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teorías constructivistas
© Ursula Oberst
Universidad Ramon Llull Barcelona
(abstract)
La psicología de Alfred Adler (Psicología Individual o Psicología Adleriana) tradicionalmente se
considera una escuela psicoanalítica o "profunda". Sin embargo, tiene mucho más parecido con
enfoques cognitivos más modernos, por la importancia que asigna a las cogniciones como
mediador de la conducta. Además, se puede considerar un enfoque constructivista. En el
presente artículo se da una definición de psicoterapia constructivista y se muestra como la
teoría adleriana encaja en esta metateoría. Las implicaciones para una fertilización mútua
respectivamente una integración teórica serán discutidas al final.
A pesar de estas nociones y prácticas históricas que a primera vista asignan a Adler un sitio al
lado de Freud y Jung, considero que el enfoque de Adler queda mucho más cerca de terapias
más actuales. En este trabajo se intentará demostrar que la Psicología Adleriana es una teoría
psicológica cognitiva y constructivista. No se pretende dar una presentación exhaustiva de la
teoría y la psicoterapia adlerianas, sino se comparará la visión epistemológica (muchas veces no
explícita) de Adler con la epistemología constructivista y se destacarán los conceptos básicos
comparándolos con conceptos de teorías cognitivas y constructivistas. Aparte de las (pocas)
traducciones de las publicaciones alemanas de Adler al castellano, se encuentra una excelente y
exhaustiva presentacion de esta teoría en lengua española en el libro de Titze (1979), y, más
corta y concisa pero también muy completa, en la publicación de Dinkmeyer y Dinkmeyer
(1988).
Concebir la Psicología Adleriana como una escuela cognitiva no es una idea nueva. Shulman
(1985) p.ej. presenta a Adler como el primer terapeuta cognitivo. Mosak (1989) comenta la
proximidad conceptual entre las ideas de Albert Ellis y de Alfred Adler, y Dinkmeyer y
Dinkmeyer (1988) destacan que Adler era uno de los primeros en manifestar que la conducta
humana puede cambiar si se modifica el sistema de creencias y cogniciones. Según estos
autores, Adler es el predecesor del análisis transaccional de Berne, de la terapia racional-
emotiva de Ellis, la terapia cognitiva de Beck y la de Meichenbaum. La conducta y las
emociones son en alto grado dependientes de las cogniciones, suposición que mantienen todas
estas teorías. Para Freud, el ser humano es víctima de sus emociones; Adler, en cambio,
pretende que las emociones se pueden crear y controlar mediante las actitudes y los
pensamientos. En la terapia adleriana se parte, igual que en otras orientaciones cognitivas, de
la base que el paciente tiene una visión equivocada o errónea acerca de sí mismo y de su
entorno, y el objetivo es que el paciente adquiera insight sobre estas "apercepciones
tendenciosas" (tendenziöse Apperzeption) mientras el terapeuta lo anima y motiva para que
gane confianza en sus propias capacidades y habilidades. Esta técnica terapéutica se llama
Ermutigung (encouragement, alentamiento). Al sistema de cogniciones y la particular manera
de cada uno de percibirse a sí mismo y el mundo y de organizar estas percepciones para
entender, controlar y anticipar acontecimientos y acciones, Adler lo llama "estilo de vida"
(Lebensstil, a veces también private Logik, lógica privada). Se forma en los primeros años de la
vida, por lo cual, el psicoanálisis adleriano, que pretende llegar a conocer el particular estilo de
vida de cada uno, consiste en interpretar los primeros recuerdos de la infancia del paciente para
descubrir los contenidos "inconscientes" de la mente.
Llegados a este punto, conviene aclarar la concepción del inconsciente de Adler. Mientras para
Freud, el inconsciente consiste en contenidos reprimidos, los cuales se han de sacar a luz para
facilitar al paciente una "catarsis", para Adler estos contenidos son inconscientes, porque se
formaron en el niño en una época pre-lingüística, y afirma:
Por tanto, para Adler, y fiel a su idea holística de un in-dividuo que rechaza el dualismo
consciente-inconsciente, el inconsciente es lo que (todavía) no entendemos, pero que podemos
llegar a entender mediante una interpretación hermenéutica, dialogando el terapeuta con el
cliente. "El ser humano sabe mucho más de lo que entiende", es un comentario de Adler
frecuentemente citado (Adler, 1933/1980, p.22).
Se ve que el uso de términos como "inconsciente" y "análisis" es sólo una convención histórica
y no expresa una proximidad conceptual con otras teorías psicoanalíticas o profundas. Es más
parecido a lo que los psicólogos constructivistas llaman "constructo", definido como una forma
de establecer una distinción y cuyos contenidos también pueden ser conscientes o no,
verbalizables o no. Kelly (1955/1991) usa también la expresión "constructos preverbales" para
aquellos procesos mentales o psicofisiológicos que (todavía) no llevan una etiqueta verbal.
Hasta aquí la definición de la Psicología Adleriana como enfoque cognitivo. Pero en este artículo
se pretende ir más allá; concebimos esta teoría como constructivista. Pero mientras para
demostrar que la Psicología Individual es cognitiva, basta con mostrar las similitudes
conceptuales básicas, el caso del constructivismo es diferente: se trata de una metateoría con
marcado acento epistemológico. Por lo tanto, para presentar la Psicología Adleriana como teoría
constructivista, es necesario elaborar primero qué entendemos por la epistemología
constructivista y luego averiguar si en Adler se encuentran estos criterios.
Existen ya varios intentos de enfocar la Psicología Adleriana como teoría constructivista. Pero
mientras algunos constructivistas le dedican a Adler un mero reconocimiento histórico a título
de comentario (p.ej. Mahoney, 1991), algunos adlerianos han intentado comparar las dos
orientaciones de manera más detallada en sus publicaciones, incluso con el objetivo explícito de
buscar un fondo común para el diálogo (p.ej. Master, 1991) sin llegar a una definición clara del
constructivismo y limitándose a la comparación de Adler con conceptos de determinadas líneas
constructivistas.
Michael Mahoney (1988) p.ej., define la psicología constructivista como una familia de teorías
que comparten la idea de que el conocimiento humano conlleva la participación activa y
proactiva del individuo, y destaca tres elementos básicos del constructivismo: la cognición
proactiva, la estructura nuclear morfogénica y el desarrollo auto-organizado. Con el concepto de
cognición proactiva, Mahoney se refiere al hecho de que el individuo no es meramente reactivo
a los estímulos de su entorno, sino co-creador de sus "realidades" subjetivas. Con "estructura
nuclear morfogénica" Mahoney quiere expresar su idea de que el ser humano está organizado
de manera que sus procesos centrales ("núcleo") determinan y restringen las formas en los
niveles periféricos, mientras "desarrollo auto-organizado" se refiere a la capacidad del individuo
de organizarse a sí mismo de manera que pueda proteger y perpetuar su integridad en base de
procesos de atención y retención selectiva. Seguramente encontraremos estos conceptos en
diferentes enfoques constructivistas, pero no se trata de criterios propiamente epistemológicos.
Además, según Botella (1995), esta definición de Mahoney, es en sí misma una teoría
(constructivista), pero no una metateoría constructivista que nos pueda servir de guía sobre si
un determinado enfoque se puede considerar constructivista o no. Siguiendo a Botella, una
metateoría tiene que incluir enunciados sobre la naturaleza del conocimiento y los valores
epistemológicos. Para este autor, la metateoría constructivista pretende que el conocimiento es
una construcción hipotética; Botella contrasta esta posición con la concepción tradicional
objetivista de un conocimiento como representación de la realidad. Como valores
epistemológicos constructivistas, Botella destaca primero el valor pragmático de los contenidos
del conocimiento, su eficacia predictiva, viabilidad y fertilidad, y segundo su coherencia en el
sentido de consistencia interna y externa.
Chiari y Nuzzo (1996) también critican este concepto de Mahoney de que el constructivismo en
psicoterapia comprende la idea de un individuo proactivo, diciendo que es un concepto tan
amplio que puede comprender enfoques tan disparos como orientaciones humanistas, las
teorías de Jung y Adler (sic!) y otros, sobre todo psicoterapias cognitivas. Estos autores hacen
una revisión crítica de diferentes enfoques autodenominados constructivistas o
construccionistas (usamos aquí las dos expresiones como sinónimos, aunque no todos los
autores lo hacen) y proponen:
Los diferentes autores hasta aquí citados, además de su visión del constructivismo, difieren en
su noción de lo que puede ser el paradigma epistemológico opuesto. Algunos contraponen el
constructivismo a lo que llaman "realismo" (Scott, Kelly y Tolbert, 1995); Mahoney y Gabriel
(1987) distinguen psicoterapias cognitivas constructivistas por un lado y psicoterapias cognitivas
"racionalistas" por otro; Ibáñez (1992) contrasta el construccionismo social nacido en el seno de
la Postmodernidad con la epistemología positivista como legado de la Modernidad. Botella
(1995), Feixas y Villegas (1993) o Neimeyer (1993) prefieren la dicotomía constructivismo-
objetivismo. De hecho, el realismo, como doctrina que mantiene que hay cosas reales
independientes de la conciencia y cuyos fundadores más destacados fueron Descartes, Hobbes
y Locke, es más bien una cuestión ontológica y no epistemológica. En este sentido, el realismo
está en oposición al idealismo que afirma que no existen cosas reales independientes de la
conciencia (posición p.ej. de Berkeley). Hay autores constructivistas que asumen la existencia
de una realidad independiente del observador y los que no (p.ej. Maturana, 1988), según su
"radicalidad" (Feixas y Villegas, 1993; Botella, 1995), pero el constructivismo como
epistemología no debe pronunciarse sobre la existencia de la realidad, sólo sobre su
cognoscibilidad. En tanto a "racionalismo", en su sentido estricto, este término se refiere a la
doctrina que es la razón la fuente principal del conocimiento, en contraposición al empirismo
que considera la experiencia como único origen del conocimiento (Hessen 1926/1991). Según
Hessen, el conocimiento implica una relación entre el sujeto y el objeto, y se pregunta, si en
esta relación es el objeto que determina al sujeto o al revés. Sin decir nada sobre el carácter
ontológico del sujeto y del objeto, este filósofo alemán explica que según la doctrina del
subjetivismo, el conocimiento queda fundado en el sujeto, mientras para el objetivismo el
objeto es decisivo en esta relación: El objeto determina al sujeto. Por esta razón nos parece
más correcta la dicotomía objetivismo-constructivismo como dos contraposiciones
epistemológicas.
a) una fuerza creativa inherente (los constructivistas Maturana y Varela (1980) la llaman auto-
poiesis, siguiendo un concepto de Aristoteles)
c) una causa final ficticia (finalidad): Adler rechaza el principio de causalidad como explicación
de fenómenos psíquicos. Para él, la pregunta más importante para entender la mente del ser
humano no es "de dónde", sino "a dónde", no "por qué" sino "para qué".
Entender a una persona significa, como ya hemos dicho, entender su organización cognitiva, su
"estilo de vida" (Lebensstil). Este estilo de vida se forma en los primeros años de la infancia a
través de sus experiencias y decisiones y elecciones creativas a estas experiencias; contiene sus
cogniciones y ficciones que le ayudan a organizar, entender, predecir y controlar su experiencia
a través de "apercepciones tendenciosas", el modo particular de cada persona de percibir el
mundo y a sí mismo. Adler no niega la influencia de herencia y entorno en la persona, pero
advierte que es de mayor importancia la respuesta personal de cada individuo a estos factores,
que pueden restringir las posibles respuestas, pero nunca determinar su forma de pensar y
sentir. Por eso Adler resta importancia a una explicación causal de la conducta, dando énfasis a
las "causas finales", los objetivos, los fines que persigue una persona, conscientemente o
inconscientemente (i.e. dándose cuenta de estos objetivos o no), y si queremos entender la
conducta de una persona tenemos que entender a que fines aspira. Si estos propósitos son
guiados por un sentimiento de comunidad y "orientados a tareas" (sachlich,, task-oriented),
Adler habla de un individuo sano; el individuo "neurótico" (o maladaptado) tiene objetivos
egocéntricos.
En resumen, Adler ve al ser humano como una totalidad, un ser social, proactivo, persiguiendo
objetivos, e interactuando dialécticamente con su entorno. En este sentido, su visión del ser
humano se puede considerar claramente constructivista. Lo que desconcierta es el concepto
aparentemente objetivista o racional del sentimiento social que aparece como criterio absoluto
de distinción entre sano y neurótico, "correcto" o "incorrecto". Este punto será discutido más
adelante.
Adler hace muy poca referencia explícita a su particular visión del mundo, quizás porque para
él, la realidad es básicamente una realidad y un mundo social, de interacción humana. Sólo en
su última publicación mayor, El sentido de la vida ,, de 1933/1980, Adler comenta, seguramente
influido por los últimos descubrimientos de las ciencias llamadas exactas respecto a la
relatividad, que si hasta en la física se está desmoronando el principio de causalidad dejando
lugar a meros conceptos probabilísticos, él no puede acceptar un determinismo mecanicista en
psicología, y se vuelca contra aquellos psicólogos que "producen sus dogmas en disfraces
mecanicistas o fisicalistas" (p.23). Se puede decir con Titze (1979) que Adler ha superado el
principio de la causalidad en psicología en acorde a una visión del mundo contextualista.
Kelly afirma que el ser humano forma constructos como representaciones hipotéticas de su
universo para luego ponerlos a prueba con la realidad de este universo en términos de su
"eficacia predictiva". Kelly pone el siguiente ejemplo:
"Un hombre construye la conducta de su vecino como hostil. Por eso cree
que su vecino, en cuanto tenga la oportunidad apropiada, le hará daño.
Pone a prueba su construcción de la actitud de su vecino tirando piedras a
su perro. Su vecino responde con un reproche enfadado. Por tanto, el
hombre puede creer que ha confirmado su construcción del vecino como
persona hostil." (Kelly, 1955/1991, p.9).
Este ejemplo podría ser de Adler, pero en este caso hablaría de ficciones equivocadas,
finalidades y apercepción tendenciosa.
4. Visión de la justificación
Para el objetivismo existe el criterio de la verdad como valor epistemológico. La verdad existe y
puede ser descubierta acumulativamente mejorando nuestros instrumentos de percepción.
Traducido en términos psicológicos y psicoterapéuticos este postulado significa que hay un
criterio que nos dice qué conducta, qué pensamiento, qué sentimiento, o qué constructo es
correcto, sano o adaptado. El constructivismo no admite el criterio de la verdad como
justificación del conocimiento. Ibáñez (1992) afirma:
El rol del terapeuta también es diferente en cada orientación: Si asumimos que el paciente tiene
que erradicar sus conceptos erróneos y cambiarlos por unos más correctos, acceptamos
también que el terapeuta, sólo por el hecho de ser terapeuta, está en posesión de la verdad: le
enseña al paciente cuales son las visiones y las cogniciones más correctas que tendrá que
adoptar para ponerse bien. Los psicólogos constructivistas rechazan esta noción de corrección o
deformación y se vuelven en contra del papel del terapeuta como experto, primero porque
nadie puede estar en posesión de la verdad en un mundo no cognoscible, y segundo porque el
paciente puede ser manipulado y sometido al control del terapeuta (Neimeyer, 1994). En
cambio, buscan una relación de igualdad, de "experto a experto" (Feixas y Villegas, 1993),
renunciando a la autoridad del terapeuta para determinar en que consiste una conducta o un
pensamiento correcto.
En lo que se refiere al rol del terapeuta adleriano, su actitud es de empatía, intuición y de hacer
conjeturas (raten). Mediante la empatía y la intuición se intenta un entendimiento conjetural o
hipotético del paciente. Si el cliente no accepta una interpretación determinada del terapeuta, el
rechazo no se tilda globalmente como una forma de resistencia, sino se admite que la
interpretación no puede ser válida para el cliente. El terapeuta no manda, sólo propone. Se
puede decir que terapeuta y paciente construyen juntos la interpretación del problema y las
propuestas de solución. Así también, se puede entender la práctica aparentemente
"psicoanalítica" de la terapia adleriana de la interpretación de los recuerdos de la infancia. Para
Adler, estos recuerdos no son indicadores de acontecimientos verdaderos causantes del
trastorno actual. Adler mismo contó como anécdota (Rattner, 1972) que conservaba un
recuerdo suyo en el cual salía un cementerio, pero en una posterior comprobación resultó que
este cementerio nunca había existido.
"Resulta un hecho fundamental (...) que tenemos que contar con las reglas
de juego de un grupo, como se dan por sí mismo en este planeta con la
organización limitada del cuerpo humano y su rendimiento, como con una
verdad absoluta, a la que nos podemos aproximar sólo paulatinamente,
muchas veces después de superar errores y faltas.(...) Las exigencias de la
comunidad han regulado las relaciones entre los humanos y existían ya
antes de forma natural, como "verdad absoluta". (Adler, 1927/1981, p.37)
Cuando Adler habla de "verdad absoluta", no se debe entender esto en un sentido literal. Según
la interpretación de Ansbacher y Ansbacher (1975), Adler quería expresar su idea de que el ser
humano necesita, para orientarse, un punto de referencia: Como no existen respuestas
absolutas, pero de todas maneras, necesitamos alguna orientación, para dirigir nuestra
conducta, la ficción o "hipótesis de trabajo" (Ansbacher y Ansbacher) consiste en considerar la
"lógica férrea de la convivencia" como si fuera la verdad absoluta. En este sentido, el
sentimiento de comunidad también es una ficción, para Adler la más pragmática.
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