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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE OCCIDENTE

FACULTAD DE HUMANIDADES
MATERIA : CONVIVENCIA Y CONSTITUCIÓN
PROFESOR: LUIS EDUARDO LOBATO PAZ
SEMESTRE :AGOSTO-DICIEMBRE DE 2005

ESTUDIOS DE CASO

PEDRO MOLINA

¡Parranda de imbéciles, se van a la mierda, se largan de mi casa!, gritaba como loco Pedro
Molina. Su mujer y sus hijos lo miraban con mezcla de desconcierto y temor. En un
momento todos se miraban pero nadie se atrevía a continuar.

La Familia Molina Castillo.

La familia Castillo Molina se ajustaba al prototipo de la familia de clase media baja. Pedro,
el jefe de hogar trabajaba como operario de calderas en un ingenio azucarero. Con el
producto de su trabajo había levantado a sus hijos. La hija mayor había sido enviada a
Bogotá a realizar estudios universitarios en Fisioterapia. El segundo de sus hijos
interrumpió sus estudios universitarios y en el momento no tenía ocupación alguna.
La niña menor culminaba sus estudios de secundaria. Su esposa estaba dedicada al hogar y
de vez en cuando realizaba labores de modistería por encargo.

Pedro era de los trabajadores mas antiguos de la sección de calderas en el ingenio


azucarero. Le había correspondido en suerte registrar todos los cambios tecnológicos que se
habían desarrollado para poner en operación las calderas. Recordaba los tiempos en que el
combustible era carbón mineral, luego se cambió a Diesel y ahora trabajaban con gas. Lo
único que no había cambiado era el calor. La temperatura del lugar era excesivamente alta y
todos los operarios sudaban a chorros.
En sus tiempos libres o los fines de semana, Pedro complementaba sus ingresos con la
instalación de redes eléctricas domiciliarias. Este era un oficio que había aprendido en el
SENA y le ayudaba a soliviar sus gastos familiares.

El ambiente familiar de Pedro Castillo se empezó a calentar debido a las exigencias de su


esposa y a la respuesta de sus hijos a su esfuerzo. Marta, su esposa, continuamente le exigía
que cambiaran los muebles de su casa y que ya era hora de que remodelaran el frente de su
casa. La hija mayor se había ido a estudiar a Bogotá, pero después de ocho años no
terminaba su carrera. Se suponía que en un término de cinco años finalizaba sus estudios,
pero siempre había excusas para justificar este hecho. Que cancelaron un curso, que no
encontró cupo en otro, que un profesor cuchilla le había hecho perder tres veces una
materia, que no había encontrado hospital para hacer práctica, en fin de todo escuchó
Pedro. El otro hijo había entrado a dos universidades de la ciudad, pero no había pasado del
segundo semestre. Argumentaba que no había encontrado la carrera que le satisficiera. No
trabajaba y todos los días dormía hasta el medio día. Los fines de semana regularmente se
perdía de su casa y llegaba bastante alicorado.
Su hija menor estaba terminando la educación secundaria. La música y el spining eran sus
distracciones preferidas. En la mañana asistía al colegio y en las horas de la tarde escuchar
música o practicar el spining consumían sus ratos libres. En la noche era infaltable el
encuentro con su novio y así transcurría su día normal.

Su esposa era una mujer dedicada a las labores del hogar. Como no tenían empleada del
servicio ella realizaba todos los oficios de la casa, de vez en cuando sus vecinas le
encargaban trabajos de modistería. Era una defensora acérrima de sus hijos y se enojaba
con su marido cuando éste empezaba a cuestionar la actuación de sus vástagos. Si su esposo
refregaba el caso de la hija mayor, le decía que como ponía en duda la seriedad y
dedicación al estudio de la muchacha. Alegaba con Pedro cuando no le daba dinero a su
hijo mayor y justificaba la interrupción de sus estudios afirmando que tarde o temprano
encontraría la carrera que colmara sus expectativas. Respecto a la afición a la bebida de su
hijo, le decía a Pedro que ese era el ejemplo que él le había dado.
Si Pedro le recomendaba a Marta que solicitara ayuda a su hija menor para la realización de
las labores hogareñas, decía que ella sola se bastaba para arreglar la casa.

LA SITUACI0N

El Sábado a las seis de la mañana llegó Pedro Molina al ingenio azucarero. Era el último
día de trabajo de la semana y estaba ansioso porque terminara. No llevaban una hora de
trabajo cuando la máquina empezó a fallar. La mañana se les fue revisando que habría
podido producir el daño en el sistema de refrigeración, desconectaron mangueras y las
revisaron minuciosamente. El calor en la sala era insoportable. Hacia las doce del día
hallaron la causa del problema. Sólo pudieron trabajar dos horas. A las dos de la tarde
terminaron con su labor. Estaban sudando copiosamente y sus overoles completamente
sucios.
Uno de sus compañeros les propuso que se tomaran unas cervezas en el quiosco que estaba
situado a una cuadra de la empresa. Pedro estaba renuente a aceptar la invitación de su
amigo y les comentó que se encontraba corto de dinero. Uno de ellos le dijo que no se
preocupara que el invitaba. Los acompañó en ese sitio por tres horas, pero decididamente
ese día no estaba para tomar licor, con unas cuántas cervezas que se tomó se sentía
mareado. Decidió marcharse a su casa.

A las siete de la tarde llegó a su casa. Su hija menor estaba en la sala con su novio
escuchando música, en otro cuarto estaba su hijo viendo un partido de fútbol. Saludó pero
ninguno se dio por enterado. Preguntó por sus esposa y le dijeron que se había ido a
arreglar las uñas. Buscó en la cocina y en la nevera algo de comer y no encontró nada.
Al poco rato llegó su esposa y le pidió el favor de que le preparara comida. Su esposa al
sentirle el tufo de cerveza se encolerizó. ¡ El señor llega borracho y pretende que yo le corra
a hacer comida! Le espeto en la cara. Pero uno llega de trabajar y cómo no le van a guardar
nada para comer, ripostó Pedro.
¡El burro de carga también tiene derecho a descansar un rato, el día que una falla el señor se
va a enojar! Replicó Marta. La discusión fue subiendo de tono. Los hijos llegaron a
intermediar. ¡Cálmese cucho! Le dijo el hijo.
¡Es que uno aquí sólo sirve para traer el dinero a la casa, pero ustedes si no tienen
consideración con uno! Se quejó Pedro. Siguió con sus descargos ¡Vea el caso de Johana
ocho años haciendo una carrera y no termina. Uno saque y saque plata y ella por allá feliz
de la vida!. Se dirigió a su hijo: ¡y vos engordando nalgas aquí, dormís hasta tarde y no
haces nada. Te pido que me acompañés a hacer instalaciones eléctricas, te hacés el pendejo
siempre y no vas! No me la monte, le contestó el hijo, el día que consiga trabajo me voy de
esta casa.
La cabeza de Pedro le daba vueltas, su cuerpo se tambaleaba. Los ojos caídos y con el
índice temblando señaló a su hija menor. Vos podés preparar una comida, llega uno y estás
con tu noviecito. Un día de estos te embaraza y es a uno a quien le toca responder. No me
venga a encimar, le gritó la hija. Yo no los mandé a que me tuvieran.

Y vos señalando a su esposa: ¡ Sos una alcahueta, que todo se lo patrocinás a tus hijos.
Saben que? Me cansé de ustedes. Parranda de imbéciles, se van a la mierda, se largan de mi
casa.

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