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Biznagas en la costa. Las migraciones nahua pipiles en Centroamérica.

Por: Leonardo Regalado Hernández

Uno de los movimientos migratorios más importantes en la historia de Mesoamérica es el que se


produce entre finales del clásico tardío y principios del posclásico: hablamos de las migraciones
de grupos nahuas provenientes de México que se asentaron en tierras centroamericanas desde el
año 800 al 1250 d. C. (Fowler Jr., 2011; Escamilla, 2011).

Estos grupos irrumpieron en el ambiente cultural de las tierras del sureste de Mesoamérica y
animaron culturalmente los primeros siglos del posclásico la parte centro occidental de lo que
hoy es el actual territorio de El Salvador.

Las migraciones nahuas hacia la actual Centroamérica fueron producidas posiblemente por una
serie de causas tanto de carácter militar como comercial dadas las características de los
vestigios materiales reportados así como la ubicación estratégica de algunos de los sitios
investigados.

Indagaciones posteriores han hecho que los estudiosos construyan variadas teorías sobre su
histórico desplazamiento, además han tratado de identificar las causas por las que migraron desde
el centro sur del actual México hacia la costa pacífica de la hoy Centroamérica.

Los hechos históricos.

Los grupos nahuas conocidos como “pipiles” son identificados por primera vez por medio de las
cartas de relación del oydor Diego García de Palacio escritas en 1576 al Rey de España, en ellas
hablaba de unos indios que hablaban la lengua mexicana (García de Palacio, 1996). Unos años
antes el lugarteniente de Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, le había enviado un informe a
Cortés, conforme avanzaba en su expedición militar más allá del “Xoconochco” (Soconusco)
[ CITATION deA96 \l 17418 ], tierra que conecta la zona de Oaxaca con la costa pacífica al sur, hoy
Centroamérica [ CITATION Man931 \l 17418 ] en donde abundaba la vegetación y los pueblos
contaban con un clima benigno para la siembra y una abundancia de pescado y otros recursos y
que los indios de estos pueblos hablaban una lengua mexicana (Ibíd., 1996).

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Desde hace ya tiempo que la asignación de este adjetivo aplicado a los descendientes de los
grupos nahuas migrados hacía ya algunos siglos antes, ha sido campo de discusión ya que
algunos investigadores como William Fowler (1995) expone que son llamados “pipiles” porque
el vocablo hace referencia a la descendencia o linaje de nobleza de los cuales éstos procedían.
Una de las características de estos pobladores era que hablaban una lengua parecida al náhuatl
mexica, pero que sin embargo se diferenciaba en algunos aspectos, como era la supresión de la
partícula “tl” con la que el “náhuatl” mexica sonaba más musical. De acuerdo a los informes
coloniales, estos grupos nahuas fueron llamados “pipiles”, cuyo nombre quiere decir “niños” por
hablar de forma “corrupta” el idioma mexica ya que existía una diferenciación entre el nahuat de
México y el centroamericano (ibíd., 1995).

Fray Juan de Torquemada (1562 – 1624) exponía en su Monarquía Indiana publicada en 1615
[ CITATION Jim96 \l 17418 ] que los grupos nahuas habían llegado a la hoy Centroamérica desde
hace “siete u ocho edades de viejos”, pero no especifica a cuántos años equivale una edad. Este
movimiento migratorio fue liderado por los Chorotega, grupos nahuas que se aventuraron hacia el
sur de Centroamérica y se establecieron en la actual Nicaragua y el de los pipiles, que emigraron
posteriormente y se asentaron en lo que hoy son las costas pacíficas de Guatemala y El Salvador,
fundando asentamientos como Mita, Escuintla e Izalco (Fowler Jr., 1995).

Surge la pregunta ¿cuándo migraron exactamente dichos grupos nahuas? Y una segunda quizá
aún más profunda: ¿por qué razones o motivos migraron desde México hasta la costa pacífica del
sureste de Mesoamérica?

Las propuestas de los especialistas

Para algunos investigadores los movimientos migratorios nahuas han comenzado durante el
período clásico tardío como es el caso de Lehman que cree que pudo haber comenzado alrededor
del año 866 – 966 d. C., Jiménez Moreno propone una fecha cercana a la primera: 750 a 800 d. C.
cálculo basado en el concepto del Huehuetiliztli o período de 52 años, medida de tiempo muy
conocida por las culturas del altiplano central en Mesoamérica, por lo que planteó el año 800 d.
C. como fecha de inicio de las migraciones nahuas. Para investigaciones más recientes una fecha
más precisa basada en mediciones radiométricas resultan en el año 888 d. C. (Fowler Jr., 1995;
Fowler Jr., 2011) otros autores se basan en las fechas de abandono de variso centros culturales
del la fase Payu en las postrimerías del clásico tardío, proponiendo el año 900 d. C. como inicio

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de otra fase de ocupación humana más relacionada con los grupos nahuas venidos a lo que hoy es
el actual territorio nacional (Amaroli, 2017).

Lo que en realidad sorprende por medio de la búsqueda de evidencia de ocupación humana en


este momento son dos aspectos propios de esta misma ocupación:

a) Una irrupción o intrusión de elementos de corte mexicano en el ámbito cultural de esta


parte de Mesoamérica históricamente muy influenciada por la cultura maya [ CITATION
Esc12 \l 17418 ].
b) Una producción cultural bastante voluminosa, lo que implica un rápido desarrollo
comercial, técnico, cultural y social de estos grupos en la región (Fowler Jr.; 2011).

Lo interesante de esta ocupación humana es que tiene un alto grado en su cultura material de
elementos de origen mexicano compuesto por:

 estilos cerámicos muy parecidos a los producidos en el sitio de Tula durante el posclásico
temprano, (Fowler Jr.; 2011),
 elementos arquitectónicos caraterizados por una arquitectura defensiva ubicada en
elevaciones geográficas, así como abundancia de artefactos de obsidiana como puntas de
flecha y navajillas prismáticasen alugnos de estos sitios (Escamilla M. V., 2011; Méndez,
2014; Amaroli, 2017)
 unidades sociales bien estrucutradas y política y socialmente independientes [ CITATION
Sam11 \l 17418 ]
 inclusión de rasgos arquitectónicos de larga tradición en Mesoamérica como es el caso de
las estructuras circulares, algunas de ellas asociadas a deidades mexicanas [ CITATION
Mor14 \l 17418 ].
 Elementos simbólicos relacionados con la cultura tolteca – chichimeca procedente del
norte de México

En cuanto al surgimiento y desarrollo de estos grupos humanos portadores de cultura mexicana


en estas tierras tenemos que algunos sitios como Cihuatán y Las Marías adquirieron un acelerado
desarrollo ocupando una posición preeminente sobre el resto de poblaciones de la región como es
el caso de Cihuatán que muestra una ocupación muy temprana fechada para el año 900 d. C. al
1200 d. C. [ CITATION Ama17 \l 17418 ]. El lapso de tiempo de ocupación de Cihuatán con respecto

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a su desarrollo arquitectónico y material es quizá demasiado corto en comparación con otros
sitios de fases culturales anteriores como San Andrés o Cara Sucia. Cihuatán posee características
esencialmente posclásicas, fue un sitio amurallado, sus edificios tuvieron almenas en el techo, el
sitio está construido en una enorme plataforma de piedra de 6 metros de altura y 150 por lado con
lo que adquirió una ventaja para controlar su entorno inmediato en la zona (Ibid., 2017).

Otro sitio del mismo tiempo es Las Marías, a doce kilómetros de Cihuatán, pero este sitio tiene
características distintas a las de Cihuatán, pues no posee murallas ni plazas, ni posee juegos de
pelota, ni estructuras ceremoniales representativas, por lo que el arqueólogo Paul Amaroli cree
que puede ser una extensión de Cihuatán, o bien pudiera ser un reino aliado, y, en el último de los
caso, un reino completo ante la existencia de Cihuatán en el mismo período (Amaroli, Amador, &
Bruhns, 2002 ; Amaroli, 2017).

Fowler propone que los grupos nahuas se internaron en oleadas múltiples llegando hasta lo que
hoy es el territorio de El Salvador fundando los asentamientos de Cihuatán, Las Marías e Izalco
entre otros, sostiene que los grupos autóctonos llevaron un proceso de aculturación y por
consiguiente de adopción de una cultura mexicana [CITATION Fow111 \t \l 17418 ]. Señala que
existe una correspondencia no sólo a nivel de cultura material y arquitectónica entre Tula y
Cihuatán, por la existencia de plazas para la celebración de festividades cívicas ceremoniales y su
distribución paralelas en el sitio (Ibíd., 2011). Esta propuesta es descartada por Paul Amaroli
(2017) que propone que la correspondencia entre Cihuatán y una urbe posclásica de origen
mexicano no es la Tula Xicocotitlán, sino un patrón genérico que muchos sitios del posclásico
temprano utilizaron y que no fue pertenencia exclusiva de Tula ni un producto original de esta
ciudad, señala además el que Fowler haya cambiado de forma arbitraria el término de “Fase
Cihuatán”, nombrada así por Haberland en los años cincuenta, a “Fase Guazapa” [CITATION
Ama17 \t \l 17418 ], pero lo que en realidad define Fowler es un complejo cerámico de acuerdo a
un “sitio tipo”, algo distinto a una fase, entendiendo un complejo cerámico como: “Un conjunto
de elementos u objetos cerámicos que identifican un período arqueológico” [ CITATION Her92 \l
17418 ], señalamiento que no es un argumento de peso en el análisis sobre la ascendencia
histórica del sitio.

Las teorías sobre su emigración

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Son varias las teorías que se han propuesto tanto por investigadores extranjeros como por
investigadores nacionales, en todas las teorías el elemento común es el de la emigración hacia
tierras del sureste de Mesoamérica, su establecimiento y rápido desarrollo, así como la repentina
desaparición de algunos de los sitios más significativos de la cultura de estos pueblos (Fowler Jr.;
1995; Fowler Jr., 1995; Escamilla M. V., 2012).

La colonización nahua en estas tierras se hizo gradualmente y para W. Fowler (2011) existen dos
hipótesis: la primera en la que en este proceso de colonización es patrocinado por el “estado
tolteca” lo que implicaría la existencia de un estado con una considerable fuerza económica capaz
de financiar estos movimientos sociales de manera organizada con fines económicos para
recuperar esa inversión a larga distancia con el fin de procurarse los bienes que no existiesen en
su área de población original.

La otra opción es un movimiento migratorio de oleadas múltiples que no fueron auspiciados por
el estado dirigente de estas migraciones. Esto implica que los objetivos del movimiento no fueron
militares estrictamente sino que pudieron ser de carácter comercial y hasta poblacional o
demográfico. Los movimientos van sucediéndose uno a uno hasta llegar a establecerse zonas de
control de recursos y de rutas de comercio, lo que puede significar el inicio de un asentamiento o
enclave [CITATION Fow111 \t \l 17418 ].

Paul Amaroli (2017) ha propuesto que la llegada de los pueblos nahuas pos colapso a la región
tuvo un impacto en las poblaciones autóctonas, las cuales se relacionaron y con el paso del
tiempo se mezclaron con los pobladores originales transmitieron su cultura a los residentes
quienes terminaron por imitar o emular las tradiciones que traían las poblaciones alóctonas
venidas desde el Valle de México. Amaroli destaca también la ocupación de otros sitios como
Chalchuapa, que ya venían con un largo historial de ocupación humana, pero que particularmente
en este sitio la erupción devastadora del Ilopango ocurrida en 535 d. C. afecto a dicha ocupación
hasta casi hacer desaparecer el asentamiento, el cual aunque nunca es desalojado, no se
recuperará sino hasta la llegada de estos grupos nahuas. Esta aseveración es producto de un
estudio que realizó el arqueólogo Stanley Boggs, quien durante los años cuarenta del siglo XX
realizó investigaciones en unas de las estructuras principales la 1 o B1 - 1 y la 2 o B1-2
observando la acumulación de repello en la primera, lo que podría significar la falta de
mantenimiento de la estructura, llevándolo a la conclusión que el sitio pudo estar abandonado en

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algún momento entre el posclásico tardío y el comienzo del posclásico temprano, época en que se
dio la llegada de los grupos nahuas, lo que apuntaría a una cohabitación de los nahuas con los
grupos de población anterior a su llegada [ CITATION Ama17 \l 17418 ].

Por otro lado el arqueólogo Marlon Escamilla (2011) piensa y propone que, de acuerdo a sus
investigaciones en la Sierra del Bálsamo en la costa pacífica de El Salvador, los motivos de la
emigración de los grupos nahuas fueron de búsqueda y apropiación simbólica del paisaje, que
guardaba relación con la estrategia de construir sitios en lugares elevados en su punto de origen
para reproducir o emular simbólicamente aquellos sitios ubicados en las alturas de los cerros en
donde construyeron templos para valorizar su relación con el agua, elemento sagrado en su
religión y el cerro, elemento geográfico también sagrado en su cosmovisión [ CITATION Esc11 \l
17418 ], esta afirmación aún está bajo estudio por Escamilla.

Discusión de las propuestas.

El investigador Fowler propone dos formas de emigración, de las cuales menciona que la primera
podría ser un modelo de migración y colonización sucesiva cuyos poder económico de auspicio
pudiera haber venido de un “Estado tolteca”, pero investigadores como López Austin y López
Lujan (2001) sugieren que Tula, la capital del estado tolteca ha sido sobre valorizada y no fue
aquella gran urbe de la que se habla en las fuentes etnohistóricas, sino más bien fue un “modesto
estado” con relativo o cierto éxito cuya duración apenas fue de 150 años alrededor del siglo XII,
debido a que los Olmecas históricos o Xicalancas les habían vencido e impuesto onerosos
tributos económicos para mantenerlos [CITATION Fow95 \t \l 17418 ] , razón por la cual se inició la
diáspora tolteca, por lo que al parecer que dicha propuesta tendría dificultades en demostrar un
financiamiento de dicha migración. Por otro lado la emigración independiente, es decir sin la
intervención del estado tolteca es bastante lógica, aunque de haberse hecho así, hubiese
encontrado dificultades al encontrar resistencia por parte de la gran variedad del pueblos que
enfrentasen en su emigrar, esto por un lado obliga a creer que siempre sería necesario mucho del
aspecto militarista para neutralizar toda aquella agresión por parte de los grupos autóctonos que
los toltecas migrantes encontraron según se internaban en el actual territorio centroamericano
[CITATION Ama17 \t \l 17418 ].

El modelo de Amaroli está basado en la transmisión de la cultura por un contacto social motivado
por la adquisición y comercio de bienes de la zona hacia el estado tolteca en México. Esto

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implicaría que las poblaciones visitante y nativas tendrían que abandonar las costumbres propias
que por largos siglos habían sostenido, lo que a su vez significaría una transculturización dada en
el interior de una sociedad caracterizada por una cultura conservadora y verticalista además de
valoradora del arraigo como base de su identidad cultural, pero estos amalgamamientos han
venido dándose a lo largo de toda la historia humana, como sucedió con los griegos y los persas
en la antigüedad, los romanos y los bárbaros, en los que cada pueblo se junta y produce una
cultura híbrida. Pero esto no explica la producción de material bélico que ha caracterizado a esta
zona de Mesoamérica durante esta etapa de tiempo.

Karen Bruhns sostiene, tras sus estudios en los sitios de Cihuatán y Las Marías que
probablemente los grupos nahuas hayan venido de regiones tan lejanas como Veracruz, pero
dicho enfoque es descartado por Fowler [CITATION Fow111 \t \l 17418 ].

Una muestra de esto constituiría el hecho de que en sitios como Cihuatán se encuentran templos
de estructura circular, que durante el posclásico temprano estuvieron dedicados a Quetzalcoátl en
su manifestación como Ehécatl.

tl [CITATION Ama17 \t \l 17418 ], así como el uso de elementos decorativos que les recordasen su
punto de origen para tratar de demostrar su abolengo, estos elementos se reproducen en lugares
públicos tales como palacios, en donde, de acuerdo a este autor, han sido encontrados
representaciones de biznagas, especie de cactos que solamente se dan en zonas semidesérticas de
clima muy frío o muy caliente, por lo que esta representación de biznagas puede ser un símbolo
por medio del cual la élite social establecida en Cihuatán trataba de demostrar su abolengo. Otro
punto a favor de esta interpretación es el uso de una iconografía religiosa que los une a los
lugares de origen ancestral como el uso de simbología relacionada con el paisaje semi desértico
de la planicie norteña mexicana, así lo demuestra una urna funeraria expuesta en el Museo
Universitario de Antropología de la Universidad Tecnológica de El Salvador cuya ornamentación
se encuentra basada en elementos iconográficos tales como la montaña, el viento y la
representación de cactos o biznagas, todo el conjunto plasmado con una técnica de relieve que
recorre la parte más voluminosa de la urna monócroma [ CITATION Mus12 \l 17418 ].

Al respecto los pueblos del posclásico especialmente los venidos del centro de México el término
Altépetl que significaba literalmente “Agua – Cerro” esta dualidad no solamente expresaba el
binomio agua – tierra, sino que llego a adquirir un significado social, ya que así se le designaba al

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conjunto social en sí entendiéndolo como una unidad, independiente, con sus propios recursos
humanos para funcionar (Amaroli, 2017; Sampeck, 2011).

Pero volviendo al plano espiritual, es aquí en donde la hipótesis de Escamilla (2011) cobra
fuerza, ya que por la situación de muchos de los templos ubicados en lugares prácticamente
inaccesibles como Cerro Ulata, El Panteoncito, Jicalapa entre otros, como lo constituyen los
bordes de las lengüetas de tierra que corren en dirección sur y sobre las cuales se asientan dichas
construcciones (Méndez, 2014; Escamilla M. V., 2011), los hallazgos en las investigaciones
confirman la presencia de fragmentos de botellas Tláloc como los que reportaron Fowler (2011) y
Amaroli (2002), poco se sabe de estas botellas con la efigie de un dios originario de México cuyo
culto se practico aquí y que también estaba relacionado con el agua tanto del oceano como del
cielo y la tierra, a él estaban asociados las esculturas de sapos en posición sedente y con el rostro
levantado hacie el cielo [ CITATION Mus12 \l 17418 ] y también encontradas en estos lugares.

Consideraciones finales.

Al analizar todas las propuestas elaboradas por los arqueólogos citados notamos que existen
elementos comunes entre todas estas propuestas con algunas diferencias en algunos aspectos.
Ninguno de ellos señalan si puede haber aspectos comunes entre una propuesta y otra dando
como resultado una hipótesis nueva y más completa que interprete de manera más eficaz el
fenómeno de las migraciones en Centroamérica.

Es posible que los grupos nahuas hallan emigrado por causas militares dada las derrotas que
sufrieron por parte de los Xicalancas, al ser expulsados pudieron haber montado enclaves como el
de la zona del Zoconusco y desde ahí haber emigrado a tierras centroamericanas, no se omite la
resistencia que pudieron haber encontrado al avanzar y ganar terreno frente a pueblos oriundos de
la zona en la cual emigraron. Esto puede justificar la abundancia de material bélico, puntas de
flecha, encontradas en sitios como Cihuatán.

El establecimiento de enclaves como afirma Escamilla bien pudiese haberse debido a control de
rutas comerciales, lo cual encaja con el modelo de emigración independiente propuesto por
Fowler, pero con el interesante ingrediente de cosmovisión que puede haber sido la causa por la
que los grupos nahuas construyeron sitios en lugares prácticamente inaccesibles en la cordillera
del bálsamo, ya no sólo con una visión exclusivamente militar, sino de apropiación simbólica del

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paisaje con miras a tener siempre en la memoria histórica el lugar de origen de estos grupos, que
al igual que otros pueblos del Altiplano Central de México, elaboraron toda una serie de
celebraciones o conmemoraciones tratando de subrayar la importancia del origen en los pueblos
chichimecas emigrados al Altiplano Central y provenientes de tierras compuestas por planicies
semi desérticas.

Hay contrastes de visión, no pueden faltar, con respecto a la visión y estudio de este fenómeno,
como los de Amaroli que lleva ya tiempo investigando el sitio de Cihuatán y que le ha hecho
construir una teoría propia sobre la llegada de estos grupos mexicanos y el haberse rodeado de
grupos mayas satélites oriundos de la zona, lo que para el explicaría la correspondencia y
ausencia de ciertos estilos cerámicos en la zona, aunque es interesante que a este respecto
Escamilla y Fowler acoten que dicha producción podría deberse a una dinámica particular de esta
región, lo que implicaría un estudio más cercano de los estilos cerámicos Zancudo polícromo
sobre blanco y Jején polícromo sobre rojo porque pueden constituir una pauta para reconstruir
zonas de comercio locales de las cuales Cihaután haya sido la protagonista, razón por la cual
grupos rivales la atacaron e incendiaron ocasionando su abandono.

El autor cree que puede llegarse a la construcción de un modelo multi causal que incluya muchas
de las posibilidades que caracterizan las anteriores propuestas, en mayor o menor grado, a fin de
dar una explicación más amplia a este fenómeno de mucha importancia para el período
posclásico temprano. Solamente una visión de conjunto, integradora y que también incluya otras
disciplinas como la biología, la geología, la arquitectura y la historia de las artes pueden llevar a
construir un panorama variado en el cual se enmarque dichos movimientos migratorios
entendiendo que fue la gesta de un pueblo en busca de una nueva identidad rememorando
constantemente un pasado cultural importante.

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