Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
De la evidencia al vaciamiento
La imagen como presencia en tiempos de desencanto
Para algunos
la cumbre es el lugar de conquista
para la cumbre
el lugar de la nieve
No debe ser sólo cuestión del azar que evidencia, en francés evidénce, tenga
una vecindad fonética y formal con évidance, que quiere decir vaciamiento, asunto
que nos hace notar la bella coincidencia del pensar de Georges Didi-Huberman y
de Jean Luc Nancy, en sus diversas disertaciones sobre la imagen y el cine. “La
evidencia es lo que se presenta a la justa distancia, o bien aquello frente a lo cual
encontramos la distancia justa, la proximidad que permite a la relación tener lugar
y que se abre a la continuidad” (Nancy, 2008, p.55). Problema que no está muy
lejos de la tan mencionada dimensión aurática formulada por Walter Benjamin en
sus reflexiones sobre la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica ,
pues se trata en esta de encontrar en la creación artística “la aparición irrepetible
de una lejanía por cercana que pueda estar” (Benjamin, 1989).
La mirada abierta sobre la cordillera y sobre la rama con sus sombras, acontece
como aspiración del aura siempre y cuando no se quiera aprehender en su totalidad
la realidad mirada. En el estatuto de contemplación del sujeto que supone Benjamin
al decir descansar en un atardecer de verano y seguir con la mirada…, reside
quizás la posición política y crítica más importante de este enunciado, posición que
se advertiría hoy en un inminente peligro de extinción, pues en nuestro mundo de
positivismos excelsos y de aprehensión desbordada del conocimiento, de la
naturaleza, de las letras, de los tiempos y de los espacios, pareciera imposible
darle lugar a la contemplación, a un mirar descansando en un atardecer de verano.
Esta mirada reposada sobre la realidad, esta mirada de la espera y de la errancia,
es esencial para pensar nuestro mundo de ceguera por sobreproducción
mercantilizada. Lo dice muy claramente Benjamin:
Quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura, es la signatura de una
percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que incluso,
por medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible. (…) La orientación
de la realidad a las masas y de éstas a la realidad es un proceso de alcance
ilimitado tanto para el pensamiento como para la contemplación” (1989, p.5).
De manera que, cuando hay un afán de apropiarse del mundo en una totalidad
devastadora se corre el riesgo de la estetización de la política, por ello la
singularidad, la unicidad, dada por la aparición irrepetible, es decir, por el carácter
aurático de lo real es lo que habría que defender a toda costa aún hoy en nuestras
prácticas de creación.
La imagen no está dada entonces, es necesario acercarse a ella con una actitud
de respeto y contemplación para acceder a su presencia. De modo que por más
dispositivos de reproductibilidad técnica que se inventasen, por más fuerte y
soberana que sea la época de la técnica y del espectáculo, la imagen como
aparición irrepetible, en su dimensión espacio-temporal, abrigada por un tiempo
vivo, seguirá intentando acceder a la presencia y su estatuto aurático no
desaparecerá, del mismo modo como siempre aparecerá algún ángel, con la mirada
virada, un tanto perplejo y desorientado, para atestiguar una y otra vez el fracaso
reinventado y afirmado en las ruinas de nuestro acontecer.
Hay una pieza visual, que se nombra Five ( Five Long Takes Dedicated to Ozu ).
En ella, que en realidad son cinco, se exponen de manera pausada algunos gestos
de la simplicidad poética de la mirada del artista iraní Abbas Kiarostami. En la
primera, un viejo trozo de madera redonda se mece en la arena oscura al ritmo de
las olas, va y viene arrastrado por el agua durante los ocho minutos de duración de
la pieza. Terminándose el minuto tercero, la madera se rompe, en su travesía hacia
el mar. Pareciera un simple juego del azar, y lo es, como todos los juegos de
Kiarostami, parecieran ser reales, y terminan siéndolo gracias al trabajo del tiempo
de la imagen. Ese gesto apacible y casi imperceptible, expone con total sencillez la
posibilidad de la mirada de abrirse a la continuidad, esto es, al continuo de la vida
misma que expone una perseverancia del ser en el ser, como lo enuncia Jean Luc
Nancy (2008):
El ser no es una cosa: es que continúa. Es: lo que continúa, no más allá o más acá de
los momentos, de los acontecimientos, de las singularidades y de los individuos que
son discontinuos: sino de una manera más extraña: en la discontinuidad misma y sin
fundirla en un continuum. Continúa discontinuando, discontinúa continuamente.
(Nancy, 2008, p.44).
(Kiarostami, 2015)
Hacer evidente que en el grado más alto reside la nieve, esa blanca inquietud, la
neutralidad desprovista de sujeto, que nos habita en lo más profundo, es lo que la
imagen como presencia reclama. El trozo de madera, fragmentado por el azar
cinematográfico, va y viene, su otra parte se irá de nuestra mirada 1 , será
arrastrado por las olas, y la otra, por un azar distinto, se quedará anclada en la
arena, esperando a que el agua en su ir y venir defina su destino. Dos
continuidades posibles habría para esta sencilla pieza, e infinitas continuidades
para la mirada de un espectador paciente.
1
Mirada que hace falta anotar trae consigo la respiración, en movimientos sutiles,
de quien sostiene delicadamente la cámara.
extremo tedio. Cuando mirarla un instante o un tiempo eterno revelan lo mismo. Justo
allí puede lograr la imagen tecnológica hacer comparecer una genuina imagen-
movimiento, hacer aflorar el tiempo-imagen. En ello se expresaría con toda su
potencia la insuficiencia del dominante pensamiento de la representación regulado
únicamente por los mecanismos de identidad, por la estaticidad, manifestando su
inhabilidad para recoger bajo ese régimen el diferir de la diferencia. (Brea, 2002, p.
143).
Bien sabemos que esta virtualidad, derivada del inconsciente óptico de nuestro
tiempo, permite ostentar la dinamicidad, incluso en una imagen estática. Por tanto,
el tiempo expandido, que nos anuncia Brea, acontece en la imagen como evidencia,
evidencia de lo real que detona tanto la ausencia como la presencia y que sería
capaz de retener, como lo dice tan acertadamente el pensador español, “«ese
instante místico de la unión de lo interno y lo externo, del alma y la forma». Esa
intuición y ese instante en que la vida de los hombres alcance a pensarse por
encima de sí misma, de lo que en ella está dado y condiciona, de lo que en ella es
determinación” (Brea, 2002, p.150). Vemos entonces como la potencia de la obra
se da en tanto es, además de una mirada, movilizada y replegada sobre la realidad,
un miramiento a sí misma y por su unicidad detona un contemplar pausado que
permite al espectador pensar y pensarse en la continuidad de la vida.
Agamben, Giorgio (2010) Medios sin fin. Notas sobre la política. Valencia:
Pretextos
Referencias audiovisuales
Baddington, Laura (2004). Border. [Videograma] Love streams productions,
Agnès B. Francia, Reino Unido
Shalev Gerz, Esther (2005). Between Listening and Telling, Last Witnesses,
Auschwitz 1945-2005, [videoinstalación]. Disponible en:
https://vimeo.com/207628533