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El tema y título del sermón

La búsqueda de un tema apropiado para edificar la iglesia es, en


algunas ocasiones, un difícil trabajo. Se ha dicho que el predicador que
tiene claro el tema de su sermón, ya tiene la mitad de su sermón. Todo buen
sermón debe girar alrededor de un tema o idea central.
Esta idea central es la verdad que debemos dejar clara en el corazón del
oyente.
Un sermón que no tiene una idea central divagará de una cosa a otra y no
dejará nada claro en la mente del que escucha.
La falta de una idea central revela descuido y falta de preparación.
El tema debe ser la expresión exacta del asunto, o la respuesta a la
pregunta: ¿De qué voy a hablar?
Nunca debe escogerse un tema por ser bonito o sonoro como fase, sino que
ha de expresar claramente el objeto que el sermón persigue. Todo
predicador, para preparar bien su sermón, debe responder a la pregunta:
¿Por qué voy a hablar de este tema? ¿Qué fin deseo lograr?
Es muy importante tener en cuenta que al escoger el tema del sermón
estamos definiendo de qué vamos a hablar y también qué dejaremos fuera
de la predicación.
Las primeras palabras de nuestro sermón, deben definir el tema trataremos.
Algo así como marcar territorio.

Cuando predicamos, debemos hacerlo dentro de un marco de inspiración


del Espíritu Santo para que sea él que haga el trabajo en el corazón del
oyente. Sobre todo, el tema tiene que estar inspirado en la Biblia y no en
otra fuente, su contenido debe estar íntimamente relacionado con el texto
bíblico que se usa de referencia y el tema lo tiene que expresar. 

Reflexionando sobre las necesidades espirituales de sus


oyentes.
Es de prioridad entender que un mensaje no debe ser dirijido desde el
púlpito para personas partitculares sino, para las diferentes personas que
anhelando una palabra de aliento escuchan atentamente el mensaje.
La predicación debe estar orientada a las necesidades de los oyentes. 
Es clave que el tema prometa satisfacer las necesidades de los oyentes.
Para poder brindar el pan de la enseñanza hay que estar dispuesto a una
rigurosa dieta que nos fortalezcan y nos nustran de modo que podamos dar
de lo que tenemos.
Una cosa muy relevante es poder mantenernos alimentándonos de otros
buenos predicadores. Leer libros y todo cuanto nos ayude a prepararnos
más. Tener un libreta de apuntes donde podamos escribir textos bíblico y
notas importantes puede ayudarnos en cualquier momento de preparación
de un mensaje.

Nos Puede ayudar a buscar el tema adecuado, hablar con los feligreses y
conocer sus necesidades y aspiraciones. De esta manera, llevamos un
mensaje que realmente llene espectativas y surte efectos positivos en los
oyentes.
Una cosa que hay evitar es repetir mucho los mismos mensajes. Debemos
anotar cada predicación ,de forma tal que podamos escoger otros temas
edificadores para ocasiones posteriores.

EL TEMA Y EL TEXTO
¿Debe predicarse sobre temas o sobre textos? ¿Debe elegirse primero el
tema y después el texto, o viceversa?
Es imposible responder a estas preguntas de un modo concreto dando
reglas absolutas. En algunos casos, cuando el predicador tiene un tema
definido, sintiendo que debe predicar sobre aquel asunto; el tema precederá
a la elección de texto. Pero en otros casos, cuando el tema es sugerido
como resultado de meditación personal de la Sagrada Escritura, será el
texto el que precederá y sugerirá el tema al predicador.

 Como ya vimos el tema es un corta, sencilla y especifica oración


gramatical que encierra el propósito de lo que se va a predicar. Al momento
de definir el tema este debe cumplir con al menos tres cualidades
importantes. Primero, debe tratar sobre alguna de las grandes verdades de
la fe cristiana. Si el mensaje no tiene un contenido bíblico que trate de las
grandes necesidades de salvación y edificación estaremos perdiendo
nuestro tiempo y el de los oyentes. No debemos olvidar la gran oportunidad
que el predicador tiene de compartir un mensaje tan divino como para
hacerlo mediocremente. Segundo, debe estar relacionado con las
necesidades espirituales de los oyentes. Puede evaluarse la necesidad de
presentar la necesidad de salvación entre los oyentes no convertidos, o la
necesidad de reforzar un tema doctrinal de importancia, o la necesidad de
alentar al pueblo, y en general, debe tratar un tema práctico para el oyente.
Finalmente, el tema que se desarrolle debe tener una relación íntima con los
textos bíblicos que se usen. Nunca se deben usar textos bíblicos como
pretexto para hablar cualquier cosa, nuestras palabras y afirmaciones tienen
que estar en armonía con las bases bíblicas que usemos.
Una vez elegido el texto, es indispensable concretarlo en un tema, si no se
posee ya de antemano.
El tema es el resumen del texto y del sermón concretado en una corta
sentencia. Ha de ser, por tanto, no solamente la esencia del texto, sino el
lazo de unión de los diversos pensamientos que entrarán en el sermón. Hay
una gran ventaja en poseer un tema para el arreglo del sermón. Se ha dicho
que el tema es el sermón condensado, y el sermón es el tema desarrollado.
El tema fomenta la unidad del discurso, y si los argumentos, explicaciones
y aplicaciones son adecuados, permanece el tema como nota dominante
sobre la mente.
El tema ayuda para dar intensidad y firmeza al sermón y mantener el
discurso dentro de los límites razonables. Por esto es preferible tener el
tema limitado y bien definido y no demasiado amplio.
Predicar un sermón sin tema, es como tirar sin blanco.

EL TEMA Y EL TITULO
Cuando ya hemos escogido el tema, o sea, el asunto sobre el cual deseamos
predicar a una iglesia, debe formular dicho tema en un título. Muchos
predicadores y libros de Homilética confunden el tema con el título. Al
autor le ocurrió esto por un tiempo. A veces, y hasta cierto punto, no existe
diferencia entre ambas cosas, pero a veces el título no es más que la puerta
del tema o asunto, el cual no puede ser expresado plenamente por el título,
por dos motivos:
a) Porque el título del sermón ha de ser exageradamente breve, y por tal
razón no puede a veces contener todos los pensamientos o partes que el
predicador desea desarrollar en su tema.
b) Porque, sobre todo en estos tiempos de abundante publicidad, ha de ser
el título del sermón especialmente chocante y atractivo, para despertar la
atención e intrigar al público. Esto pone al predicador en el peligro de
formular su tema en un título que se aparte del asunto del cual realmente
quiere tratar. En otras palabras: que sirva tan sólo de excusa o motivo para
llamar la atención y no de verdadera base al mensaje. En tal caso se expone
a que el público, sintiéndose defraudado, pierda confianza al predicador.

En conclusión, la elección del tema y el título del mensaje podría ser la


clave para desarrollar un mensaje con profundidad y que pueda ser
entendido más fácilmente por toda la audiencia de manera que pueda servir
para enseñar, llevar refrigerio espiritual y aliento a aquellos que lo
necesitan.

JORGE FRANKLIN SUAZO TAVERAS


Mat. 2016 – 3100 559

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