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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MÉXICO

Curso de Verano
INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA
Lic. José Alberto Hernández Ibáñez
FICHA 4

4. EL MÉTODO EN LA TEOLOGÍA

Método se define como el modo de decir o hacer una cosa con orden y según ciertos
principios. Desde los orígenes del cristianismo los padres y la misma comunidad cristiana, al
querer dar razón de su fe desearon responder de manera sistemática a los cuestionamientos
de la crítica externa e interna. No cabe duda de que al interno de la comunidad también se
dieron notables resistencias por el hecho de presentar la enseñanza de los Apóstoles con un
sistema que alterara la originalidad del mensaje. Sin embargo, este deseo ya establecía una
cierta regla u orden, a este principio se le dio el nombre de Regula fidei. La Regla de la fe era
la misma enseñanza transmitida de manera fiel por los testigos, emanada a su vez de la Regula
veritatis o Sagrada Escritura. Como se ve, aunque sea de manera esquemática incipiente estos
dos conceptos ya forman un método para la profundización del dato revelado. A
continuación, presentaremos algunos esquemas que definieron la formación de un método en
vías de convertir a la teología en una verdadera ciencia.

a) Transición método contra mito.


La tarea más importante de la reflexión de las fuentes de la revelación fue el empeño por
conocer de “manera perfecta” la verdad sagrada. La transmisión de una doctrina de salvación
era prerrogativa de elegidos que interpretaban el dato con un lenguaje mítico prefilosófico.
La gnosis heterodoxa1 generó una interpretación esotérica hermética, como una especie de
presistema, persuasivo, retórico, atractivo, pero con serias imprecisiones. Prevalecía el mito
como única explicación ejemplar, pero en la justificación de éste se incurría en abiertas
contradicciones. Por otro lado, surgió la gnosis ortodoxa que interpretaba la realidad con base
en los misterios divinos, pero con una plataforma metafísica, bajo la guía de la lectura
sistemática, completa de la Sagrada Escritura, en contra de la exégesis parcial de los
heterodoxos. Existían sistemas académicos abiertos y una metodología centrada en el agudo
examen y la clara regla, es decir, la utilización de la filosofía para el análisis de la enseñanza
apostólica. Por ejemplo, en la Escuela de Alejandría se seguía el siguiente esquema:

Matemáticas, astronomía, lengua, gramática, retórica, filosofía platónica, Sagrada


Escritura, exégesis alegórica, contemplación.

De este primer esquema emergerán posteriormente muchos usos para la comprensión del
dogma.

b) Método agustiniano.
San Agustín, habiendo madurado las líneas del desarrollo dogmático después de los
concilios de Nicea y Constantinopla, propuso en su obra De doctrina christiana, un esquema
semejante al de los alejandrinos:
1
Corriente herética de los siglos II-III, denominados gnósticos.

1
1. Presupuestos metodológicos: retórica, filosofía platonica, historia sagrada y profana,
perfecto conocimiento de las reglas hermenéuticas (sentidos bíblicos: literal y alegórico).
2. Presupuestos gnoseológicos: la teología mira al intellectus fidei, de tal manera que es
necesaria una filosofía dialéctica para la explicitación de los misterios divinos. Esto supone
la precisión y perfección de conceptos como, por ejemplo: esencia, sustancia, naturaleza,
persona, relación, participación, etc. Pero además este intellectus fidei requiere un método
“de lo alto”, esto es, Agustín fundamenta la ciencia teológica en la autoridad de la Sagrada
Escritura, jamás sobre la experiencia personal, aunque esta tenga su propia importancia.
3. Tres momentos del método: Bíblico: Enseñanza de la Sagrada Escritura; Dogmático:
Enseñanza de la Iglesia, Concilios y Tradición; Explicativo: Explicación racional de
defensa o apologética.

c) Método tomista.
La teología es una verdadera y propia ciencia, en cuanto se fundamenta en principios
seguros y se sirve de un método riguroso. Para Tomás de Aquino el concepto de ciencia es
aristotélico, es decir: scientia est cognitio res per causas (ciencia y conocimiento de la cosa
por sus causas). Pero siendo la teología una ciencia de un objeto incausado el conocimiento
presenta características no inmediatas, es intuitivo pero razonado, se deriva de las causas y
va a los primeros principios. El método de Tomás está plasmado totalmente en la Suma
Teológica:

1. Ciencia Positiva o de primer género: matemática, geometría, gramática, astronomía, etc.


2. Ciencia Superior o de segundo grado: en cuanto apoya sus principios conocidos por la
luz de la ciencia superior, o sea, la ciencia de Dios y de los bienaventurados.
3. Independencia intrínseca de la teología respecto de cualquier sabiduría humana, incluida
la filosofía.
4. La ciencia divina se hace a través del obseqium fidei (obsequio de la fe)
5. Dos fuentes de luz duo lumina (dos luces): una luz natural de la mente humana; otra luz
de la fe.
6. Servicios a la teología: preámbulos, demostración, especulación de imágenes y analogías,
confrontación de objeciones.
7. La filosofía abre paso a la inteligibilidad, pero está en el horizonte, da forma nueva a los
contenidos, a los misterios, a la Palabra de Dios, suministra a la teología un esquema de
racionalidad para ordenarlos los datos de la revelación, interpretarlos y expresarlos.

d) Lugares teológicos.
Durante el siglo XVI, el teólogo Melchor Cano estableció un primer esquema que llamó
De loci theologicis (Sobre los lugares teológicos):

1. Sagrada Escritura. Inspiración divina como garantía de inerrancia.


2. Tradición. Locus fundativus (lugar fundante) ante las verdades poco claras de la Sagrada
Escritura viene la enseñanza de la Iglesia.
3. Autoridad de la Iglesia Católica. Inmunidad de errores en cuestiones de fe, universalidad
del dogma.
4. Autoridad de los Concilios.
5. Autoridad del Romano Pontífice. Asistencia divina en cuestión moral y doctrinal.

2
6. Interpretación. Cada padre (obispo) puede producir una recta interpretación por el factor
comunión con las verdades que profesa la Iglesia.
7. Aporte de los teólogos. Unanimidad contra sospecha heterodoxa.
8. La sana razón (inteligencia natural). Fuente de la teología que orienta el conocimiento
seguro y universalmente aceptado.
9. La opinión de los filósofos. Reconocimiento de los conocimientos validos de autoridades
como Platón y Agustín, Aristóteles y Tomás de Aquino.
10. la prueba histórica. Los primeros testigos como autoridades de la fe, reconocidos por la
Iglesia, mismos que conforman la Tradición.

Las propuestas contemporáneas del método de la teología han sido generadas, a partir de
la modernidad, dados los cambios humanos. La irrupción de los concilios de Trento, Vaticano
I y, sobre todo Vaticano II, cambiaron la fisonomía de la formulación de la teología, com ya
se ha visto en el análisis histórico. Baste mencionar la propuesta de la nueva teología de la
praxis, de la teología de la liberación, teología hermenéutica, y en el campo protestante las
teologías con tendencia racionalistas y correlativas. Volviendo al campo católico, la
propuesta más sobresaliente sobre el método teológico es sin duda la de Bernad Lonergan.
Del análisis del desarrollo del método en estos ejemplos se deducen las fuentes que inspiran
el trabajo teológico. Desde el primer esquema y bajo nombres diversos alcanzamos a
descubrir los elementos insustituibles de la formulación teológica, a saber: Sagrada Escritura,
Tradición, Magisterio y otras expresiones o calificaciones dogmáticas.

e) Recurso a la Sagrada Escritura, sentido de la Tradición


“Los Padres de la Iglesia son en primer lugar y esencialmente comentadores de las
Sagradas Escrituras: divinorum librorum tratctatores2 (tratadistas de los libros divinos). En
ese trabajo es verdad que, desde nuestro actual punto de vista, su método presenta ciertos
límites que no se pueden negar. Ellos no conocían ni podían conocer los recursos de orden
filológico, histórico y antropológico-cultural ni temáticas de investigación, de
documentación, de elaboración científica que están a disposición de la exégesis moderna y,
por lo tanto, una parte de su trabajo exegético puede considerarse caduco. Pero a pesar de
ello, sus méritos para una mejor comprensión de los Libros Sagrados son incalculables. Ellos
permanecen para nosotros verdaderos maestros y se puede decir superiores, bajo tantos
aspectos, a los exegetas del medioevo y de la edad moderna por “una especie de suave
intuición de las cosas celestiales, por una admirable penetración del espíritu, gracias a las
cuales van más adelante en la profundidad de la palabra divina”3.

El ejemplo de los Padres puede en efecto, enseñar a los exegetas modernos un


acercamiento verdaderamente religioso a la Sagrada Escritura, como también una
interpretación que se atiende constantemente al criterio de comunión con la experiencia de
la Iglesia, la cual camina a través de la historia guiada por el Espíritu santo. Cuando estos
dos principios interpretativos, religioso y específicamente católico, son desatendidos u
olvidados, los estudios exegéticos modernos resultan a menudo empobrecidos y deformados.
La Sagrada Escritura era para ellos objeto de veneración incondicional, fundamento de la fe,
tema constante de la predicación, alimento de la piedad y alma de la teología. Defendieron

2
S. Agustín, De lib. Arb. III, 21, 59; De Trin. II, 1,2: PL 32, 1300; 42, 845.
3
Pío XII, Carta Encícl. Divino afflante Spiritu, 30 de septiembre de 1943:

3
siempre su origen divino, su inerrancia, su normatividad, su inagotable riqueza de vigor para
la espiritualidad y la doctrina. Baste recordar aquí lo que escribía San Ireneo sobre las
Escrituras: “son perfectas, porque son dictadas por el Verbo de Dios y por su Espíritu”4, y
los cuatro evangelios son “el fundamento y la columna de nuestra fe”5.

La teología nació de la actividad exegética de los Padres, in medio Ecclesiae (en


medio de la Iglesia) y especialmente en las asambleas litúrgicas, en contacto con las
necesidades espirituales del pueblo de Dios. Una exégesis en la que la vida espiritual se funde
con la reflexión racional teológica mira siempre a lo esencial, aunque en la fidelidad a todo
el sagrado depósito de la fe. Se centra enteramente en el misterio de Cristo, en el cual
convergen todas las verdades particulares en una síntesis admirable. Antes que perderse en
numerosas problemáticas marginales, los Padres buscan abarcar la totalidad del misterio
cristiano, siguiendo el movimiento fundamental de la revelación y de la economía de la
salvación, que va de Dios a través de Cristo, a la Iglesia, sacramento de la unión con Dios y
dispensadora de la gracia divina, para volver a Dios. Gracias a esta perspectiva, debida a su
vivo sentido de la comunión eclesial, su proximidad a los orígenes cristianos y a la
familiaridad con la Escritura, los padres ven todo y enlazando con él toda cuestión periférica.
Por tanto, seguir a los Padres en su itinerario teológico significa captar más fácilmente el
núcleo esencial de nuestra fe y lo specificum de nuestra identidad cristiana.

La veneración y la fidelidad de los Padres en relación con los Libros Sagrados van
parejas con su veneración y fidelidad a la Tradición. Ellos no se consideran dueños sino
servidores de la Sagrada Escritura, recibiéndola de la Iglesia, leyéndola y comentándola en
la Iglesia y para la Iglesia, según la regla propuesta y explicada por la Tradición eclesiástica
y apostólica. El anteriormente citado San Ireneo, gran amador y estudioso de los Libros
Sagrados, sostiene que el que el que quiera conocer la verdad debe mirar a la Tradición de
los Apóstoles6 y añade que, aunque éstos no nos hubiesen dejado la escritura, sería suficiente
para nuestra instrucción y salvación de la Tradición7. El mismo Orígenes, que estudió y tanto
trabajó para su comprensión, declara abiertamente que deben ser creídas como verdades de
fe solamente aquellas que en ningún modo se alejan de la “Tradición eclesiástica y
apostólica”8, haciendo con esto de la Tradición la norma de interpretación de la escritura.
Más tarde San Agustín, que ponía sus “delicias” en la meditación de la Escritura9, enuncia
este principio admirablemente sencillo, que se refiere también a la Tradición: “No creería en
el Evangelio si a ello no me indujese la autoridad de la Iglesia Católica”10.

Por tanto, el Concilio Vaticano II, cuanto declaró que “la Tradición y la Sagrada
Escritura constituyen un único sagrado depósito de la palabra de Dios confiado a la Iglesia”11,
no hizo otra cosa sino confirmar un antiguo principio teológico, practicado y profesado por

4
Adv. Haer, 2, 28, 2: PG 7, 805.
5
Ib., 3, 1, 1: PG 7, 844.
6
Ib., 3, 3, 1: PG 7, 848.
7
Ib., 3, 4, 1: PG 7, 855.
8
De principiis, 1, praef. 1; cf. In Mt comm, 46: PG 11, 116; cf. 13, 1667.
9
Confess., 11, 2, 3: PL 37, 809.
10
Contra ep. Fund. 5, 6: PL 42, 176.
11
Const. Dei Verbum, n. 10.

4
los Padres. Este principio, que iluminó y dirigió su entera actividad exegética y pastoral,
permanece ciertamente válido también para los teólogos y pastores de hoy. De ello se deduce
concretamente que el retorno a la Sagrada Escritura, que es una de las características mayores
de la actual vida de la Iglesia, debe ir acompañado de la vuelta a la Tradición atestiguada por
los escritores patrísticos, si se quiere que produzca los frutos apetecidos”12.

12
Sagrada Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre la enseñanza de los Santos Padres en
la formación sacerdotal, 1989, 26,1-4.

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