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Zapopan, Jal.

A 28-01-2020
Israel Rocha
Director Comunidad Brit Braja de México A.C.
Ensayo sobre el tema: El tiempo en el judaísmo/ El ciclo de la vida
Por: Jorge S. Bolaños Domínguez

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INTRODUCCIÓN

El hogar judío y la familia como su núcleo central, habitando en comunidad de mutuo


apoyo y soporte, constituyen la base de la existencia del pueblo judío.
“Ningún hombre sin esposa, ni tampoco ninguna mujer sin esposo, ni ninguno de los dos
sin Dios” (Bereshit Rabá 8:9). Esta relación se refleja en la ceremonia matrimonial judía.
Por la ley y por tradición, esta ceremonia instituye una nueva familia
El judaísmo es un sistema de vida que está construido en base a obligaciones en lugar de
derechos, por lo que ha sido muy común a lo largo de la historia del pueblo judío en la
diáspora, que se den conflictos de ideas, costumbres y creencias con los habitantes no
judíos de los lugares de asentamiento a este respecto. Esto es especialmente verdad
respecto al enfoque judío del matrimonio. Las obligaciones fomentan la responsabilidad y
el dar. Los derechos fomentan un sentido de privilegio que puede llevar a la
irresponsabilidad. En el judaísmo, uno no tiene derecho a nada; todo lo bueno que
tenemos es un regalo. [ CITATION Rav13 \l 3082 ]
La crianza y nacimiento de los niños judíos, tiene sus particularidades en el paso de una
etapa a la otra, no hay tal condición como “un pecado original” ni se le considera culpable
de nada, por lo tanto, no se tiene que “purificar” o “ser perdonado”; si en cambio, se
vuelve partícipe del pacto celebrado entre sus ancestros y Dios en el Sinaí.

Es una mitzvá el reproducirse, y una bendición el poder hacerlo. Antiguamente por la


necesidad de perpetuarse y de ser más numerosos como protección y fuerza de trabajo,
hoy ante la dispersión y también la desventaja numérica respecto a otras culturas y grupos
religiosos, por lo que la obligación y solidaridad mutua entre padres e hijos es valorada
enfáticamente, así como importante también, es el aspecto educativo, tal como la gran
diferencia resultante de la salida del ghetto e incursión en la cultura secular implicó a
partir de la Europa oriental de la pre guerra.
MATRIMONIO
La noción judía del matrimonio es que dos mitades se convierten en uno, completándose
mutuamente. “El hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá con su esposa, y serán
una sola carne” (Génesis 2:24). El matrimonio es el proceso de convertirse en una sola
carne; no son dos personas que se unen para formar una especie de sociedad, tampoco es
un acuerdo para vivir juntos obligadamente, por siempre; no es una forma de obtener un
beneficio en el pago de los gastos diarios al compartirlos, ni un método para compartir las
tareas de la casa. La noción judía del matrimonio es que dos mitades se convierten en
uno, completándose mutuamente.[ CITATION Rav12 \l 3082 ]

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Cuando ambos miembros judíos, parte de una pareja, por voluntad propia deciden unirse
en matrimonio, este se efectúa, como una unión de un carácter religioso y sagrado, la que
se lleva a cabo bajo la jupá, formada por cuatro postes de madera y unidos por una
cubierta de seda o satín, la que, simboliza el futuro hogar de la pareja, este hogar
temporal está diseñado y debería ser fundamentado espiritualmente, en base a como se
supone fue el primer hogar judío: el hogar de Abraham y Sará, abierto por los cuatro
costados, ya que construyeron su hogar con un fundamento espiritual, de bondad,
amabilidad y benevolencia. Era abierto por los cuatro costados porque querían que la
gente se sintiera bienvenida y querían poder ver a la gente para tener la oportunidad de
ayudarles, ser de utilidad y compartir sus bienes y su felicidad con todos.

LA CEREMONIA MATRIMONIAL
Las ceremonias matrimoniales judías consisten en dos partes:
I. Desposorio o Santificación (Kidushín), durante el cual la novia es prometida al
novio al colocarle el anillo en su dedo a la vez que le dice:
Haréi at mekudéshet li, betabáat zo, kedat Moshé ve Israel.
“He aquí que tú eres santificada (prometida) a mí, con este anillo, según la Ley de Moisés
y de Israel”. (Con esta declaración, y tras el consentimiento de la novia, ésta se
transforma en su esposa).
II. Matrimonio (Nisuín) es la consumación de la promesa. Queda simbolizada por la
novia y el novio parados bajo el palio (jupá), en tanto se recitan las Siete
Bendiciones (Sheva Berajot). La recitación de estas bendiciones exige la presencia
de un minyán.

Las bendiciones apropiadas para estas dos partes de la ceremonia las pronuncia el
oficiante frente a una copa de vino. La novia y el novio beben del vino.
Debido a que el contrato matrimonial (ketubá), que obliga al marido a mantener a su
esposa debe redactarse antes de la ceremonia, es costumbre que la ketubá se lea
durante la ceremonia matrimonial entre Kidushín y Nisuín.

Por precaución, es costumbre no utilizar para la ceremonia anillos con diamantes o con
piedras preciosas. Esto está relacionado con el deseo antiguo de evitar cualquier
posibilidad de fraude que pueda influir para invalidar el matrimonio, por no ser las joyas 3
del valor que se estimaba o esperaba y esto pudiera tomarse como una mentira o fraude.
Si se utiliza un anillo con piedras preciosas y la novia tiene cabal conocimiento de su valor,
la validez de la ceremonia matrimonial no puede ser puesta en duda.

El anillo que el novio entrega a la novia durante la ceremonia no puede ser prestado, debe
ser de propiedad del novio. Este anillo se considera como un regalo a la novia y no
simplemente como un objeto utilizado en un acto simbólico. Nadie puede entregar algo
que tiene en calidad de préstamo y que no le pertenece.

Si existe un anillo familiar que posee valor sentimental y la pareja desea utilizarlo para la
ceremonia, sólo puede hacerse si el novio lo adquiere de su dueño legal como obsequio, o
lo compra.
Es costumbre romper un vaso cuando finaliza la ceremonia matrimonial, para recordar
la destrucción del segundo Templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 de la Era
Común. Dado que el Templo todavía no ha sido restaurado, el vaso roto continúa
simbolizando el carácter incompleto de la restauración religiosa de Israel.

La comida festiva que sigue a la ceremonia se considera como seudat mítzvá, una
fiesta religiosa. Las Sheva Berajot que se pronunciaron durante la ceremonia
matrimonial se repiten a la conclusión de la comida matrimonial.
Es una gran mitzvá “alegrar al novio y a la novia”. Acompañando tradicionalmente a las
ceremonias matrimoniales judías con música, danzas y expresiones de gran alegría.

Las ceremonias de matrimonio no pueden tener lugar en Shabat o durante las


festividades (como tampoco en los días intermedios de Pésaj y Sucot), ni tampoco durante
las tres semanas que van del 17 de Tamuz hasta Tishá Be Av, ni durante el período de
treinta y tres días de Sefirat Haomer, ni en un día de ayuno ordinario.

MATRIMONIOS PROHIBIDOS
Todas las uniones, ya sean temporarias o permanentes, que se produzcan en una sola
ocasión o que se repitan, entre un hombre y una mujer que entran dentro de las
categorías siguientes son consideradas como incestuosas y están severamente prohibidas:
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·Relaciones de consanguinidad: madre, hermana, hija, nieta, tía (la hermana de la


madre o del padre).

·Casos de afinidad: las viudas de relaciones sanguíneas, por ejemplo: la esposa del
propio hijo, la esposa del padre, la esposa del tío (tía política), la esposa del hermano, etc.
Respecto a la esposa del hermano, como caso de excepción, véase Deuteronomio 25:5,
donde se establece la obligación para un hombre de desposar a la viuda de su hermano, si
éste murió sin dejar descendencia. Sin embargo, según la ley rabínica, un hombre debe
ejercer su “derecho de negarse” a contraer ese matrimonio de levirato y participar en la
ceremonia de jalítzá para liberar a la viuda del hermano a fin de que ésta pueda
desposarse con cualquier otro hombre). También están incluidas en esta categoría las
relaciones de consanguinidad de la esposa propia, por ejemplo, la madre de la esposa, la
hermana de la esposa, los hijos de la esposa (de matrimonios anteriores).

·La esposa de otro hombre que no haya obtenido el divorcio judío válido (guet) de su
anterior esposo.
·La segunda unión de un hombre con una mujer y la hija o nieta de ésta, sea que
ambas vivan o después de la muerte de la mujer.
·La hermana de la esposa, durante la vida de la esposa, inclusive si se ha divorciado
del esposo. Sólo después de la muerte de su esposa o ex-esposa, el hombre puede
desposar a la hermana de ésta.
Todas las uniones anteriormente señaladas están prohibidas por la ley judía y la Torá. En
ninguna circunstancia pueden esas uniones considerarse matrimonio, incluso si éste fue
contraído y aprobado por la ley civil o por un “director espiritual judío”. Estas relaciones
no tienen ninguna fuerza legal según la ley religiosa judía –ortodoxa- y para su disolución
no se requiere un guet.
Un niño nacido “fuera del matrimonio”, a pesar de contradecir y chocar a la moralidad
judía, no es clasificado como ilegítimo según la ley. Ese niño no lleva ningún estigma
especial. El término hebreo para bastardo, mamzér (según es utilizado en la Torá), se
refiere solamente a la descendencia producto de las relaciones prohibidas.
El “matrimonio” de un judío con un no judío no tiene validez según la ley religiosa judía y
no es considerado válido desde un punto de vista religioso. La base para una relación
santificada de acuerdo con la Ley de Moisés e Israel es la creación de una atmósfera en la
cual puedan cumplirse los preceptos del Señor, y donde los niños puedan criarse en un
ambiente de fe religiosa. El judaísmo no concibe el lazo matrimonial como un esquema 5
legal que otorga aprobación a la gratificación de los deseos físicos o emocionales de una
pareja. En un matrimonio mixto, en el que uno de los cónyuges pertenece a otra fe, está
ausente el fundamento mismo del matrimonio judío y de su propósito. Sin embargo, los
hijos de tales “matrimonios” no se consideran como hijos ilegales.
PROCEDIMIENTOS DE DIVORCIO SEGÚN LA ORTODOXIA
“Cuando una persona se divorcia de su primera esposa, inclusive el Altar derrama
lágrimas” (Guitín 90b). En la vida judía, el divorcio es considerado como un último y
trágico recurso, al que debe recurrirse solamente después de haber agotado todas las
demás posibilidades para restablecer la armonía matrimonial y para encender
nuevamente la llama del amor y el afecto que alguna vez existiera en la pareja. Pero
cuando se pierden todas las esperanzas de curar las heridas, “la ley del divorcio se otorgó
en nombre de la paz…Y aquellas personas que se divorcian cuando deben, traen bien para
sí y no mal”[ CITATION Rab17 \l 3082 ].

Un matrimonio consagrado “Según la Ley de Moisés y de Israel” no puede disolverse


salvo “de acuerdo con la Ley de Moisés y de Israel”. El procedimiento, basado en
preceptos bíblicos, está estrictamente gobernado por la halajá. (Los divorcios obtenidos
de acuerdo a ley civil o secular, por autoridades civiles, no tienen validez para la judía. Los
divorcios civiles no poseen ningún significado moral o espiritual para romper los lazos
consagrados en un matrimonio religioso). Los procedimientos de un divorcio judío deben
ser controlados por un Bet Din, un tribunal rabínico compuesto por tres rabinos
competentes en las leyes de matrimonio y divorcio. Además del Bet Din, completan el
personal requerido para el otorgamiento de un divorcio judío (guet), un escriba (sofer) y
dos testigos. Los miembros del Beit Din pueden servir de testigos si no hay otras personas
disponibles.

Aunque el Beit Din no puede autorizar la emisión de un guet antes de haber realizado
todos los esfuerzos posibles para reconciliar a la pareja, y esto solamente si los
fundamentos para el divorcio son suficientemente sólidos, cuando se obtuvo un divorcio
civil y se alcanzó un acuerdo aceptado en lo referente a los asuntos financieros y de
propiedad, el Beit Din en sí no debe intervenir en las razones del divorcio o en los arreglos
financieros. Según la ley judía, el deseo expresado por ambas partes de disolver el
matrimonio constituye, en última instancia, una razón suficiente.

El procedimiento completo puede tomar entre una hora y media y dos horas. La mayor
parte del tiempo se dedica a la redacción del guet por parte del escriba. El documento se
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redacta y tiene una apariencia similar a una columna de un rollo de la Torá. El guet se
redacta en forma individual para el marido y la mujer. Contiene los nombres de los
cónyuges, la fecha y el nombre de la ciudad en que se emite. El documento en sí no
menciona ningún fundamento del divorcio y ninguna acusación por parte del marido o de
la esposa.

Se formulan al marido y a la esposa un cierto número de preguntas de rutina para estar


seguros de la libre voluntad y del consentimiento para la acción del divorcio. La ceremonia
formal – basada en versículos bíblicos – determina que el esposo “otorga” el guet y la
esposa lo “recibe”. Pero en esencia es ésta una cuestión de procedimiento. En la práctica
efectiva una persona no otorga y la otra no recibe, sin el respectivo consentimiento y la
aprobación de ambas partes. Esto ocurre especialmente en países fuera de Israel, donde
las cortes religiosas no tienen poder para obligar al marido a consentir en el otorgamiento
del guet, u obligar a la mujer a consentir en recibirlo. Solamente se ejerce una presión
moral.

La adhesión a los principios de la ley judía en la diáspora en asuntos que tratan la


condición personal y familiar – matrimonio y divorcio – es completamente voluntaria. El
aspecto voluntario puede parecer deseable, pero tiene sus inconvenientes y su
contrapartida en la carencia de poder por parte del tribunal religioso para corregir
injusticias flagrantes contra el marido o la mujer.

Los documentos de divorcio deben ser escritos en su totalidad específicamente para un


hombre determinado y una mujer determinada y para el propósito específico de llevar a
cabo un divorcio determinado. El escriba y los dos testigos deben ser judíos observantes, y
no deben estar relacionados entre sí ni tampoco con el marido o con la esposa.
El procedimiento es más sencillo cuando tanto el marido como la mujer están presentes,
pero si pudiera resultar difícil e indeseable que éstos se encuentren cara a cara, el
procedimiento se completa por medio de un mensajero. En ese caso, el marido coloca el
documento en las manos de un mensajero que actúa en nombre del marido. Cualquier
miembro del Beit Din uno de los testigos o el mismo escriba pueden actuar como tal.

Después de finalizado el procedimiento, se hace una rasgadura en el documento para


indicar que éste ya fue utilizado y no puede volver a usarse nuevamente. El documento en
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sí es retenido por el Beit Din y conservado en un archivo permanente. Sendos juegos de
cartas oficiales, denominadas de liberación (ptor) se entregan al hombre y a la mujer,
como testimonio de que el guet ha sido otorgado, confirmando así el derecho de contraer
matrimonio nuevamente. (Si se extravía un ptor puede obtenerse otra copia, pero si se
pierde el Documento de Divorcio original es imposible reemplazarlo.)

Después de otorgado el guet, una mujer no puede casarse nuevamente durante un


período de noventa y dos días. La razón de este período de espera es evitar toda duda
acerca de la paternidad que pueda surgir si ella se casa nuevamente y se embaraza
inmediatamente.

Las leyes referentes a la redacción de un documento válido de acuerdo con la halajá y


los procedimientos en sí, son numerosos y complejos. Por ello, deben ser vigilados por las
personas más competentes en la ley del divorcio, para evitar un error que pueda invalidar
el guet.

EL DIVORCIO EN EL JUDAISMO LIBERAL

En el Judaísmo Liberal, no se requiere de tramitar un Get, así como tampoco de la


presentación del caso ante un Beit Din para gestionar un divorcio judío. Sólo el libre
albedrío de los cónyuges para dar por terminada la relación o la presentación de alguna
de las siguientes causales:

Por adulterio o infidelidad matrimonial (Sh’mót/Éxodo 20,10).


Por inasistencia alimentaria, de vestuario y del deber conyugal (Sh’mót/Éxodo 21,10).
Por incurrir en cualquier acto de violencia física, verbal, psicológica, moral, gestual o
simbólica contra la pareja.
El trato indiferente, descortés, frío, parco y tosco, se cuenta también como violencia
intrafamiliar y es causal de divorcio; pero no aplica cuando la parte agredida se comporta,
así como resultado de un acto de violencia intrafamiliar sufrido por parte de su pareja.
Toda forma de chantaje, manipulación, abuso o violencia sexual dentro del matrimonio, es
también causal de divorcio. El rabino ortodoxo Haim HaLevy Donin, en su libro El Ser
Judío, enseña: “Utilizar el acto conyugal como un arma contra su propio compañero, como
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un medio de castigarle, o como un medio para lograr sus propósitos en otros asuntos, es
una ofensa muy seria en las relaciones entre marido y mujer”. ¡Para el Judaísmo Liberal e
Independiente no todo se vale, ni en el amor ni en la guerra!
Por descuido de los deberes propios del hogar (a menos que se trate de una pareja con
buena capacidad económica que les permita contratar empleados domésticos, el deber de
lavar, planchar, cocinar, barrer y atender a los hijos, ya no es exclusivo de la mujer;
igualmente el deber de trabajar para pagar las cuentas del hogar y hacer las compras, ya
no es exclusivo del varón.
Si pasaron 10 años de casados y no tuvieron hijos (Mishná, Guitín 4:8).
Por enfermedad mental o trastornos psicológicos que afecten gravemente la shalom bayit
(paz del hogar); también por enfermedad contagiosa no-curable, y por contraer alguna
enfermedad venérea (pues ello es evidencia médica de haber incurrido en adulterio).
Cuando uno de los cónyuges le prohíbe al otro ir a visitar a sus padres y/o quedarse con
ellos por algunos días, porque se estaría obligando a la parte afectada a transgredir la
mitzvá de honrar a los padres.
Por solicitud expresa y tajante de cualquiera de los cónyuges (Guitín 90b).
La Mishná dice, en nombre de Rabí Akiva, que también puede considerarse causal de
divorcio que alguno de los contrayentes se haya enamorado de otra persona, ya que está
escrito en la Torá: "si no encuentra gracia a sus ojos" (Mishná, Guitín 9:10).
Está prohibido convencer a la parte agredida a que se reconcilie con el cónyuge agresor
cuando ha habido una situación de violencia intrafamiliar, de manipulación, abuso o
violencia sexual.
También está prohibido invocar cualquier causal para sabotear el divorcio y pretender que
el matrimonio siga contra la voluntad de quien desea divorciarse, e incluso comportarse
obstinadamente.
¿CÓMO SE OFICIALIZA UN DIVORCIO EN EL JUDAÍSMO LIBERAL?
La Halajá dice que un matrimonio judío sólo puede ser reconocido como tal si cumple con
tres condiciones:
a) que la esposa reciba un anillo propiedad del esposo,
b) que tengan Ketubá o Contrato de Matrimonio, y
c) que el esposo lleve a vivir a su esposa a su casa.
Hoy día, por las múltiples y complejas situaciones, esta halajá debe ser entendida de la
siguiente manera:
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a) que los esposos tengan anillos nupciales,
b) que vivan juntos bajo el mismo techo, y
c) que tengan una Ketubá.
Si faltasen estas condiciones o una de ellas, ese matrimonio no puede ser considerado un
matrimonio halájico, es decir, legal conforme la Ley Judía.
Por lo tanto, y ya que un matrimonio celebrado según la costumbre de Am Israel sólo
puede ser disuelto según la costumbre de Am Israel, hay que seguir los siguientes pasos
para gestionar un divorcio según la tradición Liberal e Independiente, así:

1. Una de las partes debe manifestarle verbalmente o por escrito a la otra, su deseo de
dar por terminado el matrimonio, y exponer las causas que le llevan a tomar esta
determinación. Sin este paso, no se puede avanzar a los siguientes. Hay que notificar a la
pareja de la decisión.

2. Las partes deben despojarse de sus respectivas argollas matrimoniales. Una vez
notificada la pareja, no se deben seguir usando más las argollas. Hacerlo es aferrarse
obsesivamente a una falsa ilusión. Ni siquiera se deben seguir usando las argollas
nupciales para guardar las apariencias ante la sociedad, ¿para evadir el “qué dirán los
demás?".

3. La Ketubá debe romperse, destruirse. Si no se hace esto, el matrimonio seguirá


estando halájicamente vigente, y seguirán casados conforme la Ley Judía, así no usen
las argollas nupciales.
4. Sólo la parte que es, ante la ley civil, propietaria legal y plenipotenciaria de la vivienda,
es quien debe quedarse; la otra parte debe abandonar la vivienda a la mayor brevedad
posible. Cuando la vivienda está a nombre de los dos (que por lo general aparece como
“vivienda de patrimonio familiar”), se recomienda que la parte agresora abandone la
vivienda en aras de la paz, mientras se resuelve la repartición de bienes ante una corte
civil. En caso de que se esté pagando la renta de una vivienda, ambas partes deben
abandonarla cuanto antes y tomar rumbos diferentes.

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Una vez estas cuatro condiciones se han dado, el matrimonio está halájicamente disuelto.
Ya no existe matrimonio judío, están legalmente divorciados ante la Ley Judía y ya son
libres para que rehagan sus vidas con otra persona de su libre elección.[ CITATION Rab17 \l
3082 ]

CONCLUSIONES

El judaísmo liberal difiere. de la ortodoxia, mayormente, en materia de


contemporaneidad, civilidad y respeto a los derechos humanos, muchos asuntos
contemplados y resueltos “de manera halájica” –en este caso las leyes de matrimonio y
divorcio- llegan a incurrir en mantener o fomentar situaciones injustas o fuera del
contexto actual para alguno de los cónyuges o los hijos, de aquí que la máxima del
judaísmo liberal de aplicar –razonadamente- el libre albedrío, y buscar la felicidad
contraste culturalmente con algunos de los designios y de las costumbres ancestrales
halájicas. Asunto complicado apto de analizar por mentes más entrenadas y educadas en
estos temas, en lo personal me deja una sensación de satisfacción con la opinión del
judaísmo liberal acerca del mutuo respeto y la razón, por sobre la letra y tradición, en los
casos en que la decisión halájica, en base al contexto socio-cultural de nuestro medio deja
que desear respecto a sus designios y lo conveniente o no, de estos en la actualidad y
realidad de nuestro día a día.

Bibliografía
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por el Manhíg de Shéguel. Obtenido de http://mahhigdesheguel-
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