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La paideia. — La formación humanística del niño y del ¡oven se denominó


entre los griegos «paideia». Correspondería al ciclo completo de
nuestros estudios, pero difiere profundamente en dos aspectos:
1) La paideia no es sólo instrucción, sino es incorporación a los ideales de
la cultura griega. Es el cultivo de los sentimientos religiosos y
patrióticos, unido al de los sentimientos éticos. Los griegos reconocen el
valor absoluto de la personalidad humana y de la perfección ética. Al
dominio de sí mismo, a la auto-conquista lograda por el saber, a la
armonía y la autodisciplina la denominaron «sofrosyne».
2) El propósito de la paideia no es sólo llenar las necesidades del
desarrollo del niño, sino formar al hombre maduro. La palabra «paideia»
puede también ser traducida por: «tratamiento que conviene aplicar al
niño para hacer de él un hombre».
El latín, para decir lo mismo, emplea la palabra «humanitas»,
humanidades. En ambos casos el niño no constituye un fin en sí mismo,
sino un fin en vista al hombre futuro.

Cuando en Grecia se habla de la formación del niño, se alude a la


instrucción moral, donde está centrado el humanismo. El educador no es
el maestro, sino el pedagogo (de pais, paidós, niño, y ago, conduzco), el
que acompaña y vigila al niño.
Es el pedagogo el que transmite los ideales familiares y el que favorece la
incorporación del niño al medio social.
Lo que quiere la educación griega es la formación del hombre completo:
cuerpo y alma, sensibilidad y razón, carácter y espíritu.

De aquí que por la instrucción no se pretendía formar al sabio, al artista,


al literato, sino que se procuraba dar una norma de vida que estaba de
acuerdo con un ideal de perfección.

El hombre que posee una sólida cultura humanística se encuentra


preparado para afrontar todo género de empresas: hacer progresar las
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ciencias, llegar a conductor político, dirigir arriesgadas exploraciones,


etc.

Por las humanidades el hombre adquiere, junto con el conocimiento


moral humano, el dominio completo de la razón, de la palabra,
instrumento privilegiado de su cultura y vehículo de la vida social.

La educación liberal. — Al humanismo griego se lo ha denominado también


«educación liberal», o sea, educación del hombre para que éste pueda
usar con pleno conocimiento de la propia libertad; o si no, actividad
intelectual del hombre que le permite desentenderse de las tareas
manuales para poder gozar de las altas expresiones del espíritu.
Es por eso que la educación griega no impone a los educadores normas
fijas que los obliguen a seguir determinados métodos. De ahí que todos
los educadores tenían respeto a cuanto se relacionaba con la libertad del
individuo.

Por eso también la cultura griega no tiene un carácter tradicional, no se


limita a la monótona repetición del pasado, sino que es progresiva, se
renueva continuamente, fija la mirada en el porvenir.

La formación del individuo en todas sus direcciones se alcanza con un


perfecto equilibrio de sus distintas actividades.

El equilibrio se logra con el ideal de la armonía, con la aspiración a


la kalokagathya, es decir, con la bondad indisolublemente unida a la
belleza, como bondad resultante de un firme dominio de sí, como
belleza que representa exteriormente el severo orden interior del ánimo.
Por esto la educación es perfecta euritmia, equilibrio que se alcanza
únicamente con una lucha interior en el individuo contra’el desorden de
las fuerzas instintivas, hasta alcanzar un iluminado y coherente
concepto de la vida.
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► PERÍODOS DE LA EDUCACIÓN GRIEGA


La educación tuvo en Grecia distintos momentos, determinados por las
circunstancias históricas. En su evolución podemos distinguir cuatro
períodos:

1) el período arcaico, heroico o legendario, que corresponde a los siglos X al VI a. C. y


cuyo contenido conocemos a través de los poemas de Homero;
2) los comienzos de la «paideia», o sea el inicio de los grandes ideales educativos
caracterizados en dos pueblos griegos: Esparta y Atenas;
3) el período de las grandes innovaciones pedagógicas, provocadas en el siglo V por los
sofistas y Sócrates; y
4) el período helenístico o de expansión de la educación y de los ideales formativos
griegos por todo el mundo helenístico.

1) PERÍODO ARCAICO
La educación heroica: — Con los poemas de Homero se abre la historia
de la educación en Grecia.

En La Ilíada y la Odisea, donde se celebran las hazañas de los héroes de las


ciudades griegas que lucharon en el asedio de la ciudad de Troya,
encontraremos los mejores testimonios de lo que era la educación
arcaica.
El ideal concreto de la educación arcaica es el héroe. E

l héroe es el hombre que sabe dominar a los demás y dominarse a sí


mismo, que es poseedor de una capacidad espiritual y corporal
dispuesta siempre a emplearla en lo bueno y para lo bello.

La formación del héroe es siempre una lucha para conquistar virtudes,


para alcanzar el premio, para dominar la naturaleza, para mantenerse
en una situación de preeminencia con respecto a la masa del pueblo.
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Mas los poemas de Homero tienen otro valor. En sus ejemplos se inspira
toda la cultura griega. De Homero salen las artes, la historia y la
gramática. Esta circunstancia, conocida por Platón, le permitió afirmar
que Homero es el educador de toda la Grecia.
La Ilíada nos habla de un mundo dominado por una aristocracia de guerreros.
En la cumbre encontraremos al rey, rodeado de una verdadera corte integrada, parte por
hombres de consejo y experiencia, parte por jóvenes y fieles guerreros que forman la clase
noble.
Todos viven en la corte y comen en la mesa real, mientras la cortesía acompaña al
caballero en todas partes, hasta en la guerra. Por su semejanza con la organización
prefeudal de la corte de Carlomagno, se puede hablar de una caballería homérica.
Él «prudente centauro Quirón» es la figura típica del educador, maestro de Aquiles y de
otros .veinte héroes. Le había enseñado a Aquiles los deportes, los ejercicios
caballerescos, la caza, la equitación, la cirugía, la farmacopea y las artes cortesanas,
como el tañer la lira.
El héroe debe saber de todo, pero su verdadero guía, el anciano Fénix, le infunde en su
conciencia un alto ideal de conducta humana.
En la hora decisiva recuerda el fin para el cual lo ha educado: «Me han ordenado que te
instruya como a mi hijo. Debes decir cuanto debe ser dicho y hacer cuanto necesita ser
hecho».
«Para ambas cosas te he educado, para pronunciar palabras y para realizar acciones»,
fórmula que condensa el doble ideal del perfecto caballero: ser buen orador y excelente
guerrero.
La Odisea pinta las costumbres domésticas y muestra los conocimientos geográficos.
Nos habla de Ulises, describe sus viajes, sus aventuras, su vida familiar y hogareña. Aquí
aparece la diosa de la sabiduría bajo la figura de Mentor, instruyendo a su hijo Telémaco.
El nombre de Mentor ha servido, desde el Telémaco de Fe-nelón, para designar al viejo
amigo, protector, maestro y guía.
Al principio, Telémaco es un joven abandonado, sin energía, sensible, doliente; pero la
influencia de su maestro lo convierte en un luchador valeroso. Así sorprendemos, desde los
orígenes de la civilización griega, un tipo de educación netamente definido: el joven noble
recibe los consejos y los ejemplos de una persona mayor, a la que’ se le confía para su
formación.
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2) PERÍODO DE LOS COMIENZOS DE LA


«PAIDEIA»
Después de la caída de Troya, dos ciudades comienzan a destacarse:
Esparta y Atenas.
Durante más de tres siglos la vida política de Grecia giró alrededor de
estos dos pueblos, considerados como los polos del genio griego.

Atenas, de origen jónico, de carácter emprendedor, inquieto,


revolucionario; Esparta, en cambio, de origen dorio, apegada a sus
tradiciones, aristocrática y conservadora, que cultivó más las virtudes
militares que las artes y las letras, en las cuales llegó a ser maestra su
rival Atenas.

• LA EDUCACIÓN EN ESPARTA:
Carácter. — La educación espartana se caracteriza por su sentido
exclusivamente estatal y, sobre todo, militarista.
Esto se explica si recordamos que Esparta tuvo que defenderse
permanentemente de los pueblos vecinos y de los enemigos interiores o
clases sometidas.

Etapas. — El Estado era quien determinaba si el niño recién nacido tenía


las condiciones que podían hacerlo en el futuro apto para su servicio. No
bien había visto la luz debía ser presentado ante una comisión de
ancianos que examinaban su constitución física.
Si era débil o deforme, era arrojado desde lo alto del
monte Taigeto. Hasta los siete años dejaban al niño con su familia, pero
después de esa edad hasta su muerte el espartano pertenecía
totalmente al Estado.
A partir de los siete años comenzaba la educación pública, de carácter
obligatorio, impartida en organizaciones de tipo militar. La escuela era
única, sólo para la clase dominante.
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Los niños recibían sus lecciones de monitores escogidos en grupos de 64


alumnos; debían aceptar sin murmurar las órdenes y los castigos.

La dirección general de los grupos estaba a cargo de un


superintendente (paidónomo) auxiliado por inspectores de
disciplina (mastigóforos) que abusaban del látigo.
A los 12 años, el niño vestía el manto de la virilidad. De los 18 a los 20,
los jóvenes formaban los kruptoi o grupos encargados de vigilar las
fronteras, vivían fuera de las ciudades y hacían ejecutar por los
esclavos (ilotas) los trabajos de utilidad pública.
Hasta los 30 años permanecían en la categoría de irenos; dirigidos por
un instructor, aleccionaban a los más jóvenes.

Al terminar ese período, adquirían los derechos de ciudadanos y podían


constituir una familia, pero permanecían siempre en los cuarteles,
comiendo en mesas comunes y sirviendo de maestros a la juventud.

La mujer era ejercitada en los deportes y en la danza. La disciplina


fomentaba en ellas los sentimientos de honor e impavidez, llegando a no
inmutarse al oír que sus hijos habían sucumbido en la batalla, a
condición de que hubiesen caído de cara al enemigo.

Prácticas. — Para el espartano, la educación física era fundamental y con


ella se buscaba la resistencia corporal.
Vestían la misma túnica en verano y en invierno, llevaban los cabellos
rasurados y se acostaban sobre un lecho de juncos recogidos en las
riberas del Eurotas.
Los ejercicios al aire libre eran variados: lucha, carreras, saltos,
jabalinas, etcétera. La caza, rama importante de su plan de enseñanza,
fue preferida sobre todo.

Practicaban, entre otros deportes, uno muy semejante a nuestro fútbol


(el episkiros).
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Niños y jóvenes aprendían a tocar la cítara y a cantar. Preferían los


ritmos viriles y los himnos marciales del poeta Tirteo. Esta educación
culminaba con la danza guerrera.
El uso del látigo era corriente.

Anualmente, en las fiestas de Diana, los maestros administraban


castigos públicos para desarrollar el espíritu de sumisión. El pundonor
exigía que soportaran los golpes sin quejarse.

La educación moral constituía la base de la educación patrocinada


por Licurgo. Se aprovechaban todas las ocasiones para inspirar al niño el
respeto a las leyes y a la religión, la obediencia absoluta al Estado y a
los superiores jerárquicos.
Las fiestas religiosas y los banquetes públicos favorecían este intento,
pues el joven escuchaba a los ancianos discutir los negocios del Estado.

En tal ambiente los jóvenes adquirían hábitos de urbanidad y de


sociabilidad.

La mesa era frugal y el niño debía buscar el complemento necesario


para satisfacer su apetito aunque recurriera al hurto y a la simulación
(astucia).

Esta práctica no era inmoral, pues consideraban la propiedad individual


como una especie de usufructo y nada impedía a los servidores del
Estado-propietario el robar.

La educación intelectual ocupaba un lugar reducido y secundario en la


formación de los jóvenes espartanos.

Generalmente ignoraban el alfabeto, despreciaban la elocuencia y


cultivaban el laconismo o parquedad en las palabras.
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La enseñanza de la escritura y de la lectura parece que no formaba


parte de la educación pública; en cierta época fueron objeto de
enseñanza privada.

Las ciencias y las artes no eran apreciadas. Sin embargo, se cantaban


partes de los poemas homéricos.

• LA EDUCACIÓN EN ATENAS
Carácter. — La educación ateniense difiere profundamente de la
espartana, por su organización y por su espíritu. Constituye el tipo más
representativo de la educación griega. En ella vamos a encontrar, en
toda su plenitud, el humanismo pedagógico con su culto por la libertad y
su preocupación por el desarrollo armónico de la personalidad.
Con extraordinaria perspicacia caracterizó el historiador ateniense Tucídides  las
excelencias de la formación ateniense sobre la espartana: «No educamos a nuestros niños
mediante procedimientos de violencia, sino dejando que libremente se desarrollen hasta
hacerse hombres.
Amamos y cultivamos lo bello, sin vana ostentación. Amamos la verdad, tendemos hacia el
conocimiento sin dejarnos ganar por la molicie ni la holganza. Somos atrevidos y hasta
temerarios, pero nuestra exaltación no nos impide darnos cuenta del alcance de nuestra
empresa.»
Educación familiar. — Tanto en Atenas como en Esparta los niños recibían
de sus padres la primera educación.
Se les enseñaba poesías y cánticos apropiados para infundirles buenos
sentimientos y se aprovechaba su afición a los cuentos y fábulas para
inculcarles principios morales.

El culto doméstico y la asistencia a las ceremonias públicas fomentaba


en ellos la reverencia a las divinidades.

El amor patrio se cultivaba en la vida hogareña y en las manifestaciones


sociales.
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La tradición nacional se trasmitía al vincular el joven con el adulto, el


niño con el pedagogo, el maestro con el discípulo; estableciéndose una
mutua simpatía que proporcionaba un ejemplo directo para la formación
del carácter.

La educación no era realizada por el maestro, sino por el pedagogo,


esclavo encargado por los padres de acompañar al niño en todas sus
actividades, de llevar sus útiles, de iluminar con su farol el camino, etc.

El pedagogo, delegado por la familia, es el formador del carácter moral.


De ahí la superioridad de sus tareas.

III.-LAS INSTITUCIONES ESCOLARES GRIEGAS


Las instituciones escolares griegas fueron de cuatro clases:

1) la escuela de primeras letras;


2) el gimnasio o las instituciones destinadas a impartir una educación secundaria
incipiente;
3) una enseñanza superior impartida en clases de filosofía y retórica, y
4) una formación militar y ciudadana obtenida con las prácticas propias de la efebía.
La enseñanza elemental. — A la edad de siete años, el niño era conducido a
la escuela acompañado por el pedagogo.
El maestro (gramatista) era un simple particular que enseñaba a leer y a
escribir.

Su oficio era mal retribuido y poco estimado. La enseñanza era el último


refugio de las personas de buena familia que habían venido a menos.

Los maestros ignoraban todo método. Eran indiferentes a las dificultades


psicológicas o a los métodos progresivos.

Como en las antiguas escuelas de Oriente, la didáctica era rudimentaria.


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Se aprendía a reconocer y a nombras las letras (apelación), luego a


pronunciar las sílabas, finalmente las palabras. Inmediatamente seguía
el aprendizaje de la lectura a través de algunos textos poéticos.

La tarea era trabajosa.

Era necesario reconocer las palabras porque en los textos estaban


escritas una a continuación de otra sin separación ni puntuación.

Se debía captar primero el sentido de las palabras para que la lectura


fuera inteligible.

El procedimiento era mecánico ; el maestro recitaba y el alumno repetía


en voz alta.

Como los textos eran costosos, cuando el alumno sabía escribir los
copiaba, o si no el maestro dictaba fragmentos que luego hacía
comparar con sus textos, cotejando los errores.

Debemos recordar que Platón consideraba que cuatro años no era


mucho tiempo para aprender a leer.

La escritura se realizaba por medio de un punzón sobre tabletas o


cuadros de madera cubiertos de cera. Uno de los extremos del punzón
era aplanado y servía para borrar. Frecuentemente se empleaban
cañitas talladas de tal modo que se podía escribir con tinta.

Lo escrito se borraba con una esponja. En la escuela se aprendía


también a contar con ayuda de los dedos. Nunca se enseñaron las
cuatro operaciones.
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La disciplina era severa: a menudo, el maestro recurría a los castigos


corporales.

La imagen característica que se guardaba como recuerdo de la escuela


era la del terrible maestro y del temor que inspiraba. «No se prospera si no
se realiza un esfuerzo costoso» era el lema.
Las escuelas elementales (didaskaleion) en los tiempos más antiguos se
hallaban establecidas en tiendas; era frecuente también encontrarlas en
las plazas públicas y en los recodos de las calles.
En la escuela, el maestro se instalaba en un asiento, y los niños se
agrupaban a su alrededor; no había bancos ni mesas.

El gimnasio o la incipiente educación secundaria. — Cuando ya sabía leer y


escribir, el adolescente proseguía su formación en la escuela del
gramático, profundizando el estudio de los poetas y de los escritores
clásicos.
El primer autor que se estudiaba era Homero, luego Hesíodo, cuyas
sentencias ya se aprendían en la escuela elemental, seguía el teatro
de Eurípides o los discursos de Demóstenes.

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