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En mayo de 2007 David Miralles publica su libro Lord Banana y otros cuentos.
En una entrevista que le hiciera posteriormente José Mariquina desde su natal Valdivia,
éste le pregunta sobre la posible sorpresa de un viraje del poeta a la narrativa, a lo cual,
Miralles postula la misma como su primera vocación. Así pues, Lord Banana es un
regreso al lugar donde muchos años antes comenzara el viaje épico en que el escritor se
Me leo a mí mismo
y no puedo celebrarme
al comprobar que toda ficción
se reproduce a sí misma
ante los propios ojos del fabulador
que toma por suyo
aquello que abandona
en los campos vacíos de su imaginación.
Me leo y me obligo
a este acto sacrílego.
Tal vez entonces sea ese acto sacrílego de mirarse a sí mismo lo que simboliza la
narradores; sólo la frase lapidaria del sentido común o los diálogos en argot chileno, que
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si bien pueden resultar extraños para el lector mexicano, no por ello dejan de ser
entendidos por lo que el mismo Miralles dice en la entrevista con Mariquina hablando a
propósito de cómo sería para un colombiano descifrar frases como “seco p’al cornete”
incrustaciones algo abstractas, cuyo sentido se vislumbrará tal vez por cierta cualidad,
su vez, local.
mujer subversiva. “El abominable Chepo” abreva del relato policíaco y deja suspendido
apunte gótico que bien puede recordarnos a Aura de Fuentes o a La cena, de Alfonso
Reyes, pero siempre desde una perspectiva más desenfadada, coloquial, y por lo mismo
más terrible. El humor llano se encuentra en relatos como “Las mutantes”, donde el
personaje de don Fanta es un referente del típico compadre que cualquier persona puede
natal ciudad austral de Miralles: Valdivia. Podemos reinventar con al imaginación, los
que no hemos estado ahí, lugares como el barrio de Las Ánimas, nombre de por sí
sugerente, o Santa María la Blanca, donde César Díaz, contemporáneo, colega y amigo
de Miralles, dice: “La ciudad que predomina en las narraciones (de Miralles) es Santa
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María la Blanca de Valdivia. Los guiños a la literatura local abundan, pero la anécdota
se aleja del centro de la pintoresca ciudad para inmortalizar el espacio del barrio. Son
así los sectores viejos de la ciudad los que se incorporan a la ficción literaria. Este
República, o las calles por donde transita el detective de Pedro Guillermo Jara. Miralles
se las ingenia para mostrarnos otras veredas de la misma ruinosa ciudad, anterior al
observarla.”
de melancolía para dar paso a un collage de historias que reinventan la experiencia del
ficción.
Lord Banana, el cuento que da título al libro que hoy presentamos, es el más
sentido. Cito las palabras de César Díaz, que mejor resumen el relato: “Hace muchos
años, en nuestros tiempos de universidad, quizás en alguna conversación que nada tenía
que ver con la literatura, Miralles me contó la historia que articula este cuento: el viejo
director de escuela que seduce a la joven maestra. Aquí sucede como en otros relatos
donde se trata como temática la experiencia sexual en los años escolares, la iniciación
escuchar la sabiduría de los más viejos y más experimentados. Está aquí también, el
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espacio adecuado para el voyerismo, donde se reflexiona y presenta de manera
genera aquí una comedia de enredos que desencadena la participación de todo el aparato
orgía descarnada que se repite bajos distintas fórmulas a través de los años y de la cual
se busca redención a través de la vía confesional. Espacio para que el lector se moje los
labios y decida si avanza o cierra el paso a este juego literario; a este ejercicio de
voyerismo; a este coito clandestino. La madeja que se enreda a partir de los problemas
juicio, sumados a la evocación como acto fallido, resultan la síntesis del fracaso de la
propuesta es temible: Miralles cuestiona desde sus más profundos cimientos, lo que hoy
posiblemente víctima de algún ataque si leyera semejante relato, porque el discurso que
lenguaje, además de que para rematar, este es el único cuento que se sitúa en Argentina.
Como habíamos comentado de principio, en este cuento, más que nunca, la literatura se
desacraliza y es sólo un pretexto para formulaciones que van a ninguna parte. El efecto
que consigue es la reflexión sobre los límites de la palabra y su elasticidad, todo regado
de una socarronería feroz y desalmada. La ironía está en juego y es el arma que sacude
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los cimientos propios del acto de habla. Lo más curioso es que el lector nunca puede de
siempre como referente tácito, así que Miralles logra infectarnos de curiosidad por algo
que no sabemos situarlo como realidad o una más de sus tretas literarias.
“Mariposas a las seis” tiene un comienzo ciertamente escalofriante: “¿A ti te pasa como
a mí Carlos?... ¿Te pasa a ti que en lo mejor de una conversación ves el rostro de papá
discurso sobre la locura. Sobre lo cuerdo de la locura también; donde el narrador en una
especie de trance caínico, arenga la perfección del Otro, de su doble perfecto. Aquí la
búsqueda no es ya por los límites de la palabra, sino por los de la imagen. Todo el fluir
Pero dejemos pues, que sea el propio autor, quien nos abisme en los mundos