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La Crisis del COVID-19 hacen la pandemia actual caída con sorpresa , falta de preparación e
inmersos en un mundo , que incubaba señales de un paradigma socio-crítico, que adopta la
idea de la teoría crítica como ciencia social, no es puramente empírica ni sólo interpretativa, y
sus contribuciones se originan de los estudios comunitarios y de la investigación participante,
asociada a un modelo mental que filtra nuestras percepciones, organiza nuestros saberes en
torno a un nuevo esquema.
Enfoque que nos dice en definitiva: cómo pensar, cómo enseñar, cómo aprender y cómo
solucionar un problema, con instrumentos , herramientas y comportamientos primitivos
evolucionados de la ciencia ,la realidad y que puede tomar en casos , como el actual, de
prácticas y saberes de pandemias similares de siglos anteriores.
(Peste Negra: Se vivió en el siglo XIV (entre 1346 y 1353), se convirtió en una de las mayores
pandemias de la historia. Solo cinco siglo más tarde se descubrió su origen animal,
concretamente en las ratas; El llamado virus variola, conocida desde hace por lo menos 10.000
años, Se expandió masivamente en el nuevo mundo un periodo de expansión dramático
durante el siglo XVIII, infectando y desfigurando a millones de personas; La Gripa Española En
marzo de 1918, durante los últimos meses de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), se
registró el primer caso de gripe española, llegando a morir, en todo el mundo, entre 20 o 50
millones de personas; Registrado por primera vez en la península de Yunán, China, el virus de
la gripe A (H2N2) de procedencia aviar apareció en 1957 y en menos de un año se había
propagado por todo el mundo, esta pandemia registró un millón de muertos en todo el
planeta; Tan solo diez años después de haber superado la última gran pandemia de gripe,
apareció, de nuevo en Asia, la llamada gripe de Hong Kong. Un millón de personas fueron las
víctimas que causó esta nueva cepa de la gripe; una de las pandemias más graves y más
recientes conocida por la sociedad actual es la del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida, el
VIH, más conocido como SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), Se calcula que el
VIH ha podido causar alrededor de 25 millones de muertes en todo el mundo.)
A ello se unen esfuerzos como: la lucha contra la inequidad, la corrupción y los avances
innovativos nacidos de la realidad y la innovación, así como, la urgencia de un cambio de
Cultura de la Enfermedad por otro en donde el COMPROMISO SEA LA SALUD .
Esto no se lo esperaba nadie y se produjo, entonces efectos que mueven los cimientos de la
cotidianidad para despertar y promover en cambio, que estamos en proceso de asimilación
Hace apenas un corto tiempo en donde, imaginar que íbamos a estar en cuarentena y que este
comportamiento se deshojaría desde el continente asiático (China) y progresivamente estaría
presente con carácter dominante en Asia, Europa, Norte América y ahora , en Latinoamérica,
hasta permanecer 6 semanas encerrados en casa era impensable, y se ha ido asimilando a
series de televisión sobre desastres nucleares. Sin embargo, a veces la realidad supera a la
ficción.
Aquí nos encontramos, permaneciendo en casa para salvaguardar nuestra salud y la de los
nuestros y viendo cómo nos presentan diariamente : estadísticas y gráficos sobre personas
contagiadas y fallecidas. Este hecho nos está haciendo replantearnos nuestra forma de
concebir el mundo: el sistema productivo, las formas de relación entre personas, etc. Todo ha
cambiado, y en el mundo universitario no ha sido muy distinto.
Entre los reclamos vigentes a la aparición de la pandemia se destaca: el modelo consumista del
capitalismo neoliberal que está acabando con el equilibrio ecológico del planeta, otros, a la
globalización que extendió ese modelo, permitiendo la rápida propagación -que algunos países
califican de exportación- del virus entre la población mundial, y otros exigen el retorno de las
fronteras. Así mismo , se plantea el escaso y casi nulo avance del conocimiento científico con
los Coronavirus y particular al Covid-19y el distanciamiento del mundo universitario a políticas
de innovación, financiación y de sistemas de información con conectividad y relacion a una real
Vigilancia Epidemiológica
Alertas vigentes, pero que la crisis actual les otorga una alta cuota de verosimilitud que los
gobiernos ya no pueden ignorar.
¿Que nos enseña esta realidad de las sociedades que deben enfrentar hoy la crisis?
La crisis parece ser, ante todo, la de un sistema sanitario en crisis e incapaz de hacer frente a
una situación excepcional, la de un virus cuyo peligro es su contagiosidad, la ausencia de
anticuerpos (producidos por el organismo o introducidos a través de una vacuna) que amenaza
con colapsar el sistema hospitalario. Las falencias de equipamiento, protocolos, entrenamiento
y el escaso entrenamiento en enfoque extramurales transdisciplinarios
No es sorprendente que entre los expertos a quienes las autoridades solicitan su consejo, se
encuentren, junto a los epidemiólogos, los especialistas en catástrofes naturales y a una
ausencia de planificación de los entes político administrativos en sus diversas territorialidades,
pero un acercamiento de urgencia y con debilidades para la acción conjunta a efectos
esperados.
El esquema socio- político en crisis , empuja. Esta crisis arrastra otra, la de la economía
capitalista globalizada, desacelerada desde los primeros episodios endémicos en China y que
hoy afecta a todo el mundo. Una pandemia asociada a una crisis financiera y económica que
reúnen las condiciones de la tormenta perfecta, cuando hay un déficit y ausencia de cultura
ciudadana y de hábitos saludables.
La situación es inédita pero sus causas no lo son. La humanidad ha conocido otros casos de
efectos masivos de un encuentro entre virus y organismos no inmunizados. Sin ir más lejos, el
llamado “descubrimiento de América” produjo la hecatombe de la población nativa, diezmada
literalmente por lo que los mexicanos rebautizaron el “encuentro entre dos mundos” y que
otros menos eufemísticamente resumieron por “el encontronazo”. El efecto devastador que
produjo es bien conocido por los demógrafos históricos. Pero no generó ni una toma de
conciencia planetaria ni aún menos medidas sanitarias. Para que la catástrofe sea percibida
como objeto de intervención pública y genere esta asombrosa convergencia de políticas
sanitarias estatales, es necesario una serie de ingredientes inexistentes en el siglo XVI.
Esquemáticamente podemos decir que el modelo de sociedad que la pandemia revela surge en
el llamado mundo occidental, durante lo que algunos califican de primera globalización , para
diferenciarla de aquella que inicia la Ronda del Uruguay en 1986, cuando 123 países firman en
Punta del Esta un acuerdo destinado a liberalizar el comercio mundial y que nos conduce a las
interconexiones planetarias que la circulación de los diferentes coronavirus testimonia.
Es en el siglo XIX que germina uno de los ingredientes centrales del escenario actual : la
emergencia de la medicina moderna cuyo saber, aunque ancestral, reposa ahora en el método
experimental y cuyos efectos sobre la erradicación de enfermedades endémicas son
espectaculares, pero aun en etapa de maduración
La medicina familiar tiene sus orígenes en la medicina general, la cual desde el siglo XIX y hasta
las primeras décadas del siglo XX cumplió un rol en la asistencia sanitaria en las comunidades,
especialmente en la dimensión local y de vecindario. En un principio se conoció como medicina
de familia. En el período de la Revolución Francesa y después en el de la Revolución Industrial,
a finales del siglo XIX, el médico de cabecera era un profesional de alta calificación en medicina,
que llegó a ocuparse de los problemas de la salud de las familias y tenía un lugar especial en la
sociedad que le permitió enfrentar problemas educativos, matrimoniales y de la propia
dinámica de la familia y su entorno.
El modelo derivado del enfoque de Abraham Flexner presenta como una con secuencia de esta
orientación la tendencia a la despersonalización de la relación médico-paciente, que trae
concomitantemente un déficit de la visión integral y cohesionada del proceso salud-
enfermedad y de la dimensión del individuo, el enfermo y su familia. Es claro que el ser
humano comienza a ser entendido como una división según sistemas y aparatos orgánicos y se
desplaza totalmente la dimensión biopsicosocial que debe tenerse frente a las personas en
concreto.
El acontecimiento que marcó el hito decisivo sobre este cambio ocurrió en 1942, cuando
William Beveridge presentó al Parlamento inglés el Plan de Seguridad Social y Servicios Aliados
(Llanos, 2013), el cual incluyó el Servicio de Salud Inglés en el punto XI descrito así: “El
tratamiento médico que cubra todos los requerimientos será suministrado a todos los
ciudadanos por un Servicio Nacional de Salud organizado en departamentos de salud…”. Solo
en 1946 el Parlamento inglés aprobó el primer Servicio Nacional de Salud y comenzó su
organización y operación en 1948, basado en tres principios centrales referidos al individuo y
no a la población general: “1.satisfacer las necesidades de cada persona; 2. basado en la
necesidad clínica, no en la capacidad de pago, y 3.ser gratuito en el punto de entrada”.
Para ello dispuso una estructura tripartita basada en hospitales; médicos familiares, dentistas,
optómetras y farmaceutas; y clínicas comunitarias para suministrar inmunizaciones, cuidado
materno y servicios médicos a escolares. Es decir, el sistema se limitó a apoyar la práctica de la
medicina individual, a curar, controlar, paliar y en algunos casos a evitar la enfermedad. Para
Beveridge, un argumento fundamental - en tiempos de guerra- fue disipar en el ciudadano el
miedo a enfermarse, al remover las barreras financieras que le impedían el acceso al cuidado
médico y hospitalario. La misma Asociación Británica de Medicina había formulado su propio
Plan Nacional de Seguro Médico en 1938, más como un mecanismo para proteger a los
médicos de los pacientes sin capacidad de pagar, que para asegurar a estos contra los altos
costos del cui- dado médico.
Estos elementos refuerzan una visión de cultura comprometida a la persona y a la enfermedad,
y distancian la necesidad de reforzar un eje y compromiso con la cultura de la salud.
Los planes de servicios médicos propuestos relegaron al olvido los servicios de salud. Lo que
llamamos servicios de salud no son más que servicios médicos dedicados a la enfermedad -ni
siquiera a quienes las padecen – ignorando la protección y promoción de la salud y en gran
parte la prevención de la enfermedad; ante todo se rompió la empatía y estrecha relación
entre el médico, las personas, los pacientes, sus familias y sus entornos, incluyendo el propio
vecindario.
El proceso de evolución de los sistemas y servicios de salud, y el rol de los profesionales de los
equipos de salud (entre ellos el médico en su eje de liderazgo), ha llevado a que los pacientes
dejan de serlo para convertirse en clientes, usuarios o simplemente consumidores sometidos a
dos nuevos riesgos: iatrogenia clínica -cuando el paciente-usuario-consumidor sufre
complicaciones, secuelas o muerte a causa de los servicios recibidos-, e iatrogenia social
cuando la gente es sometida al poder médico mediante certificados médicos de salud, aptitud,
incapacidad, convalecencia, etc.- y se vuelve dependiente de las visitas médicas periódicas y de
prescripciones de medicamentos para “reducir riesgos” en personas sanas, o para adoptar
ciertos estilos de vida.
Todo esto apoyado por el poder económico de los llamados servicios de salud que presionan
por la medicación de la vida cotidiana, creando un inmenso mercado de fármacos no siempre
inofensivos, y generado también por el cambio radical del rol, liderazgo y relación profesional
entre las personas, los equipos de salud y los médicos tanto generales como especialistas,
actuando a nivel intramural y desconociendo la extramuralidad y la presencia que en ella
tienen los factores protectores y de riesgo, determinantes del proceso salud-enfermedad (Soto
et al., 2017).
En 1991 la declaración de WONCA concreta el papel del médico general familia dentro de los
modelos de prestación de sistemas de atención en salud, situación que se ve refrendada
cuando, en 1994, se realiza en Canadá la Cumbre OMS WONCA y definen el papel del médico
general: “El médico general o médico de familia es el médico inicialmente responsable de
proporcionar una atención médica integral a todo individuo que solicite atención médica y de
organizar que otro personal sanitario preste servicios cuando sea necesario”
Estos cambios, son la continuidad de lo planteado por : Claude Bernard, de Pasteur y de Koch,
para sellar el encuentro entre el Estado y la medicina a través de la emergencia de la salud
“pública”.
La enfermedad y los achaques de la vida dejan de ser un problema privado y se convierten en
el campo de la intervención pública -aunque no necesariamente estatal. Situación que faculta a
las autoridades a fundar las políticas sanitarias sobre conocimientos científicos cuya objetividad
las convierte en políticamente neutras.
El hincapié que hacen hoy muchos gobiernos en afirmar que las medidas tomadas -poco
placenteras, por cierto- se basan en el asesoramiento científico, es una manifestación de ello.
Pero las diferencias que podemos encontrar hoy entre países -tanto en la secuencia como en la
rapidez de la toma de las mismas- muestran que las medidas contra el Covid-19 pueden dar
lugar a diferentes respuestas políticas. Ello lleva a una doble conclusión : o bien la medicina no
es una ciencia exacta -porque los resultados no coinciden- o bien la ciencia no es políticamente
neutra.
Desde otra mirada actual, la situación de pandemia ha propiciado una revolución significativa
en la forma que hacemos y entendemos la Educación Superior. Esto termina siendo un salto
más grande que la mera evolución hacia la educación en línea, sino que la situación implica
que, sin esperar la gradualidad del proceso evolutivo, nos movamos a plataformas digitales
"ahora" y "tal cual estamos".
Uno de los sectores más impactados por la pandemia del coronavirus ha sido el de la educación
superior, pues debió reorganizarse de un momento a otro para continuar con los periodos
académicos en una modalidad mediada por la tecnología y remota.
Sin embargo, el tema no para allí, pues la afectación actual de la pandemia sobre la economía
se sentiría en una alta deserción en el segundo semestre del año, cuando todavía es incierto el
panorama sobre si los estudiantes pueden volver a estudiar de manera presencial.
La pedagogía transformadora tiene cinco énfasis de trabajo: desarrollo humano, educación por
procesos, construcción del conocimiento, formación para el liderazgo transformacional y la
innovación educativa, que son las dimensiones en las que trabajan a diario dentro de su
Proyecto Educativo Institucional (PEI).
¿Qué busca? Se trata de formar líderes que, desde su ser, su saber y su saber hacer, se
conviertan en personas nuevas, que den otras respuestas a las condiciones que presente el
continuo devenir. Agentes de cambio y promotores de progreso. Pero, para alcanzar estos
ideales, los educandos deben lograr: Desarrollarse como seres humanos en sus principios,
valores, actitudes, comportamientos y dimensiones; madurar en sus dimensiones biológicas,
sicológicas, sociales, afectivas, políticas, espirituales, cognitivas y estéticas.
Construir conocimiento y aplicarlo, aprendiendo autónoma y significativamente; madurar en el
ser en sus condiciones intelectivas y las competencias adquiridas, para desempeñarse como
líderes en el quehacer: la solución de problemas sociales y culturales del país.
“Porque no basta con el compromiso de querer hacer las cosas. Nadie puede dar de lo que no
tiene. Por eso es importante dotar al educando de sentimiento y pensamiento, para luego
enviarlo a la acción y desarrollar su ser y su saber, para que así pueda operar con acierto en el
quehacer”.
Desde este punto de vista, se busca formar educandos singulares, únicos, irrepetibles,
originales, creativos y autónomos que descubran en el colegio su proyecto de vida. Que
desarrollen su libertad de optar, de elegir y de decidir autónomamente, dentro de unos
principios humanos, cristianos y sociales; y con unos valores, especialmente: el respeto, la
responsabilidad, la honestidad, la solidaridad y la calidad en lo que hagan.
Para el equipo humano del Gimnasio Los Andes, donde se desarrolla a plenitud este enfoque
pedagógico, el reconocimiento iberoamericano lo llena de orgullo, pero no sólo porque
posiciona al colegio como uno de los mejores del Continente, sino porque de los 36 premios
entregados en la Cumbre, seis fueron para la institución. Además, consolida a Colombia como
uno de los países con mejor nivel educativo y pedagógico.
Preescolar Los Andes, ¡niños felices! Para los pequeños que hasta ahora inician sus actividades
académicas, el colegio ofrece dos sedes especiales de preescolar, ubicadas en los sectores de
Cedritos y Las Villas, en donde se imparte el conocimiento por niveles: exploradores (a partir de
los 2 años de edad), párvulos (desde los 3 años), prejardín (desde los 4 años), jardín (para
infantes desde los 5 años) y transición (para niños desde los 6 años).
“El preescolar inicia a los alumnos en las dimensiones del desarrollo, con el fin de que puedan
asumir la propuesta pedagógica y transformadora y el estilo educativo del plantel, que busca
hacer de ellos unos niños felices, creativos, autónomos, proactivos y socialmente integrados”,
dice Giovanni Iafrancesco, rector de la institución.
Aquí, el objetivo es que los pequeños se formen en un ambiente propicio para descubrir y
alimentar todas sus potencialidades cognitivas, afectivas y sociales. Por eso, el colegio hace que
entre en juego toda la dimensión corporal, el movimiento, los sentidos y la apertura a la danza,
al deporte y a la mímica.
Pero lo mejor es que el aula no es sólo el salón de clase, sino todo aquello que contextualiza la
acción pedagógica de un curso, como el parque, un auditorio o cualquier otro espacio.
La institución ofrece diversidad académica Para el colegio son prioritarias las actividades que
amplían la visión de los estudiantes, como las artes plásticas.
Este proceso de aprendizaje se complementa con el servicio de televisión satelital, que tiene
canales en inglés, con el fin de mejorar la pronunciación y la escucha.
Por otro lado, como una forma de orientar a los estudiantes para el ingreso a la educación
superior, el Gimnasio Los Andes les ofrece cinco modalidades de bachillerato: ciencias
económicas, administrativas y contables; ciencias naturales, ambientales y de la salud; ciencias
humanas y sociales; matemáticas y ciencias de la ingeniería y artes y medios de comunicación,
las cuales se desarrollan -especialmente- en los grados décimo y once.
Otras actividades Por otro lado, para el colegio son prioritarios los programas que amplían la
visión de los estudiantes. Por eso apoya sus iniciativas en actividades académicas como:
olimpiadas de matemáticas, de física y de ciencias; campañas para la defensa del medio
ambiente; proyectos de investigación científico-técnicos; festivales de teatro y en torneos
deportivos Intercolegiados, por citar solo algunos.
“Estamos muy orgullosos de tener un PEI que nos da plena confianza de ofrecer un novedoso
sistema formativo, educativo y de transformación socio-cultural a los 1.620 educandos del
Gimnasio Los Andes”, dice el rector.
Más allá de la opinión que podamos tener de los variados mensajes que difunden las redes de
diferentes sectores ( salud, educación, recreacion, trabajo, etc) ;ellos son la manifestación -en
ciertos casos visión alucinada- de una expresión ciudadana que el confinamiento no puede
contener y que da cuenta de que la idea de una ciencia objetiva políticamente neutra sobre la
cual se funda la legitimidad social de la acción pública en aras del bien común, está en crisis.
A este primer ingrediente debemos sumarle un segundo, que se refiere a la manera que
tenemos de pensar la sociedad y que nos remite también a finales del siglo XIX, cuando se
impone la idea de la sociedad como un “organismo” producto de la interdependencia que
genera la solidaridad como un hecho social objetivo. La salud pública y los sistemas de seguros
sociales del llamado Estado de Bienestar se construyeron sobre este paradigma en que lo social
como un hecho irreductible a las decisiones individuales es gestionado por el Estado, garante
del bien común.
Esta representación ya no parece hoy servir a los gobiernos. Los llamados a la responsabilidad
ciudadana de los habitantes muestran que la posibilidad de dilatar la propagación de la
epidemia depende ahora de los comportamientos sociales individuales. Estas consignas
reposan sobre otra representación de lo social, producto de decisiones individuales y en el que
la solidaridad no es una ley que resulta de la naturaleza orgánica de la misma, sino de la
participación de cada individuo al bien común, como bien coproducido, dando cuenta del
desfase entre las medidas pragmáticas y el paradigma decimonónico a partir del cual se piensa
lo social.
La pandemia que arrastra la crisis económica y financiera permite así poner en evidencia lo que
podríamos calificar como una “crisis de interpretación” generada por herramientas no
adaptadas a la lectura de una situación y que proviene de los paradigmas sobre los cuales
construimos las políticas públicas, incluso las del llamado Estado de Bienestar.
Las políticas neoliberales diseñadas a partir de los años 1980 llevaron a transferir buena parte
del bien común gestionado por el Estado social hacia el mercado, generando altos niveles de
desigualdad. Los movimientos sociales planetarios de los últimos años se erigieron contra ese
modelo neoliberal, pero reclamando otra gestión del bien público que acentúa la crisis de
representación política en las democracias no sólo occidentales, a la que aún no se ha logrado
dar una respuesta satisfactoria.
La pandemia del Covid-19 vino a sumarse a todo ello. Los diferentes llamados a la
responsabilidad individual en nombre de un bien común -en este caso la salud- no pueden ya
reposar sobre la capacidad represiva de un Estado en aras de proteger la salud de los
habitantes, ni sobre la idea de una ciencia políticamente neutra que aleja a los ciudadanos del
bien común. Lo que está en juego en esta crisis es la construcción de otra representación de la
sociedad como un bien coproducido dentro de un espacio político deliberativo.
Elinor Ostrom, primera mujer laureada con el Premio Nobel de Economía, abrió un importante
espacio de reflexión sobre la posibilidad de extraer el “bien común” de la exclusiva
responsabilidad del Estado o del dominio del mercado, abordándolo a partir de las experiencias
de autogestión de las que dan cuenta las diversas formas de economía social y solidaria que se
desarrollaron también a partir del siglo XIX, pero que no lograron entonces imponer otra
lectura del bien común.
La ruptura que provoca la crisis actual atestigua de la dimensión histórica y por consiguiente
arbitraria de nuestra manera de pensar la sociedad. A pesar de la tristeza por el costo humano
de la pandemia y la preocupación por los efectos sociales aún imprevisibles de la crisis, ella nos
enseña que cambiar de rumbo supone interrogar los paradigmas que inciden en nuestra
capacidad de pensar otras respuestas posibles, ofreciéndonos una oportunidad planetaria para
hacerlo.
El cambio de paradigma que implica la crisis del coronavirus sigue estando más allá de la
imaginación. Lo que inicialmente se vio como una crisis corta y manejable se ha extendido por
todo el mundo y ha comenzado a tener ramificaciones muy profundas. La crisis no sólo afecta a
la economía, sino también a nuestros modos de vida, trabajo y pensamiento. Tendrá un
profundo impacto en las libertades personales y políticas, en las políticas sociales y de salud, y
en el mundo en general.
Nuestra libertad de movimientos estará mucho más restringida por mucho tiempo. Los eventos
culturales, el sector de la hostelería y del turismo se verán afectados por el miedo de la gente
por ir a restaurantes, bares, conciertos, cines, teatro y ópera. Los viajes por aire y por mar se
verán obstaculizados por la percepción de los pasajeros de un desastre inminente e invisible.
Las grandes conferencias y ferias comerciales pueden simplemente ser eliminadas del
mercado. Todo será relegado a un mundo virtual aburrido basado en la pantalla, aumentando
aún más nuestra dependencia de la gran tecnología.
Para capear la crisis, una gran parte del mundo desarrollado se ha pasado al teletrabajo, o al
menos a los que podrían hacerlo, que será mucho más habitual de lo que nunca antes se había
imaginado. Tendrá un impacto en las prácticas y en las relaciones laborales, pero también será
el fin de las grandes concentraciones de empresas en capitales y centros financieros. La época
de los rascacielos extravagantes puede haber terminado y la descentralización se convertirá
en la norma, con su efecto en los mercados inmobiliarios. Algunos países están bien
preparados para ello, dependiendo de su estructura geográfica e industrial; para otros,
requerirá enormes cambios y adaptaciones.
El teletrabajo reducirá aún más el poder de los sindicatos y de los acuerdos salariales
colectivos. Minimizará la importancia de los contratos sociales, y se pasará al trabajo por
cuenta propia. Aumentará la división entre los trabajadores de ‘cuello azul’ y los de ‘cuello
blanco’, estando los primeros mucho más expuestos y en primera línea, lo que creará la base
para más conflictos y trastornos sociales.
Los confinamientos y el distanciamiento social no son buenos para las democracias. Los
parlamentos dicen que siguen funcionando, pero cuando lo hacen están en su mayoría vacíos
de diputados, y sólo unos pocos acuden a los verdaderos debates. Los debates en línea no son
los mismos que los de un hemiciclo, donde un ministro es cuestionado sobre sus políticas. Los
parlamentarios están menos involucrados y pueden ser ignorados mucho más fácilmente en
una pantalla. También se ha invocado la pandemia para eludir al parlamento y promulgar leyes
especiales de emergencia. El caso de Hungría suscitó un gran debate sobre este asunto, pero
también en Francia los poderes especiales del Ejecutivo se han prolongado hasta el 24 de julio,
lo que parece desproporcionado.
Hace poco más de un año, escribí una columna para strategy+business que exploraba cómo
podían ‘escapar’ las economías de su dependencia del crecimiento. En aquel texto, ‘cargaba’ a
las empresas de las economías más desarrolladas, las cuales ya estaban desacelerándose antes
de que llegara el coronavirus, con la responsabilidad de encontrar alternativas. Ahora, frente a
una recesión inducida por una pandemia, debemos afrontar, antes de lo que muchos de
nosotros pensábamos, una economía del ‘post-crecimiento’.
Según investigaciones recientes, muchos empleados creen que sus empresas están mejor
preparadas que los gobiernos para abrirse paso en el territorio desconocido en el que hoy nos
encontramos, lo que refuerza mi llamada a las compañías a guiarnos hacia un nuevo paradigma
económico. Con el brote de COVID-19, las compañías han puesto en marcha casi en tiempo
récord políticas sobre horarios flexibles, viajes y salud, y han improvisado iniciativas para
apoyar a sus comunidades locales. En otras palabras, a medida que se detiene el crecimiento
económico, empezamos a ver que las empresas forjan un nuevo contrato con la sociedad,
basado en los principios de compartir y distribuir. Aquí van algunos ejemplos.
El COVID-19 hace casi imposible ignorar las grandes desigualdades que existen en nuestra
sociedad. En el mercado laboral, por ejemplo, la pandemia está exponiendo una división muy
clara: los trabajadores de la economía del conocimiento, bien remunerados y con seguros los
médicos de empresa, han pasado, en su mayor parte, a teletrabajar (con notables excepciones,
como médicos y enfermeras). Mientras, aquellos en trabajos peor pagados y que no se pueden
hacer en remoto, suelen enfrentar riesgos tales como la pérdida de sus ingresos o una elevada
exposición al virus.
No son pocos los que consideran la tecnología como la culpable de estas diferencias. Algunos
estudios sugieren que, aunque la automatización está creando nuevas oportunidades para los
profesionales con formación, también está automatizando el trabajo de baja calificación en la
industria, y presionando a muchas personas en sectores como el comercio y la asistencia
sanitaria a domicilio, donde los salarios y las compensaciones son escasas.
A medida que se deteriora la economía, empezamos a ver que las empresas forjan un nuevo
contrato con la sociedad, basado en los principios de compartir y distribuir
Las principales compañías tecnológicas están entre las primeras en abordar esta brecha y, al
hacerlo, envían una señal muy positiva. A medida que la crisis del coronavirus avanza, muchas
de estas compañías han anunciado que se hacen cargo de los salarios completos de los
empleados que trabajan por horas, como el personal de seguridad, de alimentación o de
limpieza, que están viendo cómo se reducen sus jornadas. Y también están llegando ayudas a
través de fondos creados por distintas empresas de la denominada gig economy para
compensar a los trabajadores enfermos y en cuarentena.
No son las únicas. Otras compañías también están llevando a cabo iniciativas que podrían
sentar un precedente. Por ejemplo, en EE.UU., donde el cuidado de la salud mental tiene un
coste muy elevado, Starbucks está ofreciendo ayudas a aquellos trabajadores que luchan
contra la ansiedad, el estrés y la enfermedad, a través de un programa de subvenciones y
sesiones gratuitas. La necesidad de ayudas como estas va para largo. La Organización
Internacional del Trabajo espera que en todo el mundo se destruyan 25 millones de empleos
como consecuencia del COVID-19.
El COVID-19 se está extendiendo en todo el mundo, pero sus efectos se sienten localmente a
medida que se cierran restaurantes, museos, teatros, tiendas, gimnasios, iglesias y otros
lugares. Muchas empresas están haciendo todo lo posible para evitar que sus ciudades de
origen se conviertan en ciudades fantasmas. Las marcas de moda y lujo italianas, por ejemplo,
están financiando hospitales y organizaciones comunitarias en Milán, la capital de la región de
Lombardía, que ha sido severamente afectada por el coronavirus. Salesforce está brindando
ayuda financiera para ayudar a los pequeños negocios situados alrededor de su sede, en San
Francisco. Y los principales bancos de Canadá, Australia y el Reino Unido han anunciado
moratorias hipotecarias para los propietarios que enfrentan dificultades.
En esta situación, las multinacionales, que tienen cadenas de suministro que se han visto
interrumpidas por el COVID-19, buscan soluciones que atiendan a sus necesidades comerciales
cerca de sus headquarters pero que, al mismo tiempo, refuercen a las economías locales. Y la
política también puede ayudar a avanzar en esta dirección. El acuerdo comercial Estados
Unidos-México-Canadá, por ejemplo, supone una palanca para impulsar la producción el
empleo en esa zona. Otro elemento que juega un papel importante en esta localización es la
tecnología, que está acortando las cadenas de suministro. Por ejemplo, el coronavirus está
impulsando la impresión en 3D, a medida que las empresas la prueban para suministrar
ventiladores a hospitales. Utilizada a gran escala, esta tecnología tiene el potencial
de reemplazar las importaciones con productos locales (pdf).
¿Llevará este nuevo paradigma más centrado en las economías locales a una actividad más
sostenible y ecológicas? Ese es el gran interrogante. Durante el confinamiento, la limpieza del
aire ha hecho que algunos se pregunten si esta crisis nos inspirará a adoptar una forma de vivir
en la que la huella ambiental sea más pequeña. Puede que sí.
La crisis del coronavirus tiene el potencial de enseñarnos que compartir datos puede funcionar
en beneficio de todos los ciudadanos. La telemedicina, por ejemplo, no solo sirve para poder
tratar a los pacientes, sino también porque los datos que genera pueden mostrar patrones de
comportamiento, ecomo la trayectoria de la pandemia. Tan importante como esto es abordar
las preocupaciones de privacidad y ciberseguridad con transparencia para que las personas
sientan que es seguro aceptar términos y compartir su información.
El mundo está luchando por contener el COVID-19 y sus consecuencias económicas al mismo
tiempo. Las herramientas políticas y económicas típicas, como la rebaja de impuestos y la
reducción de los tipos de interés, no conseguirán por sí mismas que las empresas reanuden sus
operaciones, los empleados vuelvan al trabajo o que los consumidores compren. Por eso se
están poniendo en marcha medidas drásticamente diferentes, que cuestan billones de dólares.
Su objetivo no es estimular el crecimiento a cualquier precio, sino alcanzar una gama más
amplia de objetivos, como mejorar la salud pública, la protección de los trabajadores y la
capacidad de recuperación local.
Ponencia Luis Fernando Cruz G Investigador Red CAEL Centro de Altos Estudios
Senado Republica Colombia. ¿Se Requerirá De Un Nuevo Contrato Social? EL
PROXIMO ESCENARIO GLOBAL: Abril 19 de 2020 CAEL Secretaria General
Senado Giovanni Francsico Niño