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Escala 1. Introvertido:
Escala 2 A. Inhibido:
Escala 2 B. Pesimista:
Escala 3. Sumiso.
Escala 4. Histriónico
Escala 5. Egocéntrico
Escala 6 A. Rebelde
Los adolescentes rebeldes, aquellos a los que la teoría caracteriza como ejemplos de
una orientación activa – independiente, muestran la apariencia, el temperamento y el
comportamiento inaceptable del trastorno antisocial de la personalidad del DSM.
Actúan para contrarrestar de forma anticipada el engaño y el desprecio proveniente de
los otros.
Hay adolescentes en los que las propiedades habitualmente asociadas con el dolor y el
placer están en conflicto o invertidas. Al igual que en el prototipo Autopunitivo, estos
adolescentes no solo buscan o crean acontecimientos objetivamente dolorosos, sino
que experimentan algunos de ellos como placenteros. Esta variante de la inversión
dolor - placer en el prototipo Rudo de personalidad se caracteriza por considerar el
dolor (estrés, temor, crueldad) más bien como un placer y como la forma preferida de
relacionarse con los otros. En contraste con el prototipo Autopunitivo, este adolescente
asume un rol activo controlando, dominando e intimidando a los otros. Las acciones
que humillan, degradan y abusan de los otros las consideran como placenteras.
Escala 7: Conformista:
Estos adolescentes muestran una clara orientación hacia los otros y consistencia en la
corrección social y el respeto interpersonal. Sus historias generalmente indican que han
estado sujetos a obligaciones y disciplina, pero únicamente cuando habían
transgredido las constricciones y expectativas parentales. Por debajo de la apariencia
de sumisión y de la orientación hacia los otros existen intensos deseos de rebelarse y
de imponer sus sentimientos e impulsos orientados hacia sí mismos. Se hallan
atrapados en esta ambivalencia. Para evitar la intimidación y el castigo, han aprendido
a negar la validez de sus propios deseos y emociones y a adoptar los valores y
preceptos establecidos por los otros. Con frecuencia, la disparidad que perciben entre
sus propios impulsos y el comportamiento que deben mostrar para evitar la censura,
les conduce a la tensión física y a rígidos controles psicológicos. Desde el punto de
vista etiológico, los adolescentes Conformistas parecen haber sido obligados a aceptar
los valores que otros les han impuesto. Resuelven esta ambivalencia no solamente
suprimiendo el resentimiento sino también acentuando el conformismo y estableciendo
pesadas demandas para sí mismos. Su disciplinado control de sí mismos les sirve para
mantener a raya sus intensos, aunque ocultos, sentimientos oposicionistas y centrados
sobre sí mismos, lo que da lugar a sus características vacilaciones, dudas, pasividad y
pública conformidad. Detrás de esta fachada de corrección y control del adolescente se
hallan al acecho intensos y coléricos sentimientos que ocasionalmente pueden hacer
saltar sus controles.
Escala 8 A: Oposicionista:
Las personas “normales” muestran una cómoda posición intermedia entre las
polaridades de sí y otros. Algunos prototipos de personalidad, aquellos que la teoría
describe como ambivalentes, están a la vez orientados tanto hacia si como hacia los
otros, con lo que se hallan en un intenso conflicto entre lo uno y lo otro. Algunos de
estos adolescentes que denominamos Oposicionistas (semejantes a la personalidad
pasivo-agresiva del DSM-III y a la personalidad negativista del DSM-IV) dudan entre los
otros y sí mismos, a veces se comportan de manera obediente y otras reaccionan de
forma desafiante. Con unos sentimientos muy intensos, pero siendo capaces de
resolver su ambivalencia, se trazan una trayectoria errática que va desde proclamar la
desaprobación de sí mismos y su culpa por no ser capaces de cubrir las expectativas
de los otros hasta la expresión de un terco negativismo y de una fuerte resistencia a
estar sometidos a los deseos de los demás. Los adolescentes cuyos conflictos entre sí
mismos y los otros son evidentes, se describen en la teoría como activamente
ambivalentes.
Escala 8 B: Autopunitivo
PREOCUPACIONES EXPRESADAS
Los niños aceptan crecer y cambiar como aceptan cualquier otro aspecto de su
existencia cotidiana. Cuando ocurren los cambios, los sienten como algo gradual y son
integrados con escasa conciencia. Por el contrario, los cambios que tienen lugar en la
adolescencia temprana y media son de naturaleza diferente. El crecimiento es rápido,
afecta a la sexualidad y crea cambios físicos significativos en cuanto a configuración,
forma y atractivo. Los deseos y sueños referentes a la apariencia se confrontan ahora
de forma clara con la propia identidad física que emerge. La manera en que el
adolescente se ve así mismo se basa en parte, en aspectos objetivos de su desarrollo
corporal, pero este físico es juzgado en el contexto de una miríada de experiencias y de
normas sociales. Este proceso crítico es muy complejo, producto de las actitudes
parentales, de los temores personales, de las reacciones de los iguales y de la propia
conciencia crítica.
En la adolescencia tardía, la mayoría de los cambios físicos han ocurrido ya. Bien o
mal, el individuo ha asumido una relativamente acabada configuración facial y corporal.
Desgraciadamente para muchos adolescentes, la insatisfacción por su apariencia se
mantiene también, frecuentemente, inmutable.
Hoy en día, a pesar del significativo proceso iniciado hacia la igualdad en el tratamiento
y la igualdad de oportunidades para niños y niñas, el proceso de inculcar en los chicos
y chicas roles masculinos y femeninos tradicionales sigue actuando. A medida que el
niño progresa en su maduración, crece la conciencia acerca de las actitudes y
expresiones parentales referidas a la sexualidad. Con frecuencia, los niños aprenden a
no tocar sus genitales y si los sorprenden, tienen la sensación de vergüenza o de
desconcierto. La exploración temprana cambia generalmente desde una curiosidad
inocente hacia una exploración furtiva y cargada de culpa.
Los adolescentes ven al grupo de iguales como una fuente de apoyo en un momento
en el que están intentando distanciarse de los valores y del dominio de los padres.
Aunque la afiliación al grupo de iguales no abarca todos los aspectos de la vida del
adolescente, conforma y tiene influencia significativa en su comportamiento social.
Esta escala, Inseguridad con los iguales, mide el grado en que el adolescente tiene
éxito en lograr una posición cómoda y satisfactoria dentro del grupo de iguales.
Desde muy temprano, la familia inculca al niño, los valores relativos al comportamiento
adecuado. Esto se logra a través de una combinación de advertencias, elogios y
modelado implícito. En ausencia de estos esfuerzos tempranos y algunas veces a
pesar de ellos, algunos niños pueden carecer o rehusar aceptar estas creencias como
propias.
La relación del adolescente con su familia junto con las percepciones de la que debería
ser, es el foco de la escala de Discordancia familiar. Esta escala evalúa los
sentimientos y las percepciones del adolescente, no lo que es objetivamente real. En
muchos aspectos, la casa y la familia sirven como un anfiteatro exterior en el que la
lucha interna ente dependencia e independencia se puede desarrollar de forma segura.
Ambas inclinaciones son fuertemente positivas: por una parte, la autonomía y los
privilegios de la madurez, y por la otra parte la seguridad y el sostén. Ambas suponen
un precio, la responsabilidad para la primera de ellas y la insuficiencia de uno mismo
para la segunda. Esta tarea evolutiva se ve también complicada porque la madurez
requiere tanto de la independencia como de la capacidad de confiar y de relacionarse
con los otros, incluyendo los padres.
Síndromes clínicos
Las siete escalas que configuran esta sección se relacionan con trastornos que se
manifiestan bajo formas relativamente específicas, es decir, la sintomatología se
agrupará en síndromes clínicos claros y bien definidos, tales como la ansiedad y la
depresión. Habitualmente éstos son el foco inicial del tratamiento, destacándose como
comportamientos, pensamientos o sentimientos relativamente llamativos, que se hacen
notar y atraen la atención hacia esa persona indicándola como alguien que requiere
ayuda profesional.