de Huanchaco, en la costa norte del Perú, en el departamento de La Libertad. Lo que más le gustaba a Juano era hacer carreras en la playa, porque sabía que era el más veloz y que les ganaría a sus hermanitos. «Juano nunca pierde», les repetía siempre. Una tarde en el malecón, Juano y sus hermanitos vieron a un perro grande y peludo que jugaba con un muchacho a recoger una pelota. Se llamaba Tobi. ¡Qué veloz es ese perro! —dijeron los hermanitos de Juano, quienes nunca habían visto otro perro tan veloz como su hermano y, además, muy bien cuidado y entrenado. Juano sintió celos de aquel perro. «Yo soy más veloz que él», pensó. Y decidió acercársele cuando su amo se alejó para comprar un helado. —¿Dónde has aprendido a correr tan bien? —Mi amo me enseñó en la ciudad. Queda muy lejos de aquí y solamente se puede ir en automóvil respondió Tobi. Yo no necesito ir en auto. Soy el perro más veloz de esta playa y puedo llegar hasta allá corriendo —dijo Juano muy orgulloso. —Yo regreso a la ciudad mañana por la tarde, te apuesto a que no llegarás —lo retó Tobi. —Te apuesto a que llegaré antes que tú —respondió Juano. —Bueno, búscame en la entrada a la ciudad donde hay un gran letrero luminoso. Ahí nos encontraremos —dijo Tobi con una sonrisa burlona y se fue con su amo. Los hermanitos pensaron que Juano se había vuelto loco por hacer esa apuesta. Pero Juano les repitió: —Ya lo verán, hermanos: Juano nunca pierde. Juano nunca había ido a la ciudad. Solo sabía que el camino era recto, pero ¿podría llegar corriendo antes que Tobi? Fue corriendo a su casita y le preguntó a su mamá si ella conocía la ciudad. Nunca he ido, Juano. Pero sé que es muy diferente de nuestra playa: hay muchos autos y mucho peligro. No estarás pensando en ir, ¿no? No te metas en problemas. Es peligroso. Durante toda la noche, Juano no dejó de pensar en la apuesta que le había hecho a Tobi. Aunque su mamá no estuviera de acuerdo, él sentía que debía cumplir su palabra. Al amanecer, mientras todos dormían, Juano se escapó rumbo a la ciudad. Lo único que llevó consigo fue un collar que su mamá le había regalado en su cumpleaños y que era muy valioso para él. Juano corrió sin parar y, rápidamente, se alejó de la playa. A su lado pasaban camiones y carros casi rozándolo; era peligroso ir por ahí, pero a él no le importó. Solo pensaba en la apuesta que quería ganar. Luego de unas horas, Juano tuvo sed y paró en una estación de gasolina. Ahí había un perro flaco, y Juano le preguntó si podía invitarle un poco de agua. —¿Qué me darás a cambio? preguntó el perro flaco. —No tengo nada para ofrecerle, señor —respondió el pobre Juano El perro flaco miró el collar de Juano. —No puedo darle mi collar: me lo regaló mi mamá... —dijo Juano, con miedo. —¡Eso no me interesa! Si no me das el collar, no te daré agua. Además, ¿tu mamá sabe que estás aquí solito? —dijo el perro flaco. A Juano no le quedó más remedio que cambiar su collar por un poco de agua. Juano ya se estaba desanimando, pero continuó su camino a la ciudad, aunque cada vez lo hacía más lento. Sus patitas le dolían mucho, estaba cansado y su piel sin pelo estaba quemándose con los fuertes rayos del sol. De pronto, sintió una bocina muy fuerte detrás de él. Era un auto que se había desviado, ¡y que estuvo a punto de atropellarlo! Por suerte, el carro se detuvo. El chofer se bajó y cargó a Juano, quien temblaba de miedo. ¿Qué haces por estas pistas tan peligrosas? ¡Me gusta mucho tu raza, eres un perro peruano sin pelo, te voy a entrenar para que seas un gran corredor! —dijo aquel muchacho. El chico metió al perrito en su auto. Luego de unos minutos, Juano se quedó profundamente dormido. Cuando despertó, Juano notó que estaba en una casa extraña. Sintió un aliento tibio sobre su cara: ¡era Tobi! —Juano, ¡casi te atropellan! Mi amo te recogió y te curó las heridas. ¿Qué pasó con el collar que llevabas colgado del cuello? —¡Oh, no! Ayer se lo cambié por agua a un perro flaco en un grifo... Juano también le contó a Tobi que había desobedecido a su mamá. —¿Desobedeciste a tu mamá? Yo pensé que no le tenías que pedir permiso a nadie. Pensé que no tenías nada que perder. —Sí, Tobi, pero ahora lo he perdido todo. Juano lloró. Ahora que estaba lejos de su casa, sentía que la apuesta que había hecho con Tobi había sido una tontería. Pasaron los días y, aunque su nuevo amo intentó entrenarlo para hacerlo aún más veloz, Juano no quiso ni caminar. Ya no le interesaba ser el más veloz. Para él, la felicidad solo estaba en aquella casita en la playa, junto a su familia. El amo se dio cuenta de que Juano estaba triste. Un día lo subió al auto. Por la ventana, Juano observó el gran anuncio luminoso del cual Tobi le habló en un inicio; vio muchísimos autos y camiones por las pistas, humo, gente apurada, y suspiró. Luego de unas horas, Juano estaba respirando un aire diferente: ¡era la brisa marina! Abrieron la puerta del carro y Juano bajó corriendo. ¡Estaba en Huanchaco nuevamente! Ladró y agradeció al muchacho con unos lengüetazos y empezó a correr rumbo a su casa. Juano se detuvo y le dijo a Tobi: —Muchas gracias, Tobi. Eres muy bueno y tienes una familia muy valiosa. Ahora mismo me iré a ver a la mía. En seguida se fue corriendo a buscar a su mamá, a quien encontró muy preocupada. Juano le prometió ser fiel y obediente. Desde ese día se portó bien y se dedicó a proteger y ayudar a su familia. Los días en la playa transcurrieron para Juano con alegría y tranquilidad. De vez en cuando, Tobi se encuentra con él y salen juntos a correr por la orilla del mar. DESPUES DE LEER RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS Y ENVIAR EN UN AUDIO LAS PREGUNTAS CON SUS RESPUESTAS
1. ¿Qué le apostó Tobi a Juano?
2. ¿Qué fue lo que dió a cambio Juano al perro para tomar agua? 3. ¿Qué sintió Juano cuando estaba lejos de su casa?
La Segunda Parte de La Serie, Durante Una Pelea Con Orochimaru, Naruto Logra Liberar Cuatro de Las Nueve Colas de Kurama, Hiriendo Involuntariamente A Sakura y Siendo Detenido Por Yamato