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Maestría En Derecho Constitucional y

Procesal Constitucional

Contenido, ámbito, alcance y límites de la libertad de empresa en la


Republica Dominicana

Asignatura:
Derechos económicos, sociales y culturales

Docente:
José David Betances A

Expositores:
Donald Antonio Sánchez Sánchez
Luis Boyer Medina
Fredy Castillo

Santo Domingo de Guzmán, Distrito Nacional

28 de mayo de 2020
Contenido, ámbito, alcance y límites de la libertad de empresa en la
Republica Dominicana
Los derechos fundamentales constituyen un elemento fundamental de la
libertad de empresa en una economía social de mercado. Empero, y visto
como asumen algunos ambos conceptos, podríamos pensar que la
afirmación es contradictoria. Pero no lo es. La relación entre los derechos y el
sistema económico dominicanos es indisoluble y beneficiosa tanto para la
vida económica como para la democracia.
La importancia de esta relación se encuentra en la configuración
constitucional del derecho a la libertad de empresa (art. 50), del derecho a la
propiedad (art. 51) y de la iniciativa privada (arts. 218 y 219).
Dichos artículos establecen un equilibrio entre el libre mercado y los
derechos, conformando, como bien señala Eduardo Jorge Prats, una
economía social de mercado.
En el caso dominicano esto implica que, en lugar de ser valores antagónicos,
los derechos sociales y los derechos de participación en el mercado crean
sinergia mutuamente positiva.
Es precisamente por esto que las amenazas que se ciernen sobre los
derechos fundamentales son, a la corta o a la larga, un peligro también para
la libertad de empresa.
Cuando en una sociedad los derechos empiezan a devaluarse,
inevitablemente se corroe el sistema que hace posible el libre intercambio de
bienes y servicios.
Cada paso que acerca a la arbitrariedad o al desconocimiento de las
facultades jurídicas de los ciudadanos, aleja no sólo de la justicia social, sino
también del Estado de derecho necesario para el desarrollo exitoso de la
iniciativa privada.
Afortunadamente, las herramientas que garantizan unos sirven también para
garantizarlos todos. Esta interdependencia jurídica y funcional queda
demostrada con ejemplos concretos.
La misma libertad de tránsito que impide a una empresa obstruir el paso a la
carretera a los habitantes de un pueblo, protege la libertad de empresa en el
transporte de carga.
La misma libertad de expresión que protege la crítica social ampara el
derecho a la publicidad. Los ejemplos son inagotables.
Defender derechos fundamentales es compatible con la defensa de la
iniciativa privada en la economía social de mercado. El equilibrio buscado por
el constituyente permite que estas defensas no sea contradictorias, sino
complementarias.
El artículo 50 de la Constitución dominicana reconoce y garantiza la libre
empresa, comercio e industria. Esto significa que el constituyente confía en la
iniciativa privada el proceso productivo y la satisfacción de las necesidades
de los individuos, lo que envuelve el compromiso de parte de los poderes
públicos para proteger y garantizar un ejercicio efectivo de esa libertad. En
consecuencia, se afianza un nivel de seguridad a los individuos de una esfera
de actuación libre de injerencias por parte del Estado. Pero, esa confianza es
de primer orden, lo que implica que el Estado siempre podrá intervenir para
planificarla respecto a las exigencias de la economía. Así, la Constitución
(CD) reconoce en su artículo 219, la posibilidad de iniciativa pública en la
actividad económica. En ese sentido cabe destacar, en un primer término,
que la libertad de empresa debe ser considerada efectivamente como un
derecho fundamental y no una garantía institucional.
No puede hablarse de economía de mercado sin libertad de empresa. Y es
que la libertad de empresa es una consecuencia directa de la libertad
económica, íntimamente vinculada con el contenido del artículo 43 CD
respecto del libre desarrollo de la personalidad. Para un perfecto disfrute, se
adhiere a las demás libertades económicas: propiedad privada, derecho de
asociación, libertad de residencia y circulación y el principio de autonomía
privada o de libertad de contratación.
La libertad de empresa implica, en favor de los individuos, la facultad de
iniciar y explotar las actividades económicas de su preferencia (dentro de los
límites correspondientes que veremos más adelante), por título propio o a
través de los vehículos corporativos legalmente establecidos.
La libertad de empresa es un derecho y se ejerce con ciertas limitaciones,
razón por la cual su estudio debe realizarse de manera sistemática con otros
artículos de la propia Constitución. En cuanto a su alcance, el artículo 50 CD
abarca tanto personas físicas como morales, nacionales o extranjeras,
siempre que no se lleve a cabo por el propio Estado. Por lo tanto, queda
fuera del ámbito de aplicación de ambos textos, la iniciativa económica
pública. Cabe agregar, además, que la libertad de empresa abarca tanto a
actividades con fines lucrativos como aquellas que tiendan a cualquier otro fin
lícito distinto al de las organizaciones particulares reconocidas por la
Constitución y las leyes. La libertad de empresa incluye cualquier actividad
organizada que tenga por objeto o finalidad la oferta de productos o servicios
en el mercado y se entiende que no es necesario que la misma se ejerza de
manera habitual.
La protección constitucional abarca todos los aspectos o dimensiones de la
actividad empresarial, constituyendo limitaciones a la misma “cualesquiera
regulaciones que constriñan o restrinjan la libertad para adoptar decisiones
en relación a su empresa, desde la publicidad hasta el despido de un
trabajador pasando por el traslado de la sede de la empresa (STC español
64/1990, de 5 de abril)”. Por tanto, la libertad de empresa abarca: libertad de
creación de empresas y acceso al mercado, la libertad de su organización y
de dirección y conlleva a la libertad de ejercicio de la actividad empresarial, la
libertad de tomar decisiones, de competir en un mercado libre, libertad de
producción, libertad de inversión, libertad de fijación de una política
comercial, libertad de contratación, etc.
En otro orden, la economía de mercado requiere de una protección especial
que puede imponer limitaciones a la libertad de empresa. Tal es la firme
prohibición a los monopolios, a menos que sean en provecho del Estado,
cuya creación y organización se efectuará con arreglo a la ley, conforme el
artículo 50 CD. En consecuencia, el Estado debe favorecer y velar porque la
competencia sea libre y leal, debiendo adoptar las medidas que fueren
necesarias para evitar los efectos del monopolio y del abuso de posición
dominante en el mercado. En ese sentido, admite excepciones legales para
los casos de seguridad nacional.
Conviene mencionar, además, que el artículo 50.2 CD reconoce al Estado la
facultad de dictar medidas para regular la economía y promover planes
nacionales de competitividad e impulsar el desarrollo integral del país. Del
mismo modo, el artículo 218 CD establece que la iniciativa privada es libre.
Sin embargo, se especifica que el “Estado procurará, junto al sector privado,
un crecimiento equilibrado y sostenido de la economía, con estabilidad de
precios, tendente al pleno empleo y al incremento del bienestar social…” y
permite al Estado, bajo el principio de subsidiaridad, por cuenta propia o en
asociación con el sector privado y solidario, “ejercer la actividad empresarial
con el fin de asegurar el acceso de la población a bienes y servicios básicos y
promover la economía nacional” (artículo 219 CD). Lo que se traduce en una
apertura para que, en casos extremos, el Estado pueda intervenir en la
actividad económica privada.
Ahora bien, esa apertura debe interpretarse, en conexión con la cláusula de
Estado social, como una intención del constituyente de abandonar la
actividad económica estatal directa y robustecer el ámbito de la regulación y
control. En este sentido cabría preguntarse la legitimación, en términos
constitucionales, de la inserción de empresas estatales en ámbitos
legalmente reservados a los particulares, en contradicción al referido principio
de subsidiaridad y, dado el caso, la creación de un privilegio frente a las
empresas privadas en contradicción a lo dispuesto por el artículo 221 CD.
En conclusión, el derecho a la libertad de empresa en palabras de nuestro
Tribunal Constitucional (Sentencia TC/0049/13 de abril de 2013), ‹‹…
consagrado en el artículo 50 de la Constitución de la República, puede ser
conceptualizado como la prerrogativa que corresponde a toda persona de
dedicar bienes o capitales a la realización de actividades económicas dentro
del marco legal del Estado y en procura de obtener ganancias o beneficios
lícitos. Esta es la concepción más aceptada en el derecho constitucional
comparado, tal y como se puede evidenciar de la jurisprudencia que en ese
sentido ha desarrollado la Corte Constitucional colombiana: “La libertad de
empresa comprende la facultad de las personas de afectar o destinar bienes
de cualquier tipo (principalmente de capital) para la realización de actividades
económicas para la producción e intercambio de bienes y servicios conforme
a las pautas o modelos de organización típicas del mundo económico
contemporáneo con vistas a la obtención de un beneficio o ganancia. Esta
libertad comprende, entre otras garantías, (i) la libertad contractual, es decir,
la capacidad de celebrar los acuerdos que sean necesarios para el desarrollo
de la actividad económica; (ii) la libre iniciativa privada” (Sentencia C-263/11,
de fecha 6 de abril del 2011; Corte Constitucional de Colombia).››

El tribunal constitucional y la libre empresa

Al comentar el artículo 50 de la Constitución, el Tribunal Constitucional (TC)


ha señalado que la libertad de empresa, como derecho fundamental, se
configura como una prerrogativa que sólo puede ejercitarse en el mercado y
ha precisado que consiste en la libertad para decidir qué producir y cómo
hacerlo de acuerdo con la ley.
De acuerdo al TC, el valor jurídico protegido por la libertad de empresa es la
iniciativa económica privada como elemento esencial de una economía de
mercado, libertad que sólo podría estar limitada por las disposiciones
contenidas en la Constitución y las leyes.
En un comentario a nuestra Constitución, el español Raúl Canosa Usera
sostuvo que la libre iniciativa económica se refuerza en el artículo 219,
incluyendo entre los principios rectores del régimen económico la
encomienda al Estado de fortalecerla y encauzarla con políticas para
promover el desarrollo de la nación. Pero estas políticas estatales se habrán
de inspirar en el principio de subsidiaridad; es decir, se pone coto al
intervencionismo estatal que solo podrá invertir cuando no puedan los
particulares.
Sin embargo, nuestro TC entiende que la libertad de empresa no equivale a
la ausencia de reglas, pues como derecho de raigambre social y económica
en la estructura constitucional dominicana se contrapesa con otras
prerrogativas fundamentales y está sujeta a la modulación de los poderes
públicos. La protección de la libertad de empresa, y su consecuente
reconocimiento constitucional, es un imperativo en el marco de una economía
social de mercado. En ese tenor, las relaciones privadas (horizontales) que
se puedan derivar de la libre empresa también están sujetas a los principios
constitucionales.

Por esa razón, los derechos de los consumidores o usuarios nacen como una
necesidad del principio de Estado social y de la función esencial de ese
Estado de garantizar la protección efectiva de los derechos de las personas y
el respeto de su dignidad.
Así, pues, a la decimonónica teoría liberal del derecho napoleónico fundada
en la autonomía de la voluntad, que concebía a las partes en el contrato
como sujetos racionales en igualdad de condiciones y que hacía votos por la
buena fe y el efecto relativo de las convenciones, hemos pasado a una tutela
legal y constitucional diferenciada a favor de los más débiles, de los más
vulnerables en la relación de consumo, a favor de los consumidores.
Lo que a veces se denomina crisis del contrato no es nada más que una
crisis de la autonomía de la voluntad, la titulada decadencia no es tanto la del
ámbito del contrato, es la de la libertad contractual, es decir el derecho de los
contratantes de determinar cómo lo entienda su relación contractual.
Bibliografía

Contín, N. (11 de octubre de 2013). Acento.com. Obtenido de


https://acento.com.do/2013/opinion/1411199-la-libertad-de-empresa/

Cordero, N. P. (s.f.). El día. Obtenido de https://eldia.com.do/derechos-y-libertad-de-


empresa/

el nacional.com. (27 de septiembre de 2017). Obtenido de https://elnacional.com.do/el-tc-y-


la-libre-empresa/

PUCMM. (2014). Revista de Ciencias Juridica

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