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La construcción de la otredad o alteridad

Margarita Ondelj

Para Michel Foucault (1926-1984), el conjunto de las “ciencias humanas” -dentro de las que ubicaba a la antropología-
se configuró en el siglo XIX cuando por primera vez se planteó el interés científico por estudiar qué es el “hombre” y
qué hace: “aquello que el hombre es en su positividad (ser vivo, trabajador, parlante) y aquello que permite a este
mismo ser saber (o tratar de saber) lo que es la vida, en qué consisten la esencia del trabajo y sus leyes y de qué manera
puede hablar” (1968: 343); es decir, cuando se diferenciaron algunas disciplinas que ubicaron al “hombre” como objeto
de estudio que reflexiona sobre sí mismo se lo transformó en un “ser empírico-trascendental” (1968: 340).1
Hacia fines del siglo XIX la antropología recortó un campo de estudio en la ciencia occidental como disciplina facultada
para estudiar el modo de vida (o “cultura”), las características físicas, las producciones materiales y las lenguas de las
sociedades sometidas por las potencias europeas al sistema colonial.
Pero el interés por encontrar explicaciones a las diferencias observadas con otrxs grupos -y el deseo de transmitir esas
conclusiones a los propixs- es anterior a esa época.
En la Antigua Grecia (1200 a 146 a C), lxs “otrxs” son quienes no viven en la ciudad ni bajo la ley. Son lo opuesto al
ciudadano de la polis: se los llama bárbaros para distinguirlos de los civilizados. De igual modo se puede identificar a
lxs otrxs como herejes -si nosotrxs somos cristianos- o como salvajes -si ocupamos el lugar de la civilización- (Garreta
2001).
Las representaciones sobre quiénes son, qué piensan, o por qué hacen lo que hacen lxs otrxs son construcciones
relacionadas con los intereses y motivaciones del grupo al que se pertenece.
Como señala Mariano Garreta, a partir del siglo XVIII:
“es posible, y esto es fundamental, comparar a salvajes y civilizados. Siendo la humana una razón universal, el
civilizado puede ponerse en el lugar del salvaje y pensar como tal (y el salvaje puede esperar asimismo algún día
pensar como un civilizado) y por lo tanto pensar el salvajismo o el estado de naturaleza, como un estado de la
sociedad. (…) Estar dotado del estado de civilización es, en efecto, detentar la capacidad necesaria para civilizar”
(Garreta, 2001: 14).
A lxs nativxs, asociadxs al estado de naturaleza, se les atribuyó una valoración negativa cuando se les representaba
como lo incontrolable y peligroso (el salvaje temible y amenazador); o por el contrario positiva cuando se los
identificaba como la expresión de un estado idílico, de inocencia, que debía ser conservado o al que se aspiraba volver.
En ocasiones, la variedad de modos de vida se asociaba con determinado medio ambiente natural o clima que
determinaba que los habitantes de los trópicos fuesen tranquilos, haraganes, dormilones, pasivos a diferencia de los
habitantes de zonas más frías que son activos, trabajadores e inquietos. En el siglo XVIII, Montesquieu (1689-1755)
afirmaba:
“En los países cálidos, sostiene Montesquieu, ‘la parte acuosa de la sangre se evapora mucho por la transpiración’.
El consumo de agua es así necesario para substituir el líquido evaporado; mientras que el consumo de licores sería
perjudicial, ya que ‘coagularían los glóbulos de la sangre que quedan después de la evaporación de la parte acuosa’.
En los países fríos, en cambio, los licores fuertes ‘que dan movimiento a la sangre’, pueden ser convenientes.
Ocurre, por tanto, que: ‘la embriaguez se encuentra establecida en toda la tierra en proporción a la frialdad y
humedad del clima. Si se va del ecuador al polo norte se verá aumentar la embriaguez con los grados de latitud’.
(…) Los efectos de ingerir alcohol varían en los diferentes climas; así, las leyes que prohíben el alcohol en los países
cálidos son razonables, mientras que tales prohibiciones carecen de sentido en los fríos. En definitiva, concluye

1
Si bien en sus inicios estuvo ligada a las ciencias humanas, hoy en día en la mayoría de los centros de enseñanza e investigación
de la disciplina se la considera una ciencia social.
Montesquieu: ‘las distintas necesidades en los diferentes climas han dado origen a los diferentes modos de vida, y
éstos, a su vez, han dado origen a las diversas especies de leyes’” (Urteaga, 1993).
Por su lado, y en la misma época que el filósofo anterior, Rousseau (1712-1778) sostuvo una mirada positiva sobre las
sociedades no-occidentales:
“el hombre salvaje y el hombre civilizado difieren de tal modo por el corazón y por las inclinaciones, que aquello
que constituye la felicidad suprema de uno reduciría al otro a la desesperación. El primero sólo disfruta del reposo
y de la libertad, sólo pretende vivir y permanecer ocioso, y la ataraxia2 misma del estoico3 no se aproxima a su
profunda indiferencia por todo lo demás. El ciudadano, por el contrario, siempre activo, suda, se agita, se atormenta
incesantemente buscando ocupaciones todavía más laboriosas; trabaja hasta la muerte, y aun corre a ella para
poder vivir, o renuncia a la vida para adquirir la inmortalidad; adula a los poderosos, a quienes odia, y a los ricos, a
quienes desprecia, y nada excusa para conseguir el honor de servirlos; alábase altivamente de su protección y se
envanece de su bajeza; y, orgulloso de su esclavitud, habla con desprecio de aquellos que no tienen el honor de
compartirla” (Rousseau 1754).
Hacia finales del siglo XVIII, el Romanticismo (que fue un movimiento cultural con arraigo en Alemania y el Reino
Unido), se opuso a la supremacía de la “razón” defendida por el Iluminismo y -entre otras cuestiones- promovió el
gusto por lo misterioso y distante. Esa fascinación por lo desconocido y extraño de la naturaleza y las costumbres de
otrxs grupos se conoce como exotismo y configuró las imágenes que en la época se difundieron sobre las sociedades
nativas.
A lo largo de la historia, exploradores, comerciantes, religiosos, artistas, militares, naturalistas, migrantes –entre otrxs-
experimentaron el trato con distintas comunidades. Las diferentes lenguas, costumbres, creencias, formas de
subsistencia, representaciones simbólicas, modos de organización, tipos de vivienda o vestido, gustos estéticos, etc.
despertaron el asombro y la curiosidad de los europeos, del mismo modo que lo hacían el paisaje, la flora y la fauna,
el clima, los sonidos, los olores o los colores (Krotz 1994; Rossi y O’Higgins 1981).
Pero hacia fines del siglo XIX, la activa intención de Occidente por reconocerse como parte de un colectivo diferente y
opuesto a los otrxs adquirió estatus científico a través del estudio de la otredad o alteridad.
“Alteridad, pues, “capta” el fenómeno de lo humano de un modo especial. Nacida del contacto cultural y
permanentemente referida a él y remitiendo a él, constituye una aproximación completamente diferente de
todos los demás intentos de captar y de comprender el fenómeno humano. Es la categoría central de una
pregunta antropológica específica” (Krotz 1994: 9).
A diferencia de las descripciones a-sistemáticas sobre otras sociedades y sus estilos de vida contenidas en los relatos
de viajeros y pensadores,4 el interés en el conocimiento de la alteridad se institucionalizó y la antropología buscó
profesionalizarse y legitimarse. En el momento en que las potencias occidentales imponían renovadas relaciones de
sometimiento a otros pueblos (colonialismo del siglo XIX) se establecieron los límites con otras disciplinas, las
características del trabajo de investigación y enseñanza, y las formas de obtener recursos para llevar a cabo las
actividades de la profesión.
La producción de conocimiento científico está relacionada con las condiciones históricas (también económicas,
políticas, culturales) de cada época o momento y se manifiesta por ejemplo en la selección de los temas de interés y
de las teorías que fundamentan las explicaciones. Otro tanto sucede con la enseñanza de la disciplina que se orienta y
transforma de acuerdo con los conocimientos disponibles en un momento dado y con los procesos sociales en los que
las prácticas profesionales y académicas están comprometidas.

2
Ataraxia es un estado de calma, tranquilidad, imperturbabilidad.
3
En filosofía el estoicismo es la doctrina basada en el dominio de las pasiones.
4
Por ejemplo los relatos de Herodoto (484 a 425 a.C), Marco Polo (1254-1324), Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566), entre
otrxs.
Como sugiere María Rosa Neufeld “hubo y hay una articulación importante entre los procesos políticos y los cambios
de las sociedades en que se desarrolla la Antropología y las transformaciones que han ido sucediendo en la disciplina
misma” (2010: 7).

Bibliografía
Foucault, Michel. 1968. “Capítulo X: Las ciencias humanas”. En Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias
humanas. Buenos Aires. Siglo XXI editores Argentina. (pp. 334-375). Y disponible en:
https://monoskop.org/images/1/18/Foucault_Michel_Las_palabras_y_las_cosas.pdf Consultado el 12/12/2018.
Garreta, Mariano Juan. 2001. “Ciencias Antropológicas”. En Garreta, Mariano y Bellelli, Cristina (compiladores). La
trama cultural. Textos de antropología y arqueología. Segunda edición, Buenos Aires, Ediciones Caligraf, pp. 11-17.
Krotz, Esteban. 1994. “Alteridad y pregunta antropológica” En ALTERIDADES 4 (8):5-11.
Neufeld, María Rosa. 2010. “Procesos sociales contemporáneos y el desarrollo de la Antropología Social y Política” En
Neufeld, M. R. y Novaro, G. (compiladoras). Introducción a la Antropología Social y Política. Relaciones sociales.
Desigualdad y poder. Buenos Aires. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. (pp. 7-
45).
Rossi, Ino y O’Higgins, Edward. 1981. “El desarrollo de las teorías de la cultura”. En Teorías de la cultura y métodos
antropológicos. Cap. 1. Barcelona, Editorial Anagrama.
Rousseau, Jean Jacques. “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres” En
https://www.google.com.ar/search?tbm=bks&hl=es&q=discurso+sobre+el+origen+de+la+desigualdad Consultado el
05/03/2019.
Urteaga, Luis. 1993. “La teoría de los climas y los orígenes del ambientalismo” En GEO Crítica Cuadernos Críticos de
Geografía Humana. Año XVIII. Número: 99. Universidad de Barcelona. Disponible en:
http://www.ub.edu/geocrit/geo99.htm

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