Sie sind auf Seite 1von 27

Universidad Nacional de Tucumán

Facultad de Psicología
Cátedra de Trastornos Psicopatológicos de la Niñez y Adolescencia

CONSUMOS PROBLEMÁTICOS

Psiq. Erika Hansen


Auxiliar Docente

Si bien el consumo de sustancias psicoactivas no es un hecho nuevo,


por el contrario es tan antiguo como la humanidad misma, que se haya
constituido en un problema de salud y aún más, de “salud mental” es un hecho
contemporáneo.

Debemos ser capaces de distinguir entre los problemas derivados del


consumo (intoxicación, abstinencia, infecciones, etc.), los problemas derivados
de las acciones para conseguir las sustancias (peleas, robos, etc.) y los
problemas derivados del narcotráfico (batallas entre grupos que comercian la
sustancia, corrupción, etc.)

Para analizar el consumo de drogas se deben tener en cuenta su


complejidad. Disímiles elementos forman parte de la misma: diferentes
representaciones sociales que se ponen en juego, las prácticas individuales y
colectivas, la singularidad de los sujetos, las particularidades de cada
sustancia, los contextos socioeconómicos, políticos, culturales e ideológicos en
los que dicho uso se lleva a cabo.

Si observamos que algunas personas consumen drogas al punto de que


no pueden manejar sus vidas, hay que interrogarse sobre las motivaciones que
tienen esas personas para consumirlas de ese modo, en los factores
ambientales que influyen sobre este accionar y no centrarse exclusivamente en
las sustancias que consume.

Generalmente se piensa que los consumidores de drogas deberían ser:


“curados” desde una lógica sanitaria, o bien ser “controlados” desde una lógica
punitiva. Ambas opciones son las más visibles pero no las únicas. Existen otras
perspectivas que no han tomado tanta fuerza.

Términos importantes

Pasemos a definir los términos más utilizados para hablar de esta


temática

Drogas (Romaní, 1999): Los productos unificados bajo el concepto de


drogas, y que definiremos como sustancias químicas, serán aquellos que se

1
incorporan al organismo humano, con capacidad para modificar funciones
de éste (en más o en menos), pero cuyos efectos, consecuencias y
funciones están condicionados, sobre todo, por las definiciones sociales,
económicas y culturales que generan los conjuntos sociales que las utilizan.

Uso: consumo aislado, episódico, ocasional, sin tolerancia ni dependencia.

Abuso: uso inadecuado por su cuantía, frecuencia o finalidad.

Dependencia: necesidad inevitable de consumir una sustancia y se


depende física y/o psíquicamente de ella.

Tolerancia: necesidad de cantidades marcadamente crecientes para


conseguir el efecto deseado.

Abstinencia: síntomas y signos, displacenteros, que se presentan ante la


deprivación de una sustancia.

Craving: sensación subjetiva de deseo por conseguir el estado psicológico


inducido por las drogas.

Intoxicación: Síntomas y signos, reversibles, que se presentan bajo los


efectos de una sustancia.

Adicción: es un hábito que domina a las personas. Ellas sienten que no


pueden prescindir de una sustancia o de una actividad, que se consume o
se realiza de forma continuada en el tiempo.
Esto se aplica a sustancias y a actividades.

Drogadependencia: Fenómeno complejo caracterizado por el consumo


más o menos compulsivo de una o más drogas por parte de un individuo y
la organización del conjunto de su vida cotidiana en torno de este hecho.

Patología Dual: asociación cruzada coexistencia de dos situaciones


clínicas: la presencia de un trastorno mental por un lado, y por otro, el uso
patológico de sustancias tóxicas (consumo o abusos inadecuados, así como
dependencia de drogas).

Clasificación según frecuencia (OMS):

 Consumidor experimental: consumió 1 a 3 veces en la vida y no


ha vuelto a hacerlo desde hace 1 año o más.
 Consumidor ocasional: consume 1 o 2 veces al mes.
 Consumidor habitual: consume cada semana o varias veces en
la semana.
 Consumidor intensivo: consume 1 o varias veces por día.

2
¿Cuándo un Consumo es Problemático?

Un uso de drogas puede ser problemático cuando afecta negativamente


- en forma ocasional o crónica- a una o más áreas de la persona:

1. su salud física o mental;

2. sus relaciones sociales primarias (familia, pareja, amigos);

3. sus relaciones sociales secundarias (trabajo, estudio);

4. sus relaciones con la ley.

Recordemos: No todo consumo de drogas es un consumo problemático.

Estereotipos en relación al consumo de drogas

Al concebir a “la droga” como protagonista del proceso, es decir, a una


cosa, como el centro de la problemática, se deja de lado que el consumo de
drogas se relaciona con una serie de situaciones que llevan a que las personas
incurran en esa práctica.

Hablar de “la droga”, en singular, como si todas las sustancias fueran lo


mismo, lleva a no tener en cuenta la particularidad de cada sustancia, los
diferentes efectos, las vías de consumo, etc.; y permite que pase desapercibido
el uso de las sustancias legales como las bebidas alcohólicas y los
psicofármacos.

Hablar en términos de “el flagelo” lleva a entender esta problemática


como un castigo por una sociedad pecadora. La respuesta al flagelo puede
entenderse como una “lucha” o un “combate” que puede llevar a la toma de
medidas drásticas que depuren a la sociedad de este “mal”.

La asociación directa del consumo de drogas a los jóvenes, limita el


análisis del tema a un determinado grupo etáreo, ocultándose la
responsabilidad de los adultos en la cuestión y el hecho que los mismos
también consumen.

La “escalada del consumo de drogas” lleva a pensar que un sujeto nada


puede hacer frente al poder de la sustancia, que lo conduce a consumos cada
vez más perjudiciales para sí mismo y para los demás. Suele decirse que se
empieza por alcohol, se sigue con marihuana y se termina en las drogas
llamadas “duras”, como cocaína, etc. Pero se ha observado que muchas
personas beben alcohol y nunca “avanzan” hacia otras sustancias.

Se suele vincular el consumo de drogas con la criminalidad, como si


fueran las mismas sustancias las que llevan a cometer delitos. Esta relación
causal no tiene asidero. Son dos variables que en general se relacionan a la
marginalidad. Nada prueba que un acto delictivo no hubiera ocurrido si el

3
individuo no consumiera drogas. La mayoría de las personas que consume
drogas legales e ilegales no delinque.
Estos y otros estereotipos vinculados al consumo de drogas pueden dar
lugar a la discriminación de los usuarios, es decir, a su descalificación como
sujetos de derecho. Una forma de la discriminación es la estigmatización, que
implica las siguientes operaciones:

 generalización, por ejemplo, como vimos: todos los drogadictos son


delincuentes;
 descalificación, por ejemplo: los consumidores de drogas son vagos e
inútiles;
 segregación, por ejemplo: es mejor que los usuarios sean recluidos en
comunidades aisladas;
 quitar derechos, por ejemplo: no vale la pena intentar recuperar a los adictos
porque recaen en el hábito o porque no tienen "cura";
 impedir el ejercicio de los derechos, por ejemplo: los adictos no pueden
tratarse en los servicios de salud comunes;
 negar la capacidad de elección de los usuarios, por ejemplo: los adictos no
pueden elegir el tratamiento que consideren más apropiado a su estilo de vida
porque han perdido la capacidad de discernir entre lo que está bien y lo que
está mal.

Modelos de Prevención

Existen distintos tipos de modelos que ayudan a entender y a


caracterizar cada una de las diferentes concepciones e interpretaciones acerca
del consumo de drogas. La principal diferencia entre ellos es el grado de
relevancia que otorgan a cada uno de los elementos interactuantes – droga,
sujeto, contexto – desprendiéndose por tanto medidas sociales, preventivas,
legislativas y sanitarias de muy diversa índole en función del enfoque que se
tenga en cuenta.

Modelo ético-jurídico

El paradigma punitivo, basado en el Derecho, categorizó el consumo de


drogas como un delito, planteando que los sujetos, al trasgredir la ley con total
responsabilidad e intencionalidad, se convierten en culpables y por ello deben
ser castigados.
Este modelo está centrado en la sustancia como referente y enfatiza las
medidas legales y penales dirigidas a los usuarios de drogas. Estos son
percibidos como “delincuentes” que infringen la ley. Como “la droga” se concibe
bajo el prisma del delito, el modelo lleva a la criminalización y a la
estigmatización de los usuarios, a la vez que produce la creación de un
prohibicionista.
El modelo jurídico busca dificultar la disponibilidad de la sustancia,
destacando las penas reglamentadas por su cultivo, producción, distribución,
venta, uso y posesión. En los casos en los cuales las personas se encuentran
consumiendo drogas el modelo las aísla del resto de la sociedad para
castigarlas por su conducta desviada.

4
Este modelo sigue siendo el que concita más adhesiones en la población
en general y es el más utilizado por los medios de comunicación social, que
asocian sistemáticamente el consumo de drogas con la delincuencia.

Modelo médico-sanitario

En un segundo momento se produce un salto desde el paradigma


punitivo a otro basado en la desviación. La medicina, como agencia encargada
de dar respuesta a esta problemática, considera que los sujetos/ “pacientes” no
son responsables de la práctica de consumir drogas. En este sentido, el rótulo
de “enfermo”, y ya no de vicioso, lo hace acreedor de un “tratamiento” en vez
que de un “castigo”.
Para este modelo el “drogadicto” es considerado un “enfermo” al que hay
que curar (diagnosticar, prescribir y tratar) y reinsertar en la sociedad. En
general las intervenciones curativas del especialista se apoyan más en la
prescripción, consejo e información que en la “escucha” personalizada de lo
que está necesitando cada persona en particular. Las drogas, las personas y el
contexto se analizan en términos de “agente”, “huésped” y “ambiente”, según la
misma lógica con la que se estudian las “enfermedades infectocontagiosas”. La
falta de prescripción médica en la administración de una droga es lo que hace
que esa sustancia sea nociva para las personas.

Modelo psicosocial

A diferencia de los otros dos, este modelo, que surge a mediados de los
años ´80, corre el foco de la sustancia y lo coloca en el sujeto. Por ello,
interpreta que el adicto es un enfermo y que la adicción es la resultante de un
malestar psíquico. El interés se centra en el tipo de vínculo que una persona
establece con la sustancia. Se plantea que lo no dicho queda tapado u
obturado por la práctica del consumo. Por eso, más que buscar formas que
permitan “detectar” signos de drogadicción, es importante desde esta postura
estar atentos a las dificultades que presentan algunas personas y buscar otras
formas del “decir”, más allá del síntoma del consumo.
Este modelo se sustenta en el reconocimiento de la complejidad de cada
individuo y del peso que tienen los factores psicológicos y ambientales sobre
sus decisiones. Al centrarse en el sujeto, busca saber cuáles son las
necesidades que lo llevaron al abuso de sustancias tóxicas. Basado
principalmente en el encuadre psicológico, es el de mayor peso en
comunidades terapéuticas y centros de rehabilitación actuales.
Las causas que se esgrimen para explicar por qué una persona
comienza a consumir drogas enfatizan la importancia que tiene en primer lugar
la familia como responsable de la socialización primaria y en segundo lugar el
grupo de pertenencia (amigos, compañeros). Se enfatiza así el peso del medio
social cercano, disminuyendo el del medio social más amplio –político,
económico, cultural, social –. La población en general y los usuarios de drogas
en particular han incorporado de manera acrítica este discurso, difundido por
los profesionales de comunidades terapéuticas y de centros de rehabilitación.

5
Modelo sociocultural

Este modelo postula que el significado asociado a las drogas está


determinado no por sus propiedades farmacológicas, sino por la forma en que
una sociedad define el consumo de las mismas y por las estrategias
preventivas que utiliza con los consumidores.
El fundamento que lo rige es que una verdadera política preventiva no
puede hacer abstracción de la estructura socioeconómica y de los aspectos
culturales que constituyen el contexto social de los consumidores de drogas.
Las desigualdades, la falta de oportunidades para grandes sectores de la
población, la marginación, la pobreza, el desempleo, el abandono escolar, la
discriminación, el analfabetismo, la carencia de una vivienda digna, los
procesos de urbanización e industrialización sin una planificación adecuada,
deben considerarse como factores causantes de la aparición masiva de las
drogadependencias.
Se trata de un modelo menos instalado en la sociedad actual, por lo que
no es tan usual encontrar explicaciones del abuso de drogas que tengan en
cuenta estos aspectos. Se privilegian en él los significados que los sujetos
otorgan a las prácticas de riesgo y de protección a partir de su pertenencia a
determinados contextos culturales.
Este modelo la droga funciona como una forma de evasión de la
realidad. El consumo de drogas nuevamente forma parte del síntoma, pero, en
esta oportunidad, ya no en términos psicopatológicos sino sociales, es decir,
como catalizador de una disfunción del sistema. El supuesto preventivo que
funciona por detrás es que si disminuyen las situaciones de conflicto y
desigualdad social, disminuirá la demanda de drogas. Sin embargo, la
emergencia de la condición económica como “determinante” fundamental hace
que se establezca una asociación inmediata entre pobreza y consumo de
drogas, lo que abre la posibilidad de estigmatizar por estas prácticas a los
sectores de menores recursos.

Modelo geo-político estructural

En este modelo la droga es vista como mercancía y se acentúan los


determinantes estructurales de su consumo. Toma como punto de partida la
ineficacia que han demostrado los modelos preventivos importados de los
países denominados del “primer mundo” y el entender que no se pueden obviar
las características específicas latinoamericanas como elementos
fundamentales para comenzar a pensar en cómo resolver el problema del
consumo de drogas en nuestro contexto.
Este modelo se sustenta en la conceptualización del consumo de drogas
y el narcotráfico como un fenómeno global consustancial a las circunstancias
que crean y mantienen el subdesarrollo y propician la dependencia de los
países latinoamericanos. En este sentido, destaca el marco geopolítico de
América Latina como responsable de las peculiaridades del problema del
consumo de drogas. Para este modelo, el contexto no es sólo el ambiente
individual, familiar y comunitario, sino toda la sociedad con sus factores,
cambios y contradicciones. Este es un modelo más reciente y es el que está
menos instalado socialmente.

6
Modelos que explican el consumo de drogas: estereotipos y
representaciones
Modelo Estereotipo Representación social que
construye el
modelo
ETICOJURÍDICO El usuario de drogas es Trasgresión de normas (delincuente)
simultáneamente
DELINCUENTE y VICTIMA  Inseguridad, miedo
 Usuarios víctimas de la sustancia
MÉDICOSANITARIO El usuario de drogas es un Las sustancias alteran y afectan el
ENFERMO buen funcionamiento del organismo

 El sujeto no puede hacer nada para


evitar el consumo
 La adicción es un emergente
PSICO-SOCIAL El usuario de drogas es un El consumo de drogas es un síntoma
ESCLAVO. que evidencia un malestar psíquico
Son personas con dificultades de
adaptación y maduración  Falta o mal funcionamiento de una
red familiar y social que contenga al
usuario
SOCIOCULTURAL El usuario de drogas es una El consumo de drogas implica una
VICTIMA (condicionado por evasión de la realidad
su entorno socioeconómico
 El entorno cultural y económico
determina los tipos de drogas y las
formas de consumo
 El uso de drogas ilegales es
característico de las sociedades
industriales avanzadas
 Las desigualdades sociales
producen vulnerabilidad en relación
con el consumo de drogas
GEO-POLÍTICO La oferta (tráfico) y la demanda Politiza y redimensiona el problema
ESTRUCTURAL (consumo) son una unidad como fenómeno global y como un
indivisible problema social

Si bien estos modelos se han ido desarrollando en forma secuencial y


cada uno representa un mayor nivel de inclusión de factores respecto del
anterior, ninguno ha perdido vigencia. Todos siguen presentes, encarnados en
los diferentes discursos de los sectores que intentan explicar el fenómeno de
las drogas. El análisis de los diferentes modelos nos permite cuestionar la idea
de que “el problema del consumo de droga” sólo tiene una única forma de
abordaje.

El modelo multidimensional

Este modelo considera el consumo de drogas como un proceso


multidimensional en el que interjuegan la sustancia, los procesos individuales
del sujeto y la organización social en la que se produce el vínculo de los dos
elementos anteriores, incluyendo las dimensiones política y cultural. Se
analizan los factores de riesgo y los factores protectores como condicionantes
que pueden incidir en el consumo, pero enfatizando que se deben tomar como
probabilidades y no como determinaciones.
Por lo tanto, el modelo preventivo apunta a la interrelación dinámica
entre las características individuales, las del entorno cercano (familia, grupo de
pares, etc.) y las del entorno macrosocial.

7
La reducción de daños

Del universo de personas que consumen drogas, una inmensa mayoría


no incurrirá en consumos problemáticos. Estos se producirán entre las
personas que se hallan en una especial situación de vulnerabilidad
biopsicosocial. A esta población se debe llegar con medidas preventivas de tipo
específico e inespecífico.
El uso problemático de drogas se da en personas que aumentan
cuantitativa y cualitativamente el consumo hasta no tener proyectos de vida
independientes del consumo. Estas personas necesitan tratamiento adecuado.
Las intervenciones asistenciales deben admitir alternativas múltiples,
incluyendo las medidas de reducción de daños, que parten del reconocimiento
de que el uso de drogas ha persistido en el mundo a pesar de los esfuerzos
para evitarlo; es por esto que lo que proponen son recomendaciones para que
este uso sea lo menos perjudicial posible.
La reducción de daños buscó centrarse en la disminución de las
consecuencias negativas del uso de drogas. Así, un elemento nuevo en la
política de reducción de daños es la atención puesta en los efectos secundarios
del consumo de drogas.
Los programas de reducción de daños no buscan centrarse en el
consumo como tal, sino en los daños individuales y sociales que el mismo trae
aparejado. Debe aclararse que estos programas, como señalan sus
representantes, no consiste solamente en programas de cambios de jeringas o
programas de sustitución de opiáceos, también garantiza el acceso de todos a
la información y a la prevención, facilita el contacto de los usuarios de drogas
con las instituciones de salud e intenta evitar los costos sociales e individuales
que acompañan a la penalización de las drogas.

Objetivos de la política de reducción de daños

a) contactar a los servicios de salud con los usuarios con objeto de que se les
brinde la ayuda que necesiten (desintoxicación, tratamiento, etc.), como así
también distribuir jeringas, materiales desinfectantes, condones, etc. y servirles
como puentes con otros servicios;

b) limitar la transmisión por vía intravenosa del virus VIH y de otras


enfermedades como la hepatitis B;

c) reducir el consumo de drogas;

d) evitar que el “drogadicto” consuma estupefacientes que sean rebajados con


sustancias espurias que son mucho más peligrosas que la propia droga;

e) buscar mejorar la situación familiar, laboral y social del usuario;

f) disminuir las conductas asociales motivadas por la adicción y que son


impulsadas por la criminalización del consumo.

8
Las medidas enumeradas pueden instrumentarse aun dentro de los sistemas
que prohíben la tenencia de estupefacientes para uso personal, pues son
lícitas.

Legislación Argentina

El hecho de que la Ley de Salud Mental 26.657, en su artículo 4°


ratifique que “las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las
políticas de salud mental” da cuenta de que el vínculo entre adicción y salud no
es algo obvio. Hasta nuestros días, en el imaginario social el “adicto” se
encuentra pivoteando entre el “enfermo” y el “delincuente”, en ambos casos
con la connotación de peligroso.
En un recorrido histórico de los enfoques que se ha dado en la Argentina
a este fenómeno, observamos un movimiento (con avances y retrocesos)
desde el ámbito judicial penal al ámbito sanitario.
Recordemos que la Ley nº 20.771 sancionada en 1974 reprimía con
prisión de uno a seis años la posesión de estupefacientes, aunque estuvieran
destinados a uso personal. En 1983, con el retorno de la democracia, se instaló
la imagen del usuario de drogas como un enfermo y el Estado debía orientarse
a tareas de prevención. Esta imagen sólo perduró hasta la sanción de la Ley
23.737 en el año 1989; con esta ley se incrimina el uso personal con prisión de
un mes a dos años.
La penalización de la tenencia de estupefacientes constituye una
herramienta preventiva dirigida tanto al control de la oferta como de la
demanda de drogas, ya que se considera que el usuario es la base social del
narcotráfico. Por lo que se atribuye a estas políticas haber estigmatizado a los
usuarios, alejándolos de los servicios preventivos y asistenciales.
En base a estos argumentos, en 1986, la Corte Suprema de Justicia, en
los fallos Bazterrica y Capalbo declaró la inconstitucionalidad del Art. 6 de la
Ley 20.771, que penalizaba la tenencia de drogas para consumo personal,
considerando que afectaba el derecho a la intangibilidad de las acciones
privadas, garantizado por el Art. 19 de la Constitución Nacional.
Aunque en el debate legislativo cobró importancia la postura
despenalizadora, el segundo párrafo del art. 14 de la Ley 23.737, sancionada
en 1989, mantuvo la penalización de la tenencia para consumo personal. La
constitucionalidad de la norma fue ratificada por la Corte Suprema de Justicia,
que revisó su posición frente al tema, en el fallo Montalvo.
En la ley 23.737 se amplió la incumbencia del fuero penal al ámbito de la
prevención y asistencia de los usuarios de drogas, al admitir la desviación del
proceso hacia una medida de seguridad educativa o curativa, para la
educación, desintoxicación y tratamiento del usuario (ley N º 23.737 art. 17, 18
y 21).
El 25 de agosto de 2009 la Corte Suprema de Justicia de la Nación
resolvió en el fallo “Arriola”, por unanimidad de sus integrantes, declarar la
inconstitucionalidad del segundo párrafo del Art. 14 de la Ley de
estupefacientes (Ley N° 23.737) que reprime la tenencia de estupefacientes
para consumo personal.

9
Signos Precoces de Consumos Problemáticos en niños y jóvenes

 Disminución del Rendimiento Escolar. Falta a la escuela

10
 Cambio de amistades

 Transformación en su manera de vestir y hablar

 Cambios de conducta en la casa (irritabilidad, no comparte)

 Necesidad insaciable de dinero, puede vender objetos de la casa

 Cambios en sus horarios y actividades

 Cambios en el patrón de sueño y en la alimentación

 Señales de quemadura en la ropa, restos de sustancias en los bolsillos,


sangre en la ropa si consumen drogas EV.

Factores de Riesgo en la Familia

 Ambientes familiares caóticos

 Padres consumidores

 Padres con Trastorno Psiquiátrico

 Padres con dificultad para criar a sus hijos

 Falta de vínculo afectivo

Factores de Riesgo en la Escuela

 Comportamiento excesivamente tímido o agresivo en clase

 Fracaso escolar

 Incapacidad para manejar situaciones adversas (no sabe decir no)

 Amistades con pares con problemas de conducta o legales

 Consentimiento implícito o tolerancia del uso de sustancias en la


escuela, amigos, comunidad

 Disponibilidad de la sustancia

Factores Protectores

 Lazos fuertes con la familia

11
 Padres que están al tanto de las actividades, aficiones y amistades de
los hijos

 Éxito académico en adolescentes

 Lazos con Instituciones Sociales (Religiosas, deportivas, escolares,


familiares)

Respuestas Sanitarias

Los diferentes modelos de atención de los usuarios de drogas configuran


diferentes respuestas sociosanitarias

El diagnóstico, se entenderá como un acto clínico centrado en la salud de la


persona y no como un trámite administrativo. Para ello, el médico a cargo o
interviniente, realizará la evaluación del paciente para determinar, de acuerdo a
su estado actual, la complejidad necesaria para su atención dentro de los
dispositivos disponibles, a fin de evitar deambulaciones innecesarias.
Deberá priorizarse aquella estrategia de tratamiento que menos
comprometa la continuidad de los lazos sociales del paciente (familiares,
afectivos, laborales, educativos, etc.). Esto se determinará, a través de la labor
de un trabajador social que evaluará el estado de situación familiar, la dinámica
vincular, la posición económico-laboral, las condiciones habitacionales y la
trayectoria de vida del paciente.
Este diagnóstico social, permitirá no sólo conocer las condiciones de vida
del sujeto, sino también considerar los recursos personales, familiares y
sociales, con los que se cuenta como sostenimiento del tratamiento, durante y
después de todo su proceso.
El efector que tenga a su cargo la derivación, es decir, el traslado del
paciente a otro dispositivo de salud, realizará este acto asegurando que la
institución de destino, disponga de espacio vacante para recibir a la persona,
arbitrando los medios para personalizar adecuadamente esta acción, bajo la
modalidad de derivación asistida y protegida.

1 - Centros o Unidades de Desintoxicación (48 hs. a 14 días): en las


guardias de Hospitales. Asiste a consumidores en etapas agudas de
intoxicación o abstinencia, interviniendo sobre el mismo con el fin de evitar la
sintomatología que genera el consumo y la que genera la suspensión del
mismo. A su vez se evalúa de manera integral al paciente (psiquiatría,
psicología, trabajador social, clínica médica, se realizan estudios
complementarios), se intenta generar una demanda de tratamiento y se
organiza la continuidad del tratamiento al finalizar esta etapa en cualquiera de
las modalidades abajo descriptas, según la necesidad el paciente.

2 - Comunidades terapéuticas, Centros de Rehabilitación (meses):


Pacientes ya desintoxicados en los que se ha determinado esta modalidad para
continuar tratamiento en internación.

12
Los Dispositivos de internación son modalidades residenciales transitorias,
que ofrecen servicios de máximo nivel de complejidad. Estarán destinados a
pacientes en situación de crisis y a aquellos que, atento el estado de salud y
severidad de consumo que presentan, todo intento de tratamiento ambulatorio
pudiera o hubiese resultado infructuoso.

Desde el inicio de la internación, se comenzará a trabajar en las


condiciones de alta y en la implementación de recursos posibles, a fin de evitar
situaciones de consumo riesgosas para la salud del paciente (fortalecimiento y
optimización de sus vínculos familiares, sociales y/o laborales, etc.).

Se tomarán en cuenta dos modalidades:

1- La modalidad de internación prolongada o residencial será conveniente


para:

• Personas que presenten un consumo compulsivo prolongado en el tiempo.


• Personas que presenten un deterioro evidente en su salud física
(desnutrición, deshidratación, infecciones en la piel, lastimaduras en labios y
dedos, abandono general, etc.)
• Niños/as y/o adolescentes que, atento el estado de salud y/o la severidad del
consumo que presentan, la implementación de una modalidad ambulatoria
resultaría inadecuada, en el marco de:
• La ausencia de familiares o referentes adultos que puedan brindar contención
y sostenimiento para la efectividad del tratamiento.
• Convivir con familiares o adultos también consumidores y/o con quienes
comparte el uso de drogas, la comercialización y/ o la comisión de delitos.
• Situaciones de abuso sexual, explotación sexual, embarazos adolescentes y/o
madres adolescentes en período de lactancia.
• Situaciones de vulneración de sus derechos básicos, no existiendo ningún
adulto que pueda garantizar su efectivo cumplimiento (salud, educación,
identidad, vivienda etc.).
• Situaciones de calle, no existiendo ningún adulto que pueda brindar
contención y sostén para la efectividad del tratamiento.
• Personas que acuerden con el profesional médico correspondiente que, esta
modalidad resulta la más adecuada para su tratamiento.

2- Alternativas de medio camino:

Aquí el proceso de internación se realiza por períodos de tiempo


determinados, de acuerdo a las necesidades específicas del paciente de
atención, contención y resguardo. (Durante los fines de semana, por las
noches, etc.).
Asimismo, puede implementarse esta modalidad, como un mecanismo de
transición terapéutica que parte, desde una modalidad de internación
prolongada, hacia una modalidad ambulatoria o de hospital de día, con el fin de
analizar la evolución del paciente y/o evitar recaídas y/o reforzar su tratamiento.

Esta modalidad será conveniente para:

13
• Pacientes que necesitan este tipo atención terapéutica, para evitar situaciones
de recaídas y/o de riesgo de consumo.
• Pacientes que necesitan evaluar y/o reforzar su tratamiento, en situaciones
que necesitan un mayor grado de seguimiento que en una modalidad
ambulatoria amplia.
• Pacientes que egresan de una comunidad de internación prolongada y
necesitan ser adaptados en esta modalidad, antes de proceder a un
tratamiento en forma ambulatoria o en hospital de día.

3 - Centros de Día (Jornada completa o de media jornada)

El Centro de Día, se caracteriza por incluir tanto actividades


asistenciales como clínico-terapéuticas, en un período de tiempo extendido a lo
largo de una jornada o media jornada.
Los tratamientos que bajo esta modalidad se realicen, deberán fomentar
la contención familiar y comunitaria, acentuando el desarrollo y el
fortalecimiento de la trama social particularizada en el paciente.
Sintetizando, se conjuga la terapéutica clínico-asistencial, que toma en
cuenta la singularidad del sujeto, el caso por caso, con una valoración del
contexto de la persona y de sus variables sociales, las cuales muchas veces,
resultan desfavorables y requieren el desarrollo de un trabajo de promoción y
fortalecimiento.
En el marco de las actividades del Centro de Día, resulta de suma
importancia, la denominada “Dimensión de Neoinserción Social”. “Se trata de
articular procesos de tratamiento de los sujetos antes del egreso y pos egreso
que han producido un giro en su posición subjetiva y que continúan una
psicoterapia individual, al tiempo que realizan proyectos laborales, educativos,
etc. Su objetivo es consolidar lo logrado a lo largo del tratamiento, afianzarse
en su marco familiar y/o social de manera progresiva y vincularse a la vida
productiva”.
Esta modalidad será conveniente para:
• Pacientes con apoyo familiar y/o social en proceso de fortalecimiento, que
mantienen preservadas determinadas áreas de su vida; familiar, laboral,
educativa u otros vínculos significativos que puedan brindarle el sostén
necesario para cumplir esta modalidad de tratamiento.
• Pacientes que reconocen conflictos personales, familiares y/o sociales
relacionados al consumo de sustancias psicoactivas.
• Pacientes con conductas impulsivas y/o compulsivas, que aún preservan el
control de las mismas.
• Pacientes dados de alta de unidades de internación o residencia, que
presentan un elevado riesgo de recaer en el consumo problemático de drogas.
• Pacientes con antecedentes de fracasos terapéuticos en otras modalidades
de tratamiento.
• Pacientes con patología psiquiátrica asociada al consumo.
3 – Modalidad terapéutica ambulatoria

Los Dispositivos Ambulatorios son aquellos a los que los pacientes,


concurren en forma diaria o semanal para realizar las actividades de salud y
rehabilitación que les fueran indicadas. Se trata de espacios terapéuticos para

14
personas no internadas que reciben tratamientos individuales y/o grupales
(controles psiquiátricos, médicos, talleres terapéuticos, etc.).
La forma de funcionamiento del dispositivo, estará determinada por la
adopción de criterios que contemplen un umbral mínimo de exigencia, donde la
abstinencia, será considerada como un objetivo que podrá o no alcanzarse,
pero aún así, se valorarán los logros intermedios.

Esta modalidad será conveniente para:

• Pacientes problematizados por el consumo de sustancias psicoactivas, que


todavía conservan sus relaciones vinculares, educativas, laborales y/o sociales.
• Pacientes cuya severidad de consumo posibilita la rehabilitación a través de
los recursos terapéuticos de esta modalidad de tratamiento.
• Pacientes que, habiendo recibido tratamiento con una modalidad de atención
más intensiva, han mejorado y por ello, son derivados para continuar su
atención, control
y/o seguimiento.
• Pacientes con patología dual, es decir, personas consumidoras de sustancias
psicoactivas que tienen problemas psiquiátricos, trastornos mentales de
severidad leve o mayor, pero estables.
• Pacientes que por su cuadro, requerirían un nivel de complejidad mayor de
atención, pero que en el momento no están listos para un tratamiento más
completo.
• Niñas, niños y adolescentes, que se encuentren de manera transitoria o
permanente en dispositivos de hogares convivenciales.

4 - Abordaje Familiar
Resulta imprescindible el trabajo con los vínculos del paciente, ya sea en
modalidad grupal o individual según se crea pertinente.

Bibliografía

 Manual de Psicopatología del niño. Marcelli D, Ajuriaguerra J. Ed.


Masson. Barcelona, 2004.

15
 Manual de Psiquiatría del niño y del Adolescente. Asociación del
Psiquiatría del niño y del adolescente. Ed. Panamericana. Madrid,
2010.

 Documento de la Comisión Interdisciplinaria de Expertos en


Adicciones. Buenos Aires, 2010.
http://www.cij.gov.ar/nota-4171-Est--disponible-en-el-CIJ-la-gu-a-de-
orientaci-n-a-magistrados-para-la-atenci-n-de-adictos.html

 Prevención del Consumo Problemático de Drogas. Módulos 1, 2 y 3.


UNICEF, Ministerio de Educación de la Nación. Buenos Aires, 2011.
http://files.unicef.org/argentina/spanish/Edu_ModulosESI.pdf

 Mejor hablar de ciertas cosas. Canal Encuentro.


https://vimeo.com/12739471

A propósito de lo que se ha dado en llamar “el fallo Arriola”, transcribimos a continuación


parte del resumen presentado por la Asociación Civil Intercambios en relación con el fallo.
La Corte señaló: “el artículo 14, segundo párrafo, de la ley 23.737 debe ser invalidado, pues
conculca el artículo 19 de la Constitución Nacional. Por tal motivo se declara la inconstitucionalidad

16
de esa disposición legal en cuanto incrimina la tenencia de estupefacientes para uso personal que
se realice en condiciones tales que no traigan aparejado un peligro concreto o un daño a derechos o
bienes de terceros”.
En el fallo se resolvieron los casos de cinco personas que fueron sorprendidas saliendo de una
vivienda que se estaba investigando por comercio de estupefacientes. Estos consumidores fueron
detenidos por personal policial a pocos metros del lugar, habiéndose encontrado entre sus ropas
alrededor de tres cigarrillos de marihuana o poca cantidad de esa sustancia en cada uno de los
casos.
El principal argumento utilizado en el fallo es que la norma que penaliza la tenencia de
estupefacientes para consumo personal, en la medida que avanza sobre el ámbito privado de las
personas, afecta el derecho a la intimidad protegido por normas constitucionales (no sólo el artículo
19 de la Constitución Nacional, sino otros instrumentos internacionales de derechos humanos
incorporados luego de la reforma constitucional de 1994). Al respecto se señaló: “la tenencia de
droga para el propio consumo, por sí sola, no ofrece ningún elemento de juicio para afirmar que los
acusados realizaron algo más que una acción privada, es decir, que ofendieron a la moral pública o
a los derechos de terceros”.
El juez Carlos Fayt expresó: “hoy, la respuesta criminalizadora se advierte a todas luces ineficaz e
inhumana”. Ampliando esta idea señaló “la contundencia con la que se ha demostrado la ineficacia
de la estrategia que se vino desarrollando en la materia, en especial el hecho de considerar que
perseguir penalmente la tenencia para consumo combatiría exitosamente el narcotráfico”. Y agregó:
“ha quedado demostrada cuán perimida resulta la antigua concepción de interpretar que toda
legislación penal debe dirigirse indefectiblemente al binomio traficante-consumidor”.
Sobre las consecuencias negativas de la respuesta penal sobre los usuarios, el juez Raúl Zaffaroni
señaló: “el procesamiento de usuarios (…) se convierte en un obstáculo para la recuperación de los
pocos que son dependientes, pues no hace más que estigmatizarlos y reforzar su identificación
mediante el uso del tóxico, con claro perjuicio del avance de cualquier terapia de desintoxicación y
modificación de conducta que, precisamente, se propone el objetivo inverso, esto es, la remoción de
esa identificación en procura de su autoestima sobre la base de otros valores”.
Finalmente la Corte, yendo más allá de la solución del caso penal, exhortó “a todos los poderes
públicos a asegurar una política de Estado contra el tráfico ilícito de estupefacientes y a adoptar
medidas de salud preventivas, con información y educación disuasiva del consumo, enfocada sobre
todo en los grupos más vulnerables, especialmente los menores, a fin de dar adecuado
cumplimiento con los tratados internacionales de derechos humanos suscriptos por el país”.

la Ley 26.657 de Salud Mental, sancionada en diciembre de 2.010. La ley


estableció que las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de
las políticas de salud mental

El hecho de que la Ley de Salud Mental en su artículo 4° ratifique que “las


adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud
mental” da cuenta de que el vínculo entre adicción y salud no es algo obvio.
Hasta nuestros días, en el imaginario social el “adicto” se encuentra pivoteando
entre el “enfermo” y el “delincuente”, en ambos casos con la connotación de
peligroso

La provincia de Tucumán inició tras esta política nacional un Plan


Estratégico en Salud Mental y entre sus principales líneas de acción
encontramos el Desarrollo de dispositivos de atención de salud mental y
adicciones integrados a la red sanitaria general (23). Este plan contempla,
entre otros, el programa: Abordaje Integral de Adicciones cimentado en la Ley
Provincial Nº 8.267 (24). Entre las estrategias generadas encontramos la oferta
de lugares para realizar la desintoxicación de los pacientes con un consumo
problemático de sustancias.

17
Respuestas Sanitarias

Existen diferentes modelos de atención de los usuarios de drogas, lo que configura diferentes
respuestas sociosanitarias frente a esta problemática que se fueron dando en el país a partir de la
década del 80. Estos primeros pasos fueron lo que luego se conocieron como comunidades
terapéuticas. Con el correr de los años estas comunidades han alcanzado una alta
profesionalización y se han diferenciado según diferentes criterios. Así, las hay: públicas y privadas,
rurales y urbanas, religiosas y no religiosas, democráticas y jerárquicas, entre otras variantes.
En términos generales, los tratamientos existentes para abandonar el consumo de drogas incluyen
terapia del comportamiento, medicamentos o una combinación de ambos y varían de acuerdo a la
sustancia y el paciente. Las prácticas que se utilizan son: desintoxicación, modalidad terapéutica
con internación parcial (hospital de día y de noche), modalidad terapéutica ambulatoria, y
comunidades terapéuticas.

La asistencia que se brinda está basada fundamentalmente en modificar pautas y actitudes


perjudiciales y tiene como finalidad la resocialización del individuo. Existen diferentes dispositivos
terapéuticos, como por ejemplo psicoterapias individuales, familiares, y/o grupales de distinto tipo.
Los cambios en cuanto al perfil de las personas que buscan tratamiento (jóvenes, la inclusión de
niños y adolescentes, las problemáticas de la marginalidad social) han generado la necesidad de
desarrollar estrategias de atención diversificadas.

Dentro de esta diversidad están los grupos de autoayuda, basados en los Doce Pasos de
Alcohólicos Anónimos, liderados por ex consumidores, que son redes de apoyo integradas por
personas que se encuentran en situaciones similares y se reúnen con el fin de apoyarse en el
esfuerzo de mantener la abstinencia.

El modelo abstencionista

La respuesta sanitaria prevaleciente en Argentina en relación con el consumo de drogas es el


modelo abstencionista, que tiene como objetivo la abstinencia total de sustancias como condición
previa de un tratamiento.
Desde el punto de vista asistencial el modus operandi del modelo abstencionista es la comunidad
terapéutica (CT). Las CT son ambientes residenciales libres de droga en los que en general se
mantiene una férrea disciplina, apoyada en relaciones sociales jerárquicas. El modelo terapéutico
comprende etapas de tratamiento que reflejan niveles cada vez mayores de responsabilidad
personal y social. Se utiliza la influencia entre compañeros, mediada a través de una variedad de
procesos de grupo, para ayudar a cada persona a aprender y asimilar las normas sociales y
desarrollar habilidades sociales más eficaces.
Los beneficios que más reconocen los usuarios de drogas que siguen estos tratamientos tienen que
ver con la aceptación de rutinas que los ayudan a manejarse en lo cotidiano y con haber recibido el
afecto necesario para sentir que se es alguien para alguien y que se forma parte de una trama
sostenedora, siendo éste el convencimiento que más los ayuda para salir de su adicción.

Por lo tanto, el factor terapéutico más importante de las comunidades es la posibilidad de desarrollar
en los lugares de internación un entramado relacional diferente al vivido por los usuarios de drogas
previamente en sus medios familiares y en sus grupos de amigos. No se trata sólo de la creación de
nuevos vínculos, sino de que estos tienen la posibilidad de reemplazar el vínculo con el objeto
droga, presente en los escenarios anteriores en los que se desarrollaban sus vidas, a partir de la
aceptación de nuevos códigos de interacción social. A su vez, lo implícito es que el aprendizaje de
ese nuevo modo de interacción social será incorporado y transferido a la vida fuera de la comunidad,
en el momento del alta, aunque éste es un supuesto que en muchos casos no resulta fácil de
cumplir.

Situación actual y propuestas

18
Una primera mirada nos permite vislumbrar que pese a la profundización de las políticas represivas
y la criminalización, el comercio ilegal de drogas, su uso, tráfico y producción aumentaron en forma
alarmante en el siglo pasado y en lo que va del actual.
En este sentido, las cifras difundidas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) indican que
el consumo de distintas drogas ilícitas creció mientras que el precio al por mayor disminuyó. El
Informe Mundial sobre Drogas, presentado en enero de 2001 en Viena por la oficina de la ONU para
el Control de Estupefacientes y la Prevención del Crimen (UNDCP), planteó que aproximadamente
180 millones de personas (el 4,2 % de la población mundial de más de 15 años) consume drogas
ilegales y que ellas hacen uso de más de una sustancia. En el mismo informe se especificó que el
decomiso afecta sólo al 8 % de la producción y el tráfico.
Este informe realizado en 2010 arroja un total de más de 300 millones de personas que consumen
alguna droga ilegal.
De acuerdo a la experiencia recogida, es necesario sacar a los usuarios de drogas de la órbita del
derecho penal y colocarlos, en caso de ser necesario, en un sistema de salud que reduzca los
daños que les genera el consumo de drogas y les otorgue la posibilidad de un tratamiento que
respete su singularidad y que no tienda a homogeneizar un problema cuyo origen no se encuentra
en la sustancia sino en quién la consume y en su contexto social.
Existen actualmente en la Cámara de Diputados de la Nación varios proyectos de ley que apuntan a
modificar la ley 23.737.
El Documento Oficial del Comité Científico Asesor mencionado finaliza con las siguientes
conclusiones:
1. Despenalizar la tenencia de escasa cantidad de estupefacientes para el consumo personal no
supone ningún reconocimiento de la legitimidad de su uso, sino por el contrario, parificarla con el
consumo de otras sustancias no incriminadas penalmente para posibilitar abordajes preventivos y
asistenciales, no interferidos por el sistema penal.

2. En los casos en que el consumo problemático de sustancias legales e ilegales requiera


necesariamente de un tratamiento con o sin internación, éste siempre le será brindado teniendo en
cuenta su condición de sujeto de derecho acreedor al más alto nivel posible de salud, mediante
prácticas reconocidas y supervisadas por la autoridad sanitaria.

3. El consumo de estupefacientes no puede ser considerado como delito. Se trata de una


problemática de naturaleza socio-sanitaria que exige políticas públicas enmarcadas en este
contexto, que incluyan según los casos estrategias de reducción de riesgos y daños.

4. La principal dificultad para incriminar al consumidor de sustancias es el hecho comprobado de


que un número grande de personas, teniendo una amplia cantidad de sustancias legales a su
disposición, utilizan aquellas prohibidas penalmente justamente porque están prohibidas y porque el
sistema penal los confirma en el rol trasgresor que buscan.

5. Por todo ello resulta imprescindible centrar las políticas públicas en las personas y sus
necesidades y dejar de lado toda utopía de solucionar el problema sacando a las drogas de
circulación. Es claro que su presencia en la sociedad está satisfaciendo necesidades reales o
imaginarias de la gente y que éstas no desaparecerán sólo mediante la implementación del modelo
jurídico.

https://vimeo.com/12739471

En un recorrido histórico de los enfoques que se ha dado en la Argentina


a este fenómeno, observamos un movimiento (con avances y retrocesos)
desde el ámbito judicial penal al ámbito sanitario.
Recordemos que la Ley nº 20.771 sancionada en 1974 reprimía con
prisión de uno a seis años la posesión de estupefacientes, aunque estuvieran
destinados a uso personal. En 1983, con el retorno de la democracia, se instaló

19
la imagen del usuario de drogas como un enfermo y el Estado debía orientarse
a tareas de prevención. Esta imagen sólo perduró hasta la sanción de la Ley
23.737 en el año 1989; con esta ley se incrimina el uso personal con prisión de
un mes a dos años.
La penalización de la tenencia de estupefacientes constituye una
herramienta preventiva dirigida tanto al control de la oferta como de la
demanda de drogas, ya que se considera que el usuario es la base social del
narcotráfico. Por lo que se atribuye a estas políticas haber estigmatizado a los
usuarios, alejándolos de los servicios preventivos y asistenciales.
En base a estos argumentos, en 1986, la Corte Suprema de Justicia, en
los fallos Bazterrica y Capalbo declaró la inconstitucionalidad del Art. 6 de la
Ley 20.771, que penalizaba la tenencia de drogas para consumo personal,
considerando que afectaba el derecho a la intangibilidad de las acciones
privadas, garantizado por el Art. 19 de la Constitución Nacional.
Aunque en el debate legislativo cobró importancia la postura
despenalizadora, el segundo párrafo del art. 14 de la ley 23.737, sancionada en
1989, mantuvo la penalización de la tenencia para consumo personal. La
constitucionalidad de la norma fue ratificada por la Corte Suprema de Justicia,
que revisó su posición frente al tema, en el fallo Montalvo.
En la ley 23.737 se amplió la incumbencia del fuero penal al ámbito de la
prevención y asistencia de los usuarios de drogas, al admitir la desviación del
proceso hacia una medida de seguridad educativa o curativa, para la
educación, desintoxicación y tratamiento del usuario (ley N º 23.737 art. 17, 18
y 21) (18).
El 25 de agosto de 2009 la Corte Suprema de Justicia de la Nación
resolvió en el fallo “Arriola”, por unanimidad de sus integrantes, declarar la
inconstitucionalidad del segundo párrafo del Art. 14 de la Ley de
estupefacientes (Ley N° 23.737) que reprime la tenencia de estupefacientes
para consumo personal.
La aplicación de estas medidas alternativas requería la articulación entre
el sistema penal y el sanitario, lo que impulsó la sanción de nuevas leyes y la
creación de un nuevo organismo gubernamental: la Secretaría Nacional de
Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el
Narcotráfico (SEDRONAR, 1989).

20
La SEDRONAR creó un sistema de becas para usuarios de drogas de
bajos recursos en instituciones privadas, especialmente en las organizaciones
no gubernamentales (ONGs) que ofrecían tratamiento en comunidades
terapéuticas. Esta política facilitó el crecimiento de estas instituciones y de su
modalidad de atención y transfirió recursos del subsector público al subsector
privado.
Al sostener que la reducción de la demanda de drogas debía constituir la
estrategia principal para abordar el problema, se propuso transformar los
adictos de compradores de drogas en el mercado ilegal, en pacientes del
sistema de salud y elaborar campañas preventivas cuyos mensajes pudieran
ser comprendidos y aceptados por la juventud.
La intervención de la justicia en la internación de usuarios de drogas se
ha visto plasmada en diferentes trabajos de investigación: El 19, 5 % había sido
internado mediante una orden judicial en un estudio mejicano (12). Según el
informe emitido por el Observatorio de las Adicciones de la Dirección Provincial
de Prevención en Adicciones el 13,7% del total de los casos poseía causas
judiciales; de estos el 43,9% tenía una causa civil y el 25,2% poseía causas
penales (14). Según el informe de gestión 2012 de la subsecretaría de
prevención de las adicciones el 19.5% lo hace derivado por un juzgado (16). En
el NEA el 22% recibió tratamiento por indicación legal (10).
En julio de 2009, en la 5ta. Conferencia Latina sobre Reducción de
Daños celebrada en Oporto, Portugal, un grupo de jueces de países latinos
elaboraron un documento llamado “Declaración sobre Políticas Públicas en
materia de Drogas y Derechos Humanos” que consideró que la imposición de
una determinada terapia violaba el principio de autonomía personal en la
atención de la salud e instaba a los gobiernos a brindar un amplio abanico de
alternativas en materia de asistencia (18).
El sistema sanitario, tuvo que ir adecuándose ya que, aún cuenta con
servicios de salud poco flexibles para atender el espectro de cuestiones
vinculadas con el uso y consumo de drogas (18).
Si bien la intervención penal había ayudado muchas veces, a acceder al
sistema de salud, también implicaba que se generaran antecedentes penales,
lo que representaba un obstáculo para la reinserción social, sobre todo, al
momento de obtener un empleo (18).

21
El informe de la Comisión Global de Políticas de Drogas sostiene que
hay que descriminalizar el consumo no problemático de drogas, ofrecer
tratamiento en vez de cárcel a los consumidores problemáticos (20).
Pensar la salud mental, y dentro de este campo, a las adicciones, como
un derecho que debe ser, como tal garantizado por el Estado, nos confronta
con un necesario cambio en las concepciones de salud y por lo tanto, de los
abordajes asistenciales (21). También se acompañará de cambios culturales y
al ser el consumo de drogas un fenómeno dinámico (22) modificará el perfil del
usuario de drogas.
La provincia de Tucumán inició tras esta política nacional un Plan
Estratégico en Salud Mental y entre sus principales líneas de acción
encontramos el Desarrollo de dispositivos de atención de salud mental y
adicciones integrados a la red sanitaria general (23). Este plan contempla,
entre otros, el programa: Abordaje Integral de Adicciones cimentado en la Ley
Provincial Nº 8.267 (24). Entre las estrategias generadas encontramos la oferta
de lugares para realizar la desintoxicación de los pacientes con un consumo
problemático de sustancias.

A) Las sustancias psicoactivas


Las sustancias psicoactivas producen sensaciones psíquicas además de efectos físicos,
dependiendo de su pertenencia a distintos grupos:
- Psicoanaléptico (Estimulantes)
- Psicolépticos (Depresores)
- Psicodislépticos (Alucinógenos)
- Cannabinoides
Psicoanalépticos
Se denominan así a las sustancias que estimulan la actividad mental y nerviosa, aumenta los
niveles de actividad motriz y cognitiva, refuerza la vigilia, el estado de alerta y la atención, en este
grupo se encuentran las anfetaminas, las metaanfetaminas, los derivados metaanfetamínicos,
la cocaína, el “paco”.
Psicolépticos
Sustancias que determinan relajación y depresión de la actividad mental. Incluyen los derivados
naturales y sintéticos del opio, los hipnóticos, sedantes o ansiolíticos, los neurolépticos o
antipsicóticos, los solventes volátiles (usados en pegamentos) y el alcohol.
Psicodislépticos
Sustancias químicas capaces de producir fenómenos mentales no ordinarios, como alteraciones
de la sensopercepción, del humor y de la conciencia. Incluyen el cornezuelo del centeno y
sus respectivos alcaloides (LSD, mezcalina, psilocina y psilocibina) la ayahuasca, el peyote
y los hongos psicoactivos. Entre los alucinógenos propiamente dichos se encuentran las
solanáceas psicoactivas: la belladona, el beleño, la mandrágora, el toloache y las brugmansias
(floripondio).
Cannabinoides
Son sustancias presente en las plantas cannabináceas con capacidad estimulante, depresora y

22
alucinógena. Están contenidos en la marihuana y el hachís.
Todas poseen además propiedades de refuerzo, entendidas como la capacidad de producir
efectos que despiertan en el que las utiliza el deseo imperioso de consumirlas otra vez, en la
búsqueda de efectos similares.
Las sustancias psicoactivas modifican la síntesis, la degradación, o la liberación de
neurotransmisores y neuropéptidos cerebrales. Son sustancias químicamente muy diversas,
que se unen a distintos sitios iniciales en el cerebro y la periferia, generando una combinación
diferente de efectos fisiológicos y conductuales luego de su administración.
27
DOCUMENTO DE LA COMISION INTERDISCIPLINARIA DE EXPERTOS EN ADICCIONES
A pesar de estar involucrados distintos mecanismos de acción y efectos toxicológicos, todas
poseen ciertos efectos en común. Promueven la reexperimentación de la gratificación (reward)
y en sujetos vulnerables con contextos facilitadores, conducen a la adicción. Todas producen
luego de su retiro, estados emocionales negativos. La adicción se relaciona con los fenómenos
de neuroplasticidad de los mecanismos celulares, de la organización sináptica.
La drogadependencia no está definida por la dependencia física, sino por el “comportamiento
de búsqueda de droga”.
Muy frecuentemente tiende a identificarse al consumidor de sustancias como “adicto” y sin
embargo hay diferentes tipos de vínculos de las personas con las sustancias sin ser todos
ellos adicciones, ni necesariamente consumos problemáticos. Del universo de personas que
consumen sustancias, una inmensa mayoría no incurrirá en consumos problemáticos. Por el
contrario, en un grupo relativamente pequeño en proporción al universo de consumidores el uso
adquiere características problemáticas.
Por ello es muy importante hacer una diferenciación entre lo que es el uso – que incluye el uso
recreativo, el peligroso – el abuso y la dependencia a sustancias psicoactivas, considerándose
a los dos últimos conceptos como patológicos (consumo problemático), aunque aún no se da
por concluida la delimitación precisa de ellos.
Se puede definir el uso de una sustancia como un consumo aislado, episódico, ocasional, sin
tolerancia ni dependencia. Claro está que un único episodio de consumo puede ser fatal, en caso
de intoxicación aguda, o dañino cuando una mujer embarazada consume alcohol, o peligroso
cuando se consume marihuana y luego se conduce un vehículo.
El abuso es un uso inadecuado por su cuantía, frecuencia o finalidad. Conlleva un deterioro
clínico significativo, que da lugar al incumplimiento de las tareas habituales y/o alteraciones
en las relaciones interpersonales sean sociales o familiares. Incluye tomar un medicamento no
recetado o en dosis superiores a las indicadas, intoxicación etílica, usar drogas de diseño para
bailar, entre otras.
Existe dependencia de una sustancia cuando se tiene la necesidad inevitable de consumirla y se
depende física y/o psíquicamente de ella. Aparece una necesidad de cantidades marcadamente
crecientes de la misma para conseguir el efecto deseado (tolerancia), consumiendo en muchos
casos para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

El trabajo social con niños, niñas y adolescentes consumidores de Paco y otras


sustancias adictivas
Iniciamos el presente camino sin desconocer la urgencia y necesidad de respuestas inmediatas
que necesitan las personas que no pueden acceder a ningún centro de salud. Niños, niñas y
adolescentes que muchas veces se encuentren en situación de calle de manera permanente,
transitoria o que alternan en la misma.
Esta imposibilidad encuentra una demanda desesperada de resolución rápida y apremiante
desde los diferentes sectores y actores de la sociedad.
Es necesario el compromiso de asumir un plan de trabajo integral e integrador, que involucre de
manera sistemática y diaria a los operadores y/o educadores que día a día interactúan junto a
las personas más vulnerables.
El objetivo es conocer situaciones en medio abierto (considerando: el territorio de calle,
asentamientos, plazas, espacios públicos de alto tránsito, espacios comerciales, etc.) que
ameriten un trabajo sostenido, logrando con la mantenida presencia, el primer objetivo cumplido
en los lugares establecidos.
Alcanzado dicho fin, se podrá iniciar una relación y en lo posible, entablar un vínculo de confianza,
para que sean la base de un trabajo interdisciplinario y para lograr diseñar junto al niño, niña o
adolescentes su proyecto de vida. El cambio de referencia, como un otro, como adulto, se logra

23
construyendo junto a la persona desde la cotidianeidad de su espacio.
Es fundamental comprender a estos como sujetos de derecho, con potencialidades y con la
necesidad de aproximarse a ellos conociendo su trayectoria de vida, desde su singularidad y
atendiendo el contexto en el que se encuentran.
Atendiendo lo anterior, es necesario enmarcar el análisis y la reflexión de las estrategias de
trabajo desde la noción de proceso salud - enfermedad que, según el autor Eduardo Menéndez,
hace referencia a una estructura universal, que opera en cada sociedad, constituyendo hechos
cotidianos tanto en los padecimientos como en las respuestas a los mismos, generando
significados colectivos.
“En términos estructurales el proceso- salud- enfermedad supone la existencia en toda sociedad
de representaciones y prácticas para entender, enfrentar y de ser posible solucionar la incidencia
y consecuencia generadas por los daños en la salud”. (Menéndez Eduardo: 1994).
Desde esta perspectiva consideramos que las nociones de enfermedad/adicción, están
integradas al proceso de salud-enfermedad. Por lo tanto, la enfermedad es comprendida como
un proceso social y que sólo no se explica por su naturaleza biológica, sino fundamentalmente
por las normas culturales y las circunstancias socio- histórico donde dichos procesos se
establecen.
La atención de la salud es analizada como parte del proceso salud-enfermedad en un momento
determinado y se vincula con la posibilidad del acceso a saberes y/o servicios sanitarios de las
personas y de sus familias.
Dicho proceso supone admitir la existencia de un conjunto de valores, que interactúan en cada
sujeto y en la construcción de la enfermedad; construcción en la cual se distinguen representaciones
y prácticas de compleja articulación, que van adquiriendo formas diversas de ordenamiento
simbólico en las que interviene las opciones materiales.
46
DOCUMENTO DE LA COMISION INTERDISCIPLINARIA DE EXPERTOS EN ADICCIONES
Se atiende a la persona desde su singularidad con sus ideas, proyectos y derechos, que vive en
su contexto familiar y social particular, donde cada decisión es tomada considerando los deseos
de una persona con enfermedad, a la luz de los principios de la Bioética.
Uno de los instrumentos esenciales que determinarán el éxito del proceso de atención es ejercer
la escucha, activa y comprometida, despojándose de todo prejuicio y preconcepto para dejarse
impresionar por las voces de estos sujetos que presentan un padecimiento que no sólo es físico,
sino también emocional, social y que afecta a su familia y contexto más próximo.
Para la implementación de un plan con estas características junto a los trabajadores que integran
los equipos de actuación, es necesario establecer diseños de intervención que se encuentren
enmarcados en conceptualizaciones y formaciones continuas con marcos teóricos,
metodologías y técnicas basados en la promoción y protección integral de los derechos de las
personas.
Realizar un diagnóstico bio psico social, requiere de un equipo de profesionales, integrado por
varias disciplinas (médico, trabajador social, psicólogo, etc.). Es importante que cada sujeto sea
comprendido, a la hora de pensar un tratamiento integral, desde su singularidad, atendiendo
cada trayectoria individual y familiar, como así también conocer su contexto y sus aspectos culturales.
Es por ello que es imprescindible diseñar un tratamiento a la medida de cada paciente.
Se debe incluir la aproximación evaluativa diagnóstica, tanto de la situación grupal como individual.
Existen casos o situaciones que se pueden incluir a la familia de origen, biológica, ampliada
o a los diferentes referentes afectivos.
El diseño debe contemplar la flexibilidad suficiente para poder visualizar y posibilitar en los
casos que lo ameriten, el corrimiento en la intervención del adulto operador, educador o profesional
y modificar la metodología implementada.
Es frecuente que sean los niños, niñas y adolescentes quienes eligen trabajar con nosotros,
quienes eligen el vínculo, la relación con el adulto y así lograr las estrategias y técnicas son
personalizadas.
Hay situaciones que demandan una rápida evaluación y posterior intervención, por los diferentes
y diversos cuadros que se presentan en esta operatoria de detección y trabajo personalizado
en medio abierto. Se pueden incluir los siguientes casos: consumo sostenido y crónico,
embarazadas, chicos y chicas de muy corta edad, período de lactancia, internaciones con o sin
hijos/as, etc.
Ya en esta instancia del proceso, es necesario contar con un acompañamiento profesional que
garantice su promoción, la construcción del sostenimiento y su posterior encaminamiento.
Actualmente nos encontramos con centros de atención y orientación, que principalmente dependen

24
de organizaciones de la sociedad civil (ong`s) que brindan asesoramiento, derivaciones
y contención tanto a los familiares como a los niños, niñas y adolescentes que se encuentran
comprometidos con el consumo.
Pero el sostenimiento de estas organizaciones muchas veces es endeble, debido a su principal
fuente de funcionamiento, su financiamiento. El resultado positivo de un tratamiento también
es posible por el sostenimiento en el tiempo y espacio de estos lugares. Por ello, la inconveniencia
de que sean dependientes o estén pendientes de las gestiones gubernamentales de turno.
47
DOCUMENTO DE LA COMISION INTERDISCIPLINARIA DE EXPERTOS EN ADICCIONES
El acompañamiento profesional, de la familia20 o de referentes significativos es primordial para
iniciar y sostener cualquier tratamiento recomendado. Sean estos, ambulatorios, centro de día
o internación.
Aquí se inicia un camino sinuoso donde son escasas las ocasiones en que los niños, niñas y
adolescentes pueden contar con algún referente afectivo, adulto responsable. Por lo que es
necesario instalar esta figura positiva, que sea la persona que favorezca el inicio y sostenimiento
de la estrategia diseñada para su tratamiento.
La falta de un diseño para esta modalidad produce la forzada inclusión de los adultos que muchas
veces no pueden relacionarse de manera positiva y asumir un compromiso en la salud de
los chicos y chicas.
En caso de que el tratamiento sea de modalidad ambulatoria, de tránsito, las acciones y estrategias
deben contemplar y considerar la figura de este acompañamiento desde el inicio de
cualquier proceso de tratamiento.
Entonces, se debe avanzar hacia la consolidación del tratamiento, con un acompañamiento personalizado
y afianzado. Acompañamientos que se deben encaminar hacia los aspectos sociales,
culturales, educativos, de formación, laborales en los casos que correspondan, de vivienda
y salud integral.
La celeridad de estos tiempos y la compleja realidad ameritan la necesariedad de intervenir sin
priorizar cualquiera de estos aspectos. El aspecto vincular - afectivo es de suma importancia
para el sostenimiento del tratamiento y es el factor mas difícil para conformar.
Hay que diseñar y acompañar tanto desde un ámbito institucional referente y positivo, como
desde la personalización.
Una propuesta que se puede construir es junto a las madres que luchan día a día y desde la territorialidad
contra la venta y el consumo de la sustancia denominada paco y pasta base. Su consolidación
territorial como organización puede significar instituir una base que conlleve la simple
y valorada estrategia de cómo se debe implementar diseños personalizados de acompañamientos
tanto para la instancia de desintoxicación como en el inicio de cualquier tratamiento.
Despojándose de cualquier apreciación profesional técnica médica pero valorizando a las mismas
e intentando un posicionamiento desde la cotidianeidad y los valores de crianza necesarios
para favorecer un cambio y un proyecto de vida diferente junto a los niños, niñas y adolescentes.
20 Para conocer las características de las familias es importante explicitar que se entiende por familia:
Definición dominante de “familia”: conjunto de individuos emparentados, vinculados entre sí por el matrimonio,
la filiación o la adopción, que se encuentran cohabitando y participando en común de las actividades
cotidianas de reproducción social. Se considera a la familia desde las nociones de vínculos de
parentesco y organización de actividades de la cotidianidad superando los límites de la co residencia de
sus integrantes.
Se entiende por actividad cotidiana de reproducción social: a las actividades vinculadas con la producción
y consumo, el acceso a bienes y servicios y la reposición generacional (socialización de niños y cuidado de
ancianos). Se incluye en esta última tanto la concepción o nacimiento como la muerte de los sujetos. Las
actividades cotidianas no se circunscriben a lo diario o convencional, incluyen la excepcionalidad de las
acciones.
Se identifican hogares o unidades domésticas:
• “nucleares completos” formados por los dos progenitores con hijos solteros o sin ellos
• “monoparentales o nucleares incompletos” formadas por un solo progenitor con hijos solteros
• “extendidos” formados por una familia nuclear más otros parientes
• “compuestos” formados por una familia nuclear y otros no parientes
• “ensambladas” conformadas por nuevas uniones
48
DOCUMENTO DE LA COMISION INTERDISCIPLINARIA DE EXPERTOS EN ADICCIONES
Necesario es que se las acompañe y contenga ya que ellas, al igual que las demás familias y
personas significativas, son el primer recurso cuidador, con lo cual es imprescindible darles un
espacio de escucha y cuidado para que puedan cuidar.
Por último es necesario remarcar la importancia de que los servicios salud y asistencia

25
necesarios para desarrollar el trabajo propuesto, deben garantizar su funcionamiento durante
las veinticuatro horas del día, con énfasis en los fines de semana y días lindantes al mismo, y en
zonas de permanente accesibilidad a la población.

Las dos lógicas mencionadas están edificadas sobre la noción de conducta “desviada”, que se
vincula con la falta de aceptación de las normas sociales. Las normas son ideas compartidas acerca
de cómo deben comportarse las personas. Establecen pautas para las más diversas conductas,
como por ejemplo cuándo y dónde dar a luz, cómo hacer el amor, qué y cómo comer, cómo vestirse,
cuándo y cómo decir chistes, etc. Sin embargo, la conducta puede no ajustarse a las normas. Por
otra parte, en las sociedades complejas, como las nuestras, las personas pueden tener normas
diferentes, según sus convicciones personales.

Los esfuerzos que la sociedad realiza para prevenir y/o corregir el comportamiento desviado
integran lo que se denomina el control social. El instrumento más poderoso de control social es la
socialización, a través de la cual la sociedad logra que los niños internalicen sus normas, proceso
que constituye una presión para que las personas hagan lo que se supone que deben hacer, ya sea
a través de sanciones morales o legales.

Otra forma de control social es el etiquetamiento, por el cual una persona es clasificada como
“desviado”, a partir de que ha infringido una norma. Estamos acostumbrados a pensar que la
desviación crea la necesidad de que existan controles sociales, pero la teoría del etiquetamiento
muestra cómo los controles sociales pueden crear ellos mismos la desviación. Para los partidarios
de esta teoría, ningún acto es desviado en sí mismo, sino que la desviación es un proceso por el
que los que sustentan el poder definen cierto comportamiento como desviado, clasifican a las
personas que lo cometen como desviadas y las sancionan a raíz de caracterizarlas de esa manera.

Es importante resaltar que los y las jóvenes han sido socializados en el consumo como modo de
satisfacción de sus deseos y necesidades. El consumismo se refiere tanto a la acumulación o
compra de bienes o servicios considerados no esenciales, como al sistema político y económico que
promueve la adquisición de riqueza como signo de status y prestigio, riqueza que es asimilada con
la satisfacción personal. En este sentido, resulta importante indagar en los diferentes consumos que
realizan especialmente los jóvenes, teniendo en cuenta que la búsqueda y la construcción de la
identidad juvenil está íntimamente relacionada con el ámbito recreativo y con el consumo de
diferentes aspectos como por ejemplo el baile, la música, la indumentaria, los escenarios
sofisticados, así como también las drogas.

Después de muchos años de debates parlamentarios, en 1989 el Senado sancionó la ley 23.737 –
vigente actualmente– que penaliza la tenencia de estupefacientes aun para consumo personal.
Dicha ley prevé la pena privativa de la libertad así como también medidas educativas y curativas
para aquellas personas que posean drogas para su consumo personal. El detenido por tenencia
para este tipo de consumo debe optar entre la cárcel o el tratamiento compulsivo. Esta ley está
siendo discutida actualmente por los legisladores, fundamentalmente con el argumento de que
generó daños a la población usuaria de drogas por impedir su ingreso al sistema de salud y por
alentar en la población actitudes de estigmatización hacia los usuarios de drogas, todo lo cual, lejos
de solucionar el problema, lo acentuó. Por otra parte, sus críticos consideran que contiene artículos
que son contrarios a derechos y garantías básicos establecidas por la Constitución Nacional.
Para profundizar este tema es necesario analizar la historia y los orígenes de las políticas que se
aplican globalmente para los usuarios de drogas.

En el año 1968, durante la dictadura militar encabezada por el General Juan Carlos Onganía, se
promulgó la ley de facto 17.567 que sancionaba al que “sin estar autorizado, tuviera en su poder
cantidades de drogas que excedan las que correspondan a un uso personal…”. La exposición de
motivos de la ley vinculaba a la tenencia de dosis para el consumo personal con las acciones

26
privadas de los hombres concernientes a la esfera de la libertad individual, consagrada en el artículo
19 de la Constitución Nacional y que por lo tanto se encuentran más allá de la autoridad de los
magistrados. Por lo tanto, aun durante el transcurso de una dictadura militar que cercenó las
garantías constitucionales, no se consideraba que la tenencia de drogas para consumo personal
debía someterse a la autoridad de los magistrados.

Según opina el juez federal Horacio Cattani (2000), la adopción en el país del discurso sobre la
“Guerra contra las Drogas” y su importancia para la llamada “doctrina de la seguridad nacional” se
produjo en el año 1974, con la sanción de la ley 20.771, que reguló la cuestión en nuestro país
hasta 1989. El proyecto de esta ley surgió en el Ministerio de Bienestar Social de la Nación, a cargo
de José López Rega, fundador de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), el grupo parapolicial
que fue precursor del Terrorismo de Estado en nuestro país. Como vimos en el Módulo 2, se
comenzó a vincular de este modo “droga” con “subversión”, tanto en la oferta como en el consumo
de drogas. Según rezaba la exposición de motivos de la ley, el control penal de las drogas era
necesario para tutelar la “seguridad nacional” y la “defensa nacional”. El artículo 6 de la ley 20.771
imponía la pena de 1 a 6 años de prisión al que tuviere en su poder estupefacientes aunque
estuvieren destinados a consumo personal, definiendo a dichas sustancias como las que son
“capaces de producir dependencia física o psíquica, que se incluyan en las listas que elabore la
autoridad sanitaria nacional”.
Es importante hacer una breve referencia a los diferentes criterios jurisprudenciales que adoptó la
Corte Suprema de Justicia de la Nación respecto a la tenencia de drogas para consumo personal en
las últimas décadas. En el año 1978, durante la última dictadura militar, la Corte dictó el fallo
“Collavini”, en el que rechazó el pedido de declarar inconstitucional el artículo 6 de la ley 20.771 por
considerar que la tenencia de estupefacientes no se constituía en una de las acciones privadas de
los hombres exentas de la autoridad de los magistrados establecidas en el artículo 19 de la
Constitución Nacional, dado que el criterio de los jueces de ese momento fue que “ese obrar
afectaba el orden público y el derecho de terceros y ofendía el orden y la moral pública”.
Esta tendencia jurisprudencial se revirtió en el año 1986 cuando, ya en democracia, la Corte
Suprema de Justicia de la Nación dictó los fallos “Capalbo” y “Bazterrica”, que declararon la
inconstitucionalidad del artículo 6 de la ley 20.771 que incrimina la tenencia de estupefacientes para
consumo personal. El argumento del Máximo Tribunal fue que la citada norma invadía la esfera de la
libertad personal contemplada en el artículo 19 de la Constitución Nacional, la que se encuentra
excluida de la autoridad de los órganos estatales.

§ Primer Encuentro.

- Presentación del curso. Modalidad de cursado, docentes a cargo.

- Reseña histórica del consumo de drogas. Legislación actual. Ley de Salud


Mental 26.657

- Conceptos básicos: consumo problemático de sustancias psicoactivas como


fenómeno complejo. Definición de sustancias psicoactivas. Distinción de los
tipos de consumo.

27

Das könnte Ihnen auch gefallen