Sie sind auf Seite 1von 2

NO HUBO TIEMPO DE LLORAR, LA MASACRE DEL SALADO

Soy victima de una guerra en la que ni siquiera tuve la posibilidad de elegir si


quería ser participe y es que, a mis 16 años, y vi cómo me arrebatan a mi madre, a
mi padre y a mi pequeña y dulce hermanita Sara; ella era mi cómplice y mi mejor
amiga, tan solo tenía 14 añitos y era una niña llena de sueños e ilusiones.
Vivíamos en un pequeño corregimiento del Sur de Bolívar, mi padre era un
humilde pescador y mi madre ella era una mujer maravillosa, tan atenta y
protectora con nosotros, Sara y yo éramos los mejores amigos siempre nos
cuidábamos y confiábamos el uno en el otro, ese 18 de febrero todos nos
encontrábamos en la casa, mi papá estaba arreglando unos pescados para la
venta y mi mamá estaba haciendo de comer, Sarita y yo hablábamos de nuestros
sueños, de querer estar en Cartagena ella deseaba ser una gran abogada y yo por
mi lado solo deseaba algún día salir de ese lugar.
Empezamos a escuchar de las casas vecinas gritos, golpes y lamentos, cuando de
repente a la puerta que golpeaban era la nuestra, era un nombre moreno, grande
e intimidante, nos hizo señas con el fusil de que saliéramos; recuerdo tanto que
Sara suplicaba porque no lo hiciéramos, pero el miedo y los insultos de los
paramilitares fueron más fuertes. Los paramilitares continuaron incursionando en
las viviendas para obligar a los habitantes a concentrarse en la cancha de
microfútbol dentro del parque principal, una vez sacaron a las personas, nos
separaron y fue cuando logré ver que a mi madre la alejaron con otro grupo
pequeño de mujeres, después de eso todo fue borroso hasta que escuchamos
gritos y vimos sangre de un joven a quien insultaban y le decían guerrillero.
Los paramilitares sin remordimiento alguno, formaron una fiesta al son de los
equipos de sonido y las tamboras que se encontraban en el corregimiento,
empezaron ha hacer preguntas y nos dieron unos números, ese maldito número
que me quito mi papá, un hombre trabajador y honrado el cual no merecía recibir
tal humillación, me dolía cada muerte, y solo pensaba en porque si existía Dios
nos había abandonado, ¿Por qué ese maldito número 30 debió ser el que le
correspondió a mi padre? Cuando creía que ya nada podía ser peor, vi como de
los comandantes se fijaba en mi hermanita y la tocaba con sus manos, sentí un
escalofrío que me helaba los huesos cuando vi como la llevaban a una de las
casas cerca a la cancha, escuche como mi hermana, lloraba, se quejaba y veía
como más de 10 hombres entraban uno por uno, quería morir, cuando salió
arrastrándose pensé que ya todo había pasado, pero para mi sorpresa en ese
momento aquel hombre que la había adentrado a esa casa ese mismo hombre le
disparo 8 veces, dejándola ahí tirada, y la razón que ella lo había arañado en la
cara, era un miserable a quien yo deseaba matar.
Cuando todo paro, nos dieron unos cuantos víveres y nos mandaron para las
casas, pero a la mía solo llegue yo, mi papá y mi hermana estaban muertos y
mamá no aparecía, hasta el otro día cuando llego la fuerza militar fue que me
enteré que mamá no había resistido la noticia, y había muerto a causa de un paro,
los perdí a todos, y con ello perdí mis esperanza, mi fe y mis ganas de seguir, fue
un proceso muy difícil, que aun me remueve el alma, y me ha costado perdonar,
pero que me ha llevado a entender que para un verdadero desarrollo, no solo
necesito crecer económicamente, si no humanamente y buscar un cambio
verdadero ante estas situaciones, que alteran nuestro diario vivir.
La paz solo se logrará con equidad y el reconocimiento de la verdad, el perdón y
el dialogo verdadero, somos un solo país el cual amamos y que debemos
defender por mantener y mejorar, NO MAS CONFLICTO, NO MAS VIOLENCIA.

Das könnte Ihnen auch gefallen