En este sistema puramente personal no hay acción uniforme, no hay fuerza
colectiva, no hay comunicación de pensamientos. El individuo forma su propia legislación y poco a poco es conducido a rechazar todo sistema universal de mo ral, de religión y de legislación positiva que se oponga a sus intereses y cálculos individuales. En esta lucha constante el interés general es siempre sacrificado; la noción del deber para con la sociedad se va extinguiendo; lo ideal de la humani dad como persona moral a quien se debe algún sacrificio del egoísmo personal llega a verse como una ridícula ilusión; y en el predominio de lo individual y de lo material, las ideas de deber, patriotismo, virtud, moral y religión quedan tan debilitadas que puede asegurarse que por sí solas son incapaces de producir una acción. La unidad de fines de la sociedad se pierde y los poderes públicos que dan privados de toda acción directa, de toda tutela protectora de los intereses generales sacrificados en la contienda reñida de las pretensiones individuales.53 53 | Reflexiones sobre la Ley de 10 de abril de 1834", en: La Doctrina Conservadora. Fermín Toro, tomo 1, p. 121.
Lo contrario del argumento oficial, en sentido absoluto. En lugar de plataforma
na
del bien común, la acción del individuo según se venía proponiendo, deviene factor
de disgregación. La exagerada promoción de la iniciativa privada liquida las ideas
orientadas a la felicidad colectiva y los principios de religión y moral que juntan a los seres humanos. Lo minúsculo se impone por fuerza sobre lo genérico y la patria desaparece como meta, para resumirse en una egolatría destructora que tiene la complicidad del régimen. Fermín Toro siente que la modernización ha provocado el nacimiento de una criatura abominable.
El hombre positivo es hoy el dominador de la sociedad. En el sentimiento de su
individualidad se absorben todas sus potencias. Se diría que es un pequeño Dios que se ve a sí mismo reflejado en todos los seres del universo. El hombre positivo, el hombre de la realidad, es el que subordina siempre lo universal a lo particular, lo abstracto a lo concreto, la sociedad al individuo; y haciéndose como el centro de un mundo puramente material, busca siempre una ecuación en todas las relaciones sociales y calcula con guarismos las ventajas del honor, de la probidad y de todas las demás virtudes. De aquí yace la indiferencia con que se ven los estudios de la ética, de la filosofía y de todas las especulaciones trascendentes, fuentes inagotables y perennes de lo justo, lo útil y lo bello; de aquí el favor ex clusivo de las cuestiones de economía como ciencia que conduce a la riqueza por el camino más corto, entendiéndola cada uno a su modo y aplicándola a su