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El sentimiento absurdo y el existencialismo

Nombre: Alan Salvador Luna Mojica

Extraordinario EB

En este trabajo analizaremos dos pensadores: Albert Camus y Jean-Paul Sartre. Del primero
nos interesan las razones por las que justifica la actitud absurda del hombre, y de igual
manera qué es lo que entiende por esta. Del segundo nos interesa la forma en la que razona
la necesidad del existencialismo en la conducta humana. Desde el punto de vista que
intentaremos defender, las dos problemáticas es en ambos autores, por lo menos en sus
formas más generales, muy similares. Nuestro propósito es ver esta similitud entre estas dos
posturas, así como y cuáles son las razones que llevan a ambos autores a pensar como algo
inherente del ser humano tanto la conducta absurda como la conducta existencialista.

El procedimiento a seguir es, a grandes rasgos, el siguiente: en primer lugar


desarrollaremos la postura de lo absurdo en Albert Camus, que se expone en su libro El
mito de Sísifo, tratando de explicar la parte del problema que nos interesa, es decir, las
circunstancias en que Camus nos hace ver como elemental en el hombre su conducta sobre
lo absurdo. Después desarrollaremos la postura del existencialismo de Sartre, haciendo para
esto un análisis lo más detallado que se pueda, sobre sus aspectos elementales.
Posteriormente haremos la comparación entre las dos posturas para pasar en una última
etapa a evaluar si tales teorías ayudan a interpretar de mejor manera la conducta y actuar
del hombre o si traen problemas sobre los que sea necesario discutir más para no dejar paso
a la malinterpretación de estos pensadores. Nuestro punto de partida, y lo que queremos
hacer evidente es el siguiente: de hecho la postura de Camus y la de Sartre, por muy
contrarias que sean en muchos aspectos, hay algo en lo que se parecen demasiado, a saber,
en la forma en la que explican cómo es que el hombre opta por una actitud definida de
acuerdo con lo caos que ve en la cotidianeidad. Dicho esto, pasamos a desarrollar nuestro
tema.

En el texto de Camus que ya mencionamos, dice que si hay un problema filosófico


que realmente sea digno de tomar en serio, y digno de ser tratado de manera profunda, ese
es el del suicidio ¿Por qué plantea esto? Porque la filosofía desde que nació como tal ha
tratado de darle un sentido a la vida. Como dice este pensador “… el sentido de la vida es la
pregunta más apremiante”1. Así pues, esta pregunta sobre el sentido que debe tener la
existencia del hombre, toma su verdadera relevancia cuando pensamos en el suicidio
porque al preguntar o al tratar de ver qué es lo que hace que un hombre se quite la vida nos
preguntamos si ha sido así porque no ha encontrado este sentido. Más aún, pareciera que
damos por hecho que aquel que no le encuentra el sentido a la vida, es el hombre que se
suicida. Camus dice al respecto que “Matarse, en cierto sentido, y como el melodrama, es
confesar. Es confesar que se ha sido sobrepasado por la vida o que no se la comprende.” 2
Pero esta primera apreciación, nos dice el autor, es inexacta si la analizamos un poco más.

En realidad el acto del suicidio requiere un nivel mayor de apreciación de la realidad


que el que le concedemos. Cuando alguien se quita la vida, en realidad es poco probable
que lo haga porque no ha entendido el sentido de la vida, más correcto sería pensar que de
hecho ha encontrado el sentido en los actos que realiza y que ese sentido que ya ha
encontrado no vale la pena en comparación con la cuota que hay que pagar para vivir
tranquilamente. Expliquemos un poco más a partir de la siguiente cita sacada del texto de
Camus: “Morir voluntariamente supone que se ha reconocido, aunque sea instintivamente,
el carácter irrisorio de esa costumbre, la ausencia de toda razón profunda para vivir, el
carácter de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.” 3. Así pues, lejos de decir
que no encuentra un sentido de la vida el hombre que se suicida, debemos decir que ha
comprendido este sentido, y que ha evaluado además, que no vale la pena vivir defendiendo
este sentido encontrado. Los hombres que deciden quitarse la vida, no son, como nos
parecía al principio, los que no saben explicar las relaciones que les rodean, “Por el
contrario, quienes se suicidan suelen estar con frecuencia seguros del sentido de la vida.” 4
Y esto mismo nos lleva razonar qué es lo que pasa con las personas que afirmaban que no
había tal sentido de la vida.

Nos dice el mismo filósofo que los pensadores que afirmaban, incluso con los
argumentos más convincentes, que no había un sentido de la vida, o lo que es lo mismo,
que la vida no tenía un sentido fijo, determinado, al cual todos nos tuviéramos que alinear,
1
Camus, Albert, El mito de Sísifo, Ed. Losada, Buenos Aires, 1953, pág. 2
2
Ibíd. pág. 3
3
Ídem.
4
Ibíd. pág. 4
jamás tuvieron problema con aceptar su modo de vida ni optaron por esto por el suicidio.
Esto nos llevaría a pensar en primera instancia que tale personajes son unos charlatanes.
Pero en realidad, si lo pensamos un poco más, el creer que la vida no tiene sentido no tiene
por qué obligarnos a quitarnos la vida. No hay una relación causal entre una y la otra; en
realidad estamos dándoles una valor que no tienen las palabras cuando negamos el sentido
de la vida, cundo afirmamos tal cosa no podemos concluir que “negar un sentido a la vida
lleva forzosamente a declarar que no vale la pena vivirla.” 5. Cuando una persona decide por
su propia cuanta no estar más físicamente en el mundo, podríamos decir que lo hace porque
ha concluido que no vale la pena vivir. Pero, ¿hay de igual manera una relación de este tipo
entre el sin sentido de la vida y la conclusión de que no vale la pena vivirla? Camus nos
dice que no, y que además parece que la relación que existe entre estas dos expresiones, es
totalmente contraria a lo que pensamos.

Hay que decir que quienes ven y dicen que la vida no tiene sentido, lo dicen porque
ven un completo caos en el mundo. No ven que haya una ley que rija a toda la multiplicidad
del universo y dicen que la una única noción que podemos sacar de este caos es la del
absurdo. Este absurdo es lo que presenciamos y lo que verdaderamente nos hace adoptar
una actitud hacia el mundo. Determinar de qué características es esa actitud que adoptamos
al presenciar el absurdo, será el objetivo de lo que sigue de este trabajo.

Dice el pensador que: “La sensación de absurdo a la vuelta de cualquier esquina


puede sentirla cualquier hombre. Como tal, en su desnudez desoladora, en su luz sin brillo,
es inasible.”6. Esto quiere decir que aunque todo mundo puede sentir la sensación de
absurdo, nadie puede tocarla, nadie la puede asir. No puede dar cuenta a cabalidad de lo
que es exactamente la sensación que está experimentando. Por lo tanto no se adentra el
autor a explicar el absurdo desde él mismo. Lo que hace es rodear incluso el concepto y lo
que pudiera significar, dejar de lado lo que tenga que ver con la esencia del absurdo para
dar paso a explicar a este desde sus consecuencias. Lo que provoca el absurdo, lo que nos
hace sentir y las actitudes que parten de esta extrañeza del mundo es lo que nos va a dar la
clave para entender el absurdo, y lo único de lo que podamos dar una explicación fiable.

5
Ídem.
6
Ibíd. pág. 5
Lo que podríamos tratar de buscar es si hay una conexión entre el absurdo y la
muerte; es decir que podemos investigar si la muerte es una de las formas en las que se
presenta el absurdo, emulando un tanto a la conexión causal que acabamos de describir. Y
en realidad nos damos cuenta de que, si hacemos este ejercicio, debemos concluir que nada
tienen que ver una de la otra. Por un lado, la noción del absurdo se experimenta, se siente
aunque no podamos describir con precisión qué cosa es. Por otro, la muerte no se hace
presente en nuestras experiencias, “… no hay una experiencia de la muerte. En el sentido
propio, no es experimentado sino lo que ha sido vivido y hecho consciente.”7. Y si no existe
esta experiencia, pues es imposible lógicamente, entonces no hay manera de que podamos
comprobar que esta sea una consecuencia de lo absurdo.

Al parecer, del absurdo, según lo que nos dice el pensador, incluso podríamos sacar
conclusiones que se oponen a la muerte. Pero para explicar esta última afirmación,
desarrollaremos un punto elemental a cerca del nacimiento del sentimiento de lo absurdo.

Hay una tendencia clara del hombre, que muchos filósofos han tratado de explicar
ya, a querer encontrar una racionalidad en el mundo. Creemos de antemano ya, al observar
nuestro exterior, es decir los fenómenos que nos envuelven, que todo lo que hay en el
espacio tiene que tener leyes que rijan su desarrollo. Así, a través de la ciencia buscamos
estas leyes que el hombre necesita casi como un impulso natural. Pero lo que mi razón me
dice que debe existir en el mundo para que este se manifieste tal y como yo lo conozco (es
decir las leyes naturales), mi inteligencia lo rechaza, “… la inteligencia me dice, por tanto,
a su manera, que este mundo es absurdo.”8. Esto sucede porque el impulso interno que me
lleva a creer que todo debe regirse por alguna ley, es refutado constantemente por la
aparente infinita multiplicidad que se me presenta en lo cotidiano. Y precisamente la
observación de estas dos partes, el sentimiento directo de querer encontrar leyes
universales y la experiencia empírica que me demostrará que no será de esa manera, es lo
que causa el sentimiento de absurdo en el hombre. Ninguna de las dos es evitable, siempre
tendremos la tendencia a buscar las leyes universales que rigen el comportamiento del
mundo, y este a su vez siempre demostrará que nos equivocamos al querer encontrar un

7
Ibíd. pág. 7
8
Ibíd. pág. 10
hilo universal de conducción por el que pasen todas las cosas existentes. Y es en esta
constante relación sin fin, que la vida es para nosotros un constante absurdo.

Este sentimiento se intensifica, cuando la misma relación que atribuimos a la


naturaleza la encontramos en nosotros mismos; es decir que de igual manera en que
buscamos un sentido en la naturaleza, tratamos de buscarlo para el hombre. Creemos que
hay leyes predeterminadas que le darían, de ser encontradas, un sentido a la existencia del
ser humano. También este tipo de determinismo humano ha sido desarrollado por los
grandes pensadores, y gran parte de ellos han dedicado sus obras más importantes a tratar
de explicar estas leyes que rigen a todos los hombres con todas sus manifestaciones, por
ejemplo, se trata de regir a través de este mecanismo, la actitud moral de los individuos.

Pero así como pasa con las relaciones que tratamos de encontrar en el mundo
natural, en la vida social se nos demuestra que no hay una ley que nos rija en lo absoluto.
La experiencia nos demuestra que las descripciones de esos grandes pensadores que han
tratado de encontrar las leyes que rigen al hombre, son tan convincentes unas de las otras,
quién haya encontrado el verdadero sentido de la existencia del hombre es algo que no
podemos saber. Hay pues, una contradicción entre el sentido que queremos encontrarle a la
vida y la muestra de la realidad que nos dice que jamás vamos a poder encontrarla. Esto,
como ya dijimos arriba, desata aún más nuestro sentimiento de lo absurdo.

Aquí es en donde se encuentra el punto nodal de la cuestión, que es que, al darnos


cuenta de que no hay ley que nos rija a la manera que estamos buscando, en realidad
obtenemos otra cosa más preciada: la libertad. Vemos que no hay una ley que nos regule
como seres humanos, pero esta legalidad que buscamos es en realidad un lazo que nos ata
para poder actuar con completa libertad. La ley reguladora, las leyes morales, muchas veces
han sido buscadas para tener una garantía de que, siguiendo estos preceptos, obtendremos
un lugar seguro en el mundo eterno que se encuentra más allá del mundo físico; es decir
que buscamos una regulación en este mundo para que, en uno posterior, se nos sea
concedida la libertad eterna. Ahora bien, me doy cuenta que este absurdo del mundo, que
no me permite encontrar las leyes que puedan regir mi comportamiento y que solamente
parecen decirme que lo único absoluto es el sin-sentido y la sin-razón de las cosas, me priva
de la libertad eterna que estoy buscando: pero “… si lo absurdo aniquila todas mis
posibilidades de libertad eterna, me devuelve y exalta, por el contrario, mi libertad de
acción.”9

Decimos que es el punto principal porque precisamente al recuperar la capacidad de


acción, perdida cuando estábamos sujetos a leyes inexistentes, empezamos a recuperar el
deseo por la existencia. Al ver que el absurdo nos devuelve la libertad en la acción, lo que
cobra importancia es vivir en este mundo lo más que sea posible, la capacidad de pensar el
suicidio como una salida viable se va disolviendo cuanto más pensamos en nuestra libertad
concedida por esta aprensión de lo absurdo como parte de nuestras vidas. Llegamos a la
conclusión de que el absurdo no solamente no lleva al suicidio, sino que lo aleja, y lo hace
de tal manera que, como ya mencionamos, nos arroja a una salida totalmente opuesta, la de
querer permanecer en el mundo lo más que se pueda para poder explotar la libertad de
acción que nos ha sido concedida. Esto es muy importante porque la afirmación de que lo
que de hecho existe es el absurdo y que solamente podemos obtener certeza de este, nos
arroga a otra conclusión, a saber, que si no podemos encontrar la regulación del mundo
físico, tampoco podemos sustentar la existencia de un ser superior que nos garantice la vida
eterna.

Vamos a pasar ahora a desarrollar brevemente los planteamientos esenciales del


existencialismo de Sartre y, donde sea conveniente, haremos las comparaciones
correspondientes con la postura de Camus que ya desarrollamos.

Daremos, en primer lugar, la definición de existencialismo dada por Sartre, dice que
“… entendemos por existencialismo una doctrina que hace posible la vida humana y que,
por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implican un medio y una subjetividad
humana.”10. Hay que recordar que la conferencia de Sartre se enfoca en la defensa de su
existencialismo frente a dos de las críticas más fuertes que le habían hecho hasta ese
momento. La primera es la que viene del comunismo que dice que el existencialismo invita
a la inacción, por ser una doctrina contemplativa que hace que el hombre se encierre en su
mundo propio y sin conexiones con los problemas de los demás hombres. Por otro lado está
la crítica de los cristianos que acusaban al existencialismo de ser profundamente

9
Ibíd. pág. 27
10
Sartre Jean-Paul, El existencialismo es un humanismo, Ed. Edhasa, España, 2009, pág. 23.
subjetivista, es decir poner el acento en el hombre y, por este motivo, negar la influencia de
otro ser superior a ellos fuera de las decisiones humanas. De este modo, Sartre lo que hace
es ver qué de lo que dicen los refutadores de la doctrina, está en sus términos y qué está
siendo malinterpretado.

Aquí lo que nos interesa resaltar es la posición que toma respecto a la existencia del
ser humano, pues desde nuestro punto de vista, hay una amplia relación con la posición del
absurdo de Camus. Dice Sartre que en todas las cosas, es más o menos claro que la esencia
precede a la existencia, antes de que algo exista, debe ser pensado por alguien para que se
llegue a realizar la esencia que fue pensada. Esta existencia es pues posterior en la mayoría
de los casos. Pero hay uno en particular que no funciona de tal manera, este es el caso del
ser humano. La situación particular del hombre es que la existencia precede a la esencia;
esto “Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que
después se define.”11 Aquí podemos ver una primera compatibilidad con el sentimiento de
lo absurdo en Camus, pues el mundo con su desorden demuestran que es imposible pensar
en un ser supremo que solamente sería factible si es que encontráramos las leyes
universales que rigen a la naturaleza. Sartre parte de igual manera, para pensar a la
existencia antes de la esencia en los hombres, del supuesto de que nadie puede pensar al
hombre fuera de este. Y que por esto mismo es el hombre mismo el encargado de lo que de
él se haga. Precisamente por esto es que para Sartre el primer principio del existencialismo
es “… el hombre no es otra cosa que lo que él se hace.” 12. Hay una completa
responsabilidad en el hombre que es el encargado de construirse a sí mismo.

Esta ausencia del poder divino desaparece como en el caso de Camus, la posibilidad
de encontrar los valores universales que en un primer impulso, todos estamos deseosos de
encontrar. El existencialista trata de ver el mundo como es, no como debiera ser, y por
muchos problemas que nos traiga las evidencias del mundo parecen apuntar en este sentido.
No se trata de que no importe la existencia de Dios o no, es decir que no es que de igual que
exista o no exista; los que argumentan en este sentido dicen que en nada cambiaría la
existencia del mundo si aceptamos o negamos que haya un Dios. Pero el existencialista “…
piensa que es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad
11
Ibíd. pág 31
12
Ídem.
de encontrar valores en un cielo inteligible…”13. Si hay por tanto implicaciones si es que
adoptamos la creencia de que no hay un Dios. Y este cambio es, nada menos que la actitud
que adoptemos al ver que no es posible encontrar los valores universales que rijan nuestro
actuar diario. Esta es una consecuencia que bien podríamos derivar también de la posición
de Camus.

Como ya mencionamos, esto último condiciona las acciones a tomar por todos
nosotros porque “…todo está permitido si Dios no existe.” 14 Esto ya ha sido tratado por
Kant cuando argumenta que aun cuando no podamos defender con la razón la existencia de
Dios, lo más conveniente es que la supongamos porque esto es lo que permite que el
hombre actúe de una manera buena para ganarse su lugar en el eterno bien. Es por esto
interesante que Camus y Sartre defiendan que esta pérdida de los bienes morales
universales, no lleva a una destrucción del mundo, que es lo que podría decir alguien que
defendiera esta necesidad de la creencia en lo supremo.

Esto da paso a un punto que consideramos importante para nuestros fines. Y es que
de lo que dijimos antes podemos sacar la conclusión de que entonces no hay nada que
determine al hombre en ninguna de sus actuaciones y si “no hay determinismo, el hombre
es libre, el hombre es libertad.” 15. La actitud existencialista es pues un baluarte de la
libertad del ser humano. A través de todo este razonamiento descubrimos que en realidad el
pensamiento de este tipo no es que invite a la pasividad y a la pura observación del mundo,
que es la crítica que le hacían los comunistas a Sartre, sino que por el contrario invita a
aprovechar la existencia a través de este indeterminismo del ser humano. El hombre
existencialista tampoco se encierra en su sola existencia, al momento de saberse
completamente libre e indeterminado debe adoptar una postura que crea mejor no
solamente para sí, sino para todos los demás hombres. Así el hombre obtiene una
responsabilidad total respecto a su existencia. Incluso sobre las pasiones, que es algo que
probablemente nos es muy problemático, sobre todo cuando discutimos en un plano ético.
Sartre dice que “El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que
una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos

13
Ibíd. pág. 41
14
Ibíd. pág. 42
15
Ídem.
y que por tanto es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión.” 16 Somos
libres de elegir pero esa libertad no nos exime de hacerlo con completa responsabilidad. Es
por esto que al hacernos a nosotros mismos, también podemos dirigir nuestras pasiones en
intereses de alguna u otra cosa.

Debemos hacer notar que esta parte es probablemente en donde está la semejanza
más visible entre los planteamientos de Camus y los de Sartre. En Camus, veíamos que la
presencia del sentimiento absurdo era un impulso a ver que lo único que importaba era la
permanencia en la existencia, esto porque el caos del universo no nos daba indicios de que
hubieran leyes universales que nos dictaran cómo es que deberíamos actuar; y al descubrir
esto, descubríamos que nuestra libertad se hacía más grande que nunca, al ser tal libertad
una libertad de acción en el mundo, las posibilidades de que hiciéramos con nuestra
existencia lo que nos viniera en gana, se multiplicaban y esto se agrandaba aún más, cuando
sacábamos también la conclusión de que eso era lo único de lo que podíamos estar seguros;
es decir que el absurdo del mundo la decirnos que no había leyes universales, también nos
decía que debemos sacar la conclusión de que Dios no existe, pues este no tiene cabida en
un universo sin leyes universales. Así lo que importaba era que aprovecháramos nuestra
existencia sobre la tierra y ejercer nuestra libertad en los sentidos más amplios que
pudiéramos. Es por esto que pone como ejemplo paradigmático aceptación de lo absurdo al
actor o comediante; este vive en una hora otra vida que no es la suya, y siempre en cada
acto es alguna otra persona, representa otro papel. El actor por esto vive más que todos
nosotros, vive la vida de personas que incluso podríamos nosotros querer ser; puede ser un
rey, un príncipe, un enamorado, un mago incluso, u otro tipo de personajes imaginables. Y
es aquí donde realiza su mayor dicha en el existir lo más intensamente que se pueda.

Por otro lado, el existencialista también concuerda en estos puntos que recalcamos
para el obre absurdo. El existencialista ciertamente defiende la subjetividad del hombre
como le criticaban los cristianos, pero esta subjetividad no era la negación de los otros
hombres, sino simplemente una forma de reflejar o de formar a los demás con su propio
ejemplo. El hombre existencialista no se hace ilusiones de ningún tipo, se da cuenta de que
la suponer la existencia de un ser superior que nos resuelva la vida con sus leyes

16
Ibíd. pág. 43
universales que nos regulen el comportamiento, es no ver el problema tal y como es. Ve
que lo que hay en el mundo, y que tiene que cumplirse si es que quiere vivir de una manera
aceptable, es que el hombre se debe determinarse a sí mismo. la actitud existencialista, por
lo tanto, también reivindica la existencia del hombre por medio de poner en práctica su
propia libertad de determinarse a sí mismo. este es el punto en el que creemos que
convergen los dos autores, en ver en la libertad la manera de realizar la existencia del
hombre, y entre mayor libertad y mayor existencia puedan realizar los hombres en el plazo
de vida que la naturaleza y sus circunstancias les confieren tanto mayor podrán disfrutar de
las cosas del mundo. Y seguirán así mismo, actuando de manera libre en este mundo que no
tiene un sentido determinado y absoluto.

Bibliografía
Camus, Albert, El mito de Sísifo, Ed. Losada, Buenos Aires, 1953

Sartre Jean-Paul, El existencialismo es un humanismo, Ed. Edhasa, España, 2009

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