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Pueblos germánicos

El año 395 vio al Imperio romano dividirse en dos partes: la occidental con Rávena como capital principal y Honorio
como emperador, y la oriental, con capital en Constantinopla con Arcadio como su emperador. Italia, las islas, el norte
de África, la península ibérica, la Galia hasta el Rin, Gran Bretaña hasta Escocia, y los países ilirios, panonios, nóricos y
réticos hasta el Danubio, formaron un conjunto unificado por Roma, pero terriblemente codiciado por los bárbaros.

El siglo V es señalado por la historia pues durante ese tiempo el Imperio romano de Occidente perdió su unidad política.

Germania era un conglomerado de pueblos que no representaba ningún peligro real en comparación con los persas. La
situación fronteriza era compleja. Los germanos hacía muchos siglos que estaban en contacto con los romanos y,
aunque se alude continuamente a sus características migratorias, habían permanecido en el limes pudiendo
considerarlos, en la práctica, sedentarios. Estaban ubicados en los grandes bosques de Europa occidental y en las
llanuras de Ucrania y Rusia. Entre ellos había pueblos de habla germana: burgundios, godos—ostrogodos y visigodos—
suevos, sajones, vándalos, franco, iranios, sármatas; eslavos y los que no estaban emparentados con los germanos como
los hunos y los alanos provenientes del Asia central.

Por parte del Imperio la estrategia mantenida con los germanos cambió a fin de maximizar las ventajas de la dominación
sobre ellos. Se optó por saqueos, batallas o bien un sistema de tratados diplomáticos. Sin embargo, la región vigilada se
reducía a algunos centenares de kilómetros quedando gran parte expuesta y en condiciones de vulnerabilidad.

El año 376 y la aparición de los godos en la frontera del río Rin constituyeron el primer eslabón de una cadena de
acontecimientos que conduciría desde el ascenso del poderío huno, en los límites de Europa, al derrocamiento del
último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo, casi exactamente cien años después.

El cruce de los godos en el año 376, empujados por las fuerzas hunas, y la consecuente batalla de Adrianópolis en 378,
provocaron situaciones nuevas. La violación del limes por parte de los germanos cambió el eje desde el riesgo inminente
representado por los persas al de los germanos de Oriente a la frontera del Rin. El posterior asentamiento de los godos
en territorio romano, tras la recorrida por la península balcánica, con el saqueo de los territorios de Tracia y Macedonia,
reubicó el peligro en el interior latino.

Paralelamente ocurrió la penetración de los vándalos, alanos y suevos a través del Rin a fines de 406, que continuó con
un gran raid por el continente y culminó en la península ibérica. Hacia el 418 los godos se asentaron, a través de un
foedus, en la región al sur de la Galia, entre Toulouse y el Atlántico, a cambio de luchar en nombre de Roma, contra
suevos y alanos.

Los vándalos decidieron cruzar el estrecho de Gibraltar en el 429, tomaron Cartago e iniciaron la vida de un reino que
perduró aproximadamente cien años. 455. El reino vándalo se mantuvo en los territorios norteafricanos hasta el año
536, momento en que serán derrotados por los bizantinos al mando del emperador Justiniano.

El poder de Occidente ya era demasiado exiguo como para impedir que se constituyeran reinos independientes. Esta
comprensión condujo al rápido desmembramiento de las últimas partes del Imperio entre los años 468 y 476. Los
ostrogodos, con Teodorico el Grande, se asentaron en Italia y crearon un sistema político de alianzas entre germanos
para luchar contra Bizancio. La instauración de estos nuevos reinos y la concreción de sus proyectos, lograrían que la
fisonomía de Europa cambiara totalmente.

El apoderamiento de los vándalos del norte de África privó al Occidente romano de sus provincias más ricas en el año
439. Toda pérdida de territorio, ya fue temporal o permanente, traía consigo un descenso de los ingresos del Imperio, el
sustento vital del Estado, y reducía su capacidad para mantener sus fuerzas armadas.
La entrada de los inmigrantes invasores, por su número, no fue tan importante como para conquistar al Imperio. Es más,
necesitaron de dos a tres generaciones para instaurar sus reinos definitivos. Sin embargo, podemos decir que su fuerza
demoledora consistió en limitar aspectos fundamentales para el funcionamiento del Estado romano, como el
económico, el militar y el político. La invasión en la frontera con el empuje de los hunos perturbó la estructura militar
que, temiendo el avance persa, se hallaba en fuerte tensión. Luego, los asentamientos impidieron el desarrollo continuo
de la economía y, paralelamente, disminuyó la presión fiscal que permitía al Estado recaudar el dinero necesario junto
con su burocracia. La limitación política se vio influida puesto que las provincias se relacionaban de forma directa con el
gobierno central a través de los impuestos a cambio de defensa militar y jurídica proporcionada a los terratenientes.
Esto jugó un papel importante ya que determinó el hundimiento del Imperio de las diferentes zonas romanas.

Un aspecto político a tener en cuenta es que, durante el siglo V existió una continuidad evidente entre la jefatura del
Imperio occidental y los reyes “bárbaros”.

Para comprender los cambios en la sociedad producidos por la presencia de los pueblos germanos dentro de las
fronteras romanas, se hace necesario sintetizar algunos aspectos fundamentales de su organización. Los diferentes
dialectos permiten acercarnos a algunas de las características de estos pueblos: hablaban dialectos nórdicos o
escandinavos, ósticos (godos, burgundio y vándalo), wésticos (francos, alamanes, bávaros, lombardos) y dialectos del
Elba y del mar del Norte (anglos, sajones y frisones). Sus formas económicas se hallaban mayormente emparentadas con
la ganadería, con el ganado equino los godos y con el bovino los sajones y frisones. La práctica mercantil era
rudimentaria, sin utilización de la moneda.

La estructura social germana se basaba en tres tipos de solidaridades. La primera era la sippe, o familia amplia, que
aseguraba la protección de la parentela en torno al padre quien ostentaba el mund, la autoridad o soberanía doméstica.
A los quince años los varones eran armados en la asamblea de guerreros; las mujeres quedaban bajo la tutela paterna
hasta su matrimonio. Las esposas eran guardianas de la tradición, del contrato matrimonial y de las prestaciones
económicas del esposo. La segunda solidaridad era con la tribu y la tercera con el gau o pueblo, formado por un
conjunto de tribus con un jefe común.

La religión se basaba en la concepción del universo como un gran campo de batalla, en donde se enfrentaban los
diferentes dioses y fuerzas naturales. Había dioses de la fertilidad, fenómenos atmosféricos (Frey, Freya), dioses de la
estirpe (Wotan, Odín) y estaba Thor, dios del trueno y protector de los campesinos. También se adoraban objetos y
lugares sagrados, había celebraciones de fiestas con sacrificios de animales y de agradecimiento a los dioses que habían
ayudado en las victorias militares. Uno de los pasos más relevantes en el proceso de integración de los germanos fue su
aceptación del cristianismo ortodoxo. El pasaje de los que ya eran arrianos al catolicismo marcó un momento clave.

En la segunda mitad del siglo V, el territorio de dominio romano en Occidente comenzó a fragmentarse paulatinamente
dando lugar a la conformación de reinos que, a pesar de su autonomía, continuaban reconociendo la autoridad imperial
asentada en Constantinopla.

Una nueva invasión fue protagonizada por Atila, el rey de los hunos (un enigmático pueblo o confederación de pueblos,
cuyo desplazamiento secular hacia el oeste estuvo probablemente en el origen del movimiento inicial de los germanos).
Tras acosar al Imperio romano de Oriente, que sólo le enfrentó mediante una política de apaciguamiento; se dirigió a
Occidente, donde una inestable coalición de romanos y germanos le venció en la batalla de los Campos
Cataláunicos(451).

Después de la descomposición del imperio de Atila, nuevas oleadas invasoras se establecieron los territorios que ya sólo
de nombre podían considerarse provincias romanas: desde mediados del siglo V (batalla de Guoloph, 439, batalla del
Monte Badon, 490) anglos, sajones y jutos desembarcaban en la Britania posromana, inicialmente como mercenarios
para proteger a los britanos de escotos y pictos y luego como conquistadores; a comienzos del siglo VI los francos
tomaron las Galias, desplazando a los visigodos a Hispania (batalla de Vouillé, 507).

Tanto visigodos como francos obtuvieron el extraordinario beneficio que suponía la aplicación extensiva del concepto
de hospitalitas (la asignación al huésped de la tercera parte del patrimonio del anfitrión), lo que en la práctica significó
cederles la tercera parte de las tierras que ocupaban en las Galias. Los hérulos de Odoacro exigieron lo mismo en Italia, y
ante la respuesta negativa de las autoridades romanas, optaron por aclamar a su jefe como "rey de Italia".

Durante todo el siglo V, el ejército romano y, en gran medida, la dirección política del Imperio occidental, estuvieron en
manos de personalidades de origen germano: Estilicón (de origen vándalo, fue clave durante el imperio de Honorio),
Aecio (de oscuro origen –godo o escita– fue el artífice de la coalición anti-Atila), Ricimero,etc.

 el reino Visigodo ( que quiere decir "godos del oeste") fue fundado en la región sur de las Galias por Ataúlfo, en
el año 412. Luego, al ser expulsados por los francos, los visigodos ocuparon la península Ibérica y establecieron
su capital en la ciudad de Toledo. Este reino alcanzó su apogeo durante el gobierno de Leovigildo (568-586),
pero fue destruido en el año 711 por el ejército musulmán.
 el reino Ostrogodo ("godos del oriente") fue fundado en Italia en el año 493 por Teodorico, tras desalojar a
Odoacro, y fue destruido en 553 por los bizantinos.
 el reino Franco, por su parte, estableció en los actuales territorios de Bélgica y Francia en el siglo V..El nombre
de este pueblo, en lengua franca, significa "libre", ya que no estaban bajo el dominio de nadie: ellos habían
penetrado en el Imperio romano en calidad de federados. Este reino alcanzó su apogeo durante el gobierno de
Clodoveo, el primer rey germano que se convirtió al cristianismo.
 los anglos, los sajones y los jutos se asentaron en las islas británicas conformando los reinos anglosajones. El rey
Egberto de Wessex unificó estos reinos en el año 827.
 el reino vándalo (cuyo nombre tiene el doble significado de "los que vagan" y "los hábiles") se estableció en el
norte de África en el año 428. Desde allí, al mando de Genserico, dirigieron expediciones de saqueo hasta que
fueron conquistados por el Imperio bizantino en el 553. Fueron conocidos por su crueldad y por el furor con que
se destruían monumentos y edificios, y por eso al término "vándalo" en la actualidad hace referencia a personas
que realizan acciones destructivas.

Crisis económica: pérdida de tierras cultivadas La crisis de la economía europea de los siglos V al VII se reflejó en el
avance de los bosques sobre las tierras cultivadas. Como había menos cultivos, disminuyó la producción de alimentos y
se redujeron el comercio, el uso de la moneda y las actividades urbanas. La escasez de alimentos llevó a muchas
personas a padecer hambre y a contraer enfermedades. En la población mal alimentada, las enfermedades se
convirtieron en epidemias. La gran mortandad provocada por las epidemias causó un gran descenso de la cantidad de
población. La recaudación de impuestos se hizo cada vez más difícil y las monarquías germanas perdieron poco a poco la
base económica sobre la cual se asentaba el poder de los Estados. Si los reyes no contaban con recursos, no podían
organizar ejércitos, ni sostener tribunales de justicia, ni pagar a sus funcionarios.

Los visigodos

La labor misionera y la plasmación en el Codex Argenteus, efectuada por Ulfilas dieron lugar a la adopción del
cristianismo arriano por parte de algunos sectores populares reducidos, pero no así de las altas clases dirigentes, que,
temiendo las consecuencias de este cristianismo, efectuaron importantes persecuciones entrada la segunda mitad del
siglo IV. Parece que la conversión de los visigodos precedió a la de los ostrogodos.

La inestabilidad provocada por la presión de hunos, sármatas y alanos obligó a los godos a iniciar grandes migraciones,
que tuvieron lugar a finales del siglo IV y principios del siglo V. Fue así como se estableció, durante unos veinticinco años
y desde mediados del siglo V d.C., el reino ostrogodo de Pannonia (a caballo entre las actuales Austria y Hungría). En el
año 489, enviados a Italia por el emperador Zenón, para combatir como federados a las tropas de Odoacro, al mando de
Teodorico, los ostrogodos iniciaban la construcción de su reino en unas nuevas tierras. Atanasio reconocerá años más
tarde -en el 497- a Teodorico como nuevo rey.

El otro gran grupo de godos, los visigodos, con las mismas motivaciones que los ostrogodos, antes expresadas, iniciaron
también importantes migraciones. Los visigodos al mando de Alarico, que había sido nombrado por Arcadiomagister
militum de la Iliria, organizaron la primera gran incursión a Italia, donde llegaron en el año 408. El saqueo de Roma tuvo
lugar dos años más tarde, y después de un largo asedio de cerca de un año en el que participaron no sólo las tropas
visigodas sino también los esclavos bárbaros que se hallaban allí, la Ciudad Eterna se rindió definitivamente. El saqueo
de Roma en el año 410 dio lugar a la pérdida de un símbolo, como era y había sido Roma, y produjo, a la vez, un cambio
en el destino de los visigodos, que tras la firma de un pacto de federación se establecieron en la Aquitania.

En cualquier caso, se había iniciado un proceso irreversible de aculturación para subsistir. Los visigodos llevarían consigo
sus leyes consuetudinarias, sus propias normas para la regulación de su existencia en sociedad y la articulación interna
de la misma; en tanto que duró la época de penetración, que terminó por concretarse en el establecimiento de un
regnum o patria, las realidades de ambos pueblos -romanos y visigodos- serían bien distintas y, seguramente,
encontradas y hostiles; pero, una vez conseguido el asentamiento, comenzaba, para bien y para mal, la obligada
convivencia con las poblaciones romanas provinciales allí asentadas. A partir de aquí nuevos pactos o foedera, así como
transgresiones a los mismos, se irían sucediendo durante la existencia de la pars Occidentis del Imperio y, después, con
la oriental.

Los francos (agregar)

Los francos fueron una comunidad de pueblos procedentes de Baja Renania y de los territorios situados inmediatamente
al este del Rin (Westfalia), que al igual que muchas otras tribus germánicas occidentales entró a formar parte del
Imperio romano en su última etapa en calidad de foederati (antigua República romana a cualquier tribu que, habiendo
suscrito un tratado (foedus), no era considerada colonia romana ni se le había concedido la ciudadanía romana, pero de
la que se esperaba que proporcionara un contingente de soldados cuando Roma lo necesitara. Se consideraba a los latini
aliados de sangre de los romanos, pero el resto eran federados o socii ; Procede pues de la palabra latina foedus, que
designa a un tratado solemne y vinculante de asistencia mutua a perpetuidad entre Roma y otra nación), asentándose
en el Limes (Bélgica y norte de Francia actuales).

Entre los años 355 y 358, el emperador Juliano intentó dominar las vías fluviales del Rin bajo el control de los francos, y
una vez más volvió a pacificarlos. Roma les concedió una parte considerable de la Gallia Belgica, momento a partir del
cual pasaron a ser foederati del Imperio romano, aunque el emperador forzó el retorno de los camavos a Hamaland (un
distrito ahora holandés en la actual Güeldres). De este modo, los francos se convirtieron en el primer pueblo germánico
que se asentó de manera permanente dentro de territorio romano. Limes (Bélgica y norte de Francia actuales).

A pesar de ser aliados de Roma —de hecho contribuyeron a defender las fronteras tras el paso de las tribus germánicas
por el Rin en el 406— desde la década de 420, los francos aprovecharon la decadencia de la autoridad romana sobre la
Galia, para extenderse al sur, de manera que fueron conquistando gradualmente la mayor parte de la Galia romana al
norte del río Loira y al este de la Aquitania visigoda.

La invasión de los francos presionó hacia al suroeste, más o menos entre el Somme y la ciudad de Münster (en la
Renania del Norte-Westfalia actual), y avanzó por la región parisina, donde terminaron con el control romano que
ejercía Siagrio en el 486, y prosiguió hacia los territorios al sur del río Loira, de donde se expulsó a los visigodos a partir
del 507.

Creación del reino


Clodoveo I (Clovis en francés) tenía 15 años cuando sucedió a su padre Childerico I.10 Comenzó una política de
expansión de su autoridad sobre las otras tribus francas y de ampliación de su territorio al sur y oeste de la Galia. Así,
comenzó una campaña militar con la intención de consolidar los varios reinos francos en la Galia y Renania, dentro de la
cual se enmarca la derrota de Siagrio en 486. Esta victoria sobre Siagrio supuso el fin del control romano en la región de
París.

En la batalla de Vouillé (507), Clodoveo, con la ayuda de los burgundios, derrotó a los visigodos, expandiendo su reino al
este, hasta los Pirineos.

La conversión de Clodoveo al cristianismo, tras su matrimonio con la princesa católica burgundia Clotilde en 493, pudo
haber ayudado a acercarle al papa y a otros soberanos cristianos ortodoxos. La conversión de Clodoveo supuso la
conversión del resto de francos. Al profesar la misma fe que sus vecinos católicos, los recientemente cristianizados
francos encontraron mucho más fácilmente su aceptación por parte de la población local galo-romana que otros
pueblos germánicos cristianizados de fe arriana, como los visigodos y ostrogodos, los vándalos, los lombardos o los
burgundios.

Esta estabilidad, sin embargo, no se extendía a la vida cotidiana durante la era merovingia. Los francos eran ante todo
un pueblo guerrero, una característica que lógicamente impregnaba todos los aspectos de su cultura. Aunque en
tiempos de los romanos existía un cierto grado de violencia (sobre todo en la etapa final), la introducción de la práctica
germánica de recurrir a la violencia para solventar disputas y conflictos legales llevó a un cierto grado de anarquía al final
de esta época. Esto afectó al comercio, que llegó a verse interrumpido ocasionalmente, dificultando de manera
creciente la vida cotidiana, lo que desembocó en una progresiva fragmentación y localización de la sociedad en villas. La
alfabetización, aparte de los pocos eruditos eclesiásticos, era prácticamente nula, como en toda la Europa occidental.

Los soberanos merovingios, siguiendo la tradición germánica, tenían la costumbre de dividir sus tierras entre los hijos
supervivientes, ya que carecían de un amplio sentido de la res pública, concebían el reino como una propiedad privada
de grandes dimensiones. Esto dio lugar divisiones territoriales, segregaciones y redistribuciones, reunificaciones y
nuevas particiones, en un proceso que originaba asesinatos y guerras entre las distintas facciones. Esta práctica explica
en parte la dificultad de describir con precisión tanto las fechas como las fronteras geográficas de cualquiera de los
reinos francos, así como de determinar con precisión quién gobernaba en cada una de las regiones. El bajo nivel de
alfabetización durante el periodo franco agrava el problema, ya que se conservan muy pocos documentos escritos.

El área franca se expandió aún más bajo el reinado de los hijos de Clodoveo, llegando a cubrir la mayor parte de la actual
Francia (con la expulsión de los visigodos), pero incluyendo también zonas al este del río Rin, tales como Alamannia (el
actual sudoeste de Alemania) y Turingia (desde 531); Sajonia, en cambio, permaneció fuera de las fronteras francas
hasta ser conquistada por Carlomagno siglos más tarde. A su muerte en 511, repartió el reino entre sus cuatro hijos,
hasta que su hijo Clotario I reunió temporalmente los reinos, tras él, los territorios francos volvieron a dividirse en 561
en Neustria, Austrasia y Borgoña, que habían sido anexionadas por los francos por medio de matrimonios e invasiones.

En cada reino franco, el mayordomo de palacio ejercía las funciones de primer ministro. Una serie de muertes
prematuras que comenzaron con la de Dagoberto I en 639 desembocaron en una sucesión de reyes menores de edad. A
comienzos del siglo VIII, esto había permitido a los mayordomos austrasios consolidar el poder de su propio linaje, lo
cual llevó a la fundación de una nueva dinastía: los carolingios.

Imperio bizantino
Fue un Imperio cristiano medieval de cultura griega cuya capital estaba en Constantinopla o Bizancio (actual Estambul).
Los orígenes del Imperio Bizantino se remontan a la etapa final del Imperio Romano. Inicialmente abarcaba todo el
Mediterráneo oriental, pero con el tiempo fue sufriendo importantes reducciones territoriales.

No existe un consenso general en cuanto a la fecha de inicio del Imperio Bizantino. Para algunos autores, la fecha clave
es la fundación de Constantinopla en el año 330, en tanto que otros estudiosos consideran como acta de nacimiento del
Imperio Bizantino la muerte de Teodosio I, en 395, cuando el Imperio Romano fue definitivamente dividido en dos
mitades, oriental y occidental. Otros piensan que puede hablarse con propiedad de Imperio Bizantino a partir del
momento en que fue depuesto el último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo (476).

La desaparición del Imperio Bizantino se produjo con la caída de Constantinopla en poder de los turcos otomanos, en
1453.

Los fundamentos de la Civilización Bizantina son:

a) Lo Helenístico, esto es, el helenismo parcialmente orientalizado, que se había extendido por gran parte del mundo
Mediterráneo tras las conquistas de Alejandro Magno. Tan importante es este pasado que el cronista Miguel el Sirio (s.
XII) dirá que el Imperio de Constantinopla, que para él comienza con el reinado de Tiberio a fines del siglo VI, es el
Segundo Imperio griego, continuación del primero, identificado con los antiguos reinos helenísticos.

b) Lo Romano, ya que el Imperio de Bizancio es la continuación del Imperio Romano, y a éste debe gran parte de su
organización política, administrativa, militar y financiera. Los bizantinos siempre se llamarán a sí mismos "romanos" -el
término "heleno", hasta el siglo X, es sinónimo de "pagano"-, y el emperador será el "Basileus ton Romeion", es decir,
"emperador de los romanos". Tales denominaciones se seguirán empleando aun en aquellas épocas en que el dominio
del griego es total.

c) El Cristianismo, sin el cual es imposible comprender el espíritu bizantino. La religión se vivía entonces con una
intensidad y un misticismo prácticamente incomprensibles actualmente, lo que explica muchos rasgos de la Civilización
Bizantina que parecen chocantes hoy en día a una humanidad que ha confinado a un rincón marginal de su existencia la
experiencia de lo sagrado. Bizancio, y esto constituye su genio, según Dionisios Zakythinós, supo llevar a cabo una
síntesis entre lo helenístico, lo romano y lo cristiano; ello, por ejemplo, moderó las formas despóticas y absolutistas
propias del Oriente. Este helenismo cristianizado se tornará cada vez más "bizantino". Lo cristiano estará siempre
presente; en cuanto a los otros dos factores, predominará uno u otro según el período que se estudie.

Origen

Para asegurar el control del Imperio Romano y hacer más eficiente su administración, Diocleciano, a finales del siglo III,
instituyó el régimen de gobierno conocido como tetrarquía, dividiendo el imperio en dos mitades, gobernadas por dos
emperadores (augustos), cada uno de los cuales llevaba asociado un "vice-emperador" y futuro heredero (césar). Tras la
abdicación de Diocleciano el sistema perdió su vigencia, y se abrió un período de guerras civiles que no concluyó hasta
324, cuando Constantino unificó ambas partes del Imperio.

Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio como nueva capital en 330. La llamó "Nueva Roma" pero se le conoció
popularmente como Constantinopla (en Griego Κωνσταντινούπολις, Constantinoúpolis). La nueva administración tuvo
su centro en la ciudad, que gozaba de una envidiable situación estratégica y estaba situada en el nudo de las más
importantes rutas comerciales del Mediterráneo oriental.

Constantino fue también el primer emperador en adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su influencia a
lo largo del siglo IV y terminó por ser proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha centuria, religión oficial
del Imperio.
A la muerte del emperador Teodosio, en 395, el Imperio se dividió definitivamente: Honorio, su hijo mayor, heredó la
mitad occidental, con capital en Roma, mientras que a su otro hijo Arcadio le correspondió la oriental, con capital en
Constantinopla. Para la mayoría de los autores, es a partir de este momento cuando comienza propiamente la historia
del Imperio Bizantino. Mientras que la historia del Imperio Romano de Occidente concluyó en 476, cuando fue depuesto
Rómulo Augústulo, la historia del Imperio Bizantino se prolongará durante casi un milenio.

Historia temprana

En tanto que el Imperio de Occidente se hundía de forma definitiva, los sucesores de Teodosio fueron capaces de
conjurar las sucesivas invasiones de pueblos bárbaros que amenazaron el Imperio de Oriente. Los visigodos fueron
desviados hacia Occidente por el emperador Arcadio (395-408). Su sucesor, Teodosio II (408-450) reforzó las murallas de
Constantinopla, haciendo de ella una ciudad inexpugnable (de hecho, no sería conquistada por tropas extranjeras hasta
1204), y logró evitar la invasión de los hunos mediante el pago de tributos hasta que, tras la muerte de Atila, en 453, se
disgregaron y dejaron de representar un peligro. Por su parte, Zenón (474-491) evitó la invasión del ostrogodo
Teodorico, dirigiéndolo hacia Italia.

La unidad religiosa fue amenazada por las herejías que proliferaron en la mitad oriental del Imperio, y que pusieron de
relieve la división en materia doctrinal entre las cuatro principales sedes orientales: Constantinopla, Antioquía, Jerusalén
y Alejandría. Ya en 325, el Concilio de Nicea había condenado el arrianismo, que negaba la divinidad de Cristo. En 431, el
Concilio de Éfeso declaró herético el nestorianismo. La crisis más duradera, sin embargo, fue la causada por la herejía
monofisita, que afirmaba que Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina. Aunque fue también condenada por el concilio
de Calcedonia, en 451, había ganado numerosos adeptos, sobre todo en Egipto y Siria, y todos los emperadores
fracasaron en sus intentos de restablecer la unidad religiosa. En este período se inicia también la estrecha asociación
entre la Iglesia y el Imperio: León I (457-474) fue el primer emperador coronado por el patriarca de Constantinopla.

A finales del siglo V, durante el reinado del emperador Anastasio I, el peligro que suponían las invasiones bárbaras
parece definitivamente conjurado. Los pueblos germánicos, ya asentados en el desaparecido Imperio de Occidente,
están demasiado ocupados consolidando sus respectivas monarquías como para interesarse por Bizancio.

La época de Justiniano

Durante el reinado de Justiniano (527-565), el Imperio llegó al apogeo de su poder. El emperador se propuso restaurar
las fronteras del antiguo Imperio Romano, para lo que emprendió una serie de guerras de conquista en Occidente:

• Entre 533 y 534 un ejército al mando del general Belisario conquistó el reino de los vándalos, en la antigua provincia
romana de África. El territorio, una vez pacificado, fue gobernado por un magister militum.

• Entre 535 y 536, Belisario arrebató a los ostrogodos Sicilia y el Sur de Italia, llegando hasta Roma. Tras una breve
recuperación de los ostrogodos (541-551), un nuevo ejército bizantino, comandado esta vez por Narsés, anexionó de
nuevo Italia al Imperio.

• En 552 los bizantinos intervinieron en disputas internas de la Hispania visigoda y anexionaron al Imperio extensos
territorios del sur de la Península Ibérica. La presencia bizantina en Hispania se prolongó hasta el año 620.

Con Justiniano se cierra prácticamente el "ciclo latino" y triunfan las tendencias helenizantes. Por un lado, fiel a la
tradición romana, se lanza a la aventura de reconquistar para el Imperio el Mediterráneo, empresa que no tuvo
resultados duraderos y después de la cual Bizancio concentrará sus energías en el Oriente. Por otra parte, bajo su
mandato se realiza una hercúlea labor de recopilación del Derecho Romano, el Corpus Iuris Civilis, en latín; sin embargo,
es en su época cuando se comienza a legislar en griego, de más fácil comprensión puesto que era la lengua corriente en
el Imperio.
El patriotismo romano, así, cede ante el patriotismo griego, ya que es el griego, ahora, la "patrios foné", la lengua patria.
El predominio de la lengua helénica en el oriente bizantino permitirá la comunicación fluida con el pasado helénico
clásico y con la patrística cristiana que, como se aprecia en los escritos de San Basilio Magno o de Gregorio Nacianceno,
se había nutrido del pensamiento filosófico griego. Efectivamente, la lógica aristotélica fue puesta al servicio del
pensamiento teológico, convirtiéndose en la más estudiada por los teólogos bizantinos. Este contacto con el pasado
clásico se mantendrá siempre en el Imperio, y puede decirse que el helenismo bizantino es a la Edad Media lo que el
helenismo clásico es a la Antigüedad.

Entre los siglos VII y IX se produce la llamada "Gran Brecha del Helenismo", abismo que separa dos paisajes históricos
bien definidos. En Grecia, durante dos siglos, entre 650 y 850, la vida se empobrece y la actividad intelectual parece
detenerse.

La política religiosa

Tras la resolución del conflicto iconoclasta, se restauró la unidad religiosa del Imperio. No obstante, hubo de hacerse
frente a la herejía de los paulicianos, que en el siglo IX llegó a tener una gran difusión en Asia Menor, así como a su
rebrote en Bulgaria, la doctrina bogomilita.

Durante esta época fueron evangelizados los búlgaros. Esta expansión del cristianismo oriental provocó los recelos de
Roma, y a mediados del siglo IX estalló una grave crisis entre el patriarca de Constantinopla, Focio y el papa Nicolás I,
quienes se excomulgaron mutuamente, produciéndose una primera separación de las iglesias oriental y occidental que
se conoce como Cisma de Focio. Además de la rivalidad por la primacía entre las sedes de Roma y Constantinopla,
existían algunos desacuerdos doctrinales. El Cisma de Focio fue, sin embargo, breve, y hacia 877 las relaciones entre
Oriente y Occidente volvieron a la normalidad.

La ruptura definitiva con Roma se consumó en 1054, con motivo de una disputa sobre el texto del Credo, en el que los
teólogos latinos habían incluido la cláusula filioque, significando así, en contra de la tradición de las iglesias orientales,
que el Espíritu Santo procedía no sólo del Padre, sino también del Hijo. Existía también desacuerdo en otros muchos
temas menores, y subyacía, sobre todo, el enfrentamiento por la primacía entre las dos antiguas capitales del Imperio.

Crisis de los siglos V a VII, transición al feudalismo

Los pueblos germanos admiraban el Imperio Romano e intentaron conservar muchas de sus tradiciones políticas,
administrativas y religiosas. Sin embargo, luego de la derrota de los ejércitos imperiales, a fines del siglo V, se desató una
seria crisis en los reinos romano-germánicos.

Crisis política: inestabilidad de las monarquías germanas. Desde el punto de vista político, la crisis se reflejó en la
permanente inestabilidad de las monarquías germanas y en la incapacidad de los reyes para conservar el aparato fiscal
del Imperio. El sistema fiscal romano consistía en el pago de impuestos por la persona, por la superficie de tierra que se
poseía y una serie de impuestos sobre el comercio y la industria. La recaudación de los tributos se realizaba en cada
ciudad y provincia bajo la dirección de funcionarios del Estado. Una vez instalados en las tierras públicas del Imperio, los
reyes germanos comenzaron a enviar a sus delegados —condes, duques y dignatarios de la Iglesia— hacia las zonas que
intentaban dominar, con la misión de impartir justicia y recaudar impuestos. Pero el sistema fiscal del Imperio Romano
estaba en decadencia y la población se resistía a pagar impuestos. La ruptura del Estado romano había dejado un vacío
de poder que la nobleza germana no pudo reemplazar inmediatamente.

Crisis social: conflicto generalizado. En cuanto a la vida social, las familias nobles luchaban entre sí por la sucesión al
trono, lo que acentuaba la debilidad política de los poderes reales. Las poblaciones se rebelaron contra la obligación de
pagar impuestos y, en muchos casos, las revueltas terminaron en el asesinato de los encargados de recaudarlos. Los
sectores más humildes —esclavos, colonos y campesinos—, para liberarse de los tributos, escapaban de sus lugares de
origen y formaban comunidades de campesinos independientes. Las clases gobernantes de los reinos romano-
germánicos no eran ricas. Se habían apropiado de grandes extensiones de tierras pertenecientes al Estado romano, pero
no podían someter a los campesinos y obligarlos a trabajar. Por este motivo, gran parte de las tierras permanecían sin
cultivar. Las clases gobernantes tenían dificultades para acumular riquezas porque carecían de suficiente mano de obra.
Por toda Europa se habían formado comunidades de campesinos independientes. Esos campesinos, al no estar
presionados por una autoridad que les exigiera el pago de impuestos, producían sólo los bienes necesarios para su
subsistencia. Como no había producción sobrante, tampoco había bienes para vender y eso produjo una disminución del
comercio.

Relaciones feudo-vasalláticas

Las Relaciones de Vasallaje también llamadas feudo-vasalláticas se establecían entre un noble de mucho poder (Señor
Feudal) y otro noble de menor poder (vasallo).

En virtud de la relación de vasallaje, el Señor Feudal le da al vasallo: protección, mantenimiento, y el dominio sobre un
conjunto de tierras (llamados feudos o señorío) y sobre sus habitantes (siervos) que estarán obligados a trabajar para él.
En contrapartida, el vasallo debe proveer a su Señor apoyo militar y fidelidad.

Cuando un vasallo recibía un feudo de importantes dimensiones, podía a su vez ceder parte de él a otro u otros nobles
de menor rango que él, estableciendo con ellos una nueva relación de vasallaje. En este caso él tomaría rol de Señor
Feudal y quienes reciben el feudo, son sus vasallos.

En la parte superior del esquema aparece el rey, quien era “técnicamente” el dueño de todas las tierras, por lo que en
última instancia todos los nobles le debían fidelidad. Pero en la realidad, el rey no poseía más que dominio efectivo
sobre las pocas tierras que había reservado para sí mismo, sin poder efectivo sobre el resto de los territorios que
controlaban otros grandes Señores.

Este pactos personal señores y vasallos se efectivizaba a través de una ceremonia que se llamaba investidura. Era
realizada ante otros miembros importantes de la sociedad que eran testigos del vínculo forjado. El vasallo declaraba su
voluntad de ponerse al servicio de su señor (homenaje), y el señor tomaba luego sus manos simbolizando la protección y
mediante un beso sellaban la alianza.

El vasallo luego realizaba un juramento sobre la Biblia. Finalmente el señor efectuaba la investidura, donde mediante la
entrega de un objeto (tierra, por ejemplo) se simbolizaba la entrega del feudo. Se establecía así un contrato en el que
cada uno debía honrar sus obligaciones recíprocas.

Surgimiento de los señores feudales

Durante la crisis de los siglos V al VII, la capacidad financiera de los Estados germanos había disminuido y los reyes
comenzaron a pagar a sus funcionarios con tierras pertenecientes a la corona. Este recurso, cada vez más frecuente y
extendido, fue debilitando la riqueza territorial y el poder de los Estados. Los condes, duques, obispos y abades obtenían
así, tierras y poderes políticos delegados por los reyes para administrar justicia y recaudar impuestos. Rodeados de sus
séquitos de caballeros armados, estos nobles recorrían las aldeas campesinas actuando como jueces y gobernantes en
nombre de los reyes. De a poco, estos funcionarios comenzaron a utilizar los poderes de sus cargos para dominar a los
campesinos y apropiarse de sus tierras. En el caso de las comunidades campesinas libres o alejadas de la zona de
influencia inmediata, debieron utilizar métodos pacíficos; por ejemplo, el ofrecimiento de obsequios a cambio de lealtad
y de hospedaje para los jefes y sus tropas. Estas relaciones de reciprocidad entre los jefes y sus séquitos armados y los
campesinos —que tienen su origen en las prácticas de las antiguas comunidades campesinas germanas— se
transformaron lentamente en relaciones de explotación y de dominio cuando los jefes, convertidos en señores,
comenzaron a cobrar tributos y rentas a los campesinos sin ofrecer nada a cambio. Por otra parte, los condes disponían
de hombres armados para imponerse por medio de la violencia y subordinar a las comunidades campesinas más débiles.

Era frecuente que los campesinos se endeudaran con los señores a causa de malas cosechas. Cuando no podían devolver
lo recibido, los señores se apropiaban de sus tierras.

El surgimiento del Islam

Hasta el siglo VII, los árabes fueron un pueblo con una lengua común, pero dividido en diferentes tribus. Esas tribus
eran enemigas entre sí y se asentaban en forma dispersa por el territorio de Arabia. La península Arábiga posee amplias
zonas desérticas y algunos parajes favorecidos por la presencia de reservas de agua y vegetación, los oasis. Alrededor de
los oasis surgieron poblaciones agrícolas sedentarias y una serie de ciudades. La mayoría de la población, sin embargo,
era nómada. Los árabes se desplazaban en caravanas de camellos a lo largo de la península, transportando mercancías
que obtenían en sus contactos con las civilizaciones vecinas: la persa, la china y la bizantina. Las tribus árabes eran
politeístas, sostenían el culto a la Piedra Negra, una piedra sagrada atesorada en el templo de la Kaaba, en la ciudad de
La Meca. Cada año, llegaba a La Meca una multitud de peregrinos para reunirse junto a la piedra sagrada. La Meca era
también un importante centro comercial, punto de llegada de las caravanas de mercaderes.

Mahoma y el nacimiento del Islam

En la ciudad de La Meca, en el año 570, nació Mohammed ibn Abadía, conocido como Mahoma, en el seno de una
familia de comerciantes. Su actividad comercial le permitió conocer otras culturas y religiones, como las que practicaban
las comunidades judías y cristianas del norte de Arabia y de Siria. A los 40 años, Mahoma sostuvo haber recibido la
palabra de Dios (“la revelación”) y comenzó a predicar una nueva religión monoteísta, es decir, basada en la creencia en
un dios único: Alá. El mensaje de Mahoma instaba a sus conciudadanos a dejar de adorar ídolos y a someterse a la
voluntad de Alá. A medida que sus seguidores crecían en número, Mahoma despertó la hostilidad de la tribu de los
quraysíes, que controlaban la Kaaba en La Meca, quienes temían que la aceptación de las prédicas de Mahoma pusiera
en peligro su control del santuario. La hostilidad se transformó en persecución y, en el año 622, Mahoma y sus
seguidores debieron abandonar la ciudad y retirarse a la ciudad de Medina. Esta emigración (Hégira en árabe) marca el
inicio de la era musulmana. Mahoma logró el apoyo de una serie de tribus y en el año 630, a la cabeza de una federación
de tribus, retornó a La Meca, abolió el antiguo culto pagano, pero conservó el santuario de la Kaaba como un espacio
sagrado y de peregrinación. La religión islámica “Islam” significa sumisión a la voluntad divina, y “musulmán” es quien se
somete a la voluntad divina. La religión islámica tomó elementos de las dos religiones monoteístas que la precedieron: el
judaísmo y el cristianismo. Reconoce a los profetas anteriores a Mahoma, desde Abraham hasta Jesús, pero considera a
Mahoma como el último profeta en haber recibido la Revelación de Dios. La principal fuente de la fe islámica es el
Corán, revelación de Dios recitada a su Profeta. El Corán fue escrito luego de la muerte de Mahoma. Se compone de 114
suras o capítulos, que contienen las enseñanzas del Profeta. Otra fuente es el hadit, la tradición, frases o acciones
vinculadas con el Profeta y transmitidas por sus allegados. El núcleo de la ley islámica son cinco preceptos que todo
musulmán debe cumplir: la profesión de fe en Alá, Dios único, y en Mahoma, su profeta; la realización de una plegaria,
cinco veces al día en dirección a La Meca; la limosna; el ayuno durante el mes Ramadán (abril) y la peregrinación a La
Meca, al menos una vez en la vida. El Islam predica a favor de la “guerra santa”, como modo de luchar contra los árabes
paganos. Con otras religiones, los musulmanes adoptaron una actitud de tolerancia. Reconocieron al cristianismo y al
judaísmo como las religiones que cuentan con un libro sagrado auténtico. Por este motivo, cuando se expandieron sobre
poblaciones judías y cristianas, les permitieron continuar profesando sus creencias a cambio del pago de un impuesto,
en señal de sumisión y de respeto a la ley islámica.
La expansión del Islam

A la muerte de Mahoma (año 632), le sucedieron los califas —vicarios del Profeta— cuya función era dirigir a la
comunidad y aplicar la ley islámica. Los primeros califas afirmaron su poder sobre las tribus que amenazaban con
disociarse, mediante una política de conquistas, que extendió la religión islámica por gran parte de Asia, África y Europa.
Entre los siglos VII y VIII, los musulmanes conquistaron Irak, Palestina, Siria y Egipto, pertenecientes a los imperios persa
y bizantino. A mediados del siglo VII, anexaron Asia Menor, Transoxiana (porción de Asia central que ocupaba
aproximadamente el territorio actual de Uzbekistán), Irán y el norte de África. Desde África, los musulmanes se
aventuraron a la conquista de Europa. A principios del siglo VIII, desembarcaron en España, se impusieron sobre los
visigodos y se instalaron en la mitad sur de la península. Allí formaron un reino duradero, cuyo último baluarte, el reino
de Granada, se mantuvo hasta fines del siglo XV.

El Imperio se organizó bajo un Estado totalitario y propietario único de todas las tierras conquistadas. Para mantener sus
tierras, los antiguos propietarios debían pagar un tributo al Estado. Del mismo modo que la sociedad feudal europea, la
sociedad musulmana se basaba en el trabajo agrario. Pero a diferencia de la sociedad feudal, en el mundo islámico no
surgieron propietarios privados de feudos con poderes políticos, porque la totalidad de las tierras y del poder político
estaba en manos del Estado. Las posesiones en España, norte de África, Sicilia, Palestina y Asia Menor permitieron la
creación de un gran imperio comercial, que compraba y vendía mercancías (esclavos, armas, oro, especias, paños) que
circulaban entre Europa occidental, África y Asia.

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