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La Voz de los Niños y las Niñas

de la Ciudad de México,
volumen XIX

SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

Camilo Albornoz

ILUSTRACIONES

Rodrigo Pin to Mendoza


Copyright © 2016 del texto: Camilo Albornoz
Copyright © 2016 de las ilustraciones: Rodrigo Pinto
Mendoza
Copyright © 2016 de la edición: Mojiganga AC
ISBN en trámite
Colección La Voz de las Niñas y los Niños de la Ciudad de
México,
Volumen XIX, Mari ingenua que te posas
1ª edición diciembre de 2016
Mojiganga AC
contacto@mojiganga.org
tel. (55) 21562317

“Este programa es público, ajeno a


cualquier partido político.
Queda prohibido el uso para fines distintos
al desarrollo social”.

“Este material se realizó con recursos del Programa de


Coinversión Social, operado por
la Secretaría de Desarrollo Social.
Sin embargo, la ‘SEDESOL’ no necesariamente
comparte los puntos de vista expresados por los
autores del presente trabajo”.
Para mis hijos:
Rodrigo Pinto Mendoza,
Inty David Pinto Mendoza,
Matlak Luis Pinto Arévalo,
y
Esteban Dédalus Pinto Arévalo;
Para mi hija:
Maira Lucía Pinto Portugal;
Para mis nietos:
Oliver Zoé Pinto Tovar
y
Luis Mateo Prado Pinto.

5
INDICE
Prólogo.........................................................8

PRESENTACIÓN...............................................12

L AS COMPLICIDADES.......................................19

MARI INGENUA QUE TE POSAS.........................21

CARIÑO..........................................................31

TÁBATA...........................................................35

LOS CHONES DE MI ABUEL A............................39

¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?.....................43

EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO..................51

DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE............61

EL GATO FITO.................................................75

LOS CHONINOS DE L A ABUEL A........................83

L A NIÑA Y EL MAGO.........................................87

NIÑO MALO....................................................93

6
INDICE

EL PINTOR MALDITO.....................................103

MEJOR NOS PONEMOS DE ACUERDO..............111

INJUSTICIA....................................................117

NOS AMAMOS TANTO....................................123

LOS CUENTOS DE CAMILO.............................135

ÉRASE UNA VEZ UNA PRÍNCIPE MALO Y


UNA PRINCESA AUN MÁS MAL A......................137

EL ESPEJO............…........................................147

EL NEGRO Y EL GÜERO...................................155

SEBASTIÁN Y EL JAGUAR..................................161

Autoras y autores......................................172

Agradecimientos......................................175

Sembl anzas.................................................177

7
PRÓLOGO

La lectura y la escritura en la actualidad son pro-


cesos en nuestros niños que representan áreas de
oportunidad para nuestro sistema educativo.
A través de la experiencia en el aula, los
docentes denotamos cómo el pensamiento reflexi-
vo de los alumnos se ha limitado de manera alar-
mante.
Por tanto el desarrollo de la inteligencia se ha
reducido a un pensamiento simplista, incapaz de
permitirle ver la realidad que les rodea; como
docentes estamos convencidos de que el entorno
reduce significativamente la capacidad en el pens-
amiento de nuestros niños en lugar de fortalecer-
lo.
Tenemos en nuestras manos la tarea de facilitar
estrategias que favorezcan el desarrollo del
pensamiento reflexivo
Al iniciar el trabajo con Camilo en el salón del 5º
“C”, los alumnos empezaron una convivencia edu-
cativa basada en las experiencias del tallerista en
otros planteles educativos.
Los fue envolviendo en un torbellino de emo-
ciones que los embelesaba ya que, basado en las
lecturas de los libros elaborados en otras escuelas,
se proyectaban las historias en la vida misma de

8
los estudiantes de la escuela primaria Cultura
Azteca.
La dinámica para tener su atención fue diversa,
pero siempre atendiendo los intereses de los
alumnos en la lectura y escritura.
La motivación para que trabajaran en armonía
con Camilo fue desde la narración de lecturas, utili-
zando tonos, gesticulaciones, pausas, ritmo y
sabor, hasta la interpretación de canciones que al
ser de temas graciosos y de interés de los alumnos
y alumnas provocaban el resultado deseado: el
interés de los estudiantes por crear canciones,
cuentos y poemas basados en sus vivencias.
Desarrollar competencias docentes es una tarea
inobjetable del sistema educativo, y corresponde a
los profesores y profesoras buscar las estrategias
que permitan favorecerlas.
Dentro del marco del programa de lectura, se
establecen parámetros y niveles en la escuela
primaria. Como docentes, debemos promover
primero nuestra propia comprensión lectora y el
gusto y hábito por la misma.
Es de vital importancia para nuestro sistema
educativo, pero sobre todo para nuestra práctica
docente que estemos innovando las estrategias de
lectura y escritura que promuevan en nuestros
alumnos y alumnas ese mismo hábito y gusto por

9
tan importantes aspectos educativos.
La importancia de tener talleres como el de Mo-
jiganga en la práctica docente es de una trascen-
dencia fundamental, ya que se nos ofrece una
metodología que podemos implementar en nues-
tras aulas.
El trabajo que se vino realizando con Mojiganga
durante estos meses ha motivado el disfrute de la
lecturade tal manera que se pudo transmitir a los
niños y niñas el gusto y la libertad de producir un
texto con base en sus experiencias.
Cuando tuvimos contacto con los escritos que
han trabajado los alumnos y alumnas del plantel,
nos dimos cuenta de que niños y niñas escribían
con libertad y expresaban sus sentimientos, gra-
cias a la gran motivación generada por Camilo.
Todavía queda un largo camino por recorrer en
el proceso de escritura y lectura de los alumnos,
sin embargo al convertirlos en cómplices de la
creación de textos y ver que se toman en cuenta
estas creaciones, se propicia una excelente moti-
vación para fomentar su hábito de leer y escribir.
Estás comenzando a leer un libro, que es el fruto
de la imaginación y creatividad de niños y niñas,
ellos inmersos en el mundo de la lectura, la escri-
tura, el juego y el canto, han logrado que esa semi-
llita que se vino a sembrar dentro de ellos, haya

10
crecido majestuosamente y ahora puedas degustar
y saborear el fruto. Cada vez que leas un cuento,
estarás dando una gran mordida, pero no querrás
que se acabe.

Alicia Álvarez Jurado

Xochitl Carvajal González

Griselda Valencia Braulio

Fernando Castillo Martinez

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PRESENTACIÓN

Convertirnos en lectores de textos literarios nos


trae muchos beneficios, entre ellos el desarrollo de
nuestra capacidad de analizar e interpretar nuestro
entorno, la historia, el cosmos y el futuro.
El placer de la lectura conlleva el encantamiento
de adentrarnos en el misterio de la vida desde la
poética que esto implica hasta su inconmensurable
complejidad que tal vez no podamos asimilar ni
siquiera en el momento de la extinción de nuestra
especie, como lo plantea Isaac Asimov en su
cuento La última pregunta.
El poeta y ensayista José Ángel Leyva, en su
libro Lectura y Futuro, destaca otro aspecto impor-
tante de la lectura, el privilegio de entrar en crisis.
Esa crisis natural en un ser humano que hurga en
la existencia en la permanente búsqueda de un
sentido - a sabiendas de que no lo va a encontrar -
para el juego del caos y el orden afuera y adentro
de nosotros mismos.
Esa misma dimensión se verifica entre los
cachorros humanos. Su deseo de descubrir, com-
prender, asimilar, explicar es innato. Lamentable-
mente, después del hambre la mayor carencia
entre las infancias radica en la falta de estímulo
adecuado para aprender. Vivimos en una época

12
sobresaturada de estímulos, solo que los estímulos
dirigidos de manera directa o indirecta a nuestras
infancias, en su aplastante mayoría, están destina-
dos a robar su infancia.
Esta deformación forma parte del ecocidio
provocado por nuestra especie. Pese a la abundan-
cia de evidencias científicas, vemos líderes mun-
diales afirmando a voz en cuello que el calenta-
miento global es una falacia. Año tras año toma
fuerza una “ciencia” económica focalizada en el
aumento de la producción sin otro propósito que la
acumulación del poder financiero.
Si llevamos este planteamiento a la función del
arte y la cultura, nos condicionamos a la cultura
estrictamente como una mercancía. Tal y como
plantean los productores de Hollywood para
quienes las películas de arte son simple y llana-
mente “garbage” (basura).
El adulto de cualquier clase social y de cualquier
nivel académico está expuesto a un bombardeo de
estímulos y de posibilidades de comunicación como
nunca antes en la historia de la humanidad. La tec-
nología se ha vuelto el gran juguete y como tal el
caballo de Troya de la manipulación de las mentes,
condicionadas a pensar que no existe nada mejor
en este mundo que ganar mucho dinero, para
obtener poder y placer, sinónimos de “felicidad”.

13
Nunca hemos tenido tan a la mano la posibilidad
de expandir nuestro conocimiento, como ahora que
tenemos dispositivos individuales con una cantidad
de información ni siquiera imaginable hace apenas
algunas décadas. Hoy un individuo puede incluso
convertirse en un autodidacta multidisciplinario sin
ir a la escuela. Es el nuevo paradigma de la edu-
cación que nos va a conducir a una nueva época
donde nos espera un laberinto poblado por mino-
tauros, musas, demonios y dioses, mundos de
sombra y mundos de luz. Sólo que en el café Inter-
net no hay Ariadnas.
Este contexto dificulta la selección de las vetas
que más convienen para nuestro desarrollo como
seres volcados hacia la creatividad y la transfor-
mación como características esenciales de nuestra
especie.
Si llevamos esa perspectiva al mundo infantil,
nos topamos con un conflicto. Por un lado necesita-
mos que nuestros futuros individuos tengan una
gran capacidad de transformar el mundo a su alre-
dedor. Por otro, topamos con una lógica de merca-
do que exige que estos individuos sean técnica-
mente eficientes y suficientemente dóciles para
que asuman que hay que ser eficientes como tra-
bajadores, buenos consumidores y que asuman la
superioridad del verbo “tener” sobre el verbo “ser.

14
La consecuencia: una sociedad impecable donde
los individuos votan por quienes los medios de
comunicación, en manos de poderes fácticos,
decidan; una sociedad que cuya cultura se vuelca
hacia el consumo de productos prefabricados
donde la creatividad se reduce al Show del efecto y
la novedad. Para vender y vender y vender. Y luego
desechar, desechar y desechar y aumentar y
aumentar la contaminación que generamos.
Una niña y un niño que adquieren el hábito de la
lectura - y el de la escritura -, se vuelven genera-
dores de sus propias ideas. Por eso se vuelven
adictos a la lectura, porque ellos mismos forman
parte del juego. No es ajeno a ellos, lo quieren
jugar. Obligarlos es un puñal de doble filo. ¿Lo
dudan? Pregunten a los miles de jóvenes a quienes
les “dejaron de tarea” leer a Don Quijote o a Rulfo
en un plazo determinado.
Y lo peor que esos maestros y maestras que
“obligan” el alumno y la alumna a leer, no se dan
cuenta de que el juego de la expresión y la comuni-
cación es la base del entendimiento y del descu-
brimiento humano. En ese juego se forjan las
utopías y en ese juego se desarrollan los grandes
descubrimientos científicos. En el crisol de ese
juego se conforma la lucha por los Derechos Hu-
manos.

15
Hace poco fui testigo de la tarea que dejó la
maestra de primer grado: el grupo debía leer siete
cuentos, cuya lectura exigía un promedio de ocho
minutos por un adulto, durante el fin de semana y
además traer un comentario, por escrito de cada
cuento. Una madre se quejó conmigo: “El domingo,
eran las doce de la noche cuando mi hijo se durmió
llorando. No podía más”.
Una niña y un niño que leen de manera crítica y
reflexiva, van a “leer”, lato sensu, mucho mejor la
realidad que les ha tocado vivir. Videojuegos,
películas, anuncios y videoclips, telenovelas y
series de televisión, las noticias, los engaños y
potencialidades del Internet. Esa niña y ese niño se
convertirán en eximios lectores capaces de separar
la paja del trigo en el vértigo engañoso y a la vez
maravilloso de la información. Su mirada de
“lector” crítico les permitirá distinguir el reino de
los imbéciles del el reino del conocimiento en las
redes sociales.
La letra impresa o digital todavía es, y
desconozco por cuantos milenios seguirá siendo, la
base más importante del desarrollo intelectual. El
signo desnudo en su infinita posibilidad empuja
nuestra mente hacia la creatividad, hacia la
imaginación, hacia la interpretación, nos estimula
a transformar, a ser demiurgos que se convierten

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en generadores de contenidos en el vertiginoso
universo de la comunicación.
¿Hacia donde se dirige la evolución humana:
hacia un virus que se reproduce hasta que
destruye su entorno, o hacia un ser consciente del
misterio que es la vida?
En este marco nos acercamos a niñas y niños,
para motivarlos a leer, ¡y a escribir!, como el juego
en el que podrán realizar su infancia y su humani-
dad de la manera más plena.
Frecuentemente oímos las dificultades para
lograr que niñas y niños lean. Es tan fácil. Sincera-
mente, es tan fácil. Basta ponerlos a jugar, basta
convertirlos en parte de ese mundo detrás de las
letras impresas. Basta depositar en sus manos, sin
obligarlos por favor, textos donde se sientan refle-
jados, al mismo tiempo que ponemos a su alcance
una hoja en blanco para que expresen lo que
gusten y como gusten. Basta con que comencemos
a jugar con ellos este juego, como juego, como
juego donde aprenden a vivir, que es lo que ellos
más desean. Como juego donde aprenden a ejercer
plenamente su humanidad, su infancia como parte
del privilegio de estar vivos.
¿Qué ocurre cuando ellos toman el gusto por
este juego? Lean ustedes el resultado, obtenido
solamente en quince sesiones con alumnas

17
y alumnos de quinto grado y diez sesiones con sus
maestras y maestros quienes darán continuidad a
lo que iniciamos juntos.
Claro que es más fácil realizar esta labor, si nos
encontramos con una escuela como la Cultura
Azteca, allá en Villa Milpa Alta, donde pudimos
compartir nuestro proyecto con un grupo de autori-
dades escolares y con un cuerpo docente ejercien-
do su profesión con una vocación conmovedora.
Las niñas y los niños de esta comunidad escolar,
no son especiales. Tienen el deseo pujante de
aprender el juego de la vida como las otras infan-
cias de cualquier lugar de nuestro amado planeta.
Su ánimo y sonrisas, sus ganas de expresarse y de
comunicarse las pueden ustedes constatar en este
libro y en el siguiente vínculo donde encontrarán
los cuadernos de trabajo y la manera colegiada en
que trabajamos con maestras y maestros:
https://files.secureserver.net/0fFnOkEcqRL4nQ.

Camilo Albornoz

18
Com p l i ci d a d es

19
2O
MARI INGENUA QUE TE POSAS
Poema escrito en complicidad con Damaris Alamán
Reyes y con la profesora Xóchitl Carbajal González

Mari ingenua que te posas


Donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

Mi casa es viento alegre


mi ventana rayo de sol,
amanezco en un jardín
y me duermo en una flor.

Nosotras las Mariposas,


somos cachitos de luz,
que se quiebran muy coquetos
frente a rosas muy celosas.

Somos ladronas de hojas,


robamos, ay, mucho amor,
para luego salpicar
nuestro florido color.

21
MARI INGENUA QUE TE POSAS

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

Con paciencia cultivamos


una y otra mariposa,
para el cuadro de mi tía
la bella pintora Rosa.

Todas somos muy amigas,


nos regalamos fantasías
para adornarnos las alas,
carnaval de un solo día.

Y la vida se nos va,


se nos va entre beso y beso.
se nos va entre flor y flor
se nos va el aleteo.

22
MARI INGENUA QUE TE POSAS

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

Solo hay alguien que no puede


no puede ser mariposa,
¡no puede ser mariposa!
la que sea perezosa

Podemos robar amor


luz aire besos y flor.
Pero está muy prohibido
robar de otra el color.

La que cometa este pecado


es condenada a expulsión.
Nuestra vida es el color
que nos da el corazón.

23
MARI INGENUA QUE TE POSAS

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

Fue así que un triste día


nos dimos cuenta que las alas
de muchas estaban blancas
transparentes y malas.

Lo mismo al siguiente día


y lo mismo acontecía
a cada nuevo amanecer
con alas y alas vacías.

Discutimos ampliamente,
asamblea se convocó
de todas las mariposas,
donde un plan se anunció.

24
MARI INGENUA QUE TE POSAS

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

Entre todas abriremos


con cuidado las cajitas
de todas nuestras muertitas
pobrecitas tan queridas.

Las sacamos con cuidado,


con cuidado las llevamos
hasta el panteón de Tecómitl,
mientras todas vigilamos.

Así fue como encontramos


la culpable del triste robo
que feroz nos atacó,
como si fuera un lobo.

25
MARI INGENUA QUE TE POSAS

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

Es Pati-pati la vanidosa,
es Pati-pati la envidiosa,
la que roba insidiosa
a todas las mariposas.

Sorprendida la engreída
aun así gritó: ¡ajúa!
soy mari la poderosa,
más hermosa que ninguna.

La asamblea reunida
la corrió de inmediato,
¡que se fuera y no volviera
ay, nunca más a milpa alta!

26
ILUSTRACION

27
MARI INGENUA QUE TE POSAS

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

El cielo entonces lanzó


aguacero tan tupido
que un ala ya rompió
a la ladrona engreída.

Apenadas acudimos
a socorrer a la desdichada,
que ni siquiera podía
moverse la descarriada.

Apenadas recorrimos
una dos y muchas flores
juntamos polen y amor
para a sus alas dar color.

28
MARI INGENUA QUE TE POSAS

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

Mari la más poderosa,


pasando el tiempo sanó.
ya curada alzó el vuelo
y desde el aire cantó:

“Muchas gracias por su ayuda,


ya no las necesito, babosas,
porque soy muy poderosa
y además la más hermosa.

Un gran tordo escuchó


a la mariposa hermosa.
“¡qué rico - el tordo pensó -
ha de ser la más sabrosa”.

29
MARI INGENUA QUE TE POSAS

De certero picotazo
la mató y devoró
a la mariposa hermosa
que por el pico murió.

Así termina esta historia


de la hermosa mariposa,
que por ser tan jactanciosa,
se perdió por vanidosa.

Mari ingenua que te posas


donde estás adónde vas,
préstame tus dos alitas
que me voy con Nicolás.

30
CARIÑO

Cuento escrito en complicidad con


Daira Ailín Puebla Cerón y
la profesora Alicia Álvarez Jurado.

“Los ladridos de este perro van a estropear la


fiesta – decía el abuelo -. Además apesta a orines,
porque se mete en el chapoteadero de los cochi-
nos”. El abuelo es quejumbroso y gruñón. Lo
quiero, pero es un aguafiestas, estirado, creído y
presumido. Ni la abuela lo aguanta. En realidad
tiene miedo de quedar mal con los otros abuelos
que son igual de estirados, creídos y presumidos
como él. Como si la fiesta fuera suya ¡y no mía!
Capulín es el perro más amigable del mundo.
¡Del mundo, sí señor! Todas mis amigas y mis
amigos están de acuerdo en que nunca han visto
un perro tan adorable. Llora cuando entro a la
escuela y a la salida siempre está ahí como un sol-
dado. Salgo y me brinca y corre y ladra y es el fes-
tejo de todos que lo abrazan, besan y juegan con
él.
“Dios Santo, que me muero si este cochino calle-
jero apestoso ataca a don Sánchez y Sánchez a
lengüetazos. ¡Lo mato de un escopetazo!”. Eso dijo
el abuelo cuando lo llevó al campo a pesar de que
le pedí, entre lágrimas, que le permitiera quedarse.
Capulín bien que sabía la crueldad que se le estaba

31
CARIÑO

haciendo. Se dejó amarrar, me volteó a ver con


mirada alicaída y allá se fue, sin reclamar, obedi-
ente. Se me partió el corazón. Odié al abuelo. Que
me perdone diosito por estos pensamientos, pero
es la pura verdad. Ahí está la abuela que no me
deja mentir.
Para colmo llovió. “Mañana vas a recibir a
Cristo”. Y Capulín amarrado al pirul. ¿Cómo puedo
estar contenta?
Me daba gusto ver los preparativos. Mamá y la
abuela se lucieron. Los globos blancos y rosas, los
manteles color durazno de las mesas, los arreglos
florales con rosas y claveles blancos. Lo que no me
gustaba eran los amigos estirados del abuelo y
esas señoras que se peinan con picos. Parecen un
puercoespín lleno de adornos.
Todo muy lindo. ¿Y mi Capulín? ¡Bien, gracias!
Ya con Diosito metido en mi cuerpo quería tener
buenos pensamiento, así que hice lo posible por no
mirar al abuelo. ¡Qué difícil no sentir cosas feas
con aquel nudo en la garganta. Junto con el primer
bocado de pollo con mole se me fue una lagrimita.
No me podía aguantar, no podía, no podía. O decía
malas palabras, y cometía un pecado, o la chillade-
ra se me salía. ¡No puedo más, no puedo más!
Entonces ya con las lágrimas escurriendo, “qué
linda – dijo la abuela -; le gana la emoción”,

32
ILUSTRA CARIÑO

33
CARIÑO

levanté la mirada dispuesta a aventar el pollo con


mole en la cara de mi abuelo junto con aquel tor-
rente de sentimiento que me estaba reventando el
pecho. Entonces, entre lo empañado de mi ojos,
alcancé a ver el bulto que corría hacia nosotros, el
bulto que saltó la reja, brincó sobre la mesa regan-
do mole y barro, tirando floreros, entre alaridos y
brincos de los comensales, me tiró de la silla para
cubrirme de lengüetazos.
Salió el torrente de sentimientos que se me
agolpaban en el pecho, salió todo, pero salió lleno
de alegría. Capulín, que no se aguantaba las ganas
de mostrar su felicidad, saltó sobre el puercoespín
adornado más cercano y luego sobre otro y otro,
todos adornados de cosas brillantes. Gritos y caras
de horror al ver sus ropajes enlodados. El abuelo y
papá, indignados, se levantaron dispuestos a poner
orden. Entonces fui yo la que puse orden.
- ¡O se queda Capulín o yo me voy con él!
Mi mamá quiso negociar. Mi abuela la tocó dis-
cretamente el brazo, mientras servía un plato de
pollo con mole para Capulín, ¡junto a mi silla, por
favor!
Aplausos.
Gracias a Capulín, me reconcilié con el día de mi
primer comunión. Gracias a Capulín, pude per-
donar a mi abuelo.

34
TÁBATA

Cuento escrito en complicidad con Cristian Gómez


González y con el profesor Fernando Castillo Martínez.

Tábata tenía frío, ese frío que cala hasta los


huesos. No entendía por qué su papá y su mamá la
habían dejado ahí. Tampoco entendía por qué su
papá se enojaba tanto con ella. Se quedó dormida,
acurrucada con las manos frías que no se calenta-
ban.
Por la mañana se dio cuenta que había dormido
a gusto, no sentía miedo ni frío. Había soñado con
esa muñeca que siempre había querido. Se dio la
vuelta y ahí estaba la muñeca de sus sueños, ahí,
a su lado, diciéndole con sus ojitos “tómame, apa-
páchame”. Tábata la abrazó, la besó y la arrulló.
A su alrededor los caminos de flores y velas invi-
taban a correr. ¿Quién le habría regalado la
muñeca? Y allá se fue Tábata entre los rayos de sol
que la invitaban a pasear.
De pronto, al dar la vuelta en una esquina, se
topó con un señor enorme, robusto, con cara de
enojón. El hombre palideció, se dio media vuelta y
corrió como si hubiera visto un fantasma. Fue muy
chistoso; Tábata y la muñeca se rieron.
Un olor a desayuno de comal la hizo suspirar.
Quesadillas, sopa de hongos y tacos de requesón
con chapulines. ¡Mmm! eso huele a abuelita,

35
TÁBATA

pensó. A los pocos metros se encontró con la mesa


puesta. El comal humeaba a un costado de la mesa
donde además había atole de nuez, su preferido.
¡Ah, qué rico! Pues a comer se ha dicho. Qué rico,
solo me hace falta que ella esté aquí.
- Tábata – dijo la abuela junto a ella -, hace rato
que te espero. Preparé lo que más te gusta, para
darte la bienvenida.
Los ojitos grises de la abuela le sonreían como
siempre, bueno hasta el día en que los cerró para
siempre.
- Gracias, abuela. Ya entendí. La verdad es que
me siento muy bien.
- Claro. Aquí, a mi lado, ya no vas a tener prob-
lemas. Qué bonita tu muñeca. ¿Ya le diste comer?
- Las muñecas no comen, abuela.
- Claro que sí comen, de a mentiritas, pero sí
comen.
Nieta y abuela se abrazaron contentas.

36
ilustración

37
38
LOS CHONES DE MI ABUELA

Este poema fue resultado de una creación colectiva


creación colectiva.

Abuelita, abuelita
dime, abuelita, dime
donde están tus chones
abuelita, tus chones
rosas
rosa-amarillo-pipi.

Abuelita, abuelita
dime, abuelita, dime
quien robó tus chones
quien dejó así tus pompis
pobrecitas tan desnudas
con tanto frío
tus pompis suavecitas
tristes
se quedaron sin sus chones
rosas
rosa-amarillo-pipi.

39
LOS CHONES DE MI ABUEL A

Abuelita, abuelita
dime, abuelita, dime
dónde están tus chones
con rayita de canela
tan bonita
la rayita
la rayita de canela
de tus chones
rosas
rosa-amarillo-pipi.

Caderita vieja, ayúdame


caderita vieja, protege
caderita
las pompis suavecitas
tristes de la abuelita
que no encuentra
sus chones rosas
rosa-amarillo-pipi.

40
ILUSTRACION

41
LOS CHONES DE MI ABUELA

Abuelita, abuelita
te cuento, abuelita, te digo
te chismeo
ya sé quien robó
quien es el ladrón
sin corazón
el bandido que robó
que robó tus perfumados
chones rosas
rosa-amarillo-pipi.

Fue Cuca, abuelita


la perra Cuca la que
robó tus chones
Cuca no es mala
te quiere mucho
casi tanto como yo
abuelita
y es que Cuca la perra Cuca
abuelita
quiere mucho adora
el olor de tus chones rosas
tus chones rosas
rosa-amarillo-pipí.

42
¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?

Cuento escrito en complicidad con Edson Yair Tafoya


Moreno y con la profesora Xóchitl Carvajal González.

Porky estaba bastante mal educado. Se sentaba


en los sillones, dormía en las camas, rascaba los
muebles, mordía las patas de las sillas y tiraba la
basura. Los zapatos tenían que estar guardados. Si
Porky los agarraba, ni el zapatero los podía
arreglar. Durante una navidad el labrador consen-
tido de la familia tragó, él solito, el pavo relleno de
cuatro kilos que la madre había preparado durante
dos días. Además de quedar sin pavo tuvieron que
soportar, durante una semana, los espantosos
pedos del perrito consentido.
Un día la familia decidió descansar del perro,
que por cierto nunca sacaban a pasear. Lo dejaron
encerrado y fueron, muy felices, a visitar a la
abuela.
De regreso se encontraron con que Porky había
abierto un boquete del tamaño de una cubeta en el
asiento del sillón de lectura de la mamá.
El padre se transformó en un ogro con cara de
asesino de caricatura. Ignorando las súplicas
desesperadas de Guillermo, arrastró el animal
hacia afuera donde lo amarró. Luego fue por un

43
¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?

un palo con el que tenía la clara intención de come-


ter un perricidio. Solo se detuvo cuando encontró a
su hijo abrazado al perro que, ante el peligro de ser
asesinado, puso su mejor cara de víctima.
El padre exigió a su hijo que jurara que iba a
pagar el sillón roto. Además sentenció que el “mal-
dito perro” ¡jamás volvería a entrar en la casa! El
tono de voz y la cara del padre no dejaban margen
para ninguna negociación.
Luego la mamá, que se había mantenido tran-
quila, salió a calmar al hijo, pidiéndole que com-
prendiera a su padre. ¿¡Comprender a este
monstruo!? ¿¡Cómo se atrevía a pedirle eso!?
¿¡ Que no tenía corazón!?
Memo se rehusó a cenar. Se durmió con la
imagen del pobre Porky temblando de frío, muerto
de miedo entre los salvajes maullidos que
provenían de la azotea y los chillidos de las ratas
que lo acecharían durante toda la noche. ¡Horrible,
insoportable! Se durmió ansioso de regresar a este
mundo que había conocido cuando tenía apenas
dos años, después de hacer aquél berrinche espec-
tacular cuando no le permitieron esperar despierto
a Santa Clos.
Al cerrar los ojos llegó directo, sin escalas, al
mundo-de-los-duendes-donde-todo-lo-que-
pienses-o-digas-se-te-concederá. Popy, la duende

44
¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?

mayor, ya lo esperaba, sentadita en su mecedora


vieja, contemplando el fuego que relamía los tron-
cos. Guillermo, muy enojado, le narró lo sucedido
y le manifestó que desearía que su papá y su
mamá se volvieran perros para que entendieran el
sufrimiento de Porky expuesto al frío de la noche,
a los maullidos de los gatos y al asalto de las ratas
asesinas. Meciéndose, Popy lanzó una rama al
fuego. ¡Zás! Guillermo despertó.
El niño escuchó ladridos. “Híjoles, Porky ha de
haber entrado, está en el cuarto de mis papás. ¡El
ogro asesino lo va a matar!” Corrió angustiado,
abrió la puerta y se topó con una pareja de labra-
dores que le ladraban desde la cama. Preocupado,
se lanzó hacia el patio para cerciorarse de que
Porky había sobrevivido al ataque de las ratas.
Porky dormía apacible, calientito. Apenas abrió
un ojo, para luego dejarse consentir por las cari-
cias de Memo.
No hubo quien preparara el desayuno; no hubo
quien lo llevara a la escuela. ¿Y ahora? Corrió al
cuarto donde los dos perros dormían. ¡Papá,
mamá! Los perros saltaron hacía él, lo lengüe-
tearon y le movieron la cola.
Memo regresó a su cuarto. Era urgente dormirse
para reacomodar aquel mundo que se había puesto
de cabeza. Se preparó un chocolate caliente y se

45
¿Y AHORA ilustracion

46
¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?

metió a la casa de Porky para dormir calientito


junto a su amigo que gustoso le hizo canchita.
A los pocos minutos se encontró frente a la
chimenea de Popy que se mecía. “Doña Popy – dijo
inquieto Memo - mis padres se convirtieron en
perros. Mire: yo solamente le dije aquello, porque
estaba enojado, quiero a mis papis de vuelta. No
es cierto que yo quiera que se vuelvan perros.
Doña Popy lanza la ramita al fuego, chispas y ¡Zás!
¡A despertar!
E niño corrió a la recámara de sus padres, oyó
ronquidos, despacio abrió la puerta. Ambos esta-
ban sumidos en un sueño profundo, abrazaditos.
Qué bonito verlos así.
Durante el desayuno, manifestó a su padre que
asumía el compromiso de reparar el daño que
Porky había hecho. “Ah, sí, muy bien”, fue la
respuesta distraída del padre que repasaba las
noticias en su tablet, mientras la madre le prepara-
ba su colación y le daba unos pesos para que se
comprara un par de tacos.
Durante el recreo Memo compró diez paletas de
chocolate. Después de la comida, se acomodó en la
banqueta, junto al mercado. A su lado Porky
sostenía un letrero en el cuello: “Vendo paletas de
chocolate para pagar el sillón que rompí”.
Después de un mes los marchantes ya se

47
¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?

habían acostumbrado a la presencia del niño del


perro. Sin embargo las paletas no fueron un gran
negocio; mejor dicho, no eran un negocio.
Memo decidió regresar al mundo-de-los-duen-
des-donde-todo-lo-que-pienses-o-di-
gas-se-te-concederá. Popy, la duende mayor ya lo
esperaba frente a su acogedora chimenea: “Doña
Popy, necesito que me ayude. Estoy trabajando
duro para juntar el dinero que necesito para
arreglar el sillón de mamá. Pero la gente me
compra poco. Quiero que me compren mucho y,
pensándolo bien, mejor quiero encontrarme con un
fajo de dinero así de grueso, para ya no tener que
ir al mercado a vender paletas. Ya me aburrí, ya no
hago la tarea”.
De esa vez, Popy, la duende mayor, sí le habló.
- Escúchame bien, porque esta es tu última
visita. Yo no estoy aquí para resolver los problemas
de las niñas y de los niños. A veces los visito en los
sueños para ayudarlos a comprender la vida, que
es un poco complicada. Ahora vuelve a tu camita,
despierta y resuelve tú mismo tus problemas.
Adiós. ¡Puf! Desapareció el mundo-de-los-duen-
des-donde-todo-lo-que-pienses-o-di-
gas-se-te-concederá.
Guillermo despertó preocupado porque el dinero
de las ventas no iba a alcanzar ni para las patas del

48
¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?

del sillón.
En la víspera del cumpleaños de la madre, el
niño durmió con la esperanza de todavía volverse a
encontrar con doña Popy. Bueno, sí soñó, pero no
tenía nada que ver con Popy. Al contrario, tuvo una
pesadilla en la que su mamá le exigía que vendiera
Porky a un cazador, para que ella pudiera com-
prarse un sillón nuevo. El cazador arrastraba a
Porky que se iba llorando, mientras su mamá se
reía desde lo alto de una ventana, divirtiéndose de
las lágrimas de su hijo abrazado a su perrito.
Horrible pesadilla que lo hizo despertar con el
estómago revuelto. Corrió a abrazar a Porky. Le
juró que si lo vendían él se escapaba con él. El
perro no entendió la razón de aquel acceso de
amor, pero se dejó querer.
Luego Memo se dirigió a la sala donde la madre
reposaba en un sofá, junto al sillón estropeado.
Ella lo invitó a sentarse a su lado.
Me comentó la vecina chismosa de al lado – le
contó su mamá – que te vio vendiendo paletas en
el mercado. ¿Por qué estás haciendo eso?
- Quería juntar el dinero para comprarte un
sillón nuevo, pero no lo conseguí – explicó cabizba-
jo el hijo -. En las vacaciones voy a trabajar.
- ¿Cuánto dinero juntaste?
- Bien poquito. Daba las paletas a dos pesos;

49
¿Y AHORA COMO LO RESUELVO?

junté nomás doscientos pesos.


- Dámelos.
Guillermo los entregó a la madre que lo abrazó y
le dijo que con estos doscientos pesos iban a com-
prar un libro para entrenar perros. Que solo le
pedía que todas las tardes sacara Porky a pasear.
Además, debía comprometerse a entrenar tan bien
a su amigo que hasta fuera capaz de dar una man-
chincuepa. Ella le prometía, por su parte, que
sería ayudante del entrenador. El niño sonrió.
Entonces la señora le contó un secreto en el oído,
muy quedito, para que ninguna pared lo fuera a oír.
- Tu papá me regaló este sillón hace más de
cinco años en el décimo aniversario de nuestra
boda. El sillón no me gustó; Se me hizo horroroso.
El día que Porky lo deshizo, ¡no te imaginas la feli-
cidad que sentí! Pero no podía decírselo a tu padre.
Se iba a sentir. Ayer, tu papá me dijo que me va a
regalar otro sillón, solo que acordamos que yo lo
voy a escoger. ¿Qué te parece?
Guillermo, que ya no aguantaba la risa, abrazó a
su mamá y a Porky que cada vez entendía menos
estos repentinos ataques de amor de los humanos.

50
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

Letra para un corrido escrita en complicidad con


Amairani Gaudalupe Flores Guzmán
y la profesora Alicia Álvarez Jurado

Pido permiso señoras


para ponerme a contar
esta historia que es real,
que a muchos va a disgustar.

Pido permiso señores


para contar a las niñas
esta historia que dedico
de corazón a los niños.

Ocurrió allá en Milpa Alta


en el mero año dos mil,
esta historia que si es triste
tiene mensaje sutil.

La más hermosa muchacha


se casó con don Zorrilla,
hombre rico y pendenciero
pero muy bien parecido.

51
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

Doña Alicia, la muchacha,


cometió un gran error
al escoger por la cara
a un marido hablador.

Fue tan solo un par de días


que duró la zarabanda,
pues llegando el tercer día
se fue el hombre de parranda.

Para el gasto ni un tostón,


decía aquél pendenciero,
mi mujer que me mantenga
o si no yo no la quiero.

Ella hacía de comer


ella lavaba y planchaba.
su pancita fue creciendo
y ella igual de fregada.

Nació entonces el crío


el hijo del gran zorrilla
que del ejemplo del padre
se tornó un zorrillito.

52
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

Y aquella linda señora


tan bonita y abnegada,
antes por uno y ahora,
por dos era maltratada.

Zorrillito en la escuela
enseguida fue famoso,
golpeaba a los niños,
con las niñas un odioso.

Grafiteaba las paredes


en el salón chismeaba,
deshacía las libretas
al maestro torturaba.

A cada rato citaban


padre y madre en la escuela,
pero al padre no aguantaban
por malhablado y chimuelo.

El zorrillo no se bañaba
quería ser desastroso
como el padre pendenciero
bien borracho y apestoso.

53
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

Pero el mantenido sigue


hasta que la mujer decida.
Un día doña zorrilla
decidió cambiar su vida.

Zorrillito llegó a su casa:


“¡mamá, vengo muy hambriento
no me hagas esperar,
ven y sirve mi alimento!”

La madre del niño grosero


se quitó el delantal,
claro y fuerte habló al hijo
que la trataba tan mal.

“Ve a buscar a tu padre


en su oficina cantina,
dile que quieres comer,
que la fiesta se acabó”.

“Madrecita de mi vida,
mi padre me va a golpear,
por tamaño atrevimiento
a usted la va a matar”.

54
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

“Escúchame bien zorrillito


dile al zorrillo paterno
que aquí lo espero pa ver
quien se va para el infierno”.

Presintiendo una desgracia


el niño corre, qué gacho,
a la cantina donde el padre
presume de ser muy macho.

Inocente el niño anuncia


frente al grupo de borrachos
la rebelión del gallinero
del gallo hecho un deshilacho.

Sin culpa el pobre inocente


de un tremendo manotazo
de aquel padre sinvergüenza
rebota de un costalazo.

Llega el Zorrilla engallado


al gallinero alebrestado:
“te voy a enseñar, mujer,
el lugar de la gallina”.

55
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

Solo que sus piernas bambas


de gallo más que briago
lo tumban lelo en el suelo
donde queda como un hilacho.

“Óyeme bien, apestoso,”


le contesta muy tranquila
la gallina alborotada:
“por la buena vas a irte.

“O por la mala si quieres


y te me vas ahorita,
aunque sea de cuatro patas
porque ni a gallo llegas”.

Conteniendo la emoción
al hijo también indica
que se vaya con su padre
que es su modelo en la vida.

“No trabajas ni estudias


no te voy a mantener;
ni siquiera me respetas
ya no te voy a querer”.

56
ILUSTRA ZORRILLO

57
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

Le dolía a la madre
decir aquello y poner
cara de fuerte y mala
pero lo tenía que hacer.

Zorrillito se le hinca,
le pide perdón sincero,
aunque no se sabe muy bien
si por amor verdadero.

Se le hinca arrepentido:
“madre, voy a trabajar,
madrecita, te prometo
también voy a estudiar”.

Tirado y deshilachado
el gallo maltrecho
murmura que él también
será un gallo derecho.

Doña Zorrilla les contesta


con gracia y con sencillez:
“zorrillo, tú eres m’hijo,
te quedas por esta vez.

58
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

“Pero presta atención:


si en la escuela otra vez
me vuelven a citar,
te me vas como un ciempiés”.

Al marido engallado
le dice con altivez:
“te me vas bien derechito
por aquella calle de una vez.

“Si alguna vez se te quita


lo borracho y lo pendenciero,
voy a ponerte en la fila
para ver si te considero.

“Porque de gallos y machos


este mundo está lleno,
lo que anda muy escaso
es marido y padre bueno”.

Muchachas no se enamoren
por dinero o por carita,
si no quieren ser gallina
de un mugre gallinero.

59
EL ZORRILLO QUE SE CREÍA GALLO

Ya con ésta me despido,

son recuerdos de Milpa Alta;

aquí acaba el corrido

del zorrillo apestoso.

60
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

Cuento escrito en complicidad con


Alexis Olvera Suárez
y la profesora Griselda Valencia Braulio

Conejo-sin-nombre se sentía deprimido, incó-


modo. Solo lo sacaban para aparearse, muy de vez
en cuando, con otra coneja-sin-nombre.
Su actual vecino de jaula, tampoco se sentía
bien. No sabían por qué no eran felices, o mejor, ni
siquiera tenían idea de lo que era estar feliz. Tenían
comida, aunque no era sabrosa, pero no corrían ni
saltaban, tampoco podían jugar. Ni siquiera de pla-
ticar tenían ganas. Al otro lado había un cone-
jo-sin-nombre en una jaula igual de estrecha que
la de sus amigos. Así uno al lado del otro estaban
los conejos-sin-nombre en cientos de jaulas. Así
transcurrían los días en que la única novedad con-
sistía en que se llevaban a algunos conejos, por
cierto de muy mala manera como si se hubieran
portado mal. Pero ¿qué podían hacer de malo ahí
encerrados toda su vida?
Ya avanzada la noche entró a la bodega de las
jaulas una persona, o más bien la sombra de una
persona, porque no se podía ver más que la
sombra por la luz de la luna que entraba por los
tragaluces. La persona, o sombra de la persona,
iba de un extremo a otro buscando algo.

61
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

En realidad no parecía caminar como los hombres


que entraban con el agua y la comida. Esa persona,
o más bien esa sombra, se deslizaba con rapidez
incluso por las paredes. Se acercaba a las jaulas,
las examinaba, luego se alejaba, hacía señas en los
tragaluces y volvía a recorrer las jaulas. Repen-
tinamente la sombra desapareció.
Durante la siguiente noche otra visita inespera-
da llegó al lugar. Era un conejo, pero bastante más
grande, algo sucio, saltaba de un lado para otro
con gran agilidad. Recorrió las jaulas platicando
con varios de los encarcelados que no daban mues-
tras de entenderlo. Por fin se aproximó a la jaula
de conejo-sin-nombre.
- ¿Cómo te llamas, compa – le preguntó el visi-
tante.
- No tengo nombre. ¿Y tú quién eres? ¿Tú sí
tienes nombre?
- Ah, canijo preguntón, tú sí eres de los míos.
Contigo sí se puede hablar. Tus vecinos y tus veci-
nas son muy lentos.
- ¿Cómo te llamas? No me has dicho.
- Así me gusta, canijo. Me llamo Conejo-Salva-
je. Allá en el bosque me dicen el rey de los conejos.
- Señor rey, dígame usted como se hace para
tener un nombre. Es triste no tener nombre. Usted
se ve muy importante teniendo un nombre como

62
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

los humanos.
- Yo te puedo dar un nombre, compa. Así nomás.
Ya con un nombre que yo te dé, tú ya tienes autori-
dad para dar nombre a otro de tus amigos y
amigas y ellos a otros y ya todo el mundo va a
tener su nombre.
- ¿Cómo me vas a poner?
- Para mí que tienes cara de…Alix, Conejo Alix,
así te vas a llamar.
- ¡Órale, ya me siento mucho mejor, más feliz,
más fuerte, más yo, pues! A ver, señor rey, por qué
no trae usted a su ejército de conejos con nombre
y nos saca de aquí.
- Calmado, mi Conejo Alix, las peleas no se
ganan a base de puros trancazos. Si a esas vamos
los hombres tienen escopetas y nosotros no. Pero
tenemos lo más importante.
- ¿Qué es? - preguntó ya ansioso Conejo Alix.
- Las ganas de vivir, compa. De luchar, de salir
adelante.
- ¿Y cómo voy a salir adelante si ni siquiera
puedo salir de esta jaula? ¿De qué me sirve tener
nombre?
- Ya verás que sí sales adelante, mi valedor.
Antes de que cante el gallo, vas a estar lejos de
aquí. Presta bien atención porque ya me tengo que
ir y no te puedes equivocar en lo que vas a hacer.

63
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

- Dime.
- Ayer estuvo con ustedes el doctor Sombra.
- Sí, vimos a una persona que entró por la noche
y que iba de uno a otro lado.
- No es persona, valedor, es una sombra, el
doctor Sombra. Esta sombra abandonó a su dueño,
un científico importante que murió. Cuando una
persona pierde su sombra, se vuelve loca, comple-
tamente loquita hasta que se muere.
- Y qué es lo que hace esta sombra aquí.
- Buena pregunta, compa. Él es tan inteligente
como el doctor humano que era su dueño. Él está
creando el reino de las sombras. La verdad se trata
de un mundo mucho más tranquilo que el de los
humanos, aunque también es muy aburrido. No
hay nada de ruido ni nada de nada.
- ¿Y qué hace aquí?
- Pues quiere llevarse a ustedes, los conejos,
para el mundo de las sombras.
- ¡Órales! Y esto es bueno o malo.
- Mira: el lado bueno es que ya nadie los va a
comer.
- ¿Quien nos va a comer?
- Ay, mi conejito, pues los hombres los tienen
aquí enjaulados porque los humanos los comen a
ustedes asados, en mixiote, en caldo, hacen ropa
de su piel y llaveros con nuestras patas.

64
ilustracion

65
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

- ¡Nooo! – chilló Conejo Alix -. Yo sospechaba


que algo andaba mal. ¡Esto es horrible! ¡Sácanos
de aquí, rey Conejo Salvaje!
- Yo no los puedo sacar.
- ¿Entonces?
- Tengo un plan, pero no te lo puedo explicar –
contestó Conejo Salvaje alejándose -. Necesito
irme porque el doctor Sombra ya está por llegar.
- No me has dicho que tiene de malo irse al
mundo de las sombras.
- Pues que ustedes se van a morir, compa – dice
Conejo Salvaje aproximándose otra vez de la jaula
de conejo-sin-nombre.
- Entonces nos tenemos que cuidar de él.
- Sí y no. Presta atención. Él sí los puede liberar.
Conoce bien todos los secretos de los humanos.
Cuando él los saque de las jaulas, todos ustedes lo
deben seguir sin decir ni pio. Él no les va a hacer
nada. Les va a robar sus sombras poco a poco.
Poco a poco ustedes verán como su sombra se hace
chiquita, chiquita, hasta que un día ya no está.
Conejo Salvaje se despidió y de un solo brinco
llegó a uno de los tragaluces por donde desapare-
ció.
Inmediatamente conejo-sin-nombre, perdón,
Conejo Alix, se comunicó con sus vecinos y vecinas
para decirles como podían adquirir un nombre.

66
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

Conejas y conejos despertaron entusiasmados con


la idea de tener un nombre y de emprender una
aventura por un mundo distinto al que conocían. La
idea de correr y luchar por sus vidas los puso muy
contentos. Conejo Alix tuvo el cuidado de pasar la
voz de que siguieran cuidadosamente las indica-
ciones de las sombras.
Un par de horas después entró el doctor Sombra
seguido de una, dos, muchas sombras que como
como él se dedicaron a abrir los candados de las
jaulas una por una con la ayuda de pequeños gan-
chos.
En poco tiempo una larga hilera de conejos y
conejas, conejitos y conejitas, avanzaron por los
patios de la granja en tropel silencioso, tan silen-
cioso como las sombras que los acompañaban.
Cruzaron por abajo de las camas donde los vigilan-
tes roncaban. Ni los perros se despertaron aunque
pasaran frente a ellos miles de conejos y miles de
sombras. Ni un solo ruidito hacían. Así el gran
cortejo recorrió cientos de kilómetros hasta un
bosque húmedo escondido en la parte más profun-
da de una barranca junto a un río de aguas oscuras
poblado de cocodrilos y víboras. El escondite per-
fecto para el surgimiento del gran reino de las
sombras.

67
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

¿Qué pretendían las sombras? En realidad el


doctor Sombra, que había sido la sombra de un
gran científico, se cansó de hacer todo lo que hacía
su dueño. Era tan inteligente y sensible como el
humano cuyos pasos él seguía. Le gustaba leer,
escuchar música, bailar. Por cierto bailaba mucho
mejor que su dueño. Un día se cansó de verse
obligado a leer los mismo libros que leía el hombre,
se hartó de escuchar música cuando el otro quería
y así tantas otras actividades. Por ejemplo, cuando
iban al mar el hombre solamente tomaba el sol. Ni
siquiera chapoteaba en la orilla. No sabía nadar.
Para el doctor sombra esto era un suplicio porque
le encantaba meterse al mar donde podía nadar o
bucear como cualquier pez. En la cocina y en los
restaurantes se aburría, porque evidentemente no
comía. Fue así como estudió durante años la forma
de separarse de su dueño hasta que lo logró.
Después se comunicó con otras sombras a las que
les enseñó a liberarse. Ya eran miles las sombras
que ahora eran libres. Después de algún tiempo
pensaron que su mundo debía tener animales y
decidieron comenzar por poblar su bosque con
conejos sombras.
El proceso era algo lento. Primero debían con-
vencer a las sombras de los conejos. Después ellas
debían disminuir hasta desaparecer. Este era el

68
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

momento en que la sombra se desprendía de su


dueño y empezaba a moverse por su cuenta. Solo
que el dueño o la dueña de la sombra perdía la
razón, ya no podía ni siquiera caminar porque
sentía que perdía el equilibrio. Al poco tiempo,
morían.
Los conejos liberados descubrieron el paraíso al
llegar al inmenso bosque de las sombras. Los
primeros días saltaron de uno a otro lado,
aprendieron a comer raíces, hojas de todo tipo,
roían la corteza de los árboles, comían pequeñas
frutas de los arbustos y el agua era abundante.
Solo que se dieron cuenta de que sus sombras em-
pezaban a disminuir de tamaño. Conejo Salvaje les
explicó como las sombras abandonaban a sus
dueños y todos estuvieron de acuerdo en que era
urgente hacer algo. Como ya tenían nombre, esta-
ban dispuestos a luchar por sus vidas y no iban a
ser unas simples sombras las que los iban a elimi-
nar.
Enseguida Conejo Alix platicó con los demás
sobre la necesidad de organizarse para huir del
mundo de las sombras, porque ya habían pasado
varias semanas sin que tuvieran noticias de Conejo
Salvaje. Por otra parte era angustiante ver como
sus sombras se reducían.
Enseguida se dieron cuenta de las dificultades.

69
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

Por un lado tenían la barranca y no recordaban el


camino por donde los trajeron las sombras. La
noche de la huida habían corrido en tropel entre las
mismas sombras. La oscuridad les impedía recon-
ocer el camino. Imposible trepar por la barranca
empinada. Frente a ellos se encontraba el rio con
una corriente peligrosa.
Decidieron que algunos de los más fuertes se
lanzaran al agua para ver si encontraban un lugar,
en la margen opuesta, donde pudieran trepar. Si
lograban asegurarse en la orilla opuesta, podrían
entrelazar ramas para que los demás cruzaron el
rio. Se olvidaron de un pequeño detalle. Apenas
nadaron un par de metros y los atrevidos aven-
tureros fueron tragados por los cocodrilos que se
pusieron en espera de más bocadillos de conejo.
Se organizaron entonces en pequeños grupos
para explorar por la izquierda y la derecha del
bosque hasta topar con un camino que los sacase
de la barranca. De los cincuenta que salieron solo
regresaron diez. En todas partes abundaban víbo-
ras cuya comida preferida era la carne de conejo.
Ni modo, los sobrevivientes regresaron frustrados
y tristes. Carecían de la experiencia necesaria para
sobrevivir en el monte, no sabían como
defenderse. No les quedaba más remedio que ver
como las sombras de unos y otras se hacían

70
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

chiquitas, cada vez más chiquitas, hasta que


algunos ya renunciaron a luchar. Esperaban senta-
ditos a que les abandonaran sus sombras.
Conejo Alix era el más inconforme. Trataba de
encontrar una salida, trataba de llamar a Conejo
Salvaje, incluso trató de negociar con su sombra
que ni siquiera volteó a verlo. Canija traidora,
pensó.
Durante una larga noche de luna nueva, justo
cuando las sombras nada pueden hacer, no se
pueden mover, no pueden bailar, no pueden hacer
nada más que esperar a que amanezca, Conejo Alix
recibió la visita animosa, alegre, feliz de Conejo
Salvaje.
- ¿Quiúbule, compa?
- Señor rey de los conejos, pensé que ya me
había abandonado.
- Déjate de tonterías, mi buen Álix – le contestó
el otro -. No soy rey de nadie ni me trates de señor
que somos iguales. La diferencia entre nosotros es
que yo tengo más experiencia y por eso soy más
despierto que tú.
- ¿Entonces usted no es nuestro rey? – preguntó
desconcertado, Conejo Álix.
- Si me vuelves a tratar de “usted”, te doy un
zape y me voy.
- Es que…bueno…es que…

71
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

- Eres un conejo libre, mi valedor. Los conejos


libres no necesitan de reyes que los protejan. Se
protegen solos, se cuidan entre sí. Lo que se
necesita es un nombre y ganas de salir adelante.
Conejo que no tiene nombre o se lo lleva la corrien-
te, o se lo come la víbora o se lo come el cocodrilo
o pierde su sombra. Y si me vuelves a tratar de
“usted” una de estas cosas te va a pasar, a ti y a
todos los demás porque yo me largo.
- Está bien, señor Conejo Salvaje…
- ¡Que no me digas “señor”, con un demonio!
- Está bien, señor, digo, Conejo Salvaje, pero no
grite que se van a despertar las sombras.
- ¡Si serás bruto! Que no ves que es luna nueva.
- Cierto, si no hay luz, no hay sombras.
- Órale, despierta a los demás que les voy a
enseñar el camino para salir de aquí. Nomás diles
que no va ser fácil. Tienen que luchar para conse-
guir comida y aprender a salvar su pellejo y el de
su familia, porque supongo que ya muchos se han
apareado y tienen a hijitos e hijitas.
- Cierto, señor, digo, perdón, mi Conejo Salva-
je…
- Eso, canijo. Así está mejor.
- Pues sí se han hecho muchísimas familias.
- Pues órale, ve a despertarlos, que tenemos
que aprovechar toda la noche para llegar adonde

72
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

hay mucho sol y buena comida.


Millones de estrellitas vieron entonces como se
despertaron las familias de conejos, conejas, cone-
jitas y conejitos para seguir a Conejo Salvaje que
conocía muy bien el camino. Caminaron y
caminaron. En el camino algunos fueron comidos
por las víboras y uno que otro se fue al agua donde
terminó en la panza de los cocodrilos. Al final del
camino se dividieron en dos grupos. Uno se dirigió
al Teuhtli con Conejo Salvaje al frente; el otro se
fue allá para las bandas del Tulmiac, con Conejo
Alix, que ya había aprendido mucho de su amigo.
Al despedirse Conejo Álix le preguntó al amigo
por qué se había decidido a luchar por ellos.
- Mire, compa – le respondió Conejo Salvaje,
mordisqueando un zacate -, hace mucho tiempo
que los humanos nos cazan. Y pues me fui quedan-
do solo. Mataron a todos los que andaban conmigo.
Entonces me puse triste, porque ya no tenía ni
conejitos ni conejitas, ni una coneja gordita y
fortachona con quien platicar y dormir calientito en
el fondo de una cueva. Y pues como no me llevo
con la tristeza, la mandé a paseo. Decidí que ya
era hora de que los cerros se poblaran de conejos
otra vez.
Se despidieron con un gran abrazo y allá se
fueron, cada uno para su volcán.

73
DOCTOR SOMBRA VS CONEJO SALVAJE

Bueno y ¿qué pasó con las sombras?


Pues ahí siguen, mis valedoras y valedores, en
su mundo de las sombras que va creciendo mien-
tras más aburridos hay en este mundo de los
humanos. Así que pónganse abusados, porque se
les va la sombra.

74
EL GATO FITO

Cuento escrito en complicidad con


Joana Lizbeth Oviedo Enríquez
y con el profesor Fernando Castillo Martínez.

¡Mugre consentido!, pensaba el Japo. Un día de


estos lo encostalo y nos echamos unos tacos de
gato, yo y el Chato. El Chato era su perro. Un bus-
capleitos insoportable que ladraba hasta a su
sombra. Se detenía frente a las casas a ladrar a los
perros que estaban adentro. El ruido no cesaba
hasta que los dueños no salieran a meter a sus
perros.
En la banqueta el Japo se reía y los retaba:
“Suelten a sus perritos para que se den un entre
con el mío”.
Fito era el consentido del barrio era mansito con
todos. Se dejaba acariciar, si le caían bien; nunca
había arañado a un niño o a una niña. Ningún gato
se le acercaba, a menos que él lo permitiera. Las
gatas lo adoraban. Un campeón que sabía ser
tierno y comprensivo.
Un día el Chato se le fue encima y recibió un
zarpazo que lo dejó sin un ojo. Le costó unos
buenos pesos al Japo, curar a su maloso amigo que
de todas formas quedó tuerto. Ni eso le cambió el
mal genio. Fito se volvió el héroe en el barrio.
Esa afronta el vago no podía perdonar. Juró

75
EL GATO FITO

vengarse.
La oportunidad vino una noche en que Fito se
descuidó por andar de enamorado de la gata negra
más coqueta del barrio. Esa noche le había llevado
una serenata de maullidos rompe-y-rasga a la gata
negra. Lo hacía desde el límite de un alero que
daba para la calle. No se percató, y si se percató
poco le importó, que su cola, que se meneaba
provocativa, colgara en el vacío. El Japo se dio
cuenta. De un brinco lo jaló para meterlo en un
bote de basura que tapó con rapidez.
En menos de quince minutos se encontraba en
su escondite, una cueva abandonada entre los ma-
torrales del depósito de basura, a la orilla del cerro,
a buena distancia de las últimas casas.
Se dio el gusto torturando a Fito. Primero golpeó
el bote con un palo hasta dejar aturdido al minino.
Luego le echó agua y finalmente le ató una soga al
cuello. Lo zarandeó hasta cansarse y luego lo
amarró en la copa de un árbol. Abajo dejó al Chato,
alias el tuerto, con toda su sed de venganza.
El Japo, a sabiendas del cariño que le tenían a
Fito, regresó para concluir su plan macabro.
En la casa de Fito sonó el teléfono.
- Bueno.
- Escúcheme con atención porque se lo voy a
decir una sola vez. Tengo a su gatito y me lo voy a

76
EL GATO FITO

escabechar si no me entrega usted cincuenta mil


pesos.
- ¿Quién habla? – preguntó el papá al tiempo
que escuchaba una grosería.
- En una hora le hablo para decirle adonde me
deja el dinero. Otra grosería. Si no lo tiene. Le voy
a enviar las cuatro patas de su gatito. De despedi-
da, otra grosería. Clic.
Qué sufrimiento en la familia. De dónde iban a
obtener tanto dinero. Y si no era verdad. El padre
reconoció la voz. ¡Es el maldito vago! Disfrazó la
voz, pero bien que reconozco esa manera de hablar
como si tuviera canicas en la boca. Es él. Pensaron
en llamar a la policía. No, mala idea. Va a sacrificar
al minino y luego se pela para Xochimilco. Una vez
ahí, ¿quién lo va a encontrar?
El Japo regresó a la cueva. Hacía poco que se
había cambiado para ese lugar. Buen escondite
porque la peste de la basura espantaba a la gente.
Se sentó junto al árbol, disfrutando la agonía de
Fito que trataba de recuperarse del susto y de la
tortura.
- Te voy a devolver vivo – decía el maleante -,
claro que sí, pero antes te voy a cortar la cola, una
oreja y una pata, ¡pa que aprendas a respetar,
mugre gato!
En la casa saben que no pueden conseguir tanto

77
GATITO, GATITO, GATITOOO

78
EL GATO FITO

dinero y menos en tan poco tiempo. Es una agonía.


Saben que si se trata del vago, realmente va a
matar al minino. Jorge, el hijo, suplica al papá que
llame a la policía.
En el teléfono el policía se ríe. ¿Secuestro de un
gato? ¡Pero como cree usted que le vamos a enviar
a una patrulla para buscar por toda la delegación a
un vago que se robó a un gato! ¡Está usted chifla-
do! Clic.
Antes que alguien pueda reaccionar, Jorge sale a
la calle y desaparece corriendo en la esquina.
Detrás sale el papá, la mamá pide ayuda a los veci-
nos. Se alborota la gente, se reúnen, discuten. Se
ponen de acuerdo, se movilizan las familias, se
organizan rondas en los coches por los alrede-
dores. Nadie sabe por donde empezar. Pero
además ¿adónde iría el escuincle? ¿qué pretende
este loco? El vago lo puede matar.
Después de una hora la madre angustiada recibe
una llamada. Una extraña voz que parece tener
canicas en la boca, le informa que tiene a su hijo y
que quiere un millón de pesos por él o le van a
cortar un pie.
Ahora acuden a la agencia del ministerio público
un comité de mujeres y hombres que además de
levantar un acta, los ponen realmente como
camote. La madre les echa en cara que son

79
EL GATO FITO

insensibles e incompetentes: ¡no se dieron cuenta


de que un secuestrador de gatos, también puede
ser un asesino de niños!
A los cinco minutos se activa la alerta. Los alto-
parlantes denuncian el secuestro del niño, y, por
exigencia de las señoras, también del gato. Las
sirenas recorren de un extremo a otro Villa Milpa
Alta. ¿Y si se fue a Santana? Yo creo que se fue a
Tecómitl. De seguro está en San Pedro, para
escaparse a Xochimilco.
En la cueva las sirenas provocan que el Japo se
asome preocupado. Oye la alerta en el sonido de la
ciudad, sabe que lo están buscando. Se asusta, el
asunto se pone feo.
A muchas cuadras de allí, en la cancha atrás de
la Cultura Azteca, Jorge sostiene una reunión de
emergencia con sus amigos y Valentina, una niña
muy entrona. Preparan el plan. Joel, que tiene la
voz más gruesa, fue el elegido. Primero graban el
mensaje en un celular, luego distorsionan la voz
con un programa de audio. Finalmente marcan a
casa de Jorge y reproducen lo que habían grabado
en un teléfono público. Esta llamada fue la que ter-
minó con el descanso de la policía.
Fito también se da cuenta del relajo que se armó
en los alrededores. Aprovechando la preocupación
de los malhechores, roe calladito la riata con que

80
EL GATO FITO

lo amarraron.
Japo piensa en encostalar al gato. Cambia de
idea. Si lo agarra una patrulla, ya se fregó. Le
ordena al Chato quedarse al pie del árbol y a
¡comerse al gato si se atreve a bajar! Ni modo, mi
Chato, yo soy el jefe y te toca obedecer. La oscuri-
dad traga al Japo. El Chato gruñe hacia el gato que
le sonríe.
Alguien, o mejor, varios pares de ojos observan
al Japo que se retira. Esperan a que se aleje. Al
poco rato comienzan a caer piedras sobre el Chato
que se asusta, gruñe y ladra. Pero no se mueve.
Hasta que de la oscuridad se asoma la luz de una
linterna. El Chato es valiente, se lanza decidido a
morder al portador de la linterna, pero es recibido
por una lluvia de piedras que lo obligan a refu-
giarse en los matorrales.
Jorge entra a la cueva con sus amigos para reci-
bir a Fito que salta hacia él. Valentina había
sospechado que ese era el escondite del Japo.
Cuando era pequeña acostumbraba jugar en ese
lugar. Jamás la habían encontrado. Luego hicieron
el depósito de basura. No había lugar mejor que
ese para esconderse.
De regreso a su casa se encuentran con la sor-
presa de que han detenido al Japo que niega rotun-
damente que haya secuestrado a ningún gato y

81
EL GATO FITO

menos a un niño.
Jorge y los demás han filmado todo, desde el
momento en que el Japo abandona la cueva hasta
el salto de Fito hacia los brazos de Jorge. ¿Pero
entonces no secuestró al niño? No. Entonces lo
tenemos que dejar en libertad. Pero le hizo mal-
dades al minino. ¿Cómo lo saben? El minino nos lo
contó. Ay, niños eso no se vale para la justicia, los
gatos no hablan.
El Japo salió en libertad, pero los vecinos lo sen-
tenciaron. Si te vemos en Milpa Alta, vas a barrer
las calles hasta que acabes cien escobas. Al Japo
no le gustaba trabajar, así que nadie supo ya de él.
¿Y el Chato? Fíjense como son las cosas. Fue
adoptado por los policías por ser buen guardián.
¿Y Fito? Se volvió más atrevido y más coqueto.
Pero jamás descuidó a su cola.

82
LOS CHONINOS DE LA ABUELA

Versión del poema colectivo Los chones de mi


abuela, hecha en complicidad
con la profesora Xóchitl Carvajal González.

Un domingo muy temprano


abuela al baño corrió,
pues de por allá atrás
un gran estruendo salió.

Tuvo que lavar sus chones


pues por este accidente,
los choninos ensució
y quedaron pestilentes.

Más tarde ya los tendía,


los vientos soplaban fuerte
se llevaron los choninos
¡malaya sea su suerte!

Los buscamos con ahínco


allá están dijo el vecino,
¡ay, carambas, allá están
en lo alto de aquel pino!

83
LOS CHONINOS DE LA ABUELA

Mejor entre puras nietas


los choninos compraremos,
luego de una coperacha
el regalo le daremos.

Al mercado fuimos todas


a comprar bellos choninos
de los tiempos de la abuela
como aquél allá del pino.

El vendedor se molestó:
“Estos chones, ¡no sean guajes!
no se hallan hoy en día,
llévense estos con encaje.

“La abuela los lucirá


pa su lindo viejecito,
que al verlos tan chiquiticos
se pondrá más que loquito”.

Al verlos el abuelito
tanto se emocionó,
que no pudo respirar
y de un infarto se peló.

84
Al ver que su viejecito
se iba sin despedirse,
abuelita, entristecida,
también ella quiso irse.

Ya los llevan a enterrar,


abuelito y abuelita,
ella porta sus choninos
ellos van abrazaditos.
86
LA NIÑA Y EL MAGO

Cuento escrito en complicidad con


Tonalli Atenea Galicia Montenegro y
la maestra Griselda Valencia Braulio.

Leila era hermosa, hermosa y rica. Su familia


era multimillonaria, tenían tanto dinero que hasta
lo tiraban a la basura. En invierno utilizaban fajos
de billetes para su chimenea. Leila era tan bella
que hasta le aburrían los concursos de belleza en
los que siempre ganaba. Era tan hermosa y tan rica
que decía como su padre y su madre “yo no necesi-
to amigos ni amigas; cuando quiero, compro todos
los amigos y las amigas que se me antojen.
Insoportable, creída, presumida y maleducada,
no tenía una sola amiga o amigo. Ni le interesaba.
Una noche, al abrir la puerta de uno de sus
trescientos cincuenta y siete roperos, se llevó una
sorpresa. Frente a ella estaba un mago que le dijo
simplemente: “A partir de este momento serás fea
y pobre”. La joven trató de darle un bofetada.
¡Tilín! El mago desapareció. Leila pensó que había
soñado o que se trataba de una broma de mal
gusto.
Al levantarse ya muy tarde - ni tenía que ir a la
escuela ni hacía nada -, se encontró con que su
mansión estaba invadida por un ejército de policías
y de cargadores que estaban vaciando su casa.

87
LA NIÑA Y EL MAGO

88
LA NIÑA Y EL MAGO

Una policía la hizo a un lado de mala manera y le


indicó que debía reunirse con el resto de su familia
en la calle. Su padre había sido acusado de fraudes
millonarios en el mundo entero. Ya estaba en la
cárcel. Todos los bienes de la familia, en varios
países, habían sido confiscados. Nada, absoluta-
mente nada, su familia no tenía ni siquiera un lugar
donde vivir.
Poco me importa, pensó la joven que ni siquiera
se preocupaba por lo que pudiera pasar a sus her-
manos, hermanas y a su madre. Con la belleza que
tengo, rápidamente me van a contratar como
modelo o artista. Entonces se dio cuenta de que la
miraban con cara de susto. Sospechando algo
terrible buscó un espejo. La que estaba frente a
ella, no podía ser ella. Era fea, fea como una brujo,
arrugada como un susto de pesadilla. Se tapó el
rostro y lloró. Por primera vez sintió la tristeza.
Como era de esperarse nadie los ayudó. Al con-
trario, se burlaban, les decían malas palabras, les
escupían y les aventaban basura para que
comieran. Transcurrieron días y noches terribles en
que la familia se refugió abajo de un puente y men-
digó comida en la puerta de restaurantes de donde
terminaban corridos por su mal aspecto.
Fueron días y semanas y meses donde pasaron
hambre y frío como cualquier persona que vive en

89
LA NIÑA Y EL MAGO

calle. Olían a zorrillo con las ropas que se les pega-


ban a sus cuerpos; dormían pegaditos para sopor-
tar el frío que les calaba aún más por su escasa
alimentación. Primero se enfermaron unos y luego
otros. Cuando su madre ya estaba por morir duran-
te una fría noche de diciembre, el mago volvió a
aparecer en el fondo de la alcantarilla donde se
habían refugiado.
- ¿Aprendiste la lección?
- Sí, señor - contestó Leila agachando la mirada
-. ¿Le puedo pedir un favor?
- ¿Qué me vas pedir? ¿Qué te vuelva rica otra
vez?
- No señor. Por favor salve a mi madrecita y
ayúdeme a conseguir un trabajo.
- Ah – contestó el mago -, veo que tu corazón ya
tiene algo de nobleza. Está bien, te voy a ayudar.
¡Tilín! Desapareció.
Al día siguiente, cuando la señora ya estaba por
morirse, fueron sacados de la alcantarilla. Los
esperaban periodistas y cámaras de televisión,
además de un gran número de personas que los
estaban buscando por todas partes. El padre los
estaba buscando. Había sido engañado por algunos
de sus socios, pero gracias a un amigo que lo apre-
ciaba había probado su inocencia. Así recuperó sus
riquezas.

90
LA NIÑA Y EL MAGO

La familia recuperó su fortuna, pero cambió de


actitud. Comprendieron que es imposible estar en
esta vida sin amigos. Leila, aunque nuevamente
bella, era la que más se ocupaba de las personas
que vivían en la calle. Se dedicó a construir alber-
gues y a proporcionar alimento a estas personas.
Fundó escuelas para niñas y niños que no tenían
recursos. Ahí tenían recibían alimentos e instruc-
ción. A veces hacía tonterías como pagar estilistas
para que peinaran a las niñas. Pero, de todas
formas, sí ayudaba a la gente.
En una de sus vueltas para supervisar la ayuda
que se suministraba a la gente, la jovencita se
encontró con otra ricachona como ella que ordenó
a su chofer que se detuviera. Bajó del coche.
- Hola – Leilita -. Se nota que te quedó el gusto
por la pobreza y el olor a pordiosera para toda la
vida. La cara también. Te quedaste con jeta de
muerta-de-hambre, chiquita. ¡Hello, Leilita-
cara-de-mendiga! Ya me voy porque apestas a
pobre, a naco y a miseria. ¡Bye!
La engreída ricachona, luego de aventar mone-
das en la banqueta, se alejó entre carcajadas a
toda velocidad.
Leila sintió que el odio secaba su corazón, un
odio grande, oscuro, fuerte, que recorrió sus
venas. Un odio donde no cabía más que odio.

91
LA NIÑA Y EL MAGO

La joven buscó a su padre. Le exigió que le per-


mitiera quedar al frente de los negocios junto con
él; se volvió entonces mucho más cruel que la más
cruel de las ejecutivas. No descansó hasta no
arruinar totalmente a la familia de la ricachona que
le había ofendido; no descansó, hasta no ver morir
en la miseria a la joven que se había atrevido a
burlarse de ella.
Su corazón se transformó en una piedra que olía
a azufre, sus ojos se volvieron dos cuevas que
nadie se atrevía a mirar.
El mago nunca más se le apareció. Sabía que a
estas personas no se les puede hacer ningún
hechizo para volverlas buenas. Sabía que el odio
de Leila era tan grande que lo mataría, como
mataría cualquier bondad con la que se encon-
trase.

92
NIÑO MALO

Cuento escrito en complicidad con


Alexis Olvera Suárez
y la profesora Griselda Valencia Braulio

El niño tenía cara de malo y era malo. Malo,


malo, malo, más malo que Darth Vader, más malo
que Choky, más malo y más feo que la madrastra
de Blanca Nieves. Su mamá era tan linda y sua-
vecita como despistada, para ella no existía nada
en este mundo más lindo y más inocente que su
hijito tan modosito y tan tierno. Su absorbente tra-
bajo como gerente de una tienda de ropas no le
permitía darse cuenta de la maldad de su hijito
consentido.
El que sabía muy bien de lo que era capaz el
pequeño monstruo era el minino, pobrecito, siem-
pre escondiéndose, aterrado, hecho bolita en los
rincones. La señora comentaba que seguramente
habían maltratado mucho al gatito cuando era
chiquito. Lo acariciaba y le daba de comer, mien-
tras él temblaba al darse cuenta de los ojos
malévolos del niño-monstruo que se clavaban en él
con una sonrisa tan perversa que hasta al demonio
le daría pavor.
En una ocasión el niño villano tomó el gato de la
cola y lo giró como rehilete en el aire varias veces
para después aventarlo por encima de la azotea

93
NIÑO MALO

hasta la calle donde el aterrado minino esquivó


cuantos coches pudo para regresar con una patita
rota a la casa. ¿Cómo se habrá lastimado la patita?
Seguramente alguien muy malo lo pateó, ¿verdad
m’hijito? Vamos a curarlo. Temblando el gatito vio
como el niñito inocente ayudaba su mamá, mien-
tras le clavaba su diabólica mirada con sonrisa de
payaso asesino.
Era tan grande la crueldad del monstrito que un
día amarró el gato a un árbol para aventarle
cuetes. El animalito saltaba como palomita, deses-
perado, entre los fogonazos que estallaban a uno y
otro lado chamuscándole el cuerpo. Uno de
aquellos petardos cayó cerca de su cabeza, le
quemó los bigotes, pero fue tan fuerte que bastó
para romper el mecate apretado alrededor de su
cuello. El bichito corrió despavorido hasta encon-
trarse en el sótano donde se introdujo en un
pequeño agujero como pudo.
El niño-choky entró al sótano tras él pero no
encontró. Pateó sillas, cubetas, bicicletas viejas,
tiró un armario con juguetes viejos y cubetas con
botellas. Estaba furioso porque su juguete preferi-
do había desaparecido. Era tanta su rabia y su
maldad que se daba mordidas en los brazos.
El agujero daba para una pieza oscura, donde un
ratón se había congelado al descubrir el minino que

94
NIÑO MALO

95
NIÑO MALO

apareció junto a él. El gato, temblando, chamusca-


do, respiraba con dificultad, ni se fijaba en el ratón.
Se encogió en un rincón, mientras afanosamente
se lamía los costados para aminorar el dolor de las
quemaduras y el dolor de su cuello.
- ¿Por qué no me atacas? – pregunta el ratón.
- No tengo ganas de atacar a nadie. Ese niño me
tortura. Cualquier día de estos me va a matar. Yo
nunca voy a matar ni a un ratón ni a pajarito. Qué
feo se siente ser maltratado así.
- Sí. Nosotros hemos visto lo que te hace.
Aunque eres un gato, sentimos lástima de ti. Hasta
teníamos ganas de defenderte.
- Gracias, ratón. Yo creo que me voy a ir de esa
casa. Prefiero morir de hambre que convivir con
este niño malvado.
- Calma, gato. Calma. Creo que tengo una idea.
Sígueme.
El ratón condujo a su reciente amigo por una
tubería que llevaba al drenaje. Ahí se encontraba el
salón de reunión de cientos de ratas y ratones que
al ver al minino, huyeron disparados hacia
diferentes túneles.
- ¡Hey, vuelvan todos! – gritó el ratón -. Es el
gato maltratado. Es mansito. No hace nada, tiene
miedo hasta de nosotros.
Poco a poco, desconfiados, ratas y ratones

96
NIÑO MALO

regresaron, aunque se mantenían a una prudente


distancia de su enemigo natural. El gato entonces
se enteró de que antes de que él llegara a la casa,
la mayor diversión del niño villano era capturar
ratones vivos para cortarles la cola con unas horri-
bles tijeras de podar. Los ratones corrían chillando
su dolor de tal manera que espantarían hasta a un
gato. El malvado entonces se doblaba de la risa.
Por esa y otras maldades, ratas y ratones odiaban
al monstrito.
El ratón tuvo una idea. Reunió a todos para que
organizaran un plan. Ratas y ratones hicieron
bolita, pero no aceptaron que gato participara del
complot; no fuera a ser que el gato tuviera
hambre.
Durante la siguiente noche, el niño, que debía
ser pariente de Choky, despertó en medio de la
noche emitiendo gritos lancinantes que hicieron
que los pelos lacios de su madre se quedaron como
peinado de punk. La señora entró al cuarto con una
pistola en una mano y un hacha en la otra,
imaginaba que su hijo estaba siendo atacado por
un sicótico malhechor. El niño, ahora con cara de
víctima, le contó que había despertado cubierto por
miles de ratas y que un gato erizado se encimaba
sobre su cara mostrando sus dientes de vampiro,
erizado y con maullidos de alma en pena.

97
NIÑO MALO

La señora examinó al niño. No mostraba marcas


de arañazos ni de mordidas. Concluyó entonces
que se trataba de una pesadilla. Le preparó agüita
con azúcar y lo arrulló para que se volviera a
dormir. Después regresó a su cuarto.
Durante la madrugada volvió a ocurrir los
mismo. Nuevamente acudió la señora armada de
pistola y hacha con sus pelos de punk. Nueva-
mente la madre tranquilizó al aterrorizado hijo al
que repetía una y otra vez que era solo una pesa-
dilla. El niño ya no quería dormir solo y afirmaba
una y otra vez que no era ninguna pesadilla y que
el gato vampiro de la pesadilla, que no era ninguna
pesadilla, ¡era el minino! La madre entonces lo
regañó. ¡Cómo el minino! ¡Ridículo! ¡Ese pobre
gatito que tiene miedo hasta de las moscas, brinca
asustado y se eriza cada vez que escucha el
timbre! Se retiró enojada, sin permitir a su hijo que
se durmiera con ella. Se trataba de una tontería,
¡carambas!
Durante la siguiente noche, volvió a ocurrir lo
mismo y así durante toda una semana. El niño
estaba fuera de control, alterado, dejó de ir a la
escuela. Finalmente la madre lo llevó con un
sicólogo bonachón que primero escuchó al niño.
Luego explicó a la madre que su hijo describía una
y otra vez el mismo cuadro con una cantidad de

98
NIÑO MALO

detalles impresionantes. Describía los ojos de las


ratas, sus dientes, sabía como era la cara de cada
una de las ratas, ¡vaya!, hasta sería capaz de decir
cuantos pelos tenía el gato que lo atacaba noche
tras noche. Era evidente que su hijo padecía una
sicosis aguda, aunque momentánea y fácil de ser
atendida. También le contó a la madre que el niño
le había contado que maltrataba a los animales.
Por lo tanto era comprensible que el pequeño estu-
viera asumiendo la culpabilidad de lo que había
hecho y que su cabecita no sabía como resolverlo.
El sicólogo le hizo tres recomendaciones: en
primer lugar aléjelo de videojuegos violentos y de
cualquier programa de televisión violento. En
segundo lugar comparta más tiempo con él, llévelo
a pasear a parques, si puede llévelo a una mon-
taña, a la playa. Pero lo más importante es que
usted conviva con él, lo apapache. Le recomiendo
que usted misma le lea cuentos. Verá como cambia
su comportamiento. Última recomendación muy
importante: sáquelo de esa casa lo antes posible.
Que no duerma ahí ni un día más. Él asocia el lugar
con sus maldades, explicaba el sicólogo. Por eso
tiene estos sueños terribles.
La madre volvió a la casa solo para hacer las
maletas y pedir un permiso en su trabajo donde
informó que regresaría pero solo bajo la condición

99
NIÑO MALO

de que tuviera tiempo para convivir con su hijo. De


común acuerdo con la abuela, se organizó para dis-
frutar de una nueva vida con su hijo.
Luego de algunos días en que la casa quedó
encargada a una tranquila señora que apenas la
visitaba para dar comida al gato, todo cambió. Los
ratones ocuparon la sala para ver televisión, la
cocina para comer y las camas para dormir. Solo
que la señora encargada de llevar la croquetas al
gato, lo hacía muy de vez en cuando, cada vez
menos. Hasta que un día el minino, con mucha
hambre, harto de las croquetas y con tanta carne
fresca a su alrededor, no resistió la tentación y se
lanzó sobre una rata gorda, apetitosa que estaba
junto a él. Ratas y ratones asistieron aterrados
como su amigo se relamía los bigotes mientras
devoraba el cadáver de su congénere.
A partir de ese día el gato volvió a ser plena-
mente gato. Salió a la azotea para convivir con la
comunidad gatuna y se volvió el más hábil de los
cazadores de ratas de la colonia, porque conocía
muy bien sus hábitos y escondites. Así fue como
se enamoraron de él las cuatro gatas de la vecin-
dad y así fue como se volvió el azote de las azote-
as.
Luego de algunos meses madre e hijo volvieron
a la casa. El niño miró con temor al gato al encon-

100
NIÑO MALO

trarse con una mirada felina de pocos amigos que


lo encaró tranquilamente mientras meneaba la
cola. Poco a poco los dos se fueron acercando, poco
a poco el gato se dio cuenta de que el niño había
cambiado, era más tranquilo y así, poco a poquito,
surgió una cariñosa amistad.
A partir de entonces el minino se volvió el con-
sentido de la casa entre los brazos de la mamá y
del hijo que comentaban con los vecinos que
ningún gato se acercaba a su patio, porque sabían
que ahí vivía el jefe de la pandilla.
Pero, como ustedes saben, eso de “felices para
siempre” es puro cuento. Así que en el cumpleaños
del hijo, la madre decidió hacerle un regalo espe-
cial.
Al regresar de la escuela el jovencito encontró
en su recamará una gran caja que al ser destapada
dejó salir a un hermoso labrador inquieto y
querendón.
Solo había un problema: odiaba a los gatos.

101
BLANCO

102
EL PINTOR MALDITO

Cuento escrito en complicidad con


Carlos Alberto Reyes Lara
Y con la profesora Xóchitl Carvajal González.

A Toño le gustaba correr. Desde el primer grado,


nadie era más veloz que él. Ya había participado en
varias competencias representando la escuela y
siempre ganaba. Por las mañanas, luego del
desayuno, su abuela lo bendecía para que, si lo
atropellaban decía ella, se fuera derechito pal
cielo. Toño se echaba la pesada mochila al hombro
y enfilaba rumbo a la escuela que estaba a más de
un kilómetro. De la misma manera regresaba como
si no se hubiera cansado nadita durante toda la
mañana. La madre le encargaba las tortillas y él se
iba al centro nomás para correr lo más lejos
posible. “Niño, parece que tienes el diablo en el
cuerpo”, le decía la abuelita. “Es que así hago
hambre, abuelita”, le contestaba el nieto. Era como
si en lugar de corazón, le hubieran insertado un
motor de coche de carreras.
En la escuela el niño subía y bajaba corriendo las
escaleras, iba corriendo al baño, corriendo salía del
salón y a duras penas se detenía para formarse. En
el recreo no había quien lo alcanzara. El maestro
encargado de entrenar el equipo de la escuela, lo
adoraba. Cuando le pasaban la pelota a Toño, no lo

103
EL PINTOR MALDITO

alcanzaban ni en avión. ¡Pum, gol!


El maestro, la directora, los conserjes, todos le
suplicaban: “Calma, no corras, por favor”. Él con-
testaba “sí, sí, está bien, está bien”. Y ¡fuuum!
Salía disparado hecho un buscapiés.
Por lo demás todo bien. Así de rápido era para
las matemáticas y con él la pereza no se metía
porque este chamaco no le hacía caso caso, por
más que trataba de atraparlo con sus mañas.
Un poco antes de las vacaciones de verano,
llegaron a la escuela los pintores encargados de
dejarla como nueva. Los muros ahora tendrían el
color mamey con el que se había encaprichado la
directora. Hasta broncas hubo con madres y padres
de familia para escoger el color. Finalmente la pro-
fesora se salió con la suya. Sería color mamey.
De las ocho hasta las diez y media se aco-
modaron las escaleras y los andamios hasta el
segundo piso. Se prepararon los botes de pintura,
las brochas y se distribuyeron los pintores a todo lo
largo y ancho del patio y de las calles aledañas. El
jefe de los trabajadores se ubicó en la parte más
elevada de una escalera para asegurarse de que los
papás hubieran lijado bien los muros hasta el
techo.
Sonó la campana, Toño encendió el motor, de un
brinco estuvo en la puerta y antes de que el

104
ILUSTRA EL PINTOR MALDITO

105
EL PINTOR MALDITO

maestro pudiera abrir la boca, el rayo más veloz de


la Cultura Azteca, ya volaba escalones abajo
rugiendo su motor de ocho cilindros, para atrave-
sar el patio como un chiflido y toparse con la es-
calera sobre la que se encontraba don Cipriano que
no supo ni de donde vino el tren que se llevó la
escalera y todos los botes de pintura que le
cayeron en la cabeza.
Un lago color mamey se extendió por el patio.
En medio del lago, flotaba un muertito color
mamey.
Toño, aterrado, descubrió el señor cuya panza
color mamey contemplaba el cielo. Con la misma
velocidad, el asustado campeón se esfumó del
patio.
Encerrado en el baño, sentado en una taza que
olía horrible porque no había agua, pasó todo el
recreo oyendo el relajo: ¡tiraron la escalera!, ¡lla-
men la ambulancia!, ¡el hombre no reacciona!,
¡está muerto!, ¡ayúdenlo!, ¡no lo muevan!, la
sirena de la ambulancia, en los altavoces la voz del
maestro Jorge: ¡vuelvan a sus salones, inmediata-
mente, vuelvan a sus salones, por favor, en orden!
No ha pasado nada grave. Y los comentarios de los
que pasaban al baño: No pasó nada, quien les va a
creer, el hombre se veía como muertito, sí, ¿ver-
dad?, bien muertito, ¿quién habrá sido el bandido

106
EL PINTOR MALDITO

que lo tiró?, de seguro va a venir la policía por él.


Toño sudaba. Se imaginaba en la cárcel, en-
cerrado, una celda de cuatro metros cuadrados, un
catre de madera, ni cobija le darían por haber dado
muerte a un pobre hombre, su mamá no podría
visitarlo, su perro tampoco, y lo peor, lo peor de
todo, nunca más, nunca más, nunca más volvería a
correr, no le darían permiso de salir ni para ir al
baño. Toño empezó a llorar quedito. Pero no podía
quedarse ahí encerrado toda la vida. Tenía que
regresar al salón. Desconfiarían de él si no se pre-
sentaba, desconfiarían más si se escapaba a su
casa y en la casa qué explicación daría por haber
llegado tan temprano. Se bajó los pantalones. Le
dio chorrillo.
Luego de lavarse la cara y de respirar hondo,
muy hondo, volvió al salón. Por primera vez en su
vida, subió los escalones despacio. Ya en el salón:
- ¡Qué pasó, Toño? – preguntó el maestro -
¿Dónde te habías metido?
- Es que me cayó mal la torta y me la pasé en el
baño.
- Ah. ¿Supiste lo que pasó?
- Más o menos me enteré.
Los compañeros de mesa le compartieron las
noticias de que la panza del muerto se había
reventado, que la cabeza se le había desecho, que

107
EL PINTOR MALDITO

ya no tenía piernas. El pobre chamaco sudaba y de


moreno pasó a blanco, blanco pálido, blanco ama-
rillo.
- ¿Qué tienes? – preguntó el maestro.
- Nada – respondió el aludido -. Es la torta que
me cayó mal. Me dio chorrillo.
El salón se rio y la clase siguió adelante.
Mientras en la escuela se llevaban a cabo las
averiguaciones, Toño pasaba las noches mal.
Empezó a caminar como la gente normal. ¿Estás
enfermo? No, es que ando un poco cansadito. Iba y
regresaba de la escuela caminando. “Estás enfer-
mo de algo”, sospechó la abuela. “No, abuelita,
simplemente ando cansado porque tengo mucha
tarea”. No podía dormir, lo atormentaban pesa-
dillas donde un zombi sin cabeza, vomitaba sobre
él pintura color mamey. ¿Pero como “vomitaba”, si
no tenía cabeza? ¡Oh, así pasa en los sueños! ¿A
poco no? Una y otra vez el zombi arrastraba los
pies y lo alcanzaba porque él, ¡qué agonía!, no
podía correr, no podía despegar los pies del piso y
el zombi, sin cabeza, vomitaba y vomitaba pintura
color mamey con olor a chorrillo, y el zombi, sin
cabeza, otra vez surgía ahora en el baño, tiraba la
puerta y ¡huácalas! la pintura color mamey con
olor a chorrillo escurría de la cabeza de Toño hasta
sus pies.

108
EL PINTOR MALDITO

Toño despertaba empapado en sudor.


Las niñas y los niños comentaron que por las
noches una aparición rondaba por el patio de la
escuela. Era el pintor maldito, sin cabeza. Decían
que si algún niño o niña entraba a la escuela por
las noches, el pintor maldito lo subía a una camio-
neta Comex y nunca más lo volvían a ver.
Luego de escuchar estas historias, el chorrillo
obligaba a Toño a correr al baño.
Durante una mañana en que el maestro los dejó
para resolver un problema en la dirección, una niña
se burló del que iba tan seguido al baño. Delante
del grupo le dijo que era un cobarde, que el cuento
del pintor maldito le daba chorrillo. El salón que
hace rato lo veía más asustado que gato acorrala-
do, soltó la carcajada. Toño entonces los encaró:
“¡Yo no soy cobarde!”. Abandonó el salón y caminó
con paso firme hacia la dirección.
Su maestro y la directora lo miraron sorprendi-
dos. Toño traía cara de quien está condenado a la
hoguera. El condenado les contó lo que había
ocurrido aquel triste día del accidente. Les confesó
que él estaba dispuesto a ir a la cárcel, que solo les
pedía, y aquí le ganó el llanto pero continuó entre
sollozos, que solo les pedía que en la cárcel permi-
tieran que lo visitaran su mamá, su abuela y su
perro. Terminó llorando más fuerte, mientras con-

109
EL PINTOR MALDITO

fesaba: “¡El pintor maldito, sin cabeza, no me deja


en paz, me visita todas las noches!”
La directora y el maestro apenas aguantaban la
risa. Le contaron al niño que no le había pasado
nada grave a don Cipriano. Tenía una fractura en la
pierna, pero ya se estaba recuperando.
Al día siguiente Toño y su familia fueron a visitar
al accidentado que ya reposaba en su casa. La
mamá preparó unas exquisitas tortas de jamón con
frijoles, quesillos y harto chile pasilla. Toño las
ofreció a la familia del pintor, mientras se secaba
las lágrimas que le rodaron por las mejillas.
- Arrímese pa’cá, méndigo chaparro - le dijo don
Cipriano a Toño, mientras lo abrazaba -. ¿Sabes
por qué me soñabas?
- No señor.
- Porque soy brujo y quería saber si me habían
tirado por maldad o si había sido por accidente.
Entonces hice brujería para que mi espíritu visitara
al culpable. Ahora que ya sé que no lo hiciste por
maldad, entonces ya no vas a soñar con el pintor
maldito.
Luego de las risas, don Cipriano puso una condi-
ción para otorgar el perdón al culpable:
- Mientras estemos pintando la escuela, todos
los días, a la hora del recreo, me vas a llevar una
de estas ricas tortas.

110
MEJOR NOS PONEMOS DE ACUERDO

Cuento escrito en complicidad con


Yan Rafael Flores Salgado
y con la profesora Xochitl Carvajal gonzález

En el jardín de doña Eulalia, la dueña del puesto


de tortas, se encuentran cuatro mesas donde caen
las sobras de los clientes descuidados. Dos bandos
de hormigas feroces se disputan esas iguarias, La
Hormiguetas y las Hormigonas. Son grandes, agre-
sivas y peleoneras.
Los enfrentamientos mortales por llevarse la
mayor cantidad de alimentos, provocan que en uno
y otro bando haya muertos y heridos en gran canti-
dad. Día tras día regresan combatientes sin patas,
ojos, sin cabeza, además de los muertitos que son
llevados para la olla donde se prepara la reserva
del invierno. Nada se pierde. Solo que tantas
muertes han mermado la población de ambos
reinos hormiguiles.
En una ocasión trataron de llegar a un acuerdo.
Las Hormiguetas fueron las primeras en plantear
su propuesta: “las sobras de tres mesas, para
nosotros; las de una mesa, para ustedes”. Las Hor-
migonas hicieron la contrapropuesta: “mejor las
matamos y quedamos con las cuatro”. Se acabó la
negociación.
All día siguiente ambos bandos se olvidaron de

111
MEJOR NOS PONEMOS DE ACUERDO

las delicias que llovían del cielo. Se lanzaron uno


contra el otro con el único objetivo de acabar con
el enemigo, sin importarle la cantidad de muertas
que eso les costaría. Fue una carnicería, más bien
una insecticería espantosa. Volaron ojos, cabezas,
garras, patas, panzas y antenas. Las guerreras se
diezmaban en uno y otro bando, las que no podían
combatir eran victimadas de forma cruel y devora-
das ahí mismo. ¡Un horror!
En eso del cielo cayó un gran queso blanquecino,
oloroso, cual gigantesco meteorito apetitoso,
rebotó entre las guerreras una, dos tres veces y
luego de aplastar a unas diez gladiadoras, se aco-
modó en el centro de aquella tremenda batalla
campal. Se hizo un gran silencio entre las com-
batientes que contemplaron con agua en la boca
aquella maravilla. Era inmenso el queso-meteorito,
blanquecino, suavecito, con olor a queso fresco, sin
químicos, orgánico, puro. Cuando ya las hormigas
se aprestaban para reanudar el enfrentamiento
dispuestas a matar o morir por aquel manjar que
los dioses les habían enviado, una generala propu-
so a la otra hormiga generala, que una carrera
entre los dos bandos decidiera quien se quedaba
con el queso y ¡tan tan! Cada quien para su reino.
Con una condición, dijo con voz de mando la otra
generala: “Durante la carrera se vale todo, patear,

112
MEJOR NOS PONEMOS DE ACUERDO

113
MEJOR NOS PONEMOS DE ACUERDO

morder, desgarrar, echar montón, todo se vale”. La


otra generala contestó con voz firme: “Ya vas,
Barrabás”.
Comenzó la desatada carrera que en realidad
era una carrera de muerte en la que ambos bandos
avanzaban muy despacio porque se daban con todo
matándose entre sí de la manera más brutal.
El resultado fue que las sobrevivientes llegaron
juntas a la meta. Se habían reducido a la mitad.
Las generalas estuvieron, ¡por fin!, de acuerdo en
que se dividieran el queso y cada quien para su
casa. Iniciaron el camino de regreso al inmenso
queso-meteorito que, para sorpresa y espanto de
las aguerridas sobrevivientes ¡ya no estaba! ¡ya no
es-ta-ba!
Fueron ustedes, no fueron ustedes, fueron
ustedes, ladronas, ratas, chapuceras, generala sin
honor, tú no tienes vergüenza, desgraciada, infeliz,
y luego de decirse todas las malas palabras que
existen, se enfrascaron en una terrible batalla
mucho más terrible que todas las más terribles que
habían tenido hasta entonces. Oyendo el fragor de
la batalla y sabedoras de que ahí se decidía su
futuro, las demás hormigas de ambos hormigueros
si dirigieron al campo de batalla. Hormigas
ancianas y bebés, señoras hormigas y hormigas
con discapacidad, todas se enfrascaron en aquella

114
MEJOR NOS PONEMOS DE ACUERDO

horrible hormiguicina cuyo final fue el triste silen-


cio del campo de batalla donde no quedó ni una
sola sobreviviente.
Mientras tanto, en el otro extremo del jardín un
grupo de pequeñas y pacíficas hormigas se
repartían el queso-meteorito para introducirlo en
su apacible hormiguero en el centro del maizal.

115
116
INJUSTICIA

Cuento elaborado en complicidad con


Amairani Guadalupe Flores Guzmán
y la profesora Alicia Álvarez Jurado.

Paquito se me acerca, huy, a medio patio, todos


nos ven, me mira raro, bueno, con ojitos de enam-
orado, o sea con ojitos de menso. Qué emoción,
Paquito se me acerca, ay, nanita, no sé si le sonrío
o si pongo cara de seria, debo estar con cara de
mensa igual que él, méndigo Paco, qué le pasa, se
me acerca, ¡me va a dar un beso!, Paquito precio-
so, lindo, ¿me vas a dar un besito?, que sea en la
mejilla, Paquito, Paquitoooo, ¡Zás! ¡Qué frío, qué
horror, qué maldición, me quitan las cobijan, el
méndigo de mi hermanito me quitó las cobijas,
¡que me levante, me grita! Me levanto, maldito,
pero ahí te va mi chancla, derechito en tu cabeza.
Ni hablar, Andrea, eres la campeona del chanclazo.
Mira como lo hiciste chillar al mocoso. Feo, chilletas
y chismoso. Porque ahorita mismo ha de estar
lloriqueando en los brazos de mamá y quejándose
de la hermana malvada que le rompió su cabecita,
Huy, sí, con una pantufla. Pobrecito, tan pequeñito,
tan chismosito, tan asquerosito. A veces me dan
ganas de apachurrarle los cachetes ¡hasta que
revienten! Huy, el domingo tengo que confesar
estos malos pensamientos. Mugre escuincle, me

117
INJUSTICIA

118
INJUSTICIA

saca lo peor. Le puedo perdonar todo, pero que me


despierte de esa manera justo cuando mi Paquito,
mi pachoncito está a punto de darme un besito,
tronado, sabrosito, inocente y querendón. ¡Eso sí
que no! ¡Me vale que me regañen!
Ya me lo imaginaba, chan-chan-chan, el justicie-
ro negro de Milpa Alta, ya me espera con su taza de
café con leche (sin azúcar ¡qué mal gusto!) listo
para disparar sobre mi dormida cabecita su pega-
joso regaño mañanero.
- Hola, papi. Buenos días, mami. ¿Hoy te vas
con nosotros, mami? – Los maleducados no me
responden. ¡Uf!
- ¿¡Cuántas veces te tenemos que decir que no
le pegues a tu hermano!? – dice mi papito, mas-
cullando las palabras entre los dientes.
- ¿De qué se trata, Andrea? ¿Qué no ves que es
un niñito? ¿Qué lo puedes lastimar? – remata la
voz dulce de mi mamá. Dulce con su hijito, conmi-
go son más duros que una piedra.
Sí, claro, mi pobre hermanito que tiene permiso
de ser todo lo cruel que se le ocurra, ¡como qui-
tarme la cobijas, con vi-o-len-cia, cuando estoy
por recibir un beso de Paquito! No, pero si es una
pobre criaturita! ¡Aichi, lo odio! Huy, otro mal
pensamiento que tengo que confesar. Maldito es-
cuincle, lo odio.

119
INJUSTICIA

Les explico y me contesta mi mamá.


- Ay, Andrea, pero si yo misma le pedí que te
despertara – lo justifica, mamá -.No oíste el des-
pertador.
- Tú tienes el sueño pesado – complementa el
justiciero negro de Milpa Alta, con su café con
leche sin azúcar en su horrible mano blanca -.
Seguramente él te llamó y no te despertaste. ¿Tú
le hablaste, Armandito?
- Chí - contesta el cínico con su cinismo desa-
forado -. Le hablé tres veces.
¡Cínico, desgraciado, mentiroso! ¡Uf! A veces
pienso que Diosito me puso en el lugar incorrecto.
Esta familia la trae conmigo, es demasiado. El jus-
ticiero negro, con su prisa de justiciero ejecutivo,
atropelló a mi gatito que se despidió de mi con su
mirada de ya-me-voy-ahí-te-espero-allá-en-el-cie-
lo. Chillé una semana. Entonces me regalaron al
Garritas, el labrador más cariñoso del mundo, que
¡como nunca lo sacan a pasear, repito, como nunca
lo sacan a pasear, ¡es travieso! ¡Claro que es tra-
vieso! Y viene el justiciero negro y casi mata a mi
perrito el día en que tiró la puerta de la cocina. Y
su mujercita obediente ni pío dijo, aunque yo vi lo
mal que se sentía su mujercita al oír los aullidos de
Garritas. Ay, Diosito, estoy segura de que estabas
de malas cuando me pusiste aquí. Te desquitaste

120
INJUSTICIA

conmigo.
De Coyoacán hasta Milpa Alta. El justiciero pone
cara de bulldog cuando maneja y mi mamá, de
cenicienta espantada. Yo no voy a ser como mi
mamá. Yo voy a trabajar, yo voy a tener ¡mí! coche
y, si mi marido quiere venir conmigo ¡yo manejo!,
¡yo pongo la música! Y, eso sí, cuando mis hijos e
hijas se peleen, voy a escuchar a todos, como un
juez de fútbol. Y a los más pequeños los voy a traer
cortitos. Por lo menos en mi casa, va a haber un
poco de justicia de verdad. Y nada de que el marido
es el que manda. No, chiquito, ¡mando yo! Y si le
gusta bien y si no que ponga azúcar y que se vaya.
Y aunque sea Paquito, queda prohibido, ¡prohibido!
el café con leche sin azúcar.
Una hora de camino. Aprovecho para escribir
este cuento que voy a entregar al maestro.
Además es la historia de mi familia. A ver si unos
aliens lo leen y me dan súper poderes para enfren-
tarme al justiciero negro. La bella y poderosa Reina
Blanca de la Estrellas Polares contra el justiciero
negro cara de bulldog de Milpa Alta, que será der-
rotado y condenado a jamás tomar una sola taza
de café con leche sin azúcar.
Casi llegamos. Estoy a punto de terminar.
Mis amigas dicen que Daniel se muere por mí.
Me cae bien. Pero el que sí me gusta es otro. ¡Huy,

121
INJUSTICIA

a ver si un día de esos se me hace lo del sueño.


Se me ocurre que llegan los aliens, se comen a
toda la humanidad, se enternecen con nuestro
amor y nos dejan solo a él y a mí, solitos sobre la
Tierra. ¡Huy, qué emoción!

122
NOS AMAMOS TANTO
(Cariñoso homenaje a su majestad la pereza)

Letra para un rap escrito en complicidad con


todos los del quinto “C”
y la profesora Alicia Álvarez Jurado.

Qué rico yo dormí


abrazadito calientito,
qué rico amanecí
en tus brazos, mi amor.
Suspirabas me besabas
me hacía tan feliz,
me apretabas me querías
qué lindo es nuestro amor.
Fuerte me abrazaste
con tu canto me arrullaste,
fuerte me abrazaste
con tu canto me arrullaste.

123
NOS AMAMOS TANTO

Mamá déjame en paz


¿no ves que estoy feliz?
¿no ves que bien estoy
entre los brazos de mi amor?
Déjame, mamá
yo no quiero despertar,
ella es todo para mí
me apapacha más que tú.
¡No me despiertes por favor
no seas aguafiestas!,
¡no me despiertes por favor
no seas aguafiestas!

¡Amado hijo mío


- grita mi mamá –
abre tus ojitos!
¡voltea por favor!
Virgencita, por favor,
¡salva a mi hijito!
¡sálvalo y te pongo
cien veladoras!
Ella es su perdición
y yo nada puedo hacer,
ella es su perdición
y yo nada puedo hacer.

124
NOS AMAMOS TANTO

Mamá tu no entiendes
jamás fui tan feliz,
mamita tú no entiendes
mi felicidad.
Solo quiero este apapacho
yo no quiero nada más,
mamá, vete de aquí
¡jamás fui tan feliz!
¡Tienes que saber
que ella es todo para mí!
¡Tienes que saber
que ella es todo para mí!

Mi mamá no me entiende
no ve que soy feliz,
ella está desesperada
enfurecida desatada,
Salvaje y violenta
sin compasión me avienta
una cubeta de agua fría
en mi pobre cuerpecito.
Me avienta una cubeta
una cubeta de agua fría,
me avienta una cubeta
una cubeta de agua fría.

125
NOS AMAMOS TANTO

126
NOS AMAMOS TANTO

Como una rata herida


despierto con un chillido,
conteniendo mi rencor
veo mi madre aterrada.
Mojado y temblando
me doy la vuelta entristecido,
ahí se encuentra encogida
mi bien amada la pereza.
Mi madre la señala
en la cama alborotada,
mi madre la señala
en la cama alborotada.

Salto de la cama
corro despavorido,
en la ducha yo me escondo
ella me persigue.
La pereza se arrastra
su sube por mis piernas,
me envuelve me cobija
me calma me acaricia.
Allá afuera mi mamá
sufre angustiada,
allá afuera mi mamá
sufre angustiada.

127
NOS AMAMOS TANTO

No me dejo resisto
a su voz suavecita,
su voz tan mimosa
tan dulce y amorosa.
El agua calientita
susurra en mi oído,
tu mamá es envidiosa
gruñona y regañona.
Tiene celos y por eso
nos quiere separar,
tiene celos y por eso
nos quiere separar.

Mi mamá se ha dado cuenta


de lo que me está pasando,
grita que me apure
que no escuche a la maldita.
pero el agua calientita
me tapa los oídos.
su voz suavecita
me dice con amor:
afuera hace frío
la escuela es aburrida,
afuera hace frío
la escuela es aburrida.

128
NOS AMAMOS TANTO

Pereza, yo te adoro
pero suéltame, pereza,
tú me quieres convertir
en un moco apestoso.
Pereza de mi amor
eres linda y hechicera,
pero yo no quiero ser
sólo un burro muy feliz.
¡yo no quiero ser un moco
para el resto de mi vida!
¡yo no quiero ser un moco
para el resto de mi vida!

Mi madrecita pobrecita
se pone a rezar,
con la plancha de la abuela
revienta la puerta.
Mi madre es muy ruda
me ataca como fiera,
la cubeta de agua fría
otra vez me echa.
¡Gracias, madrecita,
me salvaste una vez más!
¡Gracias, madrecita,
me salvaste una vez más!

129
NOS AMAMOS TANTO

Me voy a la cocina
a tomar un chocolate
caliente muy sabroso
con un taco de requesón.
Qué rico, madrecita,
gracias, abuelita.
la pereza tan mañosa
se mete en el chocolate,
Entra a mi cuerpo
me arrulla y me adormila,
entra a mi cuerpo
me arrulla y me adormila.

Mi abuela se da cuenta,
Y con un zape en mi tatema,
por mis ojos va sacando
la pereza sinvergüenza.
Recupero la conciencia
la fuerza y las ganas,
con un beso agradecido
a mi madre y a mi abuela,
animoso ya me voy
a la escuela bien despierto.
animoso ya me voy
a la escuela bien despierto.

130
NOS AMAMOS TANTO

¡Llego a tiempo y con gusto!


la tatema despejada,
al Ranas yo saludo
de la Changa yo me escondo.
Choco con la directora,
me formo muy dispuesto,
ni que frío ni que nada
gustoso entro al salón.
Me siento y a mi lado
¡está mi novia la pereza!
me siento y a mi lado
¡está mi novia la pereza!

Sentadita junto a mí
toma mi cara entre sus manos
¡no voltees al pizarrón!
recuéstate en mi hombro.
Me estira sus bracitos
ven acá, mi chatito,
cierra tus ojitos,
duerme mi bebé.
El maestro me reclama:
¡Abdiel, pon atención!
el maestro me reclama:
¡Abdiel, pon atención!

131
NOS AMAMOS TANTO

Pereza, por favor


ayer te di mi corazón,
me la pasé contigo
no leí ni hice nada.
Bien abrazaditos
vimos la televisión,
confieso que te amo
pero ayer fue demasiado,
mentí a mi mamá
que había hecho la tarea,
mentí a mi papá
que había hecho la tarea.

Que me abraza que me besa


que se me mete en mi cabeza,
¡mi cerebro lo convierte
en gelatina bien aguada!
Grita el profe preocupado
¡Abdiel está poseído!
¡saquen la pereza
de su cabeza!
¡Ayúdenlo, por favor
que se está volviendo un moco!
¡Ayúdenlo, por favor
que se está volviendo un moco!

132
NOS AMAMOS TANTO

Rápida y furiosa
Andrea toma un gran libro
que con buena puntería
lanza contra mi cabeza.
¡Pobre de mi amada!
rueda triste por el piso.
Yo no fui fue teté,
pero tú tienes la culpa.
Perecita de mi vida
perdóname, mi amor,
perecita de mi vida,
perdóname, mi amor.

Me levanto me sacudo
¡basta! – le grito –
nuestro amor ya se acabó.
me pondré a estudiar.
La pereza sorprendida
me contempla entristecida,
suspira enternecida,
yo la amo ella me ama.
¿Yo no sé qué puedo hacer?
¡no la puedo abandonar!
¿Yo no sé qué puedo hacer?
¡no la puedo abandonar!
Ella me ama yo la amo
¡no la puedo abandonar!

133
134
C uentos de Camilo

135
136
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

I
Érase una vez un príncipe malo, tan malo que
cuando se enojaba le salían mocos con fuego.
Además era brujo. Había transformado a su padre
y a su madre en lagartijas.
Un día decidió que había llegado el momento de
casarse. Su princesa debería ser la mas bella, pero
también la más mala. Claro que también debía ser
una artista de los hechizos oscuros.
Ofreció entonces un baúl de monedas de oro a
quien le dijera donde encontrar a su terrible y fas-
cinante princesa.
No fue tan difícil como parecía, porque las
princesas y los príncipes son engreídos, capricho-
sos y berrinchudos. Así que a los pocos días había
varias candidatas.
También fue fácil elegir la más mala de todas; a
ella también le salían mocos con fuego. Cuando
estuvieron frente a frente, sintieron un odio mortal
el uno por el otro y se lanzaron a un prolongado
abrazo entre mordidas y arañazos.
Obligaron a un cura a casarlos de inmediato. Ya
casados, mataron al cura y lo comieron para que
nada ni nadie los pudiera descasar.
En el cráter de un volcán construyeron un gran
castillo rodeado por un foso de lava hechizada.

137
138
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

De acuerdo con el encantamiento ella no podía


cruzar el río de lava para salir del castillo sin el per-
miso de él, que a su vez no podía cruzar el río de
lava para entrar al castillo, sin el permiso de ella.
Contrataron sirvientes de los cinco continentes.
Por las noches se oían gritos, golpes y luego las
carcajadas de los príncipes. Los empleados sabían
que uno de ellos nunca más vería la luz del sol.
Era imposible escapar. Los cocineros, angustia-
dos, recibían sospechosos pedazos de carne para
cocinar platillos especiales que debían quedar
suculentos, porque de lo contrario el chef sabía que
de cocinero pasaría a platillo esa misma noche.
Así llegó el día en que ya no hubo ni un solo em-
pleado. Todos habían desaparecido y la fama del
castillo del volcán se había esparcido por el mundo
como un lugar maldito. Nadie se quería acercar
aunque les ofrecían una fortuna para que
aceptaran el trabajo. ¿Y ahora? ¿Quién iba a lavar
los platos? ¿Quién iba a lavar la ropa? ¿Quién fre-
garía los pisos y limpiaría las enormes ventanas y
alfombras? ¿Quién cocinaría y limpiaría los baños?
- ¡Por todos los diablos, vómitos y serpientes del
mundo – ordenaba el príncipe a la princesa, rechi-
nando los dientes -, ponte a lavar, a trapear y
tráeme comida! ¡Yo soy el príncipe!
- ¡Y yo soy la princesa! – le contestó ella con un

139
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

gruñido– ¡Tú eres el que me tienes que traer


comida! ¡Tú eres el que tiene que lavar mis cal-
zones!
Empezó entonces la batalla entre las dos
altezas. Salas y pasillos, escaleras, torres y alme-
nas se llenaron de gritos, cuchillos, sangre y pon-
zoña. Ella trataba de sorprenderlo dormido para
cortarle la cabeza; él la vigilaba todo el día para
echarle agua caliente en la cara.
Así transcurrieron días, semanas y meses, hasta
que por fin el príncipe concibió un encantamiento
para encerrarla en una celda en la torre más eleva-
da. Cualquiera podría entrar, pero ella no podría
cruzar ni la puerta, ni la ventana, ni las paredes de
la habitación.
Para aplicar el hechizo debía acercarse a ella lo
suficiente para lanzarle una poción al tiempo que
decía su conjuro. Por la noche, suponiéndola dor-
mida, se acercó y ¡zás! Le aventó el frasco. Entre
macabras carcajadas se dirigió a la puerta del Cas-
tillo.
Pero la princesa ya tenía un hechizo preparado
para esta ocasión.
Cuando el príncipe cruzó la puerta de la torre y
atravesó el río de lava que la rodeaba, se trans-
formó dolorosamente en un dragón de alas retorci-
das con cara de cocodrilo y dientes tan grandes

140
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

que no le permitían cerrar la boca. El prínci-


pe-dragón echaba toneladas de fuego mezclado
con moco pestilente.
El príncipe-dragón regresó para atacar a la
princesa, pero el hechizo que ambos habían hecho
al casarse le impedía cruzar el foso de lava. Enfure-
cido trató de abandonar el cráter del volcán, pero
el hechizo de la princesa-bruja lo obligaba a volar
alrededor del castillo, condenado a ser su eterno
guardián.
El príncipe-brujo-dragón se sumergió en el foso
de lava, masticó piedras volcánicas, vomitó
grandes cantidades de fuego con mocos, pero ya
no había salvación. La noche de la montaña maldi-
ta unía para siempre a los dos malvados.

II
La belleza de la princesa-bruja recorría el
mundo, pero nadie se atrevía a acercarse, hasta
que un pequeño duende del tamaño de un dedo
meñique se obstinó en conocer la belleza de esa
mujer de la que tanto se hablaba en las leyendas.
El duende enano hizo un largo viaje para llegar
a la torre. Al ver a la princesa, cayó de rodillas, su
corazón se detuvo.
El duendecillo se lanzó al interior de la torre sin
importarle que lo devoraran. Lo único que ansiaba

141
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

era arder entre las chispas de maldad de aquellos


ojos.
Entró por debajo de la puerta y declaró su amor.
Se ofreció para que lo comiera en taquitos, que le
chupara su sangre o lo que quisiera con él.
Ella sonrió con la seductora maldad de una bruja
prisionera. Lo alzó en la palma de su mano y le dio
un beso. El duende se desmayó.
Cuando por fin despertó, escuchó la voz de su
amada como agüita de arroyo: “Te voy a proponer
un trato. Tengo hambre, mucha hambre y no puedo
salir de aquí. Por cada muchacho bonito que me
traigas, yo te haré crecer medio centímetro.
Cuando seas lo suficientemente grande y fuerte
como para vencer al dragón, lucharás con él. Si lo
vences, me casaré contigo”.
Fue tanta la felicidad que el duende se desmayó
otra vez. Pero despertó en seguida. Le contestó a
la princesa que aceptaba el trato y que le traería
tantos muchachos que llenaría la torre con ellos.
Ella se rio y bailó, sabía que él cumpliría su prome-
sa. Los que padecen mal de amor son capaces de
todo.
Antes que nada, el duende se puso de acuerdo
con el dragón: de los muchachos que él lograra
atraer al castillo, uno sería para la princesa bruja y
el otro para el príncipe-dragón, quien por supuesto

142
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

aceptó con mucho gusto el trato. Él también tenía


un hambre monstruosa, además, desconocía el
pacto entre la princesa y el duende.
El duende inició entonces su terrible plan que
pudo llevar a cabo gracias a la ayuda de su amigo
el gato blanco tuerto cuyo único ojo era de fuego.
Primero construyó un puente de espejos sobre el
foso lleno de lava. Era un puente hecho con reflejos
de espejos. El que lo cruzaba caía en el foso donde
se volvía chicharrón al instante.
Luego, en cada pueblo del mundo, el duende
puso carteles luminosos donde se anunciaba que el
joven que lograra cazar al gato negro tuerto cuyo
único ojo era de fuego, encontraría en su panza
una bolsa mágica con diamantes que nunca se aca-
baban. Las únicas condiciones para que el encanta-
miento pudiera realizarse era que el cazador debía
tener menos de veinte años y ser guapo.
Como muchos se creían guapos, primero
algunos jóvenes y luego otros y después muchos
más se lanzaron a la cacería del gato negro,
aunque todos los abuelos les decían que no lo hic-
ieran porque eso olía a maldad de duende. Pero los
jóvenes son tercos y ambiciosos.
El gato negro tuerto cuyo único ojo era de fuego,
había nacido en la tierra de los duendes, donde
cualquiera puede desaparecer siempre que lo

143
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

desee, así que ninguno de los muchachos volvía de


aquella cacería.
El gato negro tuerto atraía a cada uno de los
cazadores hasta la torre del volcán. Una vez que el
joven levantaba la vista y se encontraba con los
ojos que lanzaban chispas de la princesa bruja, ya
no había nada que lo pudiera salvar. El pobre se
lanzaba corriendo hacia el puente de espejos del
foso de lava, se convertía en chicharrón con sabor
a azufre y listo. Uno era devorado por la princesa
bruja y el siguiente por el dragón.
Y pasaron días y semanas y meses y años y el
duendecillo fue creciendo. Por cada muchacho que
era devorado, la princesa bruja lo hacía crecer
medio centímetro.
El amor del duendecillo crecía como un río que
inunda un valle.
Hasta que un día el amor del duendecillo que ya
tenía poco más de un metro, explotó y en un arre-
bato de pasión. Se lanzó sobre la princesa bruja
para darle un largo, un larguísimo beso apasiona-
do.
Entonces, ante la mirada espantada del duende-
cillo, la princesa bruja emitió un rugido bestial, sus
manos se transformaron en garras grotescas,
verdes y puntiagudas, su boca se alargó en el largo
hocico de un cocodrilo, sus dientes se hicieron

144
ÉRASE UNA VEZ UN PRÍNCIPE MALO
Y UNA PRINCESA AÚN MÁS MALA

grandes y filosos, los ojos rasgados ahora eran los


de una gigantesca serpiente y del trasero le brotó
una gruesa cola de diez metros de largo cubierta
por ásperas escamas metálicas.
La princesa bruja, ahora transformada en drago-
na, rompió las paredes de la torre y se lanzó contra
el príncipe dragón.
Ambos se fundieron en un abrazo de mordidas y
rugidos revolcándose en el foso de lava entre el
fuego y el moco que brotaba a chorros por sus ho-
cicos.
Después de muchos días y noches de aquella
lucha a muerte, la luna llena descubrió a los dos
dragones perdiéndose entre las estrellas,
entrelazados en un amoroso abrazo.
El duendecillo lloró y lloró y lloró hasta hacerse
otra vez chiquito como era. Entonces el gato negro
tuerto cuyo ojo era de fuego lo confundió con un
ratón y se lo comió.

145
146
EL REFLEJO

Amanda se despertó alrededor de las dos de la


madrugada. Ya no aguantaba las ganas de orinar.
Por poquito se hace en la cama. Los párpados
apenas abrieron una rendija para vislumbrar el
camino tambaleante hacia el baño. Encendió la luz
y cerró los ojos mientras el chorrito la arrullaba.
Regresó a su habitación arrastrada por sus chan-
clas que sabían por donde llevarla aunque estu-
viera más dormida que despierta.
Luego de cerrar la puerta, una luminiscencia en
el espejo provocó la curiosidad de sus durmientes
pupilas que no recordaban haberla visto cuando se
levantó. Miró hacia la ventana para encontrar de
donde provenía el reflejo. No encontró ninguna
fuente de luz. Volvió al espejo para fijarse en el
ángulo que proyectaba esa luz algo difusa que
parecía provenir de atrás de un muro o montaña
alo lejos. La luz se encontraba en la parte superior
del espejo, a la derecha, y debía ser el reflejo de
una luz que entraba por la parte correspondiente
de la ventana. La luz del espejo rebotaba en la
pared debajo de la ventana como algo redondo,
pero desde la ventana no entraba ninguna luz.
Amanda abrió la ventana tratando de encontrar
una explicación. No había luna y la luz del poste
más cercano estaba cubierta por la buganvilia que
se extendía hasta la parte superior del muro a más

147
EL REFLEJO

de siete metros de altura. Afuera solo había la


oscuridad de una noche de luna nueva; apenas se
distinguían los adoquines del patio y el gato blanco
en el tejado de la cochera.
Amanda cerró la ventana. Se acercó al espejo
decidida a averiguar de dónde provenía el reflejo.
Volteaba hacia uno y otro lado y nada. En la pro-
fundidad del espejo la luminiscencia blanca brillaba
suave detrás de algo. ¿Un muro, una montaña, una
muralla? Afuera no había ninguna fuente de luz.
Algo raro estaba ocurriendo, Amanda tenía la
impresión de que la respuesta se encontraba en el
espejo. Pegó su cara al cristal en un esfuerzo por
descubrir el origen de la fuente de luz. Alcanzó a
ver el reflejo de su cama, la silla, la computadora,
las repisas. Nada. Respiró profundo y ahí se quedó
cabeceando en un duermevela pegada al espejo,
inmersa en el misterio.
Sus párpados hicieron un último esfuerzo para
entreabrirse y enfilar hacia la cama con la ayuda de
sus chanclas que sabían que era solo cuestión de
cuatro pasos en diagonal hacia la izquierda. Uno,
dos, tres, cuatro, cinco. ¿Qué pasa? ¿Me equivoqué
de lado? Estoy peor que mi tío Leandro borracho.
Un último esfuerzo para abrir los ojos. La oscuridad
no permite distinguir ni una sombra. Amanda
extiende sus manos para encontrar el interruptor

148
EL REFLEJO

de la luz. El mareo del sueño no le permitía encon-


trar ni pared ni cama ni nada. Pasos hacia uno y
otro lado. No encontraba nada. Se talló los ojos y
avanzó algo enojada hacia un lado, hacia otro, dis-
puesta a toparse con algo. Nada. No se tropezaba
con nada. Nada. Solo la incómoda oscuridad y la
luz del espejo que parecía estar lejos, muy lejos,
detrás de algo.
Se sintió incómoda, mareada, se despabiló,
abrió los ojos, solo oscuridad a su alrededor y la luz
en la distancia, lejos, muy lejos. Avanzó a tientas
hacia el frente, nada. Nada. Ya basta pensó, ya
entendí. Estoy dormida, es una pesadilla, claro,
como no me di cuenta, ay, qué horror. Me acuesto
y me relajo. No tengo miedo. Me duermo. Adiós,
pesadilla. El piso que no era blando ni duro, ni frío
ni caliente. Se durmió. La pesadilla la despertaba
por momentos, fuera de su cama, en aquella oscu-
ridad donde lo único visible era la luz a lo lejos,
muy lejos, nada, ni un olor, ni frío ni calor, otra vez
los párpados cansados se cerraban una y otra vez
hasta que, por fin, una luz que venía del lado
opuesto de la otra luz distante, la luz del día hizo
que Amanda se cubriera los ojos.
Las voces alteradas de sus padres la sobresal-
taron. Amanda los vio entrar y salir de su
habitación. Su cama se encontraba tan solo a unos

149
EL REFLEJO

pasos de ella, su ventana se abría para el sol, su


mamá al alcance de su mano, un muro
transparente la separaba de ellos, un muro ni tibio
ni frío, un muro que ella tocaba pero que no sentía,
un muro que ella golpeaba y que no le dolía como
si su propio cuerpo fuera parte transparente del
muro.
Amanda gritó, lloró muy fuerte, pero nadie
volteaba, nadie la miraba. Ella vio como entraron
dos policías a la habitación, un hombre gordo con
corbata, examinaba las sábanas, papá y mamá
lloraban abrazados, Amanda gritaba, lloraba,
pataleaba, no la oían, ella misma no se oía,
Amanda arañaba esa el muro transparente que la
separaba de su papá y de su mamá, lo arañaba,
pero era como si no hubiera pared ni cortina, ni
nada, como si sus manos fueran transparentes.
Papá discutía, reclamaba a los policías, al señor
gordo de corbata, los Morales entraron también en
la habitación, todos hablaban de un secuestro. La
mamá decía que no, que era mentira, que el perro
no había ladrado, que el muro tenía más de siete
metros, que tenían sistemas de seguridad, dis-
cutían, todos discutían. Amanda lloraba quedito
acurrucada en el piso. Escuchaba a su mamá, a los
vecinos, a su papá, pero ella no escuchaba su
propio llanto, sus gritos, aunque cerraba los puños

150
151
EL REFLEJO

para gritar más fuerte. Escuchó que su madre


ordenaba a la gente que se largara, que se fuera,
los llamó de estúpidos, ¡mi hija está aquí!, gritaba,
¡mi hija no se ha ido! papá la abrazaba, trataban
de calmarla, mamá les dijo de cosas.
Se retiraron todos, se fueron, el silencio golpeó
aún más a Amanda que entonces ya no escuchaba
nada ni acá ni afuera.
Amanda se deja caer, mira con rabia esa luz a lo
lejos, no entiende nada, no oye, no siente su
cuerpo, se abandona al silencio, voltea hacia la
oscuridad, mira la luz a lo lejos, muy lejos, muy
muy lejos, Amanda siente que ya no puede más,
que su pecho está cansado de sollozar quedito. Se
siente sola. Sola.
Papá entra al cuarto, mira hacia uno y otro lado,
Amanda voltea a verlo, puede oír la respiración
profunda y agitada de papá, sus ojos húmedos,
hinchados, rojos, papá se acerca al espejo, ella se
levanta, se lanza hacia el muro transparente,
“¡papá, papá!, ¡aquí estoy, sácame de aquí, papá”.
Papá no la escucha, no la ve, en el pecho de papá
ya no cabe tanta tristeza, papá se lanza contra el
espejo.
Suena el grito de una niña, grito largo, agudo,
profundo, salido de las entrañas, atraviesa el espa-
cio, inunda la habitación, la puerta se abre con vio-

152
EL REFLEJO

lencia, entra mamá, mira el rostro ensangrentado


de papá que la contempla desconcertado, ambos
reconocieron la voz de Amanda, papá y mamá se
toman de las manos, no entienden, el llanto fuerte
de Amanda, como si volviera a salir de la pancita
de su mamá los hace voltear hacia la cama, donde
Amanda se levanta y salta hacia ellos. Se funden
los tres en el llanto de un largo abrazo.
¿Adonde te metiste, hija?, no sé, ¿hija, adonde
estabas?, no sé, ¿cómo que no sabes?, no sé, no
sé, no sé, me levanté para ir al baño, ¿alguien te
atacó?, no, nadie, ¿no nos escuchabas?, más o
menos, no sé, una luz en el espejo, ¿qué luz?, ¿de
qué hablas?, me perdí, ¿te perdiste?, ¿adónde?,
aquí, fue la luz, ¿qué luz? ¿No sé, no sé, no sé! ¿Te
escondiste en el jardín? ¿Esconderme?
Revolvimos la casa. ¿Serás sonámbula? El
espejo, papá, el espejo que rompiste. ¿Qué tiene
que ver el espejo? Ya cállate. Déjala. Hay que ir al
hospital para curarte esa herida, papá, gracias
papá, te quiero, los quiero mucho.

153
154
EL NEGRO Y EL GÜERO

La familia de Pedro, el Negro, vivía en la casa del


tío. Medio amontonados pero felices de compartir
lo poco que tenían. El padre iba y venía zango-
loteando con las verduras en su vieja camioneta.
La madre y el tío atendían el puesto.
Pepe, el Güero, vivía a un costado del mercado
en una casa de tres pisos que el padre compartía
con los dos tíos. La familia tenía dos puestos en el
mercado y tres tiendas de abarrotes. Por estos días
el papá había comprado una Ford Lobo negra,
chidísima. Era la envidia de los vecinos.
Ambos cursaban el quinto grado en la escuela
primaria Cultura Azteca. Los dos sacaban buenas
calificaciones; ambos eran campeones en la
cancha.
En la escuela eran cuates; afuera, tenían vidas
muy distintas. Si se encontraban en la calle,
apenas alzaban las cejas para saludarse. Uno tenía
computadora e Internet; el otro ayudaba a su
madre a vender ropa usada. El Güero ya manejaba
la Ford negra del padre; el Negro maniobraba el
diablito de la ropa. Aquel compartía balones de
fútbol en el recreo; este ponía su pelota de plástico
de diez varos para las cascaritas del callejón.
El papá del Güero insistía en que su hijo no
necesitaba estudiar, que mejor dejara la escuela y
se pusiera a trabajar. Eso de la escuela, decía el

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EL NEGRO Y EL GÜERO

La familia de Pedro, el Negro, vivía en la casa del


tío. Medio amontonados pero felices de compartir
lo poco que tenían. El padre iba y venía zango-
loteando con las verduras en su vieja camioneta.
La madre y el tío atendían el puesto.
Pepe, el Güero, vivía a un costado del mercado
en una casa de tres pisos que el padre compartía
con los dos tíos. La familia tenía dos puestos en el
mercado y tres tiendas de abarrotes. Por estos días
el papá había comprado una Ford Lobo negra,
chidísima. Era la envidia de los vecinos.
Ambos cursaban el quinto grado en la escuela
primaria Cultura Azteca. Los dos sacaban buenas
calificaciones; ambos eran campeones en la
cancha.
En la escuela eran cuates; afuera, tenían vidas
muy distintas. Si se encontraban en la calle,
apenas alzaban las cejas para saludarse. Uno tenía
computadora e Internet; el otro ayudaba a su
madre a vender ropa usada. El Güero ya manejaba
la Ford negra del padre; el Negro maniobraba el
diablito de la ropa. Aquel compartía balones de
fútbol en el recreo; este ponía su pelota de plástico
de diez varos para las cascaritas del callejón.
El papá del Güero insistía en que su hijo no
necesitaba estudiar, que mejor dejara la escuela y
se pusiera a trabajar. Eso de la escuela, decía el

156
EL NEGRO Y EL GÜERO

padre, si bien le iba a uno, apenas servía para un


puesto de empleadito que a nadie quitaba de
pobre.
La madre del Negro ayudaba a su hijo con la
tarea. Le gustaba; era como ir a la escuela otra
vez. Los fines de semana asistían a la biblioteca de
la plaza para navegar en el Internet, leer libros y
chatear. Si les alcanzaba el dinero, iban al cine con
el papá.
El Negro y el Güero se caían bien, pero algo no
les permitía que fueran amigos allá afuera. En la
escuela era distinto. Juntos molestaban a Ernesto,
el ñoño y juntos coqueteaban a las chavas. Cuando
jugaban en el mismo equipo, la victoria era segura.
Un domingo por la mañana, Pedro pidió permiso
a su mamá para no ir al puesto: era la gran final de
fin de año entre los del callejón y los de la plaza. El
Negro era la esperanza del callejón. La mamá
accedió, orgullosa de su hijo.
Ese mismo día el padre de Pepe le dio las llaves
de la Lobo para que pudiera lucirse con la novia.
Empezó la gran final. Al gol de un equipo seguía
el del otro. No faltaron patadas y broncas como en
cualquier final de campeonato, pero el partido
seguía adelante sin que se pudiera predecir quién
sería el ganador.
Pepe estaba emocionado al volante de la relu-

157
EL NEGRO Y EL GÜERO

ciente camioneta. El motor ronroneaba sabroso. La


novia miraba de reojo a la gente en la banqueta
con una sonrisa que no le cabía en la cara.
¡Penalti! Gritaron todos. El Negro se preparó
para cobrarlo. Tomó distancia y corrió hacia la
pelota justo en el momento en que el pesero de-
cidió cruzar la calle de la gran final en sentido con-
trario.
El Güero quería asomarse al partido para ver a
su cuate, y también para presumir la novia y la
Ford. Entró en la calle de la gran final rechinando
las llantas para detenerse justo atrás de la por-
tería.
El estruendo del choque se oyó hasta el merca-
do.
Cuando llegó la ambulancia, los cuerpos de
Pepe, la novia y el Pedro ya no respiraban.
Las almas de Pedro y Pepe avanzaron una hacia
la otra, en silencio, con algo de tristeza, pero sin-
tiéndose bien, tranquilos. Por fin podían ser cuates.

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160
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

Las tortugas marinas ya no soportaban escuchar


el mar día y noche. No tenían esperanza alguna de
volver a sumergirse en sus olas, estaban condena-
das a morir en una prisión. Se inconformaron. Así
nació el plan que la cotorra se encargó de trasmitir
a los demás.
El oso hormiguero se encargó de abrir los túne-
les entre las jaulas. La última sería la del jaguar.
Estaba muy vigilada. Lo capturaron cuando aún era
joven, conocía la libertad y por eso había tratado
de escapar tres veces y en una de esas había
comido a uno de los cuidadores del zoológico.
En una noche de luna menguante, los rebeldes
iniciaron su fuga, solo que las tortugas tardaron
demasiado en alcanzar la puerta. Uno de los vigi-
lantes activó la alarma. Bomberos, policía, ejérci-
to, marina y cuidadores se unieron para recuperar
a elefantes, anacondas, tortugas, osos, jirafas,
rinocerontes, chimpancés, gorilas, águilas, guaca-
mayas, cebras, tortugas y, por supuesto, el fiero
jaguar.
Lograron atrapar a todos. La cotorra gritaba en
la punta de un poste: “¡Socorrrrrro, socorrrrrro,
socorrrrooo!”. Fue fácil capturarlos. No sabían ser
libres. Sólo corrían de un lado para el otro aterra-
dos por el fantasma del miedo.
El jaguar atravesó la noche agazapado en las

161
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

sombras. Conocía la selva, conocía el peligro, sabía


cuidarse. Se dirigió hacia las montañas que vislum-
braba en el horizonte.
Llegó agotado a la cima de una montaña junto
con los primeros rayos del sol. Ahí se encontraba
un niño, sembrando maíz. El niño se paralizó al
descubrir la mirada jadeante de la fiera. Sorprendi-
do, vio como el gran felino se derrumbaba como
alcanzado por el disparo de un cazador. El niño se
acercó cauteloso al bello animal que respiraba con
dificultad. Tenía la boca seca, jalaba el aire con
dificultad. Su corazón parecía un tambor asustado.
Sebastián – así se llamaba el niño -, vertió su
guaje en la boca del jaguar.
Desde el amanecer hasta el mediodía, el chama-
co llenó varias veces su guaje para inclinarlo una y
otra vez sobre la boca del animal que muy lentam-
ente recobró sus fuerzas. Cuando pudo reaccionar,
lamió las manos de su salvador.
Sebastián al nuevo amigo para su casa donde
por lo menos le podría dar una gallina. Ya después
que se arreglara cazando algo en el monte. No
tenía más familia que su perro Cachirulo, así que
les vendría bien la compañía del gran jaguar.
Cachirulo desapareció. ¿Se lo habrá comido el
canijo jaguar? No puede ser. No se me ha despega-
do, pensó.

162
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

Durante la madrugada cayó una tormenta. El río


extendió sus brazos hasta la choza que se llevó
junto con árboles y animales. Sebastián se abrazó
al lomo de su amigo que nadó en medio del agua-
cero y los truenos, hasta encontrar una cueva ado-
loridos y con frío.
Los despertaron una jauría de cien perros sal-
vajes que les enseñaban los dientes hambrientos.
Cuando el jaguar ya se preparaba para luchar
hasta la muerte, sonó un chiflido agudo. Era un
mapache que les hacia señas para que lo siguieran.
Allá se fueron a la carrera perseguidos por los cien
perros salvajes que no estaban dispuestos a que su
desayuno se les escapara.
El mapache de la cueva era conocido como Don
Luna, famoso porque ni cazadores ni zorros ni
perros lo habían podido atrapar. Él indicó al jaguar
y a Sebastián que hicieran pipí en las entradas de
cada túnel, así los perros se confundirían. Y así
fue; los perros se quedaron sin desayunar.
Don Luna, Sebastián y el Jaguar siguieron
adelante hasta vislumbrar una luz al final de un
largo y estrecho pasillo de ásperas rocas. Un
estruendo seguido de un silencio y luego de otro
estruendo, se prolongaba en ecos por los túneles.
Llegaron a un boquete donde la cueva concluía
abruptamente. Afuera las rocas eran un espejo

163
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

de luz que los obligaba a cerrar los ojos. Estaban


frente al mar que lanzaba su inmensidad contra los
peñascos, pausadamente, una y otra vez.
Los tres amigos escucharon entonces los ladri-
dos furiosos de los perros salvajes. ¿Cómo nos
encontraron, se admiró, don Luna, a quien nunca
le había fallado este recurso. La respuesta:
Cachirulo los había seguido pero no había hecho
pipí en la entrada de los túneles. Lo siguieron los
perros salvajes que ahora ahí estaban y con más
hambre que antes.
Los cuatro descubrieron en la oscuridad el brillo
de los doscientos ojos salvajes y de los dientes
puntiagudos que se lanzaban sobre ellos . No les
quedaba otra opción: se lanzaron en caída libre y
sin paracaídas al mar que los tragó como si fueran
hormiguitas.
Se encontraban en una bahía donde la única
playa cercana era la del zoológico. No había otra
salvación. Hubo una ruidosa estampida de los
bañistas al darse cuenta de que, en lugar de
tiburón, un enorme jaguar nadaba hacia ellos. El
escándalo alertó a los vigilantes que se dieron
cuenta de que se trataba del preciado jaguar. Un
helicóptero lanzó una red sobre el noble felino que
en seguida sintió el ardor de los dardos inmoviliza-
dores que perforaban su piel.

164
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

Don Luna, Sebastián y Cachirulo se miraron con


el desánimo de la derrota. En el zoológico los ani-
males callaron; su héroe, el gran jaguar, yacía
prisionero en una estrecha jaula. Hasta las guaca-
mayas cerraron el pico.
Sentados en la arena hasta que el sol se acostó
en el mar, los tres amigos hicieron un pacto. Liber-
arían a su amigo aunque esto les costase la vida.
Sebastián les explicó su plan.
Su abuelo que era Yerbero le había enseñado los
secretos de las plantas. Una de ellas podía resuci-
tar a una persona que hubiera muerto debido a la
mordida de una serpiente. El joven encargó a don
Luna que la trajera del monte. Luego explicó a
Cachirulo como llegar serpentario al aire libre
donde se encontraba la temible cascabel tigre. Ella
debía picar al jaguar. Cuando lo aventaran al
tiradero del zoológico, el zopilote se le acercaría
para depositarle el brebaje en la boca.
El plan parecía bueno: la cascabel tigre picó al
jaguar y los vigilantes hasta se pusieron contentos
al ver que se había muerto la fiera que se había
comido a uno de ellos. Sin embargo el zopilote no
hallaba el cuerpo del amigo en el tiradero. La
cotorra se dio cuenta de que el cocinero se prepa-
raba para desollar el cadáver de jaguar. Querían
vender la piel del noble animal.

165
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

Urgía improvisar un plan para evitar que el


jaguar terminara de alfombra en la recámara de
algún estúpido ricachón.
Sebastián trató de hacer la plática con el cocine-
ro que le ordenó que “se largara”. Don Luna
entonces se asomó por la ventana. El cocinero,
creyendo que el enmascarado se había fugado de
su jaula, dio la voz de alarma. La correría se
extendió a todo el zoológico. Cachirulo aprovechó
para tomar las llaves de las jaulas colgadas en la
oficina del director, mientras Sebastián vertía el
brebaje en la boca de su amigo. El efecto era lento,
tardaba demasiado. El jaguar no despertaba.
Alguien se acercaba, el jovencito se escondió.
El cocinero se dedicó a afilar su cuchillo preferi-
do. No se percató de que la cascabel tigre se le
acercaba con malas intenciones. En el momento en
que se paró para iniciar su macabro trabajo, la cas-
cabel lo atacó, pero el cocinero le perforó un ojo
con una cuchillada y le agarró la cabeza para
rematarla. La fuerte víbora entonces se le enroscó
en el brazo y en el cuello. Lo apretó despacio,
firme. El hombre no podía gritar, era robusto,
rodaron por en el suelo en un enfrentamiento
mortal. Sabían que uno de los debía morir.
Sebastián y Cachirulo, desesperados, trataban
de despertar al jaguar. Le mojaron la cara, le hicie-

166
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

ron cosquillas, le jalaron la cola y ¡nada! El amigo


apenas movía los párpados. El cocinero, a punto de
morir sofocado, comenzó a liberar la mano en que
sostenía el filoso cuchillo. En ese momento se
asomó el más viejo de los elefantes para decirles
que ya se habían abierto todas las jaulas. Era
urgente que despertaran al jaguar. Los vigilantes
no tardarían en reorganizarse con la ayuda de la
policía. Sebastián, con la angustia reflejada en su
rostro, le explicó que no lograban despertarlo. El
elefante pidió entonces que le acercaran rápida-
mente la gran olla de frijoles recién hechos que
estaban sobre la estufa. Los tragó de un solo
bocado. Luego dio un balido y pujó fuerte hasta
que se echó un pedo que sonó como un trueno. El
olor era tan potente que el jaguar abrió mucho los
ojos y se paró de un brinco totalmente despierto.
Sebastián golpeó al cocinero con un enorme sartén
de fierro y pidió a la víbora que no lo matara. La
cascabel tigre estaba enojada porque el cocinero la
había herido.
- ¿Te lo vas a comer? – preguntó Sebastián.
- Claro que no – respondió la víbora -. Si trago a
este hombrezote no puedo moverme durante una
semana.
- ¡Entonces déjalo y vámonos!
Los animales, Sebastián, Cachirulo y don Luna

167
SEBASTIÁN Y EL JAGUAR

abandonaron el zoológico. Se dirigieron a la tierra


de los perros salvajes, donde las peleas para
sobrevivir son constantes. Es difícil conseguir agua
y comida. Pero viven entre el cielo, el mar y la
tierra, libres de los barrotes que les marchitaban la
vida.

168
169
170
Con
mucho cariño
nos despedimos
de la
escuela
Cultura Azteca

171
Niñas y niños de quinto grado de la escuela primaria
Cultura Azteca que participaron en el taller de cuento
colectivo.

ALONSO HERMENEGILDO JOEL


CASTRO MIRANDA CITLALI
CRECENCIO MARTINEZ JORGE YAHIR
CUELLAS LEMUS ABDIEL
FLORES SALGADO IAN RAFAEL
GOMEZ GONZALES CRISTIAN
HERNANDEZ AGUILAR CESAR JARET
JIMENEZ PEREZ YAEL
LIPRANDI DIAZ EINAR KALED
MARTINEZ SALGADO GADIEL
MENDOZA BONILLA GUILLERMO SAUL
OLVERA SUAREZ ALEXIS
REYES LARA CARLOS ALBERTO
SALGADO ARABEDO OLAM JASSIEL
TAFOYA MORENO EDSON YAIR
ALAMAN REYES DAMARIS
ALVARADO RIVERA LUISA SOFIA
BOLAÑOS PEREZ YULIANA YESEEUL
CARDENAS VALDEZ ANDREA JOHANA

172
FLORES GUZMAN AMAIRANI GUADALUPE
GALICIA MONTENEGRO TONALLI ATENEA
HERNANDEZ GARCIA VIANET
JACAL REYES ALISSON
JIMENEZ PEREZ LESLY PAMELA
JIMENEZ PEREZ VALERIA
LEZAMA RAMIREZ VALENTINA
MARTINEZ RUIZ MARIA FERNANDA
MENDOZA LUCIANO EVELYN
OVIEDO ENRRIQUEZ JOANA LIZBETH
PINEDA CRUZ BRENDA SUSELY
PUEBLA CERON DAIRA AYLIN
QUIROZ NAPOLES ESTEFANY GUADALUPE
ROSAS LUCAS GUADALUPE
SANCHEZ EVANGELISTA DANIELA
SOTO QUINTIN DULCE MARIA
VELASCO OSNAYA ANDREA
ZAMORA RIVERA MIRIAM

De todo corazón:

¡Gracias!

Camilo Albornoz

173
Gracias

174
Nuestros agradecimientos a:
Profesora Karen G. Casoli Maldonado, quien desde el
primer momento nos apoyó de manera incondicional.
Profesor Fernando Castillo Martínez titular del quinto
“C”. ¡Admirable colaborador!
Profesora Xóchitl Carvajal, Alicia Álvarez, Griselda
Valencia y Fernando Castillo por su conmovedora
vocación que los llevó hasta a sacrificar sábados y domin-
gos para que realizáramos el taller de lectura, además de
su brillante complicidad en la elaboración de este libro.
Profesora Elia Antonia Serralde Yedra, por creer en
nuestro proyecto.
Emma Grisel Corona Moreno por su apoyo para la
realización de este proyecto.
Niñas y niños con quienes jugamos a escribir y a leer.
Los felicito por su paciencia, entusiasmo y perseverancia.
Madres y padres que participaron en el taller de Convi-
vencia Familiar con la licenciada Corina Morales Rodrí-
guez.
Niñas y niños que participaron en taller sobre Derechos
Humanos, impartido por la maestra Lydia Sofía Zurita
Rivera quien realizó una excelente capacitación y sensi-
bilización sobre esa temática trasnversal en nuestros
talleres y demás atividades.
Comisión de Derechos Humanos en el Distrito Federal
por su constante apoyo e interés en nuestras actividades.
Les agradecemos su entusiasmo, la capacitación que
hemos recibido y los incentivos a nuestra labor al
utilizarlas en diferentes proyectos.

175
Nuestros agradecimientos al

Instituto Nacional de Desarrollo Social


que brindó todo el apoyo necesario
para que
se llevara a cabo el proyecto
Yo puedo transformar mi escuela,
mi colonia, mi país y mi mundo,
en la escuela primaria Cultura Azteca.

176
Me llamo Camilo Albornoz, me
dicen Camilo, maestro o abuelo
Camilo. Escribo obras de teatro,
poemas y cuentos para niñas y
niños. Compongo canciones,
canto y dirijo obras de teatro.
Coordino talleres de creatividad
y literatura infantil. También
platico con los maestros sobre la
importancia de la lectura y la
escritura.
Una de las formas más placenteras que he encontrado de
escribir cuentos consiste en convivir con niñas y niños. En
primer lugar leemos cuentos y jugamos a escribir. Luego
escucho su opinión sobre lo que gusten platicarme.
Después inventamos historias entre todos. Finalmente
escribo cuentos que serán leídos por muchos otros niños y
niñas de México y de otros países. Envíame tu opinión
sobre los cuentos de este libro: contacto@mojiganga.org

Mi nombre es Rodrigo Pinto


Mendoza. Me gusta crear y
experimentar; dibujar, pintar,
hacer gráfica y joyería. También
me gusta mucho compartir el
placer de crear impartiendo
talleres de Artes Plásticas para
niños, niñas y jóvenes.

En esos talleres lo más importante es que valoren sus


propias capacidades de interpretar la realidad, capaci-
dades que se expresan en resultados siempre únicos por
estar ligados a cada personalidad. Las ilustraciones de
este libro las hago con mucho cariño pensando en todos los
niños y niñas cuyos ojos y manos esperan su oportunidad
de compartir sus mundos. negsagit@hotmail.com

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Este libro terminó de imprimirse
en diciembre de 2016
en M&m Impresos SA de CV,
con domicilio en Ayuntamiento
23, colonia Barrio La Asunción,
CP 09000. Del. Iztapalapa, DF

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