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John Rockefeller desarrolló el gran imperio de la Standard Oil. Sin que sea
sorpresa, Rockefeller era un hombre que exigía alto desempeño de los
ejecutivos de su compañía. Un día, uno de esos ejecutivos cometió un
error de dos millones de dólares.
La noticia del enorme error del hombre se regó rápido por las oficinas
ejecutivas, y los demás empezaron a esfumarse. Temerosos de la reacción
de Rockefeller, ninguno quería cruzarse en su camino.
Un hombre no tuvo otra alternativa, sin embargo, puesto que debía reunirse con su jefe. Así que enderezó
los hombros, se apretó el cinturón, y entró en la oficina de Rockefeller.
Cuando el hombre se acercó al escritorio del monarca de petróleo, Rockefeller levantó la vista de un
papel en el que estaba escribiendo.
- “Supongo que habrás oído del error de dos millones que nuestro amigo hizo,” dijo de repente.
- “Así es,” dijo el ejecutivo, esperando que Rockefeller explote.
- “Pues bien, he estado sentado haciendo una lista de las buenas cualidades de nuestro amigo en este
papel, y he descubierto que en el pasado él le ha dado a nuestra compañía una ganancia igual a la
cantidad de dinero que perdió por su error hoy, multiplicada muchas veces. Sus buenos puntos pesan
mucho más que este error humano. Así que pienso que debemos perdonárselo, ¿te parece?”.
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Perdonar significa disculpar a alguien que nos ha ofendido o no tener en cuenta su falta. En la Biblia, la
palabra griega que se traduce “perdonar” significa literalmente “dejar pasar”, como cuando una persona
deja de exigir que se le pague una deuda. Jesús usó esta comparación al enseñar a sus discípulos a orar:
“Perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también perdonamos a todo el que nos debe”
(Lucas 11:4). De igual manera, en la parábola del esclavo que no mostró misericordia, Jesús explicó que
el perdón es como la cancelación de una deuda (Mateo 18:23-35).
Perdonamos a otros cuando dejamos de guardar resentimiento y no insistimos en pedir una compensación
por el daño que nos hayan hecho o por la pérdida que hayamos podido sufrir. La Biblia enseña que el
perdón se basa en el amor sincero, ya que el amor “no lleva cuenta del daño” (1 Corintios 13:4, 5).
Perdonar no es aceptar o excusar el mal que te ha hecho otra persona. ¡De ninguna manera! Perdonamos
para ser libres del rencor. Decidimos seguir adelante sin permitir que otra persona tenga poder sobre
nuestras acciones o emociones.
Cuando perdonamos entregamos a Dios todo nuestro dolor, seguros de que él se encargará de hacer
justicia en su momento. Le permitimos a Dios que nos transforme, que nos llene de su Espíritu Santo y
seguimos adelante confiando en su bondad.
Nunca digas: «¡Me vengaré de ese daño!» Confía en el Señor, y él actuará por ti.
-- Proverbios 20:22
El pecado siempre trae consecuencias y la persona que nos ha hecho daño tendrá que vivir con las
consecuencias de su error. Muchas veces tenemos que decidir apartarnos de esa persona para evitar que
nos siga causando dolor. Perdonar no nos obliga a ser amigos o a mantener una relación cercana con la
otra persona.
Pensamos que no es posible perdonar hasta que nos pidan perdón. Eso no es cierto, podemos hacerlo,
aunque el otro no se disculpe. También podemos elegir dar el primer paso (Mateo 5:23-26).
Escogemos liberarnos del enojo y de la amargura por nuestro bien y en obediencia a Dios. La verdad
es que sería terrible si el perdón dependiera del arrepentimiento de la otra persona: hay personas que
mueren sin disculparse ni reconocer sus errores.
Dios nos dio el mejor ejemplo. Él tomó la iniciativa al enviar a Jesús aun antes de que nosotros
pidiéramos perdón por nuestros pecados. Lo ofendíamos con nuestras acciones y palabras, pero él
extendió su mano llena de perdón y esperó pacientemente por nuestro arrepentimiento. De la misma
forma nosotros podemos decidir perdonar aun antes de que la otra persona se arrepienta. No podemos
controlar lo que hacen los demás, pero sí nuestras acciones y reacciones. ¡Decidamos seguir el ejemplo
de nuestro Padre!
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun
cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!
-- Efesios 2:4-5
Seguro que has oído la frase "perdonar y olvidar". Quiere decir que si perdonamos de verdad, olvidamos
la ofensa. Esto nos hace sentir culpables porque si somos sinceros, aun después de perdonar, recordamos
lo que pasó. Esto es así porque Dios nos ha dado la memoria que sirve, por ejemplo, para protegernos de
caer de nuevo en errores pasados o en situaciones peligrosas. Los recuerdos nos ayudan a saber de qué
situaciones huir.
Lo que sí sucede cuando nuestro perdón es genuino es que permitimos que Dios sane nuestro
corazón y que quite todo dolor, rencor o amargura producto de la ofensa. El deseo de venganza no
controla nuestros pensamientos. Aunque sintamos tristeza por lo que sucedió, no hay rencor. Hemos
entregado la situación a Dios y seguimos adelante confiando en su justicia, firmes en nuestra fe.
Todo lo contrario: perdonar muestra el carácter de Cristo, que él reina en nuestros corazones.
Mostramos que la otra persona y sus actitudes no nos controlan. Pedimos a Jesús que nos ayude a ser más
como él y vivimos de acuerdo con su voluntad. Algo que vemos en la Biblia (por ejemplo, en la oración
del Padre nuestro) es que Dios nos manda a perdonar y a amar a nuestros enemigos si queremos recibir
su perdón. Así que perdonamos por obediencia a Dios en lugar de ceder a nuestras emociones.
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad,
humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene
queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.
-- Colosenses 3:12-13
Cuando perdonamos en lugar de buscar venganza mostramos que el Espíritu de Dios mora en nosotros y
que con su poder y su amor vencemos al odio y al rencor.
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio.
-- 2 Timoteo 1:7
¡Elige perdonar con la ayuda de Dios!
1. Recordar que implica el perdón. No significa que consideramos que está bien lo que
sucedió ni que nunca pasó. Sencillamente lo pasamos por alto.
3. Seamos comprensivos. Todos somos imperfectos (Santiago 3:2). Puesto que deseamos que
los demás perdonen nuestros errores, nosotros también debemos perdonar los suyos (Mateo
7:12).