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La dura caza del castor invasor en el fin del mundo


En los años 40 se introdujeron 20 roedores en Tierra del Fuego. Ahora hay
más de 100.000, una plaga que destruye el bosque. Con apoyo de la FAO,
Argentina los caza para erradicarlos

Un bosque fueguino arrasado por la acción de los castores. MINISTERIO DE AMBIENTE

CARLOS E. CUÉ

Ushuaia - 23 MAR 2018 - 10:28 ART


Son animales hermosos, herbívoros y mitificados por los dibujos
MÁS INFORMACIÓN
animados. Por eso a los argentinos les ha costado convencer a algunos
activistas de que los castores son una plaga muy peligrosa. Pero basta
ver de cerca la desolación que causan en los bosques de Tierra del
Fuego, un paraíso al sur del planeta, para entender el desastre que
supuso la introducción del castor en estas tierras en los años 40.
El mortífero avance
de la frontera "¿Viste? Los árboles mueren parados [de pie]. Destruyen todo. Alteran
agrícola argentina
el ecosistema", cuenta Diego Moreno, secretario de Política Ambiental
Argentina matará del Gobierno argentino, mientras contemplamos el efecto de uno de
100.000 castores los enormes diques de los castores sobre el bosque cerca de Ushuaia,
para salvar sus
bosques nativos la ciudad más austral del planeta. Los restos de su paso son muy
evidentes. Donde hay castores no crece casi nada. Solo cadáveres de
árboles sin ramas que quedan en pie sin vida y agua estancada que
altera el ciclo normal del bosque.

El castor construye por instinto diques para inundar todo. Hace su madriguera en el medio
del lago artificial que crea y así busca protegerse de unos predadores que en realidad no
tiene en la Patagonia. Esa inundación mata el bosque, porque los árboles patagónicos,
lenga, guindo y ñire, mucho menos resistentes que los de Canadá, la patria natural del
castor, no la soportan y van muriendo. Además, el roedor corta los árboles que sobreviven
a la inundación para hacer más fuerte su dique y más grande su lago. Lengas que tardan
casi 100 años en crecer son cortadas por el roedor en pocas horas. Los castores ya han
destruido en Tierra del Fuego una zona equiparable a dos veces la ciudad de Buenos Aires,
unas 30.000 hectáreas.

Un castor en Tierra del Fuego. MIN. DE AMBIENTE


En 1946, la armada argentina introdujo 20 castores en Tierra del Fuego con la idea de usar
su piel. Entonces era habitual introducir especies exóticas. Incluso se conserva una
fotografía de los militares orgullosos soltando a los roedores en el bosque. En esta zona
despoblada del mundo se probó de todo. Se metieron visones, rata almizclera. También
conejos. Y después zorros grises para matar la plaga de conejos. La mixomatosis acabó
con los conejos y ahora quedan los zorros. Un caos total producido por el hombre. Pero lo
más grave es el castor. Sin predadores y con inmensos bosques deshabitados para ellos,
se han multiplicado hasta llegar a los 100.000 o 150.000. Imposible saberlo. Están por
todas partes, pero la mayor parte del territorio es inaccesible.

Desde hace más de un año, con financiación del Fondo para el Medio Ambiente Mundial
(GEF) y apoyo de la FAO, (la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura), un grupo de siete cazadores se mete en el bosque a buscarlos. A las zonas
más inaccesibles van en helicóptero. Pero no es fácil. Erio Curto, director de fauna y
biodiversidad de Tierra del Fuego, no duda. "Ojalá pudiéramos acabar con todos. Pero no
es la idea ahora. Hemos elegido siete zonas para ver cuánto costaría y qué efectos tendría
eliminarlos por completo de Tierra del Fuego [una isla compartida entre Argentina y Chile].
La preocupación es que siguen subiendo y ya han cruzado al continente. Podrían
extenderse por toda la Patagonia. Lo más interesante es que vemos que donde hemos
erradicado el castor el bosque empieza a recuperarse", cuenta.
Diques construidos por castores en Tierra del Fuego. MIN. DE AMBIENTE

Un problema económico
Un estudio señala que los castores provocan un coste de unos 66 millones de dólares
anuales. No solo mata árboles. También cambia el suelo y el agua, que acumula
sedimentos. Afecta a peces e invertebrados e incluso altera zonas que se utilizan para el
agua potable de Ushuaia. El equipo de Curto tiene 1.3 millones de presupuesto para esta
fase inicial del proyecto de sacar a los castores de este paraíso. Pero el dinero se acaba
este año y aún no se sabe cuánto costaría una eliminación masiva. Sin duda más de 30
millones de dólares.

En un año, los tramperos han logrado matar un millar y despejar seis de las siete zonas
elegidas. "En cuatro días podemos liberar el entorno de un dique. Suele ser una familia de
unos ocho miembros. Ellos siempre se mueven por los mismos senderos. Ahí colocamos
las trampas", cuenta Fernando Encinas, uno de los cazadores, armado con los artilugios de
hierro y acero para atraparlos y una Tablet especial muy resistente que envía toda la
información de cada animal cazado para tener controlado todo el territorio. Allí los
tramperos tienen un mapa detallado de las zonas identificadas por satélite como posibles
lagos artificiales creados por castores. Y allá van.

Encinas, que no responde a la imagen de cazador tradicional sino a la de naturalista


fascinado por el bosque, cuenta admirado que el castor es tan adaptable que está
haciendo lagunas en la estepa, algo que solo ha sucedido en este lugar del mundo. Con
una pequeña pendiente le vale. Mejora el diseño de su dique y aprende sobre la marcha.
"Son auténticos ingenieros", explica maravillado. Pero precisamente por eso cree que hay
que eliminarlos, porque su capacidad de destrucción es enorme si no tienen predadores. Y
aquí no existen. Más arriba, en Neuquén, sí hay pumas, y por eso tal vez no hayan logrado
subir por toda la Patagonia. Pero en esta isla del fin del mundo, destino de viajes míticos y
salida de los cruceros a la Antártida, la plaga de castores se ha hecho insoportable. Su
eliminación, con apoyo de la ONU, ha tenido algunas resistencias de animalistas pero el
mundo conservacionista la respalda. La prioridad ahora es salvar el paraíso patagónico.

YAGANES, UN PARQUE MARINO DE 70.000 KILÓMETROS


CUADRADOS
C.E.C.

Los asuntos ambientales en Argentina han


logrado colarse en la agenda política. Con la
mirada puesta en Chile, ejemplo mundial de
conservacionismo, el Gobierno de Mauricio
Macri ha prometido duplicar en cuatro años la
superficie protegida. Y uno de los proyectos del
rabino Bergman, el ministro de Medio Ambiente,
está precisamente frente a Tierra del Fuego.

Es Yaganes, una superficie de 70.000


kilómetros cuadrados a 90 millas de Ushuaia
que se quiere proteger de la pesca masiva de los
arrastreros enormes que se ven desde el puerto
Estrellas de mar en Yaganes, fotografiadas en el de esta ciudad. “En las redes de estos barcos
marco del proyecto National Geographic
Pristine Seas. ENRIC SALA/NATIONAL
cabe un Boeing 747. En una pasada sacan más
GEOGRAPHIC peces que todos los pescadores artesanales de
Tierra del Fuego en un año”, se indigna Enric
Sala, un catalán que dirige el proyecto Pristine Seas, de National Geographic, y se embarcó
dos semanas para explorar Yaganes y grabar con cámaras especiales sus riquezas para hacer
un documental y convencer a los políticos argentinos de que aprueben la creación del parque.
En el lado chileno de estas aguas ya se ha hecho uno enorme. “Hay pocos lugares en el mundo
como este, hemos visto de todo”, explicaba el 26 de marzo, dentro del barco de la exploración
mientras mostraba algunas imágenes del futuro documental. Sala tiene a Bergman de su
parte, ahora hay que convencer al Congreso. El ministro se entusiasmaba tras visitar el barco
de la expedición y ver las primeras imágenes. “Macri dijo que vamos a duplicar la superficie de
parques y reservas y vamos a cumplir. Sabemos de la presión que hay de los pescadores en
Tierra del Fuego pero vamos a revertir la matriz. Tierra del Fuego puede explotar la naturaleza
sin deteriorarla. Vamos a desarrollar el turismo. Iremos al Congreso a defender este proyecto.
El ejemplo de Chile es importante, ellos generaron turismo con la protección”, detallaba.

Sala contó el caso de las islas Galápagos. “La industria pesquera se oponía al parque. Decían
que iban a destrozar miles de puestos de trabajo. Ahora la flota ecuatoriana está pescando allí
más que en ningún otro país porque se regeneró”.

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