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Psicología educacional
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La educación es la práctica cultural en la que nos proponemos “formar” al otro. Pero esto de
“formar” tiene sus implicaciones. Para analizarlas, vamos a recurrir a la argumentación del
pedagogo Philippe Meirieu (1998), que escribió un libro con un título muy sugerente:
Frankenstein Educador.
En este libro, el autor nos propone pensar el vínculo educativo a partir del personaje de la
novela de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, porque esta novela inglesa del
Trayectos de Fortalecimiento Pedagógico
siglo xix —conocida en todo el mundo y llevada al cine varias veces— se apoya en un mito
que atraviesa el acto educativo: la idea de la fabricación del otro.
La novela de Mary Shelley narra la historia de Víctor Frankenstein, un joven médico que,
fascinado por las posibilidades que parece ofrecer el progreso científico, se propone crear un
ser humano. Con partes de cadáveres, construye una criatura a la que luego logra infundir
vida a través de conexiones eléctricas. Cuando lo hace, se espanta de su propia obra y la
abandona. La criatura, que no tiene maldad sino solo aspecto monstruoso, intentará
relacionarse con otros seres humanos, pero no lo logra, ya que todos le temen por su
aspecto. Con el tiempo conocerá la verdad sobre su origen: fue creada por las ansias de
trascendencia del doctor Frankenstein. Presa de odio contra su creador, la criatura va en su
búsqueda.
https://www.youtube.com/watch?v=bDsuyb_zZio
Trayectos de Fortalecimiento Pedagógico
¿Qué tiene que ver Frankenstein con la educación? Meirieu explica que la educación es
constitutiva de la formación del sujeto: mujeres y hombres somos “hechos” por otros a
través de la educación. Sin embargo, “formar un sujeto” no significa “fabricar un objeto” y, a
partir de esta distinción, entra en juego la alusión a Frankenstein. Educar es introducir al otro
a un universo cultural. Veamos algunas ideas del autor:
Si educar es introducir al otro en un universo cultural, se aprecia el gran poder que tiene el
educador, dado que es quien presenta ese universo al educando. El vínculo pedagógico se
caracteriza por la asimetría, ya que el educador selecciona qué mundo mostrar: qué historia
contar, qué matemáticas presentar, qué biología enseñar. Aun cuando damos la opción a los
alumnos de elegir qué quieren aprender, somos nosotros quienes “damos” esta opción,
dentro de un abanico determinado. Es decir, siempre estamos ejerciendo ese poder.
Decidir qué enseñar implica tener poder pero también responsabilidad. Es decir, como
docente, no es posible decir “no sé por qué les enseño esto”. El poder de elegir qué ensenar
nos confiere esa responsabilidad. Son las dos caras de una moneda. Si decidimos no ejercer
ese poder, podemos estar desligándonos de nuestra responsabilidad. De hecho, al entrar en
la relación pedagógica, el educando está aceptando someterse al poder del educador al
reconocer su autoridad.
Pero el poder del educador es limitado. El otro está ahí y es una falacia creer que lo voy a
moldear según la imagen interna que tengo. Educar no es fabricar a otro. No es una actividad
técnica en la que tengo un modelo prefijado de cómo queremos que “nos” quede el
“producto terminado”.
Trayectos de Fortalecimiento Pedagógico
El mito de la educación como fabricación nos enfrenta con la omnipotencia del educador: el
educador puede desear trascender a través de “su obra”. Pero si no reconoce la libertad de la
persona que está formando, el educador ejercerá violencia con ella y esta persona se volverá
contra él.
La paradoja de la educación
Entonces, ¿qué nos aporta la alusión a Frankenstein? Meirieu afirma que nos enfrenta con el
“núcleo duro” de la aventura educativa, una historia que cada uno de nosotros debe rehacer
por cuenta propia… Que más allá de todos los conocimientos, seguirá habiendo “algo” que
entra siempre en juego cada vez que un adulto se encuentra en la coyuntura de educar:
[…] el cara a cara con «otro» a quien debo transmitir lo que yo considero
necesario para su supervivencia o para su desarrollo y que se resiste al
poder que quiero ejercer sobre él (Meirieu, 1995); el cara a cara con
«alguien» que está, respecto a mí, en una relación primordial de
dependencia inevitable; alguien «que me lo debe todo» y de quien quiero
hacer «algo», pero cuya libertad escapa siempre a mi voluntad. (Meirieu,
1998, p.19).
Como puede verse, el planteo de Meirieu es muy interesante y nos invita a pensar el vínculo
pedagógico a partir de la paradoja de la educación como fabricación. Por otra parte, este
autor también advierte que, en la vereda opuesta de la educación como fabricación, está la
abstención pedagógica: esa posición que, supuestamente por centrase en el niño, renuncia a
establecer fines desde afuera y puede hacernos creer que “el niño lleva en sí los fines de su
propia educación” (Meirieu, op.cit., p. 68).
Trayectos de Fortalecimiento Pedagógico
Una primera reflexión se relaciona con la idea de que la asimetría de poder es constitutiva del
vínculo pedagógico. Esto significa que esa asimetría no puede eliminarse: puede manejarse
de maneras mejores o peores, pero la asimetría es inherente a este vínculo. Eliminarla
implicaría transformarlo en otro tipo de relación. En la práctica, esto significa que es posible
tener un trato amistoso con los alumnos, pero mientras sea su docente, no puedo ser “amigo”
o “amiga”. Pretender hacerme el “amigo” es “des-ubicarme” con respecto a lo que se espera
de la relación.
La segunda serie de reflexiones se refiere a la profundización e institucionalización de esta
asimetría en el contexto escolar que, como lo explica Pablo Pineau (2001):
o implica una infantilización del rol de alumno.
o parece tornarse una asimetría inmodificable.
o coloca al docente en un lugar de ejemplo de conducta.
por la calle con un antiguo profesor o profesora y, aunque uno ya es un adulto hecho y
derecho, los trate como si siguieran siendo su alumno/a?
Para el modelo escolar, el docente es definido no solo por sus conocimientos específicos,
sino también como encarnación del acto educativo: todo su ser aparece desempeñando una
labor pedagógica. El modelo escolar tiene una matriz eclesiástica, ya que, al reemplazar las
antiguas escuelas religiosas, “hereda del monasterio su condición de espacio educativo
total, esto es, la condición de ser una institución en donde la totalidad de los hechos que se
desarrollan son, al menos parcialmente, educativos”. (Pineau, 2001, p. 32) En este marco, el
docente es visto como “ejemplo- físico, biológico, moral, social, epistémico, etcétera- de
conducta a seguir por sus alumnos. Adoptó entonces funciones de redención de sus
alumnos, bajo la lógica del poder pastoral, y el colectivo docente fue interpelado como
“sacerdote laico”. Se puso un peso muy importante en su accionar, por lo que el maestro
debía ser un modelo aun fuera de la escuela, perdiendo así su vida privada, que quedó
convertida en pública y expuesta a sanciones laborales” (Pineau, 2001, p. 32).
Aun cuando el aprendizaje sea vivido con expectativa e interés está teñido de
temores y ansiedades. Es que aprender enfrenta riesgos: el abandono de
conductas conocidas por otras no probadas, la renuncia a la seguridad de
sentirse cómodo en una realidad "habitual", la dependencia temporaria de otro
(el maestro) que puede resultar auxiliador pero también amenazante, la
desprotección que significa verse expuesto y exponer frente a otros falencias
y puntos vulnerables, el riesgo de perder la estima de los otros y ver dañada la
propia, el temor a constatar incapacidades temidas, la incertidumbre respecto
a la ayuda prometida, todo se mezcla con el interés, la curiosidad y el deseo
de aprender.
De modo que los vínculos en la escuela deben analizarse simultáneamente desde los roles
institucionales (las relaciones de poder) y desde las significaciones emocionales (vinculadas
al “mundo interno” de los sujetos). Aprender en la escuela implica “aprender en público” y en
un contexto especial, gobernado por evaluaciones y comparaciones, donde reina el control y
los juicios, que no se limitan solo al aprendizaje, sino al comportamiento completo de cada
uno
Marta Souto (1996) define la clase escolar como el “ambiente en el que transcurre la vida
cotidiana de sus actores y donde se produce sentido a las interacciones en torno al saber” y
destaca:
“La vida social de la clase, las relaciones de poder y saber en ella, las paradojas en la
comunicación”.
“La vida inconsciente de la clase como espacio intersubjetivo, como campo transferencial y
vincular y como red de identificaciones” (p. 137).
Estas ideas que desarrollamos en los apartados anteriores nos conducen a introducirnos en
la dimensión emocional del aprendizaje (recordemos las diferentes dimensiones).
Trayectos de Fortalecimiento Pedagógico
Aprender implica un cambio: pasar de un “no saber” a un “saber”, pasar de ser “alguien que
no sabe x” a ser “alguien que sabe x”. El aprendizaje pone en juego la propia identidad de la
persona, y moviliza aspectos emocionales relacionados con el miedo al cambio, con la
seguridad que brinda la estabilidad. ¿Quién no ha encontrado dificultades o resistencias a
aprender alguna cosa, a manejar, a patinar, a nadar, a andar a caballo, a hablar otro idioma, a
usar la computadora? Estas dificultades se relacionan principalmente con la dimensión
emocional del aprendizaje.
El aprendizaje requiere de una disposición emocional: para poder aprender, tengo que sentir
confianza y seguridad, y estar a gusto “en situación de aprendizaje”. Una misma situación
será vivida de modo diferente por cada persona en función de sus experiencias de
aprendizaje anteriores y de su percepción de esa situación concreta.
A veces, desde afuera, los docentes no advertimos lo difícil que puede ser para los alumnos
conectarse con su pensamiento y poner en "funcionamiento su cabeza” para poder aprender
en una situación determinada. El aprendizaje requiere que la persona, por unas horas, haga a
un lado sus problemas cotidianos y sus preocupaciones. Pero, cuando estos problemas y
preocupaciones nos desbordan, no podemos aprender. No depende de la percepción que
alguien pueda tener “desde afuera” sobre los problemas del otro, ni depende de si es un niño
o un adulto. Cuando una preocupación nos inunda, no importa si para los demás es grave o
no, no importa si es real o imaginaria: nuestra cabeza está ocupada en otra cosa.
El momento vital que está atravesando la persona que aprende, por ejemplo,
las situaciones de gran movilización emocional, cuando “tenemos la cabeza
en otra cosa”. Tanto los adultos, los adolescentes y los niños pueden estar
muy ocupados o muy preocupados por cuestiones personales, lo que influye
en la disposición mental que podamos tener para aprender.
La historia personal del sujeto y, particularmente, las experiencias de
Trayectos de Fortalecimiento Pedagógico
Actividad obligatoria
Consigna
Las siguientes escenas ilustran problemas que surgen en relación con la gestión del vínculo
pedagógico en el contexto de la escuela secundaria.
La propuesta de este Trabajo práctico consiste en seleccionar una escena escolar de las
presentadas a continuación, y analizarla a partir de conceptos abordados en las clases 2 y 3
relativos al contexto escolar y el vínculo pedagógico.
Escena 1
Muy pocas veces se escribe sobre uno de los desafíos más importantes
que enfrentamos los docentes: manejar con extrema sensibilidad, sutileza
y delicado equilibrio muchas de las situaciones relacionales que tienen
lugar en el aula. Yo deseaba que Daniel interviniera pero no logré la
naturalidad necesaria para que se animara a expresarse sin sentirse tan
abiertamente expuesto, por mi infeliz comentario, al juicio de sus treinta
compañeros.
http://www.herramientasparticipacion.edu.uy/index.php?option=com_con
tent&view=article&id=332&catid=101&Itemid=339
Trayectos de Fortalecimiento Pedagógico
Escena 2
http://www.igualdadycalidadcba.gov.ar/SIPEC-
CBA/Prioridades/Fas1_BuenClima.pdf
Requisitos y condiciones de entrega:
Criterios de evaluación:
Para elaborar su TP, deben prepararlo en un documento de word y guardarlo. Para entregarlo
ustedes verán una ventana como la de mensajería, donde deben agregar el documento como
adjunto.
3.6 Bibliografía
Material de lectura
Meirieu, Ph. (1998). A mitad de recorrido: por una “revolución copernicana” en pedagogía. En
Frankenstein Educador. Barcelona, España: Laertes. Recuperado
de: http://servicios2.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/cai/descargas/listado/FRANKENST
EIN%20EDUCADOR.%20P.%20MEIREU.pdf
Ficha de cátedra, La dimensión emocional del aprendizaje.
Dussel, I. y Caruso, M. (2001). Yo, tú, él: ¿quién es el sujeto?. En De Sarmiento a Los Simpson.
Cinco conceptos para pensar la educación contemporánea. Buenos Aires, Argentina: Kapeluz.
Recuperado de:
http://www.terras.edu.ar/biblioteca/5/5CARUSO-Marcelo-DUSSEL-Ines-Yo-tu-el-quien-
es-el-sujeto.pdf
http://pdfhumanidades.com/sites/default/files/apuntes/Cara-y-Ceca-las-
instituciiones-educativas.pdf
Souto, M. (1996). La clase escolar: una mirada desde la didáctica de lo grupal. En A. Camilloni,
M.C. Davini, G. Edelstein, E. Litwin, Souto, M. y S. Barco (Eds.) Corrientes didácticas
contemporáneas. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Videos:
La Pedagogía de Philippe Meirieu. Entrevista realizada por Alejandra Birgin en Lyon, Francia,
editada por el Área de Tecnología Educativa de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad Nacional de Córdoba. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=zSmh-
9pP7Lk
Conferencia de Philippe Meirieu: Violencia en la escuela.https://youtu.be/a65W-bIRFmw
El pedagogo Carlos Skliar y la importancia de educar con amor. Recuperado
de: https://www.youtube.com/watch?v=kH8J_tGFMwY
Créditos
Fairstein, Gabriela. (2019). Clase 3: Aprendizaje y vínculo pedagógico. Buenos Aires: Ministerio de
Educación y Deportes de la Nación.
Atribución-NoComercial-CompartirIgual 3.0