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Los bioeticistas que trabajan en los países ricos o pobres – centrales o periféricos
- con unos y otros grupos sociales (privilegiados/incluidos o desprivilegiados/excluidos),
terminan por tener que enfrentar problemas de orígenes diversos, así como de
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dimensiones y complejidades también completamente diferentes. Las respuestas a los
hechos, las interpretaciones de estos, como la decisión para su resolución, por lo tanto,
no pueden ser iguales.
Los especialistas de los países periféricos no deben aceptar más y los de América Latina
particularmente el creciente proceso de despolitización de los conflictos morales. Lo
que está sucediendo, muchas veces, es la utilización de la justificación bioética como
herramienta, como instrumento metodológico, que sirve de modo neutral para una
exclusiva lectura e interpretación horizontal y aséptica de estos conflictos, por más
dramáticos que sean. De esta manera, es amenizada (y hasta anulada, apagada...) la
gravedad de las diferentes situaciones, principalmente aquellas colectivas y que, por lo
tanto, acarrean las más profundas distorsiones e injusticias sociales (7).
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Esta nueva forma crítica de interpretar y aplicar la bioética, que surge desde
América Latina y denominada Bioética de Intervención, entonces, tiene como uno de
sus marcos referenciales de análisis la creciente desigualdad verificada – principalmente
después de la consolidación del llamado ´fenómeno de la globalización’ – entre los
países del Norte y del Sur del planeta (8, p. 130). Explícitamente, la Bioética de
Intervención hace una alianza concreta con el lado históricamente más frágil de la
sociedad” (8, p. 130). Asume que el Estado tiene una responsabilidad “frente a los
ciudadanos, principalmente aquellos más frágiles y necesitados… y frente a la
preservación de la biodiversidad y del propio ecosistema, patrimonios que deben ser
preservados de modo sostenible para las generaciones futuras” (8, p. 132).
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Otras expresiones corrientes en la Bioética de Intervención se refieren a una
clasificación de los países en el mundo contemporáneo: a) países centrales, que son
aquellos donde los problemas básicos con salud, educación, alimentación, vivienda y
trasporte ya están resueltos o con soluciones bien encaminadas; y países periféricos,
representados por aquellas naciones donde la mayoría de la población sigue luchando
por condiciones mínimas de supervivencia con dignidad y, principalmente, donde la
concentración de poder y renta siguen en manos de un reducido número de personas
(5,10).
Marco teórico
La Bioética de Intervención tiene una fundamentación filosófica utilitarista y
consecuencialista, defendiendo como moralmente justificable, entre otros aspectos: a)
en el campo público y colectivo: la prioridad con relación a políticas públicas y tomas
de decisión que privilegien el mayor número de personas, por el mayor espacio de
tiempo posible y que resulten en las mejores consecuencias colectivas, aunque en
detrimento de ciertas situaciones individuales, con excepciones puntuales a ser
analizadas; b) en el campo privado e individual: la búsqueda de soluciones viables y
prácticas para los conflictos identificados con el propio contexto donde estos ocurren
(5,9,10).
Esta propuesta teórica propone una alianza concreta con la banda más frágil de
la sociedad, incluyendo el re-estudio de diferentes dilemas, entre los cuales se
encuentran: autonomía versus justicia/equidad, beneficios individuales versus beneficios
colectivos, individualismo versus solidaridad; cambios superficiales versus
trasformaciones concretas y permanentes; neutralidad frente a los conflictos versus
politización de los conflictos.
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los 4 Ps prudencia (frente a los avances); prevención (de posibles daños e
iatrogenias); precaución (frente al desconocido); y protección (de los más frágiles, de
los desasistidos) para el ejercicio de una práctica bioética comprometida con los más
vulnerables, con la cosa pública y con el equilibrio ambiental y planetario del siglo
XXI, empiezan a ser incorporados por bioeticistas latino-americanos en sus reflexiones,
investigaciones y prácticas.
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espejo la matriz de los derechos humanos contemporáneos.
Así, la intervención debe ocurrir para garantizar a todos los seres humanos: a) los
derechos de primera generación (relacionados al reconocimiento de la condición de
persona como requisito universal y exclusivo para la titularidad de derechos); b) los
derechos de segunda generación (que significan el reconocimiento de los derechos
económicos y sociales que se manifiestan en la dimensión material de la existencia);
y c) los derechos de tercera generación (que se refieren principalmente a la relación
con el ambiente y la preservación de los recursos naturales) (11).
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éticas de la vida que no son contempladas por la biopolítica de la historia
contemporánea de Occidente, o sea, no se limita a la idea de humanidad biologizada y
universalizada. Por lo tanto, busca inspiración en el pluralismo jurídico, que postula
diferentes concepciones de justicia y derecho, influenciando prácticas distintas de
resolución de conflictos, como aquellas adoptadas por los pueblos originarios.
Tal lógica lleva a interpretar que existe una determinada jerarquía entre lo que
es local y lo que es global, en la medida en que el local es el particular, aquello que
necesita ser desarrollado para llegar a la hegemonía global. En este sentido, la
Modernidad puede ser vista como la construcción de una nueva imagen de mundo
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(ordenado, racional, previsible y en constante progreso). Esta imagen del mundo
moderno es llamada por los estudios sobre la colonialidad, “modo eurocentrado de
interpretación”. Eurocentrado, por tener en Europa (y en sus proyecciones en los
Estados Unidos) el eje de comprensión del proceso moderno, no solamente en Europa
(y USA), pero en todo el mundo. Así, en consecuencia de esta construcción, todo lo
que no es moderno, no es civilizado; es atravesado por la marca de la subalternidad,
de la marginalización. El local es, en este contexto, menor, subalterno, marginal. El local
es deslocado del centro, visto como algo ligado al retrógrado, como algo que necesita
ser educado, mejorado y desarrollado para poder alcanzar en el futuro el ideal/global
(12).
Toda esta construcción supone una escala jerárquica entre quienes son
desarrollados y quienes no lo son, de modo que tal jerarquización está pensada en
términos de quienes son modernos y quienes no lo son. Y existe una casi natural
afirmación de la inferioridad de quienes no son marcados por la modernidad,
necesitando ser educados, civilizados, por los ya modernos/desarrollados. Todo este
contexto tiene relación con la instauración de un proceso de dominación. La
colonización, así, parte de sus argumentos de legitimación ligada a una propuesta
civilizatoria direccionada a sociedades no desarrolladas, no civilizadas, no
modernas/modernizadas y que persiste después del final del colonialismo y se mantiene
por medio, entonces, de lo que pasó a llamarse colonialidad (12).
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colonialidad, saber y poder.
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Conclusiones
Al presentarse como puente entre los sujetos (ciudadanos), la sociedad y el
Estado, la Bioética de Intervención asume fuerte caracter social (22). El término
“intervención”, en una perspectiva histórica más amplia, estuvo generalmente asociado
al intervencionismo de las grandes potencias mundiales sobre los Estados nacionales
económica y políticamente frágiles. Aunque la expresión “bioética de intervención”
suene rara para algunas personas, lo que importa verdaderamente es la acción y cómo
ella se manifiesta. Por esa razón, toda acción de intervención debe ocurrir siempre a
partir del diálogo con las personas e instituciones involucradas, sean ellas destinatarias
o propositoras de la acción. Por lo tanto, intervención – en este caso – jamás podrá ser
confundida con intervencionismo (16).
En este inicio de Siglo XXI, la ética adquirió identidad pública. No puede ser más
considerada como una cuestión abstracta y de conciencia a ser decidida en la esfera de
la autonomía, de foro individual, privada y exclusivamente íntima. Hoy, aumenta su
importancia aplicada en lo que se refiere al análisis de las responsabilidades sociales,
sanitarias y ambientales, bien como en la interpretación histórico-social ampliada de los
cuadros epidemiológicos y en situaciones específicas como en el campo de la bioética
clínica.
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En resumen, en la responsabilidad del Estado frente a los ciudadanos,
principalmente aquellos más necesitados, bien como frente a la preservación de la
biodiversidad y del propio ecosistema, patrimonios que deben ser preservados para las
generaciones futuras. Todo esto, en fin, es la Bioética de Intervención: colectiva,
práctica, aplicada y comprometida con lo “público” y con lo social en su más amplio
sentido.
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Referencias bibliográficas
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York, Oxford University Press, 2001.
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9. GARRAFA, Volnei & PORTO, D. Bioética, poder e injustiça: por uma ética de
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12. NASCIMENTO, W.F. & GARRAFA, V. Por uma vida não colonizada: diálogo entre
bioética de intervenção e colonialidade. Saúde & Sociedade,Vol. 20, No. 2, 2011, págs.
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14. RIVAS-MUÑOZ, F., GARRAFA, V., FEITOSA, S.F. & NASCIMENTO, W.F. (2015).
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20. GARRAFA, V. & LORENZO, C. (2008). Moral imperialism and multi-centric clinical
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23. GARRAFA, V. & PORTO, D. Bioética de intervención. In: TEALDI, J.C. (director).
Diccionario Latinoamericano de Bioética. Bogotá: Editorial de la Universidad Nacional
de Colombia/Unesco; 2008. Págs. 161-4.
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