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TEMA 8 POPULISMO Y PERONISMO

Comenzaremos el tema planteándonos algunas interrogantes: ¿Es posible plantearse el


Populismo como una serie de características de gobierno que se repiten en todos los países?
¿Cuáles son las características que definen los “populismos”? ¿Qué diferencias existieron en los
procesos de los países? En la tentativa de dar una respuesta a estas preguntas, abordaremos
distintas interpretaciones sobre los populismos en América Latina.

Partiremos de lo planteado por Carlos de la Torre el cual reivindica el uso del concepto populismo,
ya que pese a las diferentes acepciones del mismo, pueden encontrarse rasgos en común en los
procesos que recaen bajo esta categoría. Este autor considera que se trata de un concepto vigente
para explicar realidades actuales. En esta misma línea Worsley, autor citado por Basurto en su
trabajo Populismo y Movilización de Masas, afirma que existen movimientos con diferentes
rasgos separados en el tiempo y culturalmente, que poseen características que justifican su
inclusión en el concepto de populismo, a pesar de las variaciones en ellas.

Carlos de la Torre analiza críticamente estudios recientes para redefinir una aproximación al
término “populismo”, encontrando diferentes conceptos para los que es utilizado. La polisemia
del término debe considerar también aquellos que creen necesario eliminarlo. Entre estas
podemos mencionar: movilización sociopolítica de las “masas” “atrasadas”, que son manipuladas
por lideres demagógicos y carismáticos; movimientos sociales multi-clasistas de base popular,
lideradas por la clase media o alta; un tipo de partido político con base popular, liderado por la
clase media o alta nacionalista con un líder carismático y carente de ideología precisa.

Para H. Braun el populismo es parte de una nueva forma de hacer política que se desarrolla en
América Latina desde los años 20. Políticos jóvenes de clase media comenzaron a adquirir
importancia alcanzando algunos de ellos los primeros puestos del poder. El poder de estos líderes
se baso en el apoyo de una masa cada vez más amplia, formada por sectores obreros y
campesinos así como también capas medias emergentes. Estas capas encontraron un lugar
político que nunca habían tenido, sintiéndose parte de la nación y adquiriendo un sentimiento
de dignidad personal y colectiva que los lideres se encargaron de otorgar.

Basurto cita a Hennessy el cual describe cinco fenómenos que explican la aparición de los
populismos en América Latina.

a- Ineptitud de la clase media para oficiar como portador de una revolución burguesa que
estimule un desarrollo económico.

b- Habilidad de las elites terratenientes para acomodarse a los cambios.

c- Incapacidad de las masas urbanas para generar organizaciones autónomas

d- Flujo de migrantes y grupos marginados en las ciudades.

e- Existencia en las áreas rurales de redes de dependencia que impiden organizaciones


campesinas.
Para de la Torre la redefinición del término es fundamental para sustentar que existen rasgos en
común identificables y comparables entre los fenómenos que han sido designados “populismos”.
Es necesario identificar las condiciones estructurales, partiendo de diferenciar el populismo como
régimen en el poder, del análisis del populismo como un movimiento social y político.
Las variables que es necesario analizar para entender el populismo según este autor son 4.
1- Estilo personalista de liderazgo carismático.
El líder populista se identifica con la totalidad de la nación, apelando a la Patria y/o el pueblo,
todos en lucha contra la oligarquía. Representa la honestidad y fuerza de voluntad que cumplirán
los deseos populares. Es un vinculo místico, el líder realizó algún acto extraordinario (Perón
estuvo preso por oponerse a la oligarquía), tienen atributos personales e invocan a mitos
relacionados con iconos de su cultura, mitos construidos y fomentados desde el líder y su
entorno.
2- Discurso político maniqueista.
Son discursos polémicos que buscan descalificar al discurso opositor, centrándose en la
importancia del control sobre las instituciones del Estado. Los discursos calculan el efecto
inmediato que causan a nivel ideológico y político, buscando el éxito a través de parecer
transparente al público y acorde a la realidad. Buscan constantemente alentar al público.
El discurso y la retorica populista llevan al máximo el recurso de apelar a las emociones para
persuadir y conformar actitudes ofreciendo seguridad. Todo el tiempo dividen en forma
maniqueista a la sociedad en dos campos antagónicos: el pueblo vs la oligarquía, representando
el pueblo a lo “bueno”, lo moral, lo justo.
De la Torre sostiene que es un discurso anti estatus quo y antidemocrático porque propugna la
destrucción del otro. Otorgan nuevos sentidos a palabras claves (“descamisados” en Argentina),
utilizando modismo del lenguaje popular y apelando a los medios masivos de comunicación.
En los actos populistas los seguidores se identifican entre sí, son individuos activos que no van
solo a observar, forman parte de los eventos transformándolos en verdaderos diálogos. Termina
siendo más importante el cómo lo dicen que lo qué dicen.
Los cambios en el lenguaje para transformarlo en un arma de comunicación en su favor también
es sostenido por Braun, quien agrega además que las elites tradicionales también utilizaron un
lenguaje maniqueo pero a la inversa: orden contra caos.
3- Mecanismo de articulación líder-bases clientelistas y de patronazgo.
Estos elementos deben ser estudiados para entender la importancia de capturar los votos. Los
populistas otorgaban a través del voto un sentido de pertenencia al movimiento, un aporte de
caridad más que el intercambio de votos por bienes o servicios. Hay muchos elementos que
deben ser analizados en forma separada, como ser los movimientos políticos y los elementos
sociales pues muchos de los participantes de las campañas no son votantes, como por ejemplo
los inmigrantes.
4- Análisis socio-histórico del populismo.
De la Torre refiere a 3 corrientes que analizan a los populismos intentando entender las acciones
de los seguidores de los líderes populistas.
a) Teorías de la modernización – años 50
Analizan la sociedad-masa. Braun presenta la postura de Gino Germani, quien consideró al
populismo como un proceso generalizado y más acelerado de modernización mundial. Para de la
Torre, la experiencia del fascismo lleva a Germani a interpretar el caso peronista sosteniendo que
las acciones de los sectores populares son irracionales y anomicas. Germani deploró el carácter
antidemocrático de los populismos. Esta visión homogeniza a los seguidores como “la masa”
calificando su acción como irracionales, lo que impide el análisis de su significado real.
Para Di Tella, ubicado en esta corriente, América Latina no estaba preparado para el tipo de
reformas impulsadas por el liberalismo y la social democracia europea, por ellos adoptaron una
gran variedad de movimientos políticos que, por falta de un término más adecuado, se han
aplicado el termino general de “populismos”.
Para este autor “el populismo es un movimiento político que tiene el respaldo de la masa de la
clase obrera urbana y/o el campesinado, pero que no dimana del poder organizativo autónomo
de ninguno de esos dos sectores”. En este sentido, los diferencia de movimientos comunistas y
socialistas porque estos si surgen desde “abajo”.
b) Teoría de la dependencia
Se refieren a la racionalidad instrumental de los seguidores. Los sectores subalternos apoyaron
de forma racional y acorde a intereses al líder pues sus necesidades concretas son atendidas.
El autor critica esta teoría porque pierde de vista los valores, ideologías y rituales de la clase
obrera y otros sectores a la vez que le da más importancia a la clase obrera que a los sectores
subalternos en su totalidad.
c) Teoría de la historia social – años 80
Esta corriente analiza los valores, ideologías y pensamientos de los sectores populares. James,
citado por De la Torre, analizó el caso del peronismo, planteando que éste formo y fue formado
por los sectores obreros. De alguna manera los obreros eligieron al peronismo pues existían otros
discursos que también contenían como destinatarios a los obreros. El éxito de Perón estuvo en
tomar las experiencias privadas de los trabajadores y hacerlas públicas, tomar sus valores y
afirmarlos, respondiendo a los reclamos de formar parte de la esfera pública.

El apoyo de las masas:

Se trata de movimientos encabezados por líderes cuyo poder se origina principalmente en el


apoyo de las masas urbanas y campesinas. Se forman a partir de elementos salidos de las distintas
clases sociales, aristócratas empobrecidos nuevos ricos aún no aceptados, minorías étnicas,
masas populares; todos estos grupos sociales encuentran un punto de acuerdo según Basurto en
un odio por el statu quo, la permanencia de las elites tradicionales en el poder. Es por este
carácter heterogéneo que Braun plantea que muchos autores lo verán condenado a fracasar: era
imposible poner tantas clases sociales diferentes bajo una misma enseña política.

Hennessy discrepa con la idea del apoyo de las masas en general ya que afirma que las masas
campesinas solo son tomadas en cuenta en la medida en que emigran a las ciudades y se
convierten en elementos de presión. Esta idea no es aplicable al populismo mexicano donde la
reforma agraria fue uno de los pilares del gobierno de Cárdenas. La reforma agraria tenía como
idea principal la construcción de ejidos, régimen tradicional de la posesión comunal. Esto es para
Basurto una de las diferencias fundamentales del populismo mexicano respecto de los otros
países de Latinoamérica ya que la defensa del carácter comunitario no es un aspecto meramente
retorico.

Basurto señala que la composición de los populismos puede reducirse a groso modo bajo dos
amplias capas: la primera originaria de las clases medias altas que asumen el rol de líderes, y la
segunda reclutada de las masas urbanas y en algunos casos rurales que ofician como clientela de
los primeros, las mismas eran movilizadas y manipuladas por la primera capa. En el caso de
México, Cárdenas representaba las expectativas populares que habían sido frustradas por el
maximato y la crisis del 29, expectativas que se expresaban principalmente a nivel agrario, desde
donde Cárdenas recibía mayor apoyo. Tomó partido por los reclamos populares distanciándose
así de los políticos precedentes, sin que esto significara que el gobierno perdiera control y
organización sobre estas movilizaciones, es más bien un cambio de objetivos respecto de políticas
anteriores. Por lo pronto, las concesiones a las grandes masas significarían la ampliación de la
base de su poder político y de resistencia frente a los opositores, incluso dentro de su propio
partido, pero además se enfrentó a antiguas organizaciones obreras y campesinas, a la expulsión
del propio Calles y la reorganización del partido oficial.

Esto permite introducirnos en otro aspecto polémico, la acción de las masas como irracionales o
racionales. Carlos de la Torre considera necesario superar la visión de las masas actuando de
forma anómica y considerar los mecanismos de clientelismo para entender que “las acciones de
las bases lejos de ser irracionales, son una respuesta racional a las condiciones de precariedad
estructural -pobreza y sistemas políticos poco receptivos- en las que viven.

Otra especificidad del populismo radica en su organización. Según Di Tella, el populismo


es un movimiento político que tiene el respaldo de las masas pero que no procede del poder
organizativo autónomo de ninguno de estos sectores. Los gobiernos populistas se encargaron de
la creación y organización de los movimientos populares, así como de la creación de sus propios
partidos políticos.

MANUAL – A MODO DE RESUMEN


Marisa Gallego y otras. Historia Latinoamericana 1700 – 2005.
Cap. 8. Crisis y surgimiento de populismos en América Latina (1930 – 1945)

Argentina: los primeros gobiernos de Perón.

Resultados del régimen oligárquico de la época “infame”.


La década infame o restauración conservadora (1930 – 1943) significo el retorno al
régimen oligárquico y aumento diferencias sociales y económicas, permitió y estimulo la
formación de una fuerza armada privada, la Legión Cívica, con instrucción militar, armamento y
la facultad de intervenir “en defensa del orden público amenazado o alterado”, lo que quiere decir
represión de los conflictos obreros e implementación del fraude electoral. Los partidos políticos
habían perdido credibilidad, siendo considerando los políticos inoperantes.
El papel de Perón dentro del golpe nacionalista de 1943.
Un sector del ejército, autoproclamado nacionalista, da un golpe en 1943, donde se
encontraba Perón, que llegó a tener cargos de ministro de Guerra, vicepresidente y Secretario de
Trabajo. Tomo elementos de Keynes, de las reformas laborales fascistas, de los planes
quinquenales de Stalin, de las propuestas legislativas socialista, etc. Pensaba que era
indispensable ocuparse de las clases bajas, en un proyecto de alianza de clase, integrando a la
clase obrera a la sociedad política. Desde la secretaría de trabajo se abocó a fortalecer la relación
con los sindicatos con medidas concretas, cumplimiento de los convenios colectivos de trabajo,
aumento de las indemnizaciones por despido, vacaciones pagas, ampliación del sistema
jubilatorio, etc. Por primera vez se los trataba como una fuerza necesaria para llevar adelante un
proyecto de país.
De esta manera, los grupos de poder intentaron sacar del escenario político a Perón, fue
obligado a renunciar de sus cargos y confinado en la isla Martín García. Los obreros y sindicatos
reaccionaron en una multitudinaria marcha a la plaza de mayo y el 17 de octubre y Perón fue
liberado. En 1946 ganó las elecciones con más del 55% de los votos.
Durante su mandato fueron comunes la censura y la represión a quienes manifestaban
críticas a su gestión. Puso todo el aparato estatal al servicio de la propaganda política. Conto con
la plena dedicación de su mujer, Eva Duarte.
Se reformó la Constitución en 1949, teniendo esta reforma un carácter social, incluyendo
en sus modificaciones que el bien privado es también un bien social y sostuvo el principio de la
justicia social, los derechos de los trabajadores (aunque no estipulaba el derecho a huelga), de la
mujer, de los ancianos y de los niños. Estableció que los minerales, fuentes naturales de energía
y servicios públicos pertenecían originariamente al estado y los que estuvieran en poder de
particulares debían ser devuelto, mediante compra o expropiación con indemnización previa.
Permitía también esta reforma la reelección por un segundo mandato consecutivo, así volvió a
ganar las elecciones en 1951 con más de 60% de los votos.

El proyecto económico de Perón.


El desarrollo industrial de la época permitió la aspiración de la burguesía industrial a
ampliar el mercado interno, es decir que crezca el número de consumidores, por eso vieron de
forma productiva el proteccionismo estatal. Un sector de esta clase propició una alianza con la
clase obrera y con algunos sectores organizados de la clase media y definieron un proyecto
político a través del peronismo. Se paso así de una industrialización sustitutiva de las
importaciones a un proyecto industrialista supeditado a la planificación estatal. El Estado
redistribuyó el ingreso, estimuló la producción regional, aumento el empleo del sector público,
invirtió en infraestructura y obras públicas que consolidaron la urbanización y ampliaron el
mercado interno para bienes de consumo que Argentina ya producía.
Con Perón se nacionalizo en Banco Central y sus fondos fueron dispuestos en función de
la economía nacional. La venta del ferrocarril fue polémica, ya que, si bien era una inversión, Gran
Bretaña era deudora de Argentina por las importaciones durante la guerra y se negaba a pagar
en efectivo. Siguieron otras nacionalizaciones como los teléfonos y el gas del Estado. Las empresas
que ya eran nacionales incrementaron su patrimonio.
El Estado era el único comprador de las producciones internas y extranjeras, y el único
vendedor de las exportaciones de cereales y oleaginosos al precio que fijara. Se puede hablar de
la nacionalización de la economía, por el gobierno declaró el 9 de julio del 47 la “independencia
económica”. La burguesía agraria quedó políticamente neutralizada durante los gobiernos
peronistas y las divisas del sector exportador pasaron a control del estado, pero el peronismo no
modifico la estructura agraria, no existió reforma agraria que atentara contra la gran propiedad
latifundista. Los pequeños emprendimientos familiares crecieron más de 10 veces, se fomentó la
industria liviana, por ej. la textil, pero la industria básica, la que determina si un país es industrial
o no prácticamente no se desarrolló porque se precisaba un fuerte apoyo estatal, esto conllevo a
muchas críticas.
En el 2do gobierno sobrevino la crisis y el Estado debió restringir los gastos, pese entonces
al progreso de la industria, el país siguió siendo un país agropecuario.

La Crisis.
La insistencia de Perón de mantenerse independiente y de no querer integrarse al FMI,
dificultó la venta de grano a los países europeos auxiliado a los EE. UU. mediante el plan Marshall.
En el 49 baja el precio del cereal redujo la rentabilidad y las áreas cultivadas, los grandes
propietarios rurales (contrarios a Perón) no aumentaron el cultivo, el problema aumentó cuando
en 1951 – 52 el país fue afectado por grandes sequias. Cuando entraron en crisis se volvió a las
recetas más características del liberalismo, paralización de obras públicas, reducción del gasto
Publio y eliminación del déficit fiscal, restricción del crédito al sector privado y contención de
aumento de salarios, equivalente a disminuir sueldos. Los sectores de menores recursos sintieron
la crisis y se enfrió el fervor obrero. Se llegó a un déficit de un 60% de combustible líquido. Frente
a la escasez de petróleo el gobierno comenzó a negociar con los Estados unidos y puso a YPF en
un plano de igualdad con los monopolios, pero no se llevaron a cabo estos contratos porque el
Congreso limitó los beneficios a otorgar a las empresas extranjeras y por el otro estas encontraron
insuficientes para sus ambiciones las condiciones establecidas con el gobierno argentino.
Con la iglesia se entra en crisis por la ley de divorcio y la eliminación de la enseñanza
religiosa, este fue unos de los factores que impulsó el golpe militar del 55, denominado revolución
libertadora, su líder Aramburú prohibió toda actividad peronista, convirtiendo en delito nombrar
a Perón, tener su retrato, cantar la marcha peronista. Desde entonces y hasta 1973 Perón debió
exiliarse y el peronismo quedó proscripto, sus militantes debieron adoptar distintas estrategias
de lucha políticas “la resistencia peronista”, la alianza con otros partidos, la recuperación de los
sindicatos, “el peronismo sin Perón” el “luche y vuelve”.

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LESLIE BETHELL, ed. HISTORIA DE AMÉRICA LATINA – tomo 15. EL CONO SUR DESDE 1930
- CAPÍTULO 1. Argentina, 1930-1946 - David Rock

ECONOMÍA Y POLÍTICA, 1940-1943.


Las condiciones perjudiciales que surgieron a finales de 1940 persistieron durante los
siguientes cuatro años de guerra. En el mismo momento en que tan fuerte parecía, la Argentina
liberal se encontraba al borde del derrumbamiento. En 1937 Argentina había exportado 17
millones de toneladas de cereales, pero en 1942 sólo pudo exportar 6,5 millones. La disminución
de las importaciones ofreció grandes y nuevas oportunidades a los fabricantes argentinos y los
turnos permanentes no tardaron en ser cosa común en las fábricas de Buenos Aires.
El derrumbamiento de las exportaciones agrícolas a partir de mediados de 1940 tuvo
algunos efectos beneficiosos en la economía urbana, toda vez que hizo que el pan fuese barato y
el coste de la vida fuera relativamente estable. Pero la decadencia de la agricultura causó
problemas en el campo. Durante la guerra mundial tuvieron lugar dos procesos simultáneos: la
agricultura decayó, pero la ganadería registró una expansión porque Gran Bretaña incrementó de
manera ininterrumpida sus importaciones de carne.
El Plan Pinedo ofreció una fórmula para un cambio controlado y cierto grado de
diversificación que serviría para contener los efectos de la guerra y minimizaría la agitación y la
dislocación. Pero no pasó de ser un plan, toda vez que apareció cuando el país ya había caído en
una crisis política, representó la entrada de Argentina en el campo de la planificación económica
global.
El Plan Pinedo ofreció una fórmula para un cambio controlado y cierto grado de
diversificación que serviría para contener los efectos de la guerra y minimizaría la agitación y la
dislocación.
A principios de 1941 Pinedo había dimitido a raíz de las acusaciones instigadas por los
nacionalistas sobre su involucración en tratos corruptos con las compañías ferroviarias británicas.
En marzo el ministro de Relaciones Exteriores, José Luis Cantilo, liberal-conservador, también
había dimitido, con lo que los ultraconservadores acaudillados por Castillo en persona habían
pasado a dominar el gobierno. Pero Castillo se veía cada vez más aislado y respondió
introduciendo en el gobierno a hombres que simpatizaban con los nacionalistas. Así pues, el
nacionalismo iba dejando de ser un movimiento situado al margen de la política. A medida que
surgían nuevas organizaciones nacionalistas y su propaganda se intensificaba, los nacionalistas
empezaron a arrastrar al país en varias direcciones nuevas.
En 1941 estos sentimientos habían adquirido una forma más agresiva. La Alianza
Libertadora Nacionalista declaró que ahora los nacionalistas aspiraban al «liderazgo de las masas
proletarias, para ponerlas en armonía con otros elementos de la sociedad hacia la conquista de
la justicia y la grandeza de la Nación».
A finales de 1941 las influencias nacionalistas adquirieron más fuerza y arraigo en el seno
del ejército, donde la idea de crear una industria armamentista nacional ejercía una fascinación
creciente, lo que a su vez aumentó mucho el apoyo al desarrollo industrial. Lo que iba adquiriendo
forma ahora era el compromiso con la industrialización total, dirigida por el ejército y el estado.
Con el Congreso controlado por los radicales, el presidente empezó a gobernar casi
exclusivamente por decreto. El 4 de junio de 1943 las tropas marcharon hasta el centro de Buenos
Aires para ocupar la Casa Rosada, mientras durante unas horas el Presidente Castillo hacía inútiles
intentos de resistencia desde un destructor de la armada en el Río de la Plata en el cual se había
refugiado.

LA SUBIDA DE PERÓN, 1943-1946.


El golpe de junio de 1943 se diferenció del de septiembre de 1930 en que llegó sin
anunciarse, fue concebido y ejecutado exclusivamente por el ejército y sus líderes se dividían en
«liberales» y «nacionalistas». En el corazón de la facción nacionalista había una asociación secreta
de militares, el Grupo Obra de Unificación (GOU), que consistía sólo en una veintena de miembros
activos, cerca de la mitad de ellos coroneles u oficiales de graduación inferior.
Estados Unidos era hostil a Argentina y, por tanto, el único recurso de Argentina era obrar
por cuenta propia. Todos los liberales habían sido substituidos por nacionalistas. El escenario
quedó despejado para la revolución nacionalista y la subida de Perón. Se procedió al
nombramiento, el 28 de octubre, del coronel Juan Domingo Perón como jefe del Departamento
Nacional del Trabajo. Perón daría «peso y eficiencia a los problemas laborales», porque conocía
las «verdaderas necesidades de las organizaciones obreras», y apoyaría la unidad del movimiento
sindical, «tratando siempre de evitar y resolver los conflictos». La tarea de Perón era la
«organización de los sindicatos». Perón gozaba de cierto prestigio en el ejército por su talento de
organizador y por sus ideas sobre el papel del ejército en la sociedad moderna. Sus opiniones al
respecto eran típicas de los nacionalistas, se había distinguido como anticomunista extremo,
temeroso de las intrigas comunistas para formar un frente popular y, sobre todo, temeroso de la
influencia comunista en los sindicatos.
La revolución nacionalista significaba mantener la riqueza nacional en el país y dar al
trabajo la parte que le correspondía; el propósito de la organización sindical era tener a los
«agitadores» a raya y mejorar los niveles de vida sin provocar conflictos de clase. Los líderes
sindicales encabezados por el secretario de la CGT, José Domenech, saludaron a Perón como
«Trabajador Número Uno de Argentina». También en este momento empezó Perón lo que pronto
sería su notoria relación con la actriz Eva Duarte.
Estados Unidos se negó a reconocer diplomáticamente al nuevo gobierno. El episodio fue
otra etapa importantísima de la subida de Perón. Al substituir a Ramírez en la presidencia, el
vicepresidente Farrell renunció al cargo que había ostentado hasta entonces, el de ministro de la
Guerra, que fue para Perón, primero de forma provisional pero poco después permanentemente.
Gracias a la caída de Ramírez, Perón controlaba ahora dos puestos del gabinete.
A finales de 1945 había triplicado los efectivos del ejército al tiempo que incrementaba la
participación militar en el gasto público del 17 por ciento en 1943 al 43 por ciento en 1945. Al
crecer el ejército, se empleó el personal militar en la construcción de carreteras; se formaron
nuevas plantas experimentales bajo el control y la supervisión del ejército. En abril de 1944 el
gobierno creó un Banco Industrial que se encargaría de financiar las industrias que se
considerasen de interés nacional, lo cual significaba principalmente las compañías estatales
dedicadas a producir armamentos. El gobierno promulgó edictos aún más nacionalistas, entre
ellos un «estatuto del peón» que fijaba salarios mínimos para los trabajadores rurales y era así
ejemplo de la vieja preocupación de los nacionalistas por la población rural. Por primera vez en
la historia la CGT participó en el desfile anual del 25 de mayo que conmemoraba la revolución de
mayo de 1810. Durante todo este período Perón permaneció en constante comunicación con los
líderes sindicales, prometiendo, exhortando y si hacía falta amenazándoles. Su mensaje seguía
siendo el mismo que a finales de 1943: instaba a la unidad y promulgaba constantemente el
clásico precepto católico de la «justicia social». Desde su otro puesto, el de ministro de Guerra,
Perón supervisó activamente la expansión del ejército al tiempo que incrementaba su poder y su
prestigio en el seno del mismo. Como ministro controlaba las comunicaciones entre el gobierno
y los militares, y aprovechaba plenamente su poder sobre los suministros.
El 11 de junio de 1944 pronunció su discurso más impresionante hasta la fecha, en el cual
presentó su concepto de la «nación en armas». Perón declaró que la guerra era una consecuencia
inevitable de la condición humana. proclamó: «Si deseas la paz, prepárate para la guerra». En
Estados Unidos el discurso de Perón fue atacado por «totalitario» y provocó un nuevo
enfriamiento de las relaciones. A partir de entonces, el Departamento de Estado utilizaría con
frecuencia la palabra «nazi» para referirse al régimen argentino.
En apenas un año a partir del golpe de estado de junio de 1943 contra Castillo, Perón se
había convertido de manera indiscutible en la figura principal del régimen militar; Farrell se
replegó y a partir de entonces su papel fue el de figura decorativa como presidente.
Las técnicas básicas que empleaba Perón eran hacer cumplir la legislación laboral que ya
existía, apoyar los aumentos salariales en sectores donde los sindicatos ya estaban organizados y
promover sindicatos nuevos donde no existiera ninguno. Los comunistas eran los líderes
sindicales que probablemente se hubieran resistido a él con mayor tenacidad. Sin embargo, su
número seguía siendo escaso y el gobierno exageraba constantemente su influencia. Tampoco
era muy seguro el prestigio de los comunistas entre los obreros, ya que durante toda la guerra
habían evitado las posturas extremistas que pudieran afectar al esfuerzo bélico.
El 19 de septiembre, después de tres meses de creciente tensión, miles y miles de
adversarios de Perón se reunieron en las calles de Buenos Aires en una «Marcha de la
Constitución y la Libertad». El 9 de octubre Ávalos consiguió obligar a Perón a dimitir de sus
múltiples puestos en el gobierno. Tres días después fue encarcelado en la isla de Martín García.
Parecía que el «peronismo» se había derrumbado bajo los ataques y que Farrell no tardaría en
satisfacer las principales exigencias de los «constitucionalistas» liberales: fijar una fecha para
celebrar elecciones al tiempo que cedía el control a un gobierno provisional encabezado por los
jueces del Tribunal Supremo. Con la victoria a su alcance, el movimiento que pretendía acabar
con Perón flaqueó. En los días que siguieron a su caída, las discusiones en el seno de la coalición
liberal retrasaron los esfuerzos de Juan Álvarez, el presidente del Tribunal Supremo, por organizar
un gobierno provisional. Surgieron otros conflictos entre los líderes de la coalición y el ejército. El
17 de octubre miles de obreros marcharon hasta el centro de Buenos Aires para exigir la puesta
en libertad de Perón. Si el ejército hubiera querido un gobierno nuevo dominado por los liberales,
hubiera podido actuar rápidamente para impedir la marcha de los obreros. No sólo permitió la
marcha, sino que autorizó a Perón, que dos días antes había regresado a Buenos Aires desde
Martín García, después de convencer a sus carceleros de que necesitaba tratamiento médico, a
dirigir la palabra desde la Casa Rosada a las inmensas multitudes reunidas en la Plaza de Mayo.
Proclamó una «indestructible unión de hermandad entre el pueblo y el ejército». Después del 17
de octubre la facción de Ávalos en el gobierno de Farrell dimitió; Perón y sus partidarios volvieron
al poder.
Perón había transformado totalmente la política argentina: había hecho que la pelea de
cincuenta años entre los radicales y los conservadores resultara un anacronismo; había empujado
a la clase obrera a participar en la política, al tiempo que prácticamente eliminaba los
tradicionales partidos obreros, en particular el socialista; había dividido el país entre los
partidarios «peronistas» de la «independencia económica» y la «justicia social» y los defensores
«antiperonistas» del antiguo orden liberal. Ahora se enfrentaba al reto de presentarse con poca
organización propia a unas elecciones contra una coalición que comprendía a casi todos los
partidos políticos. Tenía el apoyo de los sindicatos de Buenos Aires, pero casi nada más. En menos
de cinco meses tenía que formar una coalición nacional. En primer lugar, Perón se aseguró el
apoyo del Partido Laborista y logró ganarse a una minoría considerable de los radicales, así como
también algunos caudillos de provincias, finalmente, Perón gozaba del apoyo de la Iglesia, ya que
se comprometió a conservar la enseñanza religiosa en las escuelas. A finales de 1945 el
«peronismo» creció así rápidamente más allá de su base en los sindicatos bonaerenses y se
convirtió en un movimiento heterogéneo con nuevas fuentes de apoyo en las provincias y la
población rural. En 1946 Argentina se embarcó así en la versión revisada y popular de la
revolución nacionalista que proponía Perón.

Capítulo 2 - ARGENTINA, 1946-c. 1990.


LA DÉCADA PERONISTA, 1946-1955. David Rock

El día 24 de febrero de 1946 el general Juan Domingo Perón fue elegido presidente de
Argentina en una elección sin fraude. Por medio de astutas maniobras palaciegas Perón se
convirtió en la figura dominante del régimen y puso fin al aislamiento político de la élite militar
emprendiendo una serie de reformas laborales que surtieron un gran efecto en la clase obrera,
numéricamente incrementada por obra del proceso de industrialización y urbanización acelerado
a partir de los años treinta.
Unos días antes de asumir la presidencia en junio de 1946, ordenó la disolución de los
partidos de la alianza electoral y la creación de un nuevo partido, Perón nombró a los
organizadores del nuevo partido entre los legisladores recién elegidos. Aunque había unos
cuantos sindicalistas, la mayoría eran políticos de clase media. La anarquía fue, de hecho, el rasgo
distintivo del movimiento peronista durante los primeros años. Sólo el ejercicio constante de la
autoridad por parte del propio Perón neutralizó la falta general de disciplina entre sus seguidores.
Con el respaldo del ejército y la Iglesia, y la lealtad de una masa popular muy pronto
encuadrada bajo un liderazgo centralizado, el nuevo régimen había levantado cimientos seguros
para su sustentación. Empero, Perón decidió reforzar igualmente su gobierno por medio de
mecanismos burocráticos y represivos. La primera víctima fue la Corte Suprema, sus miembros
fueron acusados en el Congreso de haber reconocido como legítimos los gobiernos de hecho que
surgieron de los golpes militares de 1930 y 1943. Ocho meses más tarde fueron destituidos como
parte de una purga general del poder judicial. En 1945 la universidad, pasó por un proceso
parecido con la expulsión de miles de profesores. En 1947 fueron cerrados los semanarios
políticos de la oposición, y grupos económicos vinculados al régimen empezaron a adueñarse del
sistema de radiodifusión nacional. En 1951 la expropiación de uno de los periódicos más
tradicionales, La Prensa, y su traspaso a la CGT crearon un virtual monopolio estatal de los medios
de comunicación. Garantizada su legitimidad en el plano interno, el nuevo gobierno buscó
restablecer sus relaciones con Estados Unidos consiguiendo el levantamiento del embargo de
armas por parte de este país.
Esta combinación de intervención estatal, justicia social y economía orientada hacia
adentro no fue una experiencia aislada en América Latina. En 1949 el salario real aumentó más
de un 40 por ciento. Esta alteración de los precios relativos, casi sin precedente nacional o incluso
internacional, produjo una rápida expansión del consumo y un crecimiento industrial que alcanzó
el 10, 3 por ciento en 1946, el 12, 1 por ciento en 1947 y el 6, 9 por ciento en 1948. En este
contexto el clima de optimismo prevaleciente en el sector empresarial venció la inquietud
causada por la audaz política de ingresos y el poder de los sindicatos, preparando el camino para
una euforia prolongada en la Bolsa y una oleada de inversiones por parte de las empresas
privadas. A partir de 1946 el gobierno peronista llevó a cabo una política de nacionalización de
los servicios públicos (ferrocarriles, teléfonos, marina mercante, líneas aéreas, gasolina, etcétera).
Los terratenientes argentinos demostraron una gran flexibilidad ante el nuevo régimen.
Perón contribuyó a ello al escoger a un miembro de la Sociedad Rural para el cargo de ministro
de Agricultura. La suerte que corrió la Unión Industrial fue distinta. Los empresarios industriales
desafiaron al nuevo gobierno nombrando a líderes anticolaboracionistas teniendo como
resultado la decisión gubernamental poniendo fin a la independencia de la central empresaria.
Los sindicatos continuaron reclutando nuevos afiliados con apoyo oficial. Los 877.300 obreros
sindicalizados que había en 1946 se convirtieron en 1.532.900 en 1948. A partir de 1946 las
negociaciones colectivas penetraron profundamente en el mercado laboral; el sistema de
pensiones se hizo extensivo a los empleados y trabajadores de la industria y el comercio; y se
introdujeron las vacaciones pagadas y las indemnizaciones por despido.
Mientras Perón se concentraba en las tareas de gobierno, Evita tomó para sí la activación
política del movimiento oficial, a cuyo servicio puso una retórica vibrante y deliberadamente
brutal que enardecía a sus seguidores y despertaba miedo y odio entre sus enemigos, creó una
red de servicios sociales y hospitalarios para ellos por medio de la Fundación Eva Perón, que
substituyó y superó largamente las organizaciones de caridad de inspiración religiosa de las clases
altas, llegando hasta todos los rincones del país con envíos de máquinas de coser, bicicletas y
pelotas de fútbol. Dirigió la campaña a favor del sufragio femenino y, una vez instaurada por ley
en 1949, organizó la rama femenina del partido oficial.
Un artículo basado en la Constitución mexicana instauró la propiedad estatal de los
recursos energéticos, pero la modificación política más significativa consistió en revocar la
disposición que prohibía que el presidente fuera reelegido de manera consecutiva.
Una vez aprobada la reforma, se inició una campaña para que Perón fuese reelegido en
1951. Su imposición obligatoria a funcionarios y ciudadanos eliminó todo rastro de pluralismo en
la vida política y condenó a los demás partidos a una existencia prácticamente clandestina. Uno
de los cambios más importantes después del comienzo del segundo mandato de Perón en junio
de 1952 fue la reorganización de los vínculos entre el estado y los intereses sociales. El orden
corporativista erigido por Perón fue congruente con su ideología; prometía una sociedad
armoniosa libre de luchas de clases, construir un orden político que se centrara menos en los
sectores obrero y popular y otorgara claramente al estado el papel de árbitro entre las fuerzas
sociales.
El 26 de julio de 1952 murió Evita, víctima del cáncer. Con ella desapareció la figura que
mejor representaba al movimiento peronista para las masas populares, pero también cuanto éste
tenía de intolerable para sus adversarios. El sentimiento de hondo dolor colectivo que provocó
su desaparición inauguró, de forma ominosa, el segundo mandato de Perón. Desaparecido el
elemento clave del activismo popular, el gobierno apareció desde entonces como una máquina
burocrática que carecía del atractivo político de los primeros años y mostraba los vicios asociados
con un poder demasiado seguro de sí mismo; a principios de 1953 el círculo íntimo de Perón se
vio envuelto en un escandaloso caso de corrupción que tuvo por protagonista a Juan Duarte,
hermano de Evita. La CGT respondió apoyando los esfuerzos del presidente por rectificar las
cosas, pero el acto público en solidaridad con Perón terminó de manera dramática, al estallar
varias bombas puestas por comandos opositores, que causaron heridos y muertos. La respuesta
inmediata de los peronistas fue incendiar el Jockey Club, la sede tradicional de la clase alta, y
destruir las oficinas centrales de los partidos de la oposición. Una oleada de detenciones en masa
siguió a estos sucesos y descargó un duro golpe sobre el embrionario movimiento de resistencia.
Tras esos incidentes, Perón pareció darse cuenta de la necesidad de disipar la tensión política. Las
puertas del palacio presidencial se abrieron a los líderes de la oposición, pero los interlocutores
que importaban eran los radicales. Para entonces la prosperidad económica que había
acompañado a la instauración del régimen peronista se estaba disipando. Al mismo tiempo, la
inflación, que había sido del 3, 6 por ciento en 1947, aumentó hasta alcanzar un 15,3 por ciento
en 1948 y un 23,2 por ciento en 1949. La expansión del gasto público y el consiguiente crecimiento
del déficit fiscal completaban un panorama de crecientes dificultades. La crisis alcanzó su nivel
más alto en 1951 y expuso las debilidades de una estrategia económica que había dado buenos
resultados gracias a excepcionales circunstancias internas y externas. Fue entonces que el
gobierno decidió efectuar un cambio radical de su política económica y revisar sus prioridades
iniciales. La nueva estrategia favoreció entonces la estabilidad a expensas de la expansión
económica y el consumo, la agricultura a expensas de la industria, la iniciativa privada y el capital
extranjero a expensas del crecimiento del sector público. En 1952 una grave sequía obligaba a
Argentina a importar trigo por primera vez en su historia. Los problemas del suministro y los
obstáculos a la modernización industrial creados por la escasez de divisas fuertes indujeron a
Perón a hacer un llamamiento a las inversiones extranjeras. Este cambio en la ideología estatista
y nacionalista del régimen empezó en 1953 con una nueva ley de inversiones extranjeras. Pero el
panorama económico no mostraba señales de crisis inminente. Además, el acercamiento en las
relaciones con Estados Unidos y la apertura al capital extranjero habían galvanizado la imagen del
régimen peronista en el extranjero.
La causa más directa de la conspiración militar que puso fin al régimen peronista la
suministró el enfrentamiento del gobierno con la Iglesia. Para las fuerzas armadas, el apoyo de la
jerarquía eclesiástica a la política oficial había sido la confirmación del carácter culturalmente
conservador del peronismo. En 1954 una sucesión de iniciativas del gobierno empezó a debilitar
los intereses y la influencia de la Iglesia en la vida nacional. Entre ellas, la eliminación de las
subvenciones estatales para las escuelas privadas, la legalización de la prostitución y la supresión
de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Esta cuestión ha dado pie a innumerables
interrogantes, toda vez que Perón nunca explicó claramente las causas del conflicto. Perón irritó
a los obispos al dedicar mayor atención oficial al clero de otros cultos religiosos, incluso a los
adeptos al espiritismo. Durante la primera mitad de 1955 el enfrentamiento revistió un tono más
amenazante al anunciarse una nueva reforma constitucional para decidir la separación de la
Iglesia y el estado. Ante estos ataques, la jerarquía eclesiástica optó por la prudencia, pero los
sectores católicos activistas cerraron filas y convirtieron los templos en tribunas de protesta moral
y política. El gobierno acusó a los católicos de haber quemado una bandera nacional y deportó a
dos clérigos, a los que acusó de agitación antigubernamental. A la protesta civil le siguió el 16 de
junio un intento de golpe de estado. Un sector de la marina de guerra y la fuerza aérea se alzó en
rebeldía bombardeando y ametrallando los alrededores del palacio presidencial, causando
numerosos muertos y heridos. Esa noche, sofocado el levantamiento, las principales iglesias del
centro de la ciudad fueron saqueadas e incendiadas por peronistas. Unos días después de estos
sombríos sucesos, Perón, siguiendo los consejos del alto mando, anunció una política de
conciliación, declaró que la revolución peronista ha terminado y prometió que a partir de aquel
momento sería «el presidente de todos los argentinos». Los líderes políticos, a los que se dio
acceso a la radio por primera vez en doce años, aprovecharon la concesión del gobierno para
dejar claro que no estaban dispuestos a transigir. El fracaso de la tregua hizo que Perón cambiase
de táctica. La Plaza de Mayo fue testigo de una nueva versión del 17 de octubre de 1945.
Siguiendo un texto preparado, Perón dijo a la multitud que retiraba su dimisión y seguidamente
pronunció el discurso más violento de su carrera política. Empezó diciendo que había ofrecido la
paz a sus adversarios pero que éstos no la querían y terminó autorizando a sus seguidores a
tomarse la justicia por su mano. El 16 de septiembre estalló finalmente la decisiva revuelta militar.
Tropas rebeldes bajo el mando del general Eduardo Lonardi ocuparon las guarniciones de
Córdoba y la rebelión se extendió por el resto del país con mayor o menor fortuna. Perón se
refugió en la embajada de Paraguay. El 23 de septiembre, mientras la CGT reclamaba a los obreros
que conservaran la tranquilidad, una multitud se congregó en la Plaza de Mayo, esta vez para
celebrar el juramento del general Lonardi como presidente provisional de la República Argentina.

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