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Editorial Gedisa ofrece Jos siguientes titulos sobre ANTROPOLOGIA Y ETNOGRAFIA Jack Goopy Micnaet Taussic Jantes CLIFFORD Devra Was Pau Suntivan Geerz, J. Currorn YY OTROS Francois LArcanrine FRANOIS LAPLANTINE Pierre CLAsTREs MARSHALL SAHLINS Marsttatt SAHLins, (Currorp Geertz Pascat. Disere Cocina, cuisine y clase Un gigante en convulsiones Dilemas de ta cultura La banda de hominidos Un safari cieneifico en busca del origen del hombre ‘Conversaciones inconclusas El surgimiento de la ‘antropologia posmoderna Las tres voces de la imaginacién colectiva La etnopsiquiatria Investigaciones en ‘antropologia politica Cultura y razén practica Islas de historia La interpretacién de fas eulturas Etnologia de la alcoba UN GIGANTE | EN CONVULSIONES El mundo humano como sistema nervioso en emergencia permanente por Michael Taussig gedisa ‘editorial Fotocopia 301.01 TA28 © 1992 by Routledge, Chapman and Hall, Tne. Spanish language edition published by arranger’ ‘ol publicada por acuerdo con Routledge Edicién en espati Traducci6n: Silvia Galperin Correceién estilistica: Margarita N. ent with Routledge Mizraji Composicién de originales: Laser Factory Primera edieién, marzo de 1995, Barcelona Derechos reservados para todas las ediciones en eastellano © Editorial Gedisa 8. A. Muntaner, 460, entlo., 1* ‘Tel. 201 60 00 08006 - Barcelona, Bspaiia ISBN: 84-7432-537-4 Depésito legal: 8.770/1995 Impreso on Libergraf Constitueié, 19 - 08014 Barcelona Impreso en Espafia Printed in Spain Queda probibida la reproducei6n de impresién, en forma idéntica, Ylano 0 cualquier otro idioma. total o parcial por cualquier medi¢ oxtractada o modificada, en caste’ Indice AGRADECIMIENTOS : weed 1. @Por qué nos ocupamos del sistema nervioso? 2. El terror como ly; a error gar comuin: [a teorfa de Walt Benjamin de la historia como estado de sitio. H 25 3. Violencia y resistencia en las Ai ; El legado de la Conquista. satin 4, Unhéroeaustraliano .... : 5. Los ecuerzos de los caitaverales: una historia antinatural ve 6. La reificacién y la conciencia del paciente “110 7. Maleficium: el fetichismo del Estado... ae 8, Tactilidad y distraccién.... 9, La nostalgia y el dada Noras Brouiocraria. Ba INDICE TEMATICO: 23 “ so 53 La tradicién de los oprimidos nos ensenta que el “esta- do de emergencia” en el que vivimos noes la excepeién, sino 1a regla. Walter Benjamin, “Tesis sobre la filosofia de la historia” aunque el desorden bulle bajo la superficie. Como un enorme manantial lentamente comprimido y listo para estallar en | cualquier momento, una tensién enorme yace quieta bajo la superficie. El tiempo se paraliza, como el tie-tac de una bomba de tiempo y, si extrajéramos todas las consecuencias del men- saje de Benjamin, que el estado de sitio no es la excepeién, sing la regla, entonces nos verfamos obligados a repensar nuestras nociones de orden, de centro y de base y también de certeza, pues todo esto emerge como imagenes onfricas en estado de sitio, dusiones desilusionadas y sin esperanza de un intelecto que intenta encontrar la paz en un mundo cuya tensa movili- dad no autoriza descanso alguno dentro del nerviosismo del sistema nervioso. Todo nuestro sistema de representacién esté bajo estado de sitio. {Podfa acaso ser de otra manera? Para creer seriamente en la existencia de una determina. cién social, uno debe verse a si mismo, y a nuestra forma compartida de comprendernos y comunicarnos, ineluidos en esta determinacién, De otra manera, proclamar retéricamente Jo sistematico del determinismo exceptudndonos a nosotros mismos no es més que un engafio autoritario, un asombro mégico, Los que nos vemos obligados a abandonar ese tipo de magia nos quedamos con otro tipo de problema: eémo describir el sistema nervioso que nos atraviesa y nos da forma pues, segin mi criterio, el problema es que cada vez que uno Jo estimula, comienza con alucinaciones 0, peor atin, enfren- ta nuestro sistema con su nerviosismo y nuestro nerviosismo con su sistema. En cuanto a mf, y admito que me manejo coo prudencia en lo que se refiere a los temas del SN, considero que esto coloca a la escritura en un plano radicalmente diferente de Jo concebido hasta ahora. Requiere una comprensién de la representacién como contigua a lo representado y no suspendi- da por encima y distante de lo representado. Esto es lo que Adorno consideraba la idea programatica de Hegel: que saber es entregarse al fenémeno, mas que razonarlo desd® arriba.’ Ademas requiere una manera de escribir no menos sisteméticamente nerviosa que el SN mismo, del cual natural mente no puede ser mas que su tiltima extensién, la penslti versién, la que permanentemente se ubica antes de la ulti 74 2 El terror como lugar comun: la teoria de Walter Benjamin de la historia como estado de sitio* El terror como el otro ‘Una cuestién de distancia, a eso me quiero referir cuando hablo sobre el terror, una cuestién de encontrar la distancia adecuada, manteniéndolo alejado para que no se vuelva en contra de nosotros (después de todo, es sélo una cuestién de palabras) pero, sin embargo, no alejéndolo tanto que termine- mos por colocarlo dentro de una realidad aséptica y por susti- tuir un tipo de terror por otro, Termino de enunciar esto y ya me encuentro perdido, podria decirse que me encuentro entre- gado al terror, embarcado en alguno de esos ejercicios fiitiles de estética liberal, esforzandome por establecer un sentido tnico, y totalmente incapacitado de comprender que el lenguaje del terror siempre se nos vuelve en contra, al ser un didlogo superacelerado, con su lenguaje que presupone, si no anticipa, mi respuesta, que subvierte el sentido y depende de é] al mismo tiempo, forzando al sistema nervioso tanto hacia la histeria como hacia una aparente y apatica aceptacién, ambas, las dos caras del terror, el arte politico de lo arbitrario, como de costumbre. : au ie Supuesto es on otro sitio, siempre en otro sitio, querrd cont 18 exeepeién, no la regla, que existe en “otras lugares” m ‘0 Irlanda del Norte, Beirut, Etiopfa, Kingston, Puerto yinsipe, Peri, Mozambique, Afganistan, Santiago, el Bronx, jank, Sudéfrica, San Salvador, Colombia, para nom- ‘ Esta charla se dio en una conf ce lio en una conferencia titulada “Hablar del terroris- Tnoutute seine ¥ modelos en un mundo posmoderno”, organizada por el e Humanidades de la Universidad de Stanford, febrero de 25 brar s6lo algunos de los sitios, los més publicitados, de la| estremecedora cantidad de lugares que conmueven el orden, del mundo. Pero quizés esa otredad debiera hacernos voleay nuestras sospechas sobre el sentido del orden tan arraigadg, agui, como si sp oscuro salvajismo existiera para hacer resal, tar nuestra Iud, siendo su sentido ultimo, naturalmente, es ajustado y necesario encaje entre el orden, la ley, la justicia, e| sentido, la economfa y la historia, de todo lo cual, esos otros, sin duda, carecen notoriamente, Estimulado por esta sospecha, recordé por primera vez otro tipo de historia, otro tipo dg otredad interna, la historia de los insignificantes, no la de la riqueza de las naciones, como, por ejemplo, en una carta en e| Village Voice de 1984, donde un ex asistente social del estado de Colorado, en Estados Unidos, comentaba un artfculo sobre Jeanne Anne Wright, quien maté a sus propios hijos. El asis- tente social comentaba que era axiomatico que “cuanto més Profundizaba, més se complicaba todo; el entramado de rela- ciones, las entrelazadas historias de fracasos, abusos y aban- donos se extendian en proporciones totalmente inmanejables’, Cuando el asistente social interrogé a una joven madre sobre las quemaduras que mostraba su hija de 9 afios, la mujer contest6 con voz resignada y pasiva que, cuando su hija se portaba mal, su marido la castigaba con un litigo. Luego sonrié y “como si fuera algo sorprendente”, agregé: “Duele. Lo 86, porque a veces también lo usa conmigo”. Vivian “anénima y transitoriamente” en un gallinero reciclado al borde de un canal. Una tarde, cuando este mismo asistente social sacaba de la casa al ultimo de los cuatro hijos de la mujer, ésta, bruscamente, se levant6 y se bajé los pantalones, para mos- trarle las nalgas donde su ex marido la habia aputialado. “Con Ja misma brusquedad”, escribe, la mujer “comprendié lo que habia hecho y comenzé a reir y Morar al mismo tiempo y, de algin modo, con ambos sentidos.” ¥ concluye dieiendo: “Resca- to la impresién de vidas tan macizas, densas e impenetrables como esos nédulos de materia decadente de los cuales nada s¢ escabulle y cuya medida no es otra que Jo que ocultan ¥ absorben’. Pero, {qué sucede con los importantes, con las historias de éxito? (Hstén tan alejadas de este mundo violento cuya tiniea medida es lo que oculta y absorbe? {Al hablar el lenguaje del 26 gerror no estamos nosotros también intentando ocultar y ab- ‘rber la violencia de nuestro mundo inmediato, el de nuestras Sifjversidades, lugares de trabajo, calles, “shoppings”, e inclu- Sp el de ouestras familias, donde, como en los lugares de trabajo, ¢l terror es como lo cotidiano? Especialmente cuando rigzagueamos entre el intentar ocultar y el intentar revelar, no ‘amos sibitamente tomar conciencia de nuestras propias fonvenciones para lograr coordinar el poder con el sentido y, ‘como dijo Walter Benjamin en sus tltimos trabajos escritos en Ia antesala de la Segunda Guerra Mundial, darnos cuenta de que: La tradicién de los oprimidos nos ensena que el “estado de emergencia” en el que vivimos no es la excepcién sino la regla. Debemos ceftir nuestra concepcién de la historia a este concep- to. Recién entonces reconoceremos elaramente que es nuestro deber provocar un verdadero estado de emergencia, y esto mejoraré nuestra posicién en la lucha contra el fascismo. Una de la8 razones por las cuales e! fascismo tiene posibilidades es que, con la exeusa del progreso, sus oponentes lo tratan como si fuera una necesidad histérica. El asombro que cunde actual- mente, que se refiere al hecho de que las cosas que estén sucediendo son posibles “atin” en el siglo veinte, no es filoséfico. Ese asombro no es el comienzo del conocimiento... 2 menos que sea el conocimiento de que la concepeién de la historia que lo hace posible es insostenible. (“Tesis sobre la filosofia de la historia”) En otras palabras, zqué es lo que se necesita para enten- der nuestra realidad como un estado de emergencia crénico, como un sistema nervioso? Tomen nota del concepto; por favor, tomen nota del caso que se despliega ante nosotros, Esto no es una stibita aplicacién de un antitotalitarismo posmoderno de- Sidido a subvertir una complicidad asumida entre el terror y el orden narrativo, sino una posicién oportunista sin toma de Posicién que reconoce que el terror de esa subversién no es menor que el del orden que se ha propuesto eliminar. Elterror es lo que mantiene a estos extremos en aposicién, del mismo modo que esa aposicién mantiene el ritmo irregular de apatia y choque que constituye la aparente normalidad de lo a anormal creada por el estado de emergencia. Entre el orden de ese estado y lo arbitrario de su emergencia, {qué sucede con e] centro, y qué con su lenguaje? Hablar sobre el terror 1 Habfa recibido una invitacion de parte de una de las més augustas instituciones de estudios superiores para hablar so- bre el terror que se asociaba con la Compafiia Peruana del Amazonas a comienzos del siglo xx durante el auge del caucho en la zona del Putumayo en Colombia. Un rato antes de la conferencia, almoreé con mi anfitrién, un investigador, mayor que yo. Con gran despliegue de oratoria y minuciosidad en los detalles, comparé distintas épocas historicas en relacién con el terror que las imbu‘a, concluyendo, a los postres, que Ja nues- tra era la peor. Habia algo pedante, casi siniestro en esto. Estébamos.elaborando no sélo un balance histérico, sino tam- bién efectuando una cosecha de su terror. Nuestro intelecto se doblegaba bajo cl peso de datos alarmantes, y habia sefialadoa nuestra época como la peor. Nos sentiamos privilegiades de una manera especial, on tanto podfamos trazar una equivalen- cia entre nuestra época y nosotros mismos, lo cual pienso que es el fondo sobre el que actia nuestro juicio historico. Y, al sacar nuestras negras conclusiones, ino estabamos delibera- damente sugestionndonos y solapadamente disfrutando de nuestros temores? Pero yo mismo, ahora, me encuentro un poco asustado ante siquiera la sugerencia de esta posibilidad. Parece probable, aunque demasiado sofisticado, burlarse tanto del temor como de la inteligencia. Las pelotas de tenis resonaban. Las sombras que proyec- taban las torres géticas se alargaban a medida que avanzaba Ja tarde. Uno no podia menos que sentirse inquieto ante la parsimonia con que ¢! terror era controlado entre las serville- tas de lino, una seguridad que escondia el temor silencioso que la comunidad universitaria sentia del gueto que habia hecho desaparecer hacia algunos afios. “Desaparecido”, una nueva ¢ inquietante manera de utilizar la palabra tanto en inglés como en castellano, como en El Salvador o en Colombia, cuando alguien simplemente desaparece de la faz de la tierra a causa 28 de los escuadrones de la muerte de los paramilitares. Natural- mente en Estados Unidos la universidad esta may alejada de esas cosas. Me refiero a los escuadrones de la muerte, Sin embargo, es de dominio puiblico que, por ejemplo, hace aproxi- madamente veinticinco afios, precisamente esta universidad le habia aplicado a los moradores de los guetos una implacable presién financiera y que, durante esos afios, se produjeron extrafios incendios que arrasaron no sélo con los edificios, sino también con sus habitantes negros, Habia odio. Habfa violen- cia. Nadie olvidaba al profesor blanco encontrado muerto, colgado de la empalizada de la universidad. La universidad posefa la tercera fuerza policial mds importante del estado. ‘Trabajando junto con la municipalidad, cambis el trazado de las calles, impidiendo la entrada al érea por medio de un Iaberinto de calles de mano tinica. Una mano invisible manipu- laba como podia el espacio y la cultura publica. Se decreté que era ilogal anunciar algunos temas en la pizarra de anuncios de Ja universidad, logréndose de esta manera que cierto tipo de gente no tuviera motivos valederos para encontrarse cerea del Tugar. De este modo la universidad, conservando siempre una imagen de apertura democratica, transformé el gueto en una fortaleza, dentro de un cordén sanitario de la clase media, mayormente blanca. El terror como lo cotidiano, al estilo de la clase media, justificado por las referencias a la educacién superior, a la preservacién de la civilizacion misma, desarro- ldndose all mismo, en las cuadras temerosas repletas de altos edificios, en los contornos de esos edificios que se incendiaban, ¥ en los tranquilos reflectores de 1a policfa con sus perros guardianes. Recordamos a Walter Benjamin: “No existe un documento de la civilizacién que no sea al mismo tiempo un documento de la barbarie”. dé un cuento escrito al finalizar el siglo xxx por un intimo amigo de Joseph Conrad, el exeéntrico y exuberante Robert Bontine Cunninghame Graham. En este cuento, “Una i 7 Cunnighame Graham relata que visité, en un viaje a paaltidad de México en 1880, a ocho indios apaches que esta- Presos en una jaula y en exhibicién publica en el palacio de ;pultepec. Al salir de la ciudad para regresar a su estancia en Texas, se enter6 de que haban escapado, y durante todo el 29 camino hacia el norte, fue testigo de la excitacién y la locura, en tun pueblo tras otro, de hombres embriagados que salian arma- dos, al galope, para rastrear y matar, uno por uno, a esos indios agotados, medio hombres, medio bestias, decidida y misterio- samente el Otre, que se desplazaban trabajosamente hacia el norte, atravesando las tierras mejicanas y constituyéndolas ‘como nacién y como pueblo con el terror del salvajismo que se le imputaba al apache. Ahora bien, cuando terminé con el relato, el anfitrién me clav6 la mirada. “{Sabe acaso cudnta gente mataron y cudnto ganado robaron los apaches entre 1855 y 1885”, me pregunt6. Era tanto una pregunta como un desafio, el tipo de pregunta que uno hacia cuando apuntaba con un revélver y la realidad se confundia con el objetivo. Las implicaciones eran bien claras: habia “razones valederas” que justificaban el terror que producian esos apaches y las matan- zas a que se los sometia. “Pero no eran mas que ocho en todo el territorio mejicano, solos, de a pie y con un perro que habian recogido”, le contests. . Mas tarde, ante mi sorpresa, cuando cobré impulso el seminario, el anfitrién, antes tan contundente y elocuente cuando se tocaban temas relacionados con el terror, y con tanto dominio de su vasta maquinaria de referencias histéricas, quedé silencioso como una tumba, tratando de pasar inadverti- do en el fondo del sillén en el que estaba apoltronado. Un profesor joven, con dedicacién exclusiva, dirigié el evento sin dar muchas vueltas y sin permitirme comenzar a exponer una sfntesis que tenfa preparada. “jEso no sera necesario!”, me repitié con tono jocoso, planteando 61 casi todas las preguntas que, como la reaceién del organizador ante el cuento de los apaches, apuntaban a concluir que el terror cumplia ciertos objetivos y tenia su logica. Al lograrlo, perpetuaba el terror que intentaba analizar. El triste gris del crepdsculo comenzaba a extenderse por la sala. Palidos y en estricto silencio, los alum- nos graduados estaban presentes como guardianes de la ver- dad para las futuras generaciones. {Por qué estaban tan asus- tados? Qué sentian? {Eran insensibles quizés? Con cierta renuencia me encontré, dos dias después, coD mi anfitrién, para compartir una taza de café en la universi- dad. Se puso pesado e invocd todo tipo de recuerdos nostalgicos 30 para suavizar las tensiones implicitas en la situacién. (Pero fué climax’! ¢Adénde se habia perdido el aristocratico bienestar de su pasado imaginario de intelectuales heroicos, on el gubsuelo de lo que se consideraba una copia fiel de la Universi- Gad de Oxford, donde ahora tomabamos una taza de un café jntragable, producido por una mAquina automética, mientras {que cuatro o cinco muchachones del gueto se fastidiaban entre siya Jos demés clientes, molestandose, mientras, por supues- to, escuchaban una miisica ensordecedora emitida por una maquina tragamonedas? El anfitrién tuvo que inclinarse hacia mi para contrarrestar el ruido. Le pulsaban las arterias del cuello macizo. “Has leido el trabajo de Bordovitch sobre los juicios de Stalin, publicados en Paris en los arios cincuenta?” me grité. “No”, tuve que confesar. Se volvi6 a inclinar hacia adelante. “{Sabes por qué los prisioneros confesaban que eran culpables de crimenes que no habian cometido?”, me interrogé con un tono agudo en la voz. “Porque se los tenia sin dormir durante semanas”, vociferé, “En celdas blancas con la luz prendida permanentemente!” Sintiéndose satisfecho, se recliné hacia atrés (61 mismo Paree‘a una luz blanea luminosa); estaba casi contento y un poco exultante, ahora que habia logrado llevar la densa oseuri- dad del terror bien lejos de las actuaciones armadas politica- mente, donde la confusién se mezclaba con las confesiones, beneficidndose mutuamente. Insistié en llevarme con su auto al lugar en el que me hospedaba a cinco cuadras de alli. “Aqui tu auto es tu tanque”, me dijo. Hablar sobre el terror 2 emer’ !# Republica de Colombia, en Sudamérica, el estado de tgencia oficial se implanta intermitentemente desde siem- Exe. Los tiempos y el ritmo con que esta medida se aplica nos ai una idea sobre el modo de operar de estados como los que tartolt Brecht, tomando como ejemplo a la Alemania de los ‘os treinta, denominé “de desorden ordenado”. Hace décadas ue se define a Colombia como victima de un estado tan eastico que las predicciones de una revolucién inminente, un baiio de sangre 0 una dictadura militar, se hacen casi a diario. Hoy en dia, con una poblacién de unos 27 millones de personas, la tercera en importancia de América Latina, con asesinatos a mansalva, se comenta de, unas treinta personas por dia, con la desaparicién de 500 afiliados de la Union Patristica, ol tinico partido de la oposicién, ametrallados en las calles en los ult mos dos afios, con una estimacién de que durante aproximada. mente ese mismo perfodo més de 149 integrantes de los escua. drones de la muerte recientemente acusados por el Congreso Nacional exterminaron a 11.000 personas y con més de 1000 desaparecidos conocidos (seguramente una pequefia fraccién de su verdadero ntimero), no cabe duda alguna de que existe una situacién que es tan violenta como siniestra, y que su cualidad de siniestra depende del uso estratégico de la incerti- dumbre y del misterio del que hace gala el lenguaje del terror y al que recurre insistentemente, Ahora bien, esta situacién se concibe, tanto dentro como fuera del pafs, como un estado de emergencia en el sentido de Benjamin? Dicho en otras palabras, cesta situacién es conside- tada como la excepcién o como la regla? {Qué consecuencias politicas y por qué no, también corporales, podrian derivarse dela continua insistencia en los ideales del Orden presentes en los discursos prominentes del Estado, las Fuerzas Armadas y los medios de comunicacién, con su incesante y casi ritualista referencia al “estado de orden piblico”, particularmente cuan- do es bastante evidente que son justamente estas fuerzas, especialmente las Fuerzas Armadas, en una época definida por los te6ricos del Pentagono como de “baja intensidad bélica”, las. que tienen més para ganar del desordon que del orden, proba- blemente mucho més? Es mds, en el caso de las Fuerzas Armadas el desorden es una parte intrinseca de su modus operandi, mientras que el poder, con toda la fuerza de st arbitrariedad, se practica como un exquisito arte de control social. Por consiguiente, ;qué significa definir una situacién como la que existe hoy en Colombia como caética, dado que el caos es cotidiano, no una desviacién de la norma, y, en un sentido politico estratégicamente importante, es un orden des- ordenado tanto como un desordeh ordenado? ¢Qué significa ¥ qué se necesita para vislumbrar una sociedad a punto de 32 desintegrarse hasta desaparecer, como sefialaban las primeras jJanas de la edicién de Bd Diario de Nueva York del 24 de enero de 1988, refiriéndose a Colombia, cuando todo nos indica que este estado de emergencia no es la excepeién, sino que es la regla, para este Estado-nacién en particular (y quizé también para muchos otros)? En el mundo posmoderno, donde el Esta- do, las corporaciones transnacionales y el mereado toman posiciones en nuevas configuraciones de planeamiento y arbi- trariedad, {no seré que el concepto mismo de lo social, queen si mismo es una idea relativamente moderna, ha sido superado en tanto que depende de supuestos de estabilidad y de estrue- tura? ¥ en ese caso, {a qué nos referimos cuando hablamos de orden? Si consideramos el mundo social de la manera tensa pero muy mévil en la que Benjamin nos enseiié a hacerlo con su teoria sobre lo constante del estado de emergencia, creo que podemos comenzar a comprender el flujo de poder que conecta el lenguajb del terror con el uso del desorden por medio de los asesinatos y la desaparicién de personas. Esta comprension Tequiere que sepamos manejarnos en un ambiente que fluctiia entre la claridad y la opacidad y que captemos el espectro completo. Esto es lo que yo llamo la Optica del sistema nervioso, ymientras mucho de esto nos es transmitido sutilmente con la idea de la normalidad de lo anormal, y particularmente con la normalidad del estado de emergencia, lo que debemos analizar —Y ésa es nuestra ventaja hoy, en este contexto, con nuestro lenguaje sobre el terror que impone automaticamente un mar- co referencial y un efecto de distanciamiento— son las violen- as ¢ inesperadas rupturas de nuestra conciencia que provoca esta situacién. Esto no es tanto una configuracién psicolégica como social y cultural y apunta al coraz6n de lo que es politica- mente decisivo en la nocidn del terror como lo cotidiano. Me refiero al estado social de contradiccién en el cual uno Pasa espasmédicamente de aceptar la situacién como si fuera do@Al sélo para sentir luego el impacto del pénico o el choque fla desorientacién por algtin incidente, rumor, espectaculo, algo expresado o algo callado, algo que si bien requiere de un p26 referencial normal para sacudirnos, lo destruye. Esto se ce evidente en la tremenda pobreza de las sociedades del “reer Mundo y ahora también en el centro de ciudades nor- teamericanas como Manhattan; la gente como uno cierra j clos, por decir algo, pro de pronto suceden cosas inesperadas algo dramético, emocionante o desagradable y 1a normalidag| de lo anormal se hace evidente. Luego esto desaparece, ¥ Permanece el terror como lo cotidiano, en un cambio de pea? cidn que se presta tanto a la supervivencia como a la deseape. raci6n y al humor macabro. Es esta duplicidad de Ia sociedady su posibilidad de cambio por medio del choque lo que aprove. cha el dramaturgo Bertolt Brecht, pero... en su forma contra, ria, para problematizar el aura de normalidad que sostiene a efecto de realidad de la esfera publica. Sismologéa, una forma superior de semiologia: asi bautiz6 esta técnica de Brocht el critico Roland Barthes. Tl lenguaje del terror en estas circunstancias fluctia en tre las certezas firmemente percibidas y generalmente bastan, te dogmiticas de que existe un sentido y un centro, y las incertidumbres sobre algo difuso, descentrado y vago. Tome. mos por ejemplo el editorial del 26 de febrero de 1986, de tino de los diarios més importantes del pais, EI Espectador, titulado “Bl desorden publico”. Comienza con una agitada enumeracién de “los sucesivos actos de terror” que han “sacudido al pais” en la Gltima semana... la escalada de ataques a periodistas, uno muerto en Florencia, otro en Cali, el enfrentamiento de la policia con indios en la remota y desierta peninsula de Guajira donde ocho personas fueron muertas, el asesinato de diez campesinos on la municipalidad de La Paz en Santander, le voladura de tuberias de gas con pérdidas de 65 millones de pesos, el asesinato de un joven activista de la Union Patriotica en Cauca, el ataque a un puesto policial entre Pereira ¥ Armenia por una unidad guerrillera del BPL que maté a ua Policia ¢ hirié a otros cuatro, manifestaciones masivas dé campesinos en el departamento fronterizo de Arauca, la esc Tada en el tréfico de drogas y, para completar el cuadzo, seg el editorial, el doble juego de la guerrilla hablando de paz pero haciendo la guerra, “Esto”, contintta el editorial, “es un bosquejo de la situs cion interna del pais, explosiva y convulsionada” de modo tal que parecicra haber una fntima conexién entre los divers! factores que conspiran en contra del matentiniento de B| 34 tranquilidad y del orden piblico. Pues, aunque esto no fuera ‘asi, son tantos los ataques desde distintos campos de batalla que, aun en forma involuntaria, las fuerzas que actian en contra de la paz publica convergen con un impetu destructive comén al objetivo compartido de destruccién en el que se encuentran comprometidas. Lenguaje siniestro, sin duda, Las fuerzas se separan de su contexto social, al tiempo que nos internamos en un mundo donde las cosas se vuelven animadas, intentando la misién imposiblemente contradicto- ria de establecer y desautorizar un centro, una motivacién creadora o una causa que lo explique todo. Asombrosamente, este sistema nervioso adquiere una cualidad animista, casi antropomorfica —factores que conspiran, fuerzas que conver- gen, fuerzas que se empefian involucradas en la destruccién comtin— pero, notablemente, en la letania completa de las fuerzas siniestras registradas en el editorial hay una siniestra ausencia de mencién de las Fuezas Armadas del Estado mis- mo. (Seria posible que estas tiltimas fueran el temor verdade- ramente invisible que centra el nerviosismo del sistema ner- vioso, cuya semiosis consiste no tanto en el sentido evidente, sino en Io que Roland Barthes denominé el sentido obtuso de Jos signos? En la profusa cantidad de trabajos eseritos por el supremo portavoz y gurd de las Fuerzas Armadas, general Fernando Landazébal Reyes, el lenguaje del terror presupone que la situaeién que prevalece hoy en Colombia es decididamente Parte de un orden, un orden global de confrontacién eésmica entre la democracia y el comunismo, en la cual los paises Bobres del Tercer Mundo son los primeros en quobrarse y donde se traza el frente de combate. En su proyeecién de la realidad, on libros como Bl precio de lé paz y El conflicto social, Ane percibe bastante claramente la mezcolanza y la fluctua. Son enire el estilo positivista del hecho conereto, ol empirismo abstracto (como lo lamaria Sartre) de los diagramas que ;Presentan modelos causales circulares entre la pobreza, la qoralidad, la injusticia, ta violencia y asi sucesivamente, junto “on ol asombro encantado de la metafisica del patriotismo, la muerte, el orden y la jerarquia. Semin mi opinién, estos alti. mos son los mismos que producen y controlan una sensacién de solidez con una de inseguridad, especialmente evidente en el caso de la muerte, una conexién tan finita con lo infinito, y aun més evidente en el caso de la nueva tactica de hacer desapare- cer que, como sefialé Julio Cortézar en los comienzos de la década de 1980, no slo pensando en los 30.000 desaparecidos de la Argentina, le agrega un nuevo circulo al infierno de Dante, en el que se combina el terrible dolor de la pérdida con, Ta omnipresente esperanza de que el desaparecido reapareceré mafiana, pasado mafiana... De ahi que se cuente que las madres lloraban de alegria al encontrar el cadaver de su hijao hijo, pues al menos asf estaban seguras. Pero esto es la excep- cién, Para la mayoria es un mundo onfrico, lo cual sittia al “realismo mégico” en una nueva dimensién, como cuando se abalanzan al lugar donde, en un suefio, un amigo ha visto al desaparecido. Como describe Fabiola Lalinde, quien vio por ultima ver. a su hijo, miembro del Partide Comunista marxis- ta-leninista, cuando era cargado dentro de un camién por el ejército colombiano, el 3 de octubre de 1984: “Si los dias son dificiles, las noches son una tortura, especialmente cuando suefio con Luis Fernando”. Mas que suefios son realidades, pues lo veo volviendo a casa con Ja sonrisa, la tranquilidad y el mado relajado que siempre tiene y, cuando le pregunto dénde estuvo y esta por contestar, & ‘cuando me despierto, en esa parte del suefio. Es tan real queen el momento de despertarme no tengo idea de qué est sucedien- do ni do dénde estoy, y volver a la realidad es triste y cruel luego de haberlo tenido conmigo. Hay otros momentos en qu? me paso la noche recorriendo barrancas y matorrales, revisat” do entre pilas de cadaveres, presenciando batallas y escen®s dantescas. Es enloquecedor. ¥ esto le sucede no sélo a toda lt familia, sino también a sus amigos. Ineluso los vecinos me hat comentado a menudo que suefian con él. 4Y muestros suefios? {Acaso nosotros no somos tambiéa vecinos? En cuanto a los hechos concretos, el general Landazabsl esta terminantemente seguro de que; al menos hasta septiem” bre de 1986, la evidencia que indica que las F estén involucradas en muchos, sino en cas tados losarcchntae y desapariciones en Colombia, es falsa. Entrevistado por Anto nio Caballero (cuyo nombre aparece ahora en Ia lista de conde. nados por el cartel de Medellin) para La Semana, y al preguntérsele sobre su declaracién de que los tinicos grupos paramilitares del pais eran los guerrilleros, el general respon. aio que, a pesar de que le estaba comenzando a parecer que quiza podria haber algtin tipo de organizacion, incluso anade nivel nacional, cuya funcién seria asesinar a miembros de I Unién Patridtica (el partido de izquierda mas popular de Co, Jombia), 61 realmente carecfa de conocimientos sobre esto, Eo més, contin, era una infamia vinculara las Fuorzas Arma los asesinos supuest i Colombia rate del trio de droga AES Hoy dine Eso seria entrar dentro de la mas tremenda contradiccién con respetto a la moralidad profesional y el honor de las Fuerzas Armadas. Se comenta que se esta desarrollando una “guerra sucia’” " pero las Fuerzas Armadas no partic ipan en ella. Comba- baa Ja subversién con todos los medios que les provee la Consti- {esi y Ia Tey, oto no alguilando astsins motorizados a steldo 0 colocando bombas. ‘a una infami i romos que siquiera se aoe See et En la novela de Gabriel Garefa Marquez Crinica de b una ce aurea, Santiago Nassar recorre el ealuroso pueblo a e de jarana, sin pereibir BigSeewide por dos hombres armados eon cuchillos,implace. jamente decidides a matarlo, Una euestién de honor, Bl pue- tes cu guficientemente pequetio como para que sus habitan sPeteban algo extra, Observan eémo los hombres arma. qua efistran todos los lugares y, sin embargo, no pueden creer nigga. @ Matar realmente o, mas bien, ereen y no ereen al ean fimo, pero la prueba no tarda en llegar con el cuerpo Dare Pade ¥ ensangrentado de Santiago Nassar, todo lo cual rom os Paradigmaticn de lo que el general Landarabal ear e ome Ia “guerra sucia” que, sogin 6), “se dice que se ae) grola™ Por supucsto que el sentido de somejante guerra aie con que se la describe, (es Hamada por viertog comentaderes: la guerra del silencio) es que, como dice el general, “se dice que se desarrolla”, lo caal en términos politi. cos y operacionales significa que es y no es, exactamente de la misma manera en que lo anormal es normal y el desorden es ordenado y todo el sentido del término “sociedad”, que es relativamente moderno, y el sentido del vinculo social, se convierten, de pronto, en algo profundamente problematico, Después de todo, {qué significa que exista una sociedad en guerra (no declarada) consigo misma? “En Colombia”, me co- mentaba mi amigo Edgardo de 21 afios, oriundo de uno de los pueblos pobres dedicados a las plantaciones de aziicar del valle del Cauca, con terminante seguridad, “no se puede confiar en nadie”. ‘Viajdbamos en un autobiis en 1981 hacia la provincia fronteriza del Putumayo, mientras lefamos Crénica de una muerte anunciada, y yo comenté que cl relato transmitfa una extrafia atmésfera de cosa real, pues todos percibfan lo que estaba por suceder, aunque no lo creyeran. “Ah, profesor”, me contest6, “pero siempre hay uno que sabe". En la penumbra, un ojo vigilante, un ojo que sabe. Aqui no se puede confiar en nadie. Siempre hay alguien que sabe. La paranoia como teoria social. La paranoia como prctica social. Adviertase que el rasgo més importante de esta guerra del silencio es su descentramiento geogréfico, epistemolégico y estratégico militar, aunque no podemos dejar de sospechar que est organizado desde algiin centro a pesar de las declaracio- nes de inocencia del general. Los Iideres de la Unién Patristics aseguran que esta guerra (no declarada) (que se dice que 8° desarrolla) es la consecuencia del plan del Pentégono para ‘América Latina, la infame “doctrina de la seguridad nacional’, que se encuentra en los libros del general, donde est presenta” da en su luz més favorable y casi redimible. Paralelamente a esta doctrina y a los cireulos de conspire” cién paranoicos que se trazan a su alrededor, existe este nuev? tipo de conflicto que se ha dado en llamar “conflicto de bai? intensidad”, cuya principal caracteristica consiste & desdibujar limites y realidades habituales y mantenerlos be rrosos. Ese es otro ojo con el que debemos lidiar, grotescament? posmoderno en su contingencia constitutiva. Hlablar sobre el terror 3 Y ya comenzamos a sentir ese ojo sitios. Que nos escucha también. Bl sina, come deston lee estudiantes en la Universidad de Bogota cuando se referfan al espfa, se encontraba alli, en el aula misma, como alguien conocido. Bs notable que esta palabra en particular, el ira, que se refiere al espfa, signifique tanto arrojar hacia afuera como su opuesto, tirar hacia adentro. Y, como si eso fuera poco, tira también se utiliza con el sentido de fornicar. Todo esto consti- tuye un sistema de asociaciones muy particular, que nos per- mite percibir, en forma excepcional, tanto lo erdtico del espio- naje como del terrorismo de Estado, con su osetra combinacion de Assisi seduccién y violencia. ‘apo es el término que so usa para informador en los pueblos dedicados ala Plastoeton de nonce eneloeste de Colombia, lo que me recuerda el papel del sapo en la hechicerfa y su habitat viscoso entre la tierra, el cielo y el agua, donde croa canciones de amor y de guerra pero, al igual que el informador, queda mudo tan pronto como alguien pasa gor delante, Cuando se camina por las plantaciones de azear lurante la noche —como tinicamente lo harian los aldeenos, los recolectores y el conspirador ocasional, organizador revolu. cionario y antropélogo— uno se convierte en el equivalente auditivo de una sensible placa fotografica que registra bajo el gauze manto de inmenso cielo el silencio ensordecedor del Grid abraptamente slencado, ZY ol sao? Supongo que é Pero 2quién sabe de dénde vienen esas denominaci Para los espias y adénde van? La extrana constelacién de entidos que implican registra un compendio de ominoso y Pegaloso silencio, ro menos aseuro ni menos determinants que ies escuadrones de la muerte mismos. En ests eampos de oder subitamente silencoso, lo polijo del simbolo mismo da aso bajo las entrafias al rapido latido de la sistematicidad jose, que tira hacia adentro y empuja hacia afuera vara a2 08 J6venespobres de Colombia, lo que quiere deer [pra a gran mayoria de los hombres jovenes, este oo de la ilitar o pase militar, euya posesiGn significa que se ha cumplido con los dieciocho o veinticuatro meses de servicin militar exigidos por el Estado, Si uno no la posee, las autorida. des pueden arrestarlo sin ningin tipo de problema, y nadie emplearia a un, hombre que no la poseyera. En los locales bailables de Bogoté, donde se congregan los s4bados por la noche los j6venes de clase baja sin trabajo, era comin en 1986 que la policfa se Hevara a aquellos que no poseian la libreta y Tos hospedara en el patio de la comisaria, dejéndolos all encerrados durante toda la noche helada, en especial si no podfan pagar un soborno suficientemente grande. Cada vez, que la polieia o el ejéreito paran 4 un autobiis, los hombres deben presentar sus documentos. Cada vez que se erige un retén 0 barrera alrededor de lo que las fuerzas del orden consideran desorden, los que desean pasar deben presentar sus documentos, y no tenerlos puede un dia costarles la vida. Este ojo es despiadado para los j6venes pobres de la Repiiblica, quienes asf se convierten no sélo en victimas sino también en vietimarios, asegurando de esta forma la normalidad del te: rror. ‘Tomemos el caso de Jairo, con quien yo conversaba en uno de esos pueblos de plantaciones de azticar en el valle del Cauca al oeste de Colombia, al que yo volvia cada afio desde 1969. Hacia unos meses que habia terminado con su servicio militar obligatorio y ahora tenia su librefa militar. Comenzamos & hablar sobre el ejército y la guerrilla y sobre él cuando hacia guardia en la cordillera central. ;Alguna vez habia tenido la oportunidad de comunicarse con el enemigo? (No! Aunque habfa un joven que él conoeia que vivia al final dela cuadra que sf. Y agité la mano desaprensivamente. “jPor qué estan pe leando?”, pregunté. “Tiene que ver con el gobierno”, af lentamente, buscando las palabras. “La guerrilla esté en cot tra del desempleo.” “Bueno, y {qué hay con eso?” “fs malo porque gon comunistas, Hstén en contra dela democracia.” Me dijo lo mismo unos meses més tarde cuando, despuét de haber buscado durante siete meses, consiguié un trabajo. Cali en el rubro de la construceién, un trabajo en que pagaban cuatro délares por dia y entre el transport almuerzo se le iba casi la mitad y el trabajo iba a arareag siete semanas, para que el empleador no tuviera que pagar los costos del seguro social que comenzaban a correr después de Jas ocho semanas de estar empleado. Esa era la democracia que defendfa. Y Te habia tomado siete meses conseguir ese empleo, con su libreta militar. Lo conozco desde pequetio y s madre es una amiga aun més antigua. Es excepcionalmonte suave y dulce. Los otros dias le estaba lavando, entre risas espuma, el cabello a mi hijo de dos aiios y medio. ‘ones oportunidad de hablar con los guerrilleros?”, “Cuando los capturamos.” “{Hablan?” “Los hacemos cantar.” “{Muchos cantan?” “La mayoria.” £2Qué pasa con los que resisten?” ‘Los liquidamos. Son érdenes del comandante. Les atamos las anos detrds de le espalda y les metomos una toalla mojada en JB Poea para que cuando respiren sientan que se estén ahogan- 0. La mayorfa canta, Sino, les clavamos estaquillas entre las bilas. A los que mienten, los matamos, como cuando nos dan informaci6n equivocada sobre el paradero del nemigo, Much depende del comandante.” seamee , Pre- ‘W cuando Is guorilla atrapa a alguno de nuestros oficia- pera reas, : ponte en pedacitos.” Todo esto transcurria de lamane rivial, del mismo modo que antes eomentaba- sobre los tomates que él esiaba transplantando, bio wosPasimos.a hablar sobre a impieza de Call, ese ineret- tne broceso en el cual mendigos, prosttutas, homosexuals, sruegitis y todo tipo de habitantes de la calle supuestamente craltrados on el delitoy en transaccionesligeras de coeatna Geasistematicamentebalesdos con pistlas y ametralladoras chang motoccletaso eamiones pick-ups. Pso era lo quo esct- fiewas oie ie los dias. Pero evidentemente no era s6lo ese todo. Gualguicra pode serunabjetce Beet eae ia ser un objetivo. En 6 me contaron que simplemente el escuchar el male aaa les”, motocicleta era motivo suficiente para que se escondieran, y que poca gente salia de noche. Si bien hay motivos para distinguir este tipo de “limpieza” de los asesinatos politicos que se definen en forma convencional, también tienen algo en convin, ademas de la creacién del terror por la violencia incier. ta, y esto esté relacionado con la terrible funcién seméntica de la limpieza, que crea fronteras firmes donde sélo existe la lobreguez para que pueda existir més lobreguer, purificando la esfera publica de los elementos contaminantes que las voces dominantes de la sociedad atribuyen al hampa o al submundo, cuya caracteristica politica més prominente es carecer estraté. gicamente de fronteras, invisibles aunque penetrantes, pero ser decididamente Otros. Prostitutas, homosexuales, comunis. tas, guerrilleros izquierdistas, mendigos y lo que creo que se pucde denominar como la oscura masa amenazante de los pobres sin derechos, lo cual implica, si se lo piensa bien, que no queda demasiada gente en el mundo superior. En la légica temible del inconsciente politico, “la limpieza” recuerda las interminables estanterias del supermercado llenas de latas de jabones en polvo y de cera para autos que cotidianamente friegan y lustran esta tierra malnutrida. Ahora, al producir una ristra de cadéveres, desfigurados en extraiias formas ritualistas a menudo derivadas de las imagenes de la televi- sién norteamericana y de las mercancias del tipo de los pestici das como Kan-Kill (Lata Mata), este fervor higiénico implica una cierta dosis de genealogia y consciente manipulacién. Con respecto a la genealogia, conviene repasar las repre- sentaciones del hampa o del submundo criminal de La Habana en los trabajos de principios del siglo xx del célebre antropéloge cubano Fernando Ortiz, en los cuales ol erimen es reducido ala criminalidad y la criminalidad es considerada como el resulta do natural de ser negro y practicar la santeria. El submundo es una paranoiea y fantasmagériea construecién de la clase domi nante y, con respecto a la manipulacién de estas fértiles imége- nes en Cali —como La Habana, capital del azticar y villa miseria de negros— hay que recurrir al estudio de Chris Birkbeck sobre ios medios y las imagenes del delito alli en lo anos setenta, antes de que los escuadrones de la muerte hicie ran su aparici6n a mediados de la década de 1980, Comparan” ” dolos artfculos de los diarios sobre la delincuencia con lo que él comprobé al frecuentar a la poliefa y a los presos mientras vivia en Jas villas miserias, no encontré nada que convalidara el omnipresente supuesto de que existia un submundo organiza- do fuera de la imaginacién de la prensa (0, podria agregar, creado por un medio aun més importante como la radio). No sélo los articulos en los diarios eran extraordinariamente exa- gerados, sino que, a mi manera de ver las cosas, era como si estuvieran conccbidos para crear y reproducir una versién tropical del mundo de Hobbes, sncio, brutal y reducido, en el cual (como mi amigo Edgardo siempre me recordaba) “no se puede confiar en nadie”, y de este modo crear una ciudad pantanosa, cubierta por una atmésfera nebulosa de inseguri- dad, realmente en estado de emergencia, Junto con este temor hobbesiano, donde justamente la estrategia consiste en la individualizacién y lo caprichosamen- te inesperado de la violencia, hay una contramovida, no menos importante, que reclama un centro organizado, estructurado y esencial para este recelo: como con la idea de un submundo organizado, una raza aparte, magicamente potente, que habi- ta tanto una zona metaforica como geografica dentro de la ciudad. Esto es, sin més, la falacia posmoderna lievada al extremo, que reclama tanto lo centrado como lo descentrado en un foreejeo social que combina el sentido y el sinsentido con la tortura y la muerte, y Birkbeck ya notaba en la prensa en 1977 clurgente pedido de una limpieza, de esa limpieza que, precur- sora de nuestro tiempo, convirtié la metéfora en candente realidad. “La ciudad necesita urgentemente un tratamiento aséptico”, se leia en el diario El Occidente, hi demandas previas para “erradicar focos de actividad criminal”, Para “purificar el ambiente” y “limpiar el centro”. Debemos entender, entonces, que no se trata simplemente de un horren- o proceso en el cual la imagen y el mito se claboran desde un ieonsciente politico para ser actualizados, sino, més bien de una situacién socio-histérica en la cual la imagen de un crimen, Por ejemplo, no es menos real que la realidad que magnifica y Aistorsiona como lenguaje del terror. Y ahora Jairo comienza a hablar, conténdome que tuvo Que renunciar, mientras estuvo en el ejército, a una fuerza a especial a la cual pertenecié durante tres meses en Palmira, un| pueblo que queda cruzando el rfo Cauca desde Cali. La misién de esta fuerza, como me contaba, era recorrer la ciudad en taxis y en motocicletas, motocicletas poderosas, me hacia no. tar, para liquidar a delincuentes, drogadictos y sicarios 9 criminales profesionales. Los soldados pertenecientes a esta unidad recibian libretas con fotos de la gente que tenfan que matar, y practicaban su punteria tiréndoles a formas huma- nas desde motocicletas y autos que imitaban a taxis. Nunca Mevaban uniforme y usaban el cabello més largo de lo que permitia el reglamento, Para matar se acercaban lo més posi- ble, con una colt 45 0 una pistola de 9 mm. Bran dieciocho, més cuatro suboficiales y un capitan. En general mataban de no- che, pero recorrfan minuciosamente la ciudad durante el dia estudiando las costumbres de sus victimas. Habia unas cin- cuenta personas en esa lista de la muerte. Era directo, Y hacia sélo tres semanas el general habia negado vehementemente cualquier posibilidad de que hubiera tuna conexién entre el ejército y los escuadrones de la muerte. Hablar sobre el terror 4 Por sobre todas las cosas, la guerra sucia es una guerra de silenciamiento. Oficialmente no hay guerra alguna. No hay prisioneros. No hay tortura, No hay desapariciones. Sdlo el silencio que consume en gran parte ol lenguaje del terror, intimidando a todos para que no se comente nada que pueda ser interpretado como una critica a las Fuerzas Armadas. Esto es més que la creacidn del silencio. Es silenciamiento, que & muy distinto. Pues ahora lo no dicho adquiere sentido y un confusidn especifica nubla los espacios de la esfera ptiblica, a” es donde se desarrolla la accién. Es la presencia de lo no dicho lo que logra que el més simple de los comentarios de la esfera publica se vuelva as0o™ broso en esta época de terror: la menci6n de los Desaparecido® por parte de las Madres en espacios pablicos, nombréndolos ¥ mostrando sus fotografias, en actos colectivos que adquieren forma de un ritual en el cual lo importante no son Jos hecho 44 sues son bien conocidos por todos, sino el cambio que implica la Sbicaci6n social en que esos hechos se insertan, llenando el ‘vecio puiblico con la memoria privada. Elmotivo de silenciar yel temor detrds del silenciamiento noes el borrar la memoria. Ni de lejos. El motivo es enterrar la memoria profundamente dentro del individuo, para asf crear més temor y una incertidumbre en la cual la realidad y 10 onirico se entemezclan. Una y otra vez uno escucha esto de las madres de los desaparecidos, como Fabiola Lalinde, quien suefia que su hijo, que fue visto por iitima vez cuande era levado en un camién por el ejército de Colombia, ests de vuolta. En el momento en que esta por contestarle a la pregun. ta por “dénde estuviste”, olla se despierta y no lo encuentra, “Bs tan real’, dice, “que en ol momento de despertarme no tengo idea ni de dénde estoy ni de qué est sucediondo, y la vuelta a la realidad es tri: oni vuelta Ta rea triste y cruel luego de haberlo tenido “La yerdadera imagen del pasado nos roza”, com 6 Benjamin en un principio cardinal de su filosoffa de la historia, y ‘ni los muertos se salvan del enemigo si éste resulta vence. dor. ¥ este enemigo no ha cesado de resultar victorioso.” Durante otras noches ella atraviesa barrancas y matorrales Soseando a su hijo entre pilas de caddveres, ° lenciamiento no sélo sirve para preservar la memori fn forma de pesadilla encerrada dentro de la fortaleza del Te widus, sine también para impedir la organizacion eoletiva {si Boder magico de as almas desasosegadas que rondan a ls tiie’ incesantemente tl como las almas de los que suftieron de agmuerte violenta lo que Robert Hertz, en su ensayo elasioo ,.1907 sobre la representacion eolectiva de Ia muerte, lamé on alias inquietas” del espacio de la muerto). Este rondar a canaivos contione una cuota de fuerza mégiea que pucde ser cada por cada individuo, como se puede comprobar en el fngranterio Central de Bogota todos ls lunes, el dfa do las reat uando grandes masas, en especial de gente pobre, se fenosgy rare Tezat por las almas perdidas del purgatori, en magn dp ebeetticamente, y por este medi logran un alivio tn 906 los probTomas del desempleo la pobreza, los fracasos me y la hechiceria. Sintetizando todo esto se erige la 'gen omnipresente para la religion del pueblo colombane 45 lo) de} | cementerio, por ejemp! 2 SS ns), na joven mole gue Lene sy (que s ser consumidg Sola (e| alma sola), una j ‘manos encadenadas en alo ext a punto de str onmumie ‘por el fuego. Detrds de ella se ven unas pared puerta atrancada. Anima sola, 3 es El logro que efectian las Madres de Ios Desaparccids alizar ese poder magico de las almas perdi a al Peal Soy restablecer la memoria en la disputada e: fara, publi Injos de la cerrazén aterradora y enloquecedora am BS foal, donde Tos escuadrones de la muerte ya magn vraeSitenelar del Estado quisieran mantonerla nombrar y exhibir con tanto coraje las fo tos y desaparecidos, tan madres crea, ‘a para revertir la mem ‘ Theres, dedoras de vida, colectivamente mantien vivencia ritual y politica 1 Lug? ma lugar de} nombre, en el lenguaje del terror, es él tografias de los muer| la imagen especific ica y oficial. Com en la supe*| ‘de la muerte y también de la mem") ocupado por el lenguaje literal, anterior a Ia caida, un mundo de nombres dados por Dios. Pero el nombre, como identifica. ion exigida por el Estado, es también un requisito esencial del procedimiento burocratico. Este encuentro de Dios y del Esta- pen ol Nombre, tanto como las extratias leyes de reeiprocidad que pertenecen a la doctrina folklsrica del Purgatorio y del estén expuestos a una cierta apropiacién de lo que yo lero una esfera particularmente masculina de mn entre las esferas publica y privada, Me refiero a una historia contada (y por lo tanto hecha colectiva) a un piblico reducido, reunido en Bogoté por el senador colombiano Ivan Marulanda, sobre cémo habia entrado en las oficinas de Modellin del F-2, una de las tantas unidades secretas y siem. pre mutantes del ejército de Colombia, para averiguar el para. dero de un desaparecido. Ivan estaba seguro de que lo estaban reteniendo, y con la misma seguridad el F-2 lo negaba, Entran- dopor la fuerza dentro de las celdas, Ivan gritaba el nombre de lapersona una y otra vez, pues ésta era su ultima oportunidad J, como por milagro, la voz del hombre desaparecido contest, Se encontraba alli, Mientras tanto la policia habia difundide un mensaje a la prensa diciendo que el cadaver del hombre habia aparecido tirado sobre un basural en Medellin. ‘También en relacién con el nombrar, hay que hacer notar ue.el nombre de Ivén Marulanda aparecié recientemente en ls lista negra de Medellin, junto con los nombres de tera treinta y tres que osaron desafiar con su palabra, en espacios Piblicos, 1a palabra oficial. El mundo no sélo comenzd none brando, como en el lenguaje original de Adan, cine que puede Snalizar de la misma manera: nombres perversamente esen- Giles para la vida o la muerte, empaimando lo arbitrarie dal “igno con lo arbitrario del poder del Estado. Pero Zqué pasa con la gente como usted atrapada en estos temas? ¢Qué tipo de lenguaje maneja usted? éQué sucede conmigo mismo? a7 Hablar sobre el terror 5 xy todos los lobos que existen en la oscuridad de la historia, que mantienen vivo ese terror sin el cual no puede existir la ley. Horkhaimer y Adorno, Dialéctica de la Nustracién, “La importancia del cuerpo" Fue en la casa de una amiga en Bogoté, al finalizar el afio 1986, cuando conoci a Roberto. Mi amiga es una periodista y me habfa comentado que estaba preocupaba por él. Amnistfa Internacional le habia conseguido un pasaje para salir del pais, pero él no lo habsa usado, y se comentaba que la gente de su propio grupo politico lo evitaba por considerarlo politicamente inestable. Fra un ingeniero de alrededor de treinta afios que en los barrios muy pobres del sur de la ciudad, junto con un grupo politico de izquierda, habia estado organizando reuniones so- bre el silenciamiento, sobre la represidn de los derechos huma- nos. Junto con otro de los organizadores, durante la reunién, por la noche, habia sido recogido por el ejército, llevado, secues- trado y torturado. Esto en un pais donde el ejército niega toda vineulacién con esas actividades. De esta manera, cuando la palabra oficial contradice tan extraordinariamente a la reali- dad, y asi crea temor, el realismo magico adquiere su forma marcial. Como por un milagro no lo habjan matado cuando Ja pusieron en una bolsa, le dispararon un tiro a Ja cabeza y lo dejaron déndolo por muerto en una plaza publica. Como Jos desaparecidos que vuelven en los suefios, él habia vuelto, sino aun suefo, en el sentido estricto del término, ciertamente au estado de vida irreal, en el cual, siendo é1 mismo un testimonio viviente de lo que el ejército estaba haciendo, vivia en constam te temor de ser ejecutado y se vio obligado a ocultarse, mien” tras el ejéreito monté una campana diciendo que no era otr® cosa que un “vulgar socuestrador”. Le habian confiscado su documentos, sin los cuales no podia conseguir un pasaporte, ¥ su abogado aseguraba que, si iba al DAS (la policia de segut dad) para renovarlos, no saldria vivo de sus oficinas. Después de un breve y preciso aviso en los principales diarios del pais nada mas habia aparecido en los medios de comunicacion. ¥ aunque tenfa un miedo desesperado de ser encontrado, eré? 48. Jos medios, en su opinion, los que podfan conservarle la vid: ‘Tenia que n ner ja ‘bli ‘Tonia qv mantener su nombre vivo en la misma esfera pubic Una o dos semanas después me lo encontré en La calle comprando el diario de la mafana. Me informé que se iba a vivir a Europa o a Canada dentro de una semana. “jNo to habfas enterado?”, me pregunté. “Yo habia desaparecido, El ejéreito me torturé durante dos dias y luego me fusil6, pero la bala me roz6 la parte posterior de la nuca.” Sus hijos se eneontraban bien, protegidos y con la madre. Cuando escuchd que me iba de viaje al oeste por tres semanas o mas con mi mujer y tres hijos, me apremié insistentemente: “Asegarate siempre, si algo te sucede, de que haya publicidad. Asegurate de que haya periodistas que sepan adénde vas. No te inmiscu. yas con nadie de izquierda. Simplemente sé un turista.” Para mi confusién agregs: “No uses ropa importada”. Tenfa un archivo de lo que é1 Mamaba “mi caso”, y yo le di gustaria ayudar. : aditisceeieet “eng, Un# tarde alrededor de las cinco llamé sin dar su nombre. @Sabes quién habla”, era su manera de informar quién era Queria que nos encontraramos en un supermercado muy bull. cioso, y yo acudi de inmediato. Al acercarme al lugar del eneuentro comencé a ponerme nervioso y a fijarme si adeniro de los coches habia espfas de la policta, Todo se me representa. ba como extrafio, envuelto en un aislamiento silencioso de significado desconocido y ambiguo. Lo encontré paseéndose per al | pavimento y simul, por si alguien nos espiaba, que el haat era. un encuentro muy grato y casual. El no fingi6 Streornaalg tue tenia que comprar pan. Entramos juntos a cmc reercato. apretujados entre unas cuantas mujeres que se par ibaban en una eola desordenada ante el mostrador del ee 4 casa, pero prefirid ir a la suya, asi que telefon nog hasta alli tomando un camino indirecto. Fabia un 2 Racop able en la esquina, y me pregunté si queria llamar ‘(uel cosa que me llamé la atencién y Ie dije que no entrada, habia see reve at en aaa Y, para franquear oxen, habs través de dos puertas, ambas con iat i tenia un aspecto limpio y prolijo, vestido con un Sport liviano de color marrén claro y una camisa abierta. 49 El pasillo que Ievaba al apartamento era oscuro y htimedo y tards mucho tiempo en abrir la segunda puerta, Intenté encon- trar un tema de conversacién. Entramos a un ambiente opresi- vo con un techo armado con un plastico corrugado verde claro que cubria un diminuto comedor. El apartamento consistia en lo que habia sido el patio de una casa de tres pisos. Més adentro, habia una cama doble prolijamente hecha con un cubrecama azul marino y un ropero de ropa blanca formando una pared, Habia tres pares de zapatos cuidadosamente des. plegados. Era el apartamento de un amigo y me informé que debfa dejarlo en dos dias. Mas y mas el lugar me daba la sensacién de una jaula o de un laboratorio, donde desempeiig. bamos nosotros el papel de guardianes 0 de guardados, experi. mentadores u objetos del experimento de otros. Me hizo sentar en la mintiscula mesa cubierta de articulos de diarios y revistas, una botella semi vacia de Aguardiente Cristal y los restos de una botella gigante de Coca-Cola. Habia una silla con respaldo. “;Qué querrias temar?", me pregunté, “Lo que tengas”, contesté. Se movia con torpeza, seguramente no sabiendo bien qué hacer, y puso un articulo de diario ante mis ojos. Sobre el margen, prolijamente escrito en tinta azul, se leia El Espectador 12.1V.86. Eran las fotos de dos hombres jovenes. Se decia que el de la izquierda habia sido asesinado. Bl ‘otro aparontemente era Roberto, pero me resultaba irreconoc- ble sin su barba, con la boca hinchada por los golpes, y dos policfas obsevandolo mientras pasaba por la puerta. Il articulo repetia lo que mi amiga periodista me habfa anticipado sobre su desaparicién, y Roberto me relat6, asombrado, que en la misma plaza donde el ejército lo habfa dejado déndolo por muerto dentro de una bolsa, diez afios antes habia tenido un aterrizaje de emergencia con un avién, en el cual todos los pasajeros habjan muerto menos él y otro. ; Mientras lefa, tratando de concentrarme, tomé conciencia no de sentir ansiedad —eso hubiera sido una concientizaci6 demasiado directa y honesta de lo que estaba sucediendo— sino de tratar de reprimir una oleada tras otra de un mied® arrasador, y de ese modo, simplemente al tomar conciencia 4° la fuerza de esa represién, comencé a sentir que controlaba l* situacién en vez de ser atemorizado por ella. Recordé c6m™ 50 hacia s6lo once dias, cuando Hegamos al aero} docian ser policias nos habfan detenide abruptamente en la oscura y solitaria autopista, Nos revisaron el equiipaje como ct Jo quisieran destruir en pedazos, aduciendo que buseasen armas. Afortunadamente, detrés de nosotros venia un amigo en.un auto con sus faros encendidos, cosa que seguramento lee dificult Ia tarea de molestamnos mas y pudimos, luego de mostrar nuestra documentacién de la universidad local, cont, nuar nuestro viaje, “Hay historias”, me contaba después un amigo, “del guardaespaldas de cierto general quo, a ln noche se distraza como si fuera un policia del aeropuerto y golpes a le gente.” Otros decfan que era porque habia corrido el numer de que un miembro importante de la guerrilla del M19 habs Negado ese dia. Nadie lo podia descifrar del todo, por supmece. pero lo inexplicable no es lo mejor que puede reconoceres ce estas situaciones de terror como lo cotidiano, mientras ano ec debate entre consejos y rumores contradietorios. Yo habia anotado én mai agenda, poco tiempo mas tarde, después de haber escuchado a mis amigos hablando sobre “la situacion’, lo suena inerefblemente atroz. Y después de dos dias, me estoy acostumbrando a ello”. Roberto dio unas vueltas mas, ma sirvié un trago de aguardiente y siguié entreteniéndose’ cox copias de articulos que trataban su caso. No podia enerrton Luego las encontramos y partié sin decir palabra, | cerraduras oleiendo dejandome solo en iajaulablanes cave aba reforzada del lado de adentro por alambre tej también pintado do blanc, Traté de cence impulsado Por una vaga nacién de que eso era eolaborar, de e650 era lo que él queria que yo hiciera; atestiguar y vigler de ao pettivamente la trayectoria y por itimo la desaparicién ejay 2S, ¥ Por Io tanto do eu Ser, a través de los rastros mados por los medios de comunicacion de la esfera pablica, quattras que todo el tiempo sentia un cosquilleo inguietante Gesapareeia en el momento en que tomaba conciencia de te aa \vi a sentir intensamente. Presenti una trampa. Inten- pagantinuar con la lectura, pero mis ojos s6lo rozaban las qalias. Niun ruido, Pasaron unos minutos. Me di euenta de nadie mas que Roberto sabfa que yo me encontraba allt, 51 {Porqué no habia llamado a Raquel? Miré hacia el techo, Estaba hecho simplemente de plastico corrugado. Casi trans. parente, {Seguramente facil de atravesar? Razoné que estos lugares estaban construidos para resistir a los intrusos, y mirando més atentamente, no parecia tan fécil. Pero esto era absurdo. Pronto é] estaria de vuelta. Yo era un misero cobarde, Intenté seguir con los artfculos de los diarios. Mis ojos capta- ban frases sueltas que exacerbaban la tensién, como si todas esas horribles noticias esparcidas sobre la mesa, e iluminadas por la débil luz. de la siniestra Bogota que se filtraba a través del pléstico, se refirieran a lo que me estaba por suceder a mi. Tenfa premoniciones sobre cémo me sentiria y a qué limites podria llegar si entrara en panico. No sentf ni me permitf sentir pénico en ese momento. Bso era lo mas curioso. Me veia a mf mismo a la distancia, como si fuera en otro mundo, volviéndo- me loco, sin saber qué estaba sucediendo, qué estaban complotando, qué estaba por ocurrir en los préximos momen- tos, impedido de respirar. Miré nuevaménte ala puerta con su resistente alambrado, Inamovible, Bstaba loviendo con fuer- za. Cada tanto unas gotas se filtraban y rodaban sobre mi cabeza y mi nuca, Volvi a mirar los arrugados articulos perio- disticos y las copias baratas de Xerox de cartas entre institucio- nes y agencias gubernamentales y entonces, verdaderamente, me inundaron olas de terror que me inmovilizaron, mientras esperaba que la policia surgiera por la puerta. En cualquier momento. Trajes oscuros. Blandiendo ametralladoras. El ma- chismo eyaculado en la épera subterrénea del Estado. Las esposas, con su doble sentido en espaiiol, perforando tus muie- cas, Més tarde, relatando lo sucedido a amigos que habfan vivido toda su vida en Bogot4, comprendi que mi terror era fundado, pues es habitual que las victimas de las brutalidades del ejército y de la policia se conviertan en informadores. Se abrié la puerta, y entré Roberto con una pequedia botella de aguardiente. Me senti aliviado, pero queria irme. La lluvia segufa cayendo. Hasta la naturaleza estaba en contra de mi partida. Acercé una banqueta a mi lado y sirvié unos tragos en dos pequefios envases de plastico verde oliva. “No soy ut borracho, Miguel”, me dijo, y comenzé a relatar cémo habia 52 sido torturado, lo mal que le hizo cuando le cambiaron las esposas Por sogas, cémo sintié que se ahogaba con la toalla mojada encajada en su boca y lo que significa estar en una bolsa y ser fusilado sin ser muerto, Agaché su cabeza hasta apoyarla casi sobre mis rodillas y guié mis dedos hasta encon trar entre sus cabellos las heridas que sobresalian suavemente entre la carne erizada. “Como si fueran ficles portando las heridas de Cristo”, murmuré un amigo a quien le contaba esto unos dias més tarde, *Seguramente el ejército sabe que ostés aqui?”, le pre- gunté, “{Nol”, respondi6, “he aprendido las téenicas de la gue- illa urbana” y, mostrandome un cuaderno de anotaciones anal, me dijo que pasaba casi todo su tiempo en el apartamen. to, eseribiendo sobre su caso, tratando, por ejemplo, de inelinar al fiscal general hacia su lado y de convencerlo de que no creyera la campatia de difamacién difundida por el ejército. I] fiscal general habia sido juez.en el pueblito en Antioquia donde habia crécido Roberto, desnutrido desde su infancia, le relats, en una familia numerosa de campesinos imposibilitado de caminar hasta que tuvo veintitin meses, después de lo cual, ya adolescente, se habfa convertido en un deportista famoso, Todo esto figuraba en la carta enviada al fiseal general. Me pregunté qué pensaba de su caso y me mostré més correspondencia con Amnistia Internacional. Murmuré algo sobre gente que conocfa y modos de publicar ou historia, pero me sentia abrumado por la situacién. En ese momento me acorralé. “;Podria quedarme en tu apartamento cuando tii te vayas?” Se me fue el alma a los pies. Queria ayudarlo, pero Permitirle usar el apartamento seria poner en peligro a una cantidad de personas, incluyendo a Raquel y a mis tres hijos Me senti tremendamente coharde, en especial porque mi co- Sordi tome la forma de no poder decirle que consideraba que ugituacion era demasiado peligrosa, pues eso derribaria la fReheda do normalidad que, al menos yo, eonsideraba tan vria para continuar siendo, para poder continuar estando Juntos y que él precisaba para sobrevivir. De muchos modos, yo también era un activo agente en Ia guerra del silencio. Me siento pésimo e infrahumano. Me he convertido en 53 parte de un proceso que lo transforma a él en un paranoico y en, tun paria. Tengo terror de esos poderes verdaderos e imagina. ris que lo han torturado y que han estado a punto de matarlo, Mas atin, tengo miedo y me enferma su marginacién paranoica e inevitable, pues la gente sospecha de su milagrosa escapatoria y la interpreta como una sefial de que probable. mente él sea un espfa. Y, en un estado de emergencia, que no es una excepeién, sino la regla, cada posibilidad es un hecho. Ser una vietima de las autoridades no termina con la tortura fisica 0 el fin de una detencién. En el “caso” de Roberto eso es s6lo e] comienzo, De cierta manera, nunca volvié a la vida. Continia desaparecido y unicamente su caso existe para rondarme en esta eterna noche del lenguaje del terror y del silencio del terror. Hablar sobre el terror 6 : ‘Una hora més tarde estaba sentado con mis hijos en el Circo de Moscd, que se encontraba emplazado en una cancha de deportes al borde de una autopista que rodea la ciudad. Todo era irreal, pero como sucedia después del episodio en lode Roberto, la sensaciGn de irrealidad era devastadora. Afuera, en la noche oscura, la lluvia cafa con fuerza sobre las eaberas de gente hambrienta, de rostros delgados, que clamaban por atencién mientras intentaban vender caramelos y garra- pifiadas, al tiempo que la policfa, con sus uniformes de lana de corte niistico, quizd los mismos policfas que habian participado en la desaparicion de Roberto, mantenian el orden con sus caras tristes y taciturnas, y nosotros entrdébamos en otro mun- do, donde la alegria y la expectativa brillaba en las caras de la gente, tan alejado del terror y de la sospecha de afuera. Aqui nos encontrébamos inmersos en escenas répidamente cam- biantes de payasos, trapecistas, equilibristas y demostraciones de fuerza y de tensién, mientras los protagonistas giraban com sus disfraces brillantes. La carne rozagante y movediza, firme y musculosa de los acrébatas con sus calzas plateadas y dors das, me remitié a mi dedo palpande las heridas de Roberto. El asombro y la risa cundfan en la multitud. Pero, lo que més- a yecuerdo, es el comienzo. Dentro del eambiante cono de luz formado por los reflectores en la inmensa oscuridad de la pista, gos payasos colombianos discutian y, mientras lo hacfan, gol- aban un maniqui femenino de tamafio natural. Comenzaron } despedazar al maniqut y le pegaban con furia, mientras la jnultitud se refa. Luego cambiaron las luces, se escuché misica estridente y una voz incorpérea que dijo: “Gin 1986, este afio de paz mundial, estamos orgullosos de presentar...” 56, 56. 57. 58, 59. 60, 61 62 63 64 66. 66. 67. 68. 69, 70. 244 Joal Sherser, Kuna Ways of Speakin:, An Ethnographic Perspective, Austin, University of Texas Press, 1983, pag.215. Chapin, op cit., pags. 88-89, Tbid., pag. 98. Nordenskiold, op.cit., pay.427. 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