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Instituto de Educación Superior N° 28

“Olga Cossettini”

Trabajo práctico n° 1

Carrera:
Profesorado de Lengua y Literatura

Asignatura:
Literaturas medievales y renacentistas

Docente:
Battaglia, María Gabriela

Alumno:
Cogliati, Hernán

Año: 2020
“…y me encendí de amor, de amor sagrado.”
Luis Alberto Spinetta-Charly García

Introducción: dos exponentes del espacio urbano


El abordaje de dos figuras de la talla de Francisco de Asís y Gonzalo de Berceo requiere
la indagación en sus respectivos contextos de emergencia. En esta breve introducción
intentaré delimitar algunos puntos.
La región de la península itálica fue, para comienzos del siglo XIII, una de las más
afectadas por las luchas intestinas. La ya antigua tensión entre el Imperio y el Papado se
tradujo en Italia, en largos conflictos entre diferentes familias que adoptan –a veces
alternativamente– uno u otro bando. Aquí hablamos de güelfos (papistas) y gibelinos
(imperiales).
Anteriormente, para el siglo XI, la disgregación política y la imposibilidad de establecer
una autoridad central, habían fracturado la región italiana en tres sectores: el norte
controlado por los partidarios del emperador alemán Enrique II, en el centro los partidarios
del Papa y en el sur y el nordeste, un intento de restauración bizantina bajo la regencia
normanda de Roberto Guiscardo, cuyo núcleo civilizatorio se apoyaba en Sicilia (Le Goff,
2014: 95). El fuerte impulso comercial y la ubicación privilegiada, convirtieron justamente
al sur en el motor mercantil de la zona, cuyos mercaderes aprovecharon las rutas hacia
Oriente1 para comerciar a lo largo del Adriático, dando inicio de esa manera a un temprano
proceso de acumulación. Podemos entender así la consolidación de núcleos urbanos de gran
desarrollo.
La zona de Asís se ubica hacia el centro de Italia, habiendo sido territorio güelfo, facción
para la cual el mismo Francisco tomó parte en su juventud, región en la que si bien el
comercio no se había desarrollado al nivel de Venecia o de Florencia, empezaba a
demostrar un gran despegue a la par de la actividad agrícola.
¿Por qué fue importante señalar estos puntos? Porque para comprender el potencial de la
nueva sensibilidad franciscana es necesario contextualizarla en el seno de las ciudades –
puntualmente de la burguesía mercantil–, ya que el feudalismo italiano se configuró desde
una matriz urbana (Roland, 1964: 14). Así el característico antiurbanismo bajomedieval
1
Vale tener en cuenta la cesión de derechos de circulación que el basileus bizantino, Alejo
Conmeno, concedió a Venecia a finales del siglo XI.

1
(Le Goff, 1999: 264-265) fue cediendo para consolidar la centralidad de la ciudad como
espacio de desarrollo tanto económico como subjetivo.
También, desde un punto más ligado a las estructuras productivas, la apertura mercantil
–que si bien sentó las bases para el renacimiento, persistían aún con gran arraigo elementos
medievales, entre los que puedo señalar la idea de frontera, sobre la que luego me
explayaré– favoreció a romper con el aislamiento propio de la baja edad media, modelando
una sociedad de carácter mucho más dinámico que la española, anquilosada como
consecuencia de su prolongada Reconquista. Esto explica los resabios maniqueo-fronterizos
dentro del didactismo de Berceo.
Pero, ¿en qué reside la importancia histórica de ambos personajes? Primero, en sus
respectivas configuraciones subjetivas que, a pesar de las diferencias particulares, pueden
sintetizarse como propias del espacio urbano, a diferencia de los cantares de gesta o de la
misma roman cortouis, ubicados estos últimos en el espacio del mito o de lo maravilloso.
También en lo que concierne a ambos, su raigambre popular marca un contraste respecto de
las construcciones heroicas imbuidas de aristocratismo en los casos la épica medieval y de
la novela caballeresca.

Francisco de Asís: reformismo y ordo gestualis

“El género literario feudal por excelencia es el cantar de gesta. ‘Gesta’ y ‘gestus’
pertenecen a la misma familia.”
Jacques Le Goff, La civilización del Occidente medieval

La excepcionalidad franciscana reside en una serie de rupturas entre las que destacan su
propuesta –su acción–, y por otro lado la espectacularidad2 que introduce como parte de la
transmisión de su mensaje, desconocida para la tradición catequizadora precedente. Para
esto último puntualizaré en la florecilla XVI.
Lo gestual fue de capital significación para el Medioevo (un ejemplo prototípico
consiste en la inmixtio manuum sobre la que ya se hizo referencia en trabajos anteriores),
que otorgaba validez a un sinnúmero de actos de la vida tanto pública como privada,
marcando la relevancia de la corporalidad (Le Goff, 1999: 315). ¿Cómo es recuperado esto
2
Este expresionismo será configurador de un nuevo género literario. (Roland, 1964: 25).

2
en la florecilla XVI? Puntualmente en el gesto de abrir las manos para recibir a los pájaros,
en el que puede leerse un retorno al cristianismo primitivo, habilitando asimismo el
paralelismo con el intento evangelizador –suerte de Cruzada pacífica– emprendido por la
Primera Orden franciscana en el marco de la Quinta Cruzada. Considero que aquí hay un
elemento que separa la actitud de Francisco en relación con Gonzalo de Berceo, cuyo
discurso apela a los aspectos más reaccionarios de la cristiandad. Debe observarse también
que ya desde el título la florecilla denota la tentación doble entre la que se debate el mundo
cristiano del siglo XIII: peregrinatio o contemplación estática (y extática).
¿Cómo estaría dialogando esto con los respectivos contextos de producción? Tal como
señalé en la introducción, la sociedad mercantil a la que pertenece Francisco, hijo de un
burgués, se abre al mundo a través del comercio, a diferencia de la sociedad española, que,
signada por la Reconquista, buscó en la intolerancia racial y religiosa un elemento
cohesionador de su propia identidad. En la praxis vital de Francisco podría pensarse un
alejamiento respecto del ideal de frontera, a partir de la “integración” –por abajo– de la
alteridad, proceso totalmente funcional al reformismo franciscano, que anticipa algunos de
los puntos de ruptura de la Reforma –principalmente en lo que concierne a la
descomposición eclesiástica en relación con la órbita económica, la simonía (Duby, 1989:
85-86)– pero sin generar un cisma con Roma.
¿Y por qué es importante señalar que la integración se hace por abajo? Además de lo
mencionado, asimismo está presente la necesidad de incorporar a los legos 3 a la vida
religiosa –particularmente a la ascendente burguesía del centro de Italia–, por su
consolidación como clase independiente por un lado, pero también como forma de
descomprimir la tensión suscitada por la irrupción de estos nuevos actores en la vida
pública (vale observar el resquebrajamiento del orden tripartito): los franciscanos intentarán
resolver este problema con la creación de la Tercera Orden.
La jerarquía eclesiástica encontró, entonces, en las Órdenes Mendicantes, una suerte de
vía purgativa de su mensaje, homologando en cierta forma la búsqueda (¿queste?) del
Hombre en la Naturaleza (perdurando en ella resonancias edénicas), espacio no

3
Lo que corrobora el peso del monasterio como centro de acumulación.

3
contaminado que anticipa la vertiente del romanticismo que buscó, a la manera de
Wordsworth, en la misma naturaleza el espacio perdido de la Patria de la infancia4.

Gonzalo de Berceo: clausura y nacionalismo lingüístico


No puede pensarse a Gonzalo de Berceo por fuera del proceso de Reconquista española,
que a nivel interno se yuxtapuso con las Cruzadas, intento de consolidación política del
cristianismo sobre el mundo. Como señala Georges Duby (1989: 106), la primera oleada de
cruzados se sostuvo ideológicamente sobre una base antisemita, que circuló bajo la forma
de relatos populares. Podemos ver en ellos un antecedente del Niño judío de Berceo.
Durante la baja edad media, los claustros monásticos funcionaron como una usina de
producción y conservación del conocimiento, coincidiendo, luego del desmoronamiento del
Imperio Romano de Occidente, con un proceso de retracción humanística al campo
eclesiástico. Justamente en uno de ellos –el de san Millán de la Cogolla– es donde Berceo
desarrolla su vida intelectual.
Los milagros de Nuestra Señora fue uno de los puntos más altos de la llamada literatura
mariana, de profunda imbricación con el surgimiento de una nueva sensibilidad.
Puntualmente el milagro que debemos analizar se vincula con la tradición antisemita de las
Cruzadas, de la que ya hice referencia.
En El niño judío puede recuperarse un sustrato de la antigua épica fronteriza, que
postulaba una operación de (re)centramiento respecto del elemento antropológicamente
ajeno y que es apropiado por el texto épico como monstruoso –y por ende como des-
centrado– (Rosa, 2002: 205-206): el mahometano, el judío, etc. Tanto en la Reconquista
como en las Cruzadas deben rastrearse entonces las principales causas del exacerbado
antisemitismo español, que al no haber tenido, en parte por su particular tendencia
disgregadora, un proceso de pregnancia feudal tan profundo como el de la zona franca, por
ejemplo, configuró su idea de pertenencia en gran medida a partir del rechazo de lo Otro.
La alteridad permanece asociada para la sociedad española del siglo XIII, tal como en
Cantar de Rolando, con la percepción de lo demoníaco. Y esto es homologado en la
dimensión semántico-ideológica del texto, articulándose desde los epítetos a través de los
cuales se caracteriza al padre judío: malaventurado, dïablado, demonïado, locco peccador,

4
Puede que algo de esto esté presente en la actitud integradora de los niños en El niño judío.

4
falso descreído, falsso desleal, o cuando no echando mano a un recurso tan caro a la
representación occidental como la animalización, can traïdor. El didactismo de Berceo
estaría marcando el antagonismo irreconciliable entre el dogma cristiano y el judaísmo
hereje, en el que aún pervive la lucha metafísica entre el Bien y el Mal, procurando señalar
el camino recto hacia la salvación. La novedad introducida por Gonzalo de Berceo
vinculada a la salvación estriba en una “feminización” del milagro a través de la figura de
María, la advocata, lo que da cuenta de la capacidad metabolizadora del cristianismo, en
tanto asimilador de elementos de la tradición mariana como de los trovadores cortesanos.
Es interesante comprobar cómo la pertenencia de lo urbano se inscribe en el Milagro a
partir de las menciones a Francia y Alemania y a la villa de Borges (¿referencia a los
burgos?) en la que se ubica espacialmente el suceso. Tal elección habla de la
intencionalidad berceana respecto de la construcción de un verosímil (teniendo en cuenta la
necesidad de articular un mensaje para un público masivo), asociando la forma de los
Milagros con la tradición de las Artes Praedicandi, particularmente con la tradición
sermonística de divisio extra. Y aquí existe un punto que vincula los textos de Berceo con
las Florecillas, ya que ambos marcan una secularización de la palabra en tanto pasan del
latín a las lenguas romances –el español y el toscano respectivamente– pudiendo
recuperarse no solamente lo señalado anteriormente acerca de la recepción, punto
importante, sino también un incipiente nacionalismo lingüístico (Le Goff, 1999: 246),
proceso paralelo a la conformación en mayor o menor medida consciente de las identidades
“nacionales”. Esta consolidación de la lengua castellana fue política de estado para el
reinado de Alfonso X, que marcó un momento de esplendor cultural para la región
hispánica.
Berceo también postula una dimensión teleológica de la palabra, ya que es a través de
ella que se manifiesta la intervención divina (Kelley, 1998: 148-149), con María como
intercesora entre el macrocosmos y el microcosmos (que asimismo habilita la interrogación
acerca de cómo fue reconfigurándose el principio de correspondencia característico de la
Edad Media). Muy probablemente a esto responda la novedad berceana de incorporar un
narrador en sus Milagros, que homologa a nivel narrativo esta intercesión mariana,
replicándola en el nexo establecido con el público receptor (Salgado, 1998: 224).

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Conclusión
Como cierre podemos ir concluyendo que ambas figuras históricas representan la actitud
de dos naciones con situaciones particulares diametralmente opuestas, pero compartiendo la
fragmentación política como rasgo común.
Otro punto transversal al Francisco de las Florecillas y los Milagros de Berceo es la
influencia de los trovadores provenzales del que perduraba aún un gran resabio del amor
cortés, manifestado entre otros elementos en la centralidad de la dama de lonh, la Pobreza
para Francisco, la Virgen María en el caso de Gonzalo de Berceo. Debe advertirse que esta
feminización indica la conformación de nuevos imaginarios y sensibilidades, moldeando
las subjetividades para el Renacimiento venidero, en el que paradójicamente las conquistas
femeninas serán prácticamente liquidadas, volviéndose la mujer –a nivel de la convención
estética– un molde formal sin contenido.
La reflexión respecto de las bases materiales de los contextos en que Francisco de Asís y
Gonzalo de Berceo desarrollaron su existencia, permite problematizar, sin caer en
mecanicismos, la función económica que tuvieron ambos dentro del marco de sus órdenes,
que en el caso del español se hace más evidente al situarse el monasterio de San Millán en
una zona neurálgica de confluencia de peregrinos. Aún así, ambos representaron una
secularización de la palabra al traducir su mensaje evangelizador a las lenguas vernáculas,
marcando un punto de inflexión en lo que concierne a la exclusividad del latín como lengua
religiosa. En esta elección existe una democratización temprana del mensaje a la
cotidianeidad del pueblo, desde la comunión con la Naturaleza en Francisco y por medio de
los ejemplos impregnados de realismo alegórico y folklore en el caso de Berceo,
anticipando otro de los puntos de la Reforma, en este caso en relación a la traducción del
texto bíblico.
Ojalá pudiésemos afirmar, a la manera de Le Goff, que seguimos viviendo en la Edad
Media.

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Bibliografía

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quiso San Francisco conocer la voluntad de Dios, por medio de la oración de Santa Clara
y del hermano Silvestre, sobre si debía andar predicando o dedicarse a la contemplación".
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Rosa, N. (2002). De monstruos y pasiones. Naturaleses (2), 205-206.

Salgado, M. C. (1998). La situación comunicativa en 'Milagros de Nuestra Señora" de


Berceo. En Asociación Internacional de Hispanistas XIII (Tomo I). Madrid, Soria y
Segovia: Centro Virtual Cervantes, p. 224.

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