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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

DECANA DE AMERICA

7 ENSAYOS DE LA INTERPRETACIÓN
DE LA REALIDAD PERUANA
REGIONALISMO Y CENTRALISMO

Curso: Geografía y medio ambiente


Profesor: Karim Leticia Vega Venturo
Alumna: Karim Leticia Vega Venturo
Escuela: Estudios Generales
Aula: 302
Salón: 24

2018
Regionalismo y centralismo
Cuando surgió la República Peruana, ésta se constituyó bajo el sistema
centralista, pese a los planteamientos de federalismo que hicieron algunos
ideólogos liberales. En la época de Mariátegui, el problema de la
centralización política se mantenía vigente; naturalmente, para él, la
solución de este problema tenía que abarcar necesariamente el plano
social y económico, y no solo el político y administrativo, como se había
venido intentando.

Ponencias básicas
Para Mariátegui, el problema del regionalismo versus el centralismo se
planteaba ya en términos nuevos, quedando atrás los viejos conceptos
propios del siglo XIX. Reconocía la existencia, sobre todo en el sur
peruano, de un sentimiento regionalista, pero observaba que dicho
regionalismo más parecía ser «una expresión vaga de un malestar y un
descontento».

Enumera las siguientes proposiciones:

1. La vieja polémica entre federalistas y centralistas de los primeros


tiempos de la República estaba ya superada. Esa controversia de
tipo político y administrativo, debía trasladarse al plano social y
económico. A la nueva generación no le preocupa en nuestro
régimen el mecanismo administrativo sino la estructura económica.
2. El federalismo no la formulan las masas indígenas por tanto no
aparece como una reivindicación popular, sino como una
reivindicación del gamonalismo y su clientela.
3. El centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales,
y el federalismo justamente consigue adeptos entre los caciques y
gamonales renegados.
4. Lo malo de nuestra organización política es el centralismo. Pero la
solución no reside en un federalismo de carácter feudal. Por el
contrario nuestra organización necesita ser analizada y
transformada pero de manera paulatina. Ya que una transformación
brusca solo traería caos político y social.
5. Es difícil definir y demarcar en el Perú regiones existentes
históricamente como tales. La división del Perú en departamentos
es una continuación de la artificial división en intendencias del
Virreinato.

Durante la República, los primeros partidos políticos organizados


admitieron en sus programas la descentralización, pero nunca lo
desarrollaron cuando llegaron al poder, quedando dicha idea en simple
especulación teórica. Los federalistas sinceros, además de ser muy pocos,
distribuidos en diversos partidos, no ejercían influencia efectiva sobre la
opinión. No representaban un anhelo popular. Piérola y el partido
demócrata, habían gobernado varios años. Durand y sus amigos habían
compartido con los demócratas, durante algún tiempo, los honores y las
responsabilidades del poder. Ni los unos ni los otros se habían ocupado,
en esa oportunidad, del problema del régimen ni de reformar la
Constitución. . El federalismo ha sido un lema o un principio sin valor y sin
eficacia para, por sí solo, significar el programa de un movimiento o de un
partido.

Esto no convalida ni recomienda absolutamente el centralismo


burocrático. Pero evidencia que el regionalismo difuso del sur del Perú no
se ha concretado, hasta hoy, en una activa e intensa afirmación
federalista.

Regionalismo y gamonalismo
Mariátegui resalta que en su tiempo ya existía una ideología de avanzada
interesada en la solución del problema agrario y la cuestión indígena. Por
ello, entendía que toda política descentralista que estuviera enfocada solo
como reforma política y administrativa, sin contemplar previamente la
solución del problema del indio, no merecía ni siquiera ser discutida.
Temía que al darse una autonomía más o menos amplia a los
departamentos y a las regiones, esto solo aumentaría el poder del
gamonalismo, que era la lacra que debía ser extirpada, con prioridad.
Tienen plena razón las regiones, las provincias, cuando condenan el
centralismo, sus métodos y sus instituciones. Tienen plena razón cuando
denuncian una organización que concentra en la capital la administración
de la república. Pero no tienen razón absolutamente cuando, engañadas
por un miraje, creen que la descentralización bastaría para resolver sus
problemas esenciales. Las preocupaciones de nuestra época no son
superficial y exclusivamente políticas, sino, principalmente, económicas y
sociales.

La región en la República
Mariátegui observa que es difícil definir y demarcar en el Perú regiones
existentes históricamente como tales. Los departamentos, cuyos orígenes
se remontan a las antiguas intendencias coloniales, no pueden ser
definidos como «regiones» pues son solo entidades políticas
administrativas, que no representan una unidad económica e histórica.
Tampoco las tres regiones físicas: la Costa, la Sierra y la Montaña (Selva)
equivalen a regiones en cuanto a realidad social y económica; Mariátegui
afirma que la Montaña carece aún de significación socioeconómica; en
cambio, «la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja» o Costa,
y la Sierra es el refugio del indigenismo. Otra forma artificial de concebir
las regiones en el Perú ha sido la división de Norte, Centro y Sur peruano,
cada una de las cuales reunía tentativamente a departamentos y
provincias sin ningún contacto entre sí.

“En el Perú el problema de la unidad es mucho más hondo, porque no


hay aquí que resolver una pluralidad de tradiciones locales o regionales
sino una dualidad de raza, de lengua y de sentimiento, nacida de la
invasión y conquista del Perú autóctono por una raza extranjera que no
ha conseguido fusionarse con la raza indígena ni eliminarla ni
absorberla.”(Mariátegui, 1928)
Descentralización centralista
Las aspiraciones regionalistas no tenían un no proponían un método
definitivo de descentralización o autonomía. «Las formas de
descentralización ensayadas en la historia de la República, han adolecido
del vicio original de representar una concepción y un diseño
absolutamente centralistas», dice Mariátegui. Es decir, se aplicaron
proyectos esbozados desde el gobierno central, sin contemplar los
planteamientos de los regionalistas. Mariátegui enumera y analiza los
ensayos que se hicieron a lo largo de la historia republicana, lo que
denomina como el «viejo regionalismo». El primer experimento de
descentralización fue la creación de los concejos departamentales de
1873, en tiempos del presidente Manuel Pardo. La guerra con Chile de
1879 liquidó ese ensayo. Una nueva ley dada en 1886 creó las Juntas
Departamentales, subordinadas al poder central pero a los departamentos
no se les reconocía más independencia administrativa que la que se podría
llamar la autonomía de su pobreza. Cada departamento debía
conformarse con las escuelas que le consintiese sostener y los caminos
que lo autorizase a abrir o reparar el producto de algunos arbitrios. Las
juntas departamentales no tenían más objeto que la división por
departamentos del presupuesto de instrucción y de obras públicas. La
descentralización a la que se aspiraba en el regionalismo no era legislativa
sino administrativa. El hecho de multiplicar las legislaturas no significa que
se va a descentralizar el poder.

El nuevo regionalismo
Examinada la teoría y la práctica del viejo regionalismo, Mariátegui
formula sus puntos de vista sobre cómo debe enfocarse la nueva
descentralización. Primero, debe quedar esclarecida la solidaridad del
gamonalismo regional con el régimen centralista. El gamonalismo, por su
naturaleza, tendía hacia el federalismo, pero una vez aliado con el
gobierno central, dejó de lado su reivindicación federalista. Sólo los
gamonales en disfavor ante el poder central se muestran propensos a una
actitud regionalista que, por supuesto, están resueltos a abandonar
apenas mejore su fortuna política. Y esto se da porque la realidad peruana
es que ya no hay un problema de forma de gobierno, esto está absorbido
por el aspecto económico de forma evidente. Luego, Mariátegui considera
que el Perú debe optar entre el gamonal o el indio: «no existe un tercer
camino». Naturalmente, él y los hombres nuevos se inclinan por el indio.
Porque «ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por
mucho que aparezca como una satisfacción del sentimiento regionalista,
puede ser estimada como una reforma buena y justa». En conclusión, para
los nuevos regionalistas, la regionalización debe contemplar
simultáneamente el problema del indio y de la tierra.

El problema de la capital
Mariátegui estudia también el problema de la capital y sostiene que la
suerte de Lima como centro político del Perú estará subordinada a los
grandes cambios políticos que se den en este país. Aunque el centralismo
subsista por mucho tiempo, no se podrá hacer de Lima el centro de la red
de caminos y ferrocarriles. La explotación de los recursos de la sierra y la
montaña reclama vías de penetración, o sea vías que darán a lo largo de la
costa, diversas desembocaduras a nuestros productos. En la costa, el
transporte marítimo no dejará sentir de inmediato ninguna necesidad de
grandes vías longitudinales. Las vías longitudinales serán interandinas. Y
una ciudad costeña como Lima, no podrá ser la estación central de esta
complicada red que necesariamente, buscará las salidas más baratas y
fáciles. Se habla del industrialismo como factor primordial para la
formación de las urbes. Sobre el poder del industrialismo nadie discrepa.
Si Lima reuniese las condiciones necesarias para devenir un gran centro
industrial, no sería posible la menor duda respecto a su aptitud para
transformarse en una gran urbe. Pero ocurre precisamente que las
posibilidades de la industria en Lima son limitadas. No sólo porque, en
general, son limitadas en el Perú-país que por mucho tiempo todavía tiene
que contentarse con el rol de productor de materias primas– sino, de otro
lado, porque la formación de los grandes núcleos industriales tiene
también sus leyes. Y estas leyes son, en la mitad de los casos, las mismas
de la formación de las grandes urbes.

Lima solo podía soñar con la industrialización ya que esta basaba su


economía en las materias primas y no en la actividad manufacturera, así
que por eso es imposible concebir la idea de industrialización en un
tiempo breve, por largos años deberemos conformarnos con ser
exportador de materias primas y alimentos, lo que sigue dándose hasta el
día de hoy.

La actividad manufacturera se da de manera incipiente en el territorio


limeño, y tal y como anticipo Mariátegui en su tiempo, esta actividad se
concentra en las zonas de provincias donde al mismo tiempo se puede
disponer de mano de obra indígena barata, debido al menor costo de la
vida.

La finanza, la banca, constituye otro de los factores de una gran urbe


moderna, pero Lima no lo es ya que un gran mercado financiero tiene que
ser, ante todo, un lugar en que se crucen muchas vías de tráfico
internacional y Lima no cumple con esas condiciones.

La suerte de la capital está subordinada a los grandes cambios políticos,


como enseña la historia de Europa y de la misma América.

En el Perú, el Cuzco, capital del Imperio incaico, perdió sus fueros con la
conquista española. Lima fue la capital de la Colonia. Fue también la
capital de la Independencia, aunque los primeros gritos de libertad
partieron de Tacna, del Cuzco, de Trujillo. Es la capital hoy, pero ¿será
también la capital mañana? Esta es la pregunta q se formula Mariátegui y
que nos formulamos todos, hasta hoy es la capital pero ¿Más adelante lo
seguirá siendo? Lo único que se sabe está reflejado en una frase que me
impacto mucho y es esta “El futuro de Lima, en todo caso, es inseparable
de la misión de Lima, vale decir de la voluntad de Lima”.

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