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El hechizo

World Wide Witch,


Y mi catedral.
MIGUEL ÁNGEL MENDARO JOHNSON
W W W .M EN D A R O -ES.C O M

© Del texto: 2011, MIGUEL ÁNGEL MENDARO JOHNSON


www.mendaro-es.com
© De las ilustraciones: 2011, MIGUEL ÁNGEL MENDARO JOHNSON

Todos los derechos reservados.


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¡Qué impresión da derretirse en colores al traspasar el vitral de mi propia catedral!

Es complicado, pero toda historia tiene un principio y la mía comienza así:

¡Maldita tú, la bruja que me hechizó!


¿Qué más puedo decir, desde aquí, siendo lo que soy… que no sé ni qué soy? Eso es
exactamente… ¡Maldita! Bruja de metro ochenta y tres, que en una noche de luna llena,
a las nueve en punto, tuve la desgracia de cruzarme en un cruce subterráneo. ¿Por qué no
hice caso a mis aferrados instintos? ¡Estaban atrofiados! Hermosa mujer; no lo niego, ni
lo negaré a pesar de mi oscuro rencor…

Bruja, bruja, ¡BRUJA!

¿Por qué te miraría? ¿Por qué nuestros ojos colisionaron? Si hubiera pasado de largo, si
no hubiera bajado los siete escalones, ¿habría sucedido lo mismo? Seguro que sí. Intuyo
que sí. Después de todo, llevabas semanas siguiéndome, oliéndome.

Un, dos, tres… y sentí un pavoroso temblor. Percibí su aliento en la nuca, clavó sus
garras en mi hombro derecho y lanzó un terrible hechizo. Un embrujo que me encogió
tanto que por poco me evaporo.

Una pulga a mi lado era tres veces un elefante.


¡Sin trompa!
Intenté huir de la bruja pero era ciclópea y yo imperceptible.

¡No me pises, no, no, noooo me pises! Supliqué.

¿Pisarte? ¿Como una hermosa y deliciosa cucucucaracha? ¡Me divertiré antes contigo,
no lo dudes! ¡Yi, hi, hi, hiiiiiiiiiiii!

De su bolso sacó un pendrive decorado con piedras preciosas. Lo acercó a sus labios
pintados de morado y a continuación enunciaría unas palabras en una lengua
desconocida y ancestral (que sonaban más o menos así: trinhilem, jumpritel…) introdujo
el artefacto entre ellos y, como una pajita sorbe el líquido de un vaso, me aspiró
deshaciéndome en millones de partículas, hasta que me atrapó en el interior del
artefacto.

Fue la última vez que tuve forma humana y la primera que no tenía una palabra para
definirme.
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Debo reconocer que estar en el interior de un pendrive difiere bastante de lo que supuse
que sería. De hecho, ni conjeturé el retorcido concepto de que podría estar dentro de
uno. ¡Por favor, en un pendrive! Y me resultaría harto laborioso dar con las palabras
adecuadas para describir este trasto tecnológico.

Cuando te fragmentas en un sinnúmero de trocitos, uno debe cultivarse en manejar todas


y cada una de esas partes con suma delicadeza, puesto que sin darte cuenta puedes
difuminarte. Y desaparecer.

¡Puf!

Creo que he tenido una inmensa suerte. Si la roñosa bruja me hubiera deshecho en la
calle en estos millones de trocitos en que estoy convertido y no me hubiera absorbido en
el pendrive, casi con absoluta seguridad que el viento me hubiera diseminado,
llevándose un poco de mí por cada rincón de la ciudad. Con suerte, algunas partes
serían absorbidas por la tierra. Otras viajarían entre las nubes, otras se acurrucarían en
árboles y flores. Otras irían a parar al mar. Otras al espacio. No sé. ¡Ni quiero saberlo!
Por que esa idea lo reduce todo a desvanecerse. Y yo no quiero desaparecer.

El pendrive actuó como un contenedor de mi propio ser.

Si tuviera que definir cómo me siento, diría: un constante hormigueo, lo que uno siente
cuando se le duerme un brazo o un pie.

¡Qué extraño!

Aunque lo más inaudito estaba aún por empezar. La bruja guardaba un destino muy
distinto para mí y todos mis trocitos. Una intención cruel que solo puede cocinar un
alma podrida.

¡Yi, hi, hi, hiiiiiiiiiiii!

Reía la bruja. Yo ya no era humano, pero podía oírla desde el interior del pendrive reír,
reír y reír. ¡Cómo reía la muy bruja!
¡Yi, hi, Yihi, hiiiiiiiiiiii!
3
En el instante que introdujo el pendrive en un puerto USB sentí vaciarme. Era agua
escurriéndome por un desagüe. No tenía brazos para detenerme, para agarrarme,
simplemente, como agua, me iba.

Mientras todo aquello sucedía, quise gritar: ¡Maldita tú, sí, bruja, maldita! ¿Por qué no
me convertiste en un animal, como hacíais en los cuentos?

Abandoné el pendrive. Continuaba siendo un prisionero, en una zona muchísimo más


profunda. En ese instante descubrí que podía expresarme si me imaginaba palabra y dije,
sin decir: veo una minúscula partícula de polvo perdida en una tenebrosa y descomunal
catedral. ¿Cómo sé que es una catedral? No veo, no oigo, pero reboto de un lado a otro
y he sido capaz de construirla. Soy el mapa de la catedral que no veo. ¡Es tan hermosa!

Me he percatado de otro aspecto: no estoy solo. Hay más cosas aquí. No tienen forma,
no hablan. Solo tiritan. Creo que no son conscientes de su estado. Quizá lo estuvieron en
algún momento. Ni siquiera sé si quienes están por aquí están enteros, ni si fueron
humanos. Puede que solo esté el brazo de una muchacha, la pierna de un joven, la boca
de un niño. Unidos serían un monstruo. O una obra de arte. ¡Qué abominaciones puede
hacer una bruja!

Resultaría tan espeluznante en otro contexto…

¡Yi, hi, Yihi, hiiiiiiiiiiii!

Escuché con atención. ¿Y si eran dos?

¡Juuuu, huuuuu!

¡Una risa desconocida! Todavía más malvada que la otra. ¡Eran dos! ¡Peor todavía! Las
partículas que me envolvían se quedaron estáticas, aterrorizadas. Pude sentirlo. Si fuera
posible que estuvieran respirando, sostuvieron su aliento ante la voz distante de las
brujas.
— Carlota, hermana mía. He cazado un buen ejemplar de hombre de negocios… tal
y como me pediste… Llevaba corbata, caminaba con distinción… como si se
sintiera orgulloso de ser un mediocre necio que amasa dinero delante de un
ordenador.
— ¡Qué me dices! ¡Juuuu, huuuuu! ¿Llevaba pegamento en el pelo?
— ¡Gomina, hermana, se llama gomina!
— Pues eso mismo quería decir, que si llevaba “comina” en el pelo…
— Por supuesto. Estoy segura de que cuidaba su aspecto. Era esbelto. Musculoso.
Sus perfiles sociales en Internet son muy, muy populares…
— Entonces iría a un gimnasio… ¿No es así? ¡Es de suma importancia que lo
hiciera! El ego, el culto a uno mismo, es necesario para que este hechizo llegue a
buen puerto.
— Por supuesto…

Ahí estaba mintiendo la bruja que me cazó. Nunca fui a un gimnasio. No me gustaba, es
más, lo aborrecía. Puede que por ello no me haya disuelto como el resto y que sea por
eso que el hechizo no funcione al cien por cien.

— …Lo acosé y cacé en el pendrive, en el paso subterráneo donde pasan tantos y


tantos hombres y mujeres de negocios, y ahora está en tu ordenador, bien
prisionero, convertido en archivo, listo para enviárselo a la tía Ermenegilda, por
email, para que lo suba al perfil e infecte la gran base de datos, capturando a
todos sus usuarios en su propio perfil.

¿Estoy en un ordenador? ¡Oh, lo estoy, claro que lo estoy!


¡Shhhh! ¡Nos van a oír! — murmuraron las otras partículas, como robots que responden
ante un estímulo externo.
¿Nos van a oír? — pregunté yo.
¡Las brujas todo lo oyen! ¡SSSHHHH! ¡Las brujas todo lo son!
De acuerdo, de acuerdo…me callaré.

— ¡Mi querida Margarita! ¡Mi hermanita pequeñita, ita, ita! Me has traído lo que te
he pedido… ¡Te has librado de una muerte cruenta! De verdad hubiera sentido
tener que matarte utilizando artes dolorosas, de verdad…

¿Cómo? Pensé. ¿Sería capaz de matar a su propia hermana?

— Gracias, guapísima. Gracias…— contestó la hermana pequeña, Margarita.


— De nada. Pero en este importantísimo proyecto solo hay gloria para una bruja.
Así que sintiéndolo en el pie… Te ordeno: ¡TURTK!
— ¡Nooooooo!
La bruja Margarita se deshizo y descompuso, entrando en el ordenador en el mismo
espacio donde yo estaba. Al hacerlo, todos gritaron aterrados, menos yo, que vi una
grandiosa oportunidad de venganza.
4
— ¿Y bien? Creo que me debes una explicación, aunque sea minúscula, ahora que
estamos en las mismas condiciones y que hemos corrido exactamente la misma
suerte. ¿Irónico? Tú bruja, yo mortal, y aquí los dos compartiendo celda,
reducidos a una esencia.
— ¡Vete a hacer puñetas!
— No podía esperar menos de una bruja. ¡Qué modales!
— ¡Que te vayas a hacer puñetas!
— Brujita Margarita, ¿no? ¿no es ese tu nombre?
— ¡Cállate, engreído!
— Bien, bien… pero… ¿No te gustaría vengarte de tu egocéntrica hermana mayor,
Carlota? ¿La bruja piruja que te hizo esto y que, por desgracia, quiere capturar a
todo aquel que tenga un perfil en cualquier red social? ¡No quiero pasar el resto
de mi vida encarcelado en mi perfil! ¡Sería una tortura! ¿Y si deciden borrarme?
— Desaparecerás… solo quedarán trazos de ti sin representación, vagando como un
espectro. Una terrible, insípida muerte. Como los que aquí habitan. Solo se
estremecen, solo reaccionan unidos, aterrados por las brujas.
— ¡Lo mismo te sucederá a ti! ¿O es que tu hermana te guarda un destino diferente,
bruja Margarita?

Capté toda su atención. Debo repetir que no podía verla, simplemente, intuía su
presencia, reducida a millones de fragmentos de bruja.

Está bien, está bien—dijo a regañadientes —, ese era, básicamente, el plan. Tú, y otros
varios jóvenes apuestos y otras chicas hermosas, que a parte del físico, poseían dotes
importantes de marketing. Capaces de infectar de manera exponencial a millones de
perfiles en todas las redes sociales. ¿Lo entiendes? ¿Lo comprendes? Una importante
parte del mundo, capturada de manera individual en su propia celda. Ahogado en su ego.
Convirtiéndose en su yo virtual. Y todo bajo el amparo de la amistad. ¿No es gracioso y
cuanto menos insólito? ¡Yi, hi, Yihi, hiiiiiiiiiiii! — Reía todavía como bruja— Y todo
porque ansiamos ser nosotras otra vez… sin tener que encubrirnos. De hecho, ¡a día de
hoy, solo en las redes sociales podemos ser naturales! ¡Brujas sin tapujos!
— ¿Y qué sugieres que hagamos?
— ¡Cómo no vi esto en Carlota! ¡Fracasé como bruja!
— ¡Margarita, sois brujas! ¿Qué puedes pedir a una bruja? ¡Sois malas, perversas!
Tu mirada me penetró el corazón y todavía padezco esa herida a pesar de no ser
humano…
— Querido, tienes toda la razón del mundo. Pero yo ya no soy una bruja. Me
deshago a cada segundo que pasa… No soy nada más que polvo informático.
Pronto desapareceré, volviéndome insípida, sin personalidad; sin embargo, por
algún motivo, tú no lo has hecho y eso nos da cierta ventaja.
— ¿Qué tipo de ventaja?
— Voy a asomarme un microsegundo a mi propio perfil, y veo cómo va el plan de
estas marujas que tanto disfrutan cotorreando bajo el amparo de la máscara que
proporciona internet.
— ¿No se dará cuenta?
— Cariño, yo seré la hermana pequeña… pero mi escoba vuela mucho más deprisa.

Se asomó a toda velocidad y al regresar, la bruja se transformó en un “pantallazo” de


aquello que vio:

—Menudo trajín se traen estas puercas— dijo Margarita—¡Mira cómo se mofan de


haberme eliminado! ¡Trescientas veintidós más mi propia tía, encantadas de la vida! Lo
que una tiene que ver. Pero no saben que tú vas a escapar.

—¿Yo? — pregunté.

—Sí. ¡Huye! ¿Lo percibes? Es como un imán que brilla. Déjate atraer por él. Como si
fueras…

—¿Agua vaciándome?

—Sí, ¡exacto! ¡Hasta nunca, oh mi extraño desconocido! Espero que antes de


desaparecer pueda curar esa herida que causé en tu corazón…
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No os recomiendo para nada oír a una bruja gritar.

¡¡¡¡Iiiiiiihiiiiiiiiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuu!!!!

¡Cómo ladra y maldice cuando pierde a un prisionero!

El setenta y cuatro por ciento de mi todo percibió el pequeño orificio que Margarita
mencionó. Me dejé llevar poquito a poco hacia él, con sumo cuidado. Sentí que había
tanto detrás (bueno, malo, maravilloso y tenebroso.) Desde luego era la liberación. Pero
debía dejar atrás a Margarita. Pero no me importó, porque dejé de sentirla. Se había
esfumado y disgregado. Y sabe que la he perdonado.

Siendo lo que era y estando donde estaba, sabía que aquel punto brillante era el umbral
hacia la red. Si penetraba y me unía a la luz, podría viajar por donde quisiera. Era mi
oportunidad para ejecutar la venganza contra las asquerosas brujas.

¿Qué más puede temer una bruja que el simple hecho de que la descubran y saquen de su
vida normal y cotidiana? ¿Que las quemen como antaño? ¡Ojalá! ¡Os voy a delatar! Pero
debía ser muy precavido tal y como me advirtió Margarita. No podía revelar de forma
masiva a todos los usuarios de la red de que corrían un gran peligro. Era una pérdida de
tiempo. Lo que sí que tenía que hacer era pelear en partícula y alma contra todo aquel
ejército de brujas.

Dentro de la inmensidad de Internet, uno aprende rápido a nadar.

Como quien mira a hurtadillas en una ventana, miré el perfil de la odiosa y fría hermana
mayor y bruja, Carlota, asesina de su hermanita Margarita.
¿Disuelto? ¡Nada más lejos de tu realidad!

Querida Carlota, tía Ermenegilda y resto de brujitas perversas: ¡Correr todo lo que
podáis! ¡Huir volando en vuestras escobas! Aquí, de antemano os digo, no estáis
seguras. ¡Esconderos!
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Ermenegilda no pudo contener toda su ira y la proyectó sobre Carlota. Tarde o temprano
acabaría sucediendo, así me lo hizo saber Margarita: Ermenegilda explotará, la
paciencia nunca fue su virtud. La doblegará y mandará entrar al ciberespacio, a
buscarte, cazarte y luego, ¡torturarte! ¡No obstante, tú estarás listo e instruido!
Finalmente, la hechizó con las mismas palabras que Margarita usó para conmigo y la
introdujo en este vasto cosmos en el que nado como un pez. Ella es un tiburón cuyas
fauces buscan devorarme.

Sé que pronto vendrá a por mí y la estoy esperando, en el umbral del perfil de la tía
Ermenegilda. Será sencillo. Cuando venga, todo sucederá muy deprisa. Me repito a mí
mismo: soy cebo de bruja, soy cebo de bruja… huelo a humano.

La siento venir. Se dibuja como una fiera sombra que se detiene ante mí.

¿No sabes, Carlota, que estando aquí he tenido acceso a todo vuestro mundo? ¿No sabes,
Carlota, que tu hermanita me contó toda vuestra verdad?

¿Y, miserable? ¿Te vas a fiar de una bruja muerta? ¿Quién te dice a ti que no estaba
planeado?

Sentí a Margarita llorar. Algo humano que las brujas no hacéis demasiado bien. Ella me
convirtió en esto, y me pidió perdón. ¿Haría eso una bruja?

¡Menuda estúpida, Margarita!

¡A vosotras dos, Carlota y Ermenegilda, señoras que bailan en compañía de la oscuridad,


que ocultáis vuestro verdadero rostro, vinculadas en sangre y atadas por un hechizo, os
condeno a una eternidad, juntas, en esta página!

Tal cual lo dije, el hechizo las capturó allí, prisioneras en una red social. ¡Sí, sí! El caso
es que no debo bajar la guardia, siguen habiendo brujas… demasiadas, pululando
libres...
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Esta es mi historia, después de todo. Como todas las historias tiene un final y la mía
acaba así:
Lo que lees es lo que soy. Simple y llanamente. ¡Eso he aprendido! Cada letra es una
parte de mi cuerpo, de mi alma, y que he utilizado para narrar esta historia. ¡Verídico!
¡Toca la pantalla y me harás cosquillas! Y todas juntas, estratégicamente ubicadas,
levantan mi Catedral.

Porque aquí me fue posible levantar una edificación con palabras y cuando la terminé la
vi desde el exterior, me convertí en luz y atravesé el mismo vitral que pinté.

Derritiéndome en colores.

¡Me voy a cazar brujas!

Nota Importante:

Las brujas continúan sus andanzas, es trascendental mantenerlas vigiladas. Como dijo
Margarita, allí son ellas mismas, sin tapujos. Un perfil adictivo en una red social es un
aviso de que una bruja está usando su cebo.

¡Este es uno de sus múltiples Twitter! ¡No las perdáis de vista!

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