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DE LA PERSONA AL AMOR
Noción metafísica de «amor»
en el pensamiento filosófico
de Karol Wojtyla
A mi familia,
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 5
I. DE LA ACCIÓN A LA PERSONA ................................................................. 8
A. Tipos de acción en el hombre ................................................................................................. 8
1. Actus personae .......................................................................................................................... 9
2. Las dos dimensiones de la consciencia ................................................................................... 11
B. Consciencia y subjetividad ................................................................................................... 13
1. ¿Algo o alguien? ..................................................................................................................... 13
2. Subjetividad y subjetivismo .................................................................................................... 14
C. Revelación de la persona por medio de la acción ............................................................... 15
1. Momento de la eficacia ........................................................................................................... 15
2. Persona y naturaleza ............................................................................................................... 16
D. «Persona» según Karol Wojtyla .......................................................................................... 17
1. Irreductibilidad de la persona ................................................................................................. 17
2. Existencia personal ................................................................................................................. 19
E. Aportes de la fenomenología de Wojtyla al concepto clásico de persona desde la
perspectiva de la consciencia ........................................................................................................ 19
1. Experiencia ............................................................................................................................. 20
2. Síntesis de la primera parte ..................................................................................................... 22
II. DE LA PERSONA A LA RESPONSABILIDAD ....................................... 23
A. Autodeterminación de la persona ........................................................................................ 23
1. Autoposesión .......................................................................................................................... 23
2. Autodeterminación ................................................................................................................. 24
B. Trascendencia de la persona ................................................................................................ 25
1. La libertad ............................................................................................................................... 25
2. Trascendencia ......................................................................................................................... 27
C. Autorrealización ................................................................................................................... 28
1. Realización ............................................................................................................................. 28
2. Autorrealización ..................................................................................................................... 29
D. Responsabilidad .................................................................................................................... 31
1. Conciencia moral .................................................................................................................... 31
2. Actuar «junto con otros»......................................................................................................... 35
E. Aportes de la fenomenología de Wojtyla al concepto clásico de persona desde la
perspectiva de la voluntad ............................................................................................................ 38
1. La voluntad según el Aquinate y aportaciones de Wojtyla ..................................................... 38
2. Análisis metafísico de la persona en acción ............................................................................ 40
4
INTRODUCCIÓN
1
A lo largo de todo este trabajo nos referiremos a estas dos obras como AyR y PyA
tanto en el cuerpo del trabajo como en las notas de pie de página, refiriéndonos siempre a
las ediciones citadas en la bibliografía.
6
Espero que el presente estudio sea de utilidad para una mejor comprensión
de una de las más profundas realidades en la vida de cualquier ser humano, la
posibilidad de amar. En este sentido, enumero algunas preguntas que nos pueden
servir como punto de partida: ¿Es el amor realmente una posibilidad? ¿Cualquier
persona puede amar? ¿Es necesario ser persona para amar? ¿Todos merecemos ser
amados? ¿Tenemos necesidad de amar? ¿Cómo saber si nuestro amor es
auténtico? ¿El amor es una obligación? ¿No es el amor algo exclusivo para
algunos? ¿Qué es realmente el amor? ¿Podemos vivir sin amor?
I. DE LA ACCIÓN A LA PERSONA
Lo primero que conviene dejar claro es que vamos a estudiar la acción del
hombre. No estamos analizando cualquier acción, sino sólo aquellas acciones que
tienen por sujeto a la persona humana. El punto de partida es, por tanto, la
experiencia misma del hombre. Y ésta es tanto interna como externa porque: «La
experiencia que el hombre pueda tener de alguna realidad exterior a sí mismo está
siempre asociada a la experiencia del propio yo, de forma que nunca experimenta
nada exterior sin al mismo tiempo tener la experiencia de sí mismo3». Será de
radical importancia para nuestro estudio la esfera de la «interioridad» del hombre,
de la que hablaremos más adelante. De hecho, la primera experiencia que en
concreto queremos objetivar –hacer objeto de nuestro estudio– es precisamente la
experiencia que el hombre tiene de sí mismo, es decir, ese proceso cognoscitivo
fundamental por medio del cual el hombre tiene una relación cognoscitiva consigo
mismo4.
Nos planteamos una primera pregunta: ¿cuál es la relación entre la
experiencia y la acción? «La acción sirve como un momento particular de la
aprehensión –es decir, de la experiencia– de la persona5». De hecho, según
2
K. WOJTYLA, Persona y Acción, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1982, 19.
3
K. WOJTYLA, PyA, 3.
4
Cfr. Ibid.
5
K. WOJTYLA, PyA, 10.
9
Hay punto importante que dejar claro. Wojtyla conoce bien el concepto
clásico de persona cuya formulación más conocida es la de Boecio –rationalis
naturae individua substantia-. Sin embargo, al inicio de su estudio se propone dos
objetivos para ir más allá de la definición clásica: uno de ellos es dejar de lado o
evitar las posibles concepciones demasiado estáticas de la persona, como si ésta
fuese un ente del todo acabado y definido. Precisamente por ello elige como
método –como camino– la acción, porque «las acciones constituyen el punto de
partida más adecuado para comprender la naturaleza dinámica de la persona 7».
(Este aspecto dinámico tendrá gran repercusión en el segundo capítulo de nuestro
estudio). El segundo objetivo que Wojtyla se propone es acercarse a la persona
desde la experiencia subjetiva de la misma. De ese modo, quiere desarrollar una
antropología que haga de puente entre la ontología clásica y la filosofía moderna,
tomando la primera como base y la segunda como enriquecimiento de la anterior.
Dicho de otro modo, la novedad de Wojtyla en PyA es buscar un acercamiento
que integre el realismo tomista y el subjetivismo moderno a través de la
fenomenología. ¿Cómo se da esta integración? Lo iremos viendo poco a poco.
1. Actus personae
6
K. WOJTYLA, PyA, 12.
7
K. WOJTYLA, PyA, 14.
8
Cfr. TOMÁS DE AQUINO. S.T., I-II, q. 1, a. 1.
10
confuso porque no distingue –al menos en cuanto a la nomenclatura que usa– que
el acto al que se refiere no es voluntario (porque el término hominis no implica la
no voluntariedad del hombre, sino que casi podría indicarla). Como veremos más
adelante, Wojtyla hará una clara distinción entre los «actos de la persona» o
«actos del hombre», por un lado, y «lo que ocurre en el hombre» por otro lado.
Volviendo al actus humanus tomista, Wojtyla prefiere utilizar en el término actus
personae en vez de actus humanus, para resaltar que es toda la persona concreta la
que actúa. Lo que quiere hacer ver es que no es sólo la voluntad de la persona la
que obra el acto sino que el sujeto último es toda la persona con toda su
complejidad. Esto no quita que la voluntad sea el elemento esencial de un acto
deliberado de una persona, pero Wojtyla quiere enriquecer el concepto tomista del
acto humano, que tiene cierta carga de objetivismo por ser una aplicación directa
del principio de acto-potencia aristotélico al hombre, y dar más espacio a la
subjetividad –y a ésta con toda su riqueza–. Es por eso que, como veremos en
detalle más adelante, el elemento inicial por el que Wojtyla se acerca al estudio
del actus personae es precisamente la consciencia.
9
Cfr. J.M. BURGOS, «La antropología personalista de Persona y Acción» en J.M.
BURGOS (ed.), La filosofía personalista del Karol Wojtyla, Palabra, Madrid 2007, 126-
127.
10
J.M. BURGOS, «La antropología personalista…», 122.
11
11
Al referirnos a la conciencia psicológica usaremos el término «consciencia», para
diferenciarlo de la conciencia moral que denotaremos simplemente con el término
«conciencia». Sin embargo, por razones obvias, en las citas textuales dejaremos en
término tal como aparezca.
12
J.M. BURGOS, «La antropología personalista…», 128-129.
13
K. WOJTYLA, PyA, 52-53.
14
R. LUCAS LUCAS, El Hombre, Espíritu Encarnado. Compendio de filosofía del
hombre, Sígueme, Salamanca 1999, 138.
12
En la ontología tradicional, este sujeto del existir y del obrar que es el hombre se
designaba con el término suppositum –soporte óntico–, que, podríamos decir,
sirve en cuanto designación totalmente objetiva, libre de todos los aspectos
experienciales, y en especial de toda relación con la experiencia de la
subjetividad, en la que el sujeto se da a sí mismo en cuanto yo, en cuanto ego. Por
eso el suppositum prescinde de ese aspecto de la conciencia, como consecuencia
del cual el hombre concreto –el objeto que es el sujeto– tiene la experiencia de sí
mismo en cuanto sujeto, y, por lo tanto, de su subjetividad. Es esta la experiencia
que le permite designarse mediante el pronombre yo. [...] Sin embargo, la
denotación de este pronombre personal y, por tanto, también del ego, parece más
extensa que la del suppositum, porque la primera combina el momento de la
subjetividad experimentada con el de la subjetividad óntica, mientras que la
segunda habla únicamente del último aspecto, del ser individual en cuanto base
de la existencia y de la acción17.
15
J.M. BURGOS, «La antropología personalista…», 129-130.
16
Cfr. J.M. BURGOS, «La antropología personalista…», 130.
17
K. WOJTYLA, PyA, 55.
13
B. CONSCIENCIA Y SUBJETIVIDAD
1. ¿Algo o alguien?
18
K. WOJTYLA, PyA, 90.
14
2. Subjetividad y subjetivismo
19
K. WOJTYLA, PyA, 90.
20
K. WOJTYLA, PyA, 71-72.
21
K. WOJTYLA, PyA, 72.
22
Sería injusto no precisar de modo explícito que Santo Tomás sí distingue y
desarrolla ampliamente una antropología en la que el hombre es claramente un ser
diverso de todos los demás entes materiales e incluso de todos los demás animales. Sin
embargo, el enfoque de este estudio en este sentido es buscar precisamente aquello que en
la originalidad del pensamiento filosófico de Wojtyla, pueda enriquecer la antropología
tomista.
15
1. Momento de la eficacia
23
K. WOJTYLA, PyA, 80.
24
Ibid.
25
K. WOJTYLA, PyA, 82.
26
Ibid.
16
2. Persona y naturaleza
27
Si hacemos un paralelismo podemos encontrar prácticamente la misma distinción
entre el actus humanus y el actus hominis tomista sólo que en Santo Tomás la diferencia
principal radica en la voluntariedad del acto, mientras que en Wojtyla está en la función
reflexiva de la conciencia.
28
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 94-95.
29
K. WOJTYLA, PyA, 96.
17
1. Irreductibilidad de la persona
30
K. WOJTYLA, PyA, 96.
31
Aquí la palabra “reducción” se entiende desde la fenomenología. Como lo explica el
mismo Wojtyla, indica la operación de realizar la visualización más radical y centrada en
la esencia de un determinado objeto. (Cfr. PyA, 94).
32
K. WOJTYLA, PyA, 97.
33
Ibid.
18
Aquello que, como decíamos antes, hace que la persona jamás pueda ser un
«algo» sino que siempre es un «alguien». Veamos cómo lo explica Wojtyla, años
más tarde, profundizando sobre este aspecto de PyA:
34
K. WOJTYLA, El hombre y su destino, Palabra, Madrid1998, 29.
35
J. DE FINANCE, Cittadino di due mondi: il posto dell’uomo nella creazione, Libreria
Edetrice Vaticana, Città del Vaticano 1993, 36. Traducción personal.
36
K. WOJTYLA, El hombre y su destino, 32-33.
19
2. Existencia personal
37
K. WOJTYLA, PyA, 100.
38
Ibid.
39
K. WOJTYLA, PyA, 101.
40
K. WOJTYLA, El hombre y su destino, 38.
20
sus propias acciones y la experiencia de las mismas. Este intento tiene, además, el
objetivo de crear un puente entre la filosofía tomista y la «filosofía de la
conciencia», que viene remotamente desde Descartes y que tienen su culmen en la
filosofía kantiana y en las diversas concepciones filosóficas post-kantianas41. En
pocas palabras, el objetivo es unir la filosofía del ente con la filosofía del sujeto.
Wojtyla sostiene que no puede seguir haciéndose filosofía si no se logra un
encuentro entre el realismo y la filosofía moderna y contemporánea. «Se ve la
necesidad de encontrar un justo límite, según el cual los análisis fenomenológicos,
nacidos de los presupuestos de la filosofía de la conciencia, sirvan para un
enriquecimiento de la imagen realista de la persona»42. En este sentido podemos
encuadrar a Wojtyla entre lo que se ha llegado a llamar la «fenomenología
realista».
1. Experiencia
41
Cfr. K. WOJTYLA, El hombre y su destino, 37-39.
42
K. WOJTYLA, El hombre y su destino, 43.
43
J.L. MARÍN MORENO, La raíz fenomenológica de Karol Wojtyla. Método,
conciencia y subjetividad, Universidad de Murcia 2013, 44.
21
44
J. MERECKI, «Las fuentes de la filosofía de Karol Wojtyla» en J.M. Burgos (ed.), La
filosofía personalista del Karol Wojtyla, Palabra, Madrid 2007, 21.
22
45
M. RUMAYOR, «Subjetividad sin Subjetivismo: ¿La antropología filosófica de Karol
Wojtyla sin la metafísica de Tomás de Aquino?», Tópicos 35 (2008), 80.
46
M. RUMAYOR, «Subjetividad sin Subjetivismo…», 76.
23
A. AUTODETERMINACIÓN DE LA PERSONA
1. Autoposesión
47
K. WOJTYLA, PyA, 120.
24
2. Autodeterminación
48
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 120.
49
K. WOJTYLA, PyA, 125.
50
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 123-126.
51
K. WOJTYLA, PyA, 124.
52
Ibid.
25
B. TRASCENDENCIA DE LA PERSONA
1. La libertad
libre albedrío debe ser analizada a partir de la elección»57. Se puede ver así el
vínculo necesario entre la elección y la libertad y, por consiguiente, entre
autodeterminación y libertad. Sin embargo, para Wojtyla, «el hombre no es libre
sólo porque pueda elegir, el hombre es libre fundamentalmente porque es dueño
de sí mismo, se autoposee y, por tanto puede autodeterminarse»58. Libertad habla
más de aquello que en la acción del hombre afecta al mismo sujeto que de lo
referente al objeto.
Nótese que al igual que en el tema de la acción como punto de partida para
la subjetividad del hombre, Wojtyla se concentra más en el aspecto interno del ser
humano y de su ser persona que en lo externo. Lo importante para Wojtyla no es
tanto la capacidad del hombre que puede elegir o rehusar un objeto externo a él,
sino el hecho de que el hombre se posee a sí mismo y es dueño de sus propios
actos a través de su elección y en el hecho de que por medio de esa elección el
hombre se determina a sí mismo, es decir, no es determinado por agentes externos
a él. «La libertad no es, por tanto, la capacidad de elección o, mejor dicho, no está
limitada a la capacidad de elección, sino que consiste básicamente en la capacidad
de autodeterminación»59, la elección sobre uno mismo. En palabras del mismo
Wojtyla:
57
TOMÁS DE AQUINO, S.T., I, q. 83, a. 3.
58
J.M. BURGOS, «La antropología personalista de Perona y acción», en J.M. BURGOS
(ed.), La filosofía personalista del Karol Wojtyla, Palabra, Madrid 2007, 132.
59
J.M. BURGOS. «La antropología personalista…», 132.
60
K. WOJTYLA, PyA, 134.
27
necesidad por no poseer el ego, esto es, por no tener la presencia de la consciencia
y la autodeterminación61. Es una contraposición entre determinismo y libertad.
2. Trascendencia
La trascendencia nos revela, así, otro aspecto de la libertad del hombre que
es su «autodependencia». «Decir que el hombre “es libre”, quiere decir que
depende principalmente de sí mismo en cuanto a la dinamización de su propio
sujeto»64. Ese depender de sí mismo, está ligado, como veíamos antes, a la
propiedad del hombre de poder ser sujeto y objeto de sí mismo al actuar.
Podríamos resumir lo anterior de este modo:
Observamos entonces que el soporte óntico del hombre, cuando sólo ocurre algo
en él, manifiesta únicamente la subjetividad; en cambio, cuando actúa, manifiesta
su subjetividad junto con su eficacia. Como la eficacia está basada en la
autodeterminación y como el sujeto se determina a si mismo eficazmente, es
también su propio objeto. Así es como la objetivación entra dentro de la
61
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 138.
62
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 139.
63
K. WOJTYLA, PyA, 139.
64
K. WOJTYLA, PyA, 140.
28
C. AUTORREALIZACIÓN
1. Realización
65
K. WOJTYLA, PyA, 140.
66
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 145.
67
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 176.
29
2. Autorrealización
68
K. WOJTYLA, PyA, 176.
69
Ibid.
70
K. WOJTYLA, PyA, 177.
71
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 178.
30
72
K. WOJTYLA, PyA, 175.
73
Cfr. S. KAMPOWSKI, «Una seconda nascita: Azione e persona in Hannah Arendt e
Karol Wojtyla» en S. GRYGIEL E S. KAMPOWSKI (a cura di), Epifania della persona:
azione e cultura enl pensiero di Karol Wojtyla e di Hannah Arendt, Cantagalli, Vaticano
2008, 97.
74
K. WOJTYLA, PyA, 178.
31
D. RESPONSABILIDAD
1. Conciencia moral
75
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 177-180.
76
J. VILLAGRASA, Fondazione Metafisica di un’Etica Realista, Ateneo Pontificio
Regina Apostolorum, Roma 2005, 261. Traducción personal.
77
K. WOJTYLA, PyA, 179.
78
K. WOJTYLA, PyA. 181.
32
Como puede verse, este modo de entender el bien y el mal, es decir, como
dependientes de la verdad, distan mucho de las concepciones de las «tendencias
sensistas» tanto antropológicas como gnoseológicas, que podrían verse
representadas, por ejemplo, en la filosofía de Hume. Estas concepciones parecen
sólo distinguir la virtud del pecado por el placer o el dolor que produce cada uno y
desembocaron en un utilitarismo moral cuyo objetivo es la maximización del
placer y su correspondiente minimización del dolor. Tampoco nos encontramos
frente al imperativo categórico kantiano que se nos da como forma a priori de la
razón práctica82. Nos encontramos, por el contrario, ante el descubrimiento del
valor objetivo de las acciones a través de la razón y en la consecución voluntaria
79
Ibid.
80
K. WOJTYLA, PyA, 186.
81
K. WOJTYLA, PyA, 183.
82
Cfr. K. WOJTYLA. Mi visión del hombre, Palabra, Madrid 1998, 348-352.
33
del bien por medio de la libertad que es iluminada por esa razón, haciéndole
reconocer la verdad sobre el bien y por tanto su valor moral.
83
J. VILLAGRASA, Fondazione Metafisica di un’Etica Realista, 261. Traducción
personal.
84
K. WOJTYLA, PyA, 194.
85
K. WOJTYLA, PyA, 189.
86
C. SÁNCHEZ, La participación según Karol Wojtyla. Cualidad del ser humano para
construir la comunidad en el ámbito posmoderno, Universidad Anáhuac del Sur, México
2015, 236.
34
87
K. WOJTYLA, PyA, 181.
88
K. WOJTYLA, PyA, 196.
35
89
Cfr. C. SÁNCHEZ, La participación según Karol Wojtyla, 186.
90
R. GUERRA LÓPEZ, Afirmar la persona por sí misma, Comisión Nacional de los
Derechos Humanos, México 2003, p.63.
36
Por el contrario, cuando una persona realiza acciones en las que no toma
en cuenta a las demás personas con las que está actuando, entonces cae, según
Wojtyla, en el «individualismo», que «ve en el individuo [en sí mismo] el bien
supremo y fundamental, al que se deben subordinar todos los intereses de la
comunidad o sociedad»96. Desde el punto de vista del individualismo, se podría
decir que la persona no puede realizarse al actuar junto con otros, porque siempre
91
K. WOJTYLA, PyA, 314.
92
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 314-317.
93
K. WOJTYLA, PyA, 317.
94
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 329.
95
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 318.
96
K. WOJTYLA, PyA, 319.
37
La persona no puede ser para otra sólo un medio. La naturaleza misma, lo que
ella es, lo excluye. En su interioridad descubrimos su doble carácter de sujeto que
juntamente piensa y puede determinarse por sí mismo. Toda persona es, por
consiguiente, por su misma naturaleza, capaz de definir sus propios fines. Al
tratarla únicamente como medio se comete un atentado contra su misma esencia,
contra lo que constituye su derecho natural97.
La normatividad del ser hace que, no solo el propio desarrollo, sino también la
relación con los demás seres, tenga una dimensión específica: Si yo soy persona
humana, este ser marca mi deber ser. Y también marca el modo en que me
relaciono con los demás seres. La conciencia tiene que descubrir esto y ello sólo
es posible cuando descubre la propia dignidad, que se enraíza en la propia
dimensión ontológica. Una vez que la conciencia ha descubierto el modo de ser,
97
K. WOJTYLA, Amor y Responsabilidad, Razón y Fe, Madrid 1969, 20.
98
K. WOJTYLA, PyA, 323.
99
Viene del supino responsum del verbo respondere (responder) y del sufijo –bilis
(que puede, que es capaz de).
38
100
C. SÁNCHEZ, La participación según Karol Wojtyla, 235.
101
Cfr. J.L. MARÍN MORENO, La raíz fenomenológica de…, 316-328.
39
porque para Aristóteles ésta suele «tender hacia» algo que está fuera de sí misma,
lo cual tendría que verse como una imperfección en Dios, porque parecería que
algo le falta. «La inteligencia es asimilativa porque en su esencia está el poseer
formalmente; en cambio, la voluntad es desiderativa y, por tanto, imperfecta,
[porque] lo deseado en tanto que deseado no puede estar presente en el acto de
desear»102.
102
J.L. MARÍN MORENO, La raíz fenomenológica de…, 317.
103
Cfr. TOMÁS DE AQUINO, De Verit., q. 1, a. 1.
104
K. WOJTYLA, PyA, 153.
40
105
J.L. MARÍN MORENO, La raíz fenomenológica de…, 328.
106
K. WOJTYLA, El hombre y su destino, 141.
107
J.L. MARÍN MORENO, La raíz fenomenológica de…, 327.
41
Por un lado podemos afirmar que el sujeto humano en cuanto ser no varía
metafísicamente por el hecho de realizarse o no realizarse al tomar una decisión
dirigida hacia el bien o hacia el mal. No obstante, por otro lado podemos afirmar
que si estamos analizando metafísicamente a la persona humana –tomando en
cuenta toda la riqueza de su interioridad y su trascendencia y tomando en cuenta
lo esencial que es para ella su realización moral– parece que podríamos atrevernos
a afirmar que, precisamente por ser tan esencial al ser humano el plano moral, este
plano no puede separarse del todo del plano metafísico y que, por tanto, nadie
puede «autorrealizarse» o «autodestruirse» en cuanto persona, desde el punto de
vista moral sin tener una repercusión en su ser. De hecho Wojtyla afirma:
[El mal es] el defecto que se produce en el orden moral, y, por tanto, en el orden
axiológico, a partir del cual se introduce en el orden existencial-ontológico, pues
la significación de los valores morales para la persona es de tal naturaleza, que la
verdadera realización de la persona se consigue mediante la bondad moral de la
acción mucho más que mediante la mera ejecución de la misma acción. Por otra
parte, el mal moral lleva a la no realización aun cuando la persona actúe. Al
ejecutar una acción, la persona se realiza también desde el punto de vista
ontológico. Llegamos así a la conclusión de que la significación más profunda
con relación a la existencia real de la moralidad se puede entender como
realización del hombre, mientras que su sumisión al mal significa, de hecho, la no
realización108.
La pregunta sigue siendo, ¿exactamente de qué modo se da ese defecto
ontológico? ¿Es posible que se refiera a que una de las dimensiones metafísicas
del hombre es precisamente la dimensión moral? Pero entonces ¿cuál es el
estatuto ontológico de la dimensión de la moralidad del hombre? Intentemos
adentrarnos un poco en esta hipótesis a ver si hallamos algo de luz.
Está claro que el hombre en cuanto que es ente es bueno secundum quid,
sin importar si llega a ser bueno simpliciter, al alcanzar su propia perfección. Si
aplicamos esto a la complejidad del sujeto personal parece que podríamos afirmar
que una persona puede al mismo tiempo ser buena en cuanto su ser «algo» –
porque es un ente bueno– y mala en cuanto su ser «alguien» –en caso de ser una
mala persona–. El problema es que analizar así a la persona parece descuidar el
hecho de que su unidad intrínseca personal es tan fuerte que no podemos
“separarla” en «algo» y «alguien» sino que sólo es «alguien» y por eso tendríamos
108
K. WOJTYLA, PyA, 178.
42
Esto conlleva que [uno] no solo hace actos buenos o malos, sino que uno mismo
«se hace bueno o se hace malo» en el sentido de que se orienta o no a su
realización como persona. El «hacerse malo» en este caso tiene un sentido moral
y también en cierto sentido una dimensión ontológica, ya que el mal es el ser que
no se ha realizado109.
Tal vez la clave de respuesta está en ver la acción mala como una no
realización metafísica a la que la persona estaba “llamada”. Definir el mal como
«el ser que no se ha realizado» nos mantiene en la línea de entenderlo como una
privación ontológica y nos lleva a concluir que el mal moral tiene la consecuencia
ontológica de no permitir a la persona su realización plena en cuanto persona, de
acuerdo a la obligación que ella tiene de cara al valor del su propio bien, que de
hecho es un tipo de llamado en forma de obligación. «En toda obligación se da un
imperativo: sé bueno - no seas malo como hombre. En este imperativo es donde
vienen a juntarse las estructuras ontológicas y axiológicas del hombre en cuanto
persona»110. Esto quiere decir que el bien lleva al hombre a su realización y en
cambio el mal le lleva a su no realización, sin implicar que el mal haga al hombre
ontológicamente malo, lo cual es imposible. Pero el mal sí impide al hombre ser y
realizarse hasta la medida de bondad moral y ontológica a la que está llamado en
función de su obligación de responder responsablemente ante la verdad del valor
de sí mismo. Dicho de otro modo, el mal moral priva al hombre de la
actualización ontológica de las acciones buenas que está llamado a realizar y de su
propia realización en cuanto persona a través de las mismas.
109
C. SÁNCHEZ, La participación según Karol Wojtyla, 200.
110
K. WOJTYLA, PyA, 195.
43
Sólo ahora, después del camino recorrido, mencionaremos por primera vez
la noción de la que hemos querido ocuparnos en este estudio. Este mismo hecho
puede darnos una pista interesante y es que no puede entenderse lo que es el amor
si no se entiende primero lo que es la persona. En este sentido constatamos que la
antropología de PyA es fundamental para una comprensión profunda de AyR111 y
por eso hemos querido hacer en las primeras dos partes de este trabajo un estudio
de la persona desde PyA que nos sirva como base metafísica, antropológica y
moral para tratar ahora el tema del amor.
A. AMOR
111
Cfr. SIMPSON, On Karol Wojtyla, Wadsworth Thomson Learning, Belmont 2001,
46.
112
En Amor y Responsabilidad Wojtyla trata el tema de la moral sexual así como el
tema del matrimonio y de las relaciones entre cónyuges. En el presente estudio mi
objetivo es “descubrir” la noción misma de «amor» que está en Amor y Responsabilidad
haciendo una “abstracción” de los elementos meramente relacionados con la moral sexual
y con el matrimonio en cuanto tal. Tocaremos eventualmente el tema de la sexualidad y el
del matrimonio en cuanto sea pertinente para arrojar una mayor luz sobre la noción de
«amor».
44
al que tiende el sujeto actuante»113, porque «nadie tiene derecho a servirse de una
persona, de usar de ella como de un medio»114, «porque el papel de instrumento
ciego o de medio que sirve para fines que otro sujeto se propone alcanzar es
contrario a su naturaleza»115.
113
K. WOJTYLA, AyR, 18.
114
K. WOJTYLA, AyR, 21.
115
K. WOJTYLA, AyR, 22.
116
K. WOJTYLA, AyR, 33.
45
porque esto se acerca a lo que Wojtyla llama una «actitud de amor» que se funda
en que dos personas busquen entre sí el bien común117. De hecho nuestro autor
afirma: «Admitamos como punto de partida que el amor es siempre una relación
mutua de personas, que se funda a su vez en la actitud de ellas individual y común
respecto del bien»118. Por ahora es suficiente quedarnos con tres ideas: 1) el amor
se da entre personas, 2) el amor no reduce las personas a objetos y 3) el amor está
relacionado al reconocimiento del bien.
2. Grados de amor119
Dijimos hace un momento que el amor tiene que ver con el bien. Como ya
hemos hecho notar, la metafísica de Wojtyla es la de Tomás de Aquino. Así que
empecemos por la noción de bien del Aquinate, que se sintetiza en la frase: id
quod omnia appetunt120. Tomando esto como punto de partida, hay una primera
acepción de amor relacionada a la atracción. El amor, así considerado, es la
tendencia natural de la voluntad –y también de otras dimensiones de la persona
como pueden ser los sentimientos y los afectos– hacia los valores que en otra
persona se han reconocido como bienes. Es una atracción hacia aquello que
percibimos en el otro y nos complace. En el fondo, es una atracción hacia la otra
persona en sí porque reconocemos su bondad, pero tiende a quedarse en un nivel
superficial. Esto equivale a lo que los medievales llamaban amor complacentiae y
de hecho Wojtyla lo considera un primer grado de amor. «El atractivo forma parte
117
K. WOJTYLA, AyR, 26.
118
K. WOJTYLA, AyR, 75.
119
En AyR Wojtyla habla de “formas” de amor. Yo prefiero utilizar el término
“grados” pues en la misma concepción wojtyliana del amor se puede ver claramente una
jerarquía ascendente entre cada una de esas formas de amor.
120
TOMÁS DE AQUINO, Sententia libri Ethicorum, lib. 1, lect. 1, n. 9.
46
121
K. WOJTYLA, AyR, 79.
122
K. WOJTYLA, AyR, 84.
123
Cfr. SIMPSON, On Karol Wojtyla, 53.
124
J. DE FINANCE, Conocimiento del ser: tratado de ontología, versión española de
Salvador Caballero Sánchez, Gredos, Madrid 1971, 163.
47
125
K. WOJTYLA, AyR, 41.
126
Cfr. K. WOJTYLA, AyR, 30-37.
127
TOMÁS DE AQUINO, S.T. I, q. 60, a. 3.
128
K. WOJTYLA, AyR, 96.
48
129
K. WOJTYLA, AyR, 39.
130
En AyR Wojtyla trata sobre este amor en el caso del matrimonio. Sin embargo,
como hemos dicho, nuestro objetivo es depurar la noción de «amor» que Wojtyla ofrece
sin necesidad de ligarla a la sexualidad o al matrimonio.
131
Cfr. K. WOJTYLA, El don del amor, Palabra, Madrid 2003, 335-338.
132
K. WOJTYLA, AyR, 136.
133
R. LUCAS LUCAS, Horizonte Vertical. Sentido y significado de la persona humana,
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2010, 282.
134
K. WOJTYLA, AyR, 104.
49
persona del otro». Veremos más adelante este «fenómeno» en detalle cuando
hagamos la reducción metafísica de la noción de amor.
Una última consideración sobre los grados de amor es que los cuatro
grados que hemos mencionado pueden darse juntos y esto enriquece el amor. «El
amor de donación integra todos los grados del amor, y se manifiesta en amistad,
eros y afectos»135. De hecho hay una gran relación, casi como una continuidad,
entre los dos primeros grados, por un lado, y entre el tercero y el cuarto, por otro
lado. Además, son precisamente el amor de amistad y el amor de donación los que
libran de todo peligro a los dos primeros grados de amor. Y no sólo los libran del
peligro de objetualizar a la otra persona, sino que los perfeccionan puesto que
perfeccionan al otro, ya que «cuando se desea a alguien como un bien para sí, es
preciso querer que la persona deseada sea verdaderamente un bien, a fin de que
pueda ser realmente un bien para el que la desea»136.
B. RESPONSABILIDAD Y AMOR
1. Responsabilidad en el amor
Después del análisis que acabamos de hacer sobre los grados de amor y
sobre el modo en que éstos se complementan, nos damos cuenta de que el amor
verdadero sólo puede darse entre personas, porque sólo una persona puede
descubrir el valor auténtico, profundo y completo de otra persona, de tal modo
que jamás caiga en el error de que el amor se convierta en utilitarismo. Además,
sólo una persona es digna del amor de donación por parte de otra en cuanto objeto
adecuado a ese grado de amor, por eso Wojtyla afirma que «solamente orientado
hacia la persona el amor es amor»137.
135
O. PERDIZ FIGUEROA, Amar: misterio y proyecto. Antropología y teología del
amor, San Pablo, México 2015, 155.
136
K. WOJTYLA, AyR, 87.
137
K. WOJTYLA, AyR, p 134.
50
138
Cfr. SIMPSON, On Karol Wojtyla, 47-50.
139
C. SÁNCHEZ, La participación según Karol Wojtyla, 234-235.
140
K. WOJTYLA, AyR, 37-38.
141
SIMPSON, On Karol Wojtyla, 50. «The only acceptable way to treat persons is with
love». Traducción personal.
142
Cfr. K. WOJTYLA, AyR, 134.
51
Puede decirse que la justicia exige que la persona sea amada, y que sería contrario
a la justicia servirse de la persona como un medio. En efecto, el orden de la
justicia es más amplio y fundamental que el orden del amor, y éste está
comprendido en aquél en la medida en que el amor constituye una exigencia de la
justicia143.
Esta verdad arroja mucha luz sobre nuestro estudio porque nos permite
sacar las consecuencias del reconocimiento de lo que es una persona. Acabamos
de ver que los dos primero grados de amor corren el riesgo de convertir a la
persona en un objeto de uso. Por eso, como deber de justicia y como modo de
asegurar el principio personalista, podríamos decir que la persona merece ser
tratada al menos con amor de benevolencia, que es, como dijimos, el grado en que
el amor empieza a ser auténtico y es, además, el que garantiza que los grados de
amor inferiores no se desvíen. Por eso concluimos que el amor auténtico es la
única actitud verdaderamente responsable para tratar a otra persona.
En este punto puede verse claramente una conexión que el mismo Wojtyla
hace entre AyR y PyA cuando en PyA habla de la «verdad sobre el bien». El bien o
el valor que reconocemos como inherente a un objeto tiene una fuerza normativa
para el sujeto, dado que en la voluntad hay una subordinación o una ordenación
intrínseca hacia la verdad del bien y esta estructura es, a su vez, inherente a la
libertad. La razón de fondo es que la naturaleza de las cosas es en sí misma un
bien y por tanto contiene una implícita norma dirigida a la inteligencia y a la
voluntad, de que sean tratadas según la verdad de esa bondad145. «La esencia del
amor comprende la afirmación del valor de la persona en cuanto tal»146. Es por
ello que el reconocimiento auténtico sobre la verdad del bien que siempre es una
persona, conlleva inherentemente una responsabilidad hacia ella.
143
K. WOJTYLA, AyR, 39.
144
K. WOJTYLA, AyR, 142.
145
Cfr. SIMPSON, On Karol Wojtyla, 48.
146
K. WOJTYLA, AyR, 39.
52
Esta realidad nos permite ver que el amor es una posibilidad, podríamos
decir que es la posibilidad más responsable ante una persona. Parecería que esto
nos permite descubrir una especie de escala en los diversos grados de
responsabilidad hacia el otro, siendo el amor el peldaño más alto. Esa escala
puede empezar por el respeto, continuar con la participación en su sentido
auténtico, seguir ascendiendo buscando no sólo el bien común –propio de la
participación auténtica– sino también concreta y específicamente el bien del otro,
y por último el hacerse don, es decir, responder ante el valor del otro con el don
de sí mismo. «De este modo podemos decir que el amor engendra
responsabilidad, que el amor es una fuente especial de responsabilidad»149.
147
K. WOJTYLA, AyR, 142-143.
148
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 158.
149
K. WOJTYLA, El don del amor, 337.
53
150
BUTTIGLIONE, R., El pensamiento de Karol Wojtyla, Encuentro, Madrid 1992, 122.
151
R. GUERRA LÓPEZ, «La familia en la filosofía de Karol Wojtyla», en J.M. BURGOS,
La filosofía personalista de Karol Wojtyla, Palabra, Madrid 2003, 293.
152
K. WOJTYLA, PyA, 309.
153
K. WOJTYLA, PyA, 309.
54
154
K. WOJTYLA, PyA, 310.
155
K. WOJTYLA, PyA, 311.
156
Cfr. BUTTIGLIONE, El pensamiento de Karol Wojtyla, 317.
157
R. BUTTIGLIONE, El pensamiento de Karol Wojtyla, 127.
158
R. GUERRA LÓPEZ, «La familia en la filosofía…», 295.
55
Intentemos ahora dejar por un momento de lado –en la medida en que sea
posible– la dimensión moral en cuanto tal, para fijarnos más directamente en la
dimensión netamente metafísica. En esta «reducción metafísica» quiero
apoyarme, al menos en el planteamiento del problema, en quien es llamado por
muchos “el último metafísico”. Al inicio de Ser y Tiempo, Martin Heidegger hace
una crítica a la fenomenología de Scheler porque dice que según éste la persona
no puede ser considerada como un ser substancial y cósico, que la persona para
Scheler no es ni cosa ni substancia ni objeto. Heidegger también afirma que esto
lo insinuaba también Husserl al exigir que la unidad de la persona debe tener una
constitución esencialmente distinta de la que tienen las cosas naturales. Estas
negaciones de la sustancialidad de la persona por parte de Scheler llevan a
Heidegger a formular dos cruciales preguntas. La primera, sobre el modo de
formular en positivo la constitución ontológica de la persona y,
consecuentemente, la segunda, sobre el sentido ontológico de la ejecución de las
acciones por parte de una persona160.
159
A partir de aquí habrá menos citas de las obras de Wojtyla y en algunos casos serán
citas casi a modo panorámico, pues las conclusiones a las que quiero llegar son fruto de
lo ya alcanzado en este estudio, en el que no hemos tratado AyR y PyA como obras
completamente independientes en sí mismas, sino que hemos intentando integrarlas para
enriquecer sobre todo a la primera a la luz de la segunda.
160
M. HEIDEGGER, Ser y Tiempo, traducción, prólogo y notas de Jorge Eduardo
Rivera, Trotta, Madrid 2009, 66-71.
56
161
El fundamento último de esta concepción metafísica –que no vamos a desarrollar
aquí– está en TOMÁS DE AQUINO. De Potentia, q. 7, a. 2, ad. 9.
162
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 31-122.
57
163
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 123-213.
164
Cfr. K. WOJTYLA, PyA, 305-348.
58
Dicho esto vamos a hacer un breve análisis sobre la riqueza ontológica del
acto de amor a partir del análisis que hicimos en el apartado anterior sobre las
acciones en general:
1. Por parte del sujeto vemos que en el acto de amor se integran diversos
dinamismos, dado que el amor incluye una atracción en la sensibilidad –amor
complacentiae–, el ímpetu del deseo en la afectividad –amor concupiscentiae– así
como un acto libre de la voluntad que busca el bien del otro –amor benevolentiae–
al reconocerlo a través de la inteligencia no sólo como un bien para el sujeto, sino
también como un bien en sí mismo. Además, puede llegar a haber tal grado de
165
Cfr. TOMÁS DE AQUINO. S.T., q. I, a. 5.
166
Ibid.
59
4. Por eso su repercusión es muy particular porque no sólo sale del sujeto,
sino que también tiene por objeto otro sujeto y busca su bien. Y dado que la
trascendencia horizontal se refiere a los efectos que una acción produce en el
objeto, entonces habrá más riqueza si la acción contribuye a la realización del
sujeto receptor, es decir, al bien que le corresponde, lo cual es propio del amor
auténtico.
Un último elemento propio del amor –que no siempre se da169–, pero que
puede elevar aún más esta esta realidad es la reciprocidad. Si hay dos sujetos
personales entre los cuales hay amor, éste será más pleno por ser bidireccional. En
este sentido el amor no será solamente una acción sino la relación entre esos dos
sujetos170. El amor no sólo irá de uno al otro sino que estará «entre» los dos. «El
amor tiende a la unión de las personas por la vía del don recíproco. Ahí está un
hecho de profunda significación objetiva, incluso ontológica, y de ahí que sea el
constitutivo del aspecto objetivo del amor»171. En este sentido podemos afirmar
que no hay mayor modo de realización que en la unión estable, en la relación de
amor, entre dos personas que se donan entre sí, según su llamado a realizar la
verdad sobre el mayor bien posible de cada una.
E. COROLARIOS
1. Corolario filosófico
168
K. WOJTYLA, AyR, 86.
169
Cfr. TOMÁS DE AQUINO, S.T., I-II, q. 28, a. 2.
170
Puede verse aquí un eco de lo que en la teología católica es la persona del Espíritu
Santo.
171
K. WOJTYLA, AyR, 139.
61
La última afirmación que hemos hecho puede quedar un poco vaga pues el
cumplimiento de la promesa de entregarse a otra persona de por vida implica
muchas acciones realizadas a lo largo de esa vida. Por eso queremos fijarnos en
una acción que sí puede tomarse como la cristalización de esa promesa y que es
también una acción llena de riqueza ontológica, no sólo por parte de cualidad del
acto, sino también en cuanto a la cantidad de dinamismos que se activan en el
172
Utilizo este término compuesto porque no me refiero a un sentido del todo
figurado, sino parcialmente figurado.
62
mismo sin dejar de tomar en cuenta su autenticidad. Es decir, ¿en qué acción se
activan de modo «auténtico» –y este elemento es muy importante– la mayor
cantidad de dinamismos personales? Tomando en cuenta los análisis que hemos
hecho, podríamos responder que es en el acto de la unión sexual entre un hombre
y una mujer –presuponiendo que se amen recíprocamente y en contexto de en una
unión estable de por vida–173.
Está claro que no puede decirse esto de cualquier acto sexual. En el caso
de que no haya amor auténtico, sólo se estarían activando los dinamismos
173
No es de extrañarnos que AyR es precisamente un estudio de moral sexual y por
tanto tiene como temas principales el matrimonio y la unión sexual entre los esposos
como el modo auténtico y responsable de encauzar el amor y el deseo sexual.
63
2. Corolario teológico
174
Cfr. TOMÁS DE AQUINO, S.T., q. I, a. 82, ad. 3.
64
que éste es el mayor grado de amor y de realización al que cualquier ser humano
puede optar, incluso por encima del acto de amor perfecto hacia otra persona175.
¿Puede acaso haber un escalón más alto? A primera vista parece que no.
Pero sí lo hay, se trata nada más y nada menos de que tanto el AMANTE, como el
AMADO sean la plenitud del SER y se entreguen el uno al otro con totalidad, de
modo que el mismo AMOR que hay entre ellos sea engendrado como la
realización de otra Persona. De hecho, Karol Wojtyla afirma en AyR que «el amor
es comunión de personas»176, frase que podría perfectamente ser una definición
directa de lo que es el Espíritu Santo o una síntesis del fundamento del misterio de
la Santísima Trinidad177.
175
Se puede llegar a afirmar, como lo hace Seifert –aunque llegue por otros caminos–
que una metafísica verdadera, una metafísica que busque el fundamento último y el
primer principio, sólo puede ser personalística. Las razones para esta afirmación son por
un lado, que el Ser puro contiene en sí todas las perfecciones y esto incluye las
perfecciones personales; por otro lado, que los mayores actos de adoración, glorificación
y amor de Dios sólo puede hacerlos un sujeto libre y que por eso la metafísica debe ser
personalística para poder dar razón de los mayores actos que un ente creado puede
realizar. (Cfr. J. SEIFERT, Essere e Persona. Verso una fondazione fenomenologica di una
metafisica classica e personalistica. Saggio introduttivo e traduzione di Rocco
Buttiglione. Vita e Pensiero, Milano 1989, 579-582).
176
K. WOJTYLA, AyR, 34.
177
Cfr. S. BUENAVENTURA, Itinerarius mentis in Deum, Cap. 6.; cfr. TOMÁS DE
AQUINO, S.T., I, q. 37, a. 1.
65
CONCLUSIÓN
1. La «fenomenología de Wojtyla»
utilizado por Wojtyla tiene un cierto paralelismo con el que utiliza Heidegger al
inicio de Ser y Tiempo cuando elige al Dasein como el lugar adecuado para el
estudio del ser y la analítica existencial del Dasein como el camino para descubrir
sus estructuras fenomenológicas que luego identifica con sus estructuras
ontológicas. De este modo, en ambos autores, es el hombre mismo el que de algún
modo nos guía en el estudio de sus estructuras y acciones y sólo a través de ellas
nos lleva a profundizar en su realidad ontológica. El hombre se convierte para el
hombre en objeto de estudio sin olvidar que es ante todo sujeto de experiencia. Es
por eso que la fenomenología ofrece el camino para recorrer la interioridad del
hombre, de experiencia y en experiencia, hasta desvelar las estructuras de su
mismo ser. La gran diferencia en este sentido es que Heidegger identifica
fenomenología y ontología, mientras que Wojtyla las deja separadas y reconoce la
segunda como aquella que ofrece la base y la primera como un método y un
complemento para el estudio específico del ente que es persona.
181
C. ESPOSITO, «Fenomenologia e ontologia...», 30. Traducción personal.
67
182
C. ESPOSITO, «Fenomenologia e ontologia...», 32. Traducción personal.
68
183
C. ESPOSITO, «Fenomenologia e ontologia...», 32. Traducción personal.
184
BURGOS, J.M., en el Prólogo de WOJTYLA, K., Persona y Acción, Palabra, Madrid
2011, 17.
69
185
BURGOS, J.M., en el Prólogo de WOJTYLA, K., Persona y Acción, 8.
70
Por parte del objeto: hemos visto que el objeto del amor es siempre otro
sujeto personal. Y hemos visto también que el único modo auténticamente
adecuado de tratar a una persona es amarle. Por eso concluimos que el hombre es
responsable de amar también por lo que respecta al objeto-sujeto del amor, que
tiene derecho a ser amado, porque así lo exige su dignidad personal. Y esto nos
lleva a la tercera conclusión.
186
No nos detendremos a explicar en detalle este punto porque acabamos de hacerlo
en el último capítulo.
187
Es importante tener en cuanta en este punto las distinciones que hicimos al hablar
sobre la responsabilidad como un llamado, es decir, como una obligación pero que no
constriñe sino que respeta y deja espacio a la libertad.
71
BIBLIOGRAFÍA
A) Fuentes:
B) Estudios:
SÁNCHEZ, C., La participación según Karol Wojtyla. Cualidad del ser humano
para construir la comunidad en el ámbito posmoderno, Universidad
Anáhuac del Sur, México 2015.
SCHMITZ, K., At the center of the human drama. The Philosophical Anthropology
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STYCZEN, T., Comprendere l’uomo. La visione antropologica di Karol Wojtyla,
Lateran University Press, Roma 2005.
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Millán-Puelles, www.zenit. org, Roma abril 2005 in
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