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Se trata de una postura ya recordada en los últimos tiempos por algunos autores laicos
(por ejemplo, yo mismo hablé de ella en una columna de septiembre de 2000), pero
-curioso, ¿verdad?- nunca retomada en los ambientes católicos fundamentalistas.
Tomás tiene una visión biológica de la formación del feto: Dios introduce el alma
solamente cuando el feto adquiere, gradualmente, primero el alma vegetativa y luego
el alma sensitiva. Sólo en ese punto, en un cuerpo ya formado, se crea el alma racional
(Summa Theologiae, I, 90). El embrión tiene solamente alma sensitiva (Summa
Theologiae, I, 76, 2 y I, 118, 2). En la Summa contra gentiles (II, 89) se dice que hay
una generación gradual, "a causa de las formas intermedias de las que viene dotado el
feto desde el inicio hasta su forma final".
Y por eso, en el Suplemento a la Summa Theologiae (80, 490) se puede leer esta
afirmación, que hoy suena revolucionaria: después del Juicio Universal, cuando el
cuerpo de los muertos resurgirá para que también nuestra carne participe de la gloria
celeste (cuando según Agustín, revivirán en la plenitud de su belleza adulta no sólo los
nacidos muertos sino, en forma humanamente perfecta, también las burlas de la
naturaleza, los mutilados, los engendrados sin brazos o sin ojos), en esa "resurrección
de la carne" no participarán los embriones. En ellos aún no se había infundido el alma
racional, y por lo tanto no son seres humanos.
Las reflexiones que nacen a propósito de este tema conducen a curiosas conclusiones.
Sabemos que desde hace mucho tiempo la misma Iglesia Católica se ha resistido a la
teoría de la evolución, no tanto porque parecía desmentir el relato bíblico de los siete
días de la creación (sobre esto ya estaban de acuerdo los antiguos comentaristas: la
Biblia habla metafóricamente, y con expresiones poéticas, por lo que siete días
también podrían significar siete millones de años), sino porque cancelaba un salto
radical, la milagrosa distinción entre las formas de vida prehumanas y la aparición del
hombre, anulaba la diferencia entre un simio, que es un animal bruto, y un hombre,
que ha recibido un alma racional.
No estoy emitiendo juicios de mérito sobre un tema sin duda muy delicado. Estoy
señalando una curiosidad histórico-cultural, un curioso vuelco de posiciones. Debe ser
la influencia de la new age.