Sie sind auf Seite 1von 29

PAV.2.

Historia Latinoamericana

Alumna: Coria, Silvana

Serge Gruzinski: La red agujereada

El primer occidente que conquistará América (imperio de Carlos V), estaba


constituido por un conglomerado de etnias y lenguas, cuyos intereses eran
contradictorios y poseían restringidas posibilidades de acción. El único proyecto
consistente y coherente de los españoles fue la cristianización, que se apoyaba
en medios humanos absolutamente irrisorios.

Los primeros ámbitos atacados por la occidentalización fueron las más


directamente expuestas, es decir, los de la nobleza indígena. La conquista
española, transformó el conjunto de puntos de referencia, de certidumbres
implícitas y explícitas, de identidades que apoyaban la existencia de esta clase
dominante, oponiéndole y esforzándose en inculcarle su propio enfoque de la
realidad.

La execración y la prohibición de la “idolatría” por parte de la Iglesia


constituyeron un fenómeno totalmente diferente del enfrentamiento de un culto
contra otro, situación ante la cual los indios habían adquirido gran experiencia.
La negación española de la autenticidad de los dioses indígenas, “sus
falsos dioses”, cuestionaba el reconocimiento mismo de los sacerdotes
indígenas, sus “normas de vida”, la “costumbre de los antepasados” y todo el
legado de las culturas anteriores hasta el punto de restar sentido a su
existencia y realidad para instalarla en la muerte y la nulidad. Aniquilar las
estructuras de viabilidad del mundo indígena.

Atacaba los fundamentos de toda identidad previa, los dislocaba y


sustituía el ancestral patrimonio étnico, comunitario y del linaje, en “una
red de agujeros”.

Ciertos sectores de la casta sacerdotal que pudieron sobrevivir a las guerras y


masacres, escogieron la vía del rechazo y de la clandestinidad: la de la
idolatría, para retomar el calificativo español y cristiano.
Con objeto de preservar la integridad del mundo antiguo, que garantizara su
identidad esencial de “servidores de los dioses” y legitimara el origen étnico,
religioso e histórico de su poder, estos indios se opusieron al cristianismo. Sin
embargo, llegaron a adquirir una identidad ficticia; se vieron arrastrados,
muy a su pesar, a debates sin precedentes y obligados a utilizar una
argumentación occidental para denunciar al dios cristiano.

Esta identidad nueva, colonial, constituía una de las numerosas consecuencias


de la cristianización, que rompía irremediablemente la homogeneidad religiosa
del mundo mesoamericano.

Hacia 1550, nuevas generaciones llegaron al poder, rompiendo con la idolatría.


Su adhesión masiva a la corona española desmanteló, definitivamente, a las
sociedades mesoamericanas.

La conversión y la colaboración fueron el fruto de la educación franciscana


recibida por los jóvenes nobles después de la conquista. También es necesario
ver en esta adhesión la necesidad existencial de llenar el vacío, “la red de
agujeros”, creado por la conquista, la necesidad de adaptarse a las
nuevas reglas del juego intentando salvar lo esencial: el patrimonio, la
memoria y los privilegios de la antigua clase dominante.

La nobleza indígena emprendió la aventura de construirse una identidad


apropiada y de conciliar su visión del mundo con la realidad colonial tal como
debía enfrentarla y tal como el otro, el español, podía percibirla. De esta
manera, la nobleza indígena aprendió a adecuarse al modelo que le ofrecía la
corona española.

No obstante, la nobleza cristiana, como la idolatra, se vieron enfrentadas a la


misma dificultad, qué hacer con el pasado anterior a la conquista, por la cual,
surge un pasado remodelado.

Una nueva memoria para una nueva identidad. Pero también nuevas formas de
expresión que ligaban los sostenes tradicionales, los códices, los glifos y la
tradición oral al prestigio reciente y exótico de la escritura alfabética. La
tipografía, el canto gregoriano, la pintura renacentista, el grabado, el latín, la
contabilidad a la europea, fecundaron una cultura mixta como las hay muy
pocas en el Occidente moderno.

Esta aristocracia ilustrada logró, por medio de sabias dosificaciones,


insertar una parte del legado prehispánico dentro del cuadro cristiano,
español y colonizado.

Las transformaciones del escenario colonial durante el siglo XVII, hicieron


abortar profusamente las tentativas que acabamos de describir. La
catastrófica reducción de la población indígena, el refuerzo constante de
la presencia española, la imprevista aparición de los mestizos, las nuevas
preocupaciones de la Iglesia, asestaron un golpe, con frecuencia funesto,
a la autoridad de la nobleza autóctona.

Los otomíes se habían convertido en una minoría étnica perdida entre otras. Su
identidad se reducía a las estrechas dimensiones de una subcultura urbana
replegada, esencialmente, en la lengua y los lazos del parentesco. Sobre todos
ellos, pueblo y caciques, pesaban los agobiantes estereotipos forjados por el
racismo más desenfrenado

A pesar de ello, los caciques, a falta de un presente decente, se hicieron de


un pasado glorioso al que dotaron de una identidad ficticia. En la que se
denotaba una voluntad encarnizada de identificarse con el conquistador
haciéndose católico y de reproducir al colonizador basta el punto de sustituirlo.

En el transcurso de estos tres siglos de dominación colonial, la nobleza


indígena había elaborado, acondicionado y difundido una identidad indígena
que oscilaba entre la referencia social y de linaje, entre una percepción
cristiana de la naturaleza humana y el sentimiento de una indianidad de una
“condición indígena” a la cual no podía escapar totalmente.

Muchos de los pueblos originarios eran teócratas, la cúpula religiosa dominaba


parte de la convivencia social y económica de ellos. Su poder se centraba en la
comunicación con los dioses a los cuales se conoce luego como brujos,
chamanes o “curanderos”, que eran perseguidos y llamados paganos.

Los indígenas creían en la llegada del mesías (mesianismo), donde los


justos serían recompensados y los injustos castigados, esto es una
visión cristiana y de la cual se apropian estos pueblos añorando la
destrucción de la dominación europea y la construcción de un mundo dominado
por indígenas.

La colonización de lo imaginario

las brechas que separaban los sistemas de representación o los sistemas de


poder se derivaban de una separación más global, subyacente y latente,
vinculada a la manera en que las sociedades enfrentadas se representaban,
memorizaban y comunicaban lo que concebían como la realidad o mejor
dicho su realidad.( Realidad de la cual emanaba todo el orden social, político,
con sus propias jerarquías, sistemas de poder, saberes de organización o de
acción se vio desarticulada producto de la separación, típica en los
monoteísmos, de los mundos)

Los evangelizadores querían que los indios brindasen su adhesión a lo


sobrenatural cristiano. La empresa resultaba al mismo tiempo fácil e
insuperable. Fácil, porque pese a las distancias considerables que los
separaban, ambos mundos estaban de acuerdo en valorar lo suprarrenal al
grado de hacer de ello la realidad última, primordial e indiscutible de las
cosas. Insuperable, porque la manera en que la concebían difería por todos
conceptos.

Respecto a la creencia, en general los indios la interpretaron como una


transferencia de fidelidad a una potencia nueva. Por su parte, evangelizadores
y conquistadores, tomaron a los dioses indígenas por manifestaciones múltiples
de Satán. Por lo tanto, adquiría para los religiosos la realidad amenazadora y
sombría de lo demoniaco. La Iglesia restringía de un modo singular su territorio.
Por regla general, excluía estados (el sueño, la alucinación, la embriaguez) a
los cuales las culturas indígenas concedían una importancia decisiva. Mientras
que esas sociedades se mostraron ávidas de descifrar los sueños, la Iglesia
combatió su interpretación negándoles toda importancia, limitando el campo de
la realidad significante haciendo de lo que ella excluía manifestaciones del
demonio.

Faltaba aún hacer entender a los indios los conceptos y los criterios que
organizaban la realidad definida por la Iglesia. La inmensa labor emprendida
por los religiosos chocaba con obstáculos infranqueables de los indígenas. Fue
así, que el mecanismo más aceptado para dicha transmisión fueron los frescos,
las pinturas y las esculturas. Sin embargo, la coacción cultural se abre paso
a través de la iconografía y el universo indígena se traslada de formas
sutiles a las imágenes cristianas, pintando al crucificado en medio de sus
divinidades o, más prudentemente disimulaban las imágenes antiguas detrás
de una pared o dentro de un altar, resultando, una misma forma comunicación
con lo divino por el camino del sueño o de la visión. Para suspender esta
distancia, era preciso que los indígenas tuvieran la experiencia subjetiva de lo
cristiano, que tuvo lugar por relatos de apariciones de la Virgen o santos que
llevaron a una heterogeneidad, afianzando la doctrina cristiana que no fue más
que un método de sometimiento de mentes hábiles en terrenos inhabitables
para la Corona española. El signo distintivo de esta subversión de la
realidad religiosa: La Virgen de Guadalupe.

Halperin Donghi: Capítulo I: El Legado Colonial

Durante el periodo colonial, lo que había movido a España a formar un vasto


imperio en América fue la búsqueda de metales preciosos, y así fue que la
organizó en función de este objetivo. El núcleo de la colonización estuvo en las
Antillas, el corazón de este imperio estuvo asentado en México y el Alto Perú,
durante más de dos siglos y medio, hasta el siglo XVIII.

El sistema colonial español tenía el objetivo principal de obtener la mayor


cantidad posible de metálico con el mínimo de recursos. El sistema comercial y
tributario metropolitano (de España) se orientó hacia ese fin y ello acarreo
algunos efectos. Las consecuencias de este sistema comercial para la
economía hispanoamericana eran múltiples. La primera de ellas era la
supremacía económica de los emisarios locales de la economía metropolitana:
el fisco y los comerciantes que aseguraban el vínculo con la Península, el
mantenimiento de otras actividades económicas por fuera de la circulación
monetaria.
Los sectores y la metrópolis si bien perseguían intereses en partes dispares,
lograron convivir inestablemente durante mucho tiempo gracias al botín de la
conquista. No solo el metálico sino también los hombres y las tierras.

Requería de un mercado capaz de absorber su producción (a diferencia de la


comunidad agraria indígena que era de autoconsumo).

Dentro del orden económico colonial, la explotación agrícola estaba subsumida


a la mercantil y minera, ello sin embargo, no le impedía desarrollar una
economía de subsistencia. La función del sector agrícola es, dentro del orden
colonial, proporcionar fuerza de trabajo, alimentos, tejidos y animales de carga
a bajo precio para ciudades y minas.

Hacia el siglo XVIII comenzaban a darse transformaciones en el orden colonial,


pero las más importantes de todas fueron las reformas borbónicas, que
implicaron una reforma administrativa, económica y militar de todo el imperio.
Esta reforma implicaba, la creciente pérdida del control por parte de España de
las colonias, así como una voluntad metropolitana por modernizar esa relación.
También, el descubrimiento de las posibilidades de las colonias como
mercado consumidor, lo cual supuso la instauración del libre comercio entre la
metrópoli y las colonias. También estas reformas significaron un mayor control
fiscal y militar.

Algunas de las consecuencias de esta reforma que se pueden mencionar son,


la fragmentación de las distintas colonias que ahora solo se vinculan
directamente con la metrópoli; España lejos de convertirse en una proveedora
industrial de las colonias, aparece como un intermediario entre ellas; hay un
mayor resentimiento criollo a la hora de relacionarse con los peninsulares, ya
que estos son desplazados y pierden poder; Si bien mejoró la eficacia
administrativa, la corrupción y la indisciplina de los funcionarios persistió; se
conservó y efectivizo la función política de la iglesia, que no era mal vista por
los sectores subalternos. Las reformas supusieron grandes cambios en algunas
regiones, incorporaron a las desigualdades ya existentes, otras nuevas.

Las comunicaciones entre las distintas regiones eran más seguras y eficientes
mediante el transporte ultramarino. Debido a la importante gran fragmentación
que se encontraba en el territorio hacia fines del siglo XVIII.
En este contexto se da una Hispanoamérica contradictoria. En la cual hay en
su conjunto, algunos rasgos comunes, la incidencia de la iglesia en lo social,
político y económico; la existencias de casta bien definidas y reafirmadas, en
donde la supremacía la tienen los blancos peninsulares y cristianos, la
diferenciación por castas es un elemento estabilizador, destinado a impedir el
ascenso social de los sectores urbanos inferiores mediante la administración, el
ejército y la iglesia. En este contexto, el ascenso social era prácticamente nulo.

A continuación, se presentan las principales regiones de Hispanoamérica, su


desarrollo y organización económica, orientándonos en sus producciones y en
cuáles son las poblaciones que eran mayoritarias en estas zonas.

Nueva España (Actual México): Esta región históricamente más importante y


próspera de todas las colonias españolas, se diferenciaba del resto del imperio;
El norte de México, ganadero y minero era subsidiario del México central,
abasteciéndolo con ganadería; Las tierras bajas del este, más despobladas
tenían un surgimiento del azúcar a fines del siglo XVIII; El centro tenía una
industria artesanal relativamente importante destinada al mercado interno; los
sectores dominantes del México central y meridional eran grandes
comerciantes de vera cruz (muchos de ellos peninsulares tras la reforma
borbónica); la autonomía de la minería respecto al comercio, tanto la minería
como la ganadería eran dominadas por los sectores criollos; la riqueza estaba
concentrada en pocas manos, existiendo una gran miseria popular con una
gran desigualdad. Una clase alta se dividía en los mineros, fundamentalmente
criollos, y los grandes comerciantes y terratenientes, predominantemente
españoles; El crecimiento demográfico del siglo XVIII, sobre todo en el sector
de autoconsumo y las migraciones internas que junto a este fue absorbiendo
todo ese empleo; La clase media no es aceptada en los cargos burocráticos,
estos eran reservados solo a los peninsulares. Así, este clima de prosperidad
comenzaba a mostrar sus facetas más negativas, que terminarían por hacerse
ver claramente a entrada del siglo XIX.

Las Antillas españolas (Cuba): Esta región era tradicionalmente ganadera


hasta el siglo XVIII, desde principios de este último se orienta hacia la
agricultura tropical; y el tabaco como segundo rubro pero este fluctuaba; a
partir del siglo XVIII, la introducción del azúcar; (esta expansión fue acelerada
por la favorable coyuntura internacional, la guerra de independencia de EE.UU,
abre la economía cubana al contacto de estos aliados de España, luego la Rev.
Francesa y las guerras civiles en España les asegura una nueva y más rápida
expansión); La explotación del azúcar, la escases de capital, pequeñas
unidades de explotación, mano de obra esclava; Los propietarios en un
principio, también eran comerciantes pero posteriormente se van a volver
simplemente productores y los comerciantes van a estar dominados después
de las reformas borbónicas solamente por peninsulares.

América central (organizada en la capitanía general de Guatemala): frente al


crecimiento de México y Cuba, ésta se mostraba más estática; más del 50% de
la población es originaria. En Guatemala hay un mayor predominio indígena,
tierra de grandes haciendas y comunidades indígenas orientadas hacia el
autoconsumo; El Salvador, tierra más tropical, poblada por originarios y
mestizos, una propiedad más dividida, los comerciantes dominan la economía,
su principal producto en la economía internacional es el índigo; Honduras y
Nicaragua, son tierras de ganadería extensiva, tiene escaso desarrollo, poblada
por mestizos y mulatos; Costa Rica, mas despoblada de todas hasta 1750, se
establecen colonos gallegos que desarrollaron una agricultura de
autoconsumo.

Nueva Granada (Actual Colombia): Región muy compleja, fragmentada por


accidentes geográficos, su principal producto de exportación es el oro
(explotado desde el siglo XVI), cuya producción creció fuertemente en el siglo
XVIII; Cartagena (en la costa), estaba el poder militar español, y su población
era fundamentalmente blanca y mulata; en el interior, mestizo y en menor
medida blanco; mano de obra esclava para la minería; la meseta es ganadera y
agrícola, gran parte de la tierra en la que se desarrollaban estas actividades
estaba en manos de grandes terratenientes (Bogotá); en el resto del territorio,
la propiedad estaba más dividida (Antioquia).

El contrabando era muy importante, y proveía al Virreinato de Nueva Granada


de importaciones europeas; pero éstas, a su vez, frenaban el desarrollo de las
producciones locales. La población era de un millón de habitantes a fines del
siglo XVIII, pero ninguna ciudad de más de 30.000 habitantes.
Venezuela: a diferencia de Colombia, está volcada al mercado ultramarino y
está más integrada; dedicada a producir para la exportación, sobre todo cacao
en la zona costera; en las zonas de montaña se cría ganado menor, Entre la
Cordillera y el río Orinoco, se encuentran los llanos, con ganadería de vacas y
mulas; fue una región afectada por las reformas borbónicas; la importancia de
la producción del cacao es tan importante como la del café, el índigo o el
algodón; la agricultura costera y de los valles andinos se encuentra en manos
de grandes propietarios (terratenientes criollos) que usan mano de obra
predominantemente esclava; los señores del cacao dominan la economía
venezolana.

Ecuador (Quito): Presenta una acentuada oposición entre la costa y la sierra;


en la costa se desarrolla la agricultura tropical para exportación ultramarina
(Guayaquil produce cacao de menor calidad que el venezolano); agricultura de
plantación con mano de obra esclava, por lo que predomina la población negra;
la sierra es de predominio indígena, y una minoría blanca propietaria aislada
del comercio ultramarino; en Quito la población es blanca; se cultiva algodón,
que es utilizado en artesanías domésticas; cierta producción es destinada al
Rio de la Plata (costa), y gran parte para el autoconsumo; es de autoconsumo;
persistencia de lenguaje prehispánico; existe una clase alta indígena, que
mantiene el poder delegado por las clases dominantes blancas.

Virreinato del Perú: Crisis tras la subdivisión del virreinato neogranadino y


sobre todo el rioplatense, que arrebata a lima el dominio mercantil de la meseta
alto peruana quedando en manos del virreinato del rio de la plata; aumento de
la producción de plata en tierras bajo peruanas; la minería seguía siendo la
base de la economía y el comercio ultramarino de Perú; la sierra del norte,
mestiza y mejor incorporada al comercio con otras colonias; en esta se
producen textiles domésticos y frutas, se crían mulas, lo que se exporte a Quito
y el sur de Perú; En la costa predomina una agricultura orientada al mercado
Hispanoamericano, agricultura de haciendas y esclavos, desde esta se
exportan productos tales como: aguardientes, vino, algodón y azúcar y arroz;
Las sierras del sur, cuya capital es El Cuzco, gran centro de población indígena
peruana, se dedicaba a la minería, y desarrolla una agricultura de subsistencia,
y una ganadera que se vuelca sobre todo en la artesanía doméstica,
predominan las comunidades indígenas; la agricultura serrana oprimida por
clases altas españolas e indígenas; las clases altas locales subsumidas a las
de lima; esta última divide muy desigualmente sus lucros con el comercio
metropolitano del que es emisario. Es decir, que debe compartir sus ganancias
con la metrópoli.

Chile: es una de las regiones más aisladas de todas; En el siglo XVIII, había
tenido un crecimiento lento, en la producción de metales preciosos para la
exportación; hay poca diversificación en la economía por falta de compradores,
solo lima le compra trigo; la población crece más rápido que la economía, y es
sobre todo rural y formada por blancos y mestizos; el avance demográfico, se
da sin transformaciones notables de la estructura social, el campo es dominado
por la gran propiedad, la explotación semi-feudal, sube la proporción de
peninsulares, hay más burócratas y comerciantes en las clases altas, No se
logra integrar a los indios ( araucanos) a la sociedad, sin embargo, se genera s
lo largo de tres siglos un importante sector mestizo con fuerte influencia cultural
española; escaza población negra y mulata.

Virreinato del Rio de la Plata: Es la más profundamente afectada por las


reformas borbónicas; Por razones políticas (necesidad de frenar el avance
portugués) la Corona Española apoya el desarrollo del Río de la Plata, Buenos
Aires, es el centro del comercio de esclavos del sur del imperio español; La
economía tradicionalmente estaba dirigida hacia lima, ahora se dirige hacia
buenos aires, lo que hace que esta crezca mucho; una clase mercantil
rápidamente ampliada, gracias a la inmigración española, y enriquecida que
domina por la concentración de la producción proveniente del alto Perú; En el
interior se abastece al alto Perú, con producciones como: mulas y lanas,
cueros, carretas, Buenos Aires y el litoral son mercados auxiliares, aunque el
libre comercio con España a partir de 1778 lo perjudica; el litoral rioplatense
crece en la segunda mitad del siglo XVIII; La región pampeana del litoral esta
privilegiada por una clara propiedad de la tierra que permite una ganadería
extensiva y gracias a ella reducir las amenazas indígenas; Montevideo, rival de
Buenos Aires le resulta difícil luchar contra esta última debido a su riqueza
mercantil.
Paraguay: misiones, con la expulsión de los jesuitas entra en decadencia; pero
sigue produciendo algodón y yerba mate; pero pierde mercado lentamente con
Paraguay; esta última es prospera, tiene una fuerte presencia de pueblos
originarios, dominada por colonos peninsulares; no solo produce yerba, sino
también tabaco y ganadería vacuna.

Alto Perú (actual Bolivia): Núcleo demográfico y económico del virreinato


rioplatense; mayor dependencia de la minería, que es su principal explotación,
pero ha entrado en decadencia por la baja explotación; en torno a las minas se
expande la agricultura alto peruana y una actividad textil artesanal, mano de
obra indígena; al lado de las ciudades mineras, surgen comerciales, siendo la
más importante “La Paz” centro, densamente poblada de indígenas, establece
el vínculo entre Potosí y el bajo Perú; se ve perjudicada por las reformas
borbónicas, que le quitan autonomía introduciendo españoles peninsulares,
que van debilitando las estructuras del alto Perú; tiene una población de
indígenas y mestizos elevada, con muy escasa minoría blanca.

Brasil: ha sido más transformado por el siglo XVIII que Hispanoamérica; su


zona nuclear se ha trasladado del norte azucarero al centro minero, y se
expandió territorialmente; Hasta fines del siglo XII este se había centrado en la
producción del azúcar, pero en este mismo periodo cae en decadencia tras la
extensión de la agricultura del azúcar a las Antillas, la cual suponía una mayor
competencia en el mercado, lo que hacía que el precio de esta disminuyera,
por lo tanto había que compensarlo con una mayor producción; Brasil al no
estar bien preparado para esta competencia, donde su industria azucarera se
caracterizará con cierto arcaísmo organizativo y técnico, reemplazó esta por la
ampliación minera en su centro, y también por la ganadería y la caza de indios
para su venta como esclavos en las tierras de azúcar; esta caza se da, debido
a que la economía azucarera había sido demasiado golpeada y no contaban
con moneda suficiente obtener esclavos africanos. Fue el descubrimiento del
oro (1698) y el de diamantes que cambian el destino de Brasil; estos minerales
existentes en la zona de Minas Gerais, produjeron una nueva riqueza para
Brasil; también permitieron retomar la importación de esclavos africanos; y
facilito la inmigración metropolitana como en ningún otro país en
Hispanoamérica; a fines del siglo XVIII, la explotación minera haba cerrado su
ciclo de prosperidad; en la costa de Rio de janeiro, la nueva capital brasileña,
se producía arroz y algodón los cuales competían con el azúcar; Rio grande
era ganadero, con un mercado externo para sus cueros y uno interno para la
carne; Estas regiones serían las más prosperas hacia fines del siglo XVIII en
contraposición a las zonas mineras y azucareras, que habían entrado en
decadencia y que antes eran las más prosperas al principio del imperio
portugués; Las reformas pombalinas facilitaron la integración económica con
Inglaterra, lo que sería relevante durante la primera y la segunda mitad del s.
XIX. La sociedad brasileña era menos influida por líneas de castas que la
española, el principal límite de casta era la esclavitud; por otra parte, la mayor
importancia de inmigración metropolitana, favoreció el surgimiento de una
aristocracia íntimamente vinculada al mercado ultramarino, a diferencia de
Hispanoamérica; Los hacendados ganaderos del centro y del sur si bien
dependen, en cierto punto de la aristocracia comerciante, tendrán un poder
local muy sólido, la diferenciación entre los productores y mercaderes es
distinta aquí en Hispanoamérica, en Brasil hay desde comienzo un amplio
sector agrícola dominado de una forma homogénea por una clase terrateniente
que produce para ultramar; La metrópoli (Portugal), menos poderosa, no
puede tener una política económica tan determinante como ha sido la de
España; muy tardíamente tiene una administración colonial, comparable a la
Hispanoamericana, esto hiso que la cohesión económica entre metrópoli y
colonia sea menos sólida. Al igual que en Castilla, en Portugal la corona no
puede llevar adelante por si sola la exploración y conquista, es por ello que
concede ciertas atribuciones y autonomías a los sectores dominantes locales.

En Brasil, no se dieron reformas del tipo de la Hispanoamérica (América


española) en parte por el poder menor que tenía Portugal. En Brasil la corona
no garantizaba ni las tierras ni la mano de obra como si lo garantizaban en la
América española. Lo cual también contribuye a explicar el porqué de la mayor
autonomía brasileña. Pero la principal diferencia entre la estructura social
brasileña y la de las colonias españolas en América, es que esta última, la
posesión de la tierra y la de la riqueza no van juntas. En Brasil si se suelen
acompañarse y eso da a las clases dominantes locales un poder que les da,
que les falta, que no tienen en la América española. Por eso, la creación del
poder central no puede darse en Brasil en contra de los poderes locales que
pueden dominar las instituciones creadas por los que controlan. El poder
central, nace aquí débil y se ejerce conforme a esa debilidad. Por otro lado, el
personal eclesiástico en Brasil de fines del siglo XVIII pertenecía a estas clases
dominantes locales sin parangón en la América española.

Capítulo II: Crisis de Independencia 1810-1825

El edificio colonial que había durado varios siglos, entró en rápida disolución a
principios del siglo XIX; en 1825 Portugal había perdido sus tierras americanas,
y España solo conservaba a Cuba y Puerto Rico.

En Hispanoamérica, la reformulación del pacto colonial tuvo un éxito parcial,


justamente porque éste habría nuevas posibilidades a la economía indiana, por
tanto España queda como una intermediaria entre sus colonias y las industrias
europeas. La lucha por la independencia en este aspecto, sería una lucha
por un nuevo pacto colonial, por accesos menos restringidos a los
mercados de ultramar, Y una parte menos reducida del precio allí pagado
por sus frutos.

Al lado de la reforma económica estaba la reforma político-administrativa


impopular por la preferencia de la corona por los funcionarios
metropolitanos.

La causa del fin del orden colonial tampoco se halla en la renovación


ideológica, aun colocada bajo signo ilustrado, no tenía contenido políticamente
revolucionario. Eran críticas a la economía o de la sociedad colonial pero que
no implicaban una discusión del orden monárquico o imperial. Estaba lejos de
ser una ruptura total con el pasado. Se basaban en una fe donde el rey era la
cabeza del cuerpo místico. A fines del siglo XVIII, esa fe antigua y nueva, tenía
sus descreídos. Esto se comprueba en la aparición de los movimientos
sediciosos, pero no se toman como revoluciones, ni están atados a la
renovación de las ideologías políticas; desde Nueva Granada hasta el Alto Perú
no se ve ningún rasgo homogéneo ni nuevo. El episodio que clarifica esta idea
es el de la guerra de castas en Perú, guerra de indios contra blancos y
mestizos (bajo Perú), y de indios y mestizos contra blancos (Alto Perú). Los
blancos permanecerán fieles al rey, (no por fidelidad) para mantener su
hegemonía contra las otras castas indias y mestizas que le amenazaban.

Si bien existieron otros episodios con apoyos más unánimes (como el


alzamiento comunero del Socorro, Nueva Granada), no eran más que
fenómenos locales de protesta, que venían desde la conquista. Sin embargo,
estos movimientos anunciaron las debilidades estructurales del sistema
colonial.

Los signos de descontentos de círculos sociales secretos de algunas


ciudades latinoamericanas, están más ligados a las revoluciones
(movimientos emancipadores), que a las sediciones, a partir de 1790, van
apareciendo varias figuras y hechos dentro del nuevo escenario rebelde, como
la declaración de los derechos del hombre; las “conspiración de francesas”; el
movimiento republicano de Minas Gerais que es descubierto y reprimido en
1789. Estos, produjeron varios Mártires y desterrados como, Tiradentes
Francisco de Miranda; otros desterrados se pueden ver en África, prisioneros
de la metrópoli, o exiliados en Inglaterra y Francia, como Bolívar, o Gregorio
Funes, eclesiástico que trajo consigo ideas liberales para Buenos Aires. Este
avance es consecuencia de un proceso amplio a partir de 1776 y 1789 que es
la existencia de una América republicana y una Francia revolucionaria,
respectivamente. Esto hace que esa novedad interese cada vez más a
Latinoamérica (Portugal neutral, y España ocupada con la guerra napoleónica)
tanto que hasta fieles funcionarios metropolitanos ven la posibilidad de la
desaparición de la corona. Que a partir de 1795, esta degradación del poder
español se va a hacer más profunda.

La guerra entre España y Gran Bretaña domina el Atlántico y separa


progresivamente a España de sus colonias, impidiendo el envío de soldados y
gobernantes, también hace imposible mantener un monopolio comercial. Así,
España adoptaría algunas medidas de emergencia “las reformas comerciales
de Carlos III” que flexibilizaban el comercio de las colonias, las son recibidas
con gran entusiasmo en las colonias. Alejada la presión metropolitana, estas se
sienten enfrentadas con posibilidades inesperadas (en el caso de buenos aires,
aparece un economista ilustrado que la considera capaz de ser un centro del
mundo comercial, por tener los recursos suficientes para ocupar ese rol. Y en
efecto, el horizonte comercial se amplió a Hamburgo, Baltimore, Estambul, y el
Indico; lugares desaparecidos de la realidad europea que estaba en guerra).
De allí una conciencia más viva de la divergencia de destinos entre España y
sus indias, y una confianza en las fuerzas económicas de estas últimas, que se
creen capaces de valerse solas.

La transformación es paulatina: solo Trafalgar, en 1805, da el golpe de gracia a


las comunicaciones atlánticas de España. Por otra parte, el desorden comercial
prerrevolucionario benefició a mercaderes-especuladores de los puertos
coloniales, pero no a la economía colonial en conjunto. Pero las colonias, al no
tener un mercado asegurado, acumulaban stocks, Por lo tanto, productores y
comercialmente, ven el lazo colonial como una pura desventaja: la libertad
que derivaría en una política comercial elaborada por las mismas colonias
pasa a ser una aspiración cada vez más viva. Paralelamente, la metrópoli
ya no puede gobernar la economía de sus colonias porque su inferioridad
naval la aísla progresivamente.

Pero para otros (en particular productores), la independencia política no debe


ser a la vez económica, debe establecerse con nuevas metrópolis un lazo de
igualdad. Algunas de las alternativas que la disolución del lazo colonial
plantea antes de producirse: En 1806, el primer golpe grave a las indias; en
1810, la revolución estalla desde México a Buenos Aires. En 1806, la capital
del virreinato del rio de la plata es conquistada por sorpresa, luego recuperada
por milicias formadas entre peninsulares y americanos.

Este anticipo, es seguido pronto de una crisis general, que comienza en la


Península: Es el estallido de un drama de corte, que es utilizado por Napoleón
Bonaparte para provocar un cambio de dinastía. Pero las consecuencias que
esta secuencia tiene en España son incomprensibles fuera de un marco
histórico más vasto: la guerra de Independencia española es parte de un
conflicto mundial.

La Guerra de Independencia, significa que la metrópoli, ahora aliada con


Inglaterra, puede retomar el vínculo con sus colonias (ya transformadas y sin
retorno al pasado), y también, esa poderosa aliada se abre el acceso al
Mercado indiano. Pero también, significa que esta España anti-napoleónica,
cada vez abatida por las victorias francesas (y en transición a un gobierno
liberal), tiene menos recursos para influir en América. Como consecuencia, las
elites españolas y criollas desconfían unas de otras. Para los españoles, los
americanos solo esperan la ruina militar de España para concretar la
independencia; Para los americanos, los peninsulares se anticipan a esa ruina,
preparándose para entregar las colonias a una futura metrópoli integrada en el
sistema francés. Son los peninsulares los que darán los primeros golpes al
sistema administrativo colonial.

Entre 1800 y 1810, surgen una serie de episodios, a nivel local los cuales
prefiguran y preparan la revolución. Mostraban en primer término, el
agotamiento de la organización colonial: en más de una región crisis abiertas,
en otras, debilitamiento y vacilaciones de las autoridades ante posibles crisis.
En el naufragio, del orden colonial, los puntos reales de disidencia eran las
relaciones metrópoli- Indias y el lugar de los peninsulares en estas. En estas
condiciones, las fuerzas cohesivas que en España eran tan fuertes contra
napoleón, en Hispanoamérica contaban bastante poco (ni la veneración por el
rey cautivo, ni la confianza en un nuevo orden, tenían adeptos fervorosos),
lograban aglutinar a Hispanoamérica, entregadas a tensiones internas cada vez
más insoportables.

De esos dos puntos de disidencia, todo llevaba a poner énfasis en el primero:


La metrópoli estaba siendo conquistada por los franceses, y si bien tenía como
aliada a Inglaterra, la esfera de influencia de la España Anti-napoleónica eran
las juntas liberales de Andalucía y Cádiz, parecía dispuesta a revisar el sistema
de gobierno de sus Indias, y transformarlas en provincias ultramarinas de un
reino renovado por la introducción de instituciones representativas (una
monarquía constitucional). En el plano económico, la alianza inglesa aseguraba
que el viejo monopolio estaba muerto.

En cambio, el problema más importante era el del lugar de los


peninsulares en las colonias. Las revoluciones comenzaron por ser
intentos de las elites criollas urbanas por reemplazarlos en el poder
político. La administración colonial, por su parte, apoyó a los peninsulares. En
cambio, en México y las Antillas no fueron tan importantes estas pugnas entre
criollos y peninsulares, la revolución social haitiana, que había expulsado a los
plantadores franceses de ese país, mostraba los peligros que podía acarrear
una división entre las elites blancas. En México la protesta india y mestiza de la
primera fase de la revolución fue derrotada por una alianza entre criollos y
peninsulares.

La ocupación de Sevilla en 1810, y el confinamiento del poder real español a


Cádiz, estuvieron acompañados de revoluciones pacificas (sin violencia) en
muchos lugares (el 25 de mayo estalla en Buenos Aires) que tenían por
centro al cabildo, (institución municipal), los cabildos abiertos (reunión de
notables convocada por las autoridades ante emergencias graves)
establecerán las juntas de gobierno (constituidas por criollos urbanos) que
reemplazarán a los gobernantes designados desde España. Los
revolucionarios no se sienten rebeldes, sino herederos de un poder caído,
probablemente para siempre: no hay razón para que marquen disidencias
frente a ese patrimonio político- administrativo que ahora consideran suyo y al
que no lo consideran como útil para satisfacer sus intereses.

En líneas generales, la revolución es una cuestión que afecta a pequeños


sectores: las elites criollas de las capitales toman su venganza, por las
demasiadas postergaciones que han sufrido; herederas de sus adversarios
(los funcionarios metropolitanos), si bien, una de las razones de su triunfo es su
condición de americanos, la cual le confiere una representatividad que aún no
les ha sido discutida por la población nativa, no conciben cambios demasiados
profundos en las bases reales del poder político. A lo sumo, estarán dispuestas
a abrir una limitada ampliación a los sectores en el poder, institucionalizada en
reformas liberales.

Se abrirá entonces, una guerra civil que surge en los sectores privilegiados
(criollos vs peninsulares): cada uno de los bandos buscará, para ganar,
conseguir adhesiones en el resto de la población. La participación de las masas
en la revolución será muy variable según las regiones

Hasta 1814, España no pudo enviar tropas peninsulares para reprimir a las
Colonias sublevadas; y a pesar de estas condiciones favorables a las luchas
por la Independencia, la revolución sólo avanzó aun sustancialmente en
Venezuela y Nueva Granada (Colombia).

En 1815, Una vez restaurado el orden monárquico (vuelta de Fernando VII al


trono) envía tropas expedicionarias, para reforzar los territorios, los cuales
volverían a caer en manos de los gobiernos realistas. Ante la lucha armada, se
vieron en la necesidad de formar ejércitos cada vez más numerosos, en los que
las clases altas solo proporcionaban los cuadros de oficiales; eso suponía
armar a un número creciente de soldados reclutados entre la plebe y las
castas. Tenían que mantenerlos satisfechos y eso implicaba una tolerancia
nueva en cuanto al ascenso, pasaban a primer plano los jefes criollos. (Esta
guerra democratiza el acceso y el ascenso social, estas castas inamovibles a
través de la guerra, del mérito, permiten que de diferentes castas vayan
ascendiendo sin importar su origen social. Permitiendo que mulatos, mestizos
adquieran un enorme poder en los ejércitos que no hubieran podido alcanzar
bajo ninguna pauta en tiempos de paz, bajo ninguna forma en el orden colonial
establecido).

En este periodo, se dieron cambios económicos: el libre comercio se introduce


cada vez más en las regiones Hispanoamericanas, en donde ahora se importan
productos ingleses que son mucho más baratos que los de las artesanías
locales, llevando a estas últimas a la ruina.

La lucha contra los peninsulares significará la proscripción, sin inmediato


reemplazo, de una parte importante de las clases altas coloniales.

Así, tras la restauración que se da hacia 1815, la guerra vuelve a surgir, pero
ahora con un nuevo carácter. La metrópoli se esfuerza por suprimir
completamente el movimiento revolucionario, lo que transforma La guerra civil
en una guerra colonial. El bando de los realistas (metropolitanos y criollos)
estará dividido prontamente, por fuertes rivalidades.

En la victoria revolucionaria, (según Halperin) es clave la función de los


líderes revolucionarios.

Entre la primera y segunda etapa de la revolución hispanoamericana se dio la


Restauración en España y Europa, de ella derivaban para la revolución
peligros, pero también posibilidades nuevas. Esta guerra de independencia,
tiene poco apoyo exterior. Pero, Gran Bretaña y Estados Unidos que hasta
ahora habían tenido una posición ambigua, van a contribuir a la causa
revolucionaria de forma directa e indirecta.

Las victorias realistas de 1814-15, hicieron pensar que España enviaría mayor
cantidad de hombres y armas para mantener su dominio en América. No fue
así, debido a la existencia de numerosos problemas internos en la metrópoli.
Además la situación económica caótica (consecuencia de la guerra peninsular)
hacía difícil una reconquista costosa.

La revolución liberal de 1820 en España, creaba una situación nueva, si bien


esta no se resignaba a perder las colonias, reconocía que no se podía volver a
la situación prerrevolucionaria, y que debían efectuarse reformas conciliatorias,
estos idas renovadoras, no fueron bien vistas por algunos sectores
contrarrevolucionarios, que en algunos casos quieren imponer el
mantenimiento una política más intransigente: la restauración absolutista y por
el otro una reconciliación con los patriotas dejando afuera la España liberal.
Estas posturas van a debilitar a los realistas.

Gracias a la restauración del absolutismo en España en 1823 (apoyada por


Francia), la neutralidad británica se inclinaba más decididamente a favorecer a
la revolución hispanoamericana (el auxilio que desde Miranda hasta Bolívar los
revolucionarios habían esperado). A la vez, Estados Unidos proclamaba la
doctrina Monroe, esta declaraba, la hostilidad norteamericana contra la
empresa de reconquista española.

En ese momento, la guerra de Independencia había ya avanzado hasta muy


cerca de su final exitoso: sólo el Alto Perú, la sierra bajo-peruana y algunos
rincones insulares del sur de Chile seguían adictos al rey. El avance de la
revolución había sido en gran medida, la obra de San Martín (de ideas
monárquicas) y Bolívar (que creía en una república autoritaria, guiada por la
virtud). San Martin contaría con el apoyo de O’Higgins en Chile y del gobierno
de Buenos Aires, y Bolívar, que primero no tenía apoyo, ni recursos.

Casos revolucionarios distintos a los anteriores lo son México y Brasil. El


país centroamericano, independiente desde 1821, consiguió su libertad no a
expensas de las elites urbanas criollas sino que comenzó con una protesta
mestiza e india encabeza por curas rurales. El primer estallido se da en el norte
(plata, maíz), a manos del cura Miguel Hidalgo en 1810 “por la independencia,
por el rey, por la religión, por la Virgen india de Guadalupe, contra los
peninsulares. Luego del saqueo de varias ciudades y masacres tanto de
peninsulares como criollos, una retirada que termino en fuga apago el estallido
y llevo a Hidalgo a la ejecución. Hacia 1812, la revolución encuentra un nuevo
jefe en otro eclesiástico, José María Morelos, y en la meseta baja hacia el
Pacifico. Organizando fuerzas más disciplinadas, elabora un programa “que
incluye la abolición de las diferencias de casta, la división de la gran
propiedad (incluso la eclesiástica)”. Con un perfil más institucional (y nacional),
convoca un congreso en Chilpancingo; no obstante, es derrotado por criollos y
peninsulares en 1815.

Brasil, por su parte, la independencia se alcanzó sin una lucha revolucionaria.


Desde un comienzo, integrada comercialmente a Gran Bretaña y la llegada de
la monarquía a Río de Janeiro permitieron que no se desarrollase un conflicto
ínter-oligárquico. No obstante, la ausencia de una crisis de independencia
aseguraba que “el poder político seguiría en manos de los grupos dirigentes
surgidos en la etapa colonial, existía entre estos bastantes tensiones para
asegura al imperio brasilero una existencia rica en tormentas”.

Capítulo III: La Larga Espera 1825-1850

En 1825 terminaba la guerra de independencia; dejaba en toda América


española un legado nada liviano: ruptura de las estructuras coloniales,
consecuencia a la vez de una transformación profunda de los sistemas
mercantiles, de la persecución de los grupos más vinculados a la antigua
metrópoli, que habían dominado esos sistemas, de la militarización que
obligaba a compartir el poder con grupos antes ajenos a él. En Brasil, una
transición más pacifica parecía haber evitado esos cambios catastróficos, pero
sin embargo, la independencia allí también mostraba el agotamiento del orden
colonial.
De sus ruinas se esperaba que surgiera un orden nuevo, cuyos rasgos
esenciales habían sido previstos desde el comienzo de la lucha por la
independencia. Pero éste nuevo orden se demoraba en nacer. La
explicación más optimista de su demora se buscaba en la herencia de la
guerra: concluida la guerra, el poder militar no desaparecía, factor atribuido a la
inestabilidad política. La más visible de las novedades es la violencia (que
llega a dominar la vida cotidiana): ya que la revolución de las elites urbanas no
logra éxito, los militares terminan con un espíritu de cuerpo rápidamente
consolidado, ganando un poco de poder desencadenado por comandar la
revolución victoriosa. De esta manera, los jefes de grupos armados se
independizan de quienes los han organizado, los cuales ahora deben tenerlos
satisfechos para conservar su favor. Al lado del ejército, (en los países:
Argentina, parte de Venezuela, Nueva Granada y Chile) emergen también
milicias rústicas movilizadas para guardar el orden local, muchas veces
agobiado por el ejército regular (Los nuevos estados suelen gastar más de lo
que sus recursos permiten para mantener el orden).

Cierta “democratización” y cambio en el sentido de la división de castas: por


ejemplo, cambia la significación de la esclavitud. No obstante, el cambio más
importante lo constituye el debilitamiento de los sectores urbanos; la falta de
una expansión del consumo interno y sobre todo de la exportación agrícola y la
consideración de grupos de mestizos, mulatos y blancos pobres, uno de
los canales de ascenso había sido el ejército, pero también, tiene que ver otro
fenómeno, efecto de la revolución: la pérdida del poder de las elites urbanas
frente a los sectores rurales, dado que la revolución, requería cada vez más
personas en sus ejércitos, por lo que el campo comenzó a tener más
relevancia, ello no significa que este haya sufrido grandes modificaciones. Por
el contrario, en casi todas partes no había habido movimientos rurales
espontáneos, y los dirigentes seguían siendo los terratenientes, quienes
dominaban las milicias para asegurar el orden rural. De esta manera, es el
sector terrateniente el que asciende en la sociedad postrevolucionaria,
posicionándose como el núcleo del orden político.

También, hay cambios en la iglesia, ya que ésta había estado muy vinculada
a la corona, ahora debe ponerse al servicio del nuevo poder: empobreciéndose
y subordinándose al poder político; en algunas zonas, como México,
Guatemala, Nueva Granada o Ecuador, el cambio es limitado y compensado
por el nacimiento de un prestigio popular muy grande.

Económicamente, en los sectores rurales se da una continuidad: la tierra se


obtiene más que por dinero, por el favor del poder político que es necesario
conservar. La elite urbana, sigue comerciando. En cambio, la miseria del
estado crea en todas partes, un montón de prestamistas a corto plazo. La
relación entre el poder político y los económicamente poderosos ha variado: el
poderío social, expresable en términos de poder militar, y algunos hacendados,
la relativa superioridad económica de los agiotistas (prestamistas) los coloca en
posición nueva frente a un estado que no solicitan favores, sino imponen
concesiones.

Pero no solo los 15 años de guerra fueron la causa de esto último. Una de las
modificaciones más fundamentales que acarrea la revolución fue la brutal
transformación de las estructuras mercantiles, ya que, desde 1810 toda
Hispanoamérica se abrió plenamente al comercio extranjero.

Hay un cambio esencial en la relación entre Hispanoamérica y el mundo. El


contexto en que se dio este cambio explica en parte sus resultados: hasta
1850, los países europeos invirtieron escasos capitales en Hispanoamérica.
Las causas de esto no solo se reducen al desorden postrevolucionario, sino
también a que en Europa, el capitalismo no se había consolidado lo suficiente.
Tanto Inglaterra como el resto de los países europeos, quieren arriesgar poco
en Hispanoamérica, no solo porque el riesgo es grande, sino también porque
no tienen mucho para arriesgar. Por ello lo que se busca en Latinoamérica, por
parte de las metrópolis (sobre todo Inglaterra) es que compren los productos
industriales, y con ello un dominio de los circuitos mercantiles locales que
acentúe la situación favorable para la metrópoli.

Como consecuencia de todos estos cambios, el comercio local quedará en


manos extranjeras, los puertos (Valparaíso, Buenos Aires) van a ser
gestionados en su mayoría por británicos. Este sistema comercial
postrevolucionario se diferencia del español en tanto logra colocar un
excedente industrial cada vez más amplio. A la vez, introduce el circulante
monetario que favorece a los que antes no tenían acceso directo a él
(productores rurales) y perjudica a los que lo monopolizaban (prestamistas y
mercaderes urbanos). Sn embargo las aspiraciones inglesas se verían
limitadas por tres motivos, las sucesivas crisis económicas del capitalismo, la
capacidad excesiva consumidora hispanoamericana y la aparición de Estados
Unidos como competidor directo.

La miseria estatal se debía a que las importaciones superaban por mucho a las
exportaciones. La economía muestra una Hispanoamérica estancada, en la
que, la victoria del terrateniente sobre el mercader se debe, sobre todo, a la
decadencia de este y no basta para inducir un aumento de producción tal como
se había pensado en 1810. Hispanoamérica aparece entonces encerrada en un
nuevo equilibrio, mucho más estático que el colonial.

En definitiva, es que, entre los cambios traídos por la independencia es fácil


sobre todo advertir los negativos: degradación de la vida administrativa,
desorden y militarización, un despotismo más pesado de soportar porque debe
ejercerse sobre poblaciones que la revolución ha despertado a la vida política,
y que solo deja la alternativa, a la vez temible e ilusoria, de la guerra civil,
incapaz de fundar sistemas de convivencia menos brutales. En lo económico
desde una perspectiva general latinoamericana, se da un estancamiento al
parecer invencible. (Donde los niveles de comercio internacional apenas
superan a los de 1810). Pero en esa situación general, hay variaciones locales
las economías regionales como Venezuela en su agricultura, o el Rio de la
Plata en la ganadería, logran retomar y superar los niveles de los más
prósperos años coloniales. En cambio, Bolivia, Perú, y sobre todo México, no
logran reconquistar su nivel de tiempos coloniales, debido a que eran
predominantemente mineros, y su economía había sufrido de muchas maneras
el gran impacto de la crisis revolucionaria, por lo tanto requería de mucho
capital para rehabilitarse.

La Hispanoamérica marginal, la que en tiempos coloniales estaba en segundo


plano, y sólo comenzaba a despertar luego de 1780, resiste mejor las crisis
brutales del período de emancipación; junto con el Río de la Plata, Venezuela,
Chile, Costa Rica, también las islas antillanas, que han permanecido bajo
dominio español, prosiguen su avance económico. Hacia 1850 es Brasil el
principal mercado latinoamericano para Gran Bretaña. Las importaciones
alcanzan 4 veces las del Río de la Plata y los resultados son: déficit comercial,
desaparición de la moneda y penuria en las finanzas.

Para esa situación inesperadamente dura, América Latina fue elaborando


soluciones (de política económico, financiera o de política general) que solo
lentamente madurarían. Allí donde la crisis que, dentro de todo, menos honda,
las soluciones fueron halladas más pronto, y significaron transformaciones
menos profundas. No obstante, ninguna adaptación resultó más exitosa que la
brasileña, donde el orden establecido allí era más antiguo pero a su vez similar
al nuevo orden establecido en Hispanoamérica. Sin embargo, las
transformaciones venideras eran indudables. La creación de un parlamento
tenía consecuencias comparables a la militarización hispanoamericana. Un
liberalismo brasileño chocó con un conservadurismo urbano predominado por
colonos. Aunque, el equilibrio fue posible, ya que la Corona aseguraba poder al
sector conservador y controlaba la tensión entre ambos bandos por medio del
ejército, el cual se nacionalizaba lentamente.

De todas formas, el emperador Pedro I fracasó en su tarea, quedando


identificado en el nuevo Brasil con los sectores conservadores, absolutistas y
coloniales. Con Pedro II se consolida el liberalismo y se conceden mayores
autonomías a las provincias que, en el norte y sur, tenían deseos de
independencia, llegando a los alzamientos armados, Estos son sofocados por
el ejército que, gracias a ello, asume un papel protagónico en el proceso
político. El liberalismo es cada vez más lo dominante y orienta a los dirigentes
del Sur hacia objetivos de expansión y no de división desde 1851, en alianza
con Uruguay y gobernadores de las provincias de Entre Ríos y Corrientes,
organiza una campaña que logra derribar a Rosas, líder del panorama
rioplatense.

Los avances de Brasil, incluidos los de la política, van a ser efímeros, pero por
el momento parecen confirmar la superioridad de la solución neo-portuguesa
frente a la neo-española.
Se plantea que Hispanoamérica, fue incapaz de superar las divisiones ya
existentes. Y que esta incapacidad se manifiesta a través del fracaso de las
tentativas de reorganización.

La tentativa de reorganización más importante fue, sin duda, la de Bolívar;


quien intentó equilibrar los aportes revolucionarios y los del viejo orden. La
solución política la encontraba en la República autoritaria: presidente vitalicio y
cuerpo electoral reducido; al asegurar un estable predominio a las elites
de raíz prerrevolucionaria, el régimen encontraría modo de arraigar.
Así organizó la República de Bolivia y luego el Perú, del cual fue su primer
presidente vitalicio. Pero en menos de cinco años (1826-1830) todo su sistema
se derrumba. Ni el apoyo inglés fue suficiente para el éxito del congreso de
Panamá, ya que sólo estuvieron presentes los delegados de Centro América,
Colombia, México y Perú.

El México postcolonial da lugar a un ensayo de restauración de un orden


similar al anterior. Los dos partidos políticos que se dibujan: los escoceses,
conservadores apadrinados por el ministro británico; y los yorkinos, liberales
apadrinados por el cónsul de EE.UU.; se unen en el conservadorismo
mexicano bajo Lucas Alemán como teórico, y el Gral. Antonio López de Santa
Ana como jefe del ejército. Durante este período México pierde más de la mitad
de su territorio a manos de los EE.UU, tanto por la guerra de Texas como por la
venta de tierras para solucionar problemas financieros, pero ni esto lo salvó.

Hacia 1850, el orden conservador, si bien había durado, México no había


logrado los niveles de su economía colonial, y el estado era deudor eterno de
prestamistas locales y de acreedores internacionales.

En 1836 se forma la Confederación Perú boliviana bajo la conducción del


boliviano Andrés Santa Cruz. Es el gobernante hispanoamericano preferido de
los poderes europeos: el Papa, y la diplomacia británica aplauden esa
experiencia. Tiene en contra a Lima con sus magistrados, los funcionarios y
comerciantes que estafaban en la aduana, y a los sectores populares
perjudicados por el aumento de la presión fiscal. A su vez se enfrenta con sus
vecinos, apoyando a la oposición en la Confederación Argentina y en Chile.
Chile se lanza a la guerra en 1837 y 1839 y en sus filas se hallaban jóvenes
aristócratas limeños exiliados que buscan el poder. Será un mestizo, Ramón
Castilla, quien haga la reconciliación de las facciones peruanas. El poder
comercial que la exportación del grano a Europa inaugura una época en que
las elites urbanas recomienzan la lucha por la conquista del poder.

Bolivia asegura su independencia cuando vence al Perú y moderniza la


administración. Una sucesión de revoluciones lleva a la presidencia al Gral.
Belzú, que marca el ingreso a la vida política boliviana de la plebe mestiza de
las ciudades. Pero la economía boliviana sigue en quiebra y ni la exportación
de quina (utilizada por aun propiedades curativas) puede ofrecer algún alivio,
ya que favorece a la empresa exportadora.

La antigua presidencia de Quito, luego de una lucha civil entre las sierras y la
costa, tiene una línea de desarrollo sencilla, Los representantes de ambos
comparten el poder y se suceden en la presidencia.

En Colombia hay un avance del conservadorismo unido a la Iglesia, quien


domina el sistema de enseñanza. Se enfrenta con la oposición de la costa
atlántica (ya que sus clases mercantiles se han perjudicado) y con la tenaz
oposición liberal de Bogotá. Así y todo Colombia presea te un modelo político
de éxito relativo pero real, debido al papel secundario del ejército y la división
de la clase alta.

Venezuela, en 1830, parece condenada a una extrema inestabilidad, pero el


proceso es otro: bajo Páez lo que se da es una-reconstrucción económica y
social, sobre líneas semejantes al orden colonial, Así en 1836 la economía
venezolana, apoyada ahora en el café antes que el cacao o el azúcar,
sobrepasa los niveles anteriores a 1810. Sin embargo, durante los ’40, sufrirá
las crisis de precios. Así, el orden conservador comienza a mostrar sus fisuras.
Aparecen grandes tensiones cuando los beneficiarios intentan reconstruir la
esclavitud a los negros emancipados durante la revolución, esta además había
introducido dentro de los sectores privilegiados a los jefes militares, quienes
gobiernan la república, y se apoderan de grandes extensiones de tierra.

En este contexto, hacia 1845 hay bastante descontento, sobre todo en las
elites que no tienen tanto poder político. Ello se expresará en la conformación
de una oposición liberal.
América Central, no conoció las dificultades de la resistencia realista,
Separada de México surgen las Provincias Unidas de la América Central (1821-
38). La corta vida de esta Confederación fue producto de la desgarradora lucha
entre los conservadores y liberales. Esta lucha se identifica con la oposición
entre Guatemala (dominada por una minoría española de estilo señorial) y El
Salvador, que proporciona la mayor parte de las exportaciones (índigo) de
propiedad más dividida y población mestiza.

Guatemala se separa de las provincias, a lo que continua la disolución de


éstas. Así, se conforman diminutas republicas (El Salvador, Honduras,
Nicaragua y Costa Rica). Por el momento, continua con una economía estática
que no encuentra receptores para su producción ni capitales para
incrementarla. n Costa Rica, se expande el café.

Paraguay, luego de la independencia en 1811, en 1812 el país es liderado por


Gaspar de Francia, quien impone una Férrea dictadura y aísla a Paraguay de
sus vecinos y de la economía internacional. Esto se traduce en un relativo
aislamiento popular ya que los productos se destinan en su mayoría al
consumo local. Gaspar de Francia se apoya en la plebe mestiza contra la poca
numerosa aristocracia blanca, que sufre la imposibilidad de exportar sus
cultivos.

Rio de la plata, La disolución del estado unitario en 1820, no solo destrozo el


centralismo de Buenos Aires, sino también el federalismo del litoral. La política
de Buenos Aires alcanzaba un éxito póstumo cuando los portugueses
concluían la conquista de la Banda Oriental y convertían el antiguo Protector de
los Pueblos Libres en un fugitivo (Artigas). Rodríguez y Rivadavia,
emprendieron luchas por la supremacía, que permitieron a buenos aires
alcanzar en el litoral argentino una hegemonía indiscutida. Tiene éxito sólo
porque se desentiende de la organización del país y del avance portugués en la
Banda Oriental, orienta sus recursos de aduana hacia lo interno y logra así una
paz interior que contrasta con el resto del litoral, normalmente asolado por
guerras civiles. Al mismo tiempo llevan adelante una reforma eclesiástica, en la
que está detrás Bernardino Rivadavia. Pero la convocatoria a un Congreso
Constituyente en 1823 donde los diputados provinciales piensan en cómo
usarlo para retomar el poder en sus provincias. La guerra con Brasil generó
inflación, bloqueo y costear un ejército; al bien se ganó en Ituzaingó, se perdió
en la mesa de negociaciones. A la impopularidad de la guerra siguió el
nombramiento de Rivadavia como Presidente, un tratado de comercio y
amistad con Gran Bretaña aprobado con protestas, y de remate una
constitución unitaria que es rechazada por los gobernantes del interior. Estalla
la guerra civil en el norte y centro.

La renuncia de Rivadavia hace qué la provincia de Buenos Aires monopolice la


política exterior y su gobernador, Dorrego, es el encargado de seguir las
negociaciones de paz con Brasil. Estas culminan en 1828 con la creación de la
República Oriental del Uruguay. Luego del fusilamiento de Dorrego se produce
el alzamiento rural encabezado por Rosas. Este desarrolla un buen arte de
gobernar y logra, en 1835, ser gobernador de Buenos Aires, con la suma del
poder político. Emprende una politización masiva lindando con la guerra contra
los unitarios. Esto le permite enfrentar con éxito el bloqueo francés y, luego de
la campaña de Oribe en el Norte, obtiene el control sobre todas las provincias
argentinas. El acercamiento entré Inglaterra y Francia repercute por un nuevo
bloqueo de Buenos Aires en 1845 y, si bien la escuadra extranjera penetra por
el Paraná (se da la batalla dé Vuelta de Obligado) las potencias entablan
negociaciones que Rosas encara sin ningún apuro.

Recién cuando Brasil, unido a Montevideo y Urquiza, forman una coalición anti-
rosista, sé logra derrotar a Rosas. En esta época Argentina prosperó, si bien
especialmente Buenos Aires, también lo hicieron las provincias del interior
donde ahora sus elites urbanas reconquistan el poder en forma pacífica y
victoriosa.

Chile, Al fracasar la experiencia autoritaria progresista de O'Higgins, quien


chocó con terratenientes, Iglesia y plebe, asume un ministro todopoderoso,
Diego Portales, con un sistema conservador-católico, autoritario, que da lugar a
la Constitución de 1833 y le permitid soportar dos guerras con la Confederación
Perú-Bolivia. La lenta liberalización efectuada durante la presidencia de Manuel
Montt (1841-1851), está vinculada con el hecho de que al lado de la clase
terrateniente del valle central que es, la gobernante de la república
conservadora, la expansión minera del Norte Chico crea un grupo de riqueza
más nueva. Este sector minero espira a compartir el poder y combaten por él
desde posiciones de fuerza económica muy considerables.

Das könnte Ihnen auch gefallen