Buscar espárragos es una práctica de la que en Córdoba y toda su provincia hay
numerosos aficionados. Una de esas tradiciones que nos mantiene ligados a la naturaleza y nos remite a aquel pasado de recolectores cazadores de nuestra especie.
A muchos, la habilidad para buscar espárragos les llega desde la infancia,
cuando en la primavera -de finales de febrero a mediados de mayo- acompañabas a padres o hermanos a la finca para coger aceitunas, vinar los olivos, arar, etcétera.
Pero, vamos al grano. El espárrago es un tallo no endurecido que sale de un
órgano subterráneo, el rizoma. Primero sale sin espinas, tierno, jugoso y grueso en comparación con el tallo de la planta. En la punta tienen unas pequeñas escamitas que son las hojas verdaderas, pero a medida que va "madurando" estas desaparecen y empiezan a salir unos tallitos o falsas hojas laterales que se ramifican y endurecen hasta que toman el aspecto y color de la esparraguera adulta. Cuando están endurecidos no se suelen recolectar porque tienen poca "carne".
Existen dos especies frecuentes en la Península Ibérica, Aparagus albus, y
Asparagus acutifolius. En la Subbética cordobesa se dan ambas. Aquí, la Asparagus albus es conocida como la "esparraguera de piedra" y se da en la parte sur y oeste, por Rute e Iznájar. La Asparagus acutifolius sería la verdadera esparraguera triguera, una especie mediterránea, arbusto sin hojas aparentes, espinoso y de color azul verdoso, a veces ceniciento, que se cría en el bosque mediterráneo, encinares y, a falta de matorral y encinar, también se cría entre los troncos de los olivos, majanos de piedras y setos naturales. Los lugares exactos donde encontrarlos se transmiten de generación en generación como un "patrimonio" más de cada familia. Aún así, es curioso que el sentido de la propiedad se pierda, de forma que está asumido que puedan coincidir varios recolectores en la misma zona o entrar en una finca ajena en busca de espárragos, no pasa nada.
En la Subbética, el hábitat natural de la esparraguera se ha reducido
drásticamente, debido a la desaparición del encinar y matorrales mediterráneos por la ampliación de la superficie de olivar. Pues aunque entre olivos también podrían darse con éxito la esparraguera, determinadas prácticas lo impiden, como el uso de herbicidas. Una simple solución sería concienciar a al agricultor para que evite rociar las esparragueras. Con eso conseguirá que sus hijos puedan seguir recolectando ese fruto que la naturaleza nos ofrece.