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Y como todo lo bueno acaba, los más recientes informes del Consejo Nacional
de Población (Conapo), advierten que para el año 2034 simplemente será
demasiado tarde. Dentro de 29 años, nuestro país tendrá la misma cantidad de
niños que de ancianos, proporción que se incrementará a 166 viejos por cada
cien menores de 15 años en 2050, según las proyecciones demográficas más
sólidas.

De nada sirven las lamentaciones y menos las comparaciones dolorosas, pero


en la gran mayoría de las naciones de Europa Occidental y en Corea del Sur, se
logró aprovechar el bono demográfico y consolidar así niveles de progreso y
desarrollo envidiables, ya que fundamentalmente se traducen en bienestar
para los pueblos. En México la oportunidad llegó justo en el momento en que
estructuralmente, la planta productiva del país no podía absorber a la
población que llegaba al estatus de económicamente activa, entonces la
migración y la economía informal, atraparon a miles, millones de mexicanos
que demandaban un empleo, sin conseguirlo.

El realista informe de la Conapo advierte que el proceso de envejecimiento


demográfico ocurrirá en nuestro país en un lapso bastante menor al observado
en países más desarrollados y en un contexto socioeconómico menos favorable
y por aquello de las desigualdades de género, este envejecimiento tendrá un
carácter predominantemente femenino, debido a que aunque nacen más
hombres que mujeres, éstos suelen morir primero. Actualmente los mayores
de 60 años suman 8.2 millones de los 106.5 millones de habitantes del país,
que crecerán a 22.2 millones en 2030 y hacia mediados de siglo llegarán a
36.2 millones.

A todo lo anterior hay que agregar el sistema de pensiones y jubilaciones en


crisis, para anticipar un panorama que bordeará los linderos del desastre. Hay
oportunidades únicas y en el caso de México la nuestra llegó para
desperdiciarse

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— `  Eugenio Tironi
— `  2008
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La pregunta qué es lo que mantiene unidas a las sociedades se hace urgente cuando se
experimentan procesos de modernización. Estos, desde el surgimiento de la escolaridad de masas
a la expansión del mercado, erosionan las formas tradicionales de organización y de cultura que
confieren abrigo e identidad a los individuos. En otros términos, cuando soplan los vientos de la
modernización, los vínculos comunitarios experimentan una lenta e inevitable decadencia. Lo que
plantea el problema de qué es lo que ha de llenar ese vacío o, si se prefiere, qué es lo que ha de
curar esas heridas que provocan los procesos de modernización.

Responder esa pregunta es lo básico de la política en las sociedades que se modernizan, y exige
comprender cómo se constituyen las sociedades y de qué forma se alcanza la cohesión entre sus
miembros. Esta motivación inspiró a las ciencias sociales -también a la economía clásica- desde
sus mismos orígenes y hasta casi la primera mitad del siglo veinte. En el caso de la sociología, ella
fue planteada siempre como el dilema entre diferenciación e integración social. O dicho de otro
modo; ¿cómo es posible que se produzca la integración en un mundo cada vez más complejo y
más diverso?

Las ciencias sociales formularon dos respuestas distintas a ese tipo de preguntas. Por una parte,
hubo quienes, desde Spencer pasando por las diversas variaciones de la economía neoclásica o
neoinstitucional, sostuvieron que si se disminuían los costos de transacción, la integración y la
cooperación social se producirían mediante acuerdos espontáneos. La política entonces debía
encaminarse a remover los obstáculos que impiden un intercambio sin fricciones. Ello exigía
aligerar las regulaciones, favorecer la elasticidad en el uso de los recursos, internalizar los costos y
beneficios de las acciones humanas, disminuir las asimetrías de información. En su conjunto, ese
tipo de respuesta supuso abandonar el patrón estatal del desarrollo para emprender una reforma
del Estado que apoyara una interacción más predecible y menos incierta entre las personas.

Por otra parte, hubo quienes, desde Durkheim a Putnam, han sostenido que la cooperación social
y la confianza son función de un conjunto de factores que en vez de ser resultado del contrato son
en cambio un supuesto de él. Las ciencias sociales han descrito esos factores de múltiples formas
-elementos morales o normativos, medios simbólicos de intercambio, mecanismos de socialización
-como se revisa en varios de los apartados de este libro.

Por supuesto esos dos puntos de vista son exageraciones típico-ideales de posiciones que en la
realidad están matizadas; pero así y todo puede sostenerse que desde los años ochenta las
políticas públicas se acercan más a la primera alternativa que a la segunda, tanto en América
Latina como en otras regiones del mundo. Este libro quiere argumentar a favor de un cambio de
énfasis. Sus diversos capítulos llaman la atención hacia las diversas dimensiones de la cohesión
social de las que debería ocuparse una nueva agenda de política pública.

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En el Capítulo 1, Carlos Peña González hace una revisión de la trayectoria del concepto de
cohesión social en las diversas tradiciones intelectuales clásicas, con especial atención en el
campo de la sociología. El autor subraya este es un concepto -como todos los de las ciencias
sociales, por lo demás -que tiene a la vez un carácter descriptivo y normativo. El Capítulo presenta
el debate contemporáneo en torno a ese tema y las definiciones de cohesión social que se han
elaborado, en especial a partir de los cambios que el mundo experimenta desde la década de los
noventa del siglo pasado, los cuales debilitan el arreglo social que se constituyó en la Europa de la
postguerra y ponen en entredicho el patrón histórico de desarrollo en la región de Latinoamérica. A
partir de este marco, el Capítulo revisa el problema de la constitución de los lazos sociales en la
tradición sociológica, en la filosofía política y en los orígenes del pensamiento económico. A
continuación, el texto examina la literatura sociológica sobre capital social, desde Durkheim hasta
los trabajos de Putnam, en su esfuerzo por compatibilizar diferenciación con integración o cohesión
social.

En la sección final el Capítulo destaca algunos efectos sociales que ha producido la hegemonía
que posee actualmente el discurso neoclásico en la esfera pública, y se avanzan algunas
conclusiones generales a tener en vista a la hora de examinar los problemas asociados a la
cohesión social.

En el Capítulo 2 Osvaldo Larrañaga e Irene Azócar efectúan un análisis de los aspectos


demográficos y económicos que están afectando a la familia, y a través de esta, a la cohesión
social Latinoamericana. Se refiere primero a los comportamientos reproductivos de la familia
latinoamericana, caracterizados por una profunda y rápida caída en la tasa de fecundidad. Esto,
junto al aumento de la esperanza de la vida, modifica estructuralmente el funcionamiento de los
hogares y las sociedades de la región, acercándolas a conseguir el "bono demográfico", es decir, a
lograr una favorable relación entre individuos laboralmente activos y pasivos; lo cual podría tener
efectos muy positivos sobre la cohesión social. En seguida, el Capítulo analiza los cambios en la
división del trabajo al interior de los hogares ante la progresiva incorporación de la mujer en el
mercado del trabajo. Esto debiera tener efectos en materia de reducción de la pobreza y de la
desigualdad de ingresos, y especialmente, en lo que respecta a la autonomía de las mujeres; todo
lo cual podría tener también efectos muy positivos para la cohesión social. Un tercer tema de
análisis son los adultos mayores, cuya participación en la población total alcanzará sus máximos
históricos en las próximas décadas, lo que requerirá de financiamiento, provisión de salud y de
cuidados: la forma como la sociedad enfrente este tema es, desde luego, muy relevante para la
cohesión social. Finalmente el Capítulo se refiere a la diversificación de los tipos de familia en la
región, lo que deja en gran medida en el pasado las formas tradicionales en las que descansó la
integración de sus sociedades: esto abre, por cierto, gigantescos desafíos para la cohesión social
latinoamericana.

En el Capítulo 3 Mario Marcel y Elizabeth Rivera, inspirándose en los trabajos de Esping-Andersen,


abordan el análisis de las políticas públicas en América Latina desde la perspectiva de los
regímenes de bienestar y su relación con la cohesión social. A diferencia de una tradición analítica
dominada por los conceptos de pobreza y desigualdad, lo que se busca responder en este Capítulo
es cómo sociedades tan desiguales como las latinoamericanas no se polarizan destructivamente,
por qué no han sido dotadas de los instrumentos para reducir la desigualdad, y cómo podría
cambiar esta situación en el futuro. Con este propósito el Capítulo parte por caracterizar los
regímenes de bienestar en los países de la región, donde aparece que el Estado es como un
proveedor más de bienestar, en un espectro que incluye también al mercado, las empresas, las
familias y la economía sumergida. En seguida, se analiza si la menor estatización de la generación
de bienestar en América Latina es producto del desplazamiento del Estado por otros proveedores,
o bien de restricciones político-históricas que han puesto limitaciones al uso de recursos públicos
para fines sociales. En la parte final se presenta un análisis de conglomerado para el conjunto de
América Latina, para concluir que el análisis de las características peculiares de los regímenes de
bienestar vigentes en la región puede ayudar a entender los actuales patrones de cohesión social y
a prever cómo éstos pueden verse tensionados o modificados en el futuro.

En el Capítulo 4 Patricio Meller, Paola Bordón, Matías Cociña y Elizabeth Rivera analizan el
impacto que tienen los mercados laborales sobre la cohesión social en Latinoamérica, concluyendo
que éstos desempeñan un importante rol cohesionador. En la primera parte del Capítulo se
propone un breve marco teórico acerca de las relaciones entre la cohesión social y el mercado, la
globalización, el mercado laboral y las políticas sociales. En seguida, se presenta un panorama de
los mercados laborales en la región para, en un tercer apartado, aportar evidencia sobre su
desempeño, segmentándolos por tipo de régimen de bienestar propuestos en el Capítulo 2.
Finalmente se proponen algunos patrones que pudiesen conducir a incrementar o disminuir los
grados de cohesión a partir del funcionamiento del mercado laboral.

En el Capítulo 5 Cristián Cox describe los cambios que se han producido en el campo de la
educación en las últimas décadas, y los evalúa en función de su impacto sobre la cohesión social.
Parte de la premisa que la educación tiene una importancia decisiva en la formación y distribución
de unas competencias y disposiciones que facilitan o dificultan la cooperación, así como en la
inculcación de un imaginario y de unos valores comunes en que el conjunto de los grupos de una
sociedad confieren valor normativo.
En una primera sección el Capítulo establece algunas distinciones conceptuales útiles para el
análisis de las relaciones entre educación y cohesión social. A partir de estas examina la evidencia
internacional, comparando la realidad del primer mundo y con la de América Latina. En la segunda
sección da cuenta del cambio de la actuación del Estado en el ámbito de la educación en
Latinoamérica, y analiza sus políticas desde la perspectiva de la cohesión social. En la tercera,
realiza un análisis comparado de los currículos oficiales desde la perspectiva de la formación de los
alumnos respecto a historia, sociedad y ciudadanía. En la cuarta sección, aborda la influencia en la
experiencia escolar de hechos culturales mayores, como son los cambios intergeneracionales de
valores, las tecnologías de información y conocimiento (TIC) y los medios masivos de
comunicación, y el efecto que esto tiene en la capacidad del profesor y de la escuela de contribuir
a la cohesión. El Capítulo se cierra con una sección de conclusiones y proposiciones acerca de
políticas que podrían fomentar la cohesión social a través de la educación.

En el Capítulo 6 Manuel Tironi e Eugenio Tironi retoman algunos de los temas tratados en el
Capítulo 1, y señalan que la cohesión social no es ni automática ni natural: ella se construye, y hay
diversas formas de hacerlo. Europa continental y Estados Unidos representan dos formas
diferentes de ver y construir la cohesión social en los diversos niveles en los que esta se sostiene.
La Europa de hoy ha desarrollado un amplio debate sobre la eficacia de su modelo de cohesión
social, lo que está estrechamente asociado con la llamada crisis de su Estado de Bienestar. Este
Capítulo argumenta que la ciudad, con fenómenos como la guetoización y la violencia urbana, es
clave a la hora de explicar por qué y cómo se quiebra la cohesión social en las sociedades
europeas y desarrolladas en general. En una primera sección expone brevemente la estructura
teórica en que se sostiene, a saber, que la cohesión social se estructura en tres niveles: uno
simbólico, uno político y otro práctico o urbano. En la segunda sección se describe lo que se ha
llamado el modelo social europeo vis-a-vis el modelo de los Estados Unidos, mostrando sus
particularidades regionales o sub-modelos. En la tercera sección se muestra el rol que ha tenido la
cuestión urbana en los diferentes sistemas de cohesión social, y por qué es un factor fundamental
en sus crisis. La cuarta sección revisa la historia de la violencia urbana en Francia, Gran Bretaña y
Estados Unidos, para concentrarse en el caso francés y en las revueltas que tuvieron en vilo a ese
país en noviembre 2005. Por último, se delinea, a partir de lo anterior, una breve reflexión para el
caso de América Latina.

En el Capítulo 7 Eugenio Tironi y Sebastián Pérez Bannen ensayan algunas conclusiones que se
extraen de los Capítulos precedentes y de lo que ha sido el trabajo de Cieplan en el proyecto sobre
el que reposa este libro. Parten por destacar la pertinencia del tema de la cohesión social en
América Latina, para luego mostrar las variedades que asume ese proceso según las
particularidades históricas de cada sociedad, retomando el contraste entre el "modelo europeo" y el
"modelo estadounidense" de cohesión social; a partir de lo cual definen algunos criterios para
enfocar el tema en América Latina. En seguida, el Capítulo enumera cuales son los soportes de la
cohesión social en la región, tanto en el plano objetivo como subjetivo; y en la sección que sigue se
hace el ejercicio inverso; esto es, la identificación de las amenazas a la misma en la situación
actual de la región. El Capítulo termina con una breve reflexión acerca de la necesidad de elaborar
una modalidad propiamente latinoamericana de cohesión social.

En suma, el conjunto de los Capítulos que componen este libro reposan sobre la sospecha que la
cohesión social es una de las dimensiones olvidadas, o al menos decaídas, de las políticas
públicas en las últimas décadas. Su propósito es contribuir a superar ese olvido y a inspirar una
nueva agenda para la política.

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