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Clase 3. Juventud.

Introducció n.

Hoy vamos a pensar la condició n juvenil contemporá nea. Vamos a ver de qué se trata
esta cuestió n y su relació n con la dimensió n cultural de la globalizació n. ¿Cuá les son
los antecedentes de este juvenilismo actual?, ¿Qué relació n existe entre la juventud
como categoría social y lo joven como signo –mercantilizable?

Antes de comenzar les comento que la intenció n es dedicarle dos clases a esta
cuestió n, la semana que viene vamos a ver algunas publicidades e imá genes.

Algunas preguntas para iniciar el recorrido, ¿Qué es la juventud?, ¿Có mo la definirían?,


¿Qué características se le atribuyen a los jó venes?, ¿Qué es ser joven y qué hay que
hacer para ser joven?, ¿la juventud es –ú nicamente- una cuestió n de edad?, ¿Por qué
se emparienta lo joven con lo generacional?

Todas estas cuestiones las desplagaremos a lo largo de estas dos clases. Có mo dice el
texto, de tan obvio que parece hablar de juventud, nos terminamos quedando con un
concepto vacío. Veremos có mo, al igual que el término globalizació n, la juventud es
una categoría multidimensional.

Juventud y generación (estructuras fragmentarias).

Se ha pensado a la juventud en términos de generació n. Al decir de Bourdieu, la


generación es una estructura histórica. Esta idea, como se dice en el texto, remitiría a
determinadas condiciones objetivas homogéneas, pará metros comunes para pensar la
vida. Con el arrasamiento de lo homogéneo producido por el capitalismo tardío y por
la precariedad, está postura fue muy criticada. La fragmentació n social, el
desfondamiento de có digos comunes, hace difícil pensar en términos de generació n
histó rica. Hay mú ltiples opciones de lo que se podría llamar una generació n joven.
Como diría Henry Miller, “vivimos miles de vidas en el marco de una generación”.

La juventud no es únicamente una cuestión etaria.

¿Qué significa esta cuestió n?

Dice el texto, ¿Se puede, a su vez, estar viejo siendo etariamente joven? ¿Acaso tengamos
que aprender a distinguir entre jóvenes jóvenes y jóvenes viejos? Esto es lo que
observamos cotidianamente en las pantallas, ¿no? En publicidades, en programas de
tv, etc. El capitalismo tardío ofrece permanentemente mercancías que nos
emparientan al mundo joven. La promesa es la juventud eterna (pensemos, y esto lo
veremos la semana pró xima) en las publicidades sobre salud y bienestar corporal, en
la vestimenta, en las cirugías estéticas, etc. En este sentido es que la juventud también
deviene un mandato físico y una exigencia sobre el cuerpo (¿Qué otra cosa que una
exigencia sobre el cuerpo es su estiramiento -y su des-estriamiento- son las
denominadas cirugías estéticas o las fotoshopeadas imá genes que en las sociedades
eró tico-publicitarias circulan sobre él?) Lo cierto es que el tiempo biológico no
alcanza para definir a la juventud (en el texto está el ejemplo de la escuela, má s
adelante trataremos bastante esta cuestió n, “niñ os-adultos” y “adultos-niñ os”). Es
decir, con el recorte etario perdemos mucha complejidad de la vida social y cultural
que permanentemente estamos atravesando (ademá s de la cuestió n de clase. Muchas
veces invisibilizada en el discurso generacionalista).

Podemos pensar también en una paradoja con respecto a la noció n etaria de la


juventud que tiene lugar en los medios de comunicació n (un ejemplo quizá s inverso al
anterior). En los denominados casos de inseguridad, se presenta a los menores que
protagonizan las acciones delictivas como sujetos que deben ser juzgados como
adultos responsables (se los adultiza. “No importar si tienen 10 o 12 añ os, si cometió
un delito debe ir preso. Fíjense como no se piensa en términos de un enfant terrible,
una especie de niñ o salvaje incontrolable, sino como un adulto en miniatura
sumamente peligroso). Simultá neamente las pantallas muestran a viejos que desean
ser –o parecer- jó venes, y a jó venes –o niñ os- que deben ser adultos. Dicho en forma
simple, para las economías ilegales (trabajo infantil, bandas delictivas, narcotrá fico –
con los “soldaditos” cuidando el negocio) y para las legales (que se publicitan en la
televisió n) no hay adultez, ni infancia; hay productores y consumidores.

La clave de lectura vincular. El joven –o el adulto- como rol a ocupar en relació n a


otro. Situació n desmentida permanentemente en las escuelas. Pero es interesante
pensar en que, de acuerdo a las profesiones, a la pertenencia de clase, al barrio de
residencia, etc. Se etiqueta a algunos como jó venes, adultos o viejos. Un futbolista es
viejo a los 35 añ os, no lo es un escritor o un profesor (yo soy “adulto” para mis adultos
de secundario y “joven” para alumnas del terciario). Dice José Natanson (“Nuevas
fronteras del sertirse joven”) “En el pasado nunca se nos hubiera ocurrido definir como
jóvenes a Dante Caputo (40 años cuando asumió como ministro), Gustavo Beliz (31
años) o Domingo Cavallo (42 años cuando fue designado canciller), y que en cambio hoy
no dudamos en calificar como tales a Martín Lousteau (37), Axel Kicillof (40) o Hernán
Lorenzino (39). La diferencia no es puramente estética, aunque el peinado de Lousteau y
los cuellos Mao de Kicillof ayuden, sino estructural: Cavallo tenía ya dos hijos
adolescentes cuando llegó al Ministerio y en cambio Lousteau todavía anda de parranda
por ahí”.

La juventud es una construcción histórica.

¿Qué significa esto? Pues bien, la juventud no es solo un período de la vida, es una
categoría social cuyo surgimiento histó rico puede ser rastreado. Para esto nos
tenemos que basar en el soció logo Pierre Bourdieu (La juventud no es más que una
palabra) quien, entre otras cuestiones, dirá que la Institución escolar ayudo mucho
a la construcción de la categoría histórica de juventud (el adolescente es “medio
niñ o y medio adulto”. La escuela fue un molde institucional para la juventud). Aclaro
algo, el texto da muchas referencias para pensar la relació n entre jó venes y escuela,
algunas de ellas las tomaremos en estas clases, otras, las que nos introducen en lo
especifico de las TICS y otras cuestiones sobre lo escolar, las dejaremos para má s
adelante. Si decimos que la juventud es una construcció n histó rica, decimos que no
siempre existió , y que por lo tanto puede reconfigurarse, agotarse, dejar de tener
importancia, etc. ¿Dó nde ubicamos el origen de las imá genes que actualmente
portamos sobre la juventud? En el texto se rastrea imá genes del paso de la juventud
como cuerpo social a ideal a fines del siglo XIX. También se menciona el uso de
cuerpos-jó venes para la guerra (sobre todo a partir de 1914). Este pá rrafo es muy
ilustrativo, “ Cuando esa masa, subjetivada institucionalmente, movilizada
nacionalmente, queda de algún modo liberada de la disposición de su carne al cañón, es
decir, en la segunda posguerra, nace la juventud tal como la conocemos, o como creemos
conocerla: la juventud como categoría de producción y consumo cultural. La cultura
joven. Los -también poetas- beatniks, y su gran primo menor: el rock.” (pág.18).

En las décadas del 50 y el 60 del siglo XX, un conjunto de transformaciones culturales,


econó micas, sociales, instituyen a lo joven como un lugar deseado socialmente (como
en el siglo XIX todavía era la adultez. Pensemos aquí en los diferentes ritos de pasaje
hacia ese mundo-adulto; usar pantaló n largo, el debut sexual, etc.), “Lo que hoy
conocemos como juventud no es una creación de la naturaleza sino el saldo social de un
momento histórico determinado, en este caso de la prosperidad de la posguerra, un
período de crecimiento económico y ampliación de los derechos sociales que incluyó la
creación de poderosos Estados de Bienestar, en Europa pero también en países de
desarrollo medio como el nuestro. Los “años dorados”, según la clásica definición de Eric
Hobsbawm, incluyeron un ensanchamiento de las clases medias, una extensión de la
educación universitaria y la emergencia de una cultura juvenil incipientemente
globalizada. Si se piensa bien, casi todo lo que hoy asociamos instintivamente con la idea
de juventud, de la música rock al héroe que vive rápido y muere joven (los íconos
jó venes y rebeldes en el cine –como James Dean o Marlon Brando-), de la utopía
guevarista a la Lonely Planet, nacieron en aquellos años. Así, la juventud se fue estirando
hasta transformarse en un período largo y bien definido, una verdadera categoría social
que se hizo visible en la serie de rebeliones estudiantiles encadenadas que estallaron
hacia fines de los 60: el Mayo Francés, Tlatelolco, el Cordobazo” (Natanson). Vemos
como la categoría de juventud tiene una manufactura histó rica muy reciente. A esta
enumeració n habría que sumarle todo lo que fue la “liberació n del cuerpo” (o su uso
má s autó nomo; pastillas anticonceptivas, el uso y experimentació n con las drogas y la
sexualidad, las minifaldas, y signos de un nuevo tipo de joven hombre no-masculino
en el sentido que la sociedad disciplinaria le había otorgado al término; flequillos o
pelos largos, jeans, etc.).

Cultura joven: creación, mercado, posibilidades de reapropiación.

Estos añ os en donde la juventud hacía época, es también una época joven (de
nacimiento, de transformaciones convulsionadas). La cultura joven surge así
impugnando a lo dado, crítica del mundo actual (que no la incluía). Estas
posibilidades abiertas, este grito/impugnació n/apropiació n del mundo, “queremos el
mundo y lo queremos ya”, cantaba Morrinson, tuvo su réplica mercantil. Hoy en día la
juventud devino una categoría de mercado, una oferta de mercado para la
subjetivació n, “El mercado provee a los jóvenes de sus productos específicos, y el
mercado se provee de las cualidades juveniles: es notoria la coincidencia entre el
atributo juvenil de la capacidad de reinventar todo, las posibilidades abiertas, y la lógica
actual de reproducción del capitalismo (¿cómo entender si no eslóganes como
“Impossible is nothing”?)” (pág, 19). Al respecto dice Margulis, (La juventud es más que
una palabra) “El tema se complica cuando “juventud” no refiere sólo a un estado, una
condición social o una etapa de la vida, sino además significa un producto. La juventud
aparece entonces como valor simbólico asociado con rasgos apreciados-sobre todo por
la estética dominante- lo que permite comercializar sus atributos (o sus signos
exteriores), multiplicando la variedad de mercancías- bienes y servicios- que impactan
directa o indirectamente sobre los discursos sociales que la aluden y la identifican”.

Para fundamentar má s aú n esta cuestió n, veamos lo que dice el Indio Solari (sobre los
60´) “…Fue la primera vez que los jóvenes, por su condición de jóvenes, generaban una
revolución a nivel mundial. Ni los jóvenes moscovitas, ni los de la Revolución Francesa,
por su condición de jóvenes, hicieron la revolución. Era la primera vez que los jóvenes
avisaban que el mundo que venía, el que le dejaban los adultos, no les gustaba (…) los
sueños que teníamos se cumplieron de una manera extraña, porque la política del
éxtasis, se transformo en el rock, que es la música oficial del sistema y la new age, o sea,
en dos pavadas, pero bueno, no dejó de ser un buen sueño”. (Entrevista en La garganta
poderosa)

Lo joven deviene una estética y una cultura (mercantilizada); la juventud es un lugar


de verdad, ser joven es sinó nimo de rebeldía, inconformismo, transgresió n…Por esto,
es que se puede decir que vivimos el capitalismo del mayo francés, “un mercado laboral
que exige agilidad, creatividad, autogestión, y demás reivindicaciones emancipatorias
de hace cuarenta años. Hoy el mercado pareciera decirnos qué hacés parado en un
trabajo estable, en una pareja estable, ¡sos un viejo choto!” El mercado laboral
apropiá ndose del ímpetu de la innovació n (los jó venes concebidos como capital
humano, en las empresas, pero también en organizaciones políticas… ¿Qué se dice
cuando se enuncia “valoramos y necesitamos jó venes”?), los iconos jó venes como
signos a consumir.

Ahora bien, si la juventud históricamente es un efecto institucional –de la


institució n escolar moderna- ¿Desaparecida la institució n, desaparece la categoría?
(Problema que también aparece en relació n al agotamiento de la institució n infancia.
Pá g. 16, “el doble fracaso de las escuelas modernas”)

Buordieu da una definició n muy utilizada sobre lo que es la juventud, la entiende en


términos de moratoria social. ¿Qué significa esto? La juventud es algo así como un
período de disponibilidad temporal. Siendo jó venes tenemos capital vital, bioló gico
(mientras que el adulto o el “viejo” lo reemplaza por la experiencia, “el diablo sabe
má s por viejo…” o “la barba blanca de Dios”). En esta definició n, la juventud comienza
en la etapa en que las personas adquieren la capacidad de reproducció n y finaliza
cuando les caen las responsabilidades sociales, familiares, etc. (“conseguir trabajo, irse
a vivir con la pareja, ser padre, etc.”). Esta concepció n tiene limitaciones o, mejor
dicho, hay que cruzarla con otras categorías. Una de ellas es la de sexo, las mujeres
tienen sobre sus cabezas la cuestió n del reloj bioló gico. Por otro lado, hay que
atravesar esta definició n con la de clase social de pertenencia. El tiempo como capital
es sobre todo usufructuado por el joven que ú nicamente tienen que estudiar y
rendirse a los placeres efímeros del consumo y el entretenimiento nocturno (por ej., el
joven de clase media con nulas responsabilidades laborales o familiares –en el sentido
de cargar con una familia propia), “los hijos de las clases medias tienen más chances de
extender la etapa juvenil gracias al soporte paterno, lo que les permite estirar los años
de estudio y permanencia en el hogar familiar, tibio y de heladera llena, mientras que los
jóvenes de los sectores populares muchas veces se ven obligados a buscar
tempranamente un trabajo para subsistir: esto, sumado a fenómenos crecientes como la
maternidad adolescente, lleva a un ciclo vital más acelerado” (Natanson) Esto es clave
para pensar desde nuestras sociedades, la definició n de juventud como un período de
vacaciones no puede ser extendida a todas las capas sociales. Incluso en el caso del
aumento de la maternidad adolescente en los sectores medios y altos, las chicas no
son adultizadas en la mirada social, má s bien son pensadas como niñ as-madres.
Incluso en esta problemá tica está presente la perspectiva de clase. Pero a esta
cuestió n le podemos sumar también la problemá tica del racismo y la criminalizació n
social hacia jó venes de sectores populares que habitan en los barrios periféricos. Lo
que para el joven de clase media es moratoria social (relativamente bien recibida por
la sociedad), para el joven de los sectores sociales sub-alternos deviene en “peligrosa
disponibilidad y ociosidad social”. El denominado tiempo de ocio de los sectores
medios (legitimado a nivel cultural) es, a veces necesariamente, ocio forzado para los
pibes de barrios suburbanos. Es decir, a estos pibes no se les otorga el derecho a un
ocio buscado o a la disponibilidad temporal de la que gozan los sectores medios.
Siempre se piensa su vacancia de actividades sociales responsables en términos de
necesaria empleabilidad. De lo contrario, los pibes –pobres- que “no estudian ni
trabajan”, son un peligro social. (Ver nota de Daniel Arroyo). Sobre este axioma se
piensan muchos programas sociales y reformulaciones de las escuelas (la idea de
doble escolaridad obligatoria). Muchas de ellas con deseos de encerrar al peligroso. En
este sentido hay que pensar también la presencia de lo joven en las pantallas; el joven
bifronte; protagonista de las publicidades (“bello y deseable”) y concebido como
peligroso (“delincuentes, violentos, drogados, alcoholizados” . “un repertorio de imágenes
de riesgo a la juventud, al hecho de ser joven: cruzá la calle si ves un pibe con gorra, ponele
cámaras en sus esquinas, mandá la policía a sus recitales, etcétera” ). Desde esta misma
dualidad se puede pensar la asignació n de potencia a la juventud (el momento de
mayor fuerza vital en la vida de un ser humano). En las pantallas se representa al
joven como omnipotente, el verdadero divino tesoro (“el mundo a su alcance”, “solo
hazlo”, “imposible es nada”), como aquel que se puede llevar puesto cualquier límite
social o cultural (incluso esto aparece en la imagen del delincuente joven) y a su vez,
vemos cotidianamente en las aulas la total impotencia (Ver Vidas grises de Ana María
Ferná ndez), jó venes de vidas grises, abatidos existencialmente. Malestares como el
desgano, la depresió n, la ausencia de expectativas y de proyectos (incluso con altas
cifras de suicidio. Ver nota). Todo este repertorio de imá genes sobre la impotencia
juvenil no ingresa a las pantallas, en este terreno, “arréglensela solos”. Esto también se
puede percibir en la asociació n permanente entre la juventud y la fiesta; joven no es
aquel que pernocta en su hogar (la publicidad de Cafeaspirina, un pibe quiere
quedarse durmiendo un fin de semana a la noche y se vuelve anciano). También lo
joven como sinó nimo de dinamismo y energía excesiva es una demanda del mercado
laboral actual…

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