajes son: el de la creación de una capital política y religiosa
en Jerusalén y el reconocimiento del mino y dinastía de David por la profecía de Natán (2 Sam 6-8). Lo que
sigue del relato nos habla de los hijos del rey: es la «historia de la sucesión», bastante menos luminosa que
la historia de la llegada al trono de David. La narración continúa en el primer libro de los Reyes (1 Re 1-2).

¿Cómo se redactaron ambos libros?

El autor o autores de ambos libros manejaron documentos diversos o fuentes (tradiciones sobre el origen de
la realeza, archivos oficiales, poemas, relatos populares, etc.), para dejarnos una obra maestra de historia
bíblica escrita desde la fe en Yahveh. Ahí se nos narra la formación de Israel como verdadero pueblo, son
una unidad política y religiosa, el nacimiento de la monarquía, del profetismo y del sacerdocio de Israel,
juntamente con la elección de Jerusalén como capital y como origen de la dinastía davídica.

La historia de Israel en sus comienzos en relación con nosotros.

Una historia muy humana, hecha «de carne y hueso», de fracasos y triunfos, lágrimas y gozos, pecados y
actitudes de fe, plegarias y fiestas, abrazos y puñaladas. Los personajes son como nosotros; fieles,
cobardes a veces, servidores o traidores, amigos o enemigos. Una historia cercana a nosotros, que nos hace
sentir de todo: admiración, piedad, disgusto, indignación, alegría, etc.

Esto es lo bello de estos libros. No solamente leeremos la historia de este gran rey David, amado
especialmente por Dios, sino que su reino es el signo y es promesa del verdadero reino traído por su
descendiente Jesús, el Mesías de Dios.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Qué importancia tiene el primer libro de Samuel?

2. ¿Qué actitudes habían en el pueblo de Israel al comienzo de la monarquía? Leer 1 Sam 8; 10.17-27 y 1
Sam 9, 1-10,1-16; 11.

3. ¿De qué nos habla el segundo libro de Samuel?

4. ¿Qué fue lo que Dios le prometió a David? Leer 2 Sam 7, 14- 16.

5. ¿Cómo se cumplió esta promesa en Jesucristo? Leer Lc 1, 26-33.

101
ORACION

Gracias te damos Señor, porque suscitaste a David, rey bueno y solícito, como anticipo del verdadero rey,
Jesucristo, nacido de su linaje. Te pedimos que venga a nosotros el Reino de tu Hijo, para que todos
podamos participar de los bienes de la salvación. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

TEMA 4

LOS LIBROS DE 1-2 DE REYES

«Así dice Yahveh: «Llega el día en que yo haré surgir un hijo de David, que se portará como rey justo y
prudente. El gobernará este país según la justicia y el derecho. En aquel tiempo Judá gozará de paz, e Israel
permanecerá seguro. Y éste es el nombre que le darán: Yahveh nuestra justicia» (Jeremías 23, 5-6).

Los dos libros de los Reyes

Los dos libros de los Reyes son una sola obra, que continúa con la anterior (los libros de Samuel),
especialmente el final de la sucesión de David. Al llegar el nuevo rey, Salomón, este concluyó el reinado de
David (1 Re 1-2). El nombre de estos libros refleja su contenido: la historia de los reyes de Israel y Judá
desde que Salomón subió al trono, hasta la caída de Judá y el destierro en Babilonia a principios del siglo
VI a.C.

Una historia dividida en tres etapas

Esta historia comprende tres etapas. La primera es el reino unido, o sea, todas las tribus y la continuación
de la monarquía de David en su hijo Salomón (1 Re 3-11).

La segunda es la de los dos reinos paralelos, Israel y Judá, desde la división de Jeroboam (año 931) hasta la
caída de Samaria en el año 721 (1 Re 12; 2 Re 17).

La tercera etapa es la del reino de Judá hasta su destierro en el año 586 (2 Re 18-25).

102
El autor de esta doble obra. ¿Cómo la redacta...?

La obra forma parte de la historia deuteronomista y fue escrita seguramente en dos momentos: primero, al
final del siglo VII teniendo en cuenta la reforma del piadoso rey Josías (2 Re 22-23), y luego durante el
destierro, a la luz del mismo. El autor utilizó fuentes que cita varias veces: el libro de los «Hechos
Salomón» para la primera parte. Para la segunda y la tercera usó las «Crónicas de los reyes de Israel y de
Judá», además de otras fuentes como leyendas de algunos profetas, los ciclos de Elías y Elíseo y del profeta
Isaías.

A partir de Jeroboam, el autor nos sigue contando al mismo tiempo la historia de los dos reinos. Nos habla
de cada uno de los reyes siguiendo un mismo esquema (fecha de su llegada al trono, el reino, edad del rey,
lo que duró su reinado, el nombre de la madre del rey en el caso de los reyes de Judá, juicio del rey,
fuentes». Para buscar más información acerca del mismo, muerte y lugar donde lo enterraron, nombre del
sucesor). Ver 2 Re 13, 10-13.

El valor histórico de ambos libros

Estos dos libros son de gran valor histórico, pese a que su] campo de interés es limitado y sus juicios sobre
los reyes son parciales. Por ejemplo: casi no habla de dos importantes reinos, el de Omri y el de Jeroboam
II en Samaría y habla muy mal de lo» reyes de Israel, recordando la culpa del primero de ellos, Jeroboam,
e1 responsable de la división. Solamente se alaba a algunos reyes de Judá por su fidelidad a Yahveh. (Ver
por ejemplo, 2 Re 18, 1-7).

Al final del segundo libro de los Reyes (24-25), se nos cuenta el fin del reino de Judá: el destierro a
Babilonia, un desastre total. Han desaparecido el rey, el templo y la ciudad santa. El pueblo que queda en
tierra extraña (ver Sal 137). A los ojos humanos no queda esperanza alguna.

¿Cuál es el pensamiento del redactor deuteronomista?

Recordemos que para el autor deuteronomista, todo ha sucedido por haberse roto la alianza con Dios, pero
que, a pesar del castigo, hay todavía lugar a la conversión y a la esperanza, Dios es fiel. Su plan no ha
fracasado. Todavía queda un resto da fieles, que no solamente se mantienen como tales a la alianza, sino
también a su fe en Dios. El Señor no quiere la muerte de los Buyos. Tan es así, que mantiene la promesa
hecha al rey David: el pueblo volverá a su tierra, como antes la habían recibido al entrar a Canaán,
prometida a los patriarcas y conquistada por sus antepasados. Habrá un porvenir mejor para todos, un
nuevo futuro. La historia de Israel es historia de salvación, no lo olvidemos.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Los libros de los Reyes presentan simplemente una historia?

2. ¿Qué pasó con los reinos de Israel y de Judá después de la muerte de Salomón? Ver 1 Rey 12.

103
3. ¿Qué lecciones podemos sacar a estos acontecimientos de la historia del pueblo de Dios? Lea Puebla, no.
182 al 186 y compare.

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que reúnes lo que está disperso y conservas lo que has unido, mira con amoral
pueblo de tu Hijo, para que, cuantos han recibido un mismo bautismo, vivan unidos por la misma fe y por
el mismo amor. Por el mismo Jesucristo Señor Nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

TEMA 5

LOS LIBROS DE 1-2 DE CRONICAS

«Si caminas en mi presencia como tu padre David, cumpliendo todo lo que te he mandado y observando
mis leyes y mandamientos, yo consolidaré tu trono real, como prometí a tu padre David cuando dije: No te
faltará un descendiente en el trono de Israel» (2 Cron 7, 17-18).

Los dos libros de las Crónicas tienen tres nombres diferentes. En nuestras Biblias aparecen como Crónicas,
título que viene de San Jerónimo. La traducción griega de la Biblia, o de los Setenta, los llama
Paralipómenos, que podría significar «cosas omitidas» por los libros de Samuel y Reyes. La edición hebrea
de la Biblia los llama Anales. Su autor es el mismo que el de los libros de Esdras y Nehemías, al que hemos
llamado el Cronista (ya hablamos de él).

¿Cómo se compone esta obra?

El pueblo judío había vuelto del destierro, pero siguió so-metido al dominio de los persas. Habían
desaparecido sus sueños de grandeza política y económica. Formaba una insignificante comunidad en torno
al nuevo templo y dirigida por los sacerdotes. Su fe se alimentaba por el cumplimiento de la ley y de la
participación en el culto. Pues bien, el Cronista en esas circunstancias, intentó volver a escribir la historia
del pasado. Quería animar a la comunidad nacida del destierro.

El Cronista reelaboró los dos libros de los Reyes...

Al redactar su obra, se sintió libre para elegir, recortar, interpretar, añadir, ordenar, incluso callar los
acontecimientos de la historia de Israel narrada en los libros de los Reyes. De allí que puso muy en alto el
reino de Judá y la monarquía de David, callando los aspectos negativos de este rey (su pecado de adulterio,

104
las guerras de sucesión, las diferencias con Saúl). También, se recrea en la descripción de la figura de
Salomón, presentándola sin sombras, como rey piadoso y sabio, ejecutor de los proyectos de su padre
David, respecto al templo. Descartó enteramente en su crónica al reino separado de Israel.

Presentado así el pasado, intentó el autor despertar la fe del pueblo en su destino. Les quiso enseñar a todos,
la necesidad de dar culto a Dios, en torno al templo y a la ley.

Síntesis de ambos libros y su valor para nosotros

El libro primero de las Crónicas resume, mediante genealogías o listas de antepasados, el tiempo
transcurrido desde Adán hasta la muerte de Saúl (1 Cron 1-10), hasta detenerse con más detalle en la
historia del rey David (1 Cron 11-29).

El segundo libro de las Crónicas continúa con la época de Salomón (2 Cron 1-9), y la historia del reino del
sur o Judá, hasta el final del exilio (2 Cron 10-36).

Cuando leamos ambos libros, notaremos que son muy «moralizantes» y que hacen énfasis en lo cultual y
sacral. Pero no olvidemos que son un intento para que el pueblo judío vuelva a adquirir su identidad de
pueblo elegido de Dios, que casi la había perdido por la terrible desgracia del destierro (ver Dan 3,37- 38).

Para dialogar y compartir:

1. ¿Los libros de las Crónicas repiten los de los Reyes?

2. ¿Qué novedades introduce, o que quita de ellos el Cronista?

3. ¿Por qué al Cronista le interesa bastante el culto y el templo?

4. Lea y comente 2 Cron 6.

105
TEMA 6

LOS LIBROS DE ESDRAS Y NEHEMIAS

«Todo el pueblo estaba atento a la lectura de la ley... Y como todo el pueblo lloraba al oír los términos de la
ley, tanto el gobernador Nehemías como el maestro y sacerdote Esdras, y los levitas que explicaban la ley
al pueblo, dijeron a todos que no se pusieran tristes ni lloraran, porque aquel día estaba dedicado al Señor,
su Dios» (Nehemías 8, 3.9).

El Cronista redactó dos libros más: Esdras y Nehemías

El segundo libro de las Crónicas termina con una esperanza para los desterrados: regresarán a su tierra.
Ciro, rey de Persia, quiere que los judíos vuelvan a casa, levanten de nuevo el templo, reconstruyan
Jerusalén y renazcan como comunidad. Pues de esto tratan los libros de Esdras y Nehemías.

Estos dos libros eran uno solo, pero luego se dividieron por razones desconocidas. Ambos, junto a los
libros de las Crónicas, pertenecen a la narración del Cronista y continúan la historia que las Crónicas nos
cuentan.

El centro de interés del libro de Esdras está constituido por tres temas principales: reconstrucción del
templo, reconstrucción de la ciudad y restablecimiento de la comunidad judía. El relato abarca
aproximadamente los años 538-433 a.C. El regreso a Jerusalén se presenta en tres etapas:

1. Capítulos 1-2: Un grupo importante regresa a Jerusalén, con Zorobabel al frente, por orden de Ciro, rey
de Persia.

2. Capítulos 3-6: Se reedifica el templo y comienza de nuevo el culto en Jerusalén, a pesar de la resistencia
de algunos en el lugar.

3. Capítulos 7-10: Esdras se pone al frente de otro grupo que regresa a Jerusalén. Ayuda a restaurar la
religión de Israel y su estilo de vida.

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El libro de Nehemías nos habla de su actividad en Jerusalén, ciudad de la que fue gobernador en nombre
del gobierno persa. Se propuso reconstruir las murallas de la ciudad santa, pero en especial la comunidad.
Esdras, más bien, se preocupó por la vida espiritual del pueblo, organizando la comunidad en torno al
templo y a la ley. Ambos complementaron su trabajo.

El libro de Nehemías puede dividirse en tres partes:

1. Capítulos 1-7: Nehemías regresa a Jerusalén. Anima al pueblo a que reedifique las murallas de la
ciudad, en contra de una dura oposición. Además, introduce algunas reformas religiosas que eran muy
necesarias.

2. Capítulos 8-10: Esdras lee ante el pueblo la ley de Dios. El pueblo se siente profundamente conmovido,
confiesa sus errores y se convierte de nuevo a Dios.

3. Capítulos 11-13: Labor de Nehemías como gobernador de Judá, designado por el gobernador de Persia.

No se sabe a ciencia cierta el orden de las actividades de los dos ya que el texto bíblico está en desorden y
no sabemos si fue antes Esdras o si le precede Nehemías, o si más bien la actividad del primero debe
situarse entre los dos viajes del segundo.

La forma de redactar del Cronista

El Cronista para trabajar usó fuentes escritas, que en el relato aparecen como las memorias de los dos
protagonistas, Esdras y Nehemías, citándolas a veces literalmente y empleando la primera persona del
singular (yo).

Consultó también archivos persas. En fin, tuvo un serio conocimiento de los hechos. No le interesó
presentar datos exactos, sino los sucesos que confirman la tesis que ha expuesto en los dos libros de las
Crónicas: el pueblo ha recuperado su identidad, ya tiene su culto y su templo, ya se rige por la ley con todas
sus exigencias.

La finalidad del redactor al presentar ambos libros

Leer la ley de Dios a todo el pueblo reunido en asamblea fue una hora importante para Israel. El judaísmo
nació de la convocación o llamada de un pueblo para instruirlo en la lectura de la Palabra y para decirle que
cuando todo fracasa, sólo queda Dios.

En los libros de Esdras y Nehemías vemos al pueblo de Israel otra vez en marcha hacia una nueva etapa,
presidido por sacerdotes y levitas, alentado por sabios y por los últimos profetas. Ya no están viviendo la
época del Éxodo, ni la de David, tampoco la tremenda experiencia del destierro. Ya ellos, los judíos que
han vuelto de Babilonia, deben seguir adelante, pero primero volviendo a lo que constituía sus bases para
construir algo nuevo, en especial, unir a todos los que estaban dispersos.

Para dialogar y compartir:

107
1. ¿Quiénes fueron Esdras y Nehemías?

2. ¿Cuál es la preocupación fundamental de ambos personajes?

3. Al no tener reyes ni profetas ¿Quiénes se hacen cargo de dirigir al pueblo de Dios y cómo se llama la
nueva corriente religiosa que nace del destierro?

4. Leer y comentar Neh 5

TEMA 7

EL LIBRO DE TOBIAS

«Tobit llamó a su hijo y le dijo: «Acuérdate siempre del Señor y no peques ni atropelles sus mandamientos.
Practica la justicia toda tu vida, y no salgas de sus caminos, porque si obras rectamente tendrás éxito en
todas tus cosas» (Tobías 4, 3.5-6).

El nombre del protagonista de este libro es Tobit, pero en la Vulgata recibió el de su hijo Tobías. Es un
relato didáctico, una preciosa narración novelada, no historia exacta, que nos habla de una familia judía
desterrada en Asiría. El dato es una manera de relatar cómo la estaban pasando los judíos en tiempos de los
griegos, alrededor del año 200 a. C., fuera de su tierra y en condiciones difíciles. Un destierro donde
estaban perdiendo su identidad cultural y religiosa por la influencia de la cultura griega.

Autor y fecha de composición.

Este libro fue escrito posiblemente a fines del siglo III a. C. No sabemos quién es su autor; a lo mejor era
un judío piadoso. Lo escribió en hebreo o arameo y luego se tradujo al griego. No está en el canon judío,
sino en el canon griego (los Setenta), de allí que la Iglesia lo recibió como inspirado en su lista. Es un libro
deuterocanónico. El autor redacta este libro utilizando diversas fuentes. El autor, para componer su obra, se
inspiró en la sabiduría oriental, en especial la «sabiduría de Ajicar» (Tob 1, 21-22; 14, 10), un libro de
origen babilónico. Redactó este libro desde su en Yahveh, pues el ambiente es patriarcal. Hizo alusiones a
la de Moisés que nos recuerdan el Pentateuco, lo mismo que a I profetas y a la literatura sapiencial y
poética del pueblo de Israel sacando así una obra muy original.

Esquema del libro

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1. En la primera parte (Tob 1,1-3,16), el libro nos presenta d familias afligidas y al borde de la
desesperación. Una esta Tobit, que vive en Nínive con los suyos, aquejado por la ceguera, pero tratando de
ser fiel a Dios en su destierro. La otra, es la familia de Ragüel, desterrado en Ecbátana con su hija Sara, que
no ha logrado casarse como Dios manda.

2. La segunda parte (Tob 3, 17-12. 22), nos cuenta el viaje Tobías desde Nínive a Media acompañado por
el joven Rafael, para cobrar allí una plata que había hecho Tobit su papá, Este viaje sirvió para que las dos
familias se conocieran. Por mediación de Rafael, el arcángel, se curaron Sara y el cié, Tobit. Luego Tobías
y Sara se casaron para dicha de todos

3. La tercera parte (Tob 13), es la celebración gozosa de este final feliz del relato.

¿Qué podemos aprender nosotros de este bellísimo librito?

En este delicioso cuento se nos presenta cómo era la pió- dad judía después del exilio. Encontramos un
resumen de las principales virtudes de la vida familiar: doctrina sobre el matrimonio, piedad filial del joven
Tobías, la providencia de Dios sobre el hogar, el valor de la oración, de la limosna y de la piedad para con
los difuntos. El autor de este libro quiere reanimar a su pueblo recordándole que Dios cuida de él, que no se
ha olvidado de sus promesas. Aunque todo parezca haberse venido abajo, aunque las cosas vayan mal, Dios
seguirá recompensando la fidelidad del creyente.

Para meditar y trabajar:

1. ¿El libro de Tobías narra una historia real?

¿Qué cosas nos pueden servir a nosotros de este bello libro? Hay una canción titulada «Confiad siempre en
Dios». Se podría cantar y compararla con el relato de Tobías y lo que nos enseña Jesús en Mt 6, 25-34.

ORACION

¡Bendito sea Dios, que vive y reina por todos los siglos. Porque él azota y se compadece, hace bajar al
lugar de los muertos y saca de esa gran miseria. Nadie puede huir de su mano! ¡Bendíganlo, hijos de Israel,
ante todas las naciones, porque, si bien los dispersó entre ellas, ahora les ha demostrado su grandeza.
Alábenlo ante todos los vivientes, porque él es nuestro Dios y Señor, y nuestro Padre para siempre! (Tobías
13, 2-4)

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TEMA 8

EL LIBRO DE JUDITH
El Sumo sacerdote Joaquín y todo el Consejo de Ancianos de los habitantes de Jerusalén, vinieron a
enterarse de los beneficios con que el Señor había colmado a Israel y para ver a Judit y saludarla.

Al entrar en su casa, todos la felicitaban con estas palabras: « ¡Tú eres la gloria de Jerusalén, el orgullo
supremo de Israel, el honor mayor de nuestra raza!» (Judit 15, 8-10).

La protagonista de este libro es Judit, cuyo nombre significa «judía». Este libro es deuterocanónico y no
llegó a formar parte de la Biblia hebrea, pero sí de la Biblia griega y finalmente aceptado por la Iglesia en
su lista de libros inspirados. No conocemos su autor. Fue escrito originalmente en hebreo, pero el texto
hebreo se perdió y nada más nos queda la traducción griega. Se escribió probablemente en la época de los
Macabeos, hacia el siglo II a.C., época en la que el pueblo judío enfrentaba la persecución de Antíoco IV
Epífanes y la fe de Israel estaba en grave peligro. Esto lo veremos más cuando hablemos de los libros de
los Macabeos.

Judit, es un libro edificante, una novela «histórica»

El libro no pretende contarnos una historia exacta. Es una narración libre, que describe la liberación del
pueblo judío por medio de Judit. El autor del libro utiliza un género literario llamado «midrashim», que
consiste en narrar una historia edificante, partiendo de un personaje tradicional o de un acontecimiento
importante, o de una obligación legal, para darnos una enseñanza. O bien, se utiliza también la Sagrada
Escritura para ese fin catequético.

La temática del libro de Judit

El libro nos cuenta la campaña del general Holofernes, jefe del ejército asirio, y el cercado de Betulia (Jdt
1-7). Después narra la liberación hecha por Judit y el asalto al campamento asirio (Jdt 8-15), y la
celebración de la victoria (Jdt 16).

Frente al enemigo agresor, o muy poderoso, «no hay enemigo pequeño», dice el refrán. Judit representa al
pueblo judío, que con la ayuda de Dios vence al tirano. Cuando parece que Israel está vencido y sin fuerzas,
Dios responde con una liberación extraordinaria. Por eso, esta historia es casi un símbolo, válido para

110
todos, de la lucha del bien y del mal. Ya sabemos quién es el vencedor. Pretende demostrar este libro que si
el pueblo cumple fielmente la ley del Señor, El no abandonará nunca al pueblo elegido.

¿Qué podemos aprender de este libro

La figura de Judit encarna la piedad y la fidelidad a Dios, la confianza en el Señor y el triunfo de la astucia
contra la fuerza bruta. Dios se vale de una débil mujer para salvar a su pueblo. Como dice San Pablo:
«Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Fil 3, 14).

En todos los pueblos, épocas y culturas, la gente se ve reflejada en sus héroes y en los valores que ellos
representan y defienden. Recordemos lo que para nosotros significa Juan Santamaría.

Para dialogar y compartir:

1. ¿El libro de Judit narra un hecho histórico?

2. ¿Qué pretende enseñarnos el libro de Judit?

3. Leer y comentar Jdt 13. Para la oración se puede tomar la oración de Judit (Jdt 16, 1-17), junto con el
pasaje de Éxodo 15,1- 17 y componer nuestra propia oración, en que alabemos a Dios por su salvación
manifestada en Cristo Redentor.

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TEMA 9

EL LIBRO DE ESTHER
«Mi pueblo es Israel, que clamó a Dios y fue escuchado. Sí, el Señor ha salvado a su pueblo; el Señor nos
ha librado de todos estos males y Dios ha realizado una serie de milagros y maravillas como nunca se
vieron en otras naciones» (Ester 10,9).

El libro de Ester lleva el título de su protagonista. Es uní novela o narración libre, que nos cuenta de una
amenaza de exterminio del pueblo judío en el imperio persa, de la cual los salvó Ester, ya que ella, siendo
reina de Persia, logró que se aniquilara] a los enemigos de su pueblo. El tema del libro es este cambio de la
suerte de Israel, que los judíos recordaban con una fiesta j llamada «Purim» o fiesta de las Suertes.

El autor, la fecha y el lugar de composición de este libro

No sabemos quién escribió este libro. Pareciera ser un judío de la Diáspora, (fuera de Palestina), que lo
escribió alrededor del siglo III a.C. Fue escrito en momentos en que el pueblo do Dios, fuera de su tierra,
estaba sufriendo la persecución religiosa de los griegos en tiempos de los Macabeos. Estaba pasando por la
intolerancia de los paganos hacia ellos, y al mismo tiempo, por el odio que los judíos sentían hacia los
pueblos que los habían esclavizado, perseguido o llevado al destierro. Pensemos en Egipto, Asiria,
Babilonia, Grecia, Roma, etc. Ellos fomentaron en Israel sentimientos de revancha y venganza, que bien
vemos en el presente libro.

Las «partes deuterocanónicas» de este libro

La obra nos ha llegado en dos versiones: en hebreo y en griego. El texto griego es más amplio y tiene
algunos pasajes que no están en el texto hebreo, sólo reconocidos por los judíos y los protestantes. Estos
pasajes en griego son deuterocanónicos, es decir, aceptados por la Iglesia Católica como pasajes inspirados
En nuestras ediciones católicas, los traductores los indican, ya sea con letra diferente o subrayándolos. Para
eso, es mejor ver el libro en nuestra Biblia y buscar estos pasajes.

Lo que nos quiere transmitir el libro de Ester

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La temática del libro es parecida a la de Judit y Daniel: un pueblo perseguido y amenazado. Nos muestra un
fuerte contraste entre judíos y paganos y nos presenta un tipo de venganza parecida al anatema o
exterminio de los relatos de Josué. Venganza que por lo demás es incompatible con nuestra fe cristiana. En
todo el libro no se nombra a Dios, excepto en 4,14, pero sí da a entender que los acontecimientos los dirige
Dios como Señor de la historia. El libro de Ester invita a la confianza en el Señor, pues para Él todo es
posible y como muchas veces ayudó a su pueblo, también lo hace hoy. El triunfo y la sobrevivencia están
así garantizados para Israel. Se invita también en este libro a mantener un buen espíritu de solidaridad.

Para dialogar y compartir:

1. ¿De qué trata el libro de Ester?

2. ¿Cómo aparece Dios en este libro?

3. Hoy se habla mucho de los Derechos Humanos. Puede leer, del Documento de Santo Domingo, los no.
164 al 168 y ver si tienen relación con el libro de Ester.

4. Buscar, en los Documentos del Concilio Vaticano, el mensaje del Concilio a las mujeres, leerlo y
comentarlo teniendo presente a las mujeres bíblicas Ester, Judit y Rut.

ORACION

Te pedimos Señor, que al igual que Ester, que supo defender a su pueblo, nosotros sepamos defender a los
que sufren la injusticia, cuidemos de la vida y promocionemos a los pobres y desvalidos, que también
fueron los preferidos de tu Hijo Jesucristo Nuestro Señor, que vive y reina contigo por los siglos de los
siglos. Amén.

113
TEMA 10

EL LIBRO DE RUTH
Rut le replicó a Noemí: «No me obligues a dejarte yéndome lejos de ti, pues adonde tú vayas, iré yo; y
donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios» (Rut 1,16).

Un bellísimo ejemplar de narración novelada: el libro de Rut

Este bellísimo libro es una novela, apacible y sencilla. Una pequeña historia donde las personas tratan de
ayudarse mutua-mente por el amor. Es una de las pocas páginas de la Biblia donde casi todos son buenos y
en la que el sufrimiento se presenta manso y sin reclamo alguno.

El tema del libro. Su redactor y la época en que se compuso

No sabemos quién lo compuso. Probablemente fue escrito después del exilio, alrededor de los siglos V-IV
a. C., sobre la base de una leyenda popular.

Nos cuenta de una familia que, a causa de la sequía, se tuvo que ir de Belén de Judá a vivir a Moab, al otro
lado del Jordán. Al morir los tres varones de la familia, Elimelec y sus dos hijos, que se habían casado con
mujeres moabitas, se quedaron solas las tres viudas. Noemí pidió a sus nueras que regresaran a sus casas
paternas, pero Rut no quiso hacerlo; más bien se empeñó en quedarse con ella.

Al regresar a Belén las dos, Rut encontró marido en un pariente suyo, Bóoz, que debía casarse con ella por
la ley del levirato. Así lo hicieron. De este matrimonio nació un hijo que fue antepasado del rey David.

El autor reproduce en el libro la atmósfera de las leyendas de los patriarcas. Describe unas relaciones
familiares que parecen el ideal del pueblo de Dios en pequeño.

Las lecciones que podemos aprender de este libro

Hay dos lecciones que podemos sacar de este delicioso relato, cuyo tema es una trama legal:

1. Rut es una mujer pagana y extranjera (moabita), que pertenece a la raza rechazada por el Deuteronomio.
Pues la Biblia nos dice que es admitida entre los antepasados de David y Jesucristo (ver 1 Cron 2, 5-15; Mt

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1, 3-5). Una bella manera de decir que la salvación está abierta a todos los pueblos, en un tiempo en que el
pueblo judío corría el riesgo de encerrarse en sí mismo.

2. En la actitud de Rut vemos una vez más, cómo Dios se revela escogiendo a los humildes, a los pobres, a
los que no tienen nada y en nada son tenidos. Probablemente este tipo de personas pertenecen a los
llamados «pobres de Yahveh». Jesús se refiere a ellos en las bienaventuranzas del sermón de la montaña
(Mt 5, 3).

Para dialogar y compartir:

1. ¿Qué es lo que nos cuenta el libro de Rut?

2. ¿Qué enseñanzas nos deja?

3. ¿Quiénes son los «pobres del Señor»? Leer Sof 3, 12; Mt 5, 3 y el Documento de Puebla no. 1148 al
1152.

4. Leer y comentar Rt 1.

ORACION

Señor, en Rut contemplamos el amor que le tienes a todos los pueblos, pues siendo pagana, la recibiste en
el pueblo de la alianza, haciéndola partícipe de la salvación. Que tu Iglesia en el mundo sea signo de
salvación para todos los hombres, y que reciba en su seno a todos aquellos que quieran conocerte y amarte.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

115
TEMA 11

EL LIBRO DE 1 MACABEOS
Los libros de los Macabeos reciben su nombre del sobro nombre de Judas Macabeo, «el martillo». El
nombre designa también a su familia sacerdotal de Modín, que desde el año 175 a.C. se levantó en armas
contra la tiranía de los griegos seléucidas.

Hemos estudiado la historia de Israel, pero repasemos brevemente el período del dominio griego, para que
ubiquemos estos dos libros.

El Imperio Griego y su relación con los judíos

En el año 330 a. C., Alejandro Magno invadió Palestina y la unió a su imperio. Es lo que llamamos la
«época helenística». Hacia el año 170 a.C. estalló la revolución judía contra los reyes helenistas de Siria. El
héroe fue Judas Macabeo y sus hermanos, que se opusieron a la creciente invasión cultural y religiosa del
mundo griego.

El rey Antíoco IV Epífanes quiso imponer a la fuerza la religión griega a los judíos, provocando su
levantamiento. Los Macabeos no sólo se opusieron heroicamente al dominio griego, sino también trataron
de restaurar y purificar la ley y el templo, los símbolos máximos del pueblo judío. Pues de todo esto nos
hablan los dos libros de los Macabeos.

El primer libro de los Macabeos

El primer libro de los Macabeos nos cuenta la historia que pasó más o menos cuarenta años, desde el
reinado de Antíoco IV Epifanes (año 175 a.C.) hasta la muerte de Simón Macabeo (año 134 a.C.). Al
recordar los hechos del pasado, evoca brevemente las conquistas de Alejandro Magno y luego hace
referencia a la dinastía de los asmoneos, que fueron descendientes de los Macabeos, por medio de Juan
Hircano (año 103 a.C.).

Esquema del libro

Comienza este primer libro describiendo la situación de impiedad, el estallido de la denuncia y la


resistencia (1 Mac 1-2). Después nos cuenta la hazaña del pueblo, dispuesto a pelear al mando de los tres
hermanos Macabeos. Judas ganó la independencia religiosa y purificó el templo que había sido profanado
116
(1 Mac 3,1-9. 22). Luego sigue el ciclo de Jonatán (1 Mac 9, 23-12. 52) y el de Simón (1 Mac 13-14),
quienes por medio de intrigas y de guerras lograron conseguir la independencia nacional, y llegaron a ser
sumos sacerdotes.

La fecha y el estilo de composición de 1 Macabeos

No sabemos quién es el autor de este libro. Fue escrito en hebreo alrededor del siglo I a.C., pero sólo
tenemos la traducción griega. Se nota en él gran fuerza narrativa, pero también solidez histórica. La
epopeya que nos relata es la continuación de las luchas del tiempo de los Jueces y de los Reyes.

Concede valor a los elementos políticos, no tanto a los religiosos, de manera que la independencia religiosa
queda supeditada a la independencia política. Abundan en este libro sentimientos nacionalistas muy
marcados, realzando las hazañas guerrilleras de sus héroes.

117
TEMA 12

EL LIBRO DE 2 MACABEOS

El segundo libro de los Macabeos nos cuenta la misma historia, pero sólo le interesa la obra de Judas, que
consiguió la independencia religiosa, la purificación del templo y la derrota de los enemigos hasta la
muerte de Nicanor. Unos quince años de historia (175 al 160 a.C.).

Fue escrito antes del primero, alrededor del año 124 a.C. y se presenta como el resultado de una obra
escrita por Jasón de Cirene, literato que vivía en país griego. Es el resumen de cinco volúmenes sobre las
gestas de Judas y sus hermanos.

El género literario y el esquema de redacción de 2 Macabeos

No es un relato histórico, aunque coincide en buena parte con el primer libro, sino más bien un libro de
edificación religiosa al que le interesan las cosas desde el punto de vista religioso. Por eso, su centro de
interés es el templo.

Su estilo es oratorio. Comienza con dos cartas a los judíos de Egipto, sobre la celebración de la fiesta de la
dedicación y con un prólogo (2 Mac 1-2). La primera parte de la obra describe la situación y la persecución
de Antíoco IV Epífanes (2 Mac 3-7), y la segunda, las guerras de Judas hasta la purificación del templo y
ulteriores victorias (2 Mac 8-15).

¿Qué nos presenta el autor de 2 Macabeos?

El autor considera incompatibles el judaísmo y el helenismo; para él son como el agua y el aceite. Los
ejemplos que presenta de fidelidad a la ley, su fe en la resurrección, dan a entender que el autor pertenecía a
los fariseos. Este libro es un testimonio importante de la religión del judaísmo posterior, de su teología de
la historia y de su fuerte oposición a la cultura griega.

Nos presenta a un Dios que interviene en los acontecimientos, destaca el valor de la oración y del sacrificio,
el poder ejemplar y expiatorio del martirio de los justos, la retribución después de la muerte. Es a este libro
al que debemos en gran parte la fe en la resurrección de los justos y el poder de intercesión de los santos,
patrimonio de nuestra fe cristiana.

¿Tercero y Cuarto libros de los Macabeos?


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Finalmente -es bueno que sepamos-, hay dos libros apócrifos de los Macabeos: libro III y libro IV. No
tienen que ver nada con los dos de Macabeos, aunque el cuarto libro tome algunos ejemplos del segundo
libro de los Macabeos. Fueron escritos mucho después que los anteriores, en el siglo I d. C. No están en
ninguna Biblia: ni judía, ni cristiana, ya sea católica o protestante, pero no son deuterocanónicos, como los
dos de los Macabeos, que sí son inspirados y canónicos para la Iglesia Católica.

Resumen de los libros Históricos del Antiguo Testamento

Para terminar nuestro estudio de los Libros Históricos, recordemos que los redactores de estos relatos no
son historiado-res en el sentido que hoy damos a esta palabra. No quieren satisfacer nuestra curiosidad
histórica con todo detalle o precisión. Pretenden poner de relieve que Dios interviene en la historia y salva
a Israel.

Los libros históricos nos dicen de qué manera se realiza la promesa de salvación hecha por Dios a su
pueblo. Afirman que Dios es fiel a ella, pero que el pueblo con frecuencia peca. Esto es lo más importante
de la historia bíblica. Y también lo más difícil de decir, porque supera el mero conocimiento histórico y
requiere la luz de la fe.

Leamos, pues, estos relatos de la historia de la salvación con mirada de fe, para descubrir en ellos la acción
salvadora de Dios, que ha culminado en Jesucristo.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Cuál es el objetivo de la lucha de Matatías y sus hijos los Macabeos?

2. ¿Qué diferencias hay entre ambos libros?

3. Pensar: ¿Por qué la cultura griega se convirtió en un gran problema para los judíos?

4. ¿Qué enseñanzas podemos sacar de ambos libros?

5. Leer del documento de Santo Domingo, el apartado de la cultura cristiana, no. 228 al 242, analizarla
postura de la Iglesia ante ella, ver la cultura de muerte que nos invade y las opciones pastorales. Compare
todo esto con la actitud de los Macabeos.

ORACION

/Aleluya! Alaben al Señor todos los pueblos, y festéjenlo todos los países. Porque grande es su amor hacia
nosotros, su fidelidad per-dura para siempre. (Salmo 117).

119
CUARTA CLASE

LIBROS PROFETICOS

Tema 1

INTRODUCCIÓN GENERAL A LOS LIBROS PROFÉTICOS

Entonces Yahveh me dirigió su palabra: «Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de
que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones» (Jeremías 1, 6).

Eje del Tema:

Un profeta es la persona que habla en nombre de Dios. A lo largo de su historia, el pueblo de Israel contó
con estos hombres de Dios que le indicaron los caminos del Señor y las exigencias de la alianza,
denunciando sus pecados y fortaleciendo su esperanza.

1. Los libros proféticos dentro del canon de la Biblia.

Las ediciones católicas de la Biblia, siempre han puesto untos libros proféticos clasificados así:

• Profetas mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.

• Profetas menores: Oseas, Baruc, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Ageo,
Zacarías, Malaquías, Sofonías, y Lamentaciones.

El adjetivo «mayor» o «menor» no se refiere a la importancia, sino a la extensión de las profecías que
contienen. Por lo general, el libro de las Lamentaciones y el de Baruc, se colocan después del libro de
Jeremías. El libro de Daniel sólo en parte pertenece al género profético. El de Jonás es discutido: se le mira,
no tanto como libro profético sino como narración novelada o edificante. Pero ya veremos todo eso con
detalle. Vamos a ver primero quiénes eran los profetas.

El Fenómeno profético: Los profetas

Los profetas y su movimiento existían no solamente en Israel, sino también en las grandes religiones de la
Antigüedad. En Egipto, Mesopotamia, Fenicia y en Canaán vivieron hombres inspirados, que se mostraban
como representantes de Dios ante el pueblo. Las noticias que tenemos de estos hombres son escasas y
resulta difícil precisar más en concreto en qué consistió su actividad.
120
Los profetas en el pueblo de Dios desde sus comienzos

En Israel se tienen noticias del fenómeno profético desde tiempos muy antiguos. Según una interpretación
muy posterior, se considera como profetas a Abraham (Gen 20, 7), a Moisés (Dt 18, 15), a Aarón (Ex 7, 1)
y a María, la hermana de Moisés (Ex 15, 20).

En el libro de Samuel se nos habla de verdaderas comunidades de profetas (1 Sam 10, 5-13), que existían
en tiempos de Elías y de Eliseo (1 Re 18, 4; 2 Re 2, 3-18). Más aún, sabemos que Elías confundió en el
monte Carmelo a los 450 profetas de Baal, contratados por la reina Jezabel y que el rey Acab llamó para
consultar a 400 profetas (1 Re 18, 19-40; 1 Re 22, 5-12).

Los grupos de profetas que existían en Israel

Es posible que estos profetas vivieran desde mucho antes. De ellos se sabe que formaban grupos
organizados, en los que se daban raptos y éxtasis al excitarse con la música, la danza, los gritos y los
movimientos violentos (1 Sam 10, 5), y contagiaban así a los asistentes (1 Sam 10, 10-12).

Se sabe además, que «profetizaban» en nombre de Yahveh, es decir, daban testimonio de su presencia y de
las fuerzas del espíritu, con palabras, gritos, danzas, etc. Por consiguiente, el fenómeno profético fue un
hecho bastante extendido en la antigüedad y del que participó ampliamente el pueblo de Israel. A partir de
este hecho se ha de interpretar la vida y la obra de los profetas en el Antiguo Testamento.

2. ¿Qué es un profeta?

La palabra profeta viene del griego «profétés» y significa «locutor»: el que dice lo que la divinidad le ha
inspirado. En hebreo se dice «nabí», que significa «el que ha sido llamado» (por Dios), «el que tiene una
vocación». Pero en la Biblia se utilizan otros nombres también. Por ejemplo, Amos es llamado «vidente»
por Amasias; en 1 Sam 9, 9 se consideran sinónimos: «profeta» y «vidente»-, y a Eliseo se le llama con
frecuencia «hombre de Dios» (2 Re 4, 7.9.16). Por lo tanto, más que la palabra, nos interesa la realidad de
lo que es un profeta.

La identidad profética tiene las siguientes características: El encuentro con Dios

En el origen de toda vocación profética hay un encuentro con Dios. Dios se hace presente en la vida del
profeta de una manera imprevisible. El profeta es el hombre que «ha visto» a Dios. Este encuentro le hace
sentirse débil e incapacitado para la misión que Dios le encomienda. Así comprende mejor que Dios lo
llama gratuitamente para ser su «enviado». La conciencia de haber sido llamado por Dios, es un elemento
fundamental en toda vocación profética. Leamos esto en Jer 1, 4-8.

121
El anuncio de la palabra de Dios.

El profeta tiene que realizar la difícil tarea de comunicar el mensaje que ha recibido de Dios y expresarlo
en el lenguaje de los hombres. Para ello recurre con frecuencia a imágenes y ex-presiones de cierto
contenido poético. La misión profética se realiza con palabras y con hechos, con ocasión o sin ella,
amenazados o no por sus oyentes, lo mismo ante el rey que ante el pueblo, sin miedo a los ricos ni a los
poderosos. Podemos leer para ver esto Ez 2, 1-5.

La fidelidad a la Alianza

El profeta es el centinela de la Alianza. Su misión consiste en interpretar el sentido de la historia, de los


acontecimientos y de la vida del pueblo a la luz de la fidelidad a la Alianza. Por eso, con frecuencia
interpretan las tradiciones de Israel y critican las situaciones vividas por los hombres de su tiempo. Leamos
esto en Is 1,15-20. Esta misión se realiza de dos maneras: unas veces anuncian al Mesías, levantando el
ánimo de los hombres con el anuncio del gozo y de la salvación de Dios; otras denuncian el pecado del
pueblo en el orden religioso y moral. La edad de oro de los profetas transcurrió desde el año 750 hasta el
400 antes de Cristo, es decir, desde el siglo VIII hasta el siglo V antes de Jesucristo.

3. Los falsos profetas.

No todos los profetas que surgieron en Israel fueron verdaderos profetas. También hubo profetas falsos y
embaucadores, que hacían daño al pueblo, engañándolo, dándole falsas seguridades, afianzándolo en sus
prácticas religiosas rutinarias y tradicionales, mientras las injusticias y los atropellos cundían por todas
partes. Por eso, los verdaderos profetas de Dios tuvieron que luchar contra esta clase de profetas.

Las acusaciones de los verdaderos profetas contra los falsos son abundantes. Vamos a verlas un poco:

• El Señor no los ha enviado ni les ha hablado (Jer 14, 14).

• Se inspiran en su propio corazón (Ez 13, 3).

• Anuncian lo que les conviene (Miq 3, 5).

• Confirman a la gente en el pecado (Jer 8, 11).

• Hacen que el pueblo se olvide del nombre del Señor (Jer23, 27), y predican la rebeldía contra el
Señor (Jer 28, 16).

• Impiden la verdadera conversión de la gente (Ez 13, 22).

• Quieren agradar a los hombres (1 Re 22, 6; Jer 27, 9).

• Y profetizan con el lucro y la ganancia (Ez 13, 19).

122
¿Por qué existieron estos falsos profetas en Israel? ¿Cuál fue su origen?

Seguramente todo venía de las bandas de los «nebiim» (profetas) de los tiempos de Samuel y Elías, que
quizá tuvieron sus antecesores en los profetas de los que se habla en Num 11, 24-30. Pero hubo otra causa
más inmediata: en tiempos de la dinastía del rey Omrí de Samaría, por influjo fenicio, comenzó un
profetismo de palacio, profetas aduladores, en condición de servilismo del rey.

Es decir, el rey tenía «sus» profetas, que apoyaban su política real a cambio de dinero y del sustento. Eran,
por tanto, profetas «profesionales». De allí su corrupción y su engaño. Ver 1 Re 13, 11 ss; Jer 18, 18. Según
el Deuteronomio (13, 1-6; 18, 21- 22), si un profeta predecía algo y no se cumplía, el profeta era falso; si su
mensaje apartaba al pueblo del Señor, entonces era un mensaje falso.

4. El mensaje de los profetas.

El centro mismo del mensaje de los profetas es Dios. Desde este punto de vista destaca la defensa que ellos
hacen del monoteísmo: solamente hay un Dios, y ese Dios es Yahveh (Is 44, 6-8). Por eso atacaron
duramente a los falsos dioses, a los ídolos, es decir, a la absolutización de cualquier cosa que no sea Dios
(Os 2, 7-15).

Durante el exilio, cuando el pueblo judío llegó a dudar del poder de Dios, el ataque de los profetas contra
los falsos dioses se hizo más fuerte (Jer 10, 1-16). Este Dios único es el Señor absolutamente santo que
merece, por eso, todo respeto y toda veneración (Is 6, 1 ss). Pero, al mismo tiempo, es un Dios lleno de
ternura y amor incansable por su pueblo, como el esposo que ama a la esposa sin límites y se entrega a ella
con pasión de enamorado (Os 2).

La vida moral

A la santidad del hombre se contrapone la impureza del hombre, porque el pecado aleja al hombre de Dios
(Is 59, 2). El pecado es, en efecto, un atentado contra el Dios de la justicia (Amos), contra el Dios del amor
(Oseas), contra el Dios de la santidad (Isaías). Jeremías, por su parte, ve cómo el pecado se extiende a todo
el pueblo y a la nación entera (Jer 5, 1-13). Por eso tiene que venir el día del Señor, en el que El hará
justicia (Joel 2, 1-2).

En consecuencia, el hombre debe buscar a Dios, es decir, practicar la justicia, portarse honradamente con
los demás, vivir con sencillez y humildad (Miq 6, 8). Lo que Dios quiere es la religión interior, la que brota
del corazón del hombre. En definitiva, se trata de comprender que los profetas no separan la relación de
Dios de la relación con el hombre. Todo lo contrario: la verdadera relación con Dios exige y lleva consigo
una relación coherente con los demás (Is 10, 1-4).

La política

123
Los profetas no solamente se preocupaban de las cosas de Dios, o de la religión. También se preocupaban
de los asuntos que tenían que ver con la vida social y política de Israel. No tenían reparo en denunciar las
injusticias de los poderosos (ver 1 Re 21 y 2 Re 1, 6.16), porque veían cada hecho y cada situación a la luz
de Dios. Fueron valientes y libres ante los reyes y poderosos.

Podemos decir que los profetas:

Se interesaron por la vida política y social de Israel, por-que en ella estaba comprometido el bien del
pueblo.

Esta relación con la vida social y política fue muy tensa y conflictiva, ya que fueron críticos desde la
palabra de Dios. Pon-gamos ejemplos de algunos de estos profetas: Isaías, Jeremías, Amos, Ezequiel
tuvieron sus problemas con los reyes que abusa-ron del pueblo cometiendo injusticias (Is 7, 2.4; Jer 22, 13-
19; Am 7, 10-13; Ez 17, 1-10) o por su mala política, o sus desatinadas decisiones.

Pero la actuación de los profetas no se limitó a lo dicho. Estaban convencidos de que la seguridad de Israel
dependía, no de los pactos con las potencias extranjeras, sino de la fidelidad del pueblo a la Alianza. De allí
sus oráculos contra las naciones y la frecuente condena de la política estatal (Is 31, 1-3; Jer 27; Ez 29, 1-6).
Así las cosas, los profetas vieron en ¡a actuación política una parte fundamental de su misión. No separaron
la política de la religión. Por ser hombres religiosos, se comprometieron con toda libertad en los asuntos de
su pueblo.

El destino de los profetas

Estos hombres que hablaban y denunciaban, lógicamente tenían que terminar mal. Se enfrentaron con
reyes, con notables, con gente «de la cúpula» o «encopetados» que eran malos gobernantes. Y esto les trajo
por supuesto incomprensiones, persecuciones, «leñateadas» y hasta la cárcel.

En este sentido, los evangelios recogen unas palabras muy duras de Jesús contra los escribas y fariseos de
su tiempo (ver Mt 23, 29-31), donde habla de la suerte de estos hombres de Dios que fueron libres para
hablar en su nombre con la fuerza que les venía desde su fe en Yahveh, denunciando todo aquello que se
oponía a la verdadera justicia.

Significado para hoy de los profetas.

El Concilio Vaticano II ha recogido este tema, haciendo eco de su importancia en la vida de la Iglesia:

«Cristo, el gran Profeta...cumple su misión profética hasta la plena manifestación de su gloria, no sólo a
través de la Jerarquía...sino también por medio de los laicos, a quienes, consiguientemente, constituye en
testigos y les dota del sentido de la fe y de la gracia de la palabra, para que la virtud del Evangelio brille en
la vida diaria, familiar y social» (Constitución «Lumen Gentium» no. 35).

124
5. Los actuales profetas de la comunidad cristiana.

En este sentido podemos comprobar que en la comunidad cristiana no faltan profetas que, con su palabra y
su vida, anuncian, impulsados por el Espíritu, la salvación de Dios en el mundo. Son hombres que creen en
el mundo nuevo comenzado por Jesús y luchan por implantarlo, oponiéndose a toda clase de injusticias, sin
dejarse vencer ni apabullar por el desaliento, o por los sabios y poderosos de este mundo. Gastan sus vidas
y sus fuerzas en ayudar a todos los hombres, en especial, a los más necesitados.

Todos los cristianos nos hemos de sentir llamados a ejercer esta misión profética. El mensaje y el destino
de los profetas no es sólo una palabra que se dirige a nosotros, sino sobre todo, una tarea que se nos
impone. El mensaje de los profetas debe ser también nuestro mensaje al mundo. Y el destino de los profetas
debe ser también nuestro destino.

Desgraciadamente también hay falsos profetas

En la actualidad, también hay falsos profetas, es decir, hombres que dicen ser enviados por, Dios para
salvar al pueblo, pero que, a decir verdad, lo que hacen es vivir de su profesión, dando falsas seguridades a
la gente, agradando a los grandes del mundo, mientras existen entre nosotros injusticias y diferencias
sociales no queridas por Dios.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Qué significa la palabra «profeta»?

2. ¿Cómo nació en Israel el fenómeno protético?

3. ¿En qué se distinguen los falsos profetas de los verdaderos?

4. ¿Cuál es el mensaje de los profetas?

5. ¿Qué significado tienen para nosotros hoy, según el Concilio Vaticano II?

ORACION

Infunde Señor en nosotros al Espíritu Santo, por el que moviste a los profetas de Israel a proclamar tu
mensaje de salvación, para que nosotros, profetas por el bautismo, seamos testigos de tu Hijo Jesucristo,
Profeta del Reino que vive por los siglos de los siglos. Amén.

TEMA 2
125
EL PROFETA ISAIAS

Y oí la voz del Señor que decía: « ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?» Y respondí: «Aquí me
tienes, mándame a mí» (Isaías 6, 8).

Eje del Tema:

Tanto los profetas “Mayores1', desde Isaías hasta Daniel, como los profetas "Menores", desde Oseas hasta
Malaquías, fueron los centinelas de Israel. En sus libros, escritos algunos por ellos y la mayor parte por sus
discípulos, vemos que los profetas han conducido al pueblo elegido y lo han preparado a recibir a
Jesucristo, el Profeta por excelencia, el enviado de Dios, que nos da su mensaje.

1. El Libro de Isaías.

El libro del profeta Isaías es el de mayor prestigio entre los libros proféticos. A pesar de su título, no consta
que sea una sola obra y de un solo autor. Probablemente varios profetas, de nombre desconocido y
discípulos de Isaías, conservaron durante casi 300 años las enseñanzas del maestro, añadiendo sus propios
oráculos a los oráculos de aquél.

Un profeta llamado Isaías

¿Quién fue Isaías? Un profeta que vivió en la segunda mitad del siglo VIII a. C. Fue llamado a la vocación
profética en el año de la muerte del rey Ozías (año 742 a. C.) en el templo de Jerusalén. Estuvo casado con
una mujer conocida como «la profetisa» (Is 8, 3), de la que tuvo dos hijos y a los que puso nombres
simbólicos (Is 7, 3; 8, 3.18).

Fue un profeta de palacio y le tocó que predicar bajo el reinado de los reyes Azarías, Jotam, Ajaz y
Ezequías, en tiempos de la invasión del imperio asirio, que aniquiló a Israel y amenazó a Judá. Podemos
ver para ello la historia de Israel y sus pueblos circunvecinos en la introducción al Antiguo Testamento.

El libro de Isaías tiene varios autores.

Decíamos que el libro de Isaías tiene varios autores. Por eso lo vamos a dividir en tres grandes partes con
sus títulos:

 Primer Isaías (capítulos 1-39): recoge la vida y las palabras del profeta Isaías de Jerusalén.
Incluye algunos oráculos de otros profetas desconocidos.

126
 Segundo Isaías (capítulos 40-55) o «Libro de la Consolación». Obra de un discípulo anónimo
que predicó en Babilonia en los tiempos del destierro.

 Tercer Isaías (capítulos 56-66): recogió con toda probabilidad, las palabras de varios profetas de
la escuela de Isaías, que vivieron en Jerusalén en los años difíciles del retorno, o sea, de! regreso de
Babilonia.

Conozcamos al «Primer Isaías» (Is 1-39)

El primer Isaías (1-39) es una colección de sentencias variadas construidas según el siguiente esquema:
sentencias de amenaza contra Judá y Jerusalén (1-12); contra los pueblos extranjeros (13-27); promesas
sobre todo, para Judá y Jerusalén (28- 35) y un apéndice histórico (36-39) que es como una repetición de 2
Re 18, 13-20.19.

Esta parte es muy provechoso leerla porque nos presenta datos sobre la vida del profeta, especialmente su
vocación profética (Is 6) y varias profecías mesiánicas llamadas «oráculos del Emmanuel» (Is 7-8), además
de sus exhortaciones al pueblo para que se convierta y confíe en Dios ante la amenaza asiría.

El «Segundo Isaías» o «Deuteroisaías» (Is 40-55)

El segundo Isaías (40-55) describe el destierro de Judá en Babilonia. Ante el pueblo que ya no tiene
esperanza, este profeta anónimo se pone a hablar de los tiempos de salvación que le aguardan al pueblo.
Dios lo va a liberar y lo hará regresar a Jerusalén; será un segundo éxodo bajo su guía y regresarán a
reconstruir el templo. El Señor llevará al pueblo bajo la guía de Ciro, su siervo y mesías, e Israel será un
pueblo, luz y esperanza para los demás. En esta sección hay unos pasajes muy bellos, que hablan de la
llegada del «siervo del Señor» que trae la salvación al pueblo. Leamos estos cuatros cantos en Is 42, 1-4;
49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13-53.12.

Tenemos luego el «Tercer Isaías» o «Tritoisaías» (Is 56-66)

El tercer Isaías (56-66) hemos de situarlo a la vuelta del destierro. Estos capítulos se dirigen a los judíos
que se habían quedado en Jerusalén. La comunidad se siente muy decepcionada porque parece que la
salvación se tarda y el profeta se tiene que enfrentar con injusticias sociales, reconstruir la moral y la fe del
pueblo «vendar corazones rotos» (61, 1). El profeta asegura al pueblo que Dios cumplirá su palabra. Pero
les exhorta también a practicar la justicia y a vivir rectamente y los instruye para que observen el sábado de
Dios, ofrezcan sacrificios y oren.

Lo que podemos aprender nosotros de este libro

A pesar de la diversidad de tiempos, estilos y preocupaciones, el Libro de Isaías tiene una unidad profunda.
Hay en él temas que se repiten con insistencia y predilección: la santidad de Dios, el pecado del hombre, la
127
fe, el «resto» elegido, la gloria de Jerusalén y sobre todo, hay una mirada hacia el futuro. Por eso, la
esperanza que anuncian estos profetas se irá precisando con el tiempo. Esperan una era mesiánica, descrita
con los colores de un nuevo y eterno paraíso. Esperan que todas las naciones se congreguen con el nuevo
Israel y vivan en paz y concordia una fraternidad religiosa de fe y de culto.

El mesianismo del libro: los anuncios de llegada del Salvador, el Mesías de Dios.

Pero lo más hermoso de estas profecías para nosotros es que anuncian a Cristo y a su Iglesia. Como decía
San Agustín, este libro es «el que mejor conduce al evangelio». Basta con que leamos el evangelio de
Mateo para que comprobemos esto: el Mesías anunciado por Isaías y esperado por Israel, es Jesucristo en
Mateo (ver Is 7, 14 con Mt 1, 22-23), que cumple a cabalidad las profecías de los hombres del Antiguo
Testamento.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Quién fue el profeta Isaías?

2. ¿En cuántas partes se divide el libro y cuáles son sus autores?

3. ¿De qué nos habla el Segundo y el Tercer Isaías?

4. ¿Qué es lo más importante de este profeta para nosotros? Ver Is 7, 14 y Mt 1, 22-23; Is 53, 4 y Mt 7, 16-
17.

ORACION

Padre Santo, que por medio de los profetas anunciaste al mundo la llegada de tu Hijo Jesucristo, te pedimos
vivir de sus enseñanzas, aguardar con ilusión la llegada definitiva del Reino, por el que los profetas
trabajaron y esperaron, para que con ellos disfrutemos de los bienes del cielo. Por Jesucristo el Señor, que
vive y reina contigo, por los siglos de los siglos. Amén.

TEMA 3

EL PROFETA JEREMIAS

128
Entonces Yahveh extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome: «En este momento pongo mis palabras
en tu boca. En este día te encargo los pueblos y las naciones: Arrancarás y derribarás, perderás y destruirás,
edificarás y plantarás» (Jeremías 1, 9-10).

Conozcamos al profeta Jeremías y el tiempo en que vivió

El profeta Jeremías era de una familia sacerdotal. Nació en Anatot, un pueblecito situado a unos 7 km al
norte de Jerusalén, posiblemente por el año 650 a. C. Le tocó vivir tiempos muy turbulentos y
acontecimientos importantes, tanto para Judá como para Jerusalén. Conoció la reforma religiosa del rey
Josías (año 622), la caída de Nínive, capital de Asiría (año 612), la muerte trágica de Josías (año 609), la
victoria del rey Nabucodonosor sobre Egipto y su dominio en Palestina (año 605), la primera etapa de!
destierro de Judá a Babilonia (año 597) y la segunda etapa con la destrucción de Jerusalén y destierro de
sus habitantes a Babilonia (año 586). Le tocó luchar contra la rebeldía del pueblo, que había abandonado al
Señor. Aún así, en contra de su voluntad, Jeremías fue llevado a Egipto, en donde no sabemos cómo
terminaron sus días.

La personalidad del profeta

Llamado desde muy joven al ministerio profético (Jer 1, 6), era de un carácter tierno y sensible, apocado y
tímido al principio, un hombre sencillo y delicado. Sabemos por sus confesiones cómo le costó predicar,
hacerle frente a su pueblo y ser fiel a la palabra de Dios, que le encomendó exhortar a la fidelidad a la
alianza. Pero en medio de sus sufrimientos supo mantener la esperanza.

Su libro es un resumen de muchos escritos. No fue compuesto de una vez, sino progresivamente. Abarca
dichos del profeta y su biografía: una historia dolorosa, posiblemente escrita por Baruc, secretario y
compañero de Jeremías. Estas palabras y esta biografía, salvadas de la catástrofe de Jerusalén, fueron un
tesoro para los desterrados: todo lo dicho allí se había cumplido. Y los judíos en el destierro las meditaron
como un nuevo mensaje de Dios.

División del libro

Podemos agrupar el contenido del libro de la siguiente manera:

 Biografía de Jeremías.

-Vocación del profeta (capítulo 1).

 "Lamentaciones".

Dificultad en la misión (cap. 11-20).

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 Historia de sufrimiento y dolor (cap.26-29; 34-45).

 Palabras del profeta.

 Juicio contra el pueblo de Israel (cap.2-24).

 Juicio contra las naciones extranjeras (cap.46-51).

 Palabras de salvación (cap.30-33).

El mensaje de Jeremías

Pese a que se le consideró un profeta de desgracias, Jeremías anunció que el destierro sería fuente de
purificación para su pueblo. Vislumbró la llegada de un nuevo reino mesiánico creado por Dios mismo.
Describió el tiempo en el que Dios vendrá a renovar el corazón del hombre y a crear una alianza nueva.
Porque, para Jeremías, el Señor no es rencoroso. Siempre está dispuesto a salvar y a convertir al hombre
que no puede convertirse. Jeremías es el profeta de la religiosidad interior y personal, el de la
responsabilidad individual, el padre de la oración, el mensajero de la conversión y de la transformación de
la persona. Por su vida y sus sufrimientos prefiguró a Jesús.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Quién fue Jeremías y en qué momento le tocó predicar?

2. ¿En qué se puede resumir el mensaje de Jeremías?

3. Jeremías anunció una Nueva Alianza de Dios con Israel ¿Cómo se cumplió? Ver Jer 31, 31-34 con Mt
26, 27-28 y Heb 8, 8-12.

4. Comente con la ayuda del documento de Puebla no. 267 al 268 la función profética de la Iglesia.

ORACION

Señor Jesucristo, Profeta del Padre, tú que viniste al mundo a anunciar a los hombres la salvación y a
llevarla a cabo por tu muerte y resurrección, que nosotros los cristianos no temamos seguir tus pasos y dar
testimonio de ti ante los hombres. Tú que vives por los siglos de los siglos. Amén.

TEMA 4

EL PROFETA EZEQUIEL

130
«Hijo de hombre, todas las palabras que te diga, escúchalas con tus oídos y grábalas en tu mente. Ve donde
los desterrados, la gente de tu pueblo, y empezarás así: Esta es palabra del Señor Yahveh, y hablarás,
quieran escucharte o no» (Ezequiel 3, 10-11).

Conozcamos el extraordinario profeta Ezequiel

Ezequiel fue uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento. Fue un sacerdote que tuvo que ir al
destierro, en el año 597 a.C., cuando Nabucodonosor tomó por primera vez a Jerusalén y se llevó presa a
una parte de la población a Babilonia. Allí sintió la llamada de Dios a ser profeta, ejerciendo su ministerio
entre los desterrados hasta el año 571. Vivió en una colonia Judía en Tal-Abib, hasta que Jerusalén fue
destruida en el año 586 a. C. y desterrado el resto del pueblo a Babilonia.

Su personalidad y estilo

Ha sido uno de los profetas más discutidos por su especial manera de ser: sus «arrebatos», éxtasis,
experiencias místicas, viajes «en espíritu», acciones simbólicas bastantes extrañas. Su estilo es fuertemente
visionario, imaginativo y simbólico. Utilizó varios géneros: oráculos de denuncia y de anuncio, alegoría
proverbios, narraciones y cuentos. Ezequiel no habló desde Jerusalén ni desde el templo.

Habló a su pueblo en el destierro, lejos de su tierra y de su oficio de sacerdote. Pero allí descubrió el gran
pecado de Israel la idolatría y la profanación. Soñó con el templo. Presentía la santidad de Yahveh. Pero el
templo estaba profanado y el pueblo adoraba a los ídolos. Fue así como este profeta le hizo ver a sus
hermanos desterrados la causa del castigo. Los amenazó, pero el pueblo permaneció indiferente.

Ezequiel les dice que Jerusalén está en ruinas. La gente dice: «no puede ser, Dios no es justo». Entonces
Ezequiel les levanta los ánimos con la promesa de la restauración final.

El mensaje de Ezequiel

El libro del profeta Ezequiel contiene temas que influyen m en los escritos del Nuevo Testamento. En él se
anuncia que «I pueblo volverá a vivir y el nombre de Dios será santificado. Había un templo y un culto
nuevos. Dios derramará sobre sus hijos un agua pura. El Espíritu dará la vida nueva y el Pastor bueno da su
vida por su rebaño, (ver Ez 36, 22-30).

Todos estos temas lanzaron al pueblo hacia el futuro y dieron motivo e inspiración a los autores
apocalípticos. Pero también llevaron a Israel a orientar su religión, después del destierro en torno a la ley y
al templo.

La redacción del libro

131
Este libro tiene añadiduras de copistas y de escritores posteriores pero su ordenación es clara. Sigue
bastante de cerca las diferentes etapas de la vida del profeta: anunciar el desastre de» Jerusalén, luego su
salvación y proclamar, finalmente, la liberación definitiva.

El esquema de su libro:

• El libro comienza con la intervención de Dios en la vida de un hombre llamado Ezequiel, que recibe la
misión de ser «centinela de Israel» (cap. 1-3).

• Este hombre anuncia a sus compatriotas el juicio de Dios sobre todos los israelitas infieles (cap.4-14).

• Las naciones extranjeras, cómplices en el pecado del pueblo elegido, reciben también de profeta el
anuncio del castigo (cap.25-32).

• Jerusalén ha caído. Ahora el profeta consuela a su pueblo y le anuncia de parte de Dios, a salvación que el
pastor definitivo va a traer sobre la tierra [cap.33-37).

• El libro termina con la visión de la montaña que sostiene la capital del pueblo renovado y con el alegre
descubrimiento del nuevo templo, donde otra vez la gloria de Dios estará presente en medio de su pueblo
(cap.40-48).

Para dialogar y compartir:

1. ¿Quién era Ezequiel y en qué situación profetizó?

2. ¿Cómo ve el futuro este profeta?

3. Busque en el documento del Concilio Vaticano II, la Constitución «Luz de las gentes» o Lumen
Gentium, el no. 48. Analícelo con calma comparándolo con la visión del pueblo de Israel renovado en
Ezequiel.

ORACION

Ayuda a tu Iglesia peregrina a sostener su esperanza en ti, Señor, para que en medio de las pruebas de este
mundo, caminemos hacia la patria celeste de la mano de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos
de los siglos. Amén.

TEMA 5

EL PROFETA DANIEL

132
«En las nubes del cielo venía uno como hijo de hombre. Se dirigió al Anciano y fue llevado a su presencia.
A él se le dio poder, honor y reino, y todos los pueblos y las naciones de todos los idiomas le sirvieron. Su
poder es poder eterno y que nunca pasará; y su reino jamás será destruido» (Daniel 7, 14).

Un libro redactado con lenguaje «apocalíptico»

El libro de Daniel es un libro apocalíptico, el más importante y representativo de este género en el Antiguo
Testamento. Lleva el nombre de su protagonista, Daniel, un joven judío que en tiempos del rey
Nabucodonosor fue deportado a Babilonia. En la Biblia griega y latina este libro está puesto entre los libros
proféticos.

Su autor lo escribió bajo el nombre de Daniel

No sabemos quién fue su autor, pero el que lo escribió utilizó lo que se llama la «seudonimia», que es
poner la obra bajo la autoridad de un personaje importante usando un seudónimo, aunque ellos no los hayan
escrito. Así pasa con ciertos libros del Antiguo y del Nuevo Testamento: Isaías, Baruc, David, Salomón,
Juan, Pedro, etc.

Tiempo en que se redactó este libro y su mensaje

El libro se escribió alrededor de los años 167 y 164 en los difíciles tiempos de los Macabeos, durante la
persecución de Antíoco IV Epífanes, que ya conocemos por la historia de Israel.

El autor se propuso brindar un mensaje de consuelo y esperanza, en esos momentos tan tremendos para el
pueblo de Dios. Para eso, pone una serie de ejemplos de los momentos, difíciles y de las tribulaciones que
pasaron Daniel y sus compañeros, para decir que ellos pudieron salir adelante con la ayuda de Dios. Y que
si ellos confían en Dios en medio de ¡a prueba, les pasará lo mismo: Dios vencerá a los enemigos de su
pueblo y lo salvará.

División del libro

El libro de Daniel tiene dos partes bien definidas:

• Los relatos edificantes: La primera parte (cap. 1 -6), es una sección narrativa. Utiliza el género
literario llamado «midrashim», que ya conocemos por los libros de Tobías, Ester y Judit, o sea, «relatos
edificantes».

• Pues bien, aquí se nos viene a enseñar que los hombres que permanecen fieles a Dios triunfan siempre de
la soberbia y de la maldad humana; que Dios no abandona nunca lo que es suyo, aún en medio de la
prueba, llámese ésta persecución, pobreza, opresión o cualquier forma de esclavitud, derechos humanos
atropellados, etc.
133
• Los pasajes de estilo apocalíptico: La segunda parte (cap. 7- 12) describe varias visiones. Pertenece al
género literario llamado «apocalíptico». Tiene un mensaje que completa muy valiosamente al anterior. Nos
viene a enseñar que si hay hombres fieles que perecen entre tormentos atroces, eso es señal de que la
recompensa y el castigo tienen que quedar para una vida más allá de la muerte.

• Las visiones describen en imágenes la subida y la caída de los grandes imperios de la antigüedad, en
especial, los que más oprimieron a Israel. Los perseguidores paganos caerán, y el pueblo de Dios saldrá
victorioso.

• Dos bellos relatos concluyen el libro: El libro termina con dos relatos de estilo popular, que le fueron
agregados después: la historia de Susana (cap. 13), y el relato de Bel y el dragón (cap.14). Estos dos relatos
estaban compuestos en griego, como también Dan 3, 24-90 que habla de los jóvenes en el horno. A estos
pasajes de Daniel se les llama «deuterocanónicos» no están ni en la Biblia hebrea, ni en la Biblia
protestante, pero la Iglesia los considera inspirados.

Algunos pasajes importantes del libro de Daniel

Son importantes en este libro, los capítulos 2 y 7, con sus períodos que anuncian el desenlace de la historia,
con la visión de la estatua de metales que luego es derrumbada y con la su plantación de las cuatro bestias
que salen del abismo por el «hijo de! hombre», que recibe en sus manos el reino destinado a los «santos del
Altísimo».

Destaca también el capítulo 9 con la interpretación de los 70 años del destierro anunciado por Jeremías. Se
trata de 70 semanas de años (490 años) que, contando desde el destierro se cumplieron en el siglo II a. C.
Se está llegando, por tanto, al término de la .aflicción. Lo indica esto cuando la persecución está «en lo más
y mejor» y el mal arrecia.

Por otra parte, el libro de Daniel afirma claramente la resurrección de los muertos, en la que cada uno
recibirá según sus obras (Dan 12,1-3).

Daniel afirma que Dios guía los acontecimientos de la historia humana. Un pensamiento fundamental
recorre todo el libro: Dios es el Señor de la Historia: nada escapa a su mirada. Todos los acontecimientos,
por desconcertantes que nos parezcan, sirven a sus planes de salvación.

Para dialogar y compartir:

1. ¿De qué género literario es el libro de Daniel y en qué época se escribió? .

2. ¿Qué mensaje, de esperanza podemos sacar del libro de Daniel para nosotros los cristianos?

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ORACION

Enséñanos Señor, a vivir en la misma esperanza que animó al pueblo de Israel en medio de la prueba, para
que nosotros, animados por el Espíritu de Jesús, sepamos vencer los duros momentos de la vida, sabiendo
poner nuestra confianza en tu Hijo, vencedor de la muerte. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

TEMA 6

EL PROFETA OSEAS Y EL PROFETA BARUC

EL PROFETA OSEAS

«Yo te desposaré para siempre. Justicia y rectitud nos unirán, junto con el amor y la ternura, y la mutua
fidelidad también. Y así conocerás quién es Yahveh» (Oseas 1, 21-22).

135
Los tiempos difíciles en que predicó Oseas

Oseas profetizó en el reino del norte (Israel), en el siglo VIII a.C., entre los años 750 y 725. Fue
contemporáneo de Amos. Israel vivía en esos tiempos un período de prosperidad, pero también de
injusticias sociales, corrupción, explotación de los pobres por los ricos, lujo desenfrenado, etc. La
monarquía estaba en crisis desde Jeroboam II, rey de Israel (783-743): intrigas, ambición, asesinatos.
También había crisis religiosa: la idolatría, el culto a Baal, dios de la fecundidad; se adoraba al ternero de
oro... en fin, el paganismo hacía de las suyas en Israel. Todo era un caos y ya sabemos en lo que paró todo
esto: la caída del reino del norte en poder de los asirios (año 721) y el destierro de los israelitas a Asiría.

Su experiencia matrimonial: la experiencia de Israel infiel amado por Yahveh

Oseas vivió y profetizó en esos difíciles tiempos, partiendo de su propia experiencia matrimonial: se había
casado con una prostituta pagana y le fue muy mal, pues varias veces «le dio vuelta». Pese a eso, Oseas la
siguió amando profundamente y se mantuvo fiel a ella perdonándole sus infidelidades. Esto tan terrible que
él vivió, le sirvió para presentar la relación de Dios con Israel. Dios ha amado a Israel, pese a que su pueblo
se ha ido con otros dioses; ha sido esa mujer infiel, pero el Señor está dispuesto a perdonarlo como Oseas
lo había hecho con Gomer. El profeta denunció los pecados del pueblo>, pero también anunció tiempos de
salvación y de amor.

El libro de Oseas

El libro de Oseas recoge sus palabras, pero ha sido escrito, sin duda, por uno de sus discípulos que lo ha
completado con algunos recuerdos de la vida del profeta. Tal como nos ha llegado el libro, podemos
dividirlo en tres partes:

 Introducción (cap. 1-3): el matrimonio de Oseas, símbolo para Israel.

 Proceso de Dios contra Israel (cap.4-13): Israel ha roto, la Alianza.

 Conclusión (cap. 14): Llamada a la conversión y a la fidelidad en el amor.

El bello lenguaje nupcial del mensaje de Oseas

Oseas nos habla de las relaciones de Dios con e! hombre utilizando, con belleza y profundidad, la imagen
bíblica de las bodas. El Nuevo Testamento recogió esta larga tradición al hablar de Cristo y la Iglesia (ver
Ef 5, 25-32). Oseas es el profeta del amor de Dios, enamorado del hombre. Mensaje que por otra parte, es
el mensaje fundamental de la Biblia.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Qué fue lo que le pasó a Oseas y qué estaba viviendo el pueblo de Dios, para que el profeta denunciara
su pecado?

2. ¿Por qué Oseas es el profeta de la ternura? ¿Cuál es su mensaje?


136
3. ¿Qué debemos entender por «prostitución» en el lenguaje de Oseas?

4. ¿Es válido hablar hoy del amor de Dios como un novio enamorado?

ORACION

En los profetas, Señor, nos enseñas cómo amas a tu pueblo con amor de esposo, amor fiel y verdadero, que
sabe perdonar y salvar a pesar de que nosotros nos apartamos de tu amor. Te pedimos, nos ayudes a serte
fieles, a responder a tu amor sinceramente. Por Jesucristo Nuestro señor. Amén.

EL PROFETA BARUC

«Jeremías mandó a llamar a Baruc, hijo de Nerías, a quien dictó, para que anotara en el papel enrollado
todo cuanto Yahveh le había comunicado al profeta» (Jeremías 36, 4).

El autor de este libro y el tiempo en que lo redactó

El autor del libro de Baruc nos es desconocido. El redactor final se lo atribuyó a Baruc, secretario,
confidente y amigo del profeta Jeremías. Posiblemente fue escrito entre los años 200 y 100 antes de Cristo,
en algunas de las comunidades judías que vivían dispersas fuera de Palestina y cuya vida de oración y
estudio nos describe.

El autor de este libro se sirve del pasado de la historia de Israel, para alentar la esperanza del pueblo y
dirigirla hacia el futuro: la Jerusalén prometida por Dios, no es la que los judíos han empezado a reconstruir
después del desti3rro, sino la Jerusalén del fin de los tiempos. Jesús la llamará la «casa del Padre».

Contenido del libro.

He aquí una breve idea del contenido del libro:

• Reconocimiento de la fidelidad da Dios y sincera confesión de los pecados (Bar 1-3,8).

• Exhortación, al estilo de los sabios, invitando a la meditación del pasado, a la prudencia y al


cumplimiento de la ley (Bar 3, 9; 4, 4).

• Poemas de consuelo a los desterrados, escritos a la manera de los profetas. El estilo es muy bello cuando
describe la belleza de la Jerusalén mesiánica que contempla, radiante, la vuelta de todos sus hijos (Bar 4, 5-
5.9).

137
• Una carta atribuida a Jeremías burlándose de los dioses caldeos y animando a creer en Yahveh (Bar 6).

Este libro es «deuterocanónicos»

Este libro se compuso en hebreo, pero sólo conservamos su traducción griega en la versión de los Setenta.
Es un libro «deuterocanónico» admitido sólo por la Iglesia Católica. Hay otros libros que llevaron el
nombre de Baruc en la época griega, como el llamado «Apocalipsis de Baruc», que es un libro «apócrifo».

Para dialogar y compartir:

1. ¿Quién fue Baruc y cuándo fue compuesto su libro?

2. ¿De qué trata la carta de Jeremías en Bar 6?

3. Baruc habla de la Nueva Jerusalén. Con la ayuda de Ap 21,1-2 y la Constitución sobre la Sagrada
Liturgia, del Concilio Vaticano II, en el no. 8, busquemos a ver de cuál Jerusalén se trata.

ORACION

¡Glorifica al Señor, Jerusalén, ya Dios ríndele honores, oh Sión! El afirma las trancas de tus puertas, y
bendice a tus hijos en tu casa. El mantiene la paz en tus fronteras, te da del mejor trigo en abundancia.
(Salmo 147, 12-14).

TEMA 7

EL PROFETA JOEL Y EL PROFETA AMOS

EL PROFETA JOEL

«Después de esto yo derramaré mi Espíritu sobre todos los mortales. Tus hijos y tus hijas hablarán de
parte mía, los ancianos tendrán sueños y los jóvenes verán visiones» (Joel 3, 1).

Datos del profeta

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El libro del profeta Joel no nos dice nada acerca de él, cuyo nombre significa «Yahveh es Dios». No
sabemos cuándo ejerció su ministerio, pero a juzgar por su estilo y otros indicios socio-políticos, podemos
situarlo alrededor del año 400 antes de Cristo.

La comunidad a la que se dirige y su mensaje en tiempos difíciles

El profeta, en efecto, parece dirigirse a la comunidad judía que goza de tiempos de paz, tras un buen tiempo
después del exilio en Babilonia. Las murallas y el templo han sido levantados de nuevo, el culto se ha
normalizado, pero un cierto materialismo adormece al pueblo que carece dé inquietudes políticas y
religiosas.

De pronto, una plaga de chapulines sacude al pueblo: pasan arrasando los cultivos y Joel aprovecha ese
momento para despertar las conciencias y provocar una renovación de la fe. Oración y penitencia atraerán,
no sólo el don de las lluvias para nuevas cosechas, sino también y sobre todo, el don del Espíritu para la
renovación del pueblo de Dios.

El libro de Joel se puede dividir en dos partes:

 Tiempo de destrucción (cap. 1 y 2): la plaga de chapulines recuerda el pasado, cuando los
poderosos ejércitos de Babilonia asolaron el país. El profeta ve en la plaga un castigo del Señor y
congrega al pueblo para celebrar una liturgia penitencial.

 Tiempo de renovación (cap.3 y 4): si los ejércitos extranjeros y la plaga han sido una prueba
terrible, mayor lo será «el Día del Señor». Dios juzgará a las naciones. Pero su juicio no será sólo
de castigo, sino sobre todo, de liberación. Liberación de la plaga y liberación del sufrimiento y del
temor. Habrá lluvias, habrá abundancia. Habrá un Maestro de Justicia que enseñe al pueblo
sabiduría. Habrá un «Día del Señor» en que Yahveh venga a vivir en medio de su pueblo y
«derrame su Espíritu sobre toda carne-», para que todos conozcan el nombre del Señor.

Joel, el «profeta de Pentecostés» (Je 3, 1-2).

A Joel se le llama el profeta de Pentecostés, ya que nos habla de la venida del Espíritu en la era mesiánica.
San Pedro lo cita en su primer discurso (ver He 2, 17-21). También el libro es una invitación a descubrir al
Señor, que se vale de los acontecimientos de la historia, para darnos su mensaje de salvación, como lo hizo
con esta plaga que azotó al pueblo, para invitarlos a la conversión y aguardar los tiempos mesiánicos.

Para dialogar y compartir:

1. Con base al libro de Joel, ¿Cree usted que las desgracias que pasan actualmente son un castigo de Dios?
Ver también Jn 9, 1-3.

139
2. ¿Por qué podemos llamar a Joel el profeta de Pentecostés?

3. Cuando la naturaleza está en peligro por culpa del hombre, ¿qué nos puede enseñar este libro? Pensemos
un poco, ayudándonos con lo que nos dice el documento de Santo Domingo, en el no. 169 al 170.

4. Comente Je 2, 12-17, que es la primera lectura del miércoles de Ceniza, y ver cómo se nos invita a la
penitencia.

ORACION

Señor, ¡qué numerosas son tus obras! Tú las hiciste a todas sabiamente, tus criaturas se ven en todas partes!
Si tú escondes tu cara, ellos se aterran, recoges su espíritu, y se mueren y retornan al polvo; si envías tu
Espíritu, son creados y así renuevas la faz de la tierra. (Salmo 104, 24. 29-30).

EL PROFETA AMÓS
«Si bien he mirado con reprobación al reino pecador de Israel, decidido a exterminarlo de la tierra, sin
embargo no lo exterminaré totalmente...Entonces traeré a su tierra a mi pueblo Israel: volverán a
construir sus ciudades en ruinas y morarán de nuevo en ellas, plantarán sus viñas y podrán paladear su
vino; cultivarán sus huertos y podrán saborear sus frutas» (Amos 9, 8.14).

Amos, un campesino llamado por Dios a ser profeta

Amos era un hombre de campo que vivía en Tecoá de Judá, situado a unos 9 km al sur de Belén donde
tenía «sus vaquitas y unas cuantas higueras» (Am 7, 14). Hacia el año 760 a.C., el Señor lo sacó de la vida
tranquila que llevaba para que fuera a profetizar al reino del norte, o sea, Israel, especialmente en Betel.

La situación de injusticia social que denunció Amos

140
Eran los tiempos de Jeroboam II (783-743), en los que Israel gozaba de prosperidad, pero también estaba
dominado por los pudientes o ricos, que explotaban a los pobres y el lujo y la riqueza se daban «a costillas»
de éstos. La situación era muy parecida a la de ahora (ver Puebla no. 30).

Esta injusticia social clamó al cielo, no tardando Dios en responder por medio de Amós. Por supuesto, no
se le escuchó; más bien, fue expulsado y calumniado por Amasias, sacerdote de Betel. Fue rechazado por
los poderosos, responsables de la situación, regresando a su tierra de Judá y terminando así su misión. A
partir de ahí no se sabe más de su vida.

El libro de Amós

El libro de Amós nos ha llegado con cierto desorden y con algunos retoques, pero podemos distinguir en el,
dos partes y una conclusión.

1. Juicio a las naciones y a Israel (Cap. 1-6): Israel se enorgullece de ser pueblo elegido. Amós advierte a
todo Israel que esa elección no es solo un privilegio, sino, también una responsabilidad. No será justo el
Señor, tras a ver castigado a otros pueblos por sus idolatrías, tolerará a Israel sus cultos paganos y sus
injusticias, que rompen la alianza.

2. Visiones del futuro (Cap. 7-8): Amos aparece como confidente del señor e intérprete del futuro. Con
cuatros ejemplos anuncia el castigo que amenaza a Israel, muy pocos se salvarán de la caída de Samaría
(año 721 a.C.)

3. Anuncio de renovación (Cap. 9, 14-15): El libro concluye con oráculo de esperanza. El Señor volverá a
dar paz y prosperidad a su pueblo. No porque Israel lo merezca, sino porque Dios ha comprometido su
palabra. La justicia de Dios no es como la de los hombres y aunque éstos dejen de ser justo, el Dios justo
no deja de ser misericordioso.

Un mensaje que denuncia la injusticia social de todos los tiempos…

Si Oseas es el profeta de la ternura y del amor, Amós es el profeta de la justicia. Su mensaje tan fuerte y
violento, es una exigencia a vivir el derecho y la justicia entre los hombres, Amós nos revela a un Dios que
defiende el derecho de los pobres.

Para dialogar y compartir

1. ¿Por qué Amós llegó a denunciar la injusticia social?

2. ¿Cuáles injusticia denuncia Amós?

3. Puebla habla de la situación de injustica que habla América Latina en el no. 27-50 ¿Cuáles injusticia
padece Honduras?

4. Leer y comentar Amós 5.

141
TEMA 8

EL PROFETA ABDIAS Y EL PROFETA JONAS

EL PROFETA ABDIAS

«No vayas a mirar la ruina de tu hermano en el día de su desgracia. No te alegres al ver a los hijos de
Judá en el día de su angustia, no te rías de su miseria» (Abdías 12).

Algunos datos de este profeta y de su libro

De este profeta, cuyo nombre significa «siervo de Yahveh», no tenemos ningún dato personal. Su libro, de
un capítulo, es el más corto del Antiguo Testamento. Contiene un grito de venganza contra Edom (Abd v.

142
1. 14), y un oráculo sobre la restauración de Israel (Abd v.15-21). Es un texto parecido a Jer 49, 7-22. El
libro se compuso probablemente después del destierro.

Esaú (Edom) y Jacob: dos pueblos parientes y enemigos

Por la historia de los patriarcas ya sabemos que Esaú y Jacob, hijos de Isaac, siempre tuvieron problemas
(ver Gen 25,21 - 34 y Gen 27). Los edomitas eran descendientes de Esaú, por lo tanto, parientes de los
judíos, pero éstos los consideraban enemigos; siempre vivieron peleando. Cuando los babilonios arrasaron
Jerusalén en el año 587 a. C., Edom les ayudó apoyando al invasor y festejando la caída del pueblo de Judá.

El libro es un canto a la justicia

Es por eso que Abdías anuncia el castigo de Dios para este pueblo, que fue cruel con sus hermanos. Abdías
es el profeta del «día de Yahveh», día de castigo para Edom, día de liberación para Judá. Abdías manifiesta
su esperanza cuando reconoce el poder de Dios, capaz de redimir a su pueblo de cualquier situación, por
desesperada que parezca. Afirma que un resto será salvado. Los tonos tan fuertes de su discurso revelan su
deseo de que el Señor, justo juez, haga caer su justicia vengadora sobre Edom.

Otros profetas, como Oseas e Isaías, adoptaron actitudes más próximas a la doctrina evangélica del perdón
y de las bienaventuranzas. Por eso, al leer este librito, tengamos en cuenta que, para nosotros, la venganza
no salva, sino la paciencia y el perdón «hasta siete veces» (Mt 18,22), y que el amor, nos dice San Pablo,
«aguanta sin límites» (1 Cor 13, 7).

EL PROFETA JONAS
«Ah, Señor, yo tenía razón cuando estaba en mi casa. Precisamente por esto traté de huirá Tarsis. Yo sabía
bien que tú eres un Dios clemente y misericordioso, paciente y lleno de bondad, siempre dispuesto a
perdonar» (Jonás 4, 2).

Una narración didáctica: el libro de Jonás

El libro del profeta Jonás se encuentra entre los libros proféticos pero, probablemente, no pertenece a este
género. Se trata más bien, de una parábola escrita en prosa, un relato didáctico, o sea, para enseñar. Aunque
también es un libro divertido. No sabemos quién es su autor. El título lo lleva por el nombre del
protagonista: Jonás. Parece que fue escrito durante el siglo V a.C., después del destierro.

Las «peripecias» de Jonás

Jonás es enviado por Dios a predicar a Nínive, capital de Asiría. Pero no hizo caso y se embarcó para
Tarsis. El barco estuvo a punto de naufragar en una tormenta y Jonás fue arrojado al mar, un pez se lo tragó
y Jonás le pidió a Dios que lo ayudara y el pez lo vomitó. Luego se fue a predicar a Nínive por orden de

143
Dios y los ninivitas se convirtieron. Pero Jonás se disgustó porque el Señor fue bueno, clemente y
misericordioso con Nínive y no cumplió su amenaza.

Mensaje del libro: Dios ama a todos los hombres

A los judíos que pensaban que sólo ellos se salvaban, se les muestra por medio de este libro, que Dios ama
a todos los hombres, incluso a los animales (Jon 4,10) y que se compadece de todos los pueblos. Todos los
hombres están llamados a la salvación, aún los enemigos del pueblo de Dios.

Éste es el mensaje central del libro, que nos presenta un retrato muy bello del Señor: Dios clemente,
compasivo, paciente y misericordioso, muy parecido a la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11-32). Además,
Jonás resulta ser una figura muy «simpática». En el Nuevo Testamento, Jonás y su liberación del vientre
del pez, son símbolo de la resurrección de Jesús (Mt 12, 39-40).

Para dialogar y compartir:

1. ¿Cuál es el tema central del libro de Abdías?

2. ¿Qué enseñanzas podemos sacar de Abdías?

3. ¿Cuál es la enseñanza fundamental de este libro? Ver Jon 4.

4. ¿A qué género literario pertenece este libro: Historia, novela, cuento, profecía? Ver en qué se parece al
libro de Rut.

5. Lea todo el libro y compárelo con las parábolas de la misericordia de Lc 15. Saque una catequesis sobre
Dios de ambos textos.

6. Para la oración, puede cantar el canto «Si yo no tengo amor» o componer una plegaría tomando el himno
a la caridad de 1 Cor 13.

ORACION

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera y generoso en perdonar. No está siempre irritado,
ni el enojo le dura eterna-mente. No nos trata según nuestros pecados, no nos da lo merecido por nuestras
culpas. (Salmo 103, 8-10).

144
TEMA 9

EL PROFETA MIQUEAS, EL PROFETA NAHÚM Y EL PROFETA


HABACUC

EL PROFETA MIQUEAS

«Pero tú, Belén Efrata, aunque eres la más pequeña entre todos los pueblos de Judá, tú me darás a aquel
que debe gobernara Israel: su origen se pierde en el pasado, en épocas antiguas» (Miqueas 5, 1).

El profeta y el tiempo en que le tocó que profetizar

Miqueas, cuyo nombre significa «quién como Yahveh", era un campesino de Moreset Gat, una aldea
situada a unos 35 kms. al suroeste de Jerusalén. Vivió en los turbulentos años de In mitad del siglo VIII
a.C., contemporáneo del profeta Isaías y fue testigo de la caída del reino del norte (año 721 a.C.). Ejerció su
ministerio en Jerusalén y al menos tres reyes, Jotam, Ajaz y Ezequías, oyeron resonar su voz.

Estructura del libro

El libro de Miqueas, que se escribió después de la actividad del profeta, no presenta una estructura
orgánica, por su redacción, un tanto complicada, en la que alterna las denuncias y las promesas.

 Proceso contra Israel (Miq 1-3).

 Promesas a Sión (Miq 4-5).

 Nuevo proceso contra Israel (Miq 6-7,1-7).

 Liturgia de esperanza (Miq 7, 8-20).

El mensaje de Miqueas es válido para nosotros

Al profeta Miqueas le impresionaron más las injusticias de los grandes propietarios que explotaron a los
campesinos de Moreset, que los pecados contra el culto religioso de Jerusalén. Por eso, con una viva
conciencia de hablar en nombre de Dios, atacó duramente y sin pelos en la lengua, los pecados de los
acaparadores y de los jefes que oprimían al pueblo. Y nos hace saber con una gran sencillez, lo que
tenemos que hacer:

«Ya se te ha dicho, hombre, lo que es bueno y lo que el Señor te exige: tan sólo que practiques la justicia,
que sepas amar y te portes humildemente con tu Dios» (Miq 6, 8)

145
La esperanza mesiánica de Miqueas

Pero también Miqueas anunció la esperanza y pudo intuir un futuro diferente. Mientras Israel esperaba un
Mesías triunfador, Miqueas lo anunció humilde y pacífico. No nacerá en la gran capital, ni tendrá su trono
en un gran palacio, sino que nacerá en Belén, la pequeña ciudad de David. Reinará sobre el verdadero
Israel, sobre el «resto» formado por hombres de paz, justos y misericordiosos. (Ver Miq 5, 1-4).

De esta manera anunció Miqueas a Jesús: su cuna, un pesebre; su trono, una cruz; su reinado, el de la
justicia, el amor y la paz.

EL PROFETA NAHÚN

«Yahveh es bueno para los que en él confían, es un refugio en el día de la angustia. Conoce a los que en él
confían, y los salva de las aguas embravecidas» (Nahún 1, 7).

Conozcamos a Nahúm

El profeta Nahún ejerció su ministerio en tiempos del piadoso rey Josías, entre los años 626 y 612 a.C., año
de la caída de Nínive, la capital de los asirios. Este es su tema central.

El libro

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El libro presenta tres partes. Comienza con un salmo (Nah 1, 2- 8), sigue con oráculos contra Asiría (Nah
1, 9 ss; 2,1-3) y termina con un canto que celebra la caída de Nínive (Nah 2, 4 ss; 3, 1-19). El libro contiene
himnos, diálogos y una lamentación final. Se diría que más que una profecía es una composición litúrgica
que celebra la caída de Nínive. Es una protesta airada contra los asirios que atropellaron las leyes de los
pueblos y la dignidad del hombre.

El mensaje de este profeta para nosotros

Nahún significa literalmente «Yahveh consuela». En este caso, el consuelo que Dios da es fa destrucción de
los enemigos de Judá. La fe de este hombre expresa el «juicio» de Dios sobre el enemigo opresor de Israel.
Otros profetas dieron soluciones más universalistas y conciliadoras (por ejemplo, el profeta Jonás). Pero
solamente Jesús dio la respuesta definitiva. El sufrió una muerte violenta para que nadie utilice, en nombre
de Dios, la violencia. Pero Nahún nos enseña también, que no son los poderosos de este mundo los que
tienen el dominio de los pueblos, sino que es Dios, el verdadero dueño y Señor de la historia.

EL PROFETA HABACUC
«Los soberbios nunca tendrán mi favor, el justo vivirá por su fidelidad» (Habacuc 1, 4).

Los tiempos en que predicó Habacuc.

Ya hemos visto, por la historia de Israel y por el libro anterior de Nahún, cómo cayó Asiria. Pero le siguió
otro imperio: el de

Babilonia, llamada también Caldea. Corrían los años 625-621 a.C. En esta época profetizó el profeta
Habacuc en el reino del sur, sea, Judá. Fue contemporáneo de Jeremías y hombre de letras profundamente
preocupado por el problema del mal.

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El libro que lleva su nombre. División de este libro:

 Un diálogo entre el profeta y Dios (Hab 1-2, 1-4).

 Una serie de maldiciones contra los malhechores (Hab 2, 5-20).

 Un himno en el que el profeta desahoga su alma y expresa su esperanza y su fe (Hab 3, 1-19).

Habacuc le pide cuentas a Dios

El profeta le pide a Dios que le explique su extraña manera de gobernar el mundo: ¿Por qué permite que un
pueblo salvaje atropelle a Judá? ¿Acaso son ellos peores? ¡Pagan justos por pecadores! Y surge, inevitable,
la pregunta que todo hombre se hace siempre: ¿Por qué predomina el mal sobre el bien?

El justo vive por la fe

Dios no niega al profeta una explicación concreta: el azote de Babilonia es temporal y no destruirá del todo.
También le da una respuesta general, que resume el mensaje fundamental del libro: el justo se salvará
guardando a Dios lealtad en su conducta y adorando en la fe su providencia misericordiosa. San Pablo re-
cogerá esta respuesta para enseñar la doctrina de la justificación (ver Hab 2,4; Rom 1, 17; Gal 3, 11).

El mensaje de Habacuc tiene actualidad entre nosotros

El libro de Habacuc nos invita a mantener viva nuestra fidelidad. Ella nos ayudará a descubrir con lucidez y
seguridad en la fe, la presencia de Dios en cuanto somos y en cuanto sucede.

Comprenderemos que la injusticia y el orgullo no pueden llevar a Dios; más bien, llevan al hombre al
fracaso y a la desesperación.

Para compartir y meditar:

1. ¿En qué tiempo predicó Miqueas?

2. ¿Qué enseñanzas podemos sacarle al libro de Miqueas?

3. El profeta Miqueas anunció a Jesús. ¿Cómo?

4. Para la oración, puede rezarse el Salmo 72

5. ¿Es aplicable el libro de Nahún a la situación de hoy?

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6. ¿Qué nos enseña Puebla acerca de la violencia? Ver el no. 534.

7. Leer y comentar Nah 1.

8. ¿Qué enseñanzas pueden ser válidas para nosotros de este libro de Habacuc?

9. La reflexión del Concilio Vaticano II también tiene su enseñanza. Busque lo que dice el no. 13 de la
Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual y compartamos.

10. Con base a los textos de Gen 15,6; Is 56,1; Lc 18, 9-14; Rom 1, 17 y Gal 3, 7-12 ¿qué se entiende por
«justificación»? Puede consultar los comentarios al pie de página de estos pasajes en su Biblia o las
introducciones a cada uno de estos libros.

11. Lea y comente Hab 2, 1-4.

ORACION

«El Señor desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los de corazón soberbio. Derribó de sus tronos a los
poderosos y ensalzó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y a los ricos despidió sin nada».
(Del cántico de la Virgen María en Le 1,51-53).

Padre Santo, al justificarnos y salvarnos gracias a la muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo, te pedimos
nos cuentes entre tus elegidos, no por nuestros méritos, sino con-forme a tu bondad. Por el mismo
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

TEMA 10

EL PROFETA AGEO, EL PROFETA ZACARIAS Y EL PROFETA


MALAQUIAS

EL PROFETA AGEO
«Piensen en lo que hacen: Vayan al monte a buscar madera y reconstruyan la casa. Con eso yo seré feliz y
me sentiré muy honrado a la vez, dice Yahveh» (Ageo 1, 7).

Ageo dirigió la reorganización de la comunidad judía

Cuando los judíos volvieron del destierro de Babilonia, tras el edicto del rey Ciro, encontraron su tierra
hecha ruinas. Tenían que emplearse a fondo en el trabajo de reconstruir el templo, las murallas y las casas,
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en fin, volver a la normalidad. De eso hablábamos en los libros de Esdras y de Nehemías. Los profetas
Ageo, y Zacarías, entre otros, se sumaron al esfuerzo común de reconstruir la comunidad.

La situación de la comunidad

Ageo desempeñó su ministerio de otoño a diciembre del año 520 a. C. El problema era que los trabajos del
templo estaban apenas comenzados. Había desaliento y cansancio, escases de medios, gente que no quería
trabajar ni levantar el templo (ver Esd 4).

Pero en cinco meses de constante exhortación y llamado, Ageo, animado por el Espíritu de Dios, consiguió
reanimar a este pueblo deprimido. El punto central de su predicación es la re-construcción del templo,
vínculo de la unidad religiosa y símbolo de la conversión de los gentiles a la verdadera religión.

El libro de Ageo

El libro del profeta Ageo trae dos capítulos, con cuatro oráculos. Ageo llama a Zorobabel y al sumo
sacerdote Josué para reconstruir el templo, principio y garantía de la restauración (Ag 1, 1-11).

Ese templo será glorioso y centro de todos los pueblos, por lo que vale la pena reconstruirlo (Ag 2, 1-9);
consulta a los sacerdotes y promesas de bendición para los constructores (Ag 2, 10-19); promesa especial
para Zorobabel (Ag 2, 20-23). Como sus grandes predecesores, Ageo exhorta a confiar en la ayuda del
Señor y anuncia un tiempo final de salvación universal, vinculada al templo y a la casa de David.

EL PROFETA ZACARIAS
«Canta, llena de gozo, oh hija de Sión, pues mira que yo vengo para quedarme contigo, te lo dice Yahveh.
En aquel día numerosas naciones vendrán hacia Yahveh; ellos serán su pueblo, pero yo me quedaré
contigo» (Zacarías 2, 14-15).

Zacarías, profeta de la restauración judía

Al igual que Ageo, Zacarías participó en la restauración del pueblo de Dios y del templo cuando recién
regresaban los judíos de Babilonia (año 520 a.C.).

Composición del libro y autores

El libro de este profeta fue escrito por dos autores separa-dos en el tiempo y distintos en cuanto a
preocupaciones, estilo y contenido doctrinal. Como pasa con el libro del profeta Isaías, que fue escrito por

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varios autores, pondremos dos nombres para dividir el libro de Zacarías: Primer Zacarías (cap. 1 -8) y
Segundo Zacarías (cap. 9-14).

El Primer Zacarías es una colección de los sermones que el profeta Zacarías pronunció entre el año 520 y el
518 a. C. Tiene un estilo confuso y habla con frecuencia del templo.

El Segundo Zacarías, de autor desconocido, es una recopilación realizada entre los años 300 y 180 a. C. Tal
vez los capítulos 11 y 12 utilizaban fragmentos poéticos más antiguos anteriores al destierro. Tiene un
estilo poético y sencillo, pero no menciona la reconstrucción del templo.

Las visiones y su finalidad

En esta primera parte se nos narran ocho visiones nocturnas del profeta (Zac 1,7-8.23). Zacarías era
sacerdote y, como Ageo, se presentó en público durante el tiempo de la reconstrucción del templo al
terminar el destierro en Babilonia. Ahí también como Ageo, intervino para estimular a la gente a que
construyeran el nuevo templo (en noviembre del año 520 a.C.).

Sus visiones son, ante todo, discursos de exhortación a levantar el templo y a llevar una vida recta. Son
además alabanzas al Señor e invitaciones a la fidelidad respecto a Dios y sus leyes, quien, tras la cautividad
babilónica, que fue como un tiempo de penitencia, se ha vuelto de nuevo hacia su pueblo.

El anuncio del Mesías humilde

La segunda parte del libro, o Segundo Zacarías, que fue añadida a la primera parte, refleja una situación
distinta: Israel ha vuelto a perder su autonomía probablemente bajo el dominio griego y la fe del pueblo se
resiente. Ante la despreocupación de los jefes de la vida política y religiosa del pueblo, el profeta anuncia
un Mesías y su reinado de paz.

Será un Mesías humilde que traerá la paz. Los ataques de los enemigos ya no dañarán a Jerusalén y sus
enemigos internos, los falsos profetas y los que introducen el culto falso de Dios, serán arrancados de raíz y
los paganos se convertirán.

La profecía del Mesías humilde cumplida en el domingo de Ramos (Mt 21, 4-5)

El segundo Zacarías es el profeta más utilizado en el Nuevo Testamento. Anuncia la Jerusalén celeste del
Apocalipsis, pero, sobre todo, anuncia a Jesús, ofreciendo humilde y sencillo, el reinado de la verdad, la
justicia y la paz.

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EL PROFETA MALAQUIAS
«Miren cómo envío a mi mensajero para que vaya delante de mí despejándome el camino; pues pronto
entrará en su santuario el Señor que ustedes piden. Fíjense que ya llega el mensajero de la alianza que
ustedes tanto desean, dice Yahveh de los Ejércitos» (Malaquías 3, 1).

El ministerio profético de Malaquías

El profeta Malaquías, de discutida personalidad y cuyo nombre significa «mensajero de Yahveh», ejerció
tal vez su actividad después del destierro, y quizá, antes de la reforma de Esdras y Nehemías (entre los años
445 y el 398 a.C.).

Eran tiempos desastrosos, de pobreza material y moral. La gente estaba desanimada y se preguntaba ¿para
qué servía guardar los mandamientos? ¡Los justos han seguido la suerte de los pecadores! El culto había
degenerado en prácticas vacías sin amor. Incluso los sacerdotes, de quienes podía esperarse luz, se habían
desviado y desviaban a los demás.

Malaquías quiso ordenar la vida religiosa y moral del pueblo de la alianza

Malaquías reaccionó tratando de colocar las cosas en su sitio. Fue un reformador valiente y audaz, que hace
que el pueblo asuma sus propias responsabilidades; fija una serie de normas para que el pueblo no se olvide
de lo que es: el pueblo amado de Dios. Invita a los sacerdotes a tomar en serio su ministerio, a darle al culto
su verdadera importancia, a no quedarse en prácticas externas y a que todos salgan de su relativismo moral.
Por eso condena los matrimonios mixtos y el divorcio, (ver Mal 1-2).

También anunció el «Día de Yahveh» y al mensajero de Dios.

Malaquías anunció el «día de Yahveh» y la venida de un mensajero que restablecerá la armonía y la


concordia. Dios purifico a su pueblo y desaparecerá la injusticia y la opresión. Los evangelistas, al leer
estos textos proféticos, han reconocido en |«in mensajero a Juan Bautista, precursor de Jesús (ver Mt 11,
10; Mc 1,2 y Lc 7, 27).

Para dialogar y Compartir

1. ¿Qué era lo que pasaba con el pueblo de Dios en tiempos de Malaquías, y qué hizo el profeta?

2. Para los evangelistas ¿quién es el mensajero de Malaquías?

3. El compromiso del profeta Malaquías, nos hace pensar en el nuestro: ¿cómo llevarlo a cabo? Podemos
ver esto en el Documento de Puebla no. 777 al no. 799.

4. ¿Cuál era la situación de Judá y Jerusalén después del exilio? Libro de Ageo

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5. ¿Cuál es el tema de la predicación de Ageo?

6. Repasar los libros de Esdras y Nehemías, para ver un poco el regreso de los desterrados a Jerusalén.

7. ¿Cuál es el verdadero templo para los cristianos? Ver Jn 2, 21.

8. ¿En cuántas partes se divide el libro de Zacarías?

9. ¿Qué relación hay entre el libro y la persona de Jesús? Libro de Zacarías

10. Comente Zac 9, 9-10 con Mt 21, 2-5 y ver cómo se cumple la profecía en el Domingo de Ramos.

ORACION

Acrecienta, Señor, la fe de los que en ti esperan y escucha las plegarias de los que a ti acuden, para que
quienes alzamos los ramos en honor de Cristo victorioso, permanezcamos en él dando fruto abundante de
buenas obras.

Señor, que por el bautismo, nos has hecho templos vivos del Espíritu y miembros del Cuerpo de Cristo, que
es la Iglesia, ayúdanos a edificar nuestra vida sobre el fundamento que es la piedra angular, Cristo, para que
el edificio vivo de la Iglesia permanezca firme para siempre. Por Cristo Señor Nuestro. Amén.

TEMA 11

EL PROFETA SOFONIAS Y EL LIBRO DE LAMENTACIONES

EL PROFETA SOFONIAS
«Yahveh, tu Dios, está en medio de ti como un héroe que salva, él saltará de gozo al verte a ti y te
renovará su amor. Por ti lanzará gritos de alegría como en días de fiesta» (Sofonías 3, 17).

Sofonías y su predicación

El profeta Sofonías, cuyo nombre significa «Yahveh protege», desarrolló su actividad en el reino del sur
(Judá), posiblemente durante el reinado del rey Josías quien, como sabemos, era un reformador.

Judá llevaba un siglo sometida al imperio asirio (desde el año 734 a.C.). Por otra parte, la vida religiosa del
pueblo estaba invadida por costumbres extranjeras y prácticas paganas que provocaron la predicación del
profeta Sofonías y la reforma de Josías.

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El libro de Sofonías

Las aportaciones fundamentales de este profeta son dos: el «día de Yahveh» y la salvación por un «resto»,
constituido por los «humildes de la tierra».

 «El día de Yahveh» (Sof 1, 14-16; 2, 1-3), será una catástrofe universal que provocará el
arrepentimiento del pueblo elegido. Sofonías no se limita a condenar el pecado. Busca sus raíces en
el corazón del hombre: soberbia, rebeldía, mentira, egoísmo.

 Los humildes de la tierra (Sof 3, 9-13). Buscan la justicia, cumpliendo las normas del Señor.
Formarán un pueblo humilde y pobre, un pequeño «resto» que se cobijará en el nombre del Señor.
Un pueblo que no cometerá injusticia ni tendrá lengua engañosa y vivirá en la paz sin que nadie lo
moleste. A este pueblo que quedará, es al que conocemos con el nombre de los «pobres del Señor»,
a los que Jesús dirigió su discurso de las bienaventuranzas (Mt 5, 3).

El «Dies irae»

Antes de la reforma litúrgica del concilio Vaticano II se usó en la liturgia de la Iglesia un antiguo himno
cristiano llamado «Dies irae» o «Día de la ira», que tomó el pasaje de Habacuc 1, 14-18 que habla del «día
de Yahveh». Se utilizaba en las misas de los difuntos. Por supuesto que daba miedo, al oír cómo allí se
describía ese día terrible. Ya no se usa en la liturgia, ya que el día del Señor no será un día de terror, sino el
día de nuestro encuentro gozoso y definitivo con Cristo Resucitado que vendrá a salvarnos.

EL LIBRO DE LAMENTACIONES
«En sus días de miseria y destierro, Jerusalén recuerda cuando caía en manos del enemigo, sin que
ninguno la socorriera. Sus enemigos ahora la miran y se burlan de su ruina» (Lamentaciones 1, 7).

Canto de dolor y luto ante la «prueba»

Además de cantarle al amor y a la vida, los ticos hemos divido momentos duros: penurias, la muerte de un
ser querido, crisis económica, catástrofes como los terremotos, la enfermedad o las pruebas, que las
«manda Dios», como decimos.

Y expresamos el dolor como todo ser humano: llorando, lamentándonos, resignándonos, o incluso,
renegando. Expresamos todo esto en el canto. No hay cosa más conmovedora que escuchar un Viernes
Santo o cuando fallece un personaje importante, el «Duelo de la Patria». ¡Cómo se siente uno al despedir a
alguien que queremos mucho, escuchando el canto mexicano de «Las Golondrinas»!

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Pues también la Biblia conoce el canto fúnebre, donde el creyente expresa su dolor o su pena (Gen 50, 10;
1 Sam 1, 19-27; 3, 33-34). El libro de las Lamentaciones pertenece a este género literario fúnebre, llamado
también «elegía».

El llanto del pueblo de Dios

Generalmente en nuestra Biblias el libro de las Lamentaciones aparece puesto en el canon después del libro
de Jeremías, ya que ha sido atribuido a este profeta. Hoy se piensa que es obra de varios autores y no de
Jeremías, de quien sabemos sintió mucho dolor y pasó llorando al ver el final de su pueblo (Jer 8, 18-23).
Por eso no ponemos este libro entre los proféticos, sino entre los libros poéticos.

El libro de las Lamentaciones fue escrito en la época que siguió al cerco y a la destrucción de Jerusalén por
los caldeos al mando de Nabucodonosor, en el año 587 a.C. Sin duda el autor o autores vivieron los
trágicos momentos a que se refieren. La obra debe situarse en Palestina, en Judá. La ciudad es llamada
«Hija de Sión»...

Las lamentaciones son cinco quejas doloridas y angustiadas por la catástrofe ocurrida en la ciudad santa. El
poeta del libro de las Lamentaciones llama a la ciudad «hija de Sión», «hija de Jerusalén», «hija de Judá»,
«hija de mi pueblo» y la compara con una viuda, una doncella o una princesa.

En las lamentaciones hablan tanto el cantor, como el coro o la misma ciudad de Jerusalén. A veces, toma
también la palabra el enemigo que arrasó la ciudad.

La manera de redactar estos versos fúnebres

En el original hebreo los versos son «acrósticos». Es decir, cada estrofa comienza con una de las 22 letras
del alfabeto hebreo, manteniendo el orden. Cada lamentación tiene entonces 22 estrofas.

Aunque esta manera de escribir «amarra» un poco al poeta y le quita cierta espontaneidad, tiene sin
embargo, un rico simbolismo para el hebreo: indica una cierta totalidad sobre el tema. Empleadas todas las
letras se ha dicho ya todo y no se puede añadir nada a la tragedia y a su significado. Además, si se pretendía
utilizar los cantos en el culto, esta estructura facilitaba el aprenderlos de memoria.

Las Lamentaciones nos hacen ver la dura realidad con los «ojos de la fe».

Más hondamente, las lamentaciones son una mirada de fe que intenta interpretar los horrores de la tragedia
vivida por los judíos. Ellos han visto espantados, cómo el templo y la ciudad quedaban arrasados en el día
más triste de Israel. A la luz de la fe esto tan tremendo para ellos, lo han visto como justo castigo, sacando
como consecuencia la necesidad de conversión.

Cantos de esperanza en medio de la pena y el sufrimiento.


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El hombre de fe lee los acontecimientos: el extranjero no es más fuerte que Dios. El Señor se ha servido de
los caldeos para castigar a su pueblo fiel. Pero es un Dios de misericordia y siempre está dispuesto a
concederla. De allí que estos cantos sean también, una súplica confiada a Dios que nos purifica de nuestras
falsas seguridades. No podemos, por tanto, considerar las lamentaciones como gritos de desesperación.

Su uso en la liturgia judía y cristiana.

Actualmente los judíos cantan estos poemas en el mes de Agosto para recordar la destrucción del templo
por Nabucodonosor y más tarde por el emperador romano Tito, en el 70 d. C.

En Jerusalén se conserva el llamado «muro de los Lamentos» donde los judíos lloran hoy esta tragedia. La
Iglesia utiliza estos poemas en su oración durante la Semana Santa. Le recuerdan la muerte de Jesús.

Hoy estos poemas nos pueden ayudar a unir los sufrimientos de Cristo con los de todos los hombres en una
misma compasión. Tal vez, esta contemplación despierte con más viveza en nosotros el sentido de nuestro
pecado y de nuestra responsabilidad.

Para dialogar y compartir:

1. ¿Qué es el Día del Señor para Sofonías y qué es para nosotros?

2. Lea Sof 3, 14-17 y Lc 1, 28-30 comparando ambos textos y trate de contestar: ¿Quién es «la hija de
Sión»? ¿A quién representa la Virgen María? ¿Cuál es el mensaje de Dios para ambas?

3. ¿Qué son las Lamentaciones y cuál es el contenido de ellas?

4. Las Lamentaciones se emplean en la Liturgia ¿Cuándo?

5. El libro de Lamentaciones se abre a la esperanza (Lam 2, 18-25) ¿qué nos puede enseñar a nosotros,
cuando la prueba o el dolor nos quieren hacer perder la fe y la confianza en Dios?

6. ¿Qué sentido tiene el sufrimiento y la muerte de Jesús, vistos a la luz del libro de las Lamentaciones?

ORACION

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Te alabamos, te bendecimos y te glorificamos Señor, por el misterio de la Virgen Madre. Porque, si del
antiguo adversario nos vino la ruina, en el seno virginal de la hija de Sión ha germinado aquel que nos
nutre con el pan de los ángeles, y ha brotado para todo el género humano, la salvación y la paz. (Del
prefacio IV de Adviento).

¡Vuélvete, pues, Señor, mira que es hora; ten compasión de estos tus servidores. Llénanos de tu amor por la
mañana, para que así vivamos todo el tiempo alegres y dichosos! (Salmo 90,13-14).

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