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Soltar, para volver a vivir.

“Algunas aves no nacen para estar encerradas, eso es todo. 


 Sus plumas son muy brillantes y sus canciones muy dulces y salvajes. 
 Así que las dejas ir, o cuando abres su jaula para alimentarlas, 
 de alguna forma se escapan y vuelan. 
 Y la parte de ti que sabe que está mal tenerlas prisioneras se alegra, 
 pero aún así, el lugar donde vives se siente vacío luego de su partida” 
 -Stephen King.
 
Es momento de soltar todo aquello que ya no necesitas, que te tira hacia abajo. De
cerrar capítulos ya conclusos y puertas que no llevan a ningún lado. 
 
Es momento de deshacerte de una vez de todo aquello que forma parte del pasado,
dejar ir cada recuerdo que te haya atormentado. De destruir pasados para dar
presentes y desprenderte de aquello que ya no te pertenece. 
 
Es momento de remover el mar de penas que inunda toda tu alma y despojarte de la
angustia que aún conservas sellada. De olvidar aquellas palabras que no se dijeron y
aquellos silencios que te invadieron. 
 
Es momento de soltar manos, romper ataduras y librarte de tormentas.
Dejar que la corriente se lleve todo recuerdo pasado y con él, cada dolor soportado.
 
Es momento de soltar lo que alguna vez te salvó, soltar las cosas a las cuales te
aferraste intensamente creyendo que tenerlas es lo que te iba seguir salvando de la
caída.

Soltar herramientas que ya no necesitas, soltar personas que se han ido, soltar
vínculos que se transforman, soltar situaciones que cambian, soltar etapas que han
quedado atrás, soltar los momentos que ya no están.

Soltar, para volver a vivir.


 
Y es que dejar ir no es olvidar. Dejar ir es recibir el regalo que te deja esa experiencia;
aceptarla, agradecerla y abrazarla. 
Es decir “te abrazo con el corazón, para dejarte ir.”
Dejar ir es aceptar que hay cosas que no pueden ser ni funcionan como quisieras que
lo hicieran. Es entender que hay personas o situaciones que no llegan a tu vida para
quedarse, sino que simplemente pasan de visita.
 
Dejar ir es amarte lo suficiente como para saber que no mereces en tu vida nada que
la destruya.
Es entender que la vida continúa y que hay que disfrutar el presente sin cargas
innecesarias.

Dejar ir es salud mental, amor por ti mismo. Es un acto de amor, de compromiso y


de responsabilidad con tu vida.
Es saber que detrás de toda situación difícil existe una bendición escondida. 
 
Y es que la clave está en dejar de desear que la vida sea diferente y comenzar a
aceptar todo lo que acontece.
Es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona, solo para realizar aquello
que deseas, aun sabiendo que no es el momento. Quedarse reviviendo el pasado y
preocupándose por el futuro, en lugar de mantenerse en el presente, que es donde la
vida acontece. 
 
El aferrarte al pasado, a una relación o a cualquier otra cosa, se vuelve una carga tan
pesada, que te impide avanzar y disfrutar de la vida. 
Lo abrazas porque soltarlo significa dejar ir una parte de ti, una parte que quizás no
volverá jamás. 
 
Porque somos quienes somos por lo que vivimos. Somos quienes somos por lo que
las personas dejan en nosotros, pero tienes que saber que somos absolutamente
quienes somos gracias a lo que perdemos, a eso que ya no está en nuestras vidas. 
 
Y es que no se trata de evitar el dolor, eso sería casi imposible. Se trata de dejar sanar
esa experiencia para que luego ese dolor que nos provoca recordarla cicatrice para
siempre. Más vale un final trágico a una tragedia sin final ¿No?
 
El dolor es tan saludable en nuestras vidas como lo es la tristeza. Lo importante es no
transformar ese dolor en sufrimiento. El dolor es el paso por un lugar no deseado; el
sufrimiento es armar una carpa y quedarse a vivir en ese lugar indeseable. 
 
La clave está en aprender a no aferrarnos a las personas y las situaciones. Aprender a
entrar y salir del deseo. Se trata de desear sin quedarse pegado a él, sin agarrarle
como se agarra un alpinista a la soga que cree que le va a salvar la vida.
 
Porque al fin y al cabo, entre más responsable te hagas de la situación más sencillo
será aliviar el dolor. Entre menos víctima seas de lo que te sucede, serás más libre.

Y es que si una persona vive aferrada a su pasado, muere un poco cada día.
 
Porque nada ni nadie te pertenece, de la misma forma en que nada permanece para
siempre. No somos dueños de nada más que de nuestro propio destino. Hoy estás
acá y mañana puedes decidir no estarlo. Al igual que una persona puede decidir ser
hoy parte de tu vida, y mañana querer marcharse. 
Y es que somos seres individuales, y por sobretodo, somos seres libres.
 
Nadie tiene la responsabilidad de completar lo que te falta. Te corresponde a ti
encontrarte y actuar conforme a lo que te sucede en tu interior. 
Porque al fin y al cabo nadie puede saber por ti, nadie puede crecer por ti, nadie
puede buscar por ti, nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. 
 
Si no has encontrado una manera de estar en paz contigo mismo, ni has encontrado
la forma de ser feliz tu solo, entonces no serás feliz con la siguiente persona a la que
ames. No puedes esperar que los demás te den lo que ni tú mismo te puedes dar. 
 
Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Y amarse a uno mismo es el principio
de una historia de amor eterna.
 
Hoy es un buen momento para replantearte el camino y para aprender a dejar ir.

Tu futuro te lo agradecerá.

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