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PARTE I

Derechos humanos, salud y desarrollo

La noción de Ciudadanía, en la definición tradicional elaborada por Marshall


en 1950, se encuentra intrínsecamente ligada a la de Derechos Humanos1. A partir
de la modernidad (expresada emblemáticamente en la revolución francesa) el Estado
otorga derechos a los miembros de la comunidad política, ampliando su acceso a la
libertad y la igualdad.

El súbdito se transforma en ciudadano, sujeto de derechos, que mediante un


contrato o pacto social participa en el consenso sobre las leyes que lo rigen. Desde
los derechos civiles en el siglo XVIII (derecho a poseer propiedad, libertad de las
personas, libertad de pensamiento y de culto, derecho a acordar contratos válidos,
derecho a la justicia) se avanza hacia los derechos políticos en el siglo XIX (derecho
a participar del poder político) y a los sociales en el siglo XX (derecho a la seguridad
y al bienestar económico). La condición de ciudadano supone para Marshall la
adquisición de estos tres tipos de derechos. Comenzamos a vislumbrar, entonces,
que no todos los sujetos están en la misma condición con respecto a su ciudadanía.

Características de los derechos humanos


Los derechos humanos regulan la relación entre Ciudadanos y Estado. Su
eficacia se funda en las particulares características que se les atribuyen:
 Universalidad: señalan derechos de validez universal para todos los seres
humanos a los que están destinados, sin discriminaciones de ninguna especie.
 Operatividad: tienen aplicación directa, aun cuando no existan en el sistema
legal interno normas específicas que regulen las situaciones de las que derivan
las violaciones
 Sistematicidad: el plexo de derechos vale como un sistema, en el que unos
derechos están vinculados a otros

1 Marshall, T.H. (1950) Citiznship and Social Class , Cambridge, Cambridge University Press.

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Módulo II
 Obligatoriedad: son instrumentos legales que reconocen derechos individuales
que deben respetarse y garantizarse en cortes jurisdiccionales
 Responsabilidad: el incumplimiento de estos derechos genera
responsabilidad estatal en el orden internacional.

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS


HUMANOS

CARTA INTERNACIONAL DE DERECHOS CONVENCIÓN INTERNACIONAL DE


HUMANOS DERECHOS CIVILES Y POLÍTICOS

CONVENCIÓN DE DERECHOS
ECONÓMICOS, SOCIALES Y CULTURALES

El documento clave de Derechos Humanos es la Declaración Universal de los


Derechos Humanos de 1947. No es un documento con poder legal, sino un
consenso de los gobiernos sobre la inviolabilidad de ciertos derechos, inspirados en
los episodios brutales del nazismo.
Las dos Convenciones que le dan poder legal, a partir de la ratificación por
parte de los distintos países, son la Convención de derechos civiles y políticos y la
de derechos económicos, sociales y culturales. En conjunto, estos tres documentos
forman la Carta Internacional de Derechos Humanos, núcleo central de todas las
convenciones posteriores. Las dificultades para hacer valer estos derechos en los
sujetos más vulnerables, impulsa otros documentos como la Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y la
Convención sobre los Derechos del Niño, que aumentan la sensibilidad con respecto
a las diferencias de género y de edad en el ejercicio efectivo de los derechos. Estas
Convenciones no deben considerarse aisladamente, sino que como hemos dicho los
gobiernos tienen la responsabilidad legal de cumplir simultáneamente todas sus
obligaciones, respetando todos los tratados que se hayan ratificado (sistematicidad).

Obligaciones del estado con respecto a los derechos humanos


Es importante señalar que algo puede considerarse una violación de derechos
aunque sea legal dentro de un país (por ejemplo, la lapidación humana, o la
esterilización forzada) lo que les da a los tratados de derechos humanos cierta
prevalencia sobre el derecho interno. Al suscribir un tratado de derechos humanos,
el Estado adquiere distintos tipos de obligaciones:

 Respetar un derecho: significa que el Estado no puede violarlo directamente,


por acción u omisión. Por ejemplo, no puede torturar, ni puede retirar
arbitrariamente el servicio de atención médica a una población.

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 Promover un derecho: significa que debe asegurarse que l@s ciudadan@s
conozcan los derechos que posee y la forma de hacerlos valer. Por ejemplo,
brindar consejerías sobre anticoncepción en los hospitales públicos
 Proteger un derecho: significa que el Estado debe establecer las leyes que
habiliten los mecanismos para prevenir su violación por parte de actores no
estatales (por ejemplo, que las obras sociales suspendan prestaciones o nieguen
medicamentos) y asegurar alguna compensación ante una situación de este
tipo, accesible para los perjudicados.
 Garantizar un derecho: significa que el Estado toma todas las medidas
apropiadas (legislativas, administrativas, presupuestarias y judiciales) para
lograr el cumplimiento de los derechos. Esto significa instaurar las instituciones
y los procedimientos, así como la distribución de recursos. Por ejemplo, un
Estado viola el derecho a la salud si no destina los recursos suficientes para
responder a las necesidades de salud pública de todas las comunidades dentro
de sus fronteras.2

Un estado puede tener restricciones económicas o de otro tipo que


imposibiliten el cumplimiento de todos los derechos. El cumplimiento del derecho a
la salud, por ejemplo, requiere más que la aprobación de una ley: requiere recursos
económicos, personal capacitado, infraestructura, insumos. Se procura que haya un
logro progresivo en su cumplimiento, y que se incorporen estándares de derechos
para fortalecer las prácticas. El cumplimiento del derecho a la salud puede afectar
asimismo otros derechos, por ejemplo ante una epidemia se puede restringir la
libertad de movimiento o imponer un aislamiento. Pero no puede hacerse
arbitrariamente.
Para que se considere legítima la restricción de derechos deben respetarse los
llamados Principios de Siracusa:

 Que las restricciones deben estar de acuerdo con la ley o con una política,
asegura que el gobierno asuma responsabilidades, y que el contenido de la
política pueda ser evaluado, corregido y cuestionado, a diferencia de cuando
se deciden acciones sin ese marco.
 Que las restricciones deben perseguir un objetivo legítimo requiere explicitarlo
y evaluar su justificación.
 Que debe ser estrictamente necesario para lograr el objetivo implica establecer
una relación entre la medida y el efecto esperado.
 Usar la alternativa menos restrictiva permite evaluar estrategias posibles
buscando la más respetuosa de todos los derechos.
 Que no debe ser impuesta de modo irracional o discriminatorio permite
mantener la equidad entre los ciudadanos, ya que los sujetos más vulnerables
suelen ser los más afectados por las restricciones.

2
Adaptado del Manual de Capacitación Transformando los sistemas de salud: género y derechos en salud reproductiva,
Organización Mundial de la Salud, 2001

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Violación de derechos
Para evaluar si se cumple el derecho a la salud, entonces, hay que observar
el alcance de las obligaciones de un gobierno (respetar, promover, proteger y
garantizar) y las limitaciones (económicas, geográficas, sociales) tomando en cuenta
los estándares de derechos alcanzados en el sistema internacional de derechos
humanos. Es importante recordar que los derechos pueden ser violados por acción
u omisión, siendo éste último el modo más frecuente. Y que el Estado también viola
un derecho cuando no protege a las personas de las violaciones que puedan ocurrir
en instituciones no estatales como el hogar, instituciones religiosas, empresas,
prestadores, compañías de seguros etc.
Todos los derechos suponen tanto obligaciones como restricciones, deberes
del Estado y límites a su intervención. Por otra parte, como vimos, los derechos
humanos conforman un sistema, de modo que el ejercicio de un derecho está
vinculado con otros derechos. Por ejemplo, la Convención para la Eliminación de
Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), en su art. 16: Otorga
a las mujeres el derecho a decidir si quieren tener hijos, cuántos, con qué
espaciamiento y en qué condiciones. Podemos señalar aquí, como restricción, que
el Estado se compromete a no aplicar políticas de población compulsivas, natalistas
o no natalistas. También asume como obligaciones proporcionar equitativamente
acceso a la educación sexual, a la información, a la anticoncepción y al parto
humanizado. Asimismo, el respeto a estos derechos involucra necesariamente otros:
integridad corporal (leyes contra la violación y la violencia basada en el género),
acceso a los beneficios del progreso científico, libertad de información, derecho a la
cultura, derecho a la igualdad y a la no discriminación (incluyendo acciones
afirmativas).

Importancia de la Conferencia de El Cairo


Para fortalecer el avance de los Derechos Humanos, la Organización de
Naciones Unidas realiza conferencias mundiales sobre varios ejes. Una muy
importante para la relación entre Derechos Humanos, Salud y Desarrollo fue la
Conferencia de El Cairo en 1994. Precedida por la Conferencia de Derechos
Humanos en Viena, en 1993, ( que por primera vez reconoce explícitamente los
derechos de las mujeres y las niñas como derechos humanos, y califica la violencia -
aún en el ámbito privado- como una violación a los derechos humanos) y sucedida

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Módulo II
por la Conferencia sobre la Mujer en Beijing, en 1995, en la Conferencia
Internacional sobre Población y Desarrollo de El Cairo, el eje de las políticas de
desarrollo por primera vez se desplaza de las metas demográficas al respeto por los
derechos.
Así, comienza a hablarse de derechos sexuales y reproductivos como un
problema de salud y derechos humanos, vital para el vínculo con población y
desarrollo. Se trata de un giro copernicano en la consideración del problema, ya
que las mujeres dejan de ser objeto de una política para pasar a ser sujeto de sus
derechos. Se desplaza la atención del control de la natalidad y cobran importancia
cuestiones como el empoderamiento de las mujeres, la equidad de género y la
equidad en la distribución de los recursos. El movimiento de mujeres, y los políticos
y funcionarios con sensibilidad de género, desempeñaron un rol clave en este
cambio de paradigma.
Evaluación de la relación entre salud y desarrollo
La evaluación de la relación entre salud y desarrollo, a partir de El Cairo, y
con los compromisos emanados de la Plataforma de Beijing, requiere desde
entonces un análisis complejo que considera no sólo una buena política en salud
pública (efectividad, cobertura, factibilidad, costo, participación comunitaria) sino
también una buena calidad de derechos humanos:
 Leyes de salud sexual y reproductiva y de violencia basada en el género
 Refugios para mujeres que sufren abuso
 Acceso a la información, la anticoncepción y el parto seguro
 Consentimiento informado en prácticas e investigación de medicamentos y
nuevas tecnologías sobre las mujeres
 Participación e involucramiento de las mujeres en la implementación de políticas
y programas
 Equidad de género en las políticas públicas

Salud sexual
Si observamos ahora la definición de salud sexual del Programa de Acción de
El Cairo (“el desarrollo de la vida y de las relaciones personales, y no meramente el
asesoramiento y la atención respecto de la reproducción y enfermedades de
transmisión sexual”) vemos que abarca todas las etapas de la vida de una persona,
y no sólo su etapa reproductiva. En efecto, los derechos sexuales crean las
condiciones que permiten que las personas determinen si quieren vincular la
actividad sexual con fines reproductivos o no, y refuerzan su derecho a tener
prácticas sexuales no reproductivas.
La protección de los derechos sexuales es para todos los sujetos, sean mujeres
o varones, homosexuales o heterosexuales, adolescentes, adultos, ancianos o
discapacitados. La explicitación de la no discriminación fortalece a los grupos más
vulnerables (en especial a las mujeres, las más expuestas a la violencia, la violación
y las condiciones forzadas de sexualidad y maternidad). Incluyen una gran variedad

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de protecciones que atraviesan muchos otros derechos, y que no se limitan a
cuestiones relacionadas con la salud.
Barreras en el ejercicio de los derechos
Con respecto a los derechos humanos, y se ve muy claramente en los
derechos sexuales y reproductivos, creo que hay cinco tipos de barreras que
dificultan su ejercicio:
1. Una barrera epistémica. Esta barrera tiene que ver con el conocimiento, y es que
muchas veces las personas (y sobre todo las mujeres) no conocen sus derechos.
La barrera epistémica también tiene que ver con a “opacidad” del lenguaje
jurídico, que hace que muchas personas, aunque alfabetizadas y educadas, no
comprendan el alcance de las normas o de los tratados internacionales que
protegen sus derechos, y las formas de hacerlos valer.
2. Una barrera subjetiva. Esta barrera tiene que ver con un aspecto de
autoafirmación, con el sentimiento de dignidad que nos hace sentir merecedores
de un derecho, y por lo tanto capaces de exigirlo. La barrera de autoafirmación
hace que muchas personas, aunque conozcan la existencia de los sistemas de
protección de derechos humanos, no sienten su merecimiento o que les
correspondan por su mera dignidad humana (por ejemplo, en Buenos Aires
muchos/as migrantes saben que hay acceso universal a la salud, pero no
concurren al sistema porque sienten que no es para ellos).
3. Una barrera formal. Esta barrera consiste en que aunque los tratados de derechos
humanos deben tener eficacia como derecho interno, si no hay una ley o
resolución específica es difícil hacerlos valer, ya que las autoridades de aplicación
no los reconocen. La no existencia de estas leyes, entonces, es otra barrera para
la garantía de los derechos. En Argentina todavía hay provincias que no tienen
ley de salud sexual y reproductiva, ni han adherido al programa nacional
respectivo (sobre todo por influencia de posiciones conservadoras de la iglesia
católica, y trágicamente son las provincias más pobres y con más mortalidad
materna).
4. Una barrera política. Tiene que ver con la falta de recursos materiales, humanos
y de comunicación para hacer valer las normas. Las leyes no son condición
necesaria ni suficiente para que un derecho valga. Aún con leyes, por diferencias
políticas muchos municipios no entregan los insumos, o no deciden modificar la
estructura de atención cuando se vota la ley de salud sexual y reproductiva, con
lo que la atención se reduce a unas horas semanales. La voluntad política debe
expresarse en esta materialización, de lo contrario la omisión de recursos
también es una estrategia política de obstrucción.
5. Una barrera jurídica. Para que un derecho valga, debe ser exigible. La
exigibilidad de los derechos depende del acceso a la justicia (que en las mujeres
es un problema en sí mismo) y de la existencia de lugares accesibles de reclamo,
como las Defensorías del Pueblo. Sin exigibilidad, aunque un derecho sea
violado no tenemos garantías de reclamo para su cumplimiento. La negativa a
firmar el protocolo facultativo de la CEDAW implica una barrera jurídica al

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ejercicio de derechos, porque impide el reclamo ante organismos internacionales
y el reconocimiento de sus recomendaciones.

Perspectiva de género en las políticas públicas


Ahora, unas breves referencias a la perspectiva de género. Cuando pensemos
herramientas para superar estas cinco barreras (y veamos que las herramientas son
muy distintas: educar, generar conciencia, crear normas, vigilar su cumplimiento,
monitorear resultados, etc.) tenemos que hacerlo tomando en cuenta que una
perspectiva de género sobre las políticas públicas debe:
1. Analizar el impacto diferencial de una política (¡y de su omisión y suspensión!)
sobre varones y mujeres. Suspender u omitir un servicio o plan de salud sexual
y reproductiva tiene un impacto completamente desigual sobre varones y
mujeres, y esto vulnera el derecho a la igualdad.
2. Analizar la forma en que la política colabora o contribuye a estereotipar la
construcción de la identidad y la subjetividad de género. Acabo de revisar un
plan de un municipio que no brindaba servicio de salud sexual y reproductiva
a un centro de salud, porque las mujeres que concurrían tenían más de 50 años.
Eso fortalece la idea de que la única sexualidad es la aplicada a la reproducción,
y que las mujeres mayores no tienen sexo. Lo mismo con los servicios para
adolescentes.
3. Analizar la forma en que se legitiman relaciones jerárquicas entre los sexos. Por
ejemplo, con la exigencia de firmar un consentimiento el marido para una
práctica sobre la mujer cuando ésta es adulta y está lúcida, se fortalece el poder
de tutela del varón sobre la mujer.

Ventajas del concepto de salud basado en derechos


Resumiendo, el cambio de eje efectuado hace diez años en El Cairo,
profundizado en Beijing, y que ha contado con el compromiso de las acciones de
la Organización Mundial de la Salud y el Fondo de Población de las Naciones
Unidas, permite
 Fortalecer el ejercicio del conjunto de derechos consagrado en la Carta
Internacional de Derechos Humanos, ya que el ejercicio de los derechos
sexuales es por un lado un efecto y por otro una condición para el ejercicio de
otros derechos.
 Atender a los aspectos del desarrollo vinculados a los derechos, ya que la
distribución económica justa, la ecología, la equidad de género, raza, clase,
religión y etnia influyen en la salud integral.
 Cambiar el significado biomédico de salud materna (como salud de las mujeres
en edad reproductiva, centrado en el embarazo y parto sin enfermedad o
muerte y en la anticoncepción) por una comprensión amplia centrada en los
derechos de las personas (sobre todo de las mujeres, a hacer elecciones

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autónomas sobre su reproducción y sexualidad, incluyendo el control sobre sus
cuerpos y las decisiones sexuales y reproductivas)
 Determinar responsabilidades de los gobiernos, tanto a nivel legislativo (sobre
todo en la sanción de leyes de salud sexual y reproductiva, y contra la violencia)
como el ejecutivo (políticas públicas en salud integral, distribuidas en todo el
territorio, accesibles para todos los sujetos) y el judicial (exigibilidad de los
derechos mediante el acceso a la justicia y a otras instancias de reclamo como
las Defensorías del Pueblo)

En suma, una redefinición de la salud que nos permite pensar en una


distribución económica justa, una ciudadanía activa en el ejercicio de sus derechos
y un Estado responsable. Podríamos llamarla, simplemente, Democracia.

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PARTE II
Nuevas tecnologías reproductivas: problemas éticos

Introducción:
A mediados del siglo XX la píldora anticonceptiva produjo un impacto
revolucionario sobre la vida de las mujeres, al separar la sexualidad de la
reproducción. Esta posibilidad de determinar si la práctica sexual tenía o no como
objetivo (y no sólo como riesgo) un embarazo, aumentó la autonomía de las
mujeres y le brindó a la sexualidad otros objetivos explícitos como el placer y la
comunicación.
La maternidad podía ser ahora elegida en el momento oportuno de un plan
de vida propio, fruto del deseo, planificada dentro de plazos biológicos y
fertilidades normales. Esto diversificaba los proyectos existenciales de las mujeres,
ampliaba el acceso a derechos ciudadanos como el estudio, el trabajo y la
participación política, le restaba determinismo de destino a la anatomía y ofrecía a
sus vidas otros sentidos valiosos además de la maternidad.
Pocas décadas después, la separación era a la inversa: las nuevas tecnologías
reproductivas ofrecían acceder a la reproducción sin los avatares de la sexualidad.
Mediante una deconstrucción de los cuerpos y las gametas, el sentido de la
maternidad, la fertilidad, el hijo, el parentesco y la familia debió ser revisado y
todavía está en proceso.

Nuevas Tecnologías Reproductivas:


Se llaman nuevas tecnologías reproductivas (NTR) a los diversos
procedimientos que mediante asistencia médica y tecnológica intervienen
reemplazando uno o más pasos del proceso de reproducción, en aquellos seres
humanos que por su esterilidad o infertilidad no pueden lograr embarazos y
nacimientos a través de relaciones sexuales regulares.
El método más habitual, la fecundación in vitro con transferencia embrionaria
(FIVTE) tiene como sujeto y objeto de la mayoría de las manipulaciones el cuerpo
de las mujeres. Pero incluso los tratamientos destinados a resolver la infertilidad
masculina, como la microinyección intracitoplasmática (ICSI, intra citoplasmic sperm
injection), tienen lugar en el cuerpo de mujeres que si pueden concebir.
El surgimiento y la enorme difusión mediática de estas técnicas puso sobre el
tapete un problema ético aplicado sobre todo a las biotecnologías: ¿Todo lo que es
técnicamente posible debe ser implementado? Para responder a esta pregunta es
importante separar ámbitos que en el caso de las NTR siguen estando confusos: el
ámbito de la investigación, el de la experimentación y el de la utilización terapéutica.
Hay bastante coincidencia acerca de los beneficios de la libertad de
investigación. Pero la experimentación con seres humanos, y sobre todo la que
compromete la capacidad reproductiva de las mujeres, tiene muchas restricciones.

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Cuando una intervención experimental no se explicita sino que es propuesta como
terapia, las restricciones deberían ser aún mayores. En todos los casos debe mediar el
consentimiento de la paciente debidamente informada; donde “debidamente”
significa no sólo que estén presentes todos los datos relevantes, sino que la paciente
alcance una comprensión acabada de ellos, del porcentaje real de éxito o fracaso,
de los tratamientos alternativos, de los riesgos y consecuencias de su aplicación.
La implementación terapéutica requiere no sólo capacidad técnica sino
aceptación social. Una de las críticas más fuertes que han recibido estas técnicas es la
difusión poco responsable (como un producto de mercado) de resultados
espectaculares, que fueron generando una demanda sanitaria artificial. Sobre todo
en los primeros años, los costos extremadamente altos y la necesidad de sumar casos
para experimentación, dieron un carácter elitista y a veces extravagante a las
intervenciones. La altísima tasa de fracasos (con índices de más del 80%),
insostenible para cualquier solución tecnológica, convivía con la fantasía de éxitos
espectaculares propagandizados. Las mujeres pagaban para ser sujetos de
experimentación, y a veces sin saber que lo eran, en nombre de un discutido
“derecho a la maternidad biológica” sesgado por los recursos económicos. La
enorme cantidad de circunstancias que conmovieron a la opinión pública como
consecuencia de estas intervenciones, hicieron el proceso de aceptación social lento
y conflictivo, por los intereses contrapuestos que suscitan, los problemas jurídicos que
arrastran, la falta de legislación que avance al ritmo de las posibilidades de
intervención sobre los cuerpos, y la oposición religiosa.
Que la apropiación de la capacidad reproductiva de las mujeres por parte de
la tecnociencia sea un objetivo o un resultado, es algo en lo que los análisis difieren.
Hay quienes ven en las NTR una apropiación no sólo patriarcal sino racista y de
clase cuyos resultados están en consonancia con objetivos económicos globales. Así
se afirma que “las agendas corporativas contemporáneas relacionadas con la
tecnología roja emergente, buscan alterar la reproducción humana y trasladarla al
dominio del complejo industrial médico. Esencialmente, esto sitúa al uso
experimental del cuerpo de las mujeres, especialmente sus órganos reproductivos y
tejidos (ovarios, especialmente óvulos, úteros y embriones incluyendo las trompas
de Falopio), y el mercadeo agresivo de la tecnología reproductiva asistida y las
pruebas genéticas de pre- concepción, como procesos, materiales, y productos de un
proceso de producción industrial médico dominado por hombres.” (TYSON
DARLING, 2004)
Afirmar que las mujeres no sólo son el territorio donde se experimenta e
interviene sino que su condición de sujetos es poco respetada tiene soporte en las
derivaciones del uso mismo de estas tecnologías y en el poco cuidado de sus
protocolos: “La fertilización en Vitro (IVF), inicialmente desarrollada como una
respuesta a la infertilidad, con el paso de varias décadas ha desplegado su capacidad
y tentado con el hecho de poder proporcionar un diagnóstico de ciertas
enfermedades transmitidas genéticamente. Además, es la rama médica de donde
han emergido los protocolos tecnológicos que suministran las pruebas genéticas y
la tecnología no-médica para la selección del sexo. Casi todas las tecnologías
reproductivas experimentales mencionadas anteriormente que se utilizan en el

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cuerpo de la mujer, Ej. Fertilización in-Vitro, primero se probaron en las mujeres, y
después en chimpancés, monos, y mandriles” (TYSON DARLING, op.cit)

Más allá de las fronteras de lo biológico:


Lo cierto es que las fronteras de las maternidades y paternidades posibles se
han desplazado de tal modo, que el proyecto del hijo biológico se hace razonable
en situaciones que hubieran parecido una locura hace apenas dos décadas. Una
mujer puede concebir a pesar de haber pasado la menopausia, recibir esperma
donado, óvulos donados, alquilar un útero (a veces el de una pariente directa como
su madre o su hermana), gestar el embrión criopreservado de otra pareja, implantar
el embrión resultante de la fecundación in vitro con semen congelado de su
compañero infértil por un tratamiento o enfermedad, o incluso años después de
muerto éste.
Cada uno de estos casos, a su vez, despliega multitud de problemas éticos
impensados. La extracción de óvulos y la de espermatozoides no son equivalentes
en complejidad y riesgo. El tratamiento hormonal (de hiperestimulación ovárica) al
que se somete previamente a las mujeres no está demostrado que sea inocuo. La
sugerencia, ante su complejidad, de que se extraigan varios óvulos genera otros
problemas. Pueden guardarse algunos óvulos para fertilizaciones futuras o
donación, o fertilizarse todos. Si se fertilizan todos, y de producirse varios embriones,
habrá que decidir cuántos implantar. Si se implantan todos, existe el riesgo de un
embarazo múltiple. Si se seleccionan, hay que decidir qué hacer con los embriones
que no se implantan.
Una posibilidad es que queden congelados para otro intento, o con la
perspectiva de donar los que no se usen. Esta última solución trae el problema de
cuántos óvulos de una misma persona o cuántos embriones de una pareja pueden
utilizarse anónimamente sin riesgo sanitario. Lo mismo para los donantes de semen
(recordemos el caso que trascendió en la prensa, de un médico estadounidense que
llevaba realizadas más de 70 fecundaciones “anónimas” con su propio semen).
La dificultad para asegurar el anidamiento del embrión fecundado in vitro,
hace que se implanten más de uno cada vez. Esto da muchas veces embarazos
múltiples, con su consecuente dificultad. La pareja que sueña con un hijo, puede
entonces pasar de la infertilidad al parto múltiple, un resultado que acarrea nuevos
problemas. En no pocos casos, cuando muchos embriones se desarrollan a la vez,
debe hacerse una selección de los embriones implantados (un “aborto selectivo”).
El criterio de esta selección acarrea problemas éticos, por su carácter eugenésico,
además del previsible duelo para la pareja que procurando engendrar debe decidir
abortar algunos embriones.
Sobre todo al comienzo de la utilización de estas técnicas, el fracaso riesgoso
consistente en la dificultad de cálculo por el que en lugar de uno o dos bebés
resultaban cinco, era rodeado de una publicidad glamorosa que hacía aparecer estas
nuevas familias como éxitos de la intervención tecnológica. Se buscaban empresas
que les hicieran de sponsors y las “premiaran” con productos para bebés que a la vez
eran publicitados a través de estas familias.

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Por otro lado, está el problema de los embriones que no se implantan. Si el
primer intento resulta exitoso, la sugerencia es congelar el resto de los embriones
para un momento futuro. Además de la ruptura con los tiempos generacionales
que esto implica (ya que los mellizos se llevarían años), existe la posibilidad de que
satisfecho el proyecto no haya interés en nuevos embarazos. Esto ha creado un
mercado de “bancos” de criopreservación, con regulaciones poco claras. En
Argentina, un abogado que presentó un amparo por los derechos de esos embriones
a los que consideraba “personas” fue nombrado por el juez curador de los mismos,
quedando a cargo de su tutela. Poco tiempo después renunció a la función asignada.
Lo cierto es que hay lagunas con respecto a quién se hace cargo del costo
económico que implica la criopreservación de esos embriones, si quienes decidieron
originalmente su conservación pueden renunciar a la misma y desechar los
embriones que no se implantan, si los embriones pueden usarse para investigación
y con qué resguardos, si pueden ser donados y en qué condiciones, y otros
problemas similares.

Problemas jurídicos y religiosos:


Como puede verse, a las dificultades éticas se agregan problemas jurídicos y
religiosos. El debate sobre la condición de “persona”, tanto moral como jurídica,
de los embriones, ha agregado capítulos al problema de las responsabilidades de los
“padres” (en el sentido de propietarios de las células de origen) con respecto a éstos.
Parejas que se separan y discuten su derecho sobre esos embriones (¿puede la mujer
solicitar la implantación de un embrión sin informar a su ex pareja o incluso con su
oposición?): debates acerca de si esos embriones sólo pueden ser desarrollados con
el explícito consentimiento -incluso en testamento escrito- de ambos progenitores
(hubo un caso en Inglaterra, de un noble muerto, cuya mujer quería hacer
posteriormente el implante del embrión congelado y gestar para que ese hijo
heredara el título nobiliario); problemas de herencia (una pareja viajó para hacerse
un tratamiento in vitro, y al volver falleció en un accidente aéreo, y se discutió si se
debía llevar a cabo el desarrollo de esos embriones -en un útero de alquiler- por
considerárselos como legítimos herederos).
En Italia, cuando una mujer de más de 60 años quedó embarazada y el
médico tratante difundió el caso en la prensa como un logro espectacular de su
pericia y de la ciencia, se supo que la motivación de la mujer había sido reparar la
pérdida de un hijo joven muerto en un accidente. A su nuevo hijo le puso el mismo
nombre que al fallecido. ¿Está el médico tratante en condiciones de resolver la
validez de esta motivación, que justifique además que el niño engendrado muy
probablemente será huérfano tempranamente? ¿Un deseo nacido del duelo es un
deseo legítimo? ¿Alguien, que no sea la propia mujer, puede evaluar la adecuación
de su deseo? ¿Es el deseo de maternidad un derecho natural que deba ser
contemplado?
Además, a diferencia de la adopción, para la cual se acepta una persona
individual, muchas clínicas y médicos tratantes exigen la conformación de una
familia con padre y madre para aceptarlos como pacientes. Se transforman así en
custodios de un sistema de familia nuclear que estadísticamente va disminuyendo y

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que no ha probado ser un entorno indispensable para el resguardo de los derechos
y bienestar de niños y niñas. Las mujeres lesbianas, a pesar de su disidencia sexual,
no abandonan el proyecto maternal y solicitan entonces inseminación para
realizarlo. ¿Son los médicos y clínicas quienes deben custodiar los modos aceptados
socialmente de constitución de constelaciones familiares?
De modo paradojal, se expone la violación de los preceptos religiosos sobre
el destino de la sexualidad humana en las NTR señalando una coincidencia:
“En los últimos 70 Robert Steptoe y Paul Edwards lograron el nacimiento de
un niño concebido in vitro y transferido pocos días después de la concepción a la
matriz de la madre. Por tanto, con el nacimiento de Louise Brown el 25 de julio de
1978, un modo nuevo de reproducción humana se hacía realidad, la fecundación
in vitro. Resulta irónico observar que Louise nació el décimo aniversario de la
encíclica del Papa Pablo VI, Humanae Vitae, en la que afirmaba la “conexión
inseparable, deseada por Dios y que el hombre no debe romper por propia
iniciativa, entre los significados unitivo y procreador del acto conyugal”. (MAY &
McGIVNEY, 1999)

Hijo/a “a la carta”
Con los avances de la genética, la posibilidad de elegir un “menú” de hijo/a
presenta también diversos problemas. A veces los rasgos asegurados por el óvulo o
los espermatozoides de donantes están destinados a que el hijo/a conserve algunas
características del progenitor infértil cuya célula será reemplazada. Otras veces,
razonablemente, evitar enfermedades graves o discapacidades que requieran luego
cuidados intensos o tengan mal pronóstico. Pero también inciden en la elección los
valores sociales predominantes que jerarquizan géneros, razas, rasgos físicos y etnias
y así facilitan o dificultan la inserción futura de esos niños/as. ¿Cuándo deja de ser
razonable seleccionar rasgos?
Hace unos años en la prensa se anunció el proyecto de crear un banco de
semen de premios Nobel, con la idea de legar a la humanidad la posibilidad de una
generación de herederos de esos genios. Una apuesta completa al peso de la genética
sobre el estímulo ambiental, y un proyecto elitista propio de fantasías eugenésicas.
Lo más curioso es que varios de esos genios efectivamente donaron su semen. El
proyecto, sin embargo, no avanzó. ¿Habrán devuelto el semen donado a sus
legítimos dueños? ¿Confiarían en que también los óvulos de mujeres premiadas
producirían el selecto efecto buscado? ¿Qué requisitos deberían presentar las mujeres
inseminadas por los espermatozoides premium?
Un caso difícil lo constituyó una pareja lesbiana en Estados Unidos, ambas
sordas profundas, que buscaron un donante de semen que compartiera esta
característica. Lo encontraron en una escuela para sordos, un joven quinta
generación de sordos aceptó ser donante. La discusión ética fue si se podía
seleccionar una discapacidad como rasgo para un hijo. El argumento de las mujeres
era que su sordera era parte de su identidad, un modo de estar en el mundo, y
querían compartirla con su hijo o hija.

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Módulo II
Los abortos selectivos de embriones femeninos en la India, dadas las mayores
dificultades de las mujeres para sobrevivir en sociedades pobres y sexistas, ya han
creado un problema de proporciones de población. ¿No repetirían las tecnologías
reproductivas este modo circunstancial de elegir los rasgos con el propósito de
asegurar de modo individual la supervivencia? Lo cierto es que las NTR
proporcionan soluciones individuales para un concepto individual de propiedad
sobre el hijo, donde lo biológico pesa más que la organización social involucrada
en la crianza. Las posibilidades técnicas han separado lo que antes estaba unido (una
pareja tenía sexo, como consecuencia sobrevenía un embarazo, y la pareja -sobre
todo la mujer- quedaba como responsable natural de la crianza), pero es mucho
más lento el cambio de las concepciones y valores que rodean estos eventos.

La ruptura de las generaciones, los parentescos y los deseos:


Nuestras ideas de temporalidad están ligadas a la naturaleza y al ciclo de las
generaciones. Las NTR han venido a romper esas intuiciones al permitir que el
tiempo de fertilización y el de gestación se separen a veces por años. La posibilidad
de que el útero no se corresponda con la dueña de los óvulos, o los padres de
crianza con los dueños de gametos, también fragmenta las identidades y los
parentescos. Un hijo/a puede nacer de óvulos o espermatozoides conservados de
alguien muerto ya hace mucho tiempo, dos hermanos pueden estar separados por
años o gestarse en cuerpos diferentes porque algunos de los embriones concebidos
al mismo tiempo son donados a otras parejas.
Una madre le presta el útero a su hija para que pueda cumplir su deseo de
concebir un hijo biológico. La madre (gestante) será a la vez la abuela (genética),
así como la madre genética será a la vez la hermana (por ser hija de la gestante).
Pero también puede ocurrir que la hija le preste un óvulo a su madre que quiere
volver a concebir. ¿Cuál es la diferencia? ¿Le presta la madre el útero a la hija, o la
hija el óvulo a la madre? Pareciera que la única diferencia es el acuerdo entre ellas,
pero ¿cómo incidirá esto en el futuro bebé? La manipulación de las NTR difícilmente
toma en cuenta el inconsciente, el deseo profundo que a veces habita el cuerpo
infértil, las fantasías y sentimientos que puedan desarrollarse luego imprevistamente
ante el embarazo a pesar del contrato consciente.
Como expresa la psicoanalista Martha Rosenberg “El acto médico
cortocircuita con frecuencia el doloroso conflicto psíquico de la esterilidad -
cualquiera sea su causa. Se propone como prótesis para velar la imposibilidad de
concebir o para demostrar que puede acoplar el cuerpo al deseo conciente al que
éste contradice. La oferta médica trabaja y lee la demanda de hijo desde la ficción
de la univocidad y la autonomía del sujeto humano. Ignora operativamente el
efecto de los montajes inconscientes sobre la funcionalidad corporal. Confirma que
lo que no funciona para esa pareja infértil es el cuerpo de cada uno en esa unión y
que lo que pasa en los cuerpos, se arregla en los cuerpos: específicamente en el de
la mujer. Los cuerpos estériles pueden generar aunque sigan siendo estériles, si son
la sede experimental de un proceso dirigido conciente y voluntariamente por los
técnicos. Son la probeta” (ROSENBERG, 1998, p 4, subrayado de la autora)

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Otro deseo a considerar, muy probablemente oculto en las razones explícitas,
es el de los y las donantes. ¿Qué lleva a un hombre a donar sus espermatozoides, a
una mujer a donar sus óvulos, a una pareja a donar los embriones concebidos in
vitro? Susana Sommer cita que “estudios realizados a los efectos de evaluar a los
potenciales donantes acerca de los motivos que llevan a la gente a donar óvulos o
espermatozoides pusieron en evidencia razones mucho más complejas que el
altruísmo o el eventual pago para ofrecerse como donantes, tal es que sólo pudieron
aceptar un 20% de voluntarios/as que se presentaron” (SOMMER, 1996, p 13)

Confidencialidad y consentimiento:
La confidencialidad en el caso de un/a donante anónimo/a fue objeto de
muchas controversias, no sólo por el riesgo sanitario mencionado sino por el
derecho de los hijos a conocer su origen biológico. Asimismo, la confidencialidad
del tratamiento médico de las parejas debe dejar en claro quiénes accederán a los
datos y a quiénes se revelará la información.
No obstante, muchas veces los resultados (sobre todo si son inusuales)
trascienden a la prensa. Médicos y clínicas los usan para reforzar su propio prestigio
y obtener nuevos pacientes. En algunos casos se ha hecho un uso publicitario y un
seguimiento periodístico de los bebés, sobre todo en los casos de partos múltiples,
que puede tener incidencias impensadas en la subjetividad de las criaturas.
El consentimiento informado implica una decisión libre por parte de las
mujeres que se someten a NTR. Pero la presión sobre su rol, la influencia del poder
médico, la complejidad de los tratamientos que a veces expresan asépticamente
intervenciones de alta invasividad (estimulación ovárica, extracción de óvulos,
transferencia embrionaria), y la alta expectativa con respecto al tratamiento,
resultan en una disparidad de fuerzas a la hora de aceptar o no las condiciones para
la implementación del mismo.
Dadas las diferencias en el tratamiento de infertilidad y en las expectativas
posteriores, es importante que cuando ambos miembros de la pareja participan, a
cada miembro se le informe por separado y se mantenga la confidencialidad
también dentro de la pareja. Incluso hay quienes recomiendan que “en aquellas
culturas donde el varón ejerce control sobre las decisiones de su esposa, las mujeres
deben ser informadas antes de participar, si es que la información obtenida va a ser
revelada a sus esposos” (BALAREZO, 1996, p.37)

Metáforas y culpas:
A pesar de todos los avances, y quizás a causa de ellos, las mujeres seguimos
estando destinadas a la maternidad. Una maternidad que sigue teniendo un sesgo
fuertemente biológico en el concepto de identidad del hijo, que por lo tanto
naturaliza las funciones altamente especializadas que exigen transformar un bebé
biológico en una persona socializada y autónoma, y que ponen esta función a cargo
casi exclusivamente de las mujeres individuales respaldando en el “instinto” la
explotación. Los hijos son un “recurso limitado” en sociedades altamente
desarrolladas y tecnificadas, que han deshumanizado de tal modo la vida cotidiana

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que desalientan con su sobreexigencia los tiempos biológicos de las mujeres. Esa
misma sociedad que produce el problema les vende la solución, de modo
igualmente enajenante.
Según Ana Sánchez (Sánchez, 2001) las NTR se alimentan de dos discursos: el
científico y el patriarcal. La ciencia proporciona autoridad y presunta neutralidad a
las condiciones históricas y sociales que producen el conocimiento, los valores que
subyacen las preferencias tecnológicas, los intereses sociales y económicos que se
apropian de sus resultados. Estos valores se tornan así invisibles, y un modo de
explicitarlos es analizar las metáforas que la ciencia usa. Sánchez identifica”dos
metáforas fundamentales que permean el discurso y prácticas biomédicas de las
tecnologías de reproducción asistida: a) la primera, “el cuerpo es una máquina”;
pertenece a la más vieja raigambre de la ciencia occidental: la naturaleza es una
máquina y, por extensión, el cuerpo humano también lo es. La segunda, que fija a
las mujeres en un único papel positivamente valorizado, el de madre, nos remite a
claves antropoculturales planetarias. Unida a la idea de mujer y madre está la
metáfora de la culpa. Puede que ésta sea la clave de la desconsideración biomédica
por los padecimientos físicos y psíquicos que su implementación conlleva, así como
de los aludidos efectos secundarios que ahora se desdeñan. También puede que sea
esta identificación de maternidad=mujer=culpa la causa de una asimetría en la
consideración de los cuerpos femenino y masculino.”(Sánchez, p. 303-304)
Efectivamente, suele atribuirse eficazmente la culpa de la infertilidad a las
mujeres, y es en sus cuerpos y emociones donde pesa, aunque se registran tanto
causas masculinas (azoospermia, oligoespermia, astenospermia o teratospermia)
como femeninas (obstrucción tubárica, insuficiencia de progesterona, inmadurez
ovárica, causas cervicales) así como muchos casos de infertilidad que quedan sin
diagnóstico preciso. Hay casos de embarazos naturales durante el proceso del
tratamiento, como los hay durante los procesos de adopción o tras ellos. Los
períodos que se consideran suficientes para diagnosticar infertilidad se redujeron a
la mitad (de dos años a uno) apenas desarrolladas las NTR. A una deliberación vital
para todas las mujeres, qué harán con su capacidad de engendrar, no se le dan los
tiempos y condiciones necesarias para que la respuesta sea autónoma y profunda, y
no transformen las posibilidades de una mujer de alumbrar un hijo, en las de una
clienta que demande con éxito la mercancía que oferta el sistema biomédico.

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Bibliografía

 BALAREZO, Gunther (1996) “Derechos de las personas y deberes de los médicos


a considerarse en una investigación o tratamiento”, en Sommer, S. 2006, op.cit.
 LÓPEZ CEREZO, José y SÁNCHEZ RON, José (eds) (2001) Ciencia, Tecnología,
Sociedad y Cultura en el cambio de siglo. Madrid, Biblioteca Nueva,
Organización de Estados Iberoamericanos.
 MAY, William & McGIVNEY, Michael (1999) “Nuevas tecnologías
reproductivas y enseñanza católica”, Actas Congreso Internacional de Bioética,
Centro de Documentación de Bioética, Departamento de Humanidades
Biomédicas, Universidad de Navarra.
http://www.unav.es/cdb/uncib1d.html#titre16
 ROSENBERG, Martha (1998) “Maternidad en la era de las NTR”, mimeo,
ponencia presentada en el II Congreso Internacional Multidisciplinario
“Mujeres, Ciencia y Tecnología”, Buenos Aires, Red Argentina de Género,
Ciencia y Tecnología (Ragcyt) SÁNCHEZ, Ana (2001) “Críticas feministas a las
ciencias biomédicas”, en López Cerezo, op.cit.
 SOMMER, Susana (1994) Tiempos Modernos. De la cigüeña a la probeta.
Buenos Aires, Planeta
 SOMMER, Susana (1996) Procreación. Nuevas Tecnologías. Un enfoque
interdisciplinario. Buenos Aires, Atuel.
 TYSON DARLING, Marsha J. (2004), “Género y Biopolítica”.

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