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EL TERREMOTO DE 1797
Nuestra “avenida de los volcanes” muestra, sin duda, uno de los más imponentes
espectáculos de la naturaleza. A lo largo de todo el callejón interandino, dos cordilleras
coronadas de nieve se disputan el cetro de la belleza natural y la primacía de las altas
cumbres andinas. Pero bajo esa nieve reluciente palpita el fuego original del mundo, y,
cuando este estalla, causa terribles estragos en la vida de los hombres. Fue lo que ocurrió en
nuestro país el 4 de febrero de 1797.
Aquella mañana de invierno había amanecido especialmente oscura y gris, pero nada hacía
sospechar que se aproximaba un desastre natural. De pronto, entre siete y ocho de la
mañana ocurrió en un formidable terremoto, de cuatro a cinco minutos de duración y de
carácter ondulatorio, que afectó a la sierra central y a la parte próxima de la hoya
amazónica. Muchos habitantes de nuestras ciudades andinas salieron despavoridos a las
calles y lograron salvarse de la hecatombe. Otros murieron aplastados por sus casas. Y
como era domingo, bastantes más perecieron entre las ruinas de los templos, donde se
hallaban asistiendo a misa.
Dado el carácter del sismo y su duración, la destrucción material fue terrible. Riobamba
quedó prácticamente borrada de la faz de la tierra por el terremoto, a lo cual se agregó que
el cerro de Cullca, situado junto a la ciudad, fue desencajado de su asiento y sepultó a la
mayor parte de las ruinas causadas por el movimiento terráqueo. Además, según los
informes oficiales, en esta ciudad murieron los dos Alcaldes ordinarios y la mayoría del
Ayuntamiento, y solo sobrevivieron “como la octava parte de la nobleza y una mitad de la
plebe”.
Pocos días más tarde del desastre empezaron a llegar a Quito los informes oficiales de los
corregidores del distrito, que en las semanas y meses posteriores siguieron enviando
información cada vez más detallada sobre los resultados del terremoto. Gracias a esa
documentación, guardada celosamente en los archivos quiteños y españoles, los
historiadores podemos reconstruir con bastante fidelidad los distintos aspectos del siniestro.
Los primeros informes en llegar a Quito fueron los de los corregidores de Ambato y
Riobamba, don Antonio Pástor y don Vicente Molina. El primero de ellos fue rescatado de
entre las ruinas de su casa un par de horas después del siniestro e inmediatamente envió al
presidente Muñoz un postillón con el aviso de la destrucción parcial de esa ciudad. El
Corregidor de Riobamba, por su parte, recién pudo informar al gobierno diez días después
del desastre, a causa de la total destrucción de los caminos en su distrito. En su informe
opinaba que “él origen, ó fuente de los males, es el Volcán de Macas, fundado en que el
ruido subterráneo percibían que venia de hacia aquel lado, a lo que se agrega que de cuatro
a seis Años a esta parte se han dejado oír en él truenos internos (que el vulgo llama
bramidos) continuadamente”, agregando que “alguna comunicación con Tunguragua ha
propagado los efectos de su reventazón, pues han vomitado agua y lodo negro de muy mal
olor los cerros llamados Igualata, y el Altar: el primero arrastró con su lodo parte de las
inmediaciones del Pueblo de Guano y del de Cubijíes.”
Al otro lado de la cordillera occidental, en el cercano Corregimiento de Guaranda, el
terremoto fue “tan efectivo que a los primeros movimientos puso en el suelo quasi todos los
edificios y dejó los restantes inservibles... sin que hubiese quedado iglesia alguna en pie en
todas las parroquias, a excepción de una pequeña capillita que se titula Nuestra Señora del
Guayco, y la iglesia del pueblo de Simiátug”, según informó el corregidor Gaspar de
Morales. En cuanto al camino de San Antonio Tariragua, por el que se comunicaban Quito
y Guayaquil, informaba hallarse destruido, “por que los despeños son tales que no solo han
arruinado los caminos, pero han partido los cerros y trastornado a las profundidades, ríos,
quebradas.” Concluía el informante indicando que hasta la fecha de su comunicación (el 8
de febrero) no cesaban los temblores y que él y los sobrevivientes se hallaban refugiados en
“una desdichada chosilla malformada de cuatro palos y un poco de paja”. Posteriormente,
en una de sus numerosas comunicaciones, este corregidor informaría que en su distrito el
siniestro causó un total de 57 muertos, de los cuales 17 blancos y mestizos y 40 indios.
Quince días después de la catástrofe, mientras la tierra seguía temblando en muchos
lugares, el presidente Muñoz pudo reunir variados testimonios, hacerse una idea cabal de
los estragos causados por ésta y enviar al rey un primer informe sobre la situación. Tras dar
los datos generales del siniestro y detallar los daños causados en la jurisdicción de Quito,
exponía en su texto:
“Hasta aquí nada hay que no sea muy ordinario en los temblores de tierra, (pero) lo que
se hará increíble acaso es el trastorno de los altos Montes de estas Cordilleras; de modo,
que todo el terreno contenido entre los Volcanes Cotopaxi, Tunguragua, y Macas, ha
trastornado su faz, levantándose a esfuerzos de un impulso perpendicular el terreno, y
desquiciando de su fundamento los Montes mas altos que se comprendían en él.
De éste trastorno han resultado arruinados los pueblos todos de los Corregimientos de
Latacunga, Ambato, Riobamba, Guaranda y la Tenencia de Alausí, en los que no ha
quedado templo alguno entero: todos son ruina, y los mas han sido sepulcro de parte de los
habitantes. ...
El Asiento de Latacunga... ha sido destruido a impulsos del temblor, y en él ha perdido
S.M. las Casas de la Administración de Rentas Unidas, y de la Fabrica de Pólvora con su
Ingenio...
El Asiento de Ambato... ha corrido igual suerte, habiendo sido mayor el estrago en
algunos de los pueblos de su jurisdicción, en los que ha habido reventazones de agua y
lodo, y han padecido muchas haciendas, y aun se teme nuevos estragos por que hasta oy se
halla detenido el curso del río que lo baña por un grande derrumbo de tierra, que se ha
intermediado, y si no lo vencen las aguas puede acarrearles una inundación.
En la Villa de Riobamba no hay piedra sobre piedra. El Cullca, cerro que le estaba
inmediato, desencajado de su asiento, sepultó la mayor parte de las ruinas que ocasionó el
impulso de la tierra. En todos los contornos de esta Villa han sido tales los desbaratos del
terreno, que deshechos y desconocidos los caminos, no pude lograr noticia de persona que
hubiese entrado ó salido en ella, hasta el día 14 que recibí carta del Corregidor, quien
confirma el estrago, y dice haber quedado vivos como la octava parte de la nobleza y una
mitad de la plebe.
La suerte de Guaranda no ha sido tan infeliz como la anterior, pues no han muerto según
él dicho de su Corregidor sino 16 personas, pero la aniquilación de los edificios es igual
que en los demás pueblos. Lo que si merece mucha consideración, porque se intercepta la
comunicación de toda esta Provincia con la Plaza de Guayaquil, es el desbarato de la
Cuesta de San Antonio de Tarigagua...
El Asiento de Alausí y pueblos de su jurisdicción se hallan en tierra, distinguiéndose el de
Tigsan por las mayores ruinas y número de muertos que ha tenido...
Todas las inmediaciones de la falda del Tunguragua son las que mas han padecido aquí:
Las aventuras de la tierra han sido tan enormes que se han tragado haciendas enteras. Se
han desprendido pedazos de Monte, que hán parado el curso del Río de Patate, cuyas
aguas cuando han podido romper los embarazos han inundado cuanto han encontrado en
su curso. ...
...Según expone el Corregidor de Riobamba, él origen, ó fuente de los males, es el Volcán
de Macas, fundado en que el ruido subterráneo percibían que venia de hacia aquel lado, a
lo que se agrega que de cuatro a seis Años a esta parte se han dejado oir en él truenos
internos (que el vulgo llama bramidos) continuadamente. Supone este Corregidor que
alguna comunicación con Tunguragua ha propagado los efectos de su reventazón, pues han
vomitado agua y lodo negro de muy mal olor los cerros llamados Igualata, y el Altar: el
primero arrastró con su lodo parte de las inmediaciones del Pueblo de Guano y del de
Cubijíes; el que lo vió abrir declara bajo juramento que el momento de desencajarse la
tierra de su estado natural le tiró con el caballo en que iba montado y cayó aturdido: que
cuando se levantó y pudo ya pensar en seguir su viaje que era a Guano, vio cinco bocas en
la cumbre de Igualata por las que salían llamaradas de fuego y saltaderas de lodo que
formaban ríos por la falda, de mucha extensión... y añade... que se acobardó y resolvió no
continuar a Guano sino volverse á Ambato, que cuando llegó ya solo encontró los
escombros de la población.
Todo el espacio de tierra despedazado continúa temblando y eructando los ruidos...
Sabemos haberse extendido los temblores por el lado del norte hasta la Provincia de los
Pastos, bien que sin estragos ni ruinas...
Según las últimas observaciones hechas del Volcán de Tunguragua por el naturalista
Pineda cuando pasaron por Guayaquil las corbetas de S.M. que dieron la vuelta al mundo,
este monstruo estaba lleno de agua hirviendo, y así hecho cotejo del territorio destruido,
que es todo en su contorno, y de los materiales arrojados por las roturas de la tierra, que
son todos negros líquidos con gran cantidad de agua hedionda, por la confección de los
betunes y materiales sulfúreos no puede ser otro el principio de nuestras desventuras que
este Monte. Los estallidos subterráneos permanecen como dejo antes dicho pero desde el
día 15 faltan los temblores que hasta entonces eran seqüela de ellos e infieren por esto los
que viven en donde se padecen, que es un alivio de la inflamación esta especie de
decadencia en los efectos. ...
Como la Villa de Riobamba ha quedado con muy poca parte de su Ayuntamiento, y
falleciesen sus dos Alcaldes Ordinarios, he nombrado dos personas de distinción que
ayuden al Corregidor en las presentes ocurrencias y administración de Justicia.”
Un par de meses después, por encargo del gobierno central, el nuevo Corregidor de
Ambato, don Bernardo Darquea, hizo una evaluación general de los daños en el distrito de
su mando, como conclusión de la cual informó razonada y organizadamente sobre los
hechos acaecidos en su corregimiento,. Entre otras cosas, exponía en su comunicación:
"...Los pueblos de Quero, Pelileo, Patate y Píllaro (son) las jurisdicciones que más ruinas
han experimentado de las reventazones de sus cerros...”
“Jurisdicción del pueblo de Quero:
El cerro denominado Igualata, colateral del volcán Tunguragua, expelió tanta copia de
tierra con mezcla de agua, hacia la parte o costado inverso camino a Riobamba, como á
esta banda de Quero, que cubrió campiñas enteras, y llenó quebradas de una anchura y
profundidas inmensa por donde tomó su curso. Tapó haciendas con sus habitantes y se
llevó cuanto encontró en su dirección. De su reventazón pereció mucha gente y una
infinidad de ganado mayor y menor.
...La reventazón del cerro llamado Mulmul, habiendo bajado a las llanuras mezclada con
agua hecha lodo suelto, produjo iguales daños a los antecedentes.
(Reventaron también los cerros Guizlla, Conchuina, Nivela y Llimpi, todos inmediatos al
Tungurahua, causando similares daños).
Jurisdicción del pueblo de Pelileo:
El Obraje de Temporalidades llamado San Ildefonso se halla situado en los bajíos de la
jurisdicción de Pelileo igualmente que las haciendas Yataqui del finado Baltazar Carriedo
y del Pingue del Dr. Dn. José Cevallos, a la orilla del río de Patate, y del lado inverso de la
de San Ildefonso.
Este se halla situado al pie de tres cerros no muy elevados y en la bajada del camino de
Pelileo a San Ildefonso... hay un potrerillo o ciénega de cortísima extensión. (Se
derrumbaron los tres cerrillos y reventó la ciénega) cuyo material fue el que descendió a
las casas de San Ildefonso y el que sepultó al administrador, su mujer e hijos y otros.
Noté que en las inmediaciones de este potrerillo se hallaba levantada la tierra formando
varios torreones de ocho a diez varas de alto que remataban en punta en figura de pan de
azúcar, y como si por debajo lo hubiesen soplado a fuelle.
...La hacienda Yataqui del citado Carriedo se hallaba en la llanura, y sus casas al pie de
un cerro no demasiadamente elevado del que nacía un manantial de agua cristalina que
caía frente de la casa. (Hubo) reventazón o derrumbe del mismo cerro y del paraje o
terreno plano en que estaban las habitaciones, que siempre se había notado húmedo en
extremo. La triste experiencia ha manifestado que su centro era cenegoso, respecto a que
levantada la tierra y reducida a lodazales disueltos fue a dar como llevada hasta el río de
Patate, con Carriedo, su mujer y demás que se hallaban en Yataqui, de quienes no se ha
sabido hasta hoy en que paraje hubiesen quedado sepultados.
(También hubo una) reventazón de la memorable Moya de Pelileo, que debe entenderse
ciénega o potrero en que pastaban y engordaban ganados, y de los cerritos que circundan
la Moya. Lo más notable es que toda la planicie de este potrero se levantó dividida en
grandes trozos del grosor de dos a tres varas de alto, y en un cuerpo como un navío que
navega fue con tanta rapidez a sentarse sobre todos los edificios arruinados del pueblo de
Pelileo que los que habían escapado de perecer bajo las ruinas de sus casas no pudieron
evitar la muerte al impulso y grave peso de su tan decantada Moya, que los cubrió a
centenares; de modo que parece que el potrero no hizo más que levantarse en trozos de su
sitio y pasar a cubrir el pueblo, sin variar la figura del verdor de su superficie... Solo quien
como yo lo ha visto, podrá creerlo.
(También reventaron) el sitio Chumaqui, cercano a la Moya, y el cerro Guambaló”, que
cubrió la hacienda de El Pingüe del doctor Ceballos, en que pereció este con otros muchos.
Jurisdicción del pueblo de Patate:
(Hubo reventazón o derrumbe de los cerros de Llotupi, Río blanco y La Calera, pero) la
jurisdicción de Patate padeció mas por los desbordes de su río represado que por las
reventazones de sus cerros.
Jurisdicción del pueblo de Píllaro:
...Reventazón de la quebrada Pucaguayco, y derrumbos de sus orillas. ...Reventazón del
cerro y chorrera de Cusatagua, que baxó con mezcla de agua y lodo, que concurrió a la
represa de los ríos causando muertes e infinitos daños.
...La reventazón del cerro llamado Quinuales causó muchos estragos.
...Lo cierto es que en todos los parajes que dejo sentados no se veían mas que rajaduras de
los terrenos, unas mas anchas que otras, y que en algunas quebradas de suelo de cangagua
noté levantada su superficie, como cernida hecha trozos, sin que hasta ahora haya podido
descubrir nadie la causa primordial de estragos tan horribles y efectos tan diversos.
Yo no me atreveré a adivinarla por principios físicos, pero valga lo que valiere diré mi
parecer, dictado a consecuencia de lo que he visto y la razón me inclina. ”
Para completar su trabajo, Darquea (cuya hacienda había sido destruida por un aluvión
causado por el sismo) remitió a sus superiores de Quito muestras de todos los materiales
expulsados desde el interior de la tierra: lava, lodo, betunes, etc. Concluyó opinando que el
causante del desastre había sido
“el elevadísimo cerro de Tunguragua, (que) es un volcán conocido pues que en todos
tiempos ha hecho sus erupciones de piedra y fuego por lo alto de su pico... Me inclinaré
con algunos que esta vez ha hecho su erupción subterráneamente, siendo como es, que todo
lo que le rodea ha padecido el mayor estrago... Es un cerro maestro, volcán conocido y
declarado contra nosotros...”
Algún tiempo después, tras recogerse todos los informes oficiales, se establecería que en
toda la jurisdicción de la Audiencia de Quito el número total de muertos por el sismo había
sido de 12.553 personas, y el de desaparecidos o dispersos de 800. Por distritos, el número
de muertos se distribuía así: Corregimiento de Riobamba, 6.306; Corregimiento de Ambato,
5.908; Corregimiento de Latacunga, 234; Corregimiento de Guaranda, 57: Tenencia de
Alausí, 48.
“Como conozco la bondad del Rey Nuestro Señor le pido sin recelo los alivios que me
parecen convenientes y de caridad para estos afligidos pueblos. Los vasallos que más han
sufrido no son los Indios, sin embargo su extravío los imposibilita por algún tiempo de
volver a sus labores. En este concepto se les podrían perdonar los tributos del año de 96
(Gracia que ya hizo S.M. en el de 57, en que se arruinó Latacunga) y por otros dos años
podrán exonerarse a los vasallos españoles o del todo de la Alcavala en sus compras,
ventas y contratos o hacérsele en ella una rebaja por algún tiempo, equidad que también se
dispensó anteriormente a Guayaquil por el incendio que padeció en el año de 65...”.
“se pretendía que yo abriese las Reales Cajas é hiciese de su caudal una Caridad General
en todos los pueblos que habían experimentado los efectos de la Justa Providencia
Divina”.
“acreditado esta vez mas que nunca hasta donde se extiende su buen talento y actividad,
como que á estas cualidades se debe la expedición de las muchas providencias é informes
que se han dirigido..., y contribuyendo á demas con sus luces naturales á cuanto podía
convenir en la ocasión sin perdonar en este trabajo las noches y días feriados, según lo
requería la necesidad. ... Por tanto -agregaba- lo contemplo digno de que Su Majestad lo
premie en su carrera militar o en la clase de empleos de la que actúa, para la que le
reconozco grande disposición.”
1.- LA ESPECULACION
Uno de los efectos colaterales del terremoto fue el encarecimiento de los productos vitales
en toda la región central del país. La destrucción de caminos, plazas de mercado y bodegas,
la muerte de comerciantes y las dificultades de cosechar y transportar los productos
agropecuarios causaron inevitablemente una anarquía en los sistemas de comunicación y
distribución, con la consecuente elevación de los precios. Pero a esa ineludible
consecuencia del terremoto se agregó la especulación ejercida por comerciantes de otras
zonas próximas, que elevaron notablemente los precios de los productos destinados a
enviarse a la región afectada.
Particularmente grave fue la elevación de los precios de la sal, elemento considerado
indispensable para la preparación de los alimentos. Al haber sido destruido el camino de
San Antonio Tariragua, ubicado en el Corregimiento de Guaranda, por el que se
comunicaba la costa con la región interandina central y con la capital de la audiencia, el
suministro de sal escaseó y los precios subieron rápidamente. Entonces, presionado por las
protestas populares y tratando de mejorar su mala imagen pública, el presidente de Quito
trató de asegurar el normal suministro de sal a la sierra centro–norte y ahuyentar así al
fantasma de la especulación. Con ese fin, el presidente Muñoz de Guzmán envió al
corregidor de Guaranda, Gaspar de Morales, una orden del siguiente tenor:
“Siendo en el día la sal una de las cosas más necesarias en esta Provincia, por haber sido
confundida entre las ruinas de los pueblos la que había acopiada en ellos, prevengo a usted
muy estrechamente que á cuantos reqüantes vayan de estos parajes a ese Asiento, les
obligará usted a su regreso, viniendo vacíos, a que carguen de ella, para surtimiento de los
lugares en que se necesita, procurando remitir la porción que en el día se pueda con los
vecinos arrieros de ese Asiento; pues la escasez que se padece, no permite demora”. 1
“Desde el terrible terremoto que acaeció el día cuatro del corriente, cuantos arrieros han
venido de esas provincias han cargado de sal, pero no obstante de haber aquí muy poca
haré cuanto V. S. me dice en su oficio, procurando remitir la que se pida (de Quito) en
términos que esta provincia no quede sin ella, pues aun que la van subiendo (desde la
costa) no deja por esto de haber quien la lleve.” 2
“Cuidará usted de que en las presentes circunstancias de calamidad y pobreza en que han
quedado la mayor parte de los habitantes... no se aumente el precio de la sal en ese
Asiento, respecto de aquel que tuvo el citado día del suceso (terremoto) para que no les
El Corregidor abrió entonces una investigación entre los comerciantes de Guaranda y las
demás poblaciones del distrito para establecer con precisión los motivos que habían causado
la elevación de precios del vital producto. Se enteró así de los intríngulis del negocio de la
sal, tales como el sistema de transporte y comercialización empleado y sobre todo las
fluctuaciones periódicas de precio que sufría este producto, a consecuencia de las lluvias del
invierno y las dificultades de transportación que existían en esa temporada entre la Costa y
la Sierra, lo cual obligaba a los comerciantes intermediarios del Corregimiento de Chimbo a
acumular la sal en Guaranda y otras poblaciones aledañas, durante la temporada seca, para
desde ahí abastecer regularmente a la región interandina. Una vez en conocimiento de todos
esos detalles, Morales respondió al presidente de la Audiencia:
3 Luis Muñoz de Guzmán al Gobernador de Guayaquil; Quito, 22 de marzo de 1797. En: Expediente
sobre el terremoto de Riobamba, AGI, Quito, L. 251.
“Desde que aconteció… el terrible terremoto, he cuidado que no se alterasen en ninguno
de los víveres los precios a que se hallaban anteriormente, y habiendo querido hacer lo
mismo con la sal se me ha dicho por todos los vecinos, así de este pueblo como de la
Provincia, que todos los inviernos suele subir un real o dos en arroba, respecto a que en
este tiempo no se saca un grano (de sal) de la Bodega (Babahoyo), y si se suele depositar
alguna en el verano para venderla en este tiempo; pero en el día está Guaranda y su
Provincia con tan poca sal que apenas tendrá la precisa que necesita para si. No obstante
he mandado, en vista del oficio de V. S., que si acaso alguno tuviere sal la venda solo al
precio que regularmente se vende todos los años, ó estaba el día antes del terremoto, y así
no podrá servir de disculpa a los que la revenden por esas inmediaciones”. 4
“Cuidaré muy particularmente de que todos los sujetos que tienen su comercio en remitir
la sal al Asiento de Guaranda continúen mandando las porciones que sean necesarias para
el abasto de esa Capital (Quito) y demás lugares comarcanos.” 5
Al fin, como resultado de las rápidas acciones oficiales y de las duras sanciones impuestas a
los infractores, el gobierno logró refrenar la ola especulativa y mantener el precio de la sal
en los límites normales de fluctuación que existían entre las épocas de invierno y verano.
2.- LA CORRUPCIÓN
Como hemos visto antes, el terremoto resultó ser ocasión propicia para la actuación
interesada de muchos “vivos”, entre los cuales el mismo presidente Muñoz de Guzmán y su
sobrino y secretario Gerónimo Pizana. Pero ellos no fueron los únicos ni los más audaces.
Usando y abusando de la imagen de “temebun” o “cuco” que tradicionalmente habían
tenido los indios a ojos de los españoles, ciertas gentes y autoridades del distrito se valieron
de la presencia de aquellos como de un biombo para ocultar sus propias picardías. Así,
buscando que se les liberara del pago de tributos, los ganaderos del centro del país clamaron
Mientras el conflicto político entre criollos y chapetones se ponía al rojo vivo en Quito, se
iniciaba lentamente en el resto del país la dura tarea de reconstruir las ciudades arruinadas
por el terremoto.
Según informara el Corregidor de Guaranda, los vecinos de esta ciudad, pese a que la tierra
continuaba todavía temblando, se dieron de inmediato a la tarea de derribar las ruinas de sus
casas, para evitar nuevos daños y eventuales accidentes; más tarde, se abocaron al esfuerzo
de limpiar los solares en que éstas se habían asentado, con miras a construir nuevas
viviendas, o a reconstruir aquellas casas que solo habían sufrido daños menores.
Igual esfuerzo se desarrolló luego en el resto de ciudades y pueblos de la sierra central,
donde la voluntad del hombre andino se enfrentó, una vez más, a la violencia de la
naturaleza, buscando domeñar a ésta y reconstruir su hábitat.
La única ciudad en que no hubo un esfuerzo reconstructor de este tipo fue Riobamba,
ciudad que fuera completamente arrasada por el sismo y donde la situación exigió de sus
habitantes un esfuerzo todavía mayor, orientado a la construcción de una nueva ciudad, en
otro sitio más adecuado. De este modo, tras reponerse emocionalmente de la catástrofe, los
riobambeños supervivientes se lanzaron a la formidable tarea de remover los escombros de
su ciudad, enterrar a sus muertos y recuperar las pocas pertenencias que no habían sido
destruidas del todo. Luego, sin desmayo, se reunieron en Cabildo Abierto auto convocado
por la ciudadanía (los dos alcaldes, la mayoría de los regidores y la casi totalidad de la
nobleza habían muerto en el terremoto), para analizar todos los aspectos que implicaba la
reconstrucción total de su ciudad. Participaron en esa reunión pública las autoridades
existentes, la nobleza, los gremios artesanales y los caciques indígenas de la región.
Con la mayor generosidad, todos los riobambeños supervivientes se mostraron dispuestos a
contribuir con sus recursos y propiedades para el logro del fin colectivo que buscaban. Y
con criterios similares a los usados por los conquistadores españoles para la fundación de
las ciudades hispanoamericanas, dos siglos y medio atrás, los vecinos emprendieron en el
primer paso de su tarea reconstructora, que era la búsqueda de un lugar adecuado para el
levantamiento de la nueva Riobamba. Como sabemos, un lugar útil a tal fin debía reunir
algunas condiciones indispensables de habitabilidad, recomendadas por la costumbre y
precisadas en las Ordenazas Reales entonces vigentes: ser plano y amplio, de modo que la
ciudad pudiera trazarse según el "plan de las Indias" y crecer en el futuro; tener buenas
tierras, que facilitasen los cultivos y la supervivencia de los habitantes; poseer fuentes de
agua o hallarse cerca de un río; tener "buen aire", es decir, no encontrarse en una región
malsana o pantanosa; etc.
Varios hacendados ofrecieron sus propiedades para el reasentamiento de la ciudad y lo
propio hicieron las comunidades indígenas. Luego, una amplia comisión de vecinos empezó
a recorrer los diversos sitios ofrecidos, con la finalidad de establecer el más adecuado de
ellos. Varios días más tarde, la comisión terminó sus trabajos e informó al Cabildo Abierto
sobre los resultados alcanzados. Tras analizar las diversas opciones, el cabildo se pronunció
finalmente por ubicar la nueva ciudad en el sitio de Tapi, por lo que el Procurador General
de la ciudad y los representantes de la población se dirigieron a la Audiencia de Quito
solicitando la aprobación de lo actuado y la autorización para iniciar la reconstrucción de su
villa.
Según testimonia nuestro primer historiador nacional, el padre Juan de Velasco, los
terremotos determinaron en varios sentidos el desarrollo de la arquitectura en la
sierra ecuatoriana. Uno de ellos fue que impulsaron la construcción de viviendas de
un solo piso, por considerárselas más seguras que las altas, de dos o tres pisos.
Otro, que estimularon el uso del adobe para la construcción de paredes,
acompañado del lodo como mortero, lo cual permitía que la pared y la casa toda
alcanzasen una parecida consistencia y se convirtieran en una suerte de estructura
integrada, que resistía mejor que otras –como el calicanto o el ladrillo con cal– el
embate de los sismos.
Los serranos del Ecuador de la época conocían perfectamente que la más adecuada
estructura antisísmica que existía era la construcción de madera desarrollada en la
costa y conocida como "construcción de puntalería", en razón de que su estructura
básica, hecha de pilares verticales y vigas transversales, estaba reforzada o
apuntalada por piezas colocadas en diagonal ("puntales"), en forma de X o Y, lo
que daba a toda el conjunto una gran flexibilidad y una formidable resistencia;
empero, de poco les servía a nuestros antepasados ese conocimiento, a causa de la
carencia de maderas útiles en la región interandina.
En efecto, a diferencia de lo que ocurría en la costa o en las estribaciones exteriores
de la cordillera andina (yungas), donde abundaban las maderas nativas útiles a la
construcción (roble, amarillo, caoba, guachapelí, balsa, caña guadua, etc.), la sierra
ecuatoriana había carecido tradicionalmente de maderas aptas para la construcción
de casas y edificios, pues sus mayores especies nativas –el capulí, el molle, el
quishuar– poseían troncos deformes y de relativamente escasa longitud, por lo que
su utilidad era limitada.
De otra parte, la distancia a la que se hallaban las ciudades interandinas con
relación a los bosques tropicales volvía muy caro el transporte de la madera para
construcción, lo cual determinó que accedieran a su uso únicamente las clases
pudientes y que el mismo quedara limitado a sólo las áreas constructivas
indispensables: techos, pisos, pasamanos, balcones, puertas y ventanas; en todo
caso, la estructura misma de las edificaciones serranas, aún de las casas de familias
pudientes o congregaciones religiosas, siguió apegada a las tradiciones culturales
traídas por los españoles y de fuerte signo morisco, tales como el uso del adobón, el
adobe, el ladrillo y, más bien excepcionalmente, de la piedra. Eso sí: en las
construcciones de mayor calidad se empezó a usar, cada vez más, "trabas" o
"cadenas" de madera intercaladas en los muros, a cada cierta altitud, para reforzar
su resistencia. Pero las construcciones más modestas, que eran la inmensa mayoría,
siguieron efectuándose con los tradicionales métodos de la construcción de tierra,
complementada con el uso del "chuaguarquero" (tallo seco de la flor del maguey) y
la paja para la fábrica del techo; ello explica las reiteradas mortandades causadas
por los temblores y terremotos a lo largo de la historia ecuatoriana y especialmente
hasta el siglo XIX.
Mencionamos este límite temporal porque, a partir de la segunda mitad del siglo
XIX, ocurrió en la sierra ecuatoriana una pequeña revolución socio-económica a
causa de la introducción del cultivo del eucalipto, efectuada durante el régimen de
Gabriel García Moreno. Las evidencias históricas disponibles nos permiten afirmar
que la llegada y difusión de esta especie maderera, originaria de Australia,
transformó en muchos aspectos la vida de las gentes andinas del Ecuador.
En lo arquitectónico, cambió radicalmente las posibilidades técnicas y los hábitos
de construcción, poniendo al alcance de un creciente número de personas una
madera de alta calidad y resistencia, gran longitud y sorprendente rectitud,
cualidades que la volvían especialmente apta para la edificación. Fue así que, a
partir del presente siglo, la arquitectura popular de la sierra se enriqueció en calidad
y variedad formal con el uso creciente de estructuras y acabados de madera de
eucalipto. De este modo también se incrementó la resistencia antisísmica de las
construcciones serranas y ello explica, en buena medida, que los terremotos del
presente siglo no hayan causado la terrible mortandad que era habitual en estos
fenómenos hasta el siglo pasado.
De otro lado, la rápida difusión del nuevo recurso forestal provocó también una
pequeña y silenciosa revolución en el ámbito de la economía regional. La
generalizada y creciente necesidad de madera de construcción y madera
combustible (leña), impulsó un acelerado cultivo del eucalipto, que se transformó
en un nuevo e importante rubro de producción agrícola, lamentablemente no
contabilizado ni estudiado adecuadamente hasta hoy. Habría que agregar un uso
adicional que se dio a la nueva especie forestal: la formación de barreras naturales
para proteger a los cultivos de la fuerza del viento.
Consecuentemente, el popularizado cultivo del eucalipto trajo consigo un
enriquecimiento de la economía artesanal andina, que, por una parte, multiplicó las
especialidades laborales (madereros, aserradores, carpinteros de ribera, carpinteros
de taller, ebanistas, etc) y, por otra, diversificó y abarató sus productos. Por
ejemplo, el mueble casero de eucalipto pasó a estar al alcance de las mayorías y
ello enriqueció en buena medida la vida de las gentes serranas.
Vista desde otra perspectiva, la presencia del eucalipto causó también un cambio
significativo en la ecología de la región interandina. Las capulicedas y otras
arboledas de especies nativas empezaron a reducirse y en algunas áreas incluso a
desaparecer, ante el impetuoso avance de los grandes y pequeños bosques de
eucalipto, crecidos al calor del entusiasmo campesino, que hallaba en la nueva
especie un recurso natural de beneficio múltiple.
Pero ese mismo entusiasmo impidió que las gentes vieran y previnieran ciertos
efectos negativos que aquel cultivo indiscriminado de la nueva arbórea empezaba a
causar en las tierras andinas. Y es que esta planta requiere para su desarrollo
óptimo de un suelo rico en nutrientes y con abundante humedad, por lo que en
muchos países se la utiliza para disecar y afirmar tierras pantanosas. En el Ecuador,
al ser cultivado muchas veces en laderas pobres, erosionadas y naturalmente secas,
el eucalipto terminó por arruinarlas, lográndose de este modo un efecto totalmente
contrario al deseado, que era el de reforestar el área. De otro lado, el justificado
entusiasmo campesino por esta especie terminó convirtiéndose en una verdadera
obsesión, y esto llevó a que se abandonara el cultivo de las especies nativas de la
región, y particularmente del capulí y el molle, que tienen la virtud de proteger los
suelos y evitar su erosión.
Finalmente, la presencia del eucalipto transformó el paisaje andino. Las imágenes
que los ecuatorianos poseemos del Ecuador de antaño (grabados, pinturas, dibujos,
descripciones) nos muestran un paisaje serraniego con molles y capulíes, con lomas
cubiertas de chaparro y casas campesinas de un solo piso. A partir del presente
siglo, las fotografías de ciertas regiones de la sierra ecuatoriana revelan un paisaje
distinto, poblado de eucaliptos, de casas campesinas de dos pisos y de lomas
cortadas y subdivididas por los estrechos linderos del minifundio.
Ahí, en las imágenes, ha quedado para la historia un rico testimonio de los cambios
naturales y sociales ocurridos en nuestro pequeño mundo de valles y montañas.