Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Por “privatización” se entiende el hecho de traspasar a manos privadas (y, por tanto,
pertenecientes al mercado) actividades que anteriormente se llevaban a cabo por
empresas públicas, ya fueran estatales, regionales o locales.
El neoliberalismo entiende que esta fijación de los precios y condiciones del sector
por un mercado “libre y competitivo” actúa en beneficio de la productividad en el
mismo y beneficia a los consumidores (maximiza la cantidad y calidad y disminuye el
precio de los bienes producidos).
-Forzar aún más el proceso de reproducción ampliada del capital (la dinámica de
generación de la plusvalía en el proceso de trabajo) mediante una gigantesca distorsión
de los procesos productivos que toma la forma de la descentralización productiva, la
externalización de los servicios, la precarización de las condiciones de trabajo de
amplios sectores proletarios o la disminución efectiva de la parte de la renta destinada a
la retribución del trabajo.
-Por último, y en íntima conexión con todo lo anterior, otra manera de recuperar la
rentabilidad de la actividad empresarial es volver disponibles para ella sectores que
anteriormente no lo eran. “Liberalizar” y “privatizar” mercados que, actuando como una
forma de salario indirecto para el proletariado, se mantenían ajenos a la extracción de
plusvalía.
Este proceso ha adquirido unas dimensiones enormes, que han hecho a diversos
analistas comparar la situación actual con la de los famosos “enclosures” (o
cerramientos) de las tierras comunales inglesas que narra Marx en el Libro Primero de
“El Capital”, y que operaron como un factor determinante en la llamada “acumulación
primitiva” del Capital (la acumulación que dio lugar al paso de una sociedad feudal a
una capitalista).
A principios de los años 90, la nota común a la mayor parte de los ordenamientos
europeos era la de entender el sector postal como un servicio público reservado para su
prestación por parte del Estado. Si embargo, el alcance de este monopolio público era
variable, así como las formas de gestión de los servicios. La idea general, pese a todo,
era la de que el servicio sólo se podía prestar en las condiciones de calidad exigibles por
una sociedad moderna, mediante una fuerte regulación estatal y con la presencia de
formas empresariales públicas.
Hemos de tener en cuenta que una Directiva comunitaria es una norma jurídica que,
para ser aplicable, necesita de su trasposición al Derecho de cada Estado miembro,
mediante la aprobación de una ley interna. Así ocurrió en España, trasponiéndose la
Directiva 97/67 a través de la Ley 24/1998, de 13 de julio, sobre Regulación del
Servicio Postal Universal y Liberalización de los Servicios.
-Reducción del ámbito posible de reserva de servicios para el operador del servicio
postal universal.
Por ello:
“El sector reservado ya no debe de ser la solución preferente para la financiación del
servicio universal. Esta valoración tiene en cuenta el interés que reviste, para la
Comunidad y sus Estados miembros, la realización del mercado interior (…) Resulta
oportuno, por tanto, confirmar la fecha definitiva de realización del mercado interior de
servicios postales.” (Considerando 13).
“Los Estados miembros pueden adoptar uno o varios de los siguientes sistemas: la
prestación del servicio universal por las fuerzas del mercado, la designación de una o
varias empresas que ofrezcan distintos elementos del servicio universal o abarquen
distintas partes del territorio, y la contratación pública de los servicios.” (Considerando
23).
Para facilitar la financiación, sin embargo, de este servicio postal universal, además
de las ayudas estatales y de un posible fondo de compensación, se contempla que:
De todo ello se extraen unas notas esenciales que permiten la modificación, entre
otros, del artículo 7 de la Directiva de 1997, en los siguientes términos:
También se acuerda que cada cuatro años, y por vez primera a más tardar el 31 de
diciembre de 2013, la Comisión Europea presente al Parlamento y al Consejo un
informe sobre la aplicación de esta Directiva, acompañado de las pertinentes propuestas.
Finalmente, se prevé que los Estados miembros pondrán en vigor las disposiciones
legales necesarias para dar cumplimiento a lo establecido en la Directiva a más tardar el
31 de diciembre de 2010. Existe un plazo ampliado para determinados países, entre los
que no está el Estado Español.
Sin, duda todo este proceso liberalizador tiene unas consecuencias innegables, tanto
a efectos de la calidad del servicio prestado, como respecto de la calidad y cantidad de
los empleos en el sector postal. Vamos a analizar, someramente, dichas consecuencias
en el apartado siguiente.
“Puede observarse de algunos de los estudios de caso que los operadores postales en
competencia habitualmente se concentran en las partes más rentables del mercado, v.g.
de empresa a empresa, de empresa a usuario o envíos masivos y en ciertos casos
solamente se concentran en determinadas regiones geográficas o ciudades.”4
Es decir, que los operadores privados se concentran sólo en las partes más rentables
del mercado abandonando aquellas de las que se extraen menores beneficios, lo que va
en claro detrimento de la calidad del servicio ofrecido, y hasta puede ser causa de
discriminaciones de hecho entre los usuarios, incompatibles con el concepto mismo de
ciudadanía.
Estos empleos perdidos, por otra parte, no se ven compensados por un aumento
equivalente de empleos en los operadores privados que acceden al mercado.
También puede observarse una clara precarización del trabajo. Así, por ejemplo, en
Alemania la mayoría de los empleos de los operadores son mini-empleos (el 62,3 % en
2004) y gran parte de los contratos laborales no son indefinidos. Incluso en el sector de
la limpieza de edificios (56,3 %) y la hostelería (52,8 %), la cuota de mini-empleos en
relación con el total de empleos es inferior. Un mini-empleo alemán comporta un sueldo
de unos 400 euros, sin prestaciones sociales.
De hecho:
“En el sector postal los costos laborales representan una parte importante de los
costos generales, lo que hace que sea intensivo en mano de obra. Los nuevos
competidores pueden utilizar el dumping salarial como medio de adquirir más
participación en el mercado (…) estos salarios y condiciones de trabajo crean una
espiral descendente para todo el sector, haciendo que los trabajadores postales caigan en
la categoría de los trabajadores mal remunerados.”5
Otro efecto negativo es que, con estas condiciones laborales, este grupo de personas
cotiza menos a la Seguridad Social y sus empresas gastan menos en formación. Así, el
proceso de liberalización postal resulta muy costoso para el Estado.
Por supuesto, en el Estado Español estos procesos han sido también puestos en
marcha mediante el mecanismo de desconectar las condiciones de trabajo de los
funcionarios de Correos (categoría ya prácticamente a extinguir) de las condiciones
generales de los funcionarios marcadas por el Estatuto Básico del Empleado Público.
Determinando, sin embargo, sus condiciones mediante unos acuerdos laborales propios
apoyados en el paradójico efecto de que, al ser funcionarios, no tienen cláusula de
revisión salarial automática.
Todo ello nos indica como el proceso de liberalización del sector postal resulta
claramente perjudicial tanto para los ciudadanos y usuarios, como para los trabajadores
afectados.
La búsqueda de mercados vírgenes donde aplicar los capitales excedentes lleva, por
tanto, a la liberalización de los servicios públicos, más allá de si la misma es funcional o
beneficiosa para las poblaciones afectadas.
V. Para finalizar.
Una precarización de las condiciones de trabajo de los empleados del sector postal,
y una creciente competencia entre ellos (dumping salarial y en las condiciones de
trabajo) son las consecuencias previsibles que, a corto plazo, se harán sentir como
resultado de este proceso liberalizador.
Sólo una decidida reversión, bajo la dirección y gestión de los propios trabajadores,
de los procesos de liberalización puestos en marcha por el neoliberalismo, podrá evitar
que estos desplieguen sus más tétricas determinaciones. Sólo una transformación social
profunda y esencialmente democrática podrá detener la deriva del capitalismo hacia su
propia caótica senilidad.