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César Augusto Cuadros

CC: 8026884
Filosofía Política Clásica
Profesor: Carlos Emel Rendón Arroyave
22 de mayo de 2009

Aristóteles – Política: algunos aspectos del Libro III

Aristóteles habla de La Política, de una pregunta que aún hoy es muy importante y muy
recapacitada y es acerca de ¿Quién debe ejercer la soberanía en la ciudad? Cuando
Aristóteles está dilucidando acerca de la respuesta a esta pregunta, es tajante al decir, que si
los más (o sea los pobres) se reparten los bienes de los menos, estos primeros destruirían la
ciudad sin duda alguna. Tal vez cabe aquí la pregunta de si Aristóteles pensaba que era
justo que mandaran la minoría y los ricos, y bueno, no era así, al menos no de una manera
absoluta. Incluso pensaba que era malo que fuera un solo hombre y no la Ley quien
ejerciera la soberanía (pues éste, está sujeto a las pasiones que afectan al alma). Aristóteles
llega a la conclusión, de que todos los ciudadanos reunidos tienen suficiente sentido y,
mezclados con los mejores, son útiles a las ciudades: “de la misma manera que el alimento
no puro mezclado con el puro hace el conjunto más provechos que una pequeña cantidad de
alimento puro”1 pero cada uno por separado es imperfecto para juzgar. Aunque no debe
hacerse al pueblo soberano, ni para elegir a los magistrados ni para la rendición de cuentas,
esto, según Aristóteles sólo lo deben hacer los expertos. Es por esto que a los ciudadanos
mediocres se les excluye de esta tarea, por ser de magna importancia (me refiero a la
elección de magistrados). Aristóteles deja muy claro que es justo que la masa ejerza la
soberanía sobre asuntos más importantes, ya que el pueblo, el consejo y el tribunal están
compuestos de muchos, y las rentas de todos ellos juntos es mayor que la de los que
desempeñan las magistraturas altas individualmente o en pequeño número (es por eso que
cuando Aristóteles habla de masa, del pueblo, no se refiere a todos, como dije al principio,
la mayoría no es apta para gobernar, según él. Sólo el pueblo, sólo los que tiene rentas, los
que son dignos de ser ciudadanos, esos son los aptos para tomar decisiones).

1
Aristóteles, Política. Libro III, Página 148.
Según lo analizado de lo soberano en las ciudades yo podría decir que, la clase social que
debe gobernar es la clase media, porque la mayoría no es tan rica ni tan pobre, por lo tanto
es la clase social más numerosa.

Según parece a Aristóteles, la justicia es cierta igualdad (igualdad para los iguales según
entiendo yo). Y lo que se refiere a la Magistraturas, no se basa en desigualdades cualquieras
(no por destrezas físicas por ejemplo), en la discusión acerca de las magistraturas hay que
basarlas en aquellas facultades con las que se constituye las ciudad. En este caso las
magistraturas se repartirían justamente entre los iguales.

Se puede pretender el poder bajo unas condiciones muy puntuales que Aristóteles señala
claramente: la riqueza, el nacimiento y el número. Pero pareciera que no dan razones justas
los que consideran digno mandar a causa de sus riquezas, e igualmente los que se fundan en
su linaje; pues en ese mismo orden de ideas, sería justo que el más rico de todos mandara
sobre los otros, y que el más hermoso y atlético estuviera por encima de quienes aspiran al
poder a causa de su libertad. Pero esto no es correcto, lo que es equitativo y recto, tiene que
ver con lo conveniente a toda la ciudad y a la comunidad de los ciudadanos. Pero si algunos
de estos ciudadanos fueras tan distinguidos por su superior virtud que ni la virtud ni la
capacidad política de todos los demás ciudadanos sean comparables con las de aquellos, no
hay que compararles como una parte de la ciudad, pues por su gran virtud se les estaría
tratando injustamente, “es natural que tal individuo fuera como un dios entre los hombre” 2.
Aquí voy a algo que Aristóteles retoma constantemente en sus escritos, ¿Quiénes son
iguales?, me refiero a que de lo anteriormente tratado resulta evidente que la legislación es
forzosamente referida a los iguales en linaje y en capacidad, pero que para los hombre de
esa clase superior no hay ley, pues ellos mismos son ley. Incluso sería ridículo que alguna
persona intentara mandarlos. Por esta Razón nació el Ostracismo, el cual se establecía en
las ciudades democráticas, las cuales parecen seguir la igualdad por encima de todo; de
modo que a los que parecían sobresalir en poder, o por riqueza, o por cualquier habilidad, o
fuerza política los ostraquizaban y los desterraban de la ciudad por un tiempo determinado.
El ostracismo también se encuentra en la tiranía, en la oligarquía, y como ya dije en las
democracias que buscan la igualdad. Aristóteles explica que el problema no es solo de la
2
Ibid. Aristóteles. Pág. 158.
democracia, sino que el problema es general, pues se da en todos los regímenes, incluso en
los rectos, pues los desvíos actúan así atendiendo a su interés particular. El ejemplo que
Aristóteles pone para explicar este suceso es pintoresco, él dice que el pintor no puede
permitir que la figura de un animal tenga un píe que sobrepase de la simetría, por muy bello
que fuera. Es así como Aristóteles le da cierta justificación política al ostracismo. Pero en
cierta parte de su discurso Aristóteles muestra cierto descontento con el ostracismo:
“ciertamente, sería mejor que el legislador desde un principio constituyera el régimen de
modo que no necesitara tal remedio” 3. Además de esto dice que la solución no puede ser
que simplemente se expulsen a aquellos seres extraordinarios, pero tampoco mandar sobre
ellos, según él la solución natural parece ser que todos obedecieran de buen agrado a tales
hombres, de modo que hombres como él fueran reyes perpetuos en sus ciudades.

Universidad Nacional de Colombia

Medellín

2009

3
Opcit. Págs. 160-161

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