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La práctica del saqueo caracterizó también los siglos de transición entre la tardía
antigüedad y la Edad Media. En edad tardo-antigua y medieval, el interés hacia
los artefactos antiguos se ligaba, en general, a su utilidad inmediata: la atención
se concentraba, sobre todo, en las obras de arte más monumentales,
frecuentemente a disposición de intereses prácticos o religiosos. Las legislaciones
imperiales contemplaban un cierto derecho al expolio de los antiguos edificios
públicos y de las casas abandonadas (incluso de las tumbas) para recuperar
bienes de lujo, pero también materiales para la construcción que ya no se
encontraban en superficie y de todas formas, era más fácil transportarlas desde
las ruina antiguas.
Los siglos XIV y XV: los intereses por la antigua Roma, conocida a través de las
obras de los autores griegos y latinos, se manifiesta ya en algunos precursores
ilustres de la sensibilidad humanista hacia lo antiguo y encuentra en Francisco
Petrarca (1304-1374), un maestro y un guía. Según el poeta (apasionado
comentador de Tito Livio y Cicerón), Roma, era una ciudad para visitar con los
textos de los autores clásicos en la mano.
Para los anticuarios, sin embargo, los monumentos y los objetos antiguos que
emergían del terreno, continuaban siendo principalmente objetos para guardar
en el interior de los palacios, como fuentes de riqueza inmediata; no obstante, a
estos ilustres precedentes, no era todavía evidente que los objetos antiguos
constituyesen una fuente directa de conocimiento histórico.
Los hallazgos conquistaban una posición cada vez más autónoma en relación a
los textos, si no se anteponían directamente.
Los anticuarios, hombres de corte, tomaron contacto con los ambientes eruditos,
ya que necesitaban aprender a interpretar figuraciones numismáticas, a integrar
y descifrar las inscripciones y a familiarizarse con la crítica de los textos.
Epigrafia en el Foro de Trajano de Roma (en latín, Forum Traiani) «El senado y el pueblo romano, al
emperador César Nerva Trajano Augusto Germánico Dácico, hijo del divino Nerva, pontífice máximo,
tribuno por decimoséptima vez, imperator por sexta vez, cónsul por sexta vez, padre de la patria, para
mostrar la altura que alcanzaban el monte y el lugar ahora destruidos para <obras> como ésta.»
El gran movimiento anticuario de los S.XVII y XVIII pone las bases sobre las
cuales se desarrollan algunos medios de la moderna investigación arqueológica,
como las investigaciones sobre el terreno (en las cuales ya no se buscaban los
indicios como una suerte de caza al tesoro) y el estudio de las formas de las cosas
(piezas, objetos e incluso imágenes) preparados para la investigación de
características recurrentes que permitiesen establecer relaciones (es lo que en
términos modernos llamaríamos método de comparación). En esto residen las
premisas para la superación del método anticuario: No es suficiente ya solamente
el estudio (aunque fuese muy profundo y minucioso) de objetos, monumentos o
edificios, si no que se intenta ir más allá, estableciendo relaciones entre ellos y,
muy importante, intentando dar luz también a sus trasformaciones en el tiempo.
Como resultado del incremento del interés hacia lo antiguo y como punto de
encuentro para estudiosos y amantes de la antigüedad, nacieron los primeros
grandes museos y las primeras instituciones.
En el 1665, Luis XIV fundó la L´Academie des Inscriptions et Belles-Lettres como
una sección del Instituto de France. En Londres, se instituyeron en el 1718 la
Society of Anticuaries que a partir de en el 1732 jugaría un papel importante en
las excavaciones de Grecia y del Oriente Próximo.
Una de las cuestiones principales en torno a las cuales gira la historia del
pensamiento arqueológico durante buena parte del “Novecento”, se refiere al
estudio de la historia del arte antigua.
Uno de los conceptos principales en torno al cual construyó su historia del arte
griega, fue “la idea de la belleza” y la investigación sobre como en la antigua
Grecia se hubiese llegado a los cánones de belleza creídos insuperables.
En la historia del arte griego, distingue cuatro estilos (antiguo, sublime, bello y
de imitación) que dispuso en sucesión en el tiempo, siguiendo un claro criterio
evolucionista: el momento álgido estaba representado por el estilo sublime
(precisamente aquel de la Grecia del S. V a. C) y toda la producción artística
precedente era degradada a simple preparación a este momento de máxima
expresión, mientras que la posterior se veía como una inevitable fase de
decadencia.
Más allá de los juicios y de los temas específicos, lo que constituye la mayor
herencia de la obra de Winckelmann es la de haber intentado insertar las obras
de arte en un cuadro cronológico coherente: en las esculturas griegas se podían
reconocer momentos diferentes en un largo recorrido de desarrollo en el tiempo
y, por esto, tenía una historia. Tarea del historiador del arte (y del arqueólogo)
era reconocer las etapas y los protagonistas de esta historia. No se limitaba, por
lo tanto, a describir las obras de arte, sino que también se interrogaba sobre su
génesis, intentando insertarlas en una secuencia histórica continua.
Tuvo que transcurrir más de un siglo antes de que los horizontes de la historia
del arte antigua se extendiesen a otras épocas hasta comprender y apreciar, por
ejemplo, el arte romano. Esto fue posible gracias a la obra de dos históricos del
arte: Alois Riegi y Franz Wickhoff.
Dos figuras importantes de la Inglaterra de la época son: Sir. Richard Colt Hoare
(1758-1838) y William Cunnington (1754-1810), comerciantes de tejidos, ambos
aspiran a fundar una arqueología del territorio.
Durante todo el siglo XIX, la arqueología clásica, fue una disciplina dirigida por
los estudiosos alemanes que tenían como objeto de estudio preferido, la historia
del arte antiguo en general y en particular, la del mundo griego. El método
aplicado era el de la arqueología filológica, llamada así, no porque se sirviese de
las fuentes literarias, sino porque de la filología de los textos toma prestado el
modo de proceder. Como a través del estudio de las diferentes copias de
manuscritos conservadas, se intentaba remontarse al manuscrito original, del
mismo modo, a través del análisis de las múltiples copias de una escultura, se
pretendía remontar al modelo original. Se trataba de un acercamiento más
riguroso al estudio del arte antiguo.
Heinrich von Brunn (1822-1894), escribe la primera historia del arte griega en dos
volúmenes (Geschichte der griechischen, Künstler) en la cual intentó reconstruir la
personalidad artística de los maestros de la escultura griega, utilizando
solamente como base, las fuentes literarias. En 1865, a von Brunn, se le confió la
primera cátedra de arqueología clásica creada en Múnich.
El oficial del ejército británico, el general Augustus Lane-Fox Pitt- Rivers (1827-
1900) partiendo del estudio y clasificación de las armas de fuego, intuyó que
cualquier obra, podía haberse desarrollado según un criterio evolutivo y que esta
evolución podía ser encuadrada en el interior de una secuencia tipológica.
Empezó a recoger objetos de uso común, creando colecciones etnográficas y
prehistóricas. Los objetos recogidos y clasificados por tipología (y no por
proveniencia), adquirían importancia, no tanto por su belleza, sino por la
información que se podía extraer de ellos. En 1880, emprende una serie de
excavaciones en el área de Cranboner Chase; exploró el sitio con gran atención,
procediendo a identificar los estratos y determinando la posición de los objetos
hallados. La aplicación de la estratigrafía, la identificación del contexto de los
objetos, la excavación completa del sitio, una excelente documentación y
publicación de los datos definen las características fundamentales de la
arqueología de Pitt- Rivers.
1846. El médico y estudioso francés Bruno Meissmer publica por primera vez
sus investigaciones sobre la casi legendaria Asiria, arrojando una vívida luz sobre
el hasta entonces oscuro periodo comprendido entre el II y V milenio a.C. Su obra,
más descriptiva que científica, resultará trascendental para la divulgación de lo
que se conocerá como asiriología.
Los primeros fósiles fueron encontrados en Engis (Bélgica), en 1829. Le siguen los
de Gibraltar, en la cantera de Forbe en 1848, pero no se reconoció el significado
de estos dos descubrimientos hasta bastante después de que se diera a conocer el
famoso Neandertal 1. Este fue hallado en 1856 cerca de Düsseldorf en el valle del
río Düssel en Alemania, tres años antes de que Charles Darwin publicara El
origen de las especies.
Mediados del siglo XIX. El Liber Linteus Zagrabiensis (en latín: Libro de lino de
Zagreb), también conocido como Liber Agramensis, es el texto más largo
conocido escrito en lengua etrusca (se estima que sus 230 líneas contienen unas
13 000 palabras, aunque sólo unas 1 200 palabras son legibles, dado su estado de
conservación) y el único libro existente escrito en lino.
El documento, que ha sido datado alrededor del siglo I a.C. se trata de un texto
caligrafiado en tinta roja y negra, en una docena de columnas verticales sobre un
trapo de lino dividido en veinte recuadros rectangulares, que fue utilizado en el
período Ptolemaico para vendar la momia de una mujer. Fue encontrado en
Egipto a mediados del siglo XIX. Se le llama "de Zagreb" por la ciudad de Zagreb,
Croacia, en cuyo museo arqueológico se conserva actualmente y donde fue
transportada la momia desde Egipto por Mihail de Brariæ. El texto, que parece
un calendario ritual, fue estudiado solo a partir de finales del siglo XIX.
En la imagen, - Lapa (Patella vulgata)- con restos del pigmento colorante usado para realizar las
pinturas, hallado en la cueva de Altamira, Cantabria, España
Proceso de la intervención para el estudio y la conservación realizada en la cueva de Altamira entre el
2012 y el 2014 después de permanecer 10 años cerrada al público.
1869. En Asia menor, el arquitecto inglés John Turtle Wood, recuperó entre el
1869 y el 1874 los elementos arquitectónicos del Artemisión de Éfeso,
posteriormente adquirido por el British Museum, mientras que el alemán
Alexander Conze junto con Karl Humann iniciaron las excavaciones de la ciudad
de Pérgamo, donde sacaron a la luz el gran altar, que más adelante fue trasladado
al museo de Berlín.
1888. El Papiro de Ani es la versión más conocida del Libro de los Muertos. Se
calcula que fue escrito durante la dinastía XVIII, hacia el año 1300 a. C. y, entre
todos los textos del Libro que se han encontrado, es el que tiene el mayor número
de capítulos, todos decorados con dibujos que explican cada paso del juicio de
Osiris. Es uno de los papiros mayores que nos han llegado, ya que mide casi 26
metros. Forma parte de los fondos del Museo Británico desde 1888, cuando lo
descubrió cerca de Luxor el Dr. E. Wallis Budge, agente de compras del museo,
procedente del saqueo de una tumba de la dinastía XVIII.
Los egiptólogos están de acuerdo en que fue escrito por tres escribas, ya que tiene
grafías diferentes, aunque de la misma escuela: la cofradía de Deir el-Medina,
con las ilustraciones, obra de la misma mano, algunas de ellas copias entre sí. El
nombre de Ani, aparece con una escritura diferente e intercalada en espacios en
blanco, por lo que puede ser la persona que lo compró.
Forma parte de la llamada «versión tebana» del Libro, con capítulos sin orden
fijo. (Desde la dinastía XXVI hasta la época ptolemaica se usó la «versión saíta»,
con un orden fijo).
Está compuesto por tres láminas de papiro, pegadas entre sí, y dividido en seis
secciones de entre 1,5 y 8 metros de longitud cada una. El texto ocupa 23,6 metros.
Estaba enrollado y sujeto con una banda ancha de papiro.
Robert Koldewey en las ruinas de babilonia en las excavaciones que llevó a cabo en 1899.