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Curso de Verano
INTRODUCCIÓN A LA TEOLOGÍA
Lic. José Alberto Hernández Ibáñez
FICHA 4
4. EL MÉTODO EN LA TEOLOGÍA
Método se define como el modo de decir o hacer una cosa con orden y según ciertos
principios. Desde los orígenes del cristianismo los padres y la misma comunidad cristiana, al
querer dar razón de su fe desearon responder de manera sistemática a los cuestionamientos
de la crítica externa e interna. No cabe duda de que al interno de la comunidad también se
dieron notables resistencias por el hecho de presentar la enseñanza de los Apóstoles con un
sistema que alterara la originalidad del mensaje. Sin embargo, este deseo ya establecía una
cierta regla u orden, a este principio se le dio el nombre de Regula fidei. La Regla de la fe era
la misma enseñanza transmitida de manera fiel por los testigos, emanada a su vez de la Regula
veritatis o Sagrada Escritura. Como se ve, aunque sea de manera esquemática incipiente estos
dos conceptos ya forman un método para la profundización del dato revelado. A
continuación, presentaremos algunos esquemas que definieron la formación de un método en
vías de convertir a la teología en una verdadera ciencia.
De este primer esquema emergerán posteriormente muchos usos para la comprensión del
dogma.
b) Método agustiniano.
San Agustín, habiendo madurado las líneas del desarrollo dogmático después de los
concilios de Nicea y Constantinopla, propuso en su obra De doctrina christiana, un esquema
semejante al de los alejandrinos:
1
Corriente herética de los siglos II-III, denominados gnósticos.
1
1. Presupuestos metodológicos: retórica, filosofía platonica, historia sagrada y profana,
perfecto conocimiento de las reglas hermenéuticas (sentidos bíblicos: literal y alegórico).
2. Presupuestos gnoseológicos: la teología mira al intellectus fidei, de tal manera que es
necesaria una filosofía dialéctica para la explicitación de los misterios divinos. Esto supone
la precisión y perfección de conceptos como, por ejemplo: esencia, sustancia, naturaleza,
persona, relación, participación, etc. Pero además este intellectus fidei requiere un método
“de lo alto”, esto es, Agustín fundamenta la ciencia teológica en la autoridad de la Sagrada
Escritura, jamás sobre la experiencia personal, aunque esta tenga su propia importancia.
3. Tres momentos del método: Bíblico: Enseñanza de la Sagrada Escritura; Dogmático:
Enseñanza de la Iglesia, Concilios y Tradición; Explicativo: Explicación racional de
defensa o apologética.
c) Método tomista.
La teología es una verdadera y propia ciencia, en cuanto se fundamenta en principios
seguros y se sirve de un método riguroso. Para Tomás de Aquino el concepto de ciencia es
aristotélico, es decir: scientia est cognitio res per causas (ciencia y conocimiento de la cosa
por sus causas). Pero siendo la teología una ciencia de un objeto incausado el conocimiento
presenta características no inmediatas, es intuitivo pero razonado, se deriva de las causas y
va a los primeros principios. El método de Tomás está plasmado totalmente en la Suma
Teológica:
d) Lugares teológicos.
Durante el siglo XVI, el teólogo Melchor Cano estableció un primer esquema que llamó
De loci theologicis (Sobre los lugares teológicos):
2
6. Interpretación. Cada padre (obispo) puede producir una recta interpretación por el factor
comunión con las verdades que profesa la Iglesia.
7. Aporte de los teólogos. Unanimidad contra sospecha heterodoxa.
8. La sana razón (inteligencia natural). Fuente de la teología que orienta el conocimiento
seguro y universalmente aceptado.
9. La opinión de los filósofos. Reconocimiento de los conocimientos validos de autoridades
como Platón y Agustín, Aristóteles y Tomás de Aquino.
10. la prueba histórica. Los primeros testigos como autoridades de la fe, reconocidos por la
Iglesia, mismos que conforman la Tradición.
Las propuestas contemporáneas del método de la teología han sido generadas, a partir de
la modernidad, dados los cambios humanos. La irrupción de los concilios de Trento, Vaticano
I y, sobre todo Vaticano II, cambiaron la fisonomía de la formulación de la teología, com ya
se ha visto en el análisis histórico. Baste mencionar la propuesta de la nueva teología de la
praxis, de la teología de la liberación, teología hermenéutica, y en el campo protestante las
teologías con tendencia racionalistas y correlativas. Volviendo al campo católico, la
propuesta más sobresaliente sobre el método teológico es sin duda la de Bernad Lonergan.
Del análisis del desarrollo del método en estos ejemplos se deducen las fuentes que inspiran
el trabajo teológico. Desde el primer esquema y bajo nombres diversos alcanzamos a
descubrir los elementos insustituibles de la formulación teológica, a saber: Sagrada Escritura,
Tradición, Magisterio y otras expresiones o calificaciones dogmáticas.
2
S. Agustín, De lib. Arb. III, 21, 59; De Trin. II, 1,2: PL 32, 1300; 42, 845.
3
Pío XII, Carta Encícl. Divino afflante Spiritu, 30 de septiembre de 1943:
3
siempre su origen divino, su inerrancia, su normatividad, su inagotable riqueza de vigor para
la espiritualidad y la doctrina. Baste recordar aquí lo que escribía San Ireneo sobre las
Escrituras: “son perfectas, porque son dictadas por el Verbo de Dios y por su Espíritu”4, y
los cuatro evangelios son “el fundamento y la columna de nuestra fe”5.
La veneración y la fidelidad de los Padres en relación con los Libros Sagrados van
parejas con su veneración y fidelidad a la Tradición. Ellos no se consideran dueños sino
servidores de la Sagrada Escritura, recibiéndola de la Iglesia, leyéndola y comentándola en
la Iglesia y para la Iglesia, según la regla propuesta y explicada por la Tradición eclesiástica
y apostólica. El anteriormente citado San Ireneo, gran amador y estudioso de los Libros
Sagrados, sostiene que el que el que quiera conocer la verdad debe mirar a la Tradición de
los Apóstoles6 y añade que, aunque éstos no nos hubiesen dejado la escritura, sería suficiente
para nuestra instrucción y salvación de la Tradición7. El mismo Orígenes, que estudió y tanto
trabajó para su comprensión, declara abiertamente que deben ser creídas como verdades de
fe solamente aquellas que en ningún modo se alejan de la “Tradición eclesiástica y
apostólica”8, haciendo con esto de la Tradición la norma de interpretación de la escritura.
Más tarde San Agustín, que ponía sus “delicias” en la meditación de la Escritura9, enuncia
este principio admirablemente sencillo, que se refiere también a la Tradición: “No creería en
el Evangelio si a ello no me indujese la autoridad de la Iglesia Católica”10.
Por tanto, el Concilio Vaticano II, cuanto declaró que “la Tradición y la Sagrada
Escritura constituyen un único sagrado depósito de la palabra de Dios confiado a la Iglesia”11,
no hizo otra cosa sino confirmar un antiguo principio teológico, practicado y profesado por
4
Adv. Haer, 2, 28, 2: PG 7, 805.
5
Ib., 3, 1, 1: PG 7, 844.
6
Ib., 3, 3, 1: PG 7, 848.
7
Ib., 3, 4, 1: PG 7, 855.
8
De principiis, 1, praef. 1; cf. In Mt comm, 46: PG 11, 116; cf. 13, 1667.
9
Confess., 11, 2, 3: PL 37, 809.
10
Contra ep. Fund. 5, 6: PL 42, 176.
11
Const. Dei Verbum, n. 10.
4
los Padres. Este principio, que iluminó y dirigió su entera actividad exegética y pastoral,
permanece ciertamente válido también para los teólogos y pastores de hoy. De ello se deduce
concretamente que el retorno a la Sagrada Escritura, que es una de las características mayores
de la actual vida de la Iglesia, debe ir acompañado de la vuelta a la Tradición atestiguada por
los escritores patrísticos, si se quiere que produzca los frutos apetecidos”12.
12
Sagrada Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre la enseñanza de los Santos Padres en
la formación sacerdotal, 1989, 26,1-4.