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Nancy Bacelo, las cifras del destino

Por Luis Bravo


Una de las gestoras culturales más prolíficas de esta promoción fue la poeta Nancy
Bacelo, quien en 1960 fundó la Feria Nacional de Libros, Grabados y Artesanos, una de
esas instituciones culturales no oficiales, querida por los artistas y asistida por un
público masivo, que aún hoy, tras dos años de fallecida su gestora, concurre a ésta cada
diciembre desde hace casi 50 años. “La Feria”, como se la nombra familiarmente, fue
plataforma de lanzamiento de la revista Siete Poetas Hispanoamericanos (once números
entre 1960-65), en la cual pudo apreciarse una fermental integración de la plástica (José
Gamarra, José Costigliolo, Luis Camnitzer, Nelson Ramos, Alfredo Testoni, entre otros)
y la palabra poética, lo que hace de la misma una representativa muestra de una actitud
estética sesentista, integradora de diversas disciplinas, de diferentes tendencias y de
varias generaciones de artistas.
En sólo tres versos, al final de Hay otros mundos pero vivo en éste (1993), Nancy
Bacelo delineó ese inefable soplo de misterio que alienta en lo íntimo de la creación
poética: “sobre la tinta que borró lo escrito / queda una forma que presumo sea /
hechizos del papel que se resiste”.
Desde 1960 ella misma fue artífice de sus libros bajo su propio sello editorial
siete poetas hispanoamericanos. Ella elegía el formato, las texturas, los colores de
papeles y de tintas, sus tipografías; convidaba a ilustradores y diseñadores de la talla de
Nelson Ramos y Fidel Sclavo, quienes le secundaron en varias de sus gestaciones de
bellos libros de poésía. Sus propias obras, así como las decenas de libros de otros que
publicó gracias a los premios de “La Feria”, sólo se vendían en ese familiar mercado
que fundó para dignificar el libro nacional. En esto y en la innovación de soportes —
las Coplas de Nico Pérez (1978) es un librillo de cartoncitos circulares insertos en unos
pequeños aros, a modo de llaveros; los Cantares fueron impresos en servilletas (1998)
— dio cuenta de cómo un libro puede ser criatura estética de viva significación. A la
vez confirmaba así su concepción territorializada de lo poético: "la poesía surge entre
16
las cosas de todos los días, del contacto con la gente" . Es que ese vasto tejido
cultural, de relaciones humanas y lenguajes artísticos que ella creó y sostuvo contra
viento y marea en la “Feria” durante cuarenta y seis años, es resultado de una
concepción y de un quehacer poético. Como en Uruguay eso no se entiende del todo, en

1616
Oreggioni, Laura, “Los símbolos precisos de Nancy Bacelo” (reportaje), Brecha,
Montevideo, 7.11.1986 (p.29).
el citado reportaje, ella lo explicitó así: “una persona es (...) un instrumento con varias
cuerdas”.
De su poesía, Wilfredo Penco señaló la presencia de “diversas inflexiones (...)
que ha ido madurando hacia la sobriedad y el despojamiento”17. En Cantares
(1960;1965;1998) el octosílabo se proyectó con un "aire de lo que puede ser cantado
más que leído"18. Con ecos del refranero popular dio cuenta de su personalidad para
rimar al borde de lo sentencioso, dándole una vuelta de tuerca a lo previsible: "La lucha
para mi ser / no la quietud ni la espera. / Yo no sé lo qué es volver / si no di vuelta a la
esfera". Ya en Cielo Solo (1962) hay una voz cuya hondura emana de lo descarnado
(“con qué nombres / se nombra / lo que falta”).
Hay un recodo de su obra en el que lo denotado y lo metafórico, lo cotidiano y lo
metafísico se equilibran en una síntesis que da lo mejor de sí. Esa línea se inicia en Las
pruebas de la suerte (1969) hasta demarcar una nueva fase a partir de Los músicos
continúan el juego (1983). Metáfora de la resistencia cultural en el serio “juego” (de
vida y muerte) durante los silenciados años de dictadura: “que esté la orquesta armada
o desarmada / importa poco / si están los músicos / y no está la orquesta / alguien
seguro que armará la fiesta”. Así, desde una "ovillada manera de murmurar" lo
connotado es una forma de decir que, como en el arte del zurcido, no se ve pero
sostiene: "el ruido del silencio valga / porque todo es lo mismo / sirve tan sólo el filtro /
y la manera de pasar por el ojo / de la aguja el hilo".
Los símbolos precisos (1986), escrito de un tirón al regresar de compras de una
feria barrial, tiene como protagonista a "una mujer". Con esa anáfora abre cada poema,
mientras describe el periplo de una figura femenina cuyo recorrido es tan íntimo como
universal. Las simples acciones acarrean de por sí, sin artificio alguno, una densidad
simbólica: "una mujer / compra sus ajos la cebolla / albahaca y uvas / perejil y
duraznos / - se olvida de las peras -/ vuelve ./ Y carga".
La soledad y el desgarro amoroso, que tempranamente adoptaran en su obra una
manera “de situarse frente a la anécdota emocional, de trascender el grito de la carne

1717
Penco, Wilfredo, “Hay otros mundos pero vivo en éste” (reseña), El País Cultural,
Montevideo,
7.10.1994.
1818
Bordoli, Domingo, Antología de la poesía uruguaya contemporánea Tomo II,,
Universidad de la República,
Montevideo, 1966 (p.346).
en poesía"19, reaparecen allí aquilatados por la experiencia: "Una mujer disfraza su
tormentoso / desamor / no quiere volver al desencanto / pasa la mano por el revuelto
absurdo / en que la gente mete cuerpo y alma / Reniega del cielo y del infierno./
Aprendió la lección".
En Hay otros mundos... — réplica lúdica y lúcida a la célebre frase del
surrealista Paul Éluard — se entrecruzan tres motivos: la dicha, el sueño, el destino. Al
respecto de éste último, cifra una reflexión medular: "Mira la indumentaria. Aprende
que el / continente guarda un contenido / imposible de no transparentarse. / Lee de las
manos. De los ojos. No sufras / por ignorar la razón de saber. El tiempo / justo entre
ser y parecer. / No sufras después de despreciar tu predecir ./ El signo es ése. Mentira
que hay después".
En De sortilegios (2002) prosigue con esa apelación a una segunda persona, que
es voz desdoblada para hablar consigo misma y con otros, incluidos los lectores. El
poema “A Bebe” (Cerminara) es magistral en el conjuro de la presencia-ausente:
“Repaso que no estás más./ Saco visiones / alguna percha /que no tiene prendas /
alguna prenda / que no tiene perchas. / No obstante tal vacío / la mano va / por la
escasez del tiempo / configurando plenos / sortilegios”.
El “sortilegio” de la poeta es un ver más que lo aparente, es fe en que el velo de
las apariencias no es lo definitivo, es leer las señales que abren paso a una claridad de
restitución: “Asidas las telas de las tinieblas / lúcidas / el filtro de la luz es claro: / no
insinúa. / Haz que caiga esa montaña / y se despeñe y salga”.
Con un lenguaje que conjugó intenso apasionamiento y ceñido verbal, su poesía
barajó razón y misterio; así, destino de poeta, Nancy Bacelo cifró en cantos su diaria
lucha existencial: “Razón de sortilegios / maleficio que cae / y se destraban los atávicos
nudos.”

1919
Rodríguez Monegal, Emir, Literatura uruguaya del medio siglo, Alfa, Montevideo, 1966. (p.421).

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