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LA POÉTICA DE LINIERS

Por Rael Salvador

Sólo porque considero que a veces cierto estilo literario se presta para las
fantasías animadas, me voy a meter al mundo fascinante de Liniers (Ricardo
Liniers Siri, Buenos Aires, 1973), quien construye historietas que captan el
pensamiento feliz y lo elevan a la calidad de obra maestra.

Con la sencillez de la acuarela gráfica, configura pingüinitos vitaminados,


pelotas aladas, robot sentimentales (Z-25), duendes con largos bonetes, el
conejo que viste playera a rayas y gafas (él mismo), así como los personajes
inolvidables de Enriqueta, Fellini y el osito Madariaga, la Vaca cinéfila, el
chico Olga y muchos otros que andan por ahí, en los “Macanudo” (Ediciones
de la flor), Bonjour, El misterioso hombre de negro, Cosas que a lo mejor le
pasaron a Picasso o El señor que traduce el título de las películas…

Liniers es un cálido dibujante argentino, de dominio planetario, dotado de una


poética que derrite témpanos en los agrestes mares del subconsciente,
desatando el temporal nocturno de una imaginación titilante que nos permite
acceder a sabias predicciones de humor y amor…

Amigo de Mafalda, a veces la hace su invitada y todos recuperamos una


lección de historia y humanidad que se niega al pretérito del tiempo “no
volver”. Y él dice, como jugando con los lentes en el pudor de su sonrisa, que
el absurdo “es un idioma que habla, lee y escribe a la perfección”.

Pequeños, grandiosos, bellos e inocentes, bondadosos, locuaces, entrañables:


¡La bondad en la belleza de lo poético! ¡Lo poético en la inocencia de lo
pequeño! ¡Lo pequeño en la grandeza de lo entrañable! Es decir, ¡la reunida
pasión de Enriqueta por la lectura y el saber!

Si su ternura resulta desgarradora, es porque unos dibujitos delante de nuestros


ojos descubren el arte del lado de la infancia, mostrando su cara animada en
medio del sillón de lectura o donde la libertad es el campo, seguida de los
oleajes de la noche ebria de astros… lugar en el cual también el misterio nos
deja oblicuos.

Las finas y respiradas narraciones de Liniers a veces son de un absurdo sólo


comprensible para el alma… ¿Cómo decirlo?: pétalos de nieve van puliendo
los colores de la existencia hasta llevarla de nuevo a las luces de Navidad:
verde, rosa, azul, rojo, amarillo, morado… entidades nobles que recuperan la
armonía del mundo en su más nostálgica dimensión: la vida (así de sencillo,
como el aroma de un pino recordado).

Decía René Char, quizá recordando a Borges –pero dándole toda la venia a
Linier–, que “la vida pudiera no ser más que un sueño burlado”.

En la poética de Liniers podemos toparnos con maravillosas tiras sobre el arte,


que son piezas artísticas en sí mismas, como aquella de Picasso y los críticos,
donde el pintor reivindica su maestría… Picasso se encuentra “cubeando” ante
la tela y uno de los críticos murmura: “¿A quién pueden interesarle todos esos
cubitos?”, a lo que, sombrero de copa en pecho, otro príncipe de la crítica
emite, no sin esnobismo, una respuesta despreciativa: “Definitivamente no es
Degas”. Acto seguido (recuadro final), el autor de Las señoritas de Avignon
los echa a empellones de su estudio, sentenciando para la cátedra de la
exclusión: “El arte es la eliminación de lo innecesario”.

Té o café, el osito Madariaga, Fellini y libros de Enriqueta en mano –sueños


para una tarde de lluvia–, porque el color es la música que hace Liniers para
que el Universo no se apague.

raelart@hotmail.com

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