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CURSO DE FILOSOFÍA TOMISTA

EPISTEMOLOGÍA GENERAL
Por ROGER VERNEAUX

BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1985
ROGER VERNEAUX
Profeior del lo td td to Católico de Parí»

EPISTEMOLOGÍA GENERAL
O

CRÍTICA DEL CONOCIMIENTO

BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1985
Vereión eaiteflana de L M kokano, de le obra de
Roacn Vdiniauk EpbUmotofie téaérti* oa Critiqm da h cotvojssance.
Toda petición concerniente a loe derochoe de traducción o adaptación, te a cual ata la lengua
o la m anera en que te haga, deberá dirigirae obligatoriamente e
«Beauchoane e t aaa Ble, n ía de Renace, 117 Parle vi*»,
ediiome de la adición original fia aceea

Séptima tdlclia 1933

I mpuímase: Barcelona, 2 ] de febrero de 1966


t D r. J uan Sb u a P uto, Vicario General

® Beaucharae »l st> fib . Parto I91V


(g) Editorial Herdrr S .A ., Pro rem a 388, Barcvloaa (España) ¡967
ISBN 84-254-0123-9

B t noriBDAD D epósito lcgal: B. 31.392-1984 P u n t eo in Sfain


G u m ía Nápolce, 249 OSO13 Barcelona
CAPÍTULO SEGUNDO

EL EMPIRISMO

No es siempre fácil distinguir el empirismo del escepticismo, pues


sus fronteras son comunes. Así d último de los escépticos griegos,
Sexto, es de hecho un empirista, y d más riguroso de los emperis­
tas modernos. Hume, se declara escéptico. No obstante, si definimos
el escepticismo según su esencia, como una actitud de duda uni­
versal, d empirismo aparece como una forma, débil tal vez pero
caracterizada, de dogmatismo, y no vamos a llamar a Hume « d más
ingenioso de todos los escépticos», según palabras de Kant. Ade­
más, d empirismo es un movimiento filosófico cuyas ramificaciones
son múltiples. El único rasgo común a todas días es no admitir
más que un medio de conocimiento: la experienda.1

1. Las escuelas.

La historia presenta como un largo diálogo, una discusión casi


interminable, entre el empirismo y el racionalismo, afirmándose el
uno contra d otro y hariéndose más profundo bajo la presión del
adversario. Por parte del empirismo, d progreso ha consistido en
ampliar y profundizar su base hasta encontrar en algunas experien­
cias un acceso a la metafísica.
En la filosofía griega, d empirismo es sólo un sensualismo. He-
ráclito, fundándose en los datos de los sentidos, sostenía que el
ser era puro cambio: tTodo fluye — deda —, nada permanece.» Su
discípulo Protágoras, advirtiendo que la sensadón es relativa a la

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Epistemología general

constitución de nuestros sentidos declaraba: «El hombre es la me­


dida de todas las cosas», fórmula perfecta y definitiva del relativismo
y del humanismo. Epicuro, por último, es célebre sobre todo por su
moral del placer; pero esta moral sólo se comprende como la con­
secuencia de una teoría sensualista del conocimiento. ¿Cuál es el
bien del hombre? Nada más que lo que los sentidos nos enseñan, por
lo tanto, el placer. El poeta latino Lucrecio puso en verso la doc­
trina de Epicuro.
En la edad media, el empirismo está representado principalmen­
te gor Occam; toma entonces el nombre de nominalismo. Su tesis
central es que no hay en el espíritu conceptos abstractos y univer­
sales que representen las esencias, sino solamente términos o pala­
bras, cuyo único sentido consiste en designar unos individuos dados
por la experiencia.
Esta doctrina que suprime en d o to modo la inteligencia, será
en lo sucesivo integrada al empirismo, del que constituye una arma­
dura esencial.
El empirismo inglés puede considerarse como un todo pues pre­
senta una notable homogeneidad y casi no ha variado en tres si­
glos. Locke es aún realista. Berkeley profesa el inmaterialismo.
Húmeles fenomenista. Bentham obtiene sus consecuencias morales
del fenomenismo con su aritmética de los placeres. Mili elabora
una lógica empirista. Spencer, por último, es evolucionista. Pero los
principios críticos son idénticos en todos, y es Hume quien jos ha
formulado definitivamente:
l.° No hay en el espíritu ideas innatas ni conceptos abstractos.
2. " El conocimiento se reduce & impresiones sensibles y a «ideas»
que son copias débiles de estas impresiones, es decir, imágenes.
3. * Las cualidades sensibles son subjetivas. 4.° Las relaciones entre
jdeas se reducen a asociaciones, 5.° Los principios primeros, y en
particular el principio de causalidad, son asociaciones de ideas que
se han hecho habituales 6.® El conocimiento está limitado a los fe­
nómenos y toda metafísica es imposible.
El empirismo inglés ha tenido su eco en Francia con Condillac,
que construye un sistema sensualista que reduce todo conocimiento
a la sensación transformada de diversas maneras. En cuanto al posi­
tivismo de Comte. si bien no depende del empirismo inglés directa­

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El empirismo

mente, se adapta a él con mucha exactitud. «Toda proposición


— dice Conrte— que no es estrictamente reductibto a la enuncia­
ción de un hecho, no puede tener ningún valor, ni real ni inteligi­
ble.» El positivismo limita, pues, el conocimiento al estudio de los
fenómenos naturales x . de sus leyes según los procedimientos del
método experimental.
Con Bergson, podemos decir que el empirismo toma nuevo im­
pulso, sin dejar de ser fenomenista desemboca en la metafísica.
Bergson ha definido muy bien su posición llamándolo «un positivis­
mo espiritualista». No niega todo valor a la inteligencia conceptual,
le asigna como función la acción, y como objeto la materia, el
éspacio^v eT'númeroT'pero le niega todo valor metafísico- Es la
intuición, modo de conocimiento suprainteiectual, quien capta el ser
y permite solucionar los grandes problemas metafísicos. La intui­
ción es, primero, la conciencia, que percibe la vida psicológica como
duración pura, y constata la libertad como un hecho. Se extiende
después al espíritu en nosotros y a la vida en el universo. Por
último, bajo la forma de la experiencia mística, percibe oscuramente
la presencia de un Dios cuyo nombre es Amor.
En nuestros días, en la linea abierta por Bergson, y por opo­
sición al racionalismo hegdiano, el empirismo es más floreciente que
nunca. Consiste en sacar provecho de algunas experiencias a las
que se da un valor metafísico: son experiencias de orden afectivo,
considerando al sentimiento como más penetrante y más revelador
que los sentidos o la inteligencia.
Para Heidegger, la angustia revela lo existente en su conjunto.
porque es^el sentimiento de un resbalar, de un hundirse, en el Que
todo se anula. Revela pues al hombre v al mundo» a la vez, el yo
como ser contingente lanzado al mundo, y el mundo como exis­
tente bruto desprovisto de sentido, opaco, absurdo.
Para Jaspers, el sentimiento del fracaso revela a la vez nuestros
límites y el ser trascendente. o_más exactamente ja trascendencia,
que mxTenglóba. Pues el fracaso dibuja en vacío, por así decirlo,
o en negativo, la plenitud del ser a la que aspiramos sin poder jamás
alcanzarla ni incluso concebirla positivamente.
Para Sartre. la náusea g¡ una intuición del ser en sí absurda, es
decir, de las cosas que existen sin razón. Y la angustia es el sentí -

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Epistemología general

miento de nuestra Jibertad absoluta, de una elección que nada puede


justificar porque crea nuestro ser y pone los valores.
Para h^arcel, por último, d compromiso, la fidelidad, el amor,
nos revelan nuestro ser profundo, «yo» como sujeto permanente y
persona libre, y ante nosotros otro como «tú», es decir, como
sujeto y persona con quien yo estoy en comunicación.

2. Loa argumentos del empirismo.

El empirismo se plantea o se afirma como un hecho, lo que es


muy normal, por otra parte, pues sus principios le prohíben de­
mostrar sus afirmaciones. Pero en la discusión, nada le impide colo­
carse en el terreno del adversario para combatirle, como hada ya
el escepticismo.
Positivamente, pues, no hay que esperar pruebas, fuera de la
tesis misma que define al empirismo: es un hecho que todo cono­
cimiento procede de la experiencia, que ninguna afirmación es ver­
dadera si no se funda en una experiencia, que una idea no es nada
más que un resumen de múltiples experiendas.
A esto se reduce el gran y único argumento de Coarte en favor
del positivismo: la ley de los tres estados. La hjstoria enseña, dice,
que «el modo de pensar positivo es el propio de la inteligencia que
ha llegado a la plenitud de su desarrollo». Después de haber atra­
vesado el estado teológico, y luego el estado metafísico, la humani­
dad ha llegado, por fin, al estado positiva Habiendo renunciado a
toda explicadón trascendente de la naturaleza, limita su ambición
a conocer los fenómenos y sus leyes observándolos.
En lo que concierne a los argumentos polémicos, lo mejor es
sin duda clasificarlos según la teoría contra la que se dirigen.
Contra la teoría cartesiana de las ideas innatas, Locke ha dicho
lo esencial, y sus sucesores nada han añadido. ¿Se trata de ideas
innatas actuales, formadas todas en el espíritu y presentes en él
desde su origen? La hipótesis es contraria a los hechos, pues ni los
niños ni los salvajes, ni los locos, tienen las ideas de un hombre
adulto cultivado. ¿Se trata de ideas innatas virtuales, de ideas que
el espíritu actualiza extrayéndolas de su propio fondo? La hipótesis

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El empirismo

es contradictoria, pues el pensamiento, según Descartes, se define


por la conciencia. Decir que una idea está en el espíritu sin que él
se dé cuenta es decir que está y no está a la vez.
Contra la teoría escolástica de la abstracción, los argumentos
son múltiples.
Berkeley es probablemente el más radical de los nominalistas.
Primeramente, dice, es un hecho que no tengo la maravillosa facultad
de formar ideas abstractas: no puedo representarme un hambre
que no sea ni alto ni bajo, ni blanco ni negro, etc., y que sea todo
esto a la vez. Además, añade, la abstracción es imposible: no po­
demos concebir separadamente cualidades que no pueden existir
separadas, como sería por ejemplo un color sin superficie. Hume
cree que la cuestión está decidida definitivamente por los argu­
mentos de Berkeley.
En Bergson, la critica del concepto está en dependencia de la
metafísica. La tesis fundamental de la ootología bergsoniana es que
la realidad es un movimiento continuo. Sería muy poco decir que las
cosas están en movimiento; la intuición muestra que no existen
cosas, sino solamente el movimiento, que el ser es puro cambio.
Afirmado esto, la crítica de la inteligencia se sigue por sí misma.
Por sus conceptos, representa cosas definidas, distintas las unas de
las otras, y estables, inmóviles. Su función es tomar una serie
de vistas instantáneas sobre el cambio, y dividir la realidad. Este
procedimiento es necesario a la acción, pero deja escapar la
realidad.
En el existencialismo, la critica del concepto es doble. Hay pri­
mero una crítica del conocimiento en general, que engloba al co­
nocimiento intelectual como caso particular. Se reduce a la compro­
bación de que el conocimiento es objetivo. De donde se sigue que
es radicalmente incapaz de captar el sujeto como tal, en nosotros
o en otro: lo transforma necesariamente en objeto, lo que viene a
decir que no puede jamás alcanzarlo como sujeto. Hay, por otra
parte, una crítica que tiene por objeto especialmente el concepto.
Afirma que es abstracto y universal. De ahí se sigue que es por
naturaleza, o por constitución, incapaz de representar lo individual
y existente.
La crítica empirista de los principios primeros se desarrolla en

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Epistemología general

dos partes. La primera concierne al principio de causalidad, la se­


gunda al principio de contradicción.
Nadie ha sido más radical que Hume en la critica de «la idea
de conexión necesaria»; la reduce a una asociación que se ha hecho
habitual entre dos ideas.
Primero, el principio de causalidad no es evidente a priori, pues
no se reduce al principio de identidad. Como el efecto es diferente
de la causa, por más que analicemos la causa, nunca encontráronos
el efecto, e inversamente puede muy bien concebirse un efecto sin
concebir una causa. Es, pues, imposible afirmar a priori que todo lo
que comienza a existir tiene una causa, ni que las mismas causas
produzcan siempre los mismos efectos. ¿No puede demostrarse el
principio de causalidad por el absurdo? Se dice: si una cosa em­
pezase a existir sin causa, tendría como causa la nada, lo que es
absurdo. No, responde Hume, hay ahí una petición de principio,
pues se supone lo que se tiene que demostrar, a saber, que todo ha
de tener una causa. Cuando se dice que un hecho no tiene causa, no
quiere decirse que tenga la nada por causa, lo que en efecto sería
absurdo; quiere decirse simplemente que no tiene causa, lo que no
es en modo alguno contradictoria
Por otra parte, el principio de causalidad no nos es dado por
la experiencia. Ni los sentidos, ni la conciencia, perciben la acción,
el lazo necesario entre dos fenómenos; perciben solamente la suce­
sión de los dos fenómenos. Por ejemplo, yo veo una bola de billar
tocar a otra; la primera se detiene y la segunda se pone en movi­
miento; la vista no percibe la acción de la primera sobre la segunda.
O, adn, tengo conciencia de que quiero levantar el brazo, después
tengo conciencia del movimiento de mi brazo; pero la conciencia
no percibe la acción de la voluntad sobre el brazo. Así, pues, si el
principo de causalidad nos parece necesario, es que hemos adquirido
el hábito de ver tal fenómeno seguido de tal otro, hasta el punto
de no poder pensar de otro modo. Pero nada garantiza que las leyes
que observamos sean valederas fuera de los límites de nuestra
experiencia.
Hume tiene aún por evidente el principio de identidad, y como
necesarias las ciencias de ideas que se fundamentan en él, a saber,
las matemáticas, en las que todo razonamiento se reduce a una

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El empirismo

sene de ecuaciones. Pero bosta prolongar un poco su crítica del


principio de causalidad para que alcance a todos los principios. Es
lo que han hecho Mili, Spencer y, en nuestros días, Laporte, Rou-
gier, Serrus, y el Círculo de Viena, así como muchos filósofos
anglosajones. Los principios, dicen, son una generalización de los
datos de la experiencia. Por una parte, pues, están verificados: en
tanto que resumen la experiencia, pero por otra parte; como univer­
sales y necesarios, son puras convenciones lógicas, o hábitos men­
tales. Lo prueba primero el hecho de que la razón humana evolu­
ciona: cosas largo tiempo consideradas inconcebibles dejan de pa-
recerlo cuando la experiencia ha mostrado que son reales; e inver­
samente el principio de contradicción, como imperativo de coherencia
intelectual, sólo tardíamente ha prevalecido en la humanidad. Es
también un hecho que los datos de la experiencia hacen fracasar
los principios.

3. Examen de los argumentos empiristas.

Reservando la tesis general del empirismo, vamos ahora a pasar


revista a sus argumentos especiales.
El argumento de Locke contra las ideas innatas actuales nos
parece válido, pero combate a un fantasma, pues nadie ha sostenido
nunca una doctrina semejante, ni aún Descartes a pesar de algunas
expresiones desacertadas que dan pie para creerlo. El argumento
contra las ideas innatas virtuales vale contra Descartes, porque éste
define el pensamiento por la conciencia. Pero no vale contra Leibniz
y toda su linea filosófica, que no admiten la definición cartesiana del
pensamiento. Por nuestra parte, no vemos nada imposible ni contra­
dictorio en que ciertas ideas sean subconscientes e incluso incons­
cientes.
Consideremos los argumentos contra la idea abstracta. ¿Qué va­
len los de Berkeley? Acerca del primero, en la medida en que es
una confidencia estrictamente personal, no tenemos nada que decir.
Es muy posible que Berkeley no hubiese conseguido nunca formar
una idea abstracta, o que no lo hubiese intentado nunca, y que se
hubiese quedado toda su vida en el plano de la imaginación. Pero

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V cm eaux, E|JÍstenio1nirta -I
Epútemoloffa general

sea lo que fuese d d hecho, que pertenece al secreto de la concien­


cia, podemos al menos observar que el argumento alcanza única­
mente a la teoría de Locke, y no a la de Aristóteles. No podemos
representarnos un hombre, dice Berkeley, que no sea ni alto ni bajo,
etcétera. Es cierto, responderíamos, pues la representación de un
hombre es una imagen, que es necesariamente concreta. El con­
cepto es algo muy distinto. No representa ningún hombre, ni tam­
poco todos los hombres, sino al hombre, es decir, la esencia
«hombre».
Esta observación nos da la solución del segundo argumento. No
podemos representarnos aparte lo que no puede existir separado,
dice Berkeley, un color sin extensión. Es cierto, porque se trata de
una cualidad sensible concreta, cuya representación es una imagen.
Pero es falso si se trata de la esencia «cualidad», de la esencia «co­
lor» o incluso de la esencia «rojo». Puede comprenderse muy bien
lo que es un color sin representarse ningún cuerpo coloreado.
Sobre la crítica de Bergson, solamente haremos dos obser­
vaciones :
1.a Para afirmar que lo real es pura duración, es preciso negar el
valor del concepto como medio de conocer el ser, pues un movimien­
to sin móvil es inconcebible. Ahora bien, Bergson critica d concepto
apoyándose en esta tesis metafísica. Se mueve, pues, en un círculo
vicioso. 2° Si la inteligencia inmoviliza la duración, no capta lo
real que es duración. Pero entonces no nos da a conocer nada real
y no puede guiar la acción. No es posible separar el valor prác­
tico y el valor teórico de una función de conocimiento.
En la critica existendalista, d primer argumento es nulo, es sólo
un juego de palabras. Nada impide, en principio, que un sujeto
sea objeto de conocimiento, como es objeto de amor o de odio,
que sea conocido taj como es, como sujeto. El segundo argumento,
por d contrario, es justo. Por una coincidencia admirable, expresa
la doctrina de santo Tomás: d concepto representa una esencia
abstracta, deja, pues, escapar lo individual y lo existente, que sola­
mente puede darlos una experiencia.
Pasemos a la crítica de los primeros principios. A nuestro parecer,
Hume tiene razón cuando sostiene que d principio de causalidad
no puede redudrse al principio de identidad, ni demostrarse por el

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Í U S J . ■Facultad de Cs Sor.ÍQ|.-.s El empirismo
0 i íi L i o r r c a

absurdo. Pero de ahí no puede concluirse que no sea evidente, pues


esto sería suponer que sólo hay un tipo de evidencia: la de los
juicios analíticos, es decir, la del principio de identidad. Es cierto
también que la causalidad no se percibe en los casos elegidos adrede
por Hume según las necesidades de su tesis. Pero no se sigue de
ello que no pueda percibirse de otro modo.
En cuanto a la crítica del principio de contradicción, no hay
gran cosa que decir. Simplemente esto: es falso que la razón humana
evoluciona, es falso que la experiencia presenta contradicciones. Sin
duda, el ejercicio de la razón puede ser más o menos riguroso; por
ejemplo, el pensamiento primitivo o el pensamiento chino, no son
muy «lógicos»; pero un pensamiento formalmente contradictorio
se destruiría a sí mismo. Asimismo, la experiencia presenta a veces
datos confusos, y que incluso pueden parecer contradictorios a pri­
mera vista; pero el análisis no descubre nunca en ellos seres intrín­
secamente contradictorios.

4. Discusión del empirismo.

Hay en el empirismo una verdad importante, de la que se nutre


y que le proporciona la fuerza de resistir los ataques del raciona­
lismo, a saber, que el espíritu humano no tiene ideas innatas, y que
la experiencia le es indispensable. Le es, incluso, doblemente nece­
saria: primero, de un modo general, para darle el objeto en que
pensar, después y más especialmente, para ponerlo en contacto con
los seres existentes. El empirismo tiene razón al presentar esta tesis
como un hecho: puede muy bien explicarse por la naturaleza del
espíritu humano, finito y encamado, pero no puede demostrarse,
hablando con propiedad.
El defecto esencial del empirismo es privar al hombre de inte­
ligencia y de razón, limitando todo conocimiento a los objetos con­
cretos que nos da la experiencia. En esto es infiel a los datos más
claros de la experiencia. Pues es un hecho que d hombre es capaz
de pensar las esencias abstractas de lo sensible, de comprender qué
son las cosas que ve. Es un hecho que los primeros principios son
evidentes por sí mismos, que su verdad aparece con la sola condición

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Epistemología general

de que se comprendan sus términos. Es un hecho que, razonando


bien, d hombre es capaz de conocer algo distinto de lo que le es
dado directamente por la experiencia. En resumen, el defecto esen­
cial del empirismo es ser poco empirista o serlo estrechamente, es
decir, dar un valor absoluto a una forma particular de experiencia y
negar las demás. Si se considera toda la experiencia humana, no
se puede ser empirista.
La misma critica puede presentarse de otro modo, tal vez más
profundo. El empirismo ve muy bien que el espíritu humano no
está dotado de una espontaneidad absoluta, que no es capaz de
extraer de su propio fondo los objetos que conoce. Pero el em­
pirismo llega a negar toda espontaneidad al sujeto y a convertir el
conocimiento a una recepción pasiva de impresiones. Ahora bien,
es un hecho que el conocimiento, en todos sus grados, es un acto
del sujeto. La espontaneidad es ya visible en la simple sensación,
es más manifiesta en la imaginación, y más aún en la comprensión
y el juicio. El empirismo no ve en el conocimiento más que el papel
del objeto, y no quiere reconocer el del sujeto que es también
esencial.
Después de esta crítica general, consideremos en particular el
positivismo y el existencialismo.
En Comte. la ley de los tres estados no es una prueba, es una
expresión del positivismo. Pues nada justifica el privilegio que se
le da al estado positivo. Que aparezca después de los demás no
prueba en modo alguno que sea mejor. El criterio cronológico sola­
mente tiene sentido en una teoría del progreso necesario, y a su vez,
esta teoría solamente tiene sentido en una metafísica racionalista
y optimista como la de Hegel. Causa asombro ver que el positivis­
mo se contradice tan abiertamente. ¿Es al menos una teoría satisfac­
toria del conocimiento científico? Tampoco. En su obra titulada
De l’exptication dans les Sciences, Meyerson ha demostrado de un
modo detallado, definitivo, que la ciencia no está en ningún momento
de su desarrollo, conforme al esquema positivista. Nunca se limita
el sabio a observar los fenómenos y sus leyes; cree en la existencia
«en sí» de las cosas que se le aparecen, y busca las causas de los
fenómenos; «hace metafísica del mismo modo que respira».
En cuanto al existencialismo, su intención le obliga evidentemente

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Hl empirismo

a mantenerse en contacto con la experiencia, puesto que día es la


única que nos da la existencia; y enriquecerá la filosofía escrutando
ciertas experiencias que aún no habían entrado a formar parte de
ella. No obstante, una cosa es dara: la experiencia por sí sola es
incapaz de fundamentar una metafísica. Desde que se habla del
hombre, y con mayor razón d d ser, la inteligencia ya actúa y he­
mos pasado del plano concreto al plano abstracto. Si el filósofo
quisiera encerrarse estrictamente en «la existencia», debería limi­
tarse a describir sus impresiones personales a medida que se pre­
sentan; lo que equivaldría a sustituir la filosofía por la literatura, y
más precisamente por una literatura de «diario íntimo». Y aún es
demasiado, porque d lenguaje humano implica un ejercido de la
inteligencia. En último término, como ha visto muy bien Jaspers,
el filósofo existencialista debería contentarse con existir en silencio.

Conclusión.

Así como el escepticismo, cuando es fiel a su esencia, degrada


al hombre al nivd de la {danta, el empirismo, si fuese lógico, degra­
daría al hombre al nivel del animal. Pero negar al hombre la inteli­
gencia es completamente inútil y nadie se arriesga a dio. Ahora
bien, en el empirismo d papel de la inteligencia queda reducido al
mínimo, o más bien no se reconoce, aunque de hecho se emplee.

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