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LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA

La Guerra de Independencia de España fue un conflicto armado entre 1808 y 1814 que


agitó España como consecuencia de la entrada de las tropas napoleónicas en
la Península Ibérica con la excusa de invadir Portugal. Constituyó una respuesta
espontánea y heroica del pueblo peninsular frente a la ocupación militar napoleónica.
En desigual enfrentamiento armado, el pueblo ibérico se echó al monte y a la calle, a
matar franceses.

Su denodada lucha fue decisiva en el desenlace victorioso de la guerra, inscribió el


término guerra de guerrillas en los diccionarios militares y dio origen al concepto de
guerra popular. Tiene marcado su inicio el 2 de mayo de 1808, cuando el alcalde de
Móstoles, Andrés Torrejón, proclama un oficio informativo llamando a las armas para
acudir en socorro del rey, Fernando VII, que estaba retenido por Napoleón.

Antecedentes

España y Francia mantenían buenas relaciones, al punto que habían sellado una


alianza, contra Inglaterra (Tratado de San Ildefonso), el 18 de agosto del año 1796.
Pero la ambición y los intereses económicos, pudieron más que una amistad, que los
había mantenido juntos, incluso en la derrota, cuando ambos sucumbieron ante el
gigante inglés en Trafalgar. Napoleón, movido por su deseo imperialista, consideraba
una necesidad para sus planes la anexión de España, sin la cual no alcanzaría el
completo dominio del Mediterráneo. Por añadidura, también conseguiría proveerse del
algodón y la lana que necesitaban los fabricantes franceses de paños.

Cuando las victorias del emperador (Napoleón) sobre Austria, Rusia y Prusia van


dejando a media Europa a su merced. Para incluir también a la Península Ibérica en
sus dominios, en julio de este mismo año, y excusado en el Tratado de Fontainebleau,
comunica al gobierno de España su intención de enviar hasta Portugal, aliada de
Inglaterra, un ejército al mando del Mariscal Junot, con la excusa de obligar a aquél
país al cierre de sus puertos frente a posibles desembarcos británicos. De los setenta
mil soldados dispuestos en la frontera de Los Pirineos, una parte marcha rápida a
través de territorio español hacia Lisboa, quedando el resto a la espera de una posible
invasión en defensa de aquellos. Invadida Portugal, su familia real embarca
hacia Brasil y Junot se hace cargo del gobierno de la nación.

Contando con la autorización de la corona española, Napoleón ordena pasar los


Pirineos a las tropas restantes, haciendo creer que ello responde a la necesidad de
asegurar el frente sobre Portugal; así, ocupadas Barcelona, Pamplona y San Sebastián,
entre otras ciudades importantes, y con un fuerte ejército y algunos de sus mejores
mariscales y generales, Napoleón se hace dueño de la frontera y asegura el control del
acceso por tierra a la Península. Además, consigue atraer a Carlos IV y María Luisa a
Bayona, donde son retenidos con agasajos; y luego también a Fernando VII, que se
reúne en dicha ciudad con sus progenitores. Las rencillas entre padre e hijo hacen que
el primero recupere la corona que había cedido en favor de Fernando, quien a su vez
renuncia a favor del Emperador, que nombra a su hermano José Bonaparte rey de
España.

El 15 de junio de 1808, una corte de notables, dio aprobación a este cambio de


gobierno, sancionándose una constitución, que declaraba legítimo el mando de José I,
a pesar de que en Madrid una Junta sigue gobernando en nombre del depuesto rey
Fernando VII. La Junta General del Principado de Asturias, a la que luego se le
sumaron Cantabria, Galicia y León, se unieron contra el poder francés, solicitando la
ayuda británica. A partir de este momento se crearían por toda la España no ocupada
un total de trece Juntas Provinciales que acabarían en la creación de la Junta Central
Suprema, con sede en Sevilla, que ante la presión francesa pasaría a la Isla de León
(hoy San Fernando) el día 24 de enero de 1810, donde decide su disolución y la
creación de un Consejo de Regencia cuyo principal cometido fue la convocatoria de
Cortes.

Respuesta española a la invasión francesa

Cuando el pueblo español descubre el engaño se produce la reacción que provoca los
sangrientos sucesos del 2 de mayo de 1808, cuya brutal represión hace que todas las
regiones se levanten en armas contra los franceses en una lucha desigual del pueblo
contra los organizados ejércitos de militares tan importantes como el Mariscal Víctor o
el Mariscal Scoul.

La fácil campaña en España, que había imaginado Napoleón, pronto se transformó en


una empresa abrumadora. En Bailén, por ejemplo, sufrieron una gran derrota, que les
impidió ingresar a Andalucía, y demostró que el ejército imperial tenía debilidades y
podía presentársele batalla.

Preocupado por los acontecimientos, el propio Napoleón resolvió ponerse al frente de


la lucha, reclutando 300.000 hombres de armas, especialmente entrenados. Estableció
su cuartel general en Vitoria, y el 5 de diciembre consiguió entrar en Madrid. Los
ingleses acudieron en defensa de España y Portugal, penetrando por este último país
un ejército al mando de John Moore. Napoleón regresó a Francia, el 4 de
enero de 1809, donde la situación se había complicado por la amenaza austríaca,
dejando en España la campaña en manos de Soult, imaginando que estaba ya
controlado el territorio, ya que habiendo ocupado la zona norte, el avance hacia el sur
no tenía perspectivas de mostrarse dificultoso.

Pero Napoleón no contó con la fuerza popular, organizada de manera espontánea, en


forma de guerrillas, por líderes ocasionales, que movidos por el espíritu patriótico
tomaron las armas realizando una feroz resistencia. Se destacaron entre los jefes
guerrilleros, Juan Martín “El Empecinado”, Espoz y Mina, Julián Sánchez “El Charro” y
Jerónimo Merino Cob, sacerdote, apodado “El cura Merino”. En contra de esta corriente
había un grupo reducido que apoyaba la ocupación francesa y que por ello recibieron
el calificativo de “afrancesados”, formado en su mayoría por miembros de la nobleza.

En 1812, los franceses debieron iniciar la campaña a Rusia, por lo cual retiraron parte
de sus fuerzas de la Península. Artthur Wellesley, al frente del ejército inglés
aprovechó esta situación para tomar Ciudad Rodrigo y Badajoz. En junio de 1812, los
franceses fueron derrotados en Salamanca y un mes más tarde, en Arapiles. En junio
de 1813, los franceses debieron retirarse hacia los Pirineos, tras sufrir las derrotas de
Vitoria, el 21 de junio, y en agosto, la de San Marcial. Por el Tratado de Valencay,
firmado el 11 de diciembre de 1813, en la ciudad francesa de ese nombre, donde
estaba alojado Fernando VII, éste recuperó el trono español.

Consecuencias de la guerra
El Tratado de Valencay, con la restitución al trono de Fernando VII marcó el comienzo
de un tiempo de desilusiones para todos aquellos que habían creído que la lucha
contra los franceses era el comienzo de la Revolución española y también el inicio de la
Guerra de Independencia Hispanoamericana, dando la oportunidad a las colonias
españolas en América a iniciar sus propios procesos independentistas, al desconocer la
autoridad de la Metrópoli, a través de un rey cautivo, Fernando VII. El virrey, máxima
autoridad colonial, ya no tenía superior jerárquico a quien obedecer sus órdenes, por lo
tanto, los americanos quedaban fuera del dominio de su metrópoli y con poder de
decidir su propio destino y elegir sus autoridades. Con la reasunción de Fernando VII,
se iniciaría una lucha contra la independencia americana, que costaría miles de vidas.
Aparejado a esto trajo consigo una gran crisis económica, al paralizarse la producción
agrícola y la industria españolas y provocó la conciencia de debilidad del imperio
napoleónico que adivinó el fin de sus días.

JUNTA CENTRAL GUBERNATIVA

La Junta Central Suprema Gubernativa del Reino nace de la unión de las diversas
juntas provinciales surgidas de manera espontánea para enfrentarse a los franceses.
Se constituyó el 25 de septiembre de 1808 y fue sustituida por el Consejo de Regencia
el 31 de enero de 1810; éste, a su vez, sería relevado por la Regencia del Reino el 20
de enero de 1812. La documentación generada por estas instituciones se guardó y
conservó en el archivo del Consejo de Estado que, aparte de la documentación
generada por él mismo, recogió documentos de otros organismos como los ya citados
de la Junta Central, Consejo de Regencia y Regencia del Reino, y de otros como los
consejos de Italia y de Flandes y la Junta de Negocios y Dependencias de Extranjeros.

CONSEJO DE REGENCIA

El Consejo de Regencia fue instaurado por Real Decreto del 29 de enero de 1810, en
sustitución de la Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, al establecer que toda
la autoridad y el poder que ejerce la Junta Suprema se transfiere a este Consejo de
Regencia, sin limitación alguna, nombrándose cinco individuos que permanecerán en
este supremo encargo hasta la celebración de las Cortes, las cuales determinarán la
clase de gobierno que habrán de sustituir. (ESTADO,8C). Este primer Consejo de
Regencia se instaló en la isla de León el 31 de enero de 1810 (ESTADO,84A y 84B).

Las incidencias de la Regencia determinaron que, en el margen de cuatro años, tuviera


cuatro reglamentos de funcionamiento, el inicial de su establecimiento, en enero de
1810, el más breve de todos (ESTADO,84A y 84B) y los tres con los que les dotó las
Cortes: el Reglamento provisional del poder ejecutivo del 16 de enero de 1811, el
nuevo Reglamento de la Regencia del Reino del 26 de enero de 1812, desarrollado en
el Decreto del 13 de marzo, y otro nuevo Reglamento de la Regencia del Reino, del 8
de abril de 1813.

En todos ellos, a grandes rasgos, se reflejan las mismas competencias: la publicación


de las leyes y decretos de las Cortes; la firma o rúbrica de todos los documentos que
precisasen la firma o rúbrica del Rey; la expedición de los decretos, reglamentos o
instrucciones; la vigilancia del cumplimiento de la justicia; la firma de tratados de paz y
de comercio; el nombramiento de los magistrados de todos los tribunales y la provisión
de todos los empleos civiles y militares; la fabricación de moneda y la recaudación de
rentas; la proposición de leyes; el nombramiento de los secretarios del despacho; el
pase o retención de bulas, etcétera. Además, en todos los reglamentos se presta
especial atención al despacho de los negocios de la Regencia con los secretarios del
Despacho.

CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ

La Constitución Política de la Monarquía Española, más conocida


como Constitución española de 1812 o Constitución de Cádiz, conocida
popularmente como la Pepa, fue promulgada por las Cortes
Generales españolas reunidas extraordinariamente en Cádiz el 19 de marzo de 1812.
Se le ha otorgado una gran importancia histórica por tratarse de la primera
Constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su
tiempo.
Oficialmente estuvo en vigor solo dos años, desde su promulgación hasta su
derogación en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España
del borbón Fernando VII. Sin embargo, apenas sí entró en vigor de facto, puesto que
en su período de gestación buena parte de España se encontraba en manos del
gobierno afrancesado de José I Bonaparte, otra en mano de juntas interinas más
preocupadas en organizar su oposición a José I y el resto de los territorios de la
Corona española, los virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de
poder causado por la guerra de Independencia. Posteriormente se volvió a aplicar
desde el 8 de marzo de 1820, cuando en Madrid (España), Fernando VII es obligado a
jurar la Constitución española de 1812, estando vigente durante el Trienio
Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el
gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837.
La Constitución establecía la soberanía en la Nación —ya no en el rey—, la monarquía
constitucional, la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey,
el sufragio universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de
industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre
otras cuestiones, por lo que «no incorporó una tabla de derechos y libertades, pero sí
recogió algunos derechos dispersos en su articulado». Además, confirmaba la
ciudadanía española para todos los nacidos en cualquier territorio de la corona
española, prácticamente fundando un solo país junto a las provincias americanas,
africanas y asiáticas.
Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico,
prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión, y el rey
lo seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución». Del mismo modo, este texto
constitucional no contempló el reconocimiento de ningún derecho para las mujeres, ni
siquiera el de ciudadanía (la palabra «mujer» misma aparece escrita una sola vez, en
una cita accesoria dentro del artículo veintidós), aunque con ello estaban en plena
sintonía con la mayoría de la sociedad hispana y europea del momento. Con todo, se le
reconoce, en gran estima, su carácter liberal, su afán en la defensa de los derechos
individuales, su posicionamiento en querer modificar caducas instituciones propias del
Antiguo Régimen, y en general, de recoger medidas regeneradoras enfocadas, con
espíritu idealista, en mejorar la sociedad.
HISTORIA
La Constitución de 1812 se publicó hasta tres veces en España —1812, 1820 y 1836—,
se convirtió en el hito democrático en la primera mitad el siglo XIX, transcendió a
varias constituciones europeas e impactó en los orígenes constitucionales y
parlamentarios de la mayor parte de los estados americanos durante y tras su
independencia. La Constitución de Cádiz de 1812 provocó limitar el poder de la
monarquía, la abolición del feudalismo, la igualdad entre peninsulares y americanos y
finalizó la inquisición.
Sin embargo, la mayor parte de las investigaciones dedicadas a su estudio omiten o
minusvaloran la influencia que la revolución liberal y burguesa española tuvo al
transformar el imperio colonial español en provincias de un nuevo Estado, y convertir
en nuevos ciudadanos a los antiguos súbditos del absolutismo, y que incluía en su
definición de ciudadanos españoles no solo a los europeos, o sus descendientes
americanos, sino también a las castas y a los indígenas de los territorios de América, lo
que se tradujo, en tercer lugar, en su trascendencia para las nacientes legislaciones
americanas.
Las Cortes abrieron sus puertas el 24 de septiembre de 1810 en el teatro de comedias
de la villa de la Isla de León, actual San Fernando, posteriormente, trasladarse al
oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad de Cádiz. Allí se reunían los diputados electos
por el decreto de febrero de 1810, que había convocado elecciones tanto en la
Península como en los territorios americanos y asiáticos. A estos se les unieron los
suplentes elegidos en el mismo Cádiz para cubrir la representación de aquellas
provincias de la monarquía ocupadas por las tropas francesas o por los movimientos
insurgentes americanos. Las Cortes, por tanto, estuvieron compuestas por algo más de
trescientos diputados, de los cuales cerca de sesenta fueron americanos. Sus principios
eran la soberanía nacional, la igualdad ante la ley y la defensa de la propiedad privada.
Un mismo estado para ambos hemisferios en el siglo XIX
En los primeros días, hubo propuestas americanas encaminadas a abolir el entramado
colonial y poner las bases de un mercado nacional con dimensiones hispánicas que
abarcaran también a los territorios de América, con disminución de aranceles a los
productos americanos, apertura de más puertos coloniales para el comercio, etcétera.
Un proyecto anterior en un siglo a la Commonwealth de Gran Bretaña. Los decretos
gaditanos tuvieron una amplia repercusión y trascendencia durante las décadas
posteriores, tanto en la península como en América.
La Constitución se juró en América, y su legado es notorio en la mayor parte de las
repúblicas que se independizaron entre 1820 y 1830. Y no sólo porque les sirvió como
modelo constitucional sino, también, porque esta Constitución estaba pensada, ideada
y redactada por representantes americanos como un proyecto global hispánico y
revolucionario. Parlamentarios como el mexicano Miguel Ramos Arizpe, el
chileno Fernández de Leiva, el peruano Vicente Morales Duárez, el ecuatoriano José
Mejía Lequerica, entre otros, en los años posteriores se convirtieron en influyentes
forjadores de las constituciones nacionales de sus respectivas repúblicas.
Sin duda, a ello contribuyó la fluida comunicación entre América y la península, y
viceversa: cartas privadas, decretos, diarios, periódicos, el propio Diario de Sesiones de
Cortes, panfletos, hojas volantes, correspondencia mercantil, literatura, obras de
teatro, canciones patrióticas, etcétera, que a bordo de navíos españoles, ingleses o
neutrales informaban sobre los acontecimientos ocurridos en uno y otro continente.
Hubo ideas, pero también hubo acción, dado que se convocaron procesos electorales
municipales, provinciales y a Cortes, y se verificaron las elecciones, lo cual provocó una
intensa politización en ambos espacios.
Asimismo, el envío de numerario por parte de consulados de comercio, dueños de
minas, hacendados, recaudaciones patrióticas, etcétera, al Gobierno peninsular fue
constante, e imprescindible para pagar la intervención de los ingleses, así como el
armamento de las partidas guerrilleras tras la derrota del ejército español en la batalla
de Ocaña, el 19 de noviembre de 1809.
Es importante insistir en que estas medidas contaban con el respaldo de las mayor
parte de la burguesía criolla americana, partidaria de los cambios autonomistas y no
necesariamente de una independencia que implicase la ruptura completa con
la Monarquía.
Código hispano
El producto de este intento de revolución fue una constitución con caracteres
nítidamente hispanos. Los debates constitucionales comenzaron el 25 de
agosto de 1811 y terminaron a finales de enero de 1812. La discusión se desarrolló en
pleno asedio de Cádiz por las tropas francesas, una ciudad bombardeada,
superpoblada con refugiados de toda España y con una epidemia de fiebre amarilla. El
heroísmo de sus habitantes queda para la historia.
La redacción del artículo 1 constituye un claro ejemplo de la importancia que para el
progreso español tuvo América. Fue el primero, y por ello, el más importante. Este es
su famoso texto:
La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios.

La construcción queda definida desde parámetros hispanos. La revolución iniciada


en 1808 adquiría, en 1812, otros caracteres especiales que los puramente
peninsulares. Aludía a unas dimensiones geográficas que compondrían España, la
americana, la asiática y la peninsular. La Nación española quedaba constitucionalmente
definida.
Derecho y colonias
La cuestión americana estaba planteada, por tanto, desde el primer artículo. El
Estado liberal tenía parámetros ultraoceánicos. La problemática de su realización se
evidenció en la discusión de la redacción de los artículos 10 y 11. Por el primero se
estableció entre americanos y peninsulares un primer acuerdo para organizar en
provincias el nuevo Estado. Es notorio que esta primera redacción contó con el rechazo
de los americanos, disconformes con la manifiesta diferencia numérica a favor de las
provincias peninsulares frente a las americanas (que equivalían aproximadamente a
cada Virreinato o Capitanía General, mientras que las provincias peninsulares se
identificaban con los reinos históricos de España).
Esto se convertiría en una cuestión política, ya que los americanos reclamaban un
mayor número de provincias y una organización del Estado que se aproximase
al federalismo. El artículo 11 solventó coyunturalmente el problema: tras un intenso
debate, se decidió retrasar la estructura definitiva del Estado para una posterior ley,
cuando las «circunstancias de la nación» —la urgencia en la metrópoli de combatir la
invasión francesa, la urgencia americana de luchar con la insurgencia— garantizaran
una discusión sosegada. La Cámara reconocía en la práctica su incapacidad para definir
los territorios de su Estado. Y este problema sobrevenía, insistamos, por la
incorporación de América como un conjunto de provincias en igualdad de derechos y
de representación en el Estado nacional hispano.
Otros artículos fueron especialmente significativos, como el 18 y el 29. En el primero se
decía que «Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su origen
de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están avecindados en cualquier
pueblo de los mismos dominios», y en el segundo, al explicitar el art. 28 («La base
para la representación nacional es la misma en ambos hemisferios»), se dice que «Esta
base es la población compuesta de los naturales que por ambas líneas sean originarios
de los dominios españoles, y de aquellos que hayan obtenido de las Cortes carta de
ciudadano, como también de los comprendidos en el art. 21».
De especial trascendencia fueron los artículos constitucionales referidos a
ayuntamientos y diputaciones provinciales, en cuya redacción la comisión adoptó la
Memoria presentada por Miguel Ramos de Arizpe, diputado por Coahuila, para la
organización y gobierno político de las Provincias Internas del Oriente de Nueva
España. Fue de vital importancia para desentrañar un aspecto importante del proceso
revolucionario de la península y América, como fue, a partir de sanción constitucional,
la creación de ayuntamientos en todas las poblaciones que tuvieran al menos 1000
habitantes. La propuesta provino del propio Miguel Ramos de Arizpe. Esto provocó una
explosión de ayuntamientos en la península y, especialmente, en América, al
procederse, tras la aprobación de la Constitución, a convocar elecciones municipales
mediante sufragio universal indirecto y masculino. Eso constituiría un aspecto clave
para la consolidación de un poder local criollo y un ataque directo a los derechos
jurisdiccionales, privilegiados, de la aristocracia, aspecto fundamental para acabar con
el régimen señorial en la península y con el colonial en América. Ese respaldo
americano a la Constitución se articuló a través de su promulgación por autoridades
locales y vecinos en cabildos abiertos, en cuya conmemoración proliferaron plazas y
monumentos dedicados a la Constitución por todo el continente americano. Sin
embargo, tras el vuelco absolutista de Fernando VII en 1814, fueron destruidos la
mayoría de ellos, y con los procesos de independencia en Iberoamérica tan sólo han
quedado algunas plazas caso de Montevideo y el Zócalo de la Ciudad de México y un
par de monumentos documentados: el de Ciudad de San Agustín de la Florida Oriental,
y Comayagua en Honduras.
Consecuencias de su abolición
La revolución iniciada en Cádiz suscitó la contrarrevolución fernandina. El 4 de
mayo de 1814 el recién restaurado rey Fernando VII decretó la disolución de las
Cortes, la derogación de la Constitución y la detención de los diputados liberales, entre
los que se encontraba el diputado Ramón Olaguer Feliú. Comenzaba el regreso del
absolutismo. El día 10 el general Eguía tomó Madrid militarmente proclamando a
Fernando como rey absoluto. Previamente, se había gestado todo un clima de
bienvenida popular.
Fernando VII se opone a los decretos y a la constitución de las Cortes de Cádiz porque
significan el paso de un Estado absolutista a uno constitucional. Es obvio, pero también
hay que subrayarlo con énfasis, porque tras los decretos de igualdad de derechos y de
representación, tras una constitución para «ambos hemisferios», y tras decretar la
constitución de un Estado nacional en el cual los territorios americanos se integraban
como provincias, la Corona perdía no sólo su privilegio absoluto sobre el resto de
individuos, sino las rentas de todo el continente americano que pasaban directamente
a poder del aparato administrativo estatal y no del monarca, al establecer el nuevo
Estado nacional una sustancial diferencia entre la «hacienda de la nación» y
la hacienda real. No podría consentirlo Fernando VII.
Por otra parte, la representación política y la igualdad de derechos de los americanos
se tradujo en una reivindicación de soberanía que colisionaba con la nacional, al estar
ésta concebida por los liberales peninsulares como única, central y soberana. El
conflicto se estableció no solo entre un rey absoluto y la soberanía nacional y sus
instituciones y representantes sino también entre una concepción centralista del Estado
(basada en el gobierno de Madrid) y una descentralizada. Nada nuevo en el universo
de las revoluciones burguesas, podría concluirse, pero la cuestión es que no era,
estrictamente, sólo una revolución española, si se precisan no sólo la nacionalidad sino
también los territorios del Estado en cuestión.
Hasta la década de 1820, la mayor parte del criollismo era autonomista, no
independentista. Podía asumir una condición nacional española, pero a cambio de un
autonomismo en América para todas las cuestiones de política interna, lo que
implicaba la descentralización política y las libertades económicas. Para lograr sus
pretensiones, los americanos planteaban una división de la soberanía a tres niveles: la
nacional, representada en las Cortes; la provincial, depositada en las diputaciones; y la
municipal, que residía en los ayuntamientos. Esta triple división de la soberanía,
combatida por los liberales peninsulares, se legitimaba en los procesos electorales. Con
estas propuestas, el autonomismo americano estaba planteando un Estado nacional no
sólo con caracteres hispanos, sino también desde concepciones federales.
Los americanos depositaron toda la organización del Estado en la capacidad
representativa y administrativa de las diputaciones provinciales como instituciones
capaces de canalizar, administrar y recaudar las pretensiones y necesidades del
criollismo de cada provincia. Esto provocó una doble reacción: por una parte el rey se
opuso al federalismo, dado que los Estados que eran federales o confederales tenían la
república como forma de Estado: los Estados Unidos de América y Suiza. Pero
además, federalismo era sinónimo, en aquellos momentos, de democracia, asociada a
elementos de disolución del Estado absolutista, y por ende tachados de «anárquicos».
En segundo lugar, la propuesta federal de los americanos provocó una reacción cada
vez más centralista entre los liberales peninsulares, que insistían en que la soberanía
nacional (al ser indivisible) no podía delegarse en modo alguno en diputaciones
provinciales y la maquinaria administrativa debería ser manejada sólo desde
la Península.
Tras la década absolutista, frustrada la opción autonomista gaditana, el nacionalismo
ultramarino optó por la insurrección armada, lo que condicionó la situación final
revolucionaria española hasta el triunfo de las independencias continentales
americanas en 1825.

Estos son los rasgos principales de la Constitución:

 Soberanía nacional. El poder reside en la nación, idea opuesta a la soberanía


monárquica.
 
 División de Poderes.
o Poder legislativo: Cortes Unicamerales
o Poder judicial: tribunales
o Poder ejecutivo: Rey, pero con importantes limitaciones:
 Sus órdenes deben ir validadas por la firma del ministro
correspondiente.
 No puede disolver las Cortes
 Veto suspensivo transitorio durante dos años, tras ello la
decisión de las Cortes se convierte en ley.
 Nombra a los ministros, pero estos deben ser refrendados por
las Cortes (“doble confianza”) 
 
 Nuevo derecho de representación. La nación ejerce su soberanía mediante
sus representantes en Cortes.
 Complicado procedimiento electoral por sufragio universal masculino
indirecto en cuarto grado. Derecho de voto: todos los hombres mayores de 25
años, que elegían a unos compromisarios que a su vez elegían a los diputados.
 Igualdad de los ciudadanos ante la ley. Esto supuso el fin de los privilegios
estamentales. 
 Se omite toda referencia a los territorios con fueros, lo que equivalía a
su no reconocimiento. No obstante, los regímenes forales de las provincias vascas
y de Navarra no se derogaron explícitamente.
 Reconocimiento de derechos individuales: a la educación, libertad de
imprenta, inviolabilidad del domicilio, a la libertad y a la propiedad.
 El catolicismo es la única confesión religiosa permitida. La necesidad de
contar con la colaboración del clero en la lucha contra los franceses explica este
rasgo intolerante que choca con el espíritu avanzado de la constitución.

LAS JUNTAS DE GOBIERNO

 Las Juntas de Gobierno fueron organismos políticos que surgieron en Hispanoamérica


a semejanza de la península frente a la crisis de la monarquía en España por la
abdicación en Bayona de Fernando VII y la invasión de Napoleón Bonaparte del reino
de España. Las colonias americanas reaccionaron en forma muy semejante a los reinos
metropolitanos, a través del derecho tradicional, revirtien el gobierno del rey a la
comunidad. Sin embargo las juntas americanas no aceptan subyugarse al gobierno de
la Regencia española reducida a la ciudad de Cádiz, y con el triunfo en su seno del
ideario de la revolución estadounidense y francesa se transforman en los movimientos
de independencia americanos.

Había dos posiciones predominantes en América. Los españoles, particularmente los


altos funcionarios de gobierno y clero, fueron partidarios de que la situación de
gobierno se mantuviera, continuando en sus cargos los virreyes y gobernadores y otras
autoridades, bajo la supremacía del Consejo de Regencia. Por otra parte, los criollos y
algunos españoles, postularon la formación de juntas de gobierno, un fenómeno a
veces denominado juntismo, por cuanto consideraron que la Regencia, asediado en
Cádiz, solo tenía validez para el pueblo español que lo había generado y que su
autoridad no era extensiva a América. A su vez, esgrimieron el argumento escolástico
de que las colonias o reinos americanos eran entidades político-administrativas
independientes de las existentes en la España europea, porque habían quedado
vinculadas jurídicamente a la Corona de Castilla mediante la Bula Inter caetera.
Estando ausente el monarca, ellos tenían los mismos derechos de autogobierno,
porque también se apoyaron en la doctrina tradicional del poder de las Siete Partidas,
que en tales circunstancias les devolvía la soberanía para establecer el orden político
que resultase más conveniente a sus intereses. 

Por ello, en la mayor parte de los territorios americanos, los criollos, a través de los
cabildos, manifestaron sus intenciones y promovieron con éxito en la mayoría de los
casos la instauración de juntas de gobierno locales fieles a la persona de Fernando VII
(pero no al gobierno nacional español o francés), a quien reconocían como legítimo
soberano. Entre 1808 y 1809 se constituyeron juntas en México, Montevideo,
Chuquisaca, La Paz y Quito. Algunas de ellas fueron efímeras, otras perduraron en el
tiempo, pero en sus inicios ninguna tuvo carácter separatista. Con el triunfo en su seno
de las ideas liberales y republicanas venidas de Estados Unidos y Francia se
transformaron en el conjunto de reformas políticas, económicas y administrativas que
condujeron finalmente a la independencia de América.

A semejanza de España, también se formaron en América Las Juntas de Gobierno,


ante el vacío de poder y crisis de la monarquía . Estas Juntas se declaraban leales a
Fernando VII, posteriormente desconocen al Consejo de Regencia, nuevo gobierno
establecido y aspiran al separatismo, reemplazando a las autoridades coloniales, por
otras elegidas por ellos. En esta organización política tuvieron un papel importante los
Cabildos bajo la forma de Cabildos Abiertos, mediante la reunión de vecinos notables
de la ciudad discutieron los problemas políticos del momento y permitió la expresión de
la soberanía popular que cada vez más se inclinaba por la independencia.

Entre 1809 y 1810 se formaron las Juntas de Gobierno en Chuquisaca, La Paz, Quito,
Caracas, Buenos Aires, Bogotá, Santiago de Chile y México; menos en Lima. 

Las primeras Juntas de gobierno aparecen en las colonias americanas después de la


invasión de Napoleón a España en 1808. Napoléon apresó a Carlos IV y Fernando VII,
instalando en el trono a su hermano José Bonaparte. El pueblo español se levantó en
rebelión y en cada pueblo se organizó una Junta de Gobierno (desaparecido el rey el
poder volvía al pueblo). Las juntas se unieron en un Consejo de Regencia, que convocó
a una Asamblea Nacional o Cortes de Cádiz, en la cual cada región incluyendo las
posesiones de América, debían enviar diputados representativos. Los criollos,
basándose en que el papa había concedido las tierras americanas a los Reyes Católicos
y sus sucesores, y no a España o los españoles, se negaron a enviar diputados a Cádiz,
y exigieron a través del Cabildo la formación de juntas de gobierno propias. 
LA REVOLUCIÓN DE MAYO

¿Qué fue la revolución de mayo?

La Revolución de Mayo fue un conjunto de eventos históricos producidos durante el


mes de mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires, en ese entonces capital del
Virreinato del Río de la Plata, uno de los cuatro que la Corona Española mantenía como
forma de gobierno de sus colonias americanas.

Los eventos de la Revolución de Mayo se produjeron en el marco de la deposición


del rey Fernando VII por las fuerzas napoleónicas que se hicieron con el control de
España, cuyo lugar ocupó el hermano mismo del conquistador francés, José
Bonaparte. Tuvieron como consecuencia la deposición del Virrey español Baltasar
Hidalgo de Cisneros, así como de la Junta Suprema Central en tanto entidad política a
la que respondía el virreinato.

La Revolución de Mayo, por esta razón, es considerada como el inicio del  proceso
independentista argentino y del surgimiento formal del primer Estado argentino.
La declaración plena de independencia se produciría años más tarde, durante el
Congreso de Tucumán de 1816.

A continuación, y a modo de resumen de la revolución, exponemos las principales


características.

Características de la revolución de mayo

a) Un cambio de trono como excusa

Tal y como la de otras colonias españolas en América, la población criolla de Buenos


Aires resentía la organización política y económica del sistema colonial, que favorecía
amplia y descaradamente a la España peninsular.

Inspirados por la declaración de independencia de los Estados Unidos en 1776 y por el


descontento revolucionario que ya tomaba cuerpo en el Alto Perú y en la Capitanía
General de Venezuela, y fortalecidos además por su éxito repeliendo las invasiones
inglesas, no tardaron en considerar la deposición de Fernando VII como la coyuntura
idónea para anunciar su desobediencia al nuevo mandato.

Un gesto que daría paso un rato después a la emancipación.

b) La semana de mayo

Estos eventos se dieron a lo largo de una semana, la Semana de Mayo, cuyo inicio lo
establece la caída de la Junta Suprema Central el día 18, y cuyo fin lo marca el ascenso
de la Primera Junta el 25 de mayo.

El día 19 se le solicitó al Virrey un Cabildo abierto para discutir el nombramiento de


una nueva autoridad política, ya que el gobierno español se consideraba acéfalo y por
lo tanto su cargo ilegítimo.

Dicho cabildo fue convocado para el día 22, tras constatar el Virrey que las milicias
también le habían desobedecido. Los miembros del Cabildo, así, asumieron la
autoridad durante la designación de una junta de gobierno, que fue anunciada el día
24 y estuvo integrada por Cornelio Saavedra, Juan José Castelli y, paradójicamente, el
mismo Virrey.

De cara al creciente descontento popular, no obstante, este último presentó su


renuncia al día siguiente y así fue electa la Junta Provisional Gubernativa de la capital
del Río de la Plata.

c) Oposición a la Primera Junta

Si bien la independencia expresaba el descontento de amplios sectores de los criollos,


la aparición de la Primera Junta no fue celebrada unánimemente por el Virreinato.

En Córdoba, el antiguo virrey Santiago de Liniers, héroe de la resistencia a los ingleses,


inició un movimiento contrarrevolucionario que resistió militarmente a las tropas de la
Primera Junta, cuando intentaban hacer reconocer su soberanía en el territorio del
antiguo virreinato. La contrarevolución duró poco, no obstante, y culminó con el
fusilamiento de Liniers.

Similarmente, los criollos de Mendoza se mostraron reacios al nuevo orden, y los


salteños discutieron largamente sobre la conveniencia del proyecto. Montevideo,
Paraguay y el Alto Perú fueron también particular y activamente resistentes.

d) Otras influencias extranjeras

Los preceptos de la Revolución Francesa de 1789, que condujo al derrocamiento de la


monarquía y la declaración de los derechos universales del hombre, bajo el precepto
de Libertad, Igualdad y Fraternidad, jugaron un rol destacado en el imaginario político
de las colonias americanas, inspirándoles la posibilidad de un cambio radical de
paradigmas sociales y políticos.

Por otro lado, el apoyo de Gran Bretaña, a quien convenía la emancipación


hispanoamericana para satisfacer sus demandas industriales de materia prima, a
menudo inclinó la balanza independentista a favor de los criollos, a pesar de que años
atrás hubiese intentado infructuosamente invadir el Río de la Plata en dos ocasiones.

e) La reacción española

La monarquía española, en cambio, intentó resistir los aires de cambio a través de la


promulgación de la Junta Suprema de España e Indias, y tras su fracaso y
desobediencia por parte de los revolucionarios, propuso el Consejo de Regencia de
España e Indias, como una forma de garantizar la dependencia burocrática y política
de las colonias respecto a la metrópoli.

Estas iniciativas fracasaron estrepitosamente y fueron remplazadas, después, por el


aplacamiento militar que condujo a las numerosas Guerras de Independencia
americanas.

f) El papel de la Iglesia Católica

El rol del clero en este conflicto fue ambiguo, ya que la postura oficial de la iglesia
americana fue de condena a los revolucionarios y lealtad al orden monárquico,
llegando al extremo de calificar a los insurgentes de herejes. Sobre todo en los
territorios del Alto Perú, en donde los dirigentes eclesiásticos jugaron un rol importante
en la adhesión de los pueblos al sistema realista.

De hecho, durante la Semana de Mayo el obispo Benito Lué había insistido en la


permanencia del virrey Cisneros en las Juntas de Gobierno venideras.

Sin embargo, los curas y frailes en su mayoría se mostraban favorables al nuevo


orden, y los revolucionarios continuamente insistieron en políticas conciliatorias en
materia religiosa, tal vez reconociendo el influjo de la Iglesia en la cultura de la
América colonial como un factor humano decisivo.

g) Un cambio de paradigma social

Si bien los ideales republicanos y democráticos no fueron implementados de manera


inmediata por el nuevo orden de gobierno, debe tenerse en cuenta el profundo cambio
de patrón que significó la abolición del Virreinato, cuyas autoridades eran designadas
por España.

La implementación de un gobierno que respondiera al bien común, es decir, a una idea


temprana de la soberanía popular y la autodeterminación de los pueblos, significó que
la colonia por primera vez elegiría sus gobernantes teniendo en cuenta sus intereses y
no los de la metrópoli europea.

Un primer paso hacia el escenario independentista, que luego se convertiría a su vez


en el conflicto interno por determinar la forma de gobierno autónomo a implementar.

h) La fractura territorial del Virreinato

Otra consecuencia importante de la Revolución de Mayo fue la atomización del


territorio del breve Virreinato del Río de la Plata, en un conjunto más o menos dispar
de provincias, que una vez liberadas del yugo político español, iniciaron un proceso de
distanciamiento, particularmente notorio en las poblaciones del Alto Perú, Paraguay y
Montevideo.

Esto a su vez sentaría las bases para conflictos militares y territoriales venideros, una
vez lograda la independencia.

i) Un florecimiento editorial

Una vez levantado el control político de España sobre el Río de la Plata, los
revolucionarios abrazaron la libertad de prensa y florecieron las publicaciones
periódicas, a menudo satíricas y folletinescas, pero también en materia de periódicos.
La Gazeta de Buenos Aires, El Grito del Sud, El Correo de Comercio, El Independiente,
La Lira Argentina y otros más vieron la luz en dicho período.

j) Parte de un sentimiento continental

La Revolución de Mayo coincide en fechas con movimientos de similar envergadura a


lo largo de la América colonial, como las Juntas de México y Montevideo (1808); Quito
y La Paz (1809); Caracas, Cartagena, Cali, Santa Fe (Nueva Granada) y Chile (1810);
Paraguay, Tacna, San Salvador (1811) y la de Cuzco (1814).

En su conjunto se les conoce como las Juntas Autónomas Americanas.


Fuentes: 

 https://es.wikipedia.org/wiki/Constituci%C3%B3n_espa%C3%B1ola_de_1812
 https://www.caracteristicas.co/revolucion-de-mayo/#ixzz5RJU7ZoiE
 https://es.answers.yahoo.com/question/index?
qid=20130527191114AAg3bSg&guccounter=1
 http://sucesoshistoricos.blogspot.com/2010/01/las-juntas-de-gobierno-formadas-
en.html
 http://pares.mcu.es/GuerraIndependencia/portal/archivo/fondos/JuntaCentralyCons
ejoRegencia.html
 https://www.ecured.cu/Guerra_de_Independencia_de_Espa%C3%B1a

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