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y peronismo
Cooperativas agrarias
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Capítulo III
El cooperativismo,
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pieza clave de la economía social


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El cooperativismo es el que aparece como uno de los componentes


más significativos de la economía social, en particular cuando se
trata de generar productos, trabajo o empleo, o prestar servicios
públicos. Este cooperativismo se erige como un movimiento plural,
de impacto transversal, que hace pie en todos los sectores socia-
les. Tiene sus propios valores y principios20 pero adapta su práctica
a las diversas franjas productivas y laborales de las cuales se nu-
tre. Es una organización democrática policlasista, que integra en
un solo ente la dimensión asociativa y la dimensión empresaria.
Estas dos dimensiones deben interactuar a fin de integrar armóni-
camente el interés económico y el social.21 Puertas adentro, priva
el control de sus asociados (un hombre-un voto en las entidades de
primer grado), pero hacia fuera se impone la competitividad que
exige la economía global.
Este tipo de asociacionismo que nace en la Europa de me-
diados del siglo xix, como una reacción constructiva frente a los

20. Valores de autoayuda, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Los socios


hacen suyos los valores éticos de honestidad, transparencia, responsabilidad y vocación
social. Los principios son pautas mediante las cuales las cooperativas ponen en práctica
sus valores. 1) Adhesión voluntaria y abierta, 2) gestión democrática, 3) participación
económica de los asociados, 4) autonomía e independencia, 5) educación, formación e
información, 6) cooperación entre cooperativas y 7) preocupación por la comunidad.
21. Un modelo organizacional que garantiza esta articulación entre “lo económico”
y “lo social” es el esquema monista, en el que todos los participantes (presidente,
consejo de administración, socios, empleados técnicos, gerentes), y aun las partes
interesadas o stakeholders (clientes, proveedores, entornos varios) están imbuidos
de los mismos valores y principios para encontrar las soluciones más adecuadas que
preserven la originalidad de la cooperativa: su carácter de empresa asociativa y de
asociación empresaria (Davis, P. y Donaldson, J., 2005).

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Graciela Mateo

efectos negativos de la industrialización, es asumido luego por el


liberalismo como instrumento de desarrollo económico. Durante
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esa evolución se traslada a América Latina, donde los primeros


promotores conforman tres corrientes sucesivas:
• La corriente inicial, que desde el punto de vista fáctico la
introducen es introducida por los inmigrantes europeos, prin-
cipalmente italianos, franceses, ingleses y alemanes, que for-
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man las primeras cooperativas en Argentina, Brasil (italianos,


franceses, alemanes), Paraguay (alemanes), Chile y Perú (in-
gleses).
• La corriente sindical y mutualista, que organiza las primeras
experiencias de asociación solidaria para satisfacer necesida-
des de consumo, de ahorro y crédito y de servicios funerarios.
En algunos países, se plantea como estrategia de lucha sindical
la organización de cooperativas (Argentina, Chile, Uruguay).
• La corriente social de pensadores y políticos latinoamericanos
que promueve organizaciones cooperativas para establecer con-
diciones de justicia social. Incluso en varios países las leyes an-
tecedieron al hecho cooperativo (Perú, Ecuador, Costa Rica).22
“El cooperativismo es a la vez una doctrina, un movimiento inspi-
rado por corrientes políticas y sociológicas, una forma jurídica de
empresa y una realidad con varios miles de sociedades” (Balleste-
ro, E., 1983, p. 17). Esta definición revela la amplitud y comple-
jidad que caracterizan al cooperativismo, cuya pluridimensionali-
dad (Salminis, J., 2010) –no siempre reconocida– ya está implícita
en los Estatutos de la ACI de 1895 y de la Sociedad de los Probos
Pioneros de Rochdale.
Para abordar un objeto de estudio tan vasto y complejo se
requiere una visión multidisciplinar, que permita hacer un análisis
realista y no apologético o utópico, frecuente a la hora de reflexio-
nar sobre esta temática. Parecería entonces que las disciplinas que
están en mejores condiciones para llevar adelante ese estudio, son
la Economía, que interroga a las cooperativas en tanto empresas

22. Organización Internacional del Trabajo, Desarrollo Cooperativo. Creación de un


clima positivo y condiciones favorables para el desarrollo cooperativo en América
Latina, Ginebra, 1998. Disponible en Internet: http://www.ilo.org./public/spanish/
employment/papers/latiname.htm

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Cap. III - El cooperativismo: pieza clave de la economía social

que toman decisiones sobre la producción y distribución de bienes


y servicios, analizando su elección frente a otras alternativas.23 La
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Sociología que estudia al cooperativismo como forma de acción


colectiva, señala las estructuras sociales que lo configuran.24
Algunos autores consideran que la problemática cooperativa
debe analizarse con los instrumentos que proporciona la teoría
económica, que exige cuantificación y pragmatismo. “El coope-
rativismo no desea teorías, si no hay una traducción de los enfo-
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ques teóricos en resultados económicos concretos para las propias


cooperativas” (Caballer Mellado, V., 1992, pp. 21-22). Un enfoque
multidisciplinar (Salminis, J., 2010) debe contener los aportes del
derecho,25 por cuanto las cooperativas están reguladas por estatu-
tos jurídicos especiales; de la administración de empresas26 (pro-
cesos de planificación y organización en que se manifiestan sus
realidades); de la psicología27 (motivaciones que lo explican). Sin
embargo no es fácil comprender muchos procesos cooperativos ac-
tuales sin acudir a la antropología28 y a la historia.29
Si se habla de movimiento cooperativo no debe olvidarse la
cuestión doctrinaria30 que lleva implícita una ideología, difícil di-
sociarla o erróneo desvalorizarla a la hora de resaltar las múltiples
dimensiones del cooperativismo. No puede olvidarse que el coope-
rativismo nace apoyándose en determinados ideales que, interac-
tuando con la realidad, originan la experiencia de Rochdale y la
doctrina, que adopta como principios o reglas de funcionamiento
las normas que los llamados Pioneros concretaron en sus Estatutos.
Con el paso del tiempo, se desarrolla una serie de construcciones

23. Martínez Nogueira, R. (1985, 1983); Lucca, Ana; Lucca, A. y Puppo, M. (2000);
Depetris, E. (2001); Gorenstein, S. y otros (2001); Vargas André, E. y otros (2001).
24. Giarraca, N. (1994); Vuotto, M. (1994, 2002); Lattuada, M. y Renold, J. (2004).
25. Cracogna, D. (1968, 1977); Paz Canalejo, N. (2002).
26. Sanchis Palacio, J. R, (1995; Malo, M. C. (2004); Davis, P. y Donaldson, J. (2005);
Coque Martínez, J. (2005).
27. Schvarstein, L. (2000, 2004).
28. Renold, J. M. (1995); Lattuada, M. y Renold, J. M. (1998).
29. Girbal-Blacha, N. (2000 a; 2000 b; 2004); Olivera, G. (2004, 2006); Mateo, G.
(2001, 2004).
30. Tal como sostiene Georges Laserre, la empresa cooperativa fue inventada por
obreros y no por intelectuales, y “no ha contado desde sus orígenes con un caudal
de doctrinarios como los que ya, en ese entonces, disponía el capitalismo liberal”
(Cracogna, D., 1968, p. 161).

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Graciela Mateo

jurídicas para formalizar sus actividades, y la suma de estos ele-


mentos, como impulsores y condicionantes, definen al movimiento
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cooperativo moderno. Para algunos estudiosos, esta doctrina coo-


perativa sumada al marco legal se han constituido en el primer
obstáculo que debe sortear la sociedad cooperativa para ser una
empresa “exitosa”, por cuanto persiste un exceso de ideología de-
cimonónica que deriva en dogma o mesianismo, y un exceso de
requerimientos legales que les impone deberes y obligaciones de
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los que están exentas otras sociedades mercantiles.31


Un análisis del cooperativismo debe tener en cuenta el marco
económico y social en el que se insertan las empresas cooperativas.
En este sentido la CEPAL (1989) señala: “Ya sea que el entorno fo-
mente o no estimule el desarrollo cooperativo, necesariamente le
imprimirá al proceso ciertas características propias, con lo cual las
cooperativas adquirirán matices del ambiente en el cual están loca-
lizadas.” Los agentes económicos –y las cooperativas lo son– operan
y deciden en un escenario caracterizado por una vasta red de insti-
tuciones y prácticas sociales que conjuntamente con las condiciones
estructurales influyen en las decisiones de inversión y en el proceso
de acumulación de capital en el plano microeconómico. Desde la
ciencia económica se han formulado construcciones teóricas para
abordar la complejidad de ese escenario, surgiendo así el concep-
to de “régimen social de acumulación” (RSA) (Nun, J., 1987), que
logra superar el reduccionismo económico de otro de los conceptos
como el de “estadio capitalista”. Todo RSA conlleva un complejo
proceso histórico de mediano y largo plazo, recorrido por fuerzas
contradictorias. En un escenario como el actual, caracterizado por
las transformaciones del Estado, el modelo neoliberal triunfante
arroja índices alarmantes de desempleo, subocupación, salarios en
baja y caída general de ingresos; impone ajustes estructurales que
conllevan desregulación y apertura de los mercados, rasgos esen-
ciales del nuevo régimen social de acumulación, en el que se hace
patente el descrédito de los gobiernos nacionales ante el abandono
que hicieron de sus responsabilidades sociales.
En este ambiente, las formas asociativas cobran una impor-
tancia significativa en tanto alternativas de organización econó-

31. Rosembuj, T., (1993, p. 32).

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Cap. III - El cooperativismo: pieza clave de la economía social

mica viables. El asociacionismo económico se caracteriza por la


defensa de intereses no integrales, generalmente económicos,
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e incluye una lista cerrada de temas o cuestiones estatutarias:


la comercialización o elaboración de insumos y productos, o la
prestación de determinados servicios a sus asociados. Otros dos
rasgos diferencian a las asociaciones económicas de las de carác-
ter reivindicativo: la naturaleza exclusivista de los efectos de sus
acciones que benefician solo a los asociados, y un discurso no ne-
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cesariamente ideológico ya que estas organizaciones no intentan


poseer una determinada visión del mundo ni una forma de inter-
pretar los problemas de su base social, sino simplemente acotar
su actuación a un fin específico, como es el económico. En este
tipo de asociacionismo se incluyen las cooperativas de producción,
comercialización o transformación de primer y segundo grado. No
obstante, entre los referentes empíricos del cooperativismo agra-
rio, se encuentran numerosos ejemplos de sincretismo, ya que
tanto las cooperativas primarias como las federaciones sostienen
un discurso fuertemente ideológico que sustenta su distinción con
las empresas de capital y participan de reclamos o realizan ac-
ciones que benefician directa o indirectamente a un universo más
amplio que el de los socios. A lo expuesto debe sumarse el hecho
de que la presencia cooperativa en mercados específicos puede
considerarse un bien público, ya que evita la formación de merca-
dos oligopólicos, y en este sentido se benefician tanto los produc-
tores asociados como los que no lo están, relativizándose entonces
el rasgo exclusivo de los beneficios generados en pro de los socios
(Bauguer, T., 1996, p. 34). Resulta esencial relacionar la empresa
con su entorno, al formular una estrategia competitiva, por la in-
fluencia que ejerce sobre las acciones y estrategias desarrolladas
por los agentes. Esta premisa también debe ser tenida en cuenta
para orientar el análisis de los factores estructurales determinan-
tes del desenvolvimiento de un sector cooperativo en particular.
El reconocimiento de los vínculos e interdependencias tec-
nológicas y económicas entre los agentes e instituciones presentes
en un sector ha llevado a una aceptación generalizada del enfoque
sistémico como metodología de análisis y diagnóstico. Por ejemplo,
la moderna producción de alimentos responde a complejas rela-
ciones entre el conjunto de actores y actividades involucradas en

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Graciela Mateo

la producción, transformación y distribución. Este cambio de pers-


pectiva hace insuficiente al enfoque individualista o reduccionista
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como método de estudio, por lo cual es sustituido por el holístico,


sistémico o estructuralista (Caldentey, P., 1998, p. 45/48).
La definición de “sistema” tiene elementos que coinciden
con la realidad organizativa de la cooperativa. Se entiende por
sistema una entidad compuesta por elementos diferenciados e in-
terdependientes, en la cual cada uno aporta una contribución pre-
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cisa y específica que completa y asegura un ciclo de actividades,


para llegar a determinados resultados mediante la utilización de
recursos (Giménez, J. L., 1988, pp. 169/190). De allí que resul-
te muy apropiado hablar de la empresa cooperativa propiamente
como sistema. Esta, siguiendo la conceptualización anterior, tiene
a priori como objetivo la comercialización o producción de bienes
y servicios para satisfacer las necesidades de sus miembros y de un
sector concreto de la población. Para ello implementa una política
de empresa que combina la utilización de recursos humanos, ma-
teriales, financieros, tecnológicos e informativos. Estos deben es-
tar debidamente ordenados y relacionados internamente a partir
de una estructura organizativa. El análisis de sus estrategias em-
presariales aporta a la descripción de algunas características de su
comportamiento y reacción, y la principal fuente de información
de la situación económica de la cooperativa es la contabilidad ex-
presada en sus balances (Caballer Mellado, V., 1992, p. 56).
En definitiva, la cooperativa es una empresa formada por un
grupo de personas motivadas por sus propios intereses y necesi-
dades, sujeta a unas normas jurídicas concretas y a unas normas
específicas, los principios y valores cooperativos. Su actividad está
ligada a una multitud de fuerzas de un entorno que la condicio-
nan con distinta intensidad y resultado. Un entorno que se vuelve
hostil y turbulento por su complejidad (sobre la empresa influyen
cada vez más factores), su incertidumbre (la dificultad de predecir
su comportamiento es cada vez mayor), y su dinamismo (el grado
de variabilidad de los factores estratégicos es cada vez más inten-
so) (Sanchis Palacio, J. R., 1995, p 24).
Del conjunto de factores presentes deriva entonces la pro-
blemática del cooperativismo, que adquiere matices propios según
cada región o país donde se desarrolla, de cada rubro o sector que

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Cap. III - El cooperativismo: pieza clave de la economía social

abarque y de cada legislación que lo regule. En algunos aspec-


tos sus problemas coinciden con los de otros tipos de empresas,
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mientras que otras dificultades derivan de las peculiaridades del


sistema cooperativo.
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Capítulo IV
Una perspectiva del cooperativismo
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agrario en Argentina
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Si bien el cooperativismo agrario estaba previsto ya en el artículo


1° de los Estatutos y Fines de la Sociedad de Equitables Pioneros
de Rochdale,32 el padre del cooperativismo rural es el alemán Fe-
derico Guillermo Raiffeisen, quien comprende perfectamente las
necesidades de la agricultura e inventa un tipo de crédito popular
perfectamente adaptado a la agricultura, en un momento en que
los bancos oficiales y particulares nada quieren saber con los mo-
destos agricultores. Guiado por un profundo espíritu cristiano y
sentimientos humanitarios propicia, desde su cargo de alcalde de
Heddesdorf (Alemania), diversas iniciativas filantrópicas tendien-
tes a proteger a los campesinos mediante la ayuda de personas
pudientes. Organiza en el invierno de 1848, período de hambru-
na extrema, el aprovisionamiento de harina, preocupándose de la
fabricación de pan. Esta panadería contribuye a bajar el precio
en toda la región. Al año siguiente funda en una asociación cuya
actividad principal está dirigida contra el comercio usurero del
ganado. Esta se transforma luego en una sociedad de ahorro y
crédito, destinada a satisfacer las necesidades de los agricultores
de menores recursos, hasta que en 1876 crea el Instituto Cen-
tral de Crédito para financiar las cooperativas constituidas a par-
tir de sus iniciativas, y en 1877 funda la organización de segundo
grado Unión de las Cooperativas Agrícolas. Hay que advertir que

32. Enuncia entre sus objetivos el de comprar o arrendar una o más parcelas de tierra
que serían cultivadas por los miembros desocupados o mal remunerados. Tan pronto
como fuera posible, la Cooperativa procedería a la organización de las fuerzas de
producción, distribución, educación y gobierno, vale decir al establecimiento de una
colonia que se autoabasteciera.

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Graciela Mateo

Raiffeisen admite como función de esas cajas cooperativas, la co-


mercialización de productos, es decir tanto la venta de productos
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como el suministro de insumos, previendo la satisfacción de todas


las necesidades de los agricultores (Barbato de Collard, O. et al.,
2000, pp. 146/147).
El cooperativismo agrícola moderno se instala en Latinoamé-
rica a fines del siglo xix a partir de cuatro rutas de penetración que
conllevan cuatro modelos diferentes.
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Cuadro Nº 1: Orígenes del moderno cooperativismo agrario la-


tinoamericano

Ruta -Objetivos: provisión de insumos, comercialización e


Argentina industrialización de las producción agropecuaria.
-Resultados: cooperativismo mutualista ortodoxo
europeo, con supremacía del desarrollo técnico sobre
el ideológico.
Ruta -Objetivos: modificación de la estructura agraria
Uruguaya y creación de monopolios de servicio público para
distribución de alimentos.
-Resultados: cooperativismo populista con
participación estatal, vinculado a políticas de
desarrollo nacional y mercados cautivos.
Ruta -Objetivos: revolución agraria, orden social
Mexicana cooperativo, derecho popular a la propiedad
comunitaria de la tierra.
-Resultados: cooperativas precarias por exceso de
orientación política estatal y defecto de estructuras
de apoyo.
Ruta -Objetivos: desarrollo e integración social de
Peruana comunidades indígenas.
-Resultados: modelos endógenos, indigenistas, diverso
grado de éxito.
Fuente: Coque Martínez, J. (2005, p. 93).

Fruto de sus diversos orígenes y entornos de promoción y asen-


tamiento, el cooperativismo latinoamericano ha resultado más
heterogéneo que el europeo, porque debió adaptarse a entornos
muy diversos. En este caso, como en otras realidades de América

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Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

Latina, ha primado la línea exógena (factores socioeconómicos y


políticos) en detrimento de los pueblos autóctonos (factores étni-
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cos, culturales y geográficos) (OCA, FAO, ACI, 1994, p. 14).

Cuadro Nº 2: Aproximación cuantitativa al cooperativismo agrí-


cola en América Latina (1997)
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Nº de Negocios
Nº de Socios
Cooperativas (U$S x 1.000)
Argentina 92.000 813 4.400.000
Brasil 924.000 1.410 15.398.000
Chile 31.090 492 N/D
Colombia 1.060.310 332 1.184.000
Costa Rica 18.000 59 N/D
Ecuador 78.056 2.223 N/D
El Salvador 14.000 67 34.240
Guatemala 39.659 340 30.500
Honduras 37.146 601 N/D
México 129.352 2.984 N/D
Nicaragua 88.000 3.371 N/D
Panamá 70.981 55 N/D
Puerto Rico 24.009 8 16.478
Uruguay 30.000 200 N/D
Total 2.574.000 13.000 21.063.000
Fuente: Martínez, I. (2001, p. 74).

La doctrina cooperativa latinoamericana tiene en común una visión


e ideología parcial, pues no persigue un modelo de organización
cooperativa de la sociedad global. No se ha planteado, ni tiene
como objetivo, la conquista del poder. Si se analiza como sistema
económico, también predomina una articulación parcial entre las
entidades que constituyen el movimiento (Navas Vega, D., 1995).
De acuerdo con la CEPAL (1989) una de las formas de agru-
pamiento es aquella que se basa en consideraciones de moti-
vación. Algunos grupos se crean “para sí mismos” (siguiendo la
concepción de Rochdale), mientras que otras agrupaciones se
establecen “para otros” (según las ideas de Owen y Fourier) o a
partir de impulsos gubernamentales y de instituciones religiosas.

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Graciela Mateo

En Argentina, los grupos de estratos medios se organizan “para


sí”, creando cooperativas que funcionan de forma autónoma sin
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intervención del Estado. Los pequeños productores rurales propi-


cian fundamentalmente las cooperativas agrarias de comerciali-
zación, y los obreros industriales politizados y otros trabajadores
urbanos organizan las cooperativas de consumo para defender su
poder de compra.
El modelo prevaleciente en Argentina (como en el resto de
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los países del cono sur) es el de corte rochdaleano, razón por la


cual corrientes críticas le imputan no perseguir un cambio pro-
fundo de la estructura económica y de poder. Resulta entonces un
tipo de cooperativismo caracterizado por un avanzado refinamien-
to técnico y pragmático pero con un desarrollo ideológico precario
y débil: un elemento de afirmación y consolidación del statu quo,
más que de reforma agraria (Cracogna, D., 1978, pp. 89/112). Esta
idea se vincula con la descripción que hace Lasserre sobre la na-
turaleza de las cooperativas agrarias en general, en cuanto a que
no reciben fuertes influencias ideológicas y no tienen un carácter
revolucionario, sino más bien conservador.33
Las causas del surgimiento del cooperativismo en la Argenti-
na son variadas. Pero sin duda, entre ellas, la cuestión inmigratoria
aparece como elemento gravitante. Las crecientes corrientes mi-
gratorias que llegan al país indican que –más allá de motivaciones
exógenas como las crisis europeas, empresas colonizadoras, etc.–
prevalecen motivaciones de raigambre interna, vinculadas con el
principio alberdiano de gobernar es poblar y con el proyecto de la
generación del ochenta que exige una fuerza de trabajo capaz de
concretar el modelo agroexportador y sindica a la Argentina como
granero del mundo.

33. Las cooperativas agrícolas nacieron paralelamente a las cooperativas de consumo,


en general en los períodos de profunda crisis agrícola, y del mismo sentimiento de
solidaridad y de la misma necesidad de acción colectiva, aunque Laserre reconoce
que recibieron menos influencias ideológicas. Como característica destacaba que
el cooperativismo agrícola “no tiene la ambición de ser el prototipo de un sistema
económico nuevo. Sólo es revolucionario en los países de latifundio y de gran
miseria campesina. Por el contrario, allá donde predomina la explotación y sobre
todo la propiedad campesina, es más bien conservador, y durante mucho tiempo se
ha considerado como un medio de fortalecer esta pequeña explotación campesina”
(Laserre, G., 1972).

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Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

En el ambiente cooperativo argentino, ocupa un lugar des-


tacado por su obra e influencia el Dr. Juan B. Justo (1865-1928).
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Fundador del Partido Socialista Obrero (1893) y de la cooperati-


va de consumo, edificación y crédito “El Hogar Obrero” (1905),
no comparte en rigor las corrientes relacionadas con la república
cooperativa, identificándose más bien con la idea de la coopera-
ción como sector junto a otros sectores para contribuir al mejora-
miento de las condiciones de vida de los trabajadores. Considera
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a la cooperación de consumo como la más progresista y pujante,


aunque reconoce los límites de su aplicación, “...para no caer en
las ilusiones de quienes todo lo esperan de ella...”. No descarta a
las cooperativas de trabajo, aunque se mantiene escéptico acerca
de sus posibilidades de desarrollo genuino, principalmente por la
escasez de capital, por lo que prosperarían solo con el apoyo de las
cooperativas de consumo o del Estado. En cuanto a la cooperación
agraria, muestra gran interés por su estudio y difusión (junto al Dr.
Nicolás Repetto, de amplia labor parlamentaria), y defiende la for-
mación de asociaciones de campesinos como forma de resistencia
frente a la centralización del capital.
Dentro de la economía cooperativa, el cooperativismo agra-
rio se presenta en un principio, como un terreno litigioso entre la
cooperación de consumo y la asociación de campesinos, pero con
el tiempo tiende a quedar en manos de esta última. Uno de los más
calificados especialistas argentinos sobre los principios y la prácti-
ca del cooperativismo, el doctor Emilio Bottini (1959, p. 39) con-
sidera que la cooperación agraria presenta objetivos claramente
definidos: 1) beneficiar a los agricultores que explotan pequeñas
fracciones de tierra, para alcanzar mejores precios, mayor unifor-
midad y calidad en su producción; 2) proveer de crédito al peque-
ño o mediano productor; 3) prestar asesoramiento legal e impo-
sitivo a sus asociados; 4) aprovisionar al asociado de artículos de
uso y consumo; 5) transformar las materias primas de sus socios; 6)
tomar a su cargo el transporte de productos de los cooperadores;
y 7) estrechar la colaboración entre la producción y el consumo,
limitando drásticamente la acción de los intermediarios.
El cooperativismo agrario presta importantes servicios al
asociado en materia de abastecimiento, comercialización y trans-
formación. Una prestación que se traduce en una utilización más

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Graciela Mateo

eficiente de la tierra y su mejoramiento, el mayor volumen de


negocios, el mejoramiento en la calidad del producto, el uso efi-
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ciente del capital (rebaja en el costo de producción y precios más


remunerativos), aumento de la demanda al ampliarse los merca-
dos e introducción de servicios que cada agricultor por sí solo no
puede tener.34
Interesa reflexionar sobre la concepción teórica del coope-
rativismo agrario argentino que está próxima al pensamiento de
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George Fauquet (1944), para quien la economía está dividida en


cuatro sectores, siendo uno de ellos el cooperativo. Este mantiene
con el sector capitalista relaciones de competencia y de lucha que
no excluyen relaciones comerciales en el seno de las economías
nacionales o en los mercados internacionales, y con el sector pú-
blico, relaciones complejas y variables según el grado de desa-
rrollo de las instituciones cooperativas y la orientación política y
económica del Estado.
Fuera del tipo agrícola, las primeras cooperativas se crean por
el influjo de dirigentes socialistas asalariados, siguiendo los linea-
mientos de los socialistas europeos y el programa de Rochdale. En
cambio, las entidades de crédito cooperativo se inspiran en los ban-
cos impulsados por Luigi Luzzatti (1841-1927) en Italia (influenciado
por las experiencias alemanas), y son creadas por representantes de
la clase media o de la pequeña y mediana burguesía nacional, como
comerciantes e industriales (Petriella, A., 1984).
Desde sus orígenes, el cooperativismo agrario procura cumplir
con un doble objetivo: el primero, de carácter social, está destinado
a la prestación de un servicio basado en principios de solidaridad,
libre asociación y gestión democrática; el segundo, de carácter eco-
nómico, está orientado a la defensa de los intereses y a la mejora
de los ingresos y situación económica de sus asociados.
Los inmigrantes europeos que se insertan en el medio agrario
desde fines del siglo xix, intentan replicar algunas de las formas de
organización y acción colectiva que habían conocido en sus lugares
de origen y que en cierto modo retroalimentan su identificación
y pertenencia regional, generándose un ejemplo fraternal entre

34. Banco de la Nación Argentina, Seminario Latino Americano sobre crédito agrario
y cooperativas, Buenos Aires, 1962, pp. 168 a 171.

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Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

inmigrantes de distintas etnias: italianos y españoles que se desta-


can en el mutualismo, alemanes del Volga y judíos promotores del
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cooperativismo. Doctrina inglesa, experiencia alemana e ideología


socialista 35 constituyen los tres pilares del movimiento cooperati-
vo argentino.
Desde un criterio funcional, las cooperativas agrarias pueden
cubrir diversas actividades, necesidades o servicios, tales como el
aprovisionamiento, la producción, comercialización, la transfor-
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mación o industrialización, y el crédito, cumpliendo una o varias


de esas fases.36 No obstante, las primeras experiencias de coope-
rativas registradas en el medio rural argentino no son precisamen-
te de comercialización de la producción, sino para cubrir riesgos
climáticos o de consumo o aprovisionamiento. Así surge la decana
de las cooperativas argentinas, “El Progreso Agrícola de Pigüé”, en
el sur de la provincia de Buenos Aires, fundada en 1898 por inicia-
tiva de un grupo de colonos franceses provenientes de la región de
Aveyrón, y cuyo estatuto es social redactado nada menos que por
el profesor Charles Gide. De todas las cooperativas surgidas en esa
época, indistintamente del rubro, es la única que perdura hasta
nuestros días.37 Merecen transcribirse algunos párrafos de su acta
de fundación, por el alto sentido cooperativo que encierran:

35. En las primeras décadas del siglo xx el socialismo presenta un programa agrario que
aunque no puede concretar en la práctica, incentiva la formación de cooperativas en
el campo. Véase: Justo, Juan Bautista, “La cuestión agraria” en Discursos y escritos
políticos, Buenos Aires, El Ateneo, 1933, pp. 141-155.
36. El ingeniero Juan L. Tenenbaum presentó en 1936, en ocasión de reunirse el II
Congreso Agronómico de Río Grande del Sud, Brasil, una clasificación que es aceptada
para su uso en Argentina, Brasil y Uruguay, reconociendo de acuerdo con la cantidad
de funciones que cada cooperativa desempeña, dos grandes grupos: uniactivas, o sea
especializadas, como puede ser una bodega cooperativa que se dedica exclusivamente
a la fabricación de vino; y multiactivas, aquellas cooperativas de campaña que
tienen almacén, sección de comercialización, de crédito, etc. Para más datos sobre
clasificación de cooperativas véase: Banco de la Nación Argentina (1955, pp. 92/95).
En 1995 Hernández Perlines, en su artículo “¿Son competitivas las cooperativas
agrarias?”, distingue entre monovalentes, bivalentes, multivalentes, con o sin sección
de crédito, en Revista de Debate sobre Economía Pública Social y Cooperativa N º 18,
CIRIEC Valencia, julio 1995, pp. 9-40.
37. En 1885 colonos galeses establecidos en Trelew (Chubut) fundaron la segunda
cooperativa constituida en el país, de carácter rural, la “Compañía Mercantil del
Chubut”, que en 1911 se transformó en sociedad anónima hasta su extinción en 1922.

69
Graciela Mateo

Sin capital anónimo a quien satisfacer intereses, todo es de ellos


(los miembros) y para ellos, realizando los fundadores el hecho
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de reunir para la ayuda mutua, en frente del peligro común, a


todos los agricultores”. Definen a la cooperativa como “[...] una
Sociedad de Seguros mutuos a prima fija contra la piedra para
cosechas en pie, formada por y para los agricultores, la que res-
ponde a sus verdaderos intereses, que forman su capital, vigilan
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su administración, examinan los acuerdos de indemnización a los


que son siniestrados y se reparten anualmente el capital sobran-
te, después de cubiertas las atenciones corrientes de la Sociedad,
ayudándose entre sí con préstamos a un interés prudente cuando
entre cosecha y cosecha lo permita el estado de la Institución (CO-
NINAGRO, 1996).

Así como la Historia reconoce a Entre Ríos como cuna de la coloni-


zación, es también en esta provincia donde en agosto de 1900 se
funda la mutual “La Agrícola Israelita” de Gobernador Basavilbaso,
convirtiéndose en 1907 en la “Cooperativa Agrícola Lucienville”
en homenaje a Lucien Hirsch, hijo del Barón de Hirsch, promotor
de la colonización judía en la Argentina. Esta entidad –creada por
directa iniciativa de la Jewish Colonization Association– adopta un
sistema de actuación que sirve luego de modelo para la mayoría de
las cooperativas mixtas o multiactivas que pronto pueblan toda la
zona cerealera del país. Tres son los objetivos de sus fundadores:
1) adquirir conocimientos de índole agrícola, 2) formar una caja
de ahorros y préstamos, y 3) adquirir artículos para la cosecha a
precios ventajosos (Merener, D., 1972, p. 10) Más allá de sus fun-
ciones económicas, esta entidad ejerce una verdadera influencia
de orden moral, ya que ni la educación agrícola ni la organización
de bibliotecas y centros filodramáticos le son ajenas (Jewish Colo-
nisation Association, 1902, p. 9).
Las cooperativas agrarias tienen que abarcar las dos funcio-
nes básicas del comercio local de aquella época en la campaña: el
negocio de ramos generales, que significa ya un primer paso para
sustituir al comercio privado por el cooperativo, y la provisión de
crédito. En 1904 se funda en Entre Ríos la “Cooperativa Fondo
Comunal” de la Colonia Clara de Domínguez, que se constituye

70
Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

en eje del cooperativismo entrerriano,38 pero la entidad que sin


dudas aparece como la primera cooperativa agraria del país, tal
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como hoy se las concibe, es la “Liga Agrícola Ganadera” de Junín


(provincia de Buenos Aires), fundada por un grupo de agricultores
y ganaderos de distintas nacionalidades, para enfrentar los efectos
de una violenta huelga de acarreadores y estibadores de la zona.
Ya en 1905, Emilio Lahitte39 reconoce que “el bienestar eco-
nómico de nuestros agricultores y la multiplicación de los peque-
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ños propietarios está subordinado al desarrollo rápido y racional de


la cooperación agrícola a la cual adjudico un primer puesto entre
los factores de ulterior engrandecimiento económico de nuestra
patria” (Ministerio de Agricultura de la Nación, 1905, p. 74).
En 1908 surge la primera cooperativa agrícola en Santa Fe,
la “Mutua Agrícola” de Moisesville. En 1912, cuando se crea la Sec-
ción de Mutualidad y Cooperación dentro de la órbita de la Direc-
ción de Economía Rural y Estadística dependiente del Ministerio
de Agricultura de la Nación, los archivos registran 60 cooperativas,
pero una investigación revela que solo funcionaban 30, con un ca-
pital conjunto de apenas $5.000.000 (Scobie, J., 1968, p. 179).
La necesidad de debatir entre pares para después peticionar
ante las autoridades ha sido una constante en el movimiento co-
operativo agrario. En esos tiempos de organización y debate, los
liderazgos son pocos pero marcados, ya que el tema reviste aristas
complicadas de neto corte ideológico. Los grupos de teóricos de
la cooperación, en su mayoría inmigrantes judíos radicados en las
colonias entrerrianas, son frecuentemente catalogados de comu-
nistas, por su ideario socialista y el lugar de donde provenían, Ru-
sia. Esa situación origina rechazos, controversias y una confusión
prolongada que no distinguía el socialismo del comunismo, margi-
nando iniciativas o provocando verdaderas persecuciones (López,
C., 2001, p. 4). No obstante, corresponde a la provincia de Entre
Ríos ser sede, en junio de 1913, del primer congreso de coopera-
tivas reunido en la localidad de Lucas González, oportunidad en la
que se constituye la “Confederación Entrerriana de Cooperativas”,

38. Girbal-Blacha, N. (1982); López, C. (1987, 1994).


39. Jefe de la Dirección de Economía Rural y Estadística del Ministerio de Agricultura
de la Nación entre 1898 y 1922.

71
Graciela Mateo

que se inicia en la compra en común de materiales e implemen-


tos para sus asociadas. Si bien esta primera entidad de segundo
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grado tiene una vida efímera –es refundada en 1930 con el actual
nombre de “Federación Entrerriana de Cooperativas”– deja un sal-
do favorable porque desde ese momento las cooperativas rompen
su estado de aislamiento, al considerarse parte integrante de un
proceso económico social que necesita del esfuerzo solidario. En
1913, nace también la primera cooperativa de transformación, la
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bodega cooperativa de General Roca, Río Negro. Aquí como en


Neuquén se establecen cooperativas frutícolas, forrajeras, vitivi-
nícolas y hortícolas, que conforman la “Federación Regional de
Cooperativas de los territorios del Río Negro y Neuquén”.
En el año 1915 se funda la primera cooperativa frutihortíco-
la en la localidad de Concordia, Entre Ríos, y en 1918 la primera
dedicada a la transformación de productos lecheros, la “Sociedad
Cooperativa de Lechería” de Zavalla, Santa Fe. Esta entidad se
compone con un escaso número de asociados que reúnen el capital
necesario para instalar su propia cremería, a efectos de valorizar,
más allá de lo que pagaban los industriales del ramo, la producción
de sus asociados.40
El año 1919 es prolífero en congresos cooperativos, tanto en
el ámbito local como nacional: en abril vuelve a reunirse en Lucas
González un foro cooperativo en el que se aprueba definitivamen-
te el estatuto de la mencionada “Federación Entrerriana de Coo-
perativas Agrícolas”; en mayo, un nuevo encuentro tiene lugar en
la localidad de Urdinarrain, en el que se tratan, entre otros temas,
la fabricación de bolsas por las cooperativas, cooperativismo lác-
teo y molinos cooperativos. En el mes de octubre se lleva a cabo
en Buenos Aires el Primer Congreso Argentino de la Cooperación,
convocado por el Museo Social Argentino,41 en el que participan 80

40. Sobre cooperativismo lácteo ver Olivera, Gabriela (2010).


41. Institución creada por el ingeniero agrónomo y jurisconsulto Tomás Amadeo,
de acuerdo con el modelo europeo y estadounidense. A poco de su fundación se
erigió como un sector de opinión, actuando en ocasiones como grupo de presión.
Era altamente representativa del núcleo más conspicuo de la élite dirigente. Como
institución no partidaria imbuida de un espíritu racionalmente nacionalista, aglutinó
temporalmente a representantes de variadas filiaciones. Esta entidad –desde el mismo
momento de su fundación– se convirtió en una tenaz promotora del cooperativismo.
Un análisis específico en: Girbal de Blacha, Noemí y Ospital, María Silvia (1986).

72
Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

cooperativas. Su temario es amplio, siendo uno de los puntos más


importantes, la necesidad de sancionar una ley general que con-
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templara aspectos y caracteres de las cooperativas, no previstos


en los artículos 392, 393 y 394 del Código de Comercio que por en-
tonces regula el funcionamiento de estas asociaciones. También se
propone sancionar una ley especial para las cooperativas agrícolas,
destacándose la actuación que en esta rama del cooperativismo ha
tenido la provincia de Entre Ríos, de donde surgieron los dirigentes
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mejor orientados en la teoría y la práctica cooperativas. David Me-


rener, Miguel Kipen y Miguel Sajaroff son dignos ejemplos de esta
dirigencia y del inmigrante que, afincado en el suelo argentino,
contribuye al desarrollo del agro argentino.
Organizar el Segundo Congreso Argentino de la Cooperación
reunido en Paraná en 1921, significa para la provincia de Entre Ríos
un honor y una enorme responsabilidad, por lo que, tanto funcio-
narios como cooperativistas, se concentran en esa ardua tarea. El
aparato estadístico provincial es instruido para trabajar a pleno, a
fin de ofrecer a los organizadores una acabada versión de la vida
agraria cooperativa regional. En el Censo Agrícola levantado en
1920, para el año agrícola 1918-19 se registran 19 cooperativas
agrícolas con 4.000 socios activos, de los cuales 2.087 son pro-
pietarios, en tanto 1.866 son arrendatarios. El capital suscripto
asciende a $500.000 y el realizado es de $150.000, en tanto el fon-
do de reserva llega a $6.789.179. Las ventas en conjunto de estas
cooperativas es de $157.000 y la superficie que en conjunto tienen
sembrada los asociados es de 30.000 hectáreas (Archivo General
de Entre Ríos, 1920).
El gobierno entrerriano sanciona, previamente a la reunión
del congreso, la Ley de Fomento de Cooperativas y otra comple-
mentaria, eximiendo de impuestos a estas entidades. El gran tema
sigue siendo la urgente sanción de la Ley Nacional de Cooperativas
y la adecuación en tiempo y forma de todas las entidades del país
a sus futuras normas. Mientras tanto, el gobierno provincial re-
comienda en particular dictar una ley que contemplase solo a las
cooperativas agrícolas, y dentro de sus considerandos, introducir
la propaganda didáctica y la defensa del agricultor, acordar líneas
especiales con el Banco Nación y promover la construcción de silos
y elevadores, como también todo lo necesario a la concurrencia

73
Graciela Mateo

de la industria lechera, a la que se le asigna un importante papel


dentro de la economía rural diversificada.
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.

En los años veinte también se institucionaliza el cooperati-


vismo agrario al fundarse en Rosario la primera entidad de segun-
do grado que prospera en el país, la “Asociación de Cooperativas
Rurales Zona Central” o “Asociación de Cooperativas Argentinas”
(ACA) como se denomina desde 1927. En este contexto propicio,
en 1929, los fervientes propulsores del cooperativismo entrerria-
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no, el agrónomo Miguel Sajaroff y el abogado Isaac Kaplan, fundan


la “Fraternidad Agraria”, institución que agrupa a todas las coope-
rativas establecidas en las colonias judías.
En 1926 se sanciona primero la Ley Nacional Nº 11380 de Fo-
mento Cooperativo, que autoriza al Banco de la Nación Argentina
y al Banco Hipotecario Nacional a conceder préstamos especiales
a sociedades cooperativas, y declara a las mismas exentas de de-
terminados impuestos nacionales para facilitar la construcción de
graneros y elevadores por parte de las cooperativas agrarias. A fines
del mismo año se aprueba y convierte en la Ley General de Coope-
rativas Nº 11388, el proyecto reformado que dos años antes presen-
tara el presidente Marcelo T. de Alvear, tomando como base el del
senador Juan B. Justo y que diera lugar a un meduloso informe del
Senado con la intervención de Mario Bravo, Leopoldo Melo y Pedro
Llanos. Esta primera Ley de Cooperativas –inspirada en los principios
rochdaleanos– que fija las normas fundamentales de organización,
administración y control aplicables a todo tipo de cooperativas,
constituye uno de los más importantes factores para el desarrollo
de un movimiento integrado por auténticas cooperativas, que jue-
gan un papel destacado en la comercialización de productos prima-
rios, bajan los costos de intermediación, agrupan y dan auxilio a los
productores rurales.42 Esta ley está vigente hasta 1973, año en que
el gobierno del general Agustín Lanusse, sobre la base del entonces
Instituto Nacional de Acción Cooperativa, dicta la Ley Nº 20337 43
que rige actualmente las sociedades cooperativas.

42. Véase entre otros: Thiery, René, “Legislación Cooperativa” en Banco de la Nación
Argentina (1955); Kaplan de Drimer, A. y Drimer, B. (1975); Corvalán, A. (1985).
43. El texto de la ley puede consultarse en: http://infoleg.mecon.gov.ar/
infolegInternet/verNorma.do?id=18462

74
Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, el territorio


de La Pampa, dan margen en menos de veinte años al crecimien-
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.

to de un extraordinario movimiento cooperativo que se extiende


en los años treinta a Corrientes y al territorio del Chaco (Moglia,
L. , 2010, pp. 11/25) y Misiones. El resultado obtenido por estas
organizaciones queda reflejado en el hecho de que en 1945 el
44% de la yerba mate llegada al mercado de consumo y el 75% del
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algodón cosechado es de procedencia cooperativa (Sienrra, C.,


1946, pp. 260/262).
La gestión de Juan Domingo Perón constituye la época de ma-
yor expansión numérica del cooperativismo agrario argentino, quin-
tuplicándose el número de entidades y de productores asociados.
Poco a poco, las sociedades cooperativas se van exten-
diendo hacia diferentes actividades y cubriendo buena parte
de la geografía del país. Se constituye así un tejido de fuer-
te anclaje local, que posibilita la articulación flexible entre la
descentralización de cada unidad productiva y de servicios y la
fortaleza de la escala federativa. En efecto, en el transcurso
de sesenta años, el cooperativismo agropecuario argentino pasa
de la fundación de su primera sociedad a fines del siglo xix, a la
instancia confederada, CONINAGRO, que a partir de 1958 reúne
a miles de asociados en organizaciones de primero, segundo y
tercer grado.
El incremento del cooperativismo agrario en cuanto al núme-
ro de empresas y socios si bien es continuo no mantiene un ritmo
regular. Desde mediados de la década del cincuenta, el número de
cooperativas agropecuarias tiende a estacionarse en una meseta
hasta fines de los años setenta. A partir de la década del ochenta,
se inicia una inversión de la tendencia que durante los noventa se
profundiza y aceleró (Lattuada, M., 2006, p. 146).
Determinar con precisión y objetividad la evolución social,
económica y territorial del sector cooperativo no resulta una tarea
sencilla, debido, en muchos casos, a registros estadísticos poco
confiables en relación con la actualización de altas y bajas de en-
tidades y asociados, así como a la existencia de una heterogénea
información contable-administrativa acerca de estos. Una de las
primeras estadísticas fiables –por su solvencia técnica y objetivi-
dad– es la confeccionada en el año 1937 por la sección de comer-

75
Graciela Mateo

cio interno y mercados exportadores de la Comisión Nacional de


Granos y Elevadores.44
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.

Cuadro Nº 3: Datos comparativos del cooperativismo agrario ar-


gentino.
1937 1947
Clase de Nº de Nº de Capital Nº de Nº de Capital
Cooperativas coops. socios realizado coops. socios realizado
Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial.

Agrícola-
138 33.233 6.551.930 192 61.729 13.045.093,76
Ganadera
Algodoneras 20 2.970 1.191.230 29 9.132 6.687.451,45
Granjeras - - - 7 945 89.063,10
Tamberas 78 3.217 1.513.260 357 22.941 14.731.156,22
Vini-Frut
29 1.182 1.541.820 26 2.946 2.833.465,68
Agrícolas
Yerb. Y
13 1.590 383.300 17 8.012 1.813.687,16
tabacaleras
Totales 278 42.182 11.181.540 628 105.705 39.199.917,37
1951 1966
Clase de Nº de Nº de Capital Nº de Nº de Capital
Cooperativas coops. socios realizado coops. socios realizado
Agrícola-
434 124.095 40.565.169,41 651 341.523 7.827.884.100
Ganadera
Algodoneras 31 11.522 13.993.600,54 46 22.617 1.309.419.900
Granjeras 15 2.468 370.015,50 28 11.155 78.059.000
Molineras 400 28.861 23.668.795,65 500 45.403 2.070.828.600
Vini-Frut
46 5.399 7.944.169,05 117 16.212 1.355.030.100
Agrícolas
Yerb. Y
18 8.725 3.786.014,08 29 18.113 323.108.200
tabacaleras
Totales 944 181.070 90.330764,23 1371 455.023 12.964.329.300
Fuente: Yuri Izquierdo, Mario (1972, p. 62).

44. Makler, Carlos (2006). El autor se propone determinar las correspondencias


y los quiebres que se operan entre la doctrina cooperativa y las prácticas de los
cooperadores agrarios, a partir de sus diferentes opciones de comercialización,
utilizando indicadores de asociación, adhesión e integración. El artículo, que retoma
modelos morfológicos provenientes de la sociología rural, constituye una contribución
metodológica al estudio del cooperativismo al proponer una serie de herramientas
que permiten dar cuenta del anclaje del movimiento en el mundo agropecuario,
atendiendo a su presencia en relación con el total de explotaciones, por un lado; y a
la toma de decisiones de sus asociados, por el otro.

76
Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

El Censo Nacional Agropecuario de 1988 confirma que, como desde


sus orígenes, el movimiento cooperativo agropecuario argentino
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sigue integrado principalmente por pequeños y medianos produc-


tores de explotaciones caracterizadas por el trabajo familiar. Di-
fundido en todas las regiones productivas del país, puede decirse
de él, sin embargo, que es un fenómeno económico, social y cul-
tural predominantemente de la pampa húmeda, que concentra el
60% de las cooperativas; mientras que en las provincias de Santa
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Fe, Córdoba y Buenos Aires se localiza el 65% del total de coope-


rativas activas y más del 70% de los asociados del país (Lattuada,
M., 2006, pp. 147/152).
Por otra parte se evidencian islotes de organización coopera-
tiva vinculada a la especialización productiva de ciertas regiones.
El 30% de las cooperativas extra pampeanas se distribuye de la
siguiente forma: frutihortícolas (6%) en Cuyo y el Alto Valle del Río
Negro; vitivinícolas (6%) en Mendoza, con expresiones parciales
en otras provincias cuyanas y en el Noroeste; yerbateras (4%) en
Misiones y marginalmente en Corrientes; algodoneras (4%) en Cha-
co y norte de Santa Fe; tabacaleras (15%) en varias provincias del
Noreste y Noroeste.
Tampoco muestra un cambio significativo la evolución de la
composición interna de las cooperativas entre 1937 y 1998, año en
que el Instituto Nacional de Acción Cooperativa y Mutualismo le-
vanta el Censo Nacional de Cooperativas, que registra 613 entida-
des con 235.972 asociados.45 Las más numerosas continúan siendo
las agrícolas ganaderas, asentadas en la región pampeana, aunque
atento al proceso de agriculturación que esta región experimen-
ta desde los años setenta, aproximadamente el 50% del total se
dedican a la producción agrícola exclusivamente. Continuando en
importancia las tamberas, vitivinícolas y frutícolas, algodoneras y
yerbateras-tabacaleras. Esta proporción se mantiene estable du-
rante cuarenta años. Más allá de estas continuidades en la evo-
lución de las agrocooperativas, las estadísticas también eviden-
cian que desde los años ochenta, el cooperativismo agropecuario

45. Secretaría de Industria. Instituto Nacional de Acción Cooperativa, Censo Nacional


de Cooperativas, Datos provisorios, información para Organismos Gubernamentales de
Industria y Cooperativas, 1998.

77
Graciela Mateo

argentino experimenta un retroceso en numerosos aspectos, tan-


to en relación con el número de entidades y asociados, como en
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el grado de participación relativa en el total de los agronegocios


(acopio, transformación, comercialización y faena). Entre las cau-
sas de este fenómeno figura la crisis de sus socios, pequeños y me-
dianos productores, la debilidad económico-financiera de muchas
cooperativas de base, pero también, en muchos casos, su propia
inercia institucional, la pérdida de liderazgo, cohesión, dinamismo
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y la falta de una reconversión empresaria ante la nueva realidad


competitiva (Elgue, M. C., 2006, p. 69). Frente al proceso de con-
centración económica y modernización tecnológica que, día a día
se afianza en la actividad agraria, las cooperativas deben asumir
nuevos roles para contribuir al crecimiento, la modernización y la
democratización de la economía agraria nacional, a partir de un
trabajo consecuente y a fondo de la agroindustria, dominada en
gran parte por las transnacionales.

Cuadro Nº 4: Época de fundación de las cooperativas agropecua-


rias activas en 1998.

Décadas Cooperativas Socios


1900 3 5.059
1910 7 9.509
1920 16 11.030
1930 49 43.919
1940 140 61.339
1950 110 43.535
1960 43 20.741
1970 20 5.075
1980 36 8.448
1990 41 6.178
s/dato 16 398
Fuente: CONINAGRO (1999).

Como otras empresas, las cooperativas siguen ciclos que incluyen


tres momentos clave: creación, mantenimiento y desarrollo o, se-

78
Cap. IV - Una perspectiva del cooperativismo agrario en la Argentina

gún la analogía biológica que hacen algunos autores,46 infancia, ju-


ventud y madurez. Estas fases pueden asimilarse a las etapas del
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desarrollo institucional del cooperativismo agropecuario argentino.


En la fase I de creación, infancia u origen, los socios son pocos y
se han integrado localmente para resolver cuestiones de vulnera-
bilidad ante situaciones climáticas adversas o para acrecentar su
capacidad negociadora frente a situaciones de monopolio. El to-
davía escaso volumen de operaciones facilita la participación y el
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compromiso solidario de los asociados, pero implica la escasez de


recursos financieros. Predominan en esta etapa sistemas informa-
les, puestos no diferenciados, escasa burocratización interna y cier-
ta aversión a las prácticas empresariales convencionales. Así son la
mayor parte de las cooperativas fundadas a fines del siglo xix y co-
mienzos del siglo xx, cuya racionalidad económica está subordinada
a una racionalidad basada en valores, siguiendo la clásica tipología
weberiana. De ahí que en estas cooperativas “tradicionales” (Ville-
gas, R., 1979) o también llamadas “organizaciones institucionales
consecuentes (OIC)” (Lattuada, M. y Renold, J. M., 2004) la fricción
entre sus prácticas y los valores cooperativos está reducida a una
mínima expresión. Ellas conciben la solidaridad como lazos de in-
terdependencia de “los individuos que están prestos para sufrir en
beneficio del grupo más amplio, esperando que los demás miembros
estén dispuestos a hacer lo mismo por ellos”. 47
La fase II o de juventud se asocia al crecimiento económico
de las operaciones de la cooperativa que paralelamente aumenta
su número de socios; se desarrollan habilidades organizativas ten-
dientes al logro de una mayor eficiencia, buscándose el éxito em-
presarial. Aparece una mayor complejidad técnico-administrativa
y una división interna entre dirigentes, administración y miem-
bros, con tareas y responsabilidades diferenciales en cada caso,
incorporándose los técnicos remunerados. Se consolida el sistema
de participación pero en el seno de una nueva lógica democrática
que legitime la división horizontal y vertical del trabajo. Así como
en la fase previa, la representación y el control son directos y per-
sonales, en esta fase se pasa a un tipo de representación delegada

46. Uribe, Carlos (1989, pp. 13/41; Trusen, Christoph (1994, Vol. I, pp. 165/180).
47. Douglas, Mary citada por Schvarstein, Leonardo (2000, p. 19).

79
Graciela Mateo

y finalmente a una forma de representación fiduciaria, a partir


de la cual los dirigentes interpretan los “intereses” de sus repre-
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sentados en función de las circunstancias e intereses de la propia


institución. La contrapartida de estos procesos es la emergencia
de conductas no consecuentes por parte de los socios, lo que se
expresa en una relación laxa, llegado el caso oportunista, sin un
fuerte compromiso con la organización, que los lleva a trabajar
alternativamente con la cooperativa o con el mercado, según la
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conveniencia en cada coyuntura. Se trata de “cooperativas de


mercado” o de “organizaciones institucionales paradojales (OIP)”,
de acuerdo con las morfologías elaboradas por Villegas y Lattuada-
Renold, respectivamente.
En la fase III o de madurez, la aceleración del crecimiento
incrementa la burocracia y la tecnocracia, combinándose la reno-
vación organizativa con cierta continuidad en la dirección. Se al-
canzan los límites de crecimiento interno y se tiende a una escala
macrocooperativa con fórmulas de gestión empresarial que prio-
rizan los criterios de rentabilidad económica sobre la solidaridad,
que ahora es vista más como “un vínculo problemático que asegu-
ra la complementariedad de los componentes de una sociedad, a
pesar de la complejidad creciente de su organización” (Castel, Ro-
bert, 1995). Estas cooperativas –“organizaciones institucionales en
mutación (OIM)”– requieren un mayor grado de integración –ver-
tical y horizontal– y de compromiso contractual con los socios y
con entidades de grado superior, debido a la mayor especificidad,
complejidad e incertidumbre que presenta el mercado (Renold, J.
M. y Lattuada, M., 2008, pp. 201/217).

80
Capítulo V
Los genuinos representantes del
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cooperativismo agrario argentino


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En este capítulo se presta especial atención al rol que juegan coo-


perativistas como Domingo Bórea y Juan Costa, cuyo accionar es
determinante en la decisión de fundar la Asociación de Cooperati-
vas Argentinas.
La actual historiografía vuelve su mirada hacia viejas tra-
diciones como la biografía (Pasquali, P., 2000, pp. 137/154). Este
nuevo enfoque de la biografía dirige sus esfuerzos al individuo,
pero también a la historia colectiva. Solo así se puede tener una
imagen integral del sujeto y, al mismo tiempo, penetrar a través
de él en la problemática de su época, rescatando todos los datos
posibles desde las particularidades que este tipo de estudios encie-
rra. No se debe olvidar que los hombres de significatividad social
no son más que productos de su tiempo, simples emergentes de las
necesidades sociales de un entorno donde los actos individuales
están determinados por las comunidades a las que pertenecen.

1. Domingo Bórea y su proyecto


de cooperativismo agrario

Síntesis biográfica

Domingo Bórea nace en Piacenza (Italia) el 14 de enero de 1879


y muere en Buenos Aires en el año 1965, después de haber desa-
rrollado una prolífera labor que tiene al agro y al cooperativismo
como los focos centrales de sus intereses. En 1901 se gradúa en
el Instituto Superior Agrario de Milán con el título de Doctor en
Ciencias Agrarias. La temática de su tesis doctoral, el “Costo de

81
Graciela Mateo

producción del trigo en una región de Italia”, lo acerca al deba-


te que a comienzos del siglo xx se lleva adelante en la península
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itálica. En 1904 escribe los estatutos y reglamentos del Consorcio


Agrario Cooperativo del Bajo Polestine, de Adria, siendo también
responsable de sus memorias y balances. En 1908 llega al país y
cuatro años después adquiere la ciudadanía argentina. Se dedica a
proyectar trabajos para las empresas ferroviarias y por más de una
década se convierte en consultor de sus compatriotas desde las
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páginas de La Patria degli Italiani, sobre técnica y economía agrí-


cola.48 También para la colectividad italiana residente en nuestro
país propone numerosos proyectos de organización de cooperati-
vas agrícolas.49 En calidad de asesor escribe varios artículos para
el Boletín del Ministerio de Agricultura de la Nación,50 hasta que
en el año 1912, ingresa como Jefe de la Sección Mutualidad y Co-
operación, creada por el ministro Eleodoro Lobos bajo la órbita de
la Dirección de Economía Rural y Estadística (DERE). Al igual que
otras oficinas integrantes de la estadística pública, la DERE tiene a
su cargo funciones de mediación en los mercados y de contralor de
actividades económicas, siendo estas, variables explicativas de la
expansión del Estado nacional (González Bollo, H., 2007).
La incorporación de Bórea a esta agencia gubernamental
implica una continuidad y una renovación de las ideas oficiales
favorables al cooperativismo, expresadas entre otros por Emilio
Lahitte, quien en 1907 elabora un informe que introduce la cues-
tión cooperativa en la agenda de la estadística agropecuaria.51 Bó-
rea considera que las tareas asignadas a la repartición a su cargo
deben integrar un vasto plan ministerial que se proponga, entre
otros objetivos, convertir al arrendatario en propietario. Para ello
aporta su experiencia europea en organizar a pequeños agriculto-
res en suelos empobrecidos y sometidos a situaciones de subsis-

48. “Il problema agrario nell´Argentina. Cattedre ambulanti e cooperative” (1912).


49. “Per una Federazione Agraria italiana cooperativa. Per una Societá cooperativa
italiana di consumo nell´Argentina o per una sucursale della Unione cooperativa di
Milano” (1910). “Bases fundamentales de la Unione cooperativa italiana en la Argentina”
(1911). En colaboración con Cayetano Mina, Federico Negri y Antonio Merlo.
50. “Las Cooperativas Agrícolas” (noviembre/diciembre de 1912).
51. Lahitte, Emilio, La situación agrícola. Sociedades cooperativas. Proyecto de ley
sobre cooperativas agrícolas. Informe presentado en julio de 1907 a S. E. el Ministro
de Agricultura, don Ezequiel Ramos Mexía.

82
Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

tencia. Durante el primer año de vida institucional de la Sección,


coincidente con el Grito de Alcorta, se fundan ocho sociedades;
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Bórea viaja por el NOA y por la región cerealera para organizar a


los productores, distribuyendo propaganda y folletos con modelos
de estatutos,52 y mantiene correspondencia con 47 sociedades, a
los efectos de uniformar los criterios operativos.
En 1914 Bórea realiza un exhaustivo relevamiento y un com-
pleto y detallado análisis de la mutualidad y el cooperativismo en
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la República Argentina, repasando sus antecedentes históricos en


el mundo y en nuestro país. Los resultados de esta investigación,
que incluye también a las sociedades rurales y las sociedades de
socorros mutuos, forman parte del Tercer Censo Nacional y sus
272 páginas, constituyen una fuente de gran valor para el estudio
del asociacionismo, al tiempo que son una prueba de la eficiencia
de las burocracias especializadas. Es en este sentido que Bórea,
Lahitte y Girola,53 entre otros funcionarios del Ministerio de Agri-
cultura, como integrantes de la “pequeña nobleza del Estado”,
gravitan de forma discreta pero progresiva en las políticas públi-
cas, por su peso decisorio y profesionalismo.
Hacia 1916, la Sección coordina el asesoramiento y vigilan-
cia de las cooperativas de forma conjunta con los agrónomos re-
gionales de la Dirección General de Enseñanza e Investigaciones
Agrícolas, quienes se ocupan de la instrucción agrícola ambulante
(Girbal-Blacha, N., 1992, pp. 369/395).
Durante el primer gobierno de Yrigoyen, esta dependencia
es eliminada del organigrama del Ministerio de Agricultura, y solo
se mantienen de los cuatro cargos, un puesto de inspector y otro
de asistente. La causa de esta reducción no es de índole política
sino presupuestaria, por la crítica situación por la que atravesaban

52. “Modelo de estatutos de una cooperativa agrícola para la región de los cereales en la
República Argentina” (1912). “Estatutos de cooperativas agrícolas adaptables a la región
de los cereales. Bodegas y lecherías cooperativas. Cooperativas frutícolas” (1914).
53. Carlos D. Girola, ingeniero agrónomo y funcionario de la cartera de Agricultura,
también promovió la organización cooperativa. Su vasta trayectoria y sus muchos
proyectos son estudiadas por Girbal-Blacha, Noemí M. en “Carlos D. Girola: ingeniero
agrónomo, académico y funcionario. Sus propuestas para el agro argentino de principios
del siglo XX” en Zarrilli, Adrián G. (comp.), Clásicos del mundo rural argentino.
Relectura y análisis de textos, Buenos Aires, Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2008,
pp. 81-110.

83
Graciela Mateo

las finanzas públicas. Sin embargo Bórea recuerda que en el dece-


nio 1912-1921 la DERE había efectuado una propaganda constante
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y metódica, que dio por resultado la creación de un número no-


table de cooperativas rurales, especialmente en las provincias de
Córdoba y Santa Fe.54 Por su parte Lahitte, quien se desempeñara
como jefe de la Dirección entre 1898 y 1922 informa al ministro
Alfredo Demarchi que la dependencia a su cargo participó en la
fundación de 50 cooperativas rurales, y uno de sus técnicos (segu-
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ramente se refiere a Bórea) dictó 42 conferencias en las asambleas


constitutivas de nuevas sociedades y de otras que ya existían. En
tal sentido, particular atención merece la intervención de Bórea
el 16 de febrero de 1922, en la conformación de la “Asociación de
Cooperativas Rurales de la Zona Central”.
Bórea permanece al frente de la Sección Mutualidad y Co-
operación hasta 1921 y a partir de ese momento la dependencia
tiene una trayectoria institucional irregular, acompañada de un ex-
tenso debate parlamentario, previo a la sanción de esas dos leyes
fundamentales que son la Ley Nº 11380, de Fomento Cooperativo,
y la Ley Nº 11388 de Régimen de Sociedades Cooperativas, ambas
dictadas durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear. Esta últi-
ma, que reconoce a las cooperativas como sociedades de respon-
sabilidad limitada, en las que cada socio tiene un voto (sea cual
fuere el número de acciones que tenga), establece en su artículo
10 que las funciones de registro, control e información en materia
de cooperativas dependerían del Ministerio de Agricultura.55
Un decreto reglamentario de febrero de 1927 crea la sección
“Registro, Inspección y Fomento de Cooperativas” dentro de la
DERE, cuyas funciones principales son: asesorar y colaborar con
Agricultura en la aplicación de las leyes mencionadas; confeccio-
nar un registro especial de cooperativas; ejercer el contralor públi-
co; fomentar la cooperación; organizar un servicio de información
sobre las cooperativas; certificar los balances de estas empresas,
que debían por ley comunicar sus convocatorias a asambleas para
que el Registro envíe un inspector, reservándose este la tarea de

54. La Cooperación, Rosario, 29 de octubre de 1926.


55. El texto de la ley está disponible en: http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/
verNorma.do?id=96249

84
Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

vigilarlas, fiscalizarlas e investigarlas.56 Bórea que desde 1922 es-


taba al frente de la División de Economía Rural, se convierte en el
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primer jefe de la Oficina del Registro hasta 1931, en que pasa a la


División Economía del Algodonero.
Hay consenso historiográfico en considerar al Ministerio de
Agricultura un actor prescindente en la actividad más dinámica de
la economía hasta la crisis de 1930. Por otra parte hay evidencias
sobre el escaso protagonismo ministerial, acompañado por denun-
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cias sobre el mal manejo de partidas presupuestarias por parte


de algunas de sus dependencias57 o simplemente por la parálisis
legislativa, producto de las internas del radicalismo en el gobierno
(Rock, D., 1997). Sin embargo, la DERE, sus funcionarios y cuadros
técnicos y administrativos no solo se dedican a producir datos e
indicadores oficiales, sino que tienen bajo su responsabilidad un
programa oficial específico, acumulando experiencia de gestión en
ese Estado “prescindente”. Pero a partir de la crisis de 1930, “cri-
sis orgánica” desde la perspectiva gramsciana de Waldo Ansaldi, se
generan profundos cambios económicos, sustanciales mutaciones
políticas, apreciables alteraciones en la escala de valores vigente
(orden, propiedad, ahorro) y en las mentalidades colectivas que se
mueven entre la tradición y la vanguardia. Ante esta nueva con-
figuración, la clase política construye una fórmula política en la
que el equilibrio social y económico aparece como una demanda
a satisfacer.
Mientras el Estado se hace cargo de subsidiar a los empre-
sarios, comerciantes y productores rurales, es posible advertir un
cambio unilateral en las estrategias de los dirigentes, quienes re-
fuerzan su carácter corporativo frente a un gobierno nacional que
se fortalece en la toma de responsabilidades (O´Connell, A., 1984,
pp. 479/514). Los técnicos, los funcionarios de segunda línea y
los representantes de las profesiones liberales se convierten en
aliados insoslayables de la clase política. Una burocracia que no
solo concreta las decisiones de la clase política, sino que –muchas

56. República Argentina. Ministerio de Agricultura. Dirección de Economía Rural y


Estadística, Leyes, decretos, resoluciones y ordenanzas sobre sociedades cooperativas,
Buenos Aires, Dirección de Propaganda y Publicaciones, 1940, pp. 11-17.
57. Denuncias sobre manejos espurios de las partidas presupuestarias para la Dirección
de Defensa Agrícola en Scobie, James (1982).

85
Graciela Mateo

veces– se erige en la cara visible de esas medidas. La sólida forma-


ción de Bórea en cuestiones agrarias y administrativo-contables,
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.

lo posiciona para ocupar a partir de 1935 la jefatura de la División


de Asuntos Económico-Sociales de la DERE.
Por su parte, el Estado planificador, dirigista y popular que
encabeza Juan Perón, que hace del campo un “uso estratégico”
(Lattuada, M., 1986) y del fomento cooperativo una política pú-
blica, incorpora a este experto en la problemática del agro y la
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cooperación, como Asesor Técnico de la Gerencia de Colonización


y Crédito Agrario del Banco de la Nación Argentina. Esta entidad
tendría bajo su radio de acción el grueso de la operatoria agraria;
una actividad económica que el gobierno peronista no descuidaría
en toda la década de gestión. Era función de la Gerencia adquirir
tierras con destino a la explotación agrícola, ganadera o mixta,
para adjudicarla luego en propiedad o arrendamiento –con opción
a compra– a los productores, quienes pagaban un 10% del valor
de costo y el resto en cuotas anuales del 5% hasta un plazo de 33
años. De este modo se procura hacer realidad el principio de “la
tierra para quien la trabaja”, del que participaba Bórea cuando ya
en 1914 expresara: “Muchos no quieren ver que hoy día la tierra no
puede arrendarse más,…, se debe vender al colono en condiciones
excesivamente fáciles” (Bórea, D., 1914, pp. 5/34).
Su prédica y accionar en favor del cooperativismo van más
allá de la esfera oficial y participa como socio activo de numero-
sas instituciones, entre las que se destaca la “Casa de Rochdale”,
Asociación Cultural de Cooperativistas, de la que llega a ocupar la
presidencia. También colabora con el Museo Social Argentino, que
a pedido del Intendente Municipal le encarga en 1913 un estudio
sobre las causas de la carestía de la vida en la Argentina, especial-
mente en la ciudad de Rosario, concluyendo de manera categó-
rica: “Como los productores, así para los consumidores, el único
remedio apto para eliminar la especulación de los intermediarios,
lo encontramos en la cooperación.” 58
En calidad de representante del Ministerio de Agricultura
participa de los dos primeros Congresos Argentinos de la Coopera-

58. Bórea, Domingo, La Mutualidad y el Cooperativismo en la República Argentina,


Buenos Aires, Talleres gráficos de L. J. Rosso y Cía., 1917, p. 58.

86
Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

ción auspiciados por el Museo Social, entidad que –desde el mismo


momento de su fundación– se convierte en un tenaz promotor del
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cooperativismo. En el primero, reunido en 1919, se aprueba la


propuesta de Domingo Bórea para establecer un día del año ce-
lebratorio de la “Fiesta de la Cooperación”, eligiéndose el 21 de
diciembre por ser el aniversario de la apertura en 1844 del local
de los “probos pioneros de Rochdale”. La proposición argentina es
llevada al congreso de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI)
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reunido en septiembre de 1921 en Basilea y es aprobada para ce-


lebrar el “Día Internacional de la Cooperación”, adecuándose la
fecha a la estacionalidad del hemisferio norte, primeramente para
el día 6 de septiembre de cada año y finalmente para el primer
sábado de julio de cada año. Así por iniciativa de un argentino se
instituye y se celebra ese día “para que en una misma fecha, en
todo el mundo, quede demostrada la solidaridad de los cooperado-
res y la eficacia de su organización como medio de emancipación
económica y garantía de paz universal.”
Alentados por el éxito alcanzado en esta asamblea, los diri-
gentes del Museo Social organizan un segundo congreso en noviem-
bre de 1921 en Paraná, Entre Ríos. Bórea se desempeña como Vi-
cepresidente Segundo de la mesa Directiva y sus reiteradas inter-
venciones revelan no solo su experiencia en materia cooperativa,
sino también su conocimiento de los problemas del agro argentino.
En 1924 el Museo Social Argentino confirma su vocación cooperati-
vista fundando el Centro de Estudios Cooperativos, del que Domin-
go Bórea participa, dictando conferencias y cursos. Es un activo
publicista. Sus informes técnicos, trabajos científicos y de divul-
gación, publicados en revistas y diarios, dan cuenta de su prolífica
acción en el campo académico y de la gestión pública y privada en
su condición de especialista en temas agrocooperativos.
En la década del veinte, Bórea comienza su trayectoria como
docente universitario. En la Facultad de Agronomía de la Universi-
dad Nacional de La Plata se desempeña como Profesor de Econo-
mía y Legislación Agraria, entre 1921/1936 y entre 1942/1947; y
de Administración Rural y Contabilidad desde 1937. En diciembre
de 1953 se crea en la flamante Facultad de Ciencias Económicas
de la UNLP el Instituto de Estudios Cooperativos, a los efectos de
organizar y dirigir los estudios y la enseñanza superior sobre coo-

87
Graciela Mateo

perativismo. Es el primero en América Latina en el campo de la


formación cooperativa a nivel universitario, demostrando que la
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economía social está ya entre las preocupaciones académicas. Por


sus aulas pasan maestros de la cooperación, entre ellos, el inge-
niero Juan Tenembaum, los doctores Emilio Bottini, Jorge del Río,
Armando Moirano, Rubén Díaz Arana, y también Domingo Bórea
(Panzoni, E., 1985).
Su actuación universitaria se extiende a la Universidad de
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Buenos Aires; desde 1923 y hasta 1948 es Profesor Extraordinario


de Economía Rural y de Administración Rural y Contabilidad en la
Facultad de Agronomía y Veterinaria, actuando como miembro de
su Consejo Directivo y del Consejo Superior de esa Casa de Altos Es-
tudios. En 1925 Eleodoro Lobos, decano de la Facultad de Ciencias
Económicas, reglamenta la creación de la cátedra Cooperación y
Mutualismo, siendo su primer titular Domingo Bórea. Complemen-
ta la docencia universitaria con la investigación científica, cuyos
resultados da conocer en varias publicaciones argentinas, euro-
peas y americanas, y que tienen como corolario sus dos grandes
obras: Tratado de Economía Rural (1947) y Tratado de Legislación
Agraria de la República Argentina (1949-1953).

Sus preocupaciones centrales

Las preocupaciones y estudios de Domingo Bórea desde la función


pública y desde la academia responden a los intereses reales y
simbólicos del “campo” agrario, de acuerdo con la sociología de
Pierre Bourdieu. Los “campos” se definen como estructuras de po-
siciones que son ocupadas por los distintos agentes sociales y entre
estas estructuras se establecen relaciones de dominación y subor-
dinación. El territorio de un campo, en este caso el vinculado con
las cuestiones rurales, se constituye a partir del interés común que
tengan sus componentes y siempre que luchen por él (Bourdieu,
P., 2002, pp. 119/126). Los vínculos entre la producción social y la
producción simbólica dan consistencia al campo de acción o cam-
po de lucha en el que se desenvuelven –en el caso en estudio– los
expertos en la problemática agraria, porque definen los objetivos
en juego y los intereses de los actores, que compiten por los bene-
ficios específicos de ese campo.

88
Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

Bórea llega al país desde su Italia natal en vísperas del Cen-


tenario, cuando el país muestra ya un marcado desequilibrio inte-
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rregional, evidencia de que existe otra cara de esa Argentina del


“progreso indefinido”; una cara menos impactante pero tan real
como aquella, la del conflicto, la postergación y la dependencia.
El fin de la expansión horizontal agrícola indica que la agri-
cultura extensiva está jaqueada. La dirigencia argentina en su
conjunto, sus representantes políticos, los productores, los comer-
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ciantes, los técnicos, los académicos debían emprender un largo y


costoso aprendizaje; aquel que permitiera sostener el crecimiento
en medio de los desajustes coyunturales que presentaba el modelo
agroexportador (Girbal-Blacha, N., 1998, p. 24).
Su ingreso como funcionario del Ministerio de Agricultura se
produce en 1912, año de conflictos agrarios que tiene, como pro-
tagonistas a los chacareros (aparceros) y peones más pobres de
la región; aquellos que se sitúan en el escenario del centro sur
santafesino y se dedican al cultivo maicero. Los sucesos del “Gri-
to de Alcorta” donde se reclama por contratos de arrendamiento
más duraderos, libertad para comercializar la cosecha y baja en
los cánones de arriendo, son solo una muestra del enfrentamiento
entre grandes propietarios y arrendatarios, en medio de la adhe-
sión a favor de estos últimos de los almaceneros de campaña y
acopiadores que bregan por el cobro de sus deudas. El resultado
más importante del conflicto es la conformación de una entidad
corporativa que aglutina los intereses de los chacareros: la Fede-
ración Agraria Argentina.59

59. El 25/06/ 1912 más de dos mil personas reunidas en una asamblea realizada en
Alcorta (Santa Fe) declaran una huelga de productores por tiempo indeterminado, ante
la falta de respuesta de los propietarios terratenientes o empresas colonizadoras a los
requerimientos de los arrendatarios: formalización de un contrato de arrendamiento
por escrito y con un plazo mínimo de cuatro años, y de aparcería por el 25% de la
producción, libertad en la elección de trilla, venta, seguro y compra de insumos donde
más le conviniera al agricultor. Este movimiento alcanza trascendencia nacional y
conduce a la formación, un mes después, de la Federación Agraria Argentina (FAA), en
una asamblea en la que participan 115 delegados de otras tantas localidades de las
provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Los estatutos aprobados se refieren,
entre otros propósitos, a la difusión de la doctrina y las instituciones cooperativas,
la creación de cajas rurales y la constitución de instituciones bancarias cooperativas.
Este tema ha sido estudiado, entre otros, por: Arcondo, A. (1984); Bonaudo, M. y
Godoy, C. (1985); Ferraroti, J. A. (1974); Grela, P. (1997); Solberg, C. (1975).

89
Graciela Mateo

Formado en los principios cooperativos de Rochdale, cons-


ciente del éxito obtenido por los consorcios agrarios italianos, Bó-
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rea (1927, p. 268) propone el modelo de cooperación rural que


permitía reducir los costos de la producción agropecuaria y elimi-
nar los intermediarios.
De las variadas formas de implementación que puede adquirir
el cooperativismo en el ámbito rural, postula la cooperativa agrí-
cola mixta, a la que define como una sociedad cooperativa de res-
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ponsabilidad limitada y capital ilimitado, formada por agricultores


y ganaderos, propietarios, arrendatarios o aparceros. El fin de esta
asociación es obtener una ventaja económica, mediante la compra
en común de las fuentes originarias, de todo aquello que requieren
para el ejercicio de la industria agraria y la venta en común de los
productos vegetales y animales directamente a los consumidores,
eliminando todos los intermediarios y sin propósito de lucro.
El funcionario señala, entre los fundamentos que avalan
este modelo, la forma de colonización y el sistema de agricultura
y ganadería que se practica en el país. Se impone una empresa
de responsabilidad limitada,60 con capital formado por acciones
nominativas, que establezca varias secciones dentro de su or-
ganismo. A saber: en primer lugar, la de consumo (adoptando la
regla de Rochdale) para la provisión de artículos de consumo a
sus asociados; en segundo término, la sección comercial, provee-
dora de máquinas e insumos (a la manera de una “Asociación de
Compras” alemana, un “Consorcio Agrario” italiano o un “Sindi-
cato francés); en tercer lugar, la sección para venta de cereales,
oleaginosas y demás productos de la chacra, adoptando en este
caso el sistema de los “elevadores” de Estados Unidos y Canadá;
en cuarto lugar, la sección créditos en mercaderías, mediante la
venta a plazo de todos los artículos mencionados. De esta forma
queda asegurada la verdadera función crediticia de la coopera-
tiva, ya que facilitando mercaderías a sus socios, en lugar de
papel moneda, se tiene mayor seguridad en cuanto al destino

60. La responsabilidad limitada tiene su fundamento en que el elemento humano


que integra la campaña argentina es sumamente desconfiado. Bórea teme que la
falta de solidaridad entre los socios abriera el camino al vaciamiento comercial. Las
experiencias de las cajas rurales de responsabilidad ilimitada (del tipo Raiffeisen)
tuvieron en la Argentina una vida efímera.

90
Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

del préstamo. Si bien Bórea se vale del conocimiento que tiene


de las distintas experiencias asociativas, considera que el siste-
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ma a adoptar debe estar perfectamente amoldado a nuestro me-


dio. “Cooperación argentina”, no en el sentido nacionalista del
término, sino en el concepto económico y moral de la doctrina
(Bórea, D., 1917, pp. 71/72-120). No duda entonces en recorrer
el norte del país, Cuyo, las provincias del NEA y obviamente la
región pampeana, asesorando y organizando a los productores y
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entregando modelos de estatutos. Estos viajes le permiten co-


rroborar que quienes son propietarios de la tierra que trabajan,
prosperan, ya sea en Salta o Tucumán, Formosa o Misiones, y
propicia la creación de cooperativas de productores regionales
ligadas por ferrocarril con los consumidores urbanos. El mode-
lo agroexportador se completaría con un gran mercado nacional
(Bórea, D., 1912, pp. 1412/1419).
De acuerdo con los principios rochdeleanos, Bórea es partíci-
pe de la neutralidad política y religiosa que deben sustentar las coo-
perativas. La propuesta de una sociedad desvinculada de la iglesia
y en la que los socios no sean solidariamente responsables, implica
oponerse al movimiento social católico, representado entre otros
por la Liga Social Argentina. Esta entidad católica, cuyos principa-
les inspiradores son Emilio Lamarca61 y Augusto Bunge62, promueve
las cajas confesionales, y en 1912 funda una Caja Rural en Roldán,
Santa Fe. Cabe aclarar que no hay un criterio homogéneo entre los
funcionarios y cuadros técnicos que conforman el Ministerio, ya que
el ingeniero Carlos Girola revaloriza estas cajas de crédito.
Si Bórea analiza la realidad de los productores de las regio-
nes del NOA y del NEA, a quienes lejos de considerarlos marginales
los imagina integrados a través del modelo cooperativo, particular
atención presta en sus meticulosos estudios al núcleo dinámico de
la economía agrícola. Se suma a los que en la pampa húmeda pro-

61. Jurisconsulto y político, escritor y parlamentario, nacido en Valparaíso (Chile) el


21/08/1841, murió en Buenos Aires el 5/07/1922. Dirigente del catolicismo argentino
y miembro del comité ejecutivo del tercer congreso católico romano de la Argentina.
62. Nacido el 25/04/1877. Médico formado en la Universidad Nacional de Buenos
Aires, se especializa en Medicina de Seguros, Higiene Social y Tuberculosis. Profesor
universitario y diputado socialista por la Capital Federal durante cinco períodos
comprendidos entre 1916 y 1936. Perteneció a la Sociedad Argentina de Escritores.

91
Graciela Mateo

mueven la colonización mediante explotaciones mixtas agrícola-


ganaderas, las chacras-granjas (Girbal de Blacha, N., 1989, pp.
Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos.

71-115).
A partir de sus propias observaciones y la de otros expertos,
está convencido de que el Ministerio debe cumplir un rol relevante
para corregir la inclinación del arrendatario hacia el monocultivo.
En tal sentido la dependencia a su cargo se encarga de promover
la constitución de cooperativas y con ellas transmitir la toma de
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conciencia que antepusiera la “responsabilidad económica” al es-


píritu especulativo de los agricultores.
Si bien conoce las bondades del sistema cooperativo y tra-
baja para su implementación tanto desde el plano técnico-político
como desde el académico, es consciente de que no se trata de
una panacea y tiene perfectamente establecidas las causas que
demoran la consolidación de un movimiento cooperativo exitoso
en la Argentina:
• Los “especuladores de la cooperación”.
• El comercio. Enemigo de las verdaderas cooperativas es, salvo
honrosas excepciones, sinónimo de explotación mezquina de
la producción, del crédito, del consumo y de la previsión.
• La falta de una ley de cooperativas que las definiera y vigilase.
• La escasez de personal técnico, apto para asumir con espíritu
cooperativista la gerencia de las sociedades.
• La insuficiencia y en muchos casos, la falta absoluta de con-
ciencia cooperativa entre productores y consumidores
• Los gastos que originan la instalación y el funcionamiento de
estas empresas. Son pocas las sociedades que incluyen en sus
balances cuadros demostrativos y comparativos del porcenta-
je que representan estos gastos en relación al capital social,
a las operaciones efectuadas y a las utilidades brutas de los
ejercicios anuales.
En el caso de la cooperación rural, otros tres obstáculos en-
torpecen aún más su desenvolvimiento:
• El sistema de colonización. La tierra está en manos de unos
pocos. Debido a este sistema, solamente un 30% de los agricul-
tores argentinos son propietarios de la tierra y el 70% restante,
arrendatarios, muchos en pésimas condiciones, supeditados al
comercio de campaña.

92
Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

• El “ausentismo” de los terratenientes. Unido esto al sistema


usual de arrendamientos, impide el progreso técnico de la
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agricultura y que se establezcan relaciones fluidas entre pro-


pietarios y chacareros.
• La falta de una institución oficial directriz de las cooperativas
(Bórea, Domingo, 1917, pp. 110/111).
El vacío legislativo en materia cooperativa concluye en 1926
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con la sanción de sendas leyes de fomento cooperativo y régimen


de sociedades cooperativas, para las que Bórea y otros funciona-
rios de la DERE aportan valiosos antecedentes sobre legislación de
otros países, al tiempo que también contribuyen a la elaboración
de los diferentes proyectos presentados, con sus medulosos y de-
tallados estudios de la realidad argentina.
Para dar solución al deficiente sistema de colonización, Bó-
rea sostiene que de forma paralela a la colonización oficial debe
asociarse a los empresarios privados con un compromiso expreso
de convertir al agricultor en propietario de un lote de 100 a 200
hectáreas en la pampa húmeda en un término promedio de 15
años. Se impone arraigar al agricultor, y para ello hay que conver-
tirlo en propietario o arrendatario a largo plazo y en condiciones
legales favorables y bien definidas.
El aval político y la lectura de la obra de Miguel Ángel Cár-
cano, Evolución histórica de la tierra pública, reafirma la posición
de Bórea en torno a la necesidad de fijar agricultores-propietarios,
convencido de que el Estado debía alentar y reglamentar la asocia-
ción entre ellos (Bórea, D., 1923).
A diferencia de Lahitte, que deposita todas sus esperanzas en
la sanción de una ley de colonización que permitiera la formación
de una clase media rural estable integrada por agricultores pro-
pietarios y arrendatarios arraigados, Bórea se involucra él mismo
en la promoción de estos colonos-propietarios. Así participa de la
creación de la “Compañía Ítalo Argentina de Colonización” para el
arribo de inmigrantes italianos, y forma parte de la fundación de la
“Colonia Regina de Alvear”, en el Territorio Nacional de Río Negro.
Sin dudas la sanción de la Ley Nº 12636 de 1940 por la que
se crea el Consejo Agrario Nacional constituye para Bórea la gran
reforma agraria argentina, por cuanto incluye todas las cuestiones
de la economía social que atañen a la población rural. La propiedad

93
Graciela Mateo

del suelo; la vivienda económica; la composición del hogar agríco-


la y la función de la mujer; el nivel de vida de las poblaciones ru-
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rales; la salud del niño; la legislación social del obrero del campo;
la instrucción primaria y la instrucción rural secundaria; el seguro
integral agrícola; la cooperación agraria que permite el uso común
de maquinaria costosa, la defensa del costo de la producción y la
mejora en el bienestar de las clases urbanas consumidoras. 63
Para dar solución a la falta de personal técnico apto para la
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dirección de las cooperativas agrícolas, Bórea propone instituir cur-


sos especiales de cooperación y mutualidad en las facultades de
agronomía y escuelas de agricultura, a los efectos de que los inge-
nieros y peritos agrónomos pudieran especializarse en esa rama de
la economía rural. Las principales cooperativas agrícolas de Euro-
pa estaban dirigidas por doctores en ciencias agrarias, logrando así
una administración y una dirección técnica irreprochables, mientras
que el productor encontró en la cooperativa las enseñanzas que le
permitieron aplicar racionalmente la técnica y la economía en los
cultivos, en la cría de ganado y en las industrias agrarias.

2. Juan Costa y su visión cooperativista

Síntesis biográfica

Juan Costa logra en las primeras décadas del siglo xx, dotar de iden-
tidad a los pequeños propietarios y arrendatarios que ven cómo se
diluye el esfuerzo de su trabajo, entre otras, por las siguientes ra-
zones: caída de los precios internacionales, manipulaciones de las
casas exportadoras de capitales extranjeros, ausencia de políticas
estatales para el sector, concentración de la tierra en pocas manos
y explotación de los almacenes de ramos generales. Su mérito es
romper con la indiferencia de una sociedad que parece desconocer
las oprobiosas condiciones en que viven los colonos, a pesar de ser

63. Bórea, D., (1940, p. 34). Estudios actualizados sobre el tema en Lázzaro, Silvia,
“El impuesto al latifundio en la provincia de Buenos Aires durante la década de 1940.
Primeras iniciativas” en Estudios de Historia Rural, N° 7, La Plata, UNLP, 1991; Blanco,
Mónica, Reforma en el agro pampeano. Arrendamiento, propiedad y legislación
agraria en la provincia de Buenos Aires1940-1960, Buenos Aires, UNQ, 2007.

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Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

el soporte del modelo agroexportador sobre el cual se sustentaba


la riqueza de la Nación. Convencido de que el cooperativismo es
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la única alternativa factible para sacar a los agricultores de esa


situación de indigencia, comienza a desplegar su actividad en co-
lonias pequeñas, pobladas por inmigrantes que tienen acceso a la
propiedad de la tierra y que así, lentamente, se van integrando al
país. Con palabras persuasivas pero especialmente con su acción
junto a los colonos, se va ganando su confianza y quebrando resis-
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tencias, aunque siguiera siendo el “Señor”, como lo recuerda el


imaginario colectivo.
Poco se conoce de su vida: nace en Buenos Aires en 1875,
siendo el mayor de una familia de ocho hijos. Su padre, un inmi-
grante italiano, alcanza una sólida posición económica y ascenso
social al fundar una empresa de adoquines que sirven para pavi-
mentar las calles de la Capital cuando esta se estaba transforman-
do en una ciudad cosmopolita. De acuerdo con una práctica común
entre la gente de recursos, compra la estancia “Monte Castillo” en
Noetinger, provincia de Córdoba, realizando una importante inver-
sión, ya que esta propiedad, de más de 11.000 ha, estaba ubicada
en el departamento Marcos Juárez, uno de los últimos en incor-
porarse a la explotación agraria y es de los más requeridos debi-
do a que posee excelente suelo, líneas férreas que lo atraviesan
y, fundamentalmente, proximidad con los puertos exportadores.
Años más tarde, el matrimonio efectúa una partición anticipada
de la herencia, correspondiéndole aproximadamente 1.000 ha a su
hijo Juan, quien también se ocupa de la administración de las que
le pertenecían a sus padres y hermanos, constituyéndose, por lo
tanto, en un importante propietario.64
Dueño de una sólida formación cultural, producto de su amistad
con intelectuales de la época, viajes y avidez por la lectura, la expresa
en una singular solvencia intelectual tanto por la variedad temática
como por la profundidad que desarrolla en sus escritos como corres-
ponsal del diario La Prensa y desde la redacción de La Cooperación.

64. Entre 1914 y 1930, la categoría de 1.000 a 5.000 hectáreas corresponde a grandes
extensiones, sobre todo en los departamentos de Marcos Juárez, Unión y San Justo,
donde disminuye el latifundio al transformarse este en grandes propiedades como
consecuencia de la aplicación del gravamen agropecuario sobre las tierras. Moreyra,
Beatriz, (1992, pp. 170 y ss.).

95
Graciela Mateo

Como es habitual en los grandes propietarios de esa época,


arrienda sus tierras pero no con un sentido expoliador sino como
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una forma de mantener su situación económica contribuyendo, al


mismo tiempo, al progreso de sus inquilinos, ya que los contratos
se encuadran en los principios jurídicos sobre arrendamientos y
aparcerías rurales fijados por la Ley 11170, alejándose del tipo
oficializado por la práctica en esa zona.
Hombre sencillo, honesto y generoso, se convierte en un re-
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ferente de los pobladores del campo en la zona donde actúa. Dos


pasiones guían su vida: una, el cooperativismo como medio para
combatir el agio y la especulación que imponen los monopolios.
La otra, la política, que lo lleva a militar en las filas de la Unión
Cívica Radical yrigoyenista. Estas dos pasiones no son para Juan
Costa excluyentes, sino complementarias, porque como profundo
conocedor de la problemática rural es un interlocutor válido para
el gobierno y, al mismo tiempo, utiliza su ascendiente partidario
para educar en los principios cooperativistas y resolver los proble-
mas de los colonos.
Representantes del gobierno son asiduos concurrentes a las
instituciones que contribuye a crear: en 1920, la “Unión Agrícola”
en Leones; al año siguiente, influye de manera decisiva en la “Mu-
tua Agrícola” en Noetinger, para adecuarla a los requisitos de las
sociedades limitadas pero es, en 1922 cuando logra su máxima as-
piración, fundar la primera cooperativa de cooperativas agrarias:
la “Asociación de Cooperativas Rurales-Zona Central”, de la cual
sería su primer presidente. Participa también de la fundación de
numerosas cooperativas en el sur de las provincias de Córdoba y
Santa Fe; redacta un modelo de estatuto para cooperativas, que
luego es adoptado por la Nación, y participa, con sus inquietudes,
en la sanción de la primera ley de Cooperativas.
Sus méritos comienzan a ser reconocidos: es nombrado –qui-
zás paradójicamente– miembro de la Sociedad Rural de Rosario y
recibe el título de Caballero Oficial de la Corona del gobierno de
Italia debido a la protección y ayuda que brinda, en su zona, a
los trabajadores de esa nacionalidad. La dedicación, la perseve-
rancia y los esfuerzos que realiza a favor del sector rural empie-
zan a dar sus frutos y, en cierto modo, cuando comienza a sentir
el reconocimiento a su labor, cuando los colonos van mejorando

96
Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

paulatinamente su situación, cuando el número de cooperativas


crece porque los chacareros comprueban sus beneficios, cuando
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la “Asociación de Cooperativas Rurales-Zona Central” –a partir del


25 de febrero de 1927 convertida en Asociación de Cooperativas
Argentinas– se afianza con nuevos proyectos, Juan Costa muere.65
Si en la reconstrucción de su vida hay muchos silencios, su
muerte es un verdadero misterio. Documentalmente hay dos cau-
sas: síncope cardíaco y fiebre tifoidea pero en el imaginario co-
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lectivo ha perdurado la idea del suicidio. Avala esta hipótesis el


hecho que todos sus bienes estaban hipotecados y que la década
del veinte es el período en que él interviene activamente en la
formación de cooperativas primarias y en la federación de estas,
fortaleciendo sus patrimonios y comprometiendo en ello sus bie-
nes personales (Bichsel, S. y Costa, M., 2006).

Su concepción cooperativa como


solución a los problemas de la familia rural

Juan Costa concibe al cooperativismo como un movimiento revo-


lucionario que al tiempo que provoca cambios fundamentales, no
destruye la realidad, sino que la modifica. Crea nuevas fuentes de
trabajo que generan bienestar, no solo a nivel personal sino tam-
bién para la zona o provincia donde las cooperativas se insertan.
Por otra parte, tiene la intuición de percibir en los lugares donde
actúa, la difícil realidad del hombre de campo, pudiendo ver al
hombre real de las zonas rurales, con rostro e identidad, un hom-
bre que, ante el fracaso vuelve a empezar su tarea a pesar de la
miseria y la desprotección en que vive. Puede, por su condición
social y económica, estar al margen de estas preocupaciones pero
opta por estar con ellos transformándose en un trasgresor preocu-
pado y ocupado por solucionar sus demandas, convirtiéndose en el
precursor del cooperativismo rural argentino moderno al tratar
de enmendar la situación que padecen, con respuestas concretas
aunque con todas las limitaciones que le impone el entorno.
Se vincula con hombres del socialismo, coincidiendo con
ellos en el diagnóstico crítico sobre la problemática del hombre

65. La Cooperación, Rosario, 23/07/1927.

97
Graciela Mateo

de campo; pero a diferencia del socialismo que propone la re-


forma agraria, la Asociación de Cooperativas que preside, aspira
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a la división de la tierra y su aprovechamiento intensivo.66 Parte


del concepto hobbesiano del “hombre lobo” y pregona la unión
de los necesitados bajo el lema uno para todos y todos para uno,
lema que sintetiza el propósito del cooperativismo.67 Acepta este
desafío fundando sociedades como las cooperativas agrícolas que
permiten unir el capital y el trabajo. La tarea no es fácil, hay que
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quebrar la desconfianza y el individualismo del agricultor, por eso


aconseja implementarlas de manera gradual para que los éxitos
conseguidos se afianzaran, evitar su dispersión y alcanzar la unifi-
cación lo más rápido posible. De ahí que la idea de constituir una
federación está presente desde el comienzo de su accionar.
Al igual que Bórea, promueve la explotación mixta para pro-
teger a los productores de las oscilaciones del mercado interno y
externo. Estimula su participación en congresos, de los que obten-
drían conocimientos que redundarían en beneficios económicos y
personales y, sobre todo, se propone elevar su nivel intelectual
y moral, acercándolos a la doctrina cooperativa a través de la
educación, a la que reconoce como deficitaria. A partir de 1922,
solventa en su campo la Escuela Nº 220, con el propósito de que
las honestas y laboriosas familias de agricultores de la zona tu-
vieran educación sistematizada. Tampoco olvida a la mujer que
trabaja junto a su esposo e hijos con espíritu fuerte y sensible
siendo la fuerza moral que necesita el sistema para arraigarse, ya
que ella es el sostén espiritual de la familia agraria y la trasmisora
de sus principios. La coloca en un pie de igualdad con el hombre
en cuanto a derechos y deberes, dentro del cooperativismo. Juan
Costa sostiene que las prácticas cooperativas se introducen en la
economía doméstica ya que, al vender exclusivamente al contado,
obliga al ama de casa a adquirir lo estrictamente necesario y evi-
tar lo superfluo, peligro que existe con el crédito.
La cooperativa es el almacén común, algo así como la des-
pensa familiar, donde cada miembro adquiere artículos a un buen

66. Asociación de Cooperativas Rurales, Zona Central, Estatutos, Rosario, 1922, cap.
III, art. 5, inc. 1.
67. La Cooperación, N° 1, 31/10/1924, p. 2.

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Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

precio, con peso exacto y excelente calidad, porque estas enti-


dades no persiguen fines de lucro. Si cada integrante de la fami-
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lia agraria presentara su presupuesto de gastos a su cooperativa,


esta podría realizar el suyo, y el conjunto de estas entidades, la
Asociación de Cooperativas, el propio, dando como resultado una
cantidad de mercaderías tan importante que fabricantes y grandes
mayoristas pretenderían proveerlas por las ventajas que obten-
drían. Por eso, si los hombres y mujeres fueran colocados en un
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pie de igualdad dentro del cooperativismo, este dejaría de ser una


aspiración y se convertiría en una realidad. La Ley de Cooperativas
permite que las mujeres casadas pudieran ingresar a estas socie-
dades sin autorización paternal ni marital y disponer por sí solas de
su haber en ellas.68 Aparecen entonces en las actas de fundación
de algunas cooperativas, entre los primeros suscriptores, firmas
de mujeres, ya que más allá de la forma de organización adoptada
para consolidar su participación en la esfera pública “en todos los
países donde hay cooperativas, se ha declarado invariablemente
que las mujeres deben ser conquistadas por la idea cooperativa
para que el movimiento alcance su objetivo”.69
Reconoce que los niños, hijos de agricultores, debían ayudar
a sus padres en las tareas, sobre todo en la época de siembra, co-
secha u otra actividad donde se requirieran muchos brazos, pero
una cosa es ayudar y otra, imponerles trabajos que sean superiores
a sus fuerzas (Gutiérrez, T. V., 2007). Promueve, desde un punto
de vista práctico pero a la vez espiritual, la difusión de la radiote-
lefonía, adelanto que permite quebrar el arraigado individualismo
del hombre rural. El provecho más inmediato que alcanzan, con-
tando con este adelanto, es conocer con rapidez las fluctuaciones
del mercado, ventaja que se obtiene al poseer información en el
momento oportuno (Bichsel, S. y Costa, M., 2006).
En relación con la política, a pesar de su activa militancia
radical, no vacila en mostrarse crítico con el Estado y los políticos
de distintos partidos, ya que todos elogian y están de acuerdo

68. La Cooperación, Nº 37, 24/07/1925, pp. ½; Sienrra, Celestino, 1946, op. cit., pp.
198 y ss.
69. Palabras expresadas por Emmy Freundlich en 1921, citadas en Chávez, María Elena
(1995, p. 52).

99
Graciela Mateo

en proteger al agricultor, pero les recrimina que se quedan en


el discurso. Sugiere la conveniencia de que, en las plataformas
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electorales, se incluyeran puntos que fueran de interés para los


hombres del campo, y presiona a los políticos para que este tema
no quedara en proyectos sino que desde el gobierno se fomentase
el desarrollo del cooperativismo. Para encontrar soluciones a la
problemática agraria se reúne, toda vez que le es posible, con los
más altos niveles de decisión. Se entrevista con el presidente de
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la Nación, Hipólito Yrigoyen, con sus ministros, con el gobernador


de Córdoba, Ramón Cárcano y otros funcionarios a los que les re-
clama, según su rango, precios compensatorios para los cereales,
una ley de cooperativas para la provincia de Córdoba, exención de
impuestos, liberación de estampillado para las maquinarias agríco-
las, la creación de una sucursal del Banco de Córdoba en la ciudad
de Rosario, mejoras de los caminos rurales y otras peticiones más,
muchas de las cuales se concretan. Pero su preocupación central
es lograr la sanción de una ley nacional que otorgara el marco ju-
rídico para el funcionamiento de las cooperativas.
Esa ley nacional es reclamada por las provincias de mayor
desarrollo agropecuario del país, ya que la necesitan para dictar
su propia reglamentación que debe adecuarse a la federal. Por la
ausencia de esta norma, en ambas jurisdicciones e incluso en el
ámbito local, las cooperativas no reciben el apoyo necesario al
desconocerse en las diferentes esferas del gobierno, la utilidad so-
cial que el cooperativismo ofrece. Este vacío legal conlleva cierto
grado de anarquía en cuanto a las formas que se adoptan para la
creación de estas entidades, desapareciendo muchas de ellas al
poco tiempo, lo cual genera desconfianza y sospechas sobre esas
organizaciones: el impedimento mayor que frena su expansión se-
gún esta interpretación que se analiza. Esa aspiración puede verla
concretada ya que el 20 de diciembre de 1926, se sanciona la Ley
de Cooperativas N° 11388.
Otro reclamo que hace al gobierno nacional, pero sobre todo
a los provinciales, se refiere al estado en que se encuentran los
caminos rurales. Los mismos no satisfacen las necesidades de los
agricultores que debían transitarlos periódicamente al llevar su
producción a los centros de comercialización, sus condiciones son
pésimas y se convierten en intransitables por falta de manteni-

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Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

miento. Consigna como ejemplo lo ocurrido en Noetinger, donde


se había hecho un terraplenado en el camino que separa Monte
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Castillo de otros campos vecinos “con máquinas proporcionadas


por los colonos y propietarios, cuyos gastos se abonaron con una
suscripción del comercio, dueños de campos y otros agricultores”.70
Una vez más, los trabajadores rurales se hacen cargo de tareas in-
herentes al Estado.
En cuanto al régimen de tenencia de la tierra, lo conside-
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ra un factor de estancamiento del progreso social porque origina


desigualdad al destruir la armonía colectiva, que solo se obtiene
cuando la distribución de la riqueza es proporcional al esfuerzo
que cada uno ha hecho para constituirla. Pero la realidad demues-
tra lo contrario: el acaparamiento de la propiedad de la tierra en
manos de unos pocos que, además de disfrutar de una renta que no
les corresponde, presionan a los gobiernos para mantener el statu
quo. Sabe que son enemigos difíciles de vencer por lo poderosos
que son y los privilegios que gozan. Entiende que la gran verdad
de su época es “latifundios inmensos y colonos sin tierra.” 71 A
pesar que sus reclamos son acompañados por un amplio sector de
la población, no consigue que se sancionase una ley que obligara
a la subdivisión de la tierra y su venta a los arrendatarios. Algún
logro institucional alcanzó, ya que un número de asociados de la
cooperativa “La Mutua Agrícola” de Noetinger, se convirtieron en
propietarios.72A nivel particular hace su aporte, pues en 1927 pre-
vé la subasta de una parte de sus terrenos en Monte Castillo,73
aunque esta iniciativa queda trunca por su imprevista muerte y la
hipoteca que pesaba sobre su propiedad rural.
Juan Costa cree que un medio para combatir el latifundio es
la organización del crédito agrícola nacional promovido por el Banco
de la Nación Argentina, que debía ser fiscalizado por las cooperati-
vas, como ocurre en países europeos. Esta inquietud la plasma en
los Estatutos de las cooperativas que contribuye a crear y en el de
la Asociación. Pero si el crédito agrario no puede ser concretado,

70. La Cooperación, Nº 45, 18/09/1925, p. 4.


71. Ibídem, p. 2.
72. Ibídem, N° 8, 19/12/1924, p.1.
73. Ibídem, N° 115, 25/02/1927, p.3.

101
Graciela Mateo

menor es la posibilidad de crear un Banco Agrícola al servicio de los


productores, a pesar que brega, insistentemente por ello.
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Toda la actividad desplegada por Juan Costa tiene como pun-


to de partida la búsqueda de una solución al grave problema que
aqueja al productor: la cuestión de la comercialización. La de-
fensa de la producción es incompatible con el atraso existente en
materia de almacenamiento y transporte de granos, si se lo com-
para con lo que sucede en países que son fuertes competidores de
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la Argentina. La falta de elevadores agrava el problema agrario


porque a la caída de los precios de los cereales se agrega la des-
organización de las ventas. La solución es una “cuestión nacional”
pero Costa desconfía de la acción del Estado y con razón, ya que
en el lapso en que actúa, poco y nada hizo el gobierno nacional
para solucionar esta situación. Está convencido de que si se pre-
tende comercializar en conjunto las cosechas, la Asociación debe
encargarse de construir la red de elevadores que ellos y el país
necesitan. A pocos meses de su muerte, en 1928 se reúne el Con-
greso Nacional Agrario y, a pesar de no estar presente físicamente,
sus ideas influyen en los integrantes del mismo que desvirtuaron,
en parte, su iniciativa. Allí se decide que el Estado debía realizar
estas construcciones en la campaña y puntos terminales con una
administración mixta compuesta por funcionarios públicos y agri-
cultores y que, a medida que las cooperativas pudieran, se harían
cargo de los elevadores hasta cancelar la hipoteca que se hacía
sobre ellos por el valor que demandara su construcción. Pero esta
acción, como tantas otras, queda en la nada y es la Asociación de
Cooperativas Argentinas la que toma la iniciativa de construir la
primera red de elevadores de granos del país, una idea latente en
la mente de Juan Costa desde siempre y que, a pesar de proyec-
tarla, no puede verla concretada. La Federación cuenta para rea-
lizarla con la ayuda financiera de una entidad privada, la “Corpo-
ración de Fomento Rural”, evidenciando que son las cooperativas
las que asumieron la función de ordenar la venta de los granos,
impidiendo la manipulación de los cereales y oleaginosas y elimi-
nando las maniobras que, en ese sentido, hacían los monopolios
que concentraban la producción granera del país.
Este proyecto comienza a materializarse con la construcción
del primer elevador de campaña en la Unión Agrícola de Leones,

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Cap. V - Los genuinos representantes del cooperativismo agrario argentino

cooperativa que tiene el privilegio de ser la precursora en el al-


macenamiento de cereales que tanto significa para el progreso de
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la vida agrícola argentina. La inauguración se realiza el 13 de julio


de 1930, contando con la presencia de miles de productores y de
una comitiva oficial que concurren a festejar este acontecimiento,
fruto del esfuerzo mancomunado de la cooperativa local, la Unión
Agrícola y de la Asociación de Cooperativas Argentinas, institucio-
nes que Juan Costa funda y contribuye a engrandecer. Muchos de
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sus amigos y seguidores están presentes en el acto y, también,


representantes de la presidencia de la Nación, de la Bolsa de Co-
mercio de Rosario, de la Sociedad Rural Argentina y de la Sociedad
Rural de Rosario (Carracedo, O., 1984, pp. 102/103).
El elevador de Leones (provincia de Córdoba) lleva el nom-
bre de “Juan Costa” y es el primero de una larga red que habría de
recoger la producción de cada zona para tipificarla y conservarla
de manera eficiente, hasta que pudiera ser utilizada para el con-
sumo interno o trasladarla a los elevadores terminales de los puer-
tos para su exportación, siendo su capacidad de 6.860 toneladas.
Esta construcción, declarada de interés Histórico Municipal74 es un
homenaje a su acción pionera en el cooperativismo rural. A este
silo, le siguen los de Oliva, Hernando, Armstrong, Fuentes, Firmat
y otros más, convergiendo en el elevador terminal de Rosario in-
augurado el 19 de julio de 1931, que cuenta con una capacidad de
80.000 toneladas.
Los elevadores, a la vera de las vías férreas, son algo más
que un almacenaje de cereales que traen mayor independencia
económica al colono. Son un símbolo donde se concentran las as-
piraciones de una vida más digna, aspiraciones que pudo percibir,
organizar y efectivizar, aún sin su presencia física, este infatigable
trabajador del cooperativismo que es Juan Costa (Bichsel, S. y
Costa, M., 2006).

74. Archivo de la Municipalidad de Leones, Libro de Decretos, Decreto Nº 111, Leones,


21/12/1999.

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